¿La unión monetaria de América del Sur?: un ideal de difícil ejecución

Unión monetaria. Foto de familia de la VII Cumbre de jefas y jefes de Estado y de gobierno de la CELAC en Buenos Aires, Argentina, en 2023

Brasil y Argentina han anunciado que pretenden lanzar una moneda común. Podría llamarse “el sur”. No cabe duda de que la iniciativa tiene “gancho” político, e incluso podría tener cierto sentido económico si se cumplieran unas cuantas condiciones. En un mundo con la globalización en retroceso y en el que América Latina está cada vez más interesada en ganar autonomía de unos EEUU cada vez más introspectivos y una China cada vez más asertiva, es sugerente pensar que se puede alcanzar soberanía monetaria.

De hecho, el euro ha servido sin duda para proteger a los países europeos de los últimos shocks de la a veces errática política monetaria de EEUU, aunque al euro todavía le falta para poder competir con el dólar por el trono de la moneda de reserva global. En el plano económico, Brasil y Argentina tienen intensos lazos comerciales, así como ciclos macroeconómicos bastante sincronizados (ambos son grandes exportadores de materias primas y tienen estructuras productivas semejantes, aunque la brasileña sea más potente). Sin embargo, la inflación en Argentina es galopante y en Brasil está bajo control, lo que supone un problema mayúsculo para compartir política monetaria. Por último, el sustrato del Mercosur, creado hace tres décadas, da una base institucional al proyecto, pero dicho sustrato funciona mejor sobre el papel que en la realidad.

(…) si la propuesta de moneda común entre Argentina y Brasil es usar una unidad de cuenta sintética para las transacciones comerciales y financieras bilaterales, su impacto en la práctica será limitado (…)

En cualquier caso, si el proyecto finalmente se lanza, el camino será muy difícil. Cuando se comparte moneda se pierden la política monetaria y la cambiaria. Como aprendió la zona euro en la década pasada, eso puede ser doloroso y, por tanto, tiene que estar claro que hay un proyecto político detrás que una mayoría de ciudadanos apoye sin fisuras. En el caso sudamericano, donde existen nacionalismos intensos, eso no está nada claro. Aunque los dos países mantuvieran el real y el peso en una primera fase, ¿qué pasaría si Argentina tuviera que devaluar? ¿Cómo afectaría esto a la credibilidad de esa unidad de cuenta sintética que se quiere introducir para el comercio entre los dos países? Los europeos también introdujeron el ECU (la Unidad de Cuenta Europea) en los años 80, pero en realidad el ancla del sistema monetario europeo siguió siendo el marco alemán.

Como ya explicamos en otra ocasión, cuando las uniones monetarias estaban todavía más de moda después de la crisis financiera de 2008 iniciada en EEUU, la realidad es que la creación del euro ha sido un acto sui generis que, por ahora, no se ha podido replicar ni en Asia Oriental ni en el golfo Arábico, ni tampoco en Sur o Latinoamérica porque los equilibrios de poder son muy distintos. La unión monetaria europea se basa en el motor franco-alemán compuesto por dos potencias relativamente parejas y complementarias. La economía francesa representa por tamaño el 70% del PIB de la alemana, pero Francia es una potencia militar con un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Este equilibrio no existe en otras regiones. China es demasiado dominante en Asia Oriental, Arabia Saudí lo es en el golfo Arábigo y lo mismo se podría decir de Brasil en Sudamérica. La economía de Argentina representa solo el 30% de la economía brasileña y militarmente no ejerce el contrapeso que tiene Francia frente a Alemania, por no hablar de sus enraizados problemas económicos. Además, el poder económico y monetario de Brasil no es comparable con el de Alemania. A falta de una unión fiscal y política que lo sustentase, el euro y el Banco Central Europeo se crearon sobre la base de la credibilidad del marco alemán y el Bundesbank. El Banco Central de Brasil y el real carecen de esa credibilidad. Al final, para crear una moneda común estable, se necesita crear una autoridad monetaria supranacional relativamente independiente y eso no es fácil de lograr cuando los equilibrios de poder son tan asimétricos.

Finalmente, está la dimensión geopolítica. En un mundo cada vez más marcado por la rivalidad entre grandes potencias parece lógico asumir que Washington no va a ver con buenos ojos que se reduzca el uso del dólar en Sudamérica, su patio trasero. Esto puede tener serias consecuencias. Las últimas crisis, tanto la financiera de 2008, como la del COVID-19 en 2020, han vuelto a demostrar que la Reserva Federal (FED) sigue siendo el banquero central del mundo. Incluso la zona euro, que emite la segunda divisa global, ha tenido que activar líneas de liquidez (swap lines) con la FED para obtener los dólares necesarios para estabilizar su sistema financiero. La FED tiene líneas de liquidez permanentes solo con cinco bancos centrales: el de Canadá, el de Inglaterra, el de Japón, el de Suiza y el Banco Central Europeo, y durante las crisis ha extendido líneas temporales para nueve bancos más, entre ellos el Banco de Brasil (Argentina, por su parte, recibió una línea de liquidez similar del Banco Central chino, de dudosa utilidad). Habría que ver si eso seguiría ocurriendo con la introducción del “sur”, sobre todo si la retórica política de esa iniciativa es la de reducir el uso del dólar en la región. En definitiva, si la propuesta de moneda común entre Argentina y Brasil es usar una unidad de cuenta sintética para las transacciones comerciales y financieras bilaterales, su impacto en la práctica será limitado, aunque si hay una coordinación y cooperación de los bancos centrales en los tipos de cambio (algo siempre difícil) podría permitir expandir el comercio regional al darle mayor estabilidad (recordemos que América del Sur es una de las regiones con menor intensidad del comercio entre vecinos). Si en cambio se quiere avanzar hacia una unión monetaria, se necesita, por un lado, una autoridad monetaria supranacional independiente y, por otro, mucha determinación política para proseguir en la integración porque, como ha demostrado la historia del euro, una unión monetaria no se sustenta sin un mínimo grado de unión fiscal que pueda amortiguar los shocks asimétricos que puedan afectar a las diferentes partes de la unión.


Tribunas Elcano

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Imagen: Foto de familia de la VII Cumbre de jefas y jefes de Estado y de gobierno de la CELAC en Buenos Aires, Argentina (24/1/2023). Foto: Ricardo Stuckert/PR. Palácio do Planalto (CC BY 2.0).