Claves electorales en América Latina en 2023

Claves electorales en América Latina. Banderas oficiales de Guatemala, Paraguay y Argentina sobre un fondo con papeletas y sobres electorales
Banderas de Paraguay, Guatemala y Argentina sobre un fondo de papeletas y sobres electorales. Créditos: Joanna Kosinska y DavidRockDesign.

Tema

Se analizan las claves y tendencias del momento electoral de América Latina en 2023, con tres elecciones presidenciales: Paraguay, Guatemala y Argentina.

Resumen

América Latina vivirá en 2023 un año de alta intensidad política, con elecciones presidenciales en Paraguay, Guatemala y Argentina. Éstas empezarán a redefinir, junto a las de 2024, el mapa político regional y confirmarán si existe una “marea rosa” o más bien un voto de castigo a los oficialismos. El fenómeno responde a la frustración de expectativas y a la desafección con unos Estados ineficientes y unas administraciones, sistemas políticos y de partidos que no canalizan las demandas ciudadanas y provocan malestar social.

Análisis

América Latina vive en un permanente ciclo electoral. Tras el periodo 2017-2021, cuando se renovaron buena parte de los mandatarios de la región, 2023 es un año bisagra entre las elecciones de 2022 (Costa Rica, Colombia y Brasil) y 2024 (México, El Salvador, Venezuela y Uruguay). Este trienio (2022-2024) redibujará el mapa político latinoamericano.

En abril, Paraguay inaugura las elecciones presidenciales de 2023. Después vienen Guatemala y Argentina. Estos países votarán en un contexto de crisis político-institucional, estancamiento económico, frustración social y desapego a la institucionalidad democrática. También habrá comicios locales y regionales de gran significación en México y Colombia. Ya votaron Ecuador (locales y un referéndum en febrero) y Cuba (legislativas en marzo). También recomenzó el proceso constitucional chileno, incluyendo la elección de la Asamblea encargada de la redacción final de la nueva Constitución y el plebiscito de salida para ratificarla o rechazarla. Finalmente, todo apunta a que habrá presidenciales en Haití, que desde hace casi dos años carece de jefe de Estado electo.

Figura 1. Calendario electoral 2023

PaísElección
CubaLegislativas (26/III)
ParaguayPresidenciales y generales (30/IV, una sola vuelta)
ChileElecciones de consejeros constitucionales (7/V)
MéxicoElecciones en los estados de México y Coahuila (4/VI)
GuatemalaPresidenciales y generales: primera vuelta (25/VI); segunda vuelta (20/VIII)
ArgentinaPrimarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), el segundo domingo de agosto del año electoral (13/VIII). Las fuerzas políticas eligen sus candidatos, que deben obtener un mínimo del 1,5% de los votos para participar en las generales.  Elecciones generales el cuarto domingo de octubre (22/X). Se elige presidente y los legisladores nacionales. Algunas provincias comparten este calendario con elecciones locales. Si ningún candidato presidencial alcanza la mayoría necesaria (45% del voto o 40% y una diferencia del 10% respecto al segundo, hay segunda vuelta (19/XI).
ColombiaLocales (29/X)
Fuente: elaboración propia.

De forma paralela, se vivirá una alta intensidad preelectoral, con la elección o definición de los candidatos para 2024, en México, El Salvador, Panamá, República Dominicana, Uruguay y, eventualmente, Venezuela. México conocerá al candidato (el canciller Marcelo Ebrard, la alcaldesa de Ciudad de México Claudia Sheinbaum o un tercero) del partido de López Obrador (Movimiento Regeneración Nacional, MORENA) y sabrá si la oposición (Partido Revolucionario Institucional, PRI; Partido Acción Nacional, PAN; Partido de la Revolución Democrática, PRD; y Movimiento Ciudadano) se presentará unida, única opción de derrotar al oficialismo.

En El Salvador, probablemente Nayib Bukele se presente a la reelección. Habrá que ver la reacción de la oposición ante el intento de prolongar la hegemonía oficialista.En República Dominicana, todo gira en torno a la probable búsqueda de la reelección por el presidente Luis Abinader.En Uruguay, se intensificará la lucha política, pues tanto el opositor Frente Amplio (gobernó entre 2005 y 2020), como el oficialismo (una coalición de los partidos históricos Blanco y Colorado y una fuerza emergente de derecha) deberán definir sus candidatos. En Panamá habrá elecciones internas para definir las candidaturas.

Venezuela afronta un año clave. La oposición tiene por delante el gran reto de unificarse frente al oficialismo de Nicolás Maduro, en unas elecciones internas que deberían celebrarse el próximo octubre. La unidad es compleja, porque a las diferencias y divisiones históricas que lastran el antichavismo se une la división entre los seguidores de Juan Guaidó y sus adversarios.

Entre el “giro a la izquierda” y el voto de castigo al oficialismo

2023 es clave para comprobar si se consolida lo que muchos consideran el fenómeno político-electoral hegemónico: un nuevo “giro a la izquierda”, el segundo en América Latina, tras el producido entre 2000 y 2010. Para muchos analistas, la victoria de Lula da Silva sobre Jair Bolsonaro habría confirmado este nuevo movimiento, incluyendo las victorias “progresistas” de Alberto Fernández (Argentina, 2019), Luis Arce (Bolivia, 2020), Pedro Castillo (Perú, 2021), Gabriel Boric (Chile, 2021), Xiomara Castro (Honduras, 2022) y Gustavo Petro (Colombia, 2022). Aunque, sería un giro diferente al anterior, al primar, en líneas generales, el reformismo sobre la ruptura y la moderación sobre la radicalidad. Sin embargo, habría que matizar algunas cuestiones sobre esta “marea rosa”.

1. No es una dinámica generalizable

No se dio en las presidenciales de Ecuador (2021) y Costa Rica (2022), ni en las legislativas argentinas (2021) ni en la consulta constitucional chilena (2022). Puede que no haya continuidad en Argentina, Paraguay y Guatemala en 2023. Todo apunta a que habrá un cambio y se confirmará que desde 2015 hay un constante voto de castigo al oficialismo y no un giro a la derecha (2015-2020) o a la izquierda (2021-2022). Desde 2018, la oposición venció en el 76% de las elecciones (presidenciales, legislativas, estaduales y locales). Durante este quinquenio (2018-2022), en comicios con garantías (no como Venezuela en 2018 y Nicaragua en 2021) ningún candidato oficialista, con la excepción de Paraguay hace cinco años, ganó la presidencia.

Figura 2. Voto de castigo a los oficialismos (2018-2022)

PaísAñoTendencia políticaOficialismo vs Oposición
Paraguay2018CentroderechaOficialismo
Colombia2018CentroderechaOposición
México2018IzquierdaOposición
Brasil2018DerechaOposición
El Salvador2019DerechaOposición
Guatemala2019DerechaOposición
Panamá2019CentroizquierdaOposición
Uruguay2019CentroderechaOposición
Argentina2019CentroizquierdaOposición
Bolivia2020IzquierdaOposición
República Dominicana2020CentroizquierdaOposición
Ecuador2021CentroderechaOposición
Perú2021IzquierdaOposición
Chile2021IzquierdaOposición
Honduras2021IzquierdaOposición
Costa Rica2022DerechaOposición
Colombia2022IzquierdaOposición
Brasil2022CentroizquierdaOposición
Fuente: elaboración propia.

De hecho, en 2023 ya hubo voto de castigo en comicios no presidenciales. En febrero, en Ecuador, el gobierno de Lasso apostó gran parte de su capital político para aprobar en el referéndum del 5 de febrero diversas medidas. La victoria del “No” en todas las preguntas no sólo no sirvió para reimpulsar su proyecto –como se esperaba– sino también lo dejó muy debilitado. Los resultados desembocaron en la actual crisis institucional: la Asamblea impulsa un juicio político al mandatario mientras Lasso se plantea cerrar el Legislativo (la famosa “muerte cruzada”, que desencadenaría un adelanto electoral).

En las legislativas de Cuba, marzo pasado, la alta abstención, la mayor desde 1959, puede verse como un voto de castigo al gobierno de Díaz-Canel. En una década, ésta creció más de 18 puntos y el voto nulo un 30%, una cifra muy significativa. Es una pérdida de apoyo para un gobierno incapaz de canalizar las demandas ciudadanas básicas, como muestran los reiterados apagones y fallos de su sistema de energía eléctrica y de abastecimiento de combustibles y el transporte público.

La votación buscaba confirmar, de forma plebiscitaria y como una forma de dotar de legitimidad al gobierno, a los 470 congresistas de la Asamblea Nacional, de una lista de sólo 470 candidatos. El régimen trató de minimizar la pérdida de respaldo y Díaz-Canel habló de “victoria” y ensalzó la “dignidad y fidelidad” del “heroico pueblo cubano”. Tres factores evidencian la creciente desafección con el gobierno: 1) el abstencionismo, 2) el voto particular y no por todos los diputados como promovía el gobierno ascendió del 19% al 28% y 3) la subida del voto en blanco o nulo. Como señala Rafael Rojas, “si esos tres indicadores se suman… más de un 60% de los electores no votó en bloque por lo que deseaba el gobierno. Este gesto de castigo no alterará la llegada de los 470 diputados a la Asamblea Nacional, ya que en las extrañas elecciones cubanas sólo hay un candidato por escaño, pero manda el mensaje clarísimo de que una mayoría de ciudadanos expresa su malestar por vía del sufragio”.

Figura 3. Participación en las elecciones legislativas cubanas

AñoAbstenciónNulo
202327,9%6,2%
201814,4%4,3%
20139,2%4,6%
Fuente: Elaboración propia.

Según Carlos Granés, “Más que una ola rosa, lo que parece avanzar sobre América Latina es un tsunami de insatisfacción. La ciudadanía quiere cambio y eso es lo que ofrecieron los políticos que ahora están el poder”. La misma tendencia se perfila en 2023. Todo apunta a una victoria opositora (centroderecha) en Guatemala y Argentina. En Paraguay, el oficialista Partido Colorado, centroderecha, vive una situación de cierta incertidumbre que podría darle la victoria al opositor y liberal Efraín Alegre. De concretarse estos resultados, en 2023 se confirmaría el predominio del “voto de castigo” al oficialismo.

2. La duración de estos “giros”

La última “marea rosa”, iniciada en 2021 con el triunfo de Pedro Castillo (sin olvidar la victoria de López Obrador en 2018), se inscribe en una coyuntura temporal más amplia. El inicio del reiterado voto de castigo al oficialismo se puede datar en 2015 (victoria de Mauricio Macri en Argentina tras 12 años de kirchnerismo). Desde entonces diversos resultados electorales mostraron la decadencia de la izquierda ante un electorado que vota oposición (ocho de 13 comicios) e inclina la balanza hacia el centroderecha o derecha (nueve de 13). Con la particularidad de que dos de las cinco victorias oficialistas y de izquierdas se produjeron en Venezuela y Nicaragua, países con regímenes autoritarios e iliberales y sin garantías electorales.

Figura 4. Presencia del voto de castigo (2015-2018)

PaísAñoTendencia políticaOficialismo vs Oposición
Guatemala2015DerechaOposición
Argentina2015CentroderechaOposición
Perú2016CentroderechaOposición
República Dominicana2016CentroderechaOficialismo
Nicaragua2016IzquierdaOficialismo
Ecuador2017CentroderechaOposición
Chile2017CentroderechaOposición
Honduras2017DerechaOficialismo
Brasil2018DerechaOposición
México2018IzquierdaOposición
Colombia2018DerechaOposición
Venezuela2018IzquierdaOficialismo
Costa Rica2018CentroizquierdaOficialismo
Fuente: elaboración propia.

Por su propia naturaleza, el voto de castigo, vinculado al deterioro del contexto socioeconómico desde 2013 (la nueva Década Perdida), acorta cada vez más los periodos de hegemonía de un partido o presidente. El tiempo de bonanza (la Década Dorada, 2003-2013) provocó largos años de predominio kirchnerista en Argentina (2003-2015), del lulismo en Brasil (2002-2016), del chavismo en Venezuela (desde 1999), del evismo en Bolivia (2006-2019) o del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en República Dominicana (2004-2020). Sin embargo, las actuales mareas (de derecha entre 2015 y 2020 y de izquierda ahora) son intensas pero breves. El electorado canaliza su malestar y frustración de expectativas ante un panorama de deterioro social, económico y de seguridad castigando a quien gobierna.

Todo apunta a que el actual ciclo “rosa” será breve y que, más pronto que tarde, muchos padecerán lo que ahora les favorece: una coyuntura socioeconómica adversa que propicia el voto de castigo.

Ya hay algunos ejemplos contra ciertos gobiernos, como la derrota kirchnerista en las legislativas de 2021 o la de Boric, después de sólo medio año de gestión, tras su campaña para aprobar la Constitución en 2022, donde invirtió mucho capital político. Incluso Gustavo Petro, tras una breve luna de miel (agosto-diciembre de 2022), empezó a sufrir un fuerte desgaste y a perder apoyos políticos y sociales.

3. La debilidad es la nota dominante de los gobiernos a partir de 2015

Los partidos que ganan las elecciones lo suelen hacer tras formar coaliciones negativas. Tienen más un voto coyuntural y prestado que verdaderas adhesiones, con escaso apoyo en parlamentos fragmentados y polarizados, con consensos reducidos o inexistentes. No cuentan con la paciencia, ya agotada, de unas sociedades golpeadas por una década de bajo o nulo crecimiento (incluso decrecimiento), aumento de la pobreza y deterioro de las expectativas. Más allá de liderazgos propios del caudillismo carismático (López Obrador), bonapartista (Bukele) o dictatorial (Ortega y Maduro), se suceden gobiernos amenazados por la moción de censura o autogolpe (Perú), la muerte cruzada (Ecuador), la disolución del pacto (Bolivia y Honduras) o de la coalición (Chile) gubernamental.

La estabilidad uruguaya es una rareza inexistente entre los gobiernos de izquierda que ocupan el poder desde 2021. En algunos casos se producen crisis institucionales como la de Perú de finales de 2022. En otros, la crisis no llega a esas proporciones, pero los gobiernos están lastrados por su reducido margen de acción. América Latina está atrapada en un círculo vicioso de unas mareas que se activan y desactivan con el incremento de la frustración social tras los estallidos sociales como los de 2019 y, sobre todo, del voto de castigo al oficialismo.

Elecciones en Paraguay

Paraguay abre el calendario electoral en 2023, con comicios (a una sola vuelta) en abril. En diciembre hubo elecciones internas simultáneas. El centro de atención estuvo en las internas de la oficialista Asociación Nacional Republicana Partido Colorado (ANR), la agrupación hegemónica en la política paraguaya desde los años 50. El Partido Colorado gobernó en los últimos 70 años, salvo entre 2008 y 2013. En esta ocasión hubo una fuerte pugna interna entre al actual presidente –Mario Abdo Benítez– y su antecesor, Horacio Cartes, saldada con el triunfo del último, que se ha hecho con el control del partido y con la candidatura presidencial de un aliado suyo (Santiago Peña).

La mayoría de la oposición está unida en la Concertación Nacional, con 23 partidos y dos movimientos políticos. Los más fuertes son los Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Partido Patria Querida, Partido Febrerista, Partido Encuentro Nacional, Partido País Solidario, Partido Democrático Progresista y Partido Hagamos. Es una alianza ideológicamente heterogénea, que va de la izquierda al centroderecha. El dirigente liberal Efraín Alegre será candidato a presidente, acompañado de la independiente Soledad Núñez. Hay otras candidaturas a la presidencia, como la de Paraguayo Cubas, la del exfutbolista José Luis Chilavert o la vinculada a organizaciones políticas de izquierda, que apoyan a Euclides Acevedo, pero con menores posibilidades.

Cartes, triunfó en la fuerte pugna colorada contra Benítez. Honor Colorado, el movimiento de Cartes, logró que los candidatos fueran Santiago Peña y Pedro Aliana. En la carrera por los cargos partidarios, Cartes derrotó a Benítez y a su movimiento Colorado Añeteté (Colorado auténtico) en la disputa por la presidencia del partido.

El contexto político estuvo marcado por la calificación del gobierno de EEUU al expresidente Cartes como “significativamente corrupto” (julio y agosto de 2022), por presunto lavado de activos y conexión con organizaciones terroristas (Hezbolá). Posteriormente se incluyó al vicepresidente Hugo Velázquez, por presunto soborno para obstruir una investigación sobre lavado de activos. El efecto inmediato fue la renuncia de Velázquez a la precandidatura presidencial, lo que desestructuró el proyecto político y obligó al entorno de Benítez a reemplazar su candidatura, ya avanzado el proceso electoral.

De triunfar el Partido Colorado, Paraguay rompería la tendencia latinoamericana de victorias opositoras, aunque el hecho de que la mayoría de la oposición vaya unida, sumada a las tensiones dentro del coloradismo, abre una ventana de oportunidad para la oposición. La ANR salió fortalecida de las internas al movilizar 600.000 electores más que la Concertación Nacional, con un 46% de participación electoral, una tasa muy superior a la de la oposición. Peña, el candidato ganador colorado, obtuvo 618.000 votos, mientras Alegre, el opositor más votado, venció con 348.000.

Pero, como señala Alfredo Boccia, “la baja participación puede ser engañosa. Es muy probable que no suceda lo mismo en las generales de abril próximo, cuando Efraín será el único candidato de la Concertación, el ambiente esté más polarizado y logrará sumar, sin duda, muchos más votos, por fuera del PLRA”.

El coloradismo parte como favorito (sólo ha perdido una presidencial en casi un cuarto de siglo de democracia), aunque las fuertes divisiones internas lo han dejado herido. Si bien han recompuesto su unidad, al menos de cara al exterior, la fractura y las acusaciones de corrupción contra Cartes junto con el escaso apego del partido a su candidato (un exliberal) permiten que las opciones estén abiertas. Más cuando las encuestas son poco fiables. La aparente unidad colorada tras la batalla interna será puesta a prueba en estos comicios. No se descarta que persista la resistencia a movilizar el voto por Peña entre el coloradismo a escala local, poniendo en peligro su victoria, al existir un voto oculto de parte del electorado colorado que, pese a su vinculación familiar, personal, sentimental e histórica con el partido, desee castigar al cartismo. Varias encuestas señalan que habría un empate técnico entre Peña y Alegre e incluso algunas vaticinan la victoria opositora.

Argentina

El kirchnerismo llega debilitado a las elecciones presidenciales, lo que incrementa las opciones de un voto de castigo al oficialismo. El peronismo se presenta dividido por la pugna entre el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Kirchner, y golpeado por la crisis económica y la inflación que supera el 100% anual. El kirchnerismo aún no sabe quién será su candidato en 2023, un dilema agravado por la renuncia de Mauricio Macri a representar a Juntos por el Cambio, que resta posibilidades a Cristina Fernández. De momento, sobresale la figura del ministro de Economía, Sergio Massa, de fuerte ambición presidencial, pero que sabe que su única opción, también la del kirchnerismo, de ganar este año es derrotar la inflación. Massa aspira a reducir la espiral inflacionaria al 3% en abril, pero el 7% de marzo le pone las cosas muy difíciles.

El kirchnerismo/peronismo (Frente de Todos) no ha cerrado aún su candidatura, pero es bastante probable que al menos dos listas compitan en las PASO. Entre las principales opciones están Massa, Alberto Fernández, que ha dicho que optará a la reelección, pese a carecer de apoyos en el kirchnerismo y no tener respaldo social, y Eduardo “Wado” de Pedro, actual ministro del Interior. Tampoco se puede excluir definitivamente a la vicepresidenta, perseguida por la corrupción, a su hijo Máximo Kirchner, a Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, y al sempiterno Daniel Scioli. Si bien las encuestas sitúan a Cristina Kirchner en una buena posición, sus problemas judiciales son un lastre, al igual que su mala imagen y la dificultad de captar apoyos más allá del kirchnerismo. Tras la sentencia (no firme) de seis años de prisión, anunció que no sería candidata, aunque luego utilizó el falso argumento de su proscripción.

La oposición de Juntos por el Cambio (Propuesta Republicana (PRO) de Mauricio Macri –centroderecha–, la Unión Cívica Radical (UCR) –centroizquierda– y la Coalición Cívica) parte como favorita tras su victoria en las elecciones legislativas de 2021 y la delicada situación socioeconómica. El escenario opositor se ha aclarado tras la renuncia de Macri. Y si bien el papel del expresidente seguirá siendo importante, la intensificación de las peleas internas (entre sectores más o menos moderados) no sólo aumenta las dudas sobre quién será el candidato, sino también sobre el futuro de la coalición. La interna se jugará entre el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta (moderado de la PRO), y Patricia Bullrich, con un discurso más confrontacional en su intento de canalizar el voto antikirchnerista. También habrá que estar muy pendientes de la respuesta del radicalismo y de su política de alianzas. Juntos por el Cambio, con serios problemas de cohesión interna, ha visto crecer a su derecha al libertario Javier Milei, cuya intención de voto está subiendo y ronda el 20%.

Guatemala

En Guatemala habrá continuidad, no sobre la identidad del nuevo presidente, sino por la persistencia de una dinámica tradicional, una suerte de ley no escrita, según la cual el oficialismo nunca gana. Desde 1990, el partido gobernante no revalidó su triunfo, ni siquiera logró ecuperar la presidencia,

Las primeras encuestas se centran en cuatro constantes: 1) habrá voto de castigo. Dos mujeres opositoras, Zury Ríos y Sandra Torres, encabezan los sondeos con la mayor intención de voto, aunque todos ellos reflejan que Torres tiene más rechazo que aprobación, mientras Ríos tiene un diferencial ligeramente positivo. El presunto candidato oficialista, Manuel Conde, está muy lejos. 2) No habrá giro a la izquierda. Ninguna medición colocaba a Thelma Cabrera (Movimiento para la Liberación de los Pueblos, MLP), la candidata izquierdista mejor situada, en una situación de crecimiento del voto. Pero, ha sido excluida de la contienda por la autoridad electoral. El resto de la izquierda está muy fragmentada (desde la más extrema sin el MLP –URNG-MAIZ-Winaq– al centroizquierda de Semilla o VOS). 3) Igual que en 2015 con Jimmy Morales y 2019 con Alejandro Giammattei, todavía puede surgir un candidato sorpresa. Por ahora, los focos apuntan a Edmond Mulet (partido Cabal) al que algunas encuestas colocan en segundo lugar –fue el cuarto más votado en 2019–, con poco más del 7%. También se perfila como candidato sorpresa Carlos Pineda de Prosperidad Ciudadana. 4) Como ocurre desde 1985, dada la alta fragmentación, habrá segunda vuelta.

Las elecciones se darán, finalmente, en un ambiente de fuerte desconfianza ciudadana hacia  las instituciones encargadas de garantizar el justo y transparente proceso electoral. Se ha mostrado una gran disparidad de criterios al excluir a unos candidatos (Thelma Cabrera o Roberto Arzú) y permitir la presencia de otros, sin una sólida base legal y constitucional para adoptar decisiones tan dispares. 

Otras citas

Además de las tres presidenciales mencionadas habrá otras elecciones importantes en México, Colombia y Chile en 2023, a las que probablemente haya que añadir Haití. Coahuila y el estado de México (Edomex, el estado con mayor padrón electoral) tendrán elecciones ordinarias a gobernador. En Coahuila también se votará por la Legislatura estatal. El control de Edomex es significativo. Es un estado tradicionalmente priista (lo gobierna desde 1929) que podría acabar en manos del oficialista MORENA. La victoria de Delfina Gómez, candidata de López Obrador, reforzaría el favoritismo de MORENA para los comicios presidenciales de 2024 a la vez que dejaría muy debilitada a la coalición antimorenista Va por México (PRI-PAN-PRD) que trata de construir una alternativa a la hegemonía gubernamental.

Las elecciones locales de Colombia son vistas como un test para medir el apoyo a Petro y el respaldo a sus reformas. Con su Pacto Histórico quiere ganar más de la mitad de las 1.102 alcaldías del país, conquistando las mayores ciudades (Bogotá, Medellín, Cali, Cúcuta, Bucaramanga, Cartagena, Manizales, Villavicencio, Soacha…) para reforzar su agenda de reformas . Pese a su alta popularidad inicial, Petro irá a las elecciones con un panorama político más deteriorado, mayor contestación a sus reformas y menores apoyos en el Legislativo y el Ejecutivo, como evidencia la salida de Alejandro Gaviria del Ministerio de Educación. 

En Chile las derechas y las izquierdas acuden divididas a la elección (7/V) de los 50 consejeros (25 hombres y 25 mujeres) encargados de redactar la nueva Constitución. La elección será leída por su apoyo o rechazo a Boric, ya castigado en el plebiscito de septiembre. El deterioro de la seguridad ciudadana (tres carabineros asesinados en un mes) es otro elemento que puede incentivar el voto de castigo. La fragmentación dificultará la lectura de los resultados en función de ganadores y perdedores.

Derecha e izquierda acuden divididas en dos opciones cada una, más una quinta fuerza de tintes populistas.

En un lado pugnan la izquierda oficialista y el centroizquierda. El oficialista Unidad para Chile está integrado por el Frente Amplio –de Boric–, el Partido Comunista y el Partido Socialista de Bachelet. En el centroizquierda, en Todo por Chile, se reúnen el Partido por la Democracia, el Partido Radical y la Democracia Cristiana. La oposición de derechas concurre con otras dos listas. Una de derecha extrema, el Partido Republicano, y otra de centroderecha, Chile Seguro, con la Unión Demócrata Independiente, Evópoli y Renovación Nacional. El Partido de la Gente (PDG), de Franco Parisi, tiene un liderazgo antisistema y “trumpista”.

Conclusiones

2023 es un año de múltiples encrucijadas en América Latina. En líneas generales éstas deben apuntar al rumbo de la región en la segunda mitad de la década, tras la pandemia y la invasión de Ucrania. El año nos dirá si las dos grandes potencias regionales (Brasil y México) tienen capacidad real de liderazgo. En Brasil se comprobará si el regreso de Lula da Silva se traduce en su vuelta al escenario internacional y regional. En México se sabrá si habrá un final de sexenio tranquilo (lo que no ha ocurrido desde los años 60) o se incrementa el disenso de cara a las presidenciales de 2024.

Es una encrucijada para los grandes proyectos reformistas de Chile y Colombia. Se verá si finalmente Chile aprueba su nueva Constitución y si Colombia concreta las reformas de Petro. Será igualmente un año decisivo para la gobernabilidad y la institucionalidad democrática en muchos países, tanto si se celebran elecciones (Paraguay, Argentina y Guatemala) o no. Y si se alcanza un acuerdo entre gobierno y oposición en Venezuela. También será un año clave para aquellos países más inestables, como Perú, con seis presidentes en seis años o los afectados por luchas intestinas (Ecuador, Bolivia, Costa Rica y Honduras). En definitiva, 2023 será importante para América Latina por tres cuestiones:

1. Desde un punto de vista político, para saber si se consolida el “giro a la izquierda” o hay un voto contra el oficialismo. De todos modos, las elecciones estarán marcadas por la polarización, la fragmentación y la gobernabilidad compleja. La polarización se vio en los comicios de 2022 en Perú, Chile, Colombia y Brasil, y seguirá marcando los próximos procesos electorales: kirchnerismo vs. antikirchnerismo en Argentina, colorados vs. anticolorados en Paraguay y sandrismo vs. antisandrismo en Guatemala (o riosmonttismo vs. antiriosmonttismo):

En Paraguay las pugnas políticas se definen entre “cartismo” y anticartismo, mientras la oposición, con Efraín Alegre a la cabeza, ha marcado estos comicios como una elección entre “patria y mafia”.

En Argentina, con la “grieta” omnipresente, se enfrentarán dos o tres posiciones antagónicas: el oficialismo peronista/kirchnerista por un lado y la oposición tradicional, Juntos por el Cambio, por el otro, que más allá de sus matices, a veces muy marcados, se define antikirchnerista. Además, emerge La Libertad Avanza, la fuerza de Javier Milei, que polariza entre la vieja clase política (“la casta”) y lo que él aspira a representar de ruptura con “el régimen de 1983”.

La crisis de representación de la democracia, dada la debilidad de los partidos políticos, tanto los históricos como los nuevos surgidos en el siglo XXI, ha conducido a la fragmentación partidaria con parlamentos multipartidistas.

Este escenario dificulta la gobernabilidad, al ser más complicado articular alianzas y forjar consensos. Muchos líderes políticos que llegan al poder lo hacen respaldados por coaliciones coyunturales negativas y con un “voto prestado”, tras el escaso apoyo obtenido en la primera vuelta. Ese voto prestado pronto se desvincula de sus beneficiarios, lo que explica la rápida caída del apoyo a los nuevos presidentes.

La polarización y la fragmentación complican la gobernabilidad y lastran la gestión de unos gobiernos con escaso margen de acción político y económico. La ciudadanía, frustrada en sus expectativas, reduce su confianza en el sistema y recurre al voto de castigo al oficialismo, a respaldar a los outsiders –candidatos ajenos al sistema o directamente antisistema–, a la movilización social y la protesta.

2. Desde una perspectiva económica, para saber si se continúa o no frenando el crecimiento, en una región inmersa en una nueva “Década Perdida”, y si la falta de reformas estructurales en la región impide una verdadera transformación productiva.

3. Desde una dimensión geopolítica, para saber si América Latina deja de ser una región periférica para ser internacionalmente relevante, con nuevas alianzas estratégicas, como con la Unión Europea (UE). Todo apunta a que América Latina será el escenario renovado de un gran juego geopolítico entre las grandes potencias mundiales. EEUU, China, la UE y Rusia miran hacia una región rica en energías renovables y materias primas (litio, hidrógeno verde, cobre y tierras raras).