Elecciones municipales en Brasil: Bolsonaro pierde por el centro-derecha y el PT es desafiado por la izquierda

Protestas en contra del gobierno de Jair Bolsonaro, 2018. Foto: Pedro Toniazzo Terres (CC BY-SA 4.0)

Tema

Este análisis aborda las elecciones municipales en Brasil y las consecuencias de la pandemia a nivel sanitario y económico y cómo estos factores pueden afectar al gobierno Bolsonaro y la carrera presidencial de 2022.

Resumen

El COVID-19 ya se ha cobrado la vida de más de 200.000 personas en Brasil. Sin embargo, esto no parece tener como resultado grandes caídas de popularidad de Jair Bolsonaro. Hasta ahora, uno de los elementos que ayudaba a entender esta resistencia era la ausencia de una alternativa político-electoral representada por una derecha más civilizada y moderada como contrapunto a la radicalidad bolsonarista. Las elecciones municipales de noviembre han fortalecido a esta derecha tradicional que quedó destruida en 2018 y que ahora reaparece con fuerza. ¿Significará esto el principio del fin del bolsonarismo o el presidente todavíatendrá fuerza para aferrarse al poder en 2022?

Análisis

La derecha y el centro derecha

Uno de los resultados más importantes de estas elecciones municipales es que los brasileños del campo conservador han votado por la vuelta a la tradición y la estabilidad. El año 2018 fue la elección del outsider, de la disrupción y lo antisistémico, con la derecha tradicional víctima de un varapalo histórico con una masiva migración de votos a la candidatura de Bolsonaro. Sin embargo, 2020 vuelve a llevar a la política brasileña de derecha a sus cauces clásicos. Parece que esta onda de votos bolsonaristas la recupera el campo de la derecha y centro-derecha tradicional. Se trata, básicamente, del conjunto de partidos políticos conocidos como Centrão, un conjunto de partidos conservadores de larga historia, más pragmáticos que ideológicos y que siempre son la bisagra y la llave de gobernabilidad para cualquier administración. Especial protagonismo tiene el partido Demócratas (DEM), que actualmente ejerce las presidencias de la Cámara de Diputados y del Senado, que gana casi 200 municipios más que en las elecciones municipales de 2016. Esta victoria coloca a Rodrigo Maia, líder indiscutible del DEM y uno de los políticos más hábiles e influyentes de la política brasileña, como presidente de la Cámara y como uno de los políticos con mayor impacto y capacidad de decisión de cara a 2022. Junto al DEM, cuyos alcaldes gobernarán sobre el 11,53% de la población, encontramos al Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el partido del ex presidente Michel Temer, que también representa a la política más tradicional y que igualmente sale fortalecido. Sus alcaldes gobernarán el 12% de la ciudadanía.

Bolsonaro ha demostrado ser el peor apoyo electoral posible. De los candidatos que apoyaba, casi ninguno ha sido elegido, y, desde luego, ninguno con impacto político nacional. El ejemplo más simbólico ha sido el candidato a la reelección por Rio de Janeiro y obispo de la poderosa Iglesia Universal del Reino de Dios (actualmente aliada de Bolsonaro), que ha perdido la alcaldía. El ganador fue Eduardo Paes, del DEM, una figura histórica de la política carioca, que obtuvo el 36% de los votos en la primera vuelta.

Con vistas al año 2022, estos días ha habido un aluvión de declaraciones a la prensa cargadas de intenciones. Primero fue Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), que dos días después de las elecciones, en una entrevista a un importante programa de televisión, criticó al PT y a dos destacados políticos de izquierda, el candidato a la alcaldía de São Paulo, Guilherme Boulos, del Parido Socialismo y Libertad (PSOL) y a Flávio Dino (gobernador de Maranhão e importante figura de la izquierda nacional). Según Gomes, la mejor opción para Brasil sería una alianza con la derecha y el centro-derecha capaz de derrotar al bolsonarismo en 2022.

La alianza estaría formada por el DEM, el Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB), el MDB, el PDT y el Partido Socialista Brasileño (PSB). En la misma línea, Rodrigo Maia (DEM) propuso una alianza entre los partidos del Centrão que él dirige, junto a João Doria (PSDB), Ciro Gomes (PDT), el PSB, el MDB y el presentador de televisión Luciano Huck, que desde hace tiempo insinúa su candidatura presidencial. El Centrão, fundamentalmente el DEM, se coloca como uno de los grandes articuladores frente a las próximas elecciones. Esta alianza representaría a la derecha liberal, moderada e ilustrada, opuesta al proyecto autoritario y antidemocrático de Bolsonaro.

De gestarse, esta unión de derechas y centro-derechas sería una candidatura imbatible. Sin embargo, tiene un problema: son muchos caciques para un solo puesto. De momento, se barajan los nombres del ex ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro, y de Luciano Huck. Este último podría ser una buena apuesta pues es un conocido y carismático presentador de televisión, serio y honrado, con una imagen de familia tradicional y un buen background político. Por el contrario, Moro parece desdibujarse. Tiene muchos enemigos en Brasilia y su falta de carisma y aptitudes políticas no ayudan.

Otro candidato que ha salido fortalecido es el gobernador del estado de São Paulo, João Doria, cuyo discípulo, Bruno Covas, ha ganado la alcaldía de la capital. El PSDB es el partido que más alcaldías pierde respecto a 2016 (tenía 805 y se queda con 520). Sin embargo, esto supone que gobernará al mayor número de brasileños (el 16%), incluyendo la ciudad de São Paulo. En 2018 el PSDB, liderado por Geraldo Alckmin, fue el gran perdedor. Con Doria, y tras haber resistido en São Paulo, el partido parece haberse recuperado. Al estar Covas apadrinado por Doria, su victoria coloca al gobernador en buena posición en la carrera presidencial.  En estos últimos días, Doria se ha convertido en la gran figura pública del momento. El día 17 de enero la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA) dio su aprobación al laboratorio paulista Butantã, que produce nacionalmente la vacuna elaborada en cooperación con el laboratorio chino Sinovac, para comenzar a administrar los 46 millones de dosis del Coronavac. Minutos después, la primera enfermera ya estaba siendo vacunada en São Paulo. De esta forma, São Paulo se convierte en el gran centro de producción y logística de la vacuna a otros estados brasileños, desasistidos ante la ausencia de un plan de vacunación del gobierno federal que los deja a merced de la tercera ola. Doria, que ha hecho un márketing excelente de este proceso, se alza como el gran triunfador ante el negacionista Bolsonaro y da un firme paso al frente para 2022.

Finalmente está Ciro Gomes, que tampoco querrá ceder su candidatura. La pregunta es si las derechas y centro-derechas serán capaces de unirse en torno a un nombre común o llegarán divididas a 2022. Lo cierto es que la política tradicional, que había sido sustituida por el bolsonarismo, está de vuelta.

El primer paso para ver si se concretan las alianzas de centro derecha es la crucial elección de la presidencia de la Cámara de los Diputados para reemplazar a Rodrigo Maia, en febrero de 2021. El grupo de Maia (que aglutina a DEM, PSDB, MDB, Cidadanía y otros partidos menores) representado por su candidato, el diputado Baleia Rossi (MDB), se consolida como el bloque más fuerte. El grupo del Centrão bolsonarista, que reúne al Partido Progressistas (PP), al Partido Social Democrático (PSD), al Partido Liberal (PL) y a los Republicanos, está comandando por Arthur Lira (PP, Alagoas), líder del Centrão en la Cámara y principal opositor de Maia, aunque su posición se debilita frente a él. Todo indica que Lira será derrotado. Baleia Rossi acumula más votos al haber obtenido el apoyo de todos los escaños del PT, el grupo político con mayor presencia parlamentaria. Habrá que ver si estas elecciones cruciales logran fortalecer la alianza DEM-MDB-PSDB.

Las izquierdas

En su conjunto, las izquierdas han salido peor paradas que las derechas en las elecciones municipales. El PT no se recupera respecto a las municipales de 2016, el gran momento del antipetismo, que supuso una gran derrota nacional para el partido. En 2016 mantuvo solo 257 alcaldías, que ahora caen a 183 (el 2,6% de la población). Por primera vez desde la redemocratización no gobernará en la capital de ningún estado. Además, el PT ha sido desafiado por una izquierda más nueva, más juvenil, menos burocratizada y que ha sabido comunicarse de forma más directa, natural y eficaz con la población. A pesar de que esta izquierda más vibrante sólo ha conseguido la alcaldía de Belem, en el nordeste, su victoria simbólica es indiscutible.

Despuntan nuevos líderes de izquierda en el escenario nacional que no son petistas. Es el caso de Manuela D’Avila, del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), que llegó a la segunda vuelta en Porto Alegre, con un 45% de los votos. Sin duda ha sido la estrella principal de estas elecciones. También está Guilherme Boulos, del PSOL, partido fundado en 2004 como una escisión del PT y que estos últimos años ha ganado visibilidad. Boulos tuvo una actuación emblemática en la segunda vuelta de São Paulo. Enfrentado a la potente máquina electoral de la derecha paulista más tradicional, el PSDB, perdió ante el partido del establishment, aunque obtuvo el 40% del voto. Boulos se ha convertido en el gran líder de la izquierda. Por primera vez en años, el liderazgo progresista no pertenece al campo petista. Su campaña ha emocionado y movilizado de forma masiva, un entusiasmo no visto en la izquierda brasileña desde hace años. Boulos ha tenido el apoyo masivo de los jóvenes, que no se ven bien representados por el PT, cuya cúpula se aleja de una base que pide la modernización a gritos. Un ejemplo de esta falta de sintonía es que el candidato del PT a la alcaldía de São Paulo, un representante de la burocracia partidaria que no despierta ninguna simpatía entre las bases, sólo obtuvo el 8,6%, el peor resultado del PT en la mayor ciudad del país.

En oposición a la dirigencia petista, encontramos a Marília Arraes, candidata a la alcaldía de Recife, en el nordeste, que simboliza al nuevo PT que se comunica con los jóvenes y atiende a cuestiones más modernas (feminismo, LGBT o medio ambiente). Arraes, de 36 años, perdió contra su primo João Campos (ambos descendientes del fundador de la dinastía nordestina Miguel Arraes) con un 45%, pero deja una herencia importante. Marília no fue la opción de la burocracia partidaria, pero es una mujer joven luchadora y fuerte, con la militancia de su lado, que consiguió imponerse a la vieja máquina partidaria de Pernambuco. Marília ha hecho una campaña parecida a la de Boulos, con un lenguaje más natural, más juvenil y una estética más moderna.

En paralelo al fenómeno Arraes, hay otro que también simboliza el deseo de renovación petista: las candidaturas colectivas. Hubo más de 26 candidaturas colectivas en todo el país. La mayoría formada por mujeres negras y jóvenes periféricos sin cabida en las estructuras partidarias más piramidales. Además de esta nueva configuración electoral, ha habido otras novedades como el movimiento “Representa”, un grupo de jóvenes del interior del estado de São Paulo, que presentó y apoyó 138 candidaturas petistas jóvenes (sin apoyo de la burocracia partidaria) en todo el país. De ellas, 25 ganaron. Pero lo más importante fue el proceso de contestación dentro del PT contra la dirección del partido.

Ante la pérdida de la hegemonía petista, dentro del centro-izquierda, el PSB y PDT son los que salen mejor parados. El PSB mantuvo 252 ciudades y el PDT 314. En cuanto las capitales, el PDT ganó Aracajú y Fortaleza y el PSB Maceió y Recife. En el nordeste se reconfiguró el mapa político: el PT pierde fuerza ante el PSB y el PDT. Un personaje que se desinfla es el gobernador de Maranhão, Flavio Dino (PCdoB), una figura importante para las alianzas de 2022. El candidato apoyado por Dino perdió en São Luis (capital de Maranhão) y su base se ha dividido, con una parte apoyando al candidato opositor Eduardo Braide, de Podemos, que finalmente ganó.

¿Cómo impactan estos resultados en el proyecto progresista de 2022? Hace algunas semanas hubo un encuentro privado entre Lula y Ciro Gomes en São Paulo, antes de las elecciones municipales. Lula invitó a Gomes a restablecer el diálogo después de la ruptura de las elecciones nacionales de 2018. El encuentro despertó numerosas especulaciones sobre una posible alianza de izquierdas en 2022, aunque esto parece muy lejos de concretarse. La campaña de Boulos, en São Paulo, ha conseguido afianzar un frente de izquierda, bastante simbólico, con el PT, el PSOL, el PCdoB, el PSB y el PDT. También Manuela D’Avila consiguió un apoyo importante de la izquierda, así como la del vencedor de la alcaldía de Belem, Edmilson Rodrigues, del PSOL. Sin embargo, ha habido otros casos de disputa frontal en la izquierda, sobre todo en Recife. La lucha agresiva entre los candidatos del PT y del PSB ha provocado la separación a nivel nacional de los dos partidos progresistas.

Durante la segunda vuelta, Ciro Gomes hizo campaña por el candidato del PSB, João Campos, reconfigurando el mapa político regional, con una aproximación PSB-PDT y un alejamiento del PT. En el lado opuesto, está Ceará, donde la situación es diferente. El candidato del PDT a la alcaldía de Fortaleza, José Sarto, consiguió el apoyo del gobernador de Ceará, el petista Camilo Santana, en un movimiento de aproximación PT-PDT. Fortaleza es la ciudad que mejor encarna el espíritu de unidad de la izquierda. Sarto representaba una amplia coalición que reunía al PP, PDT, PTB, PL, PSB, DEM, PSD, Cidadania, Rede y PSDB. Sin embargo, el caso de la capital cearense no parece que repercuta nacionalmente, sobre todo por la dificultad de alcanzar una alianza nacional entre el PT y el PDT y entre el PSB y el PT. Las últimas declaraciones públicas de Gomes dejaron claro que una alianza con el PT está muy lejana.

Consultado sobre la posible unidad de las izquierdas en 2022, el secretario general del PT, el diputado Paulo Teixeira, dijo que estas elecciones fueron una especie de ensayo para la unidad, pero que no contempla a todos los partidos (en referencia al PSB y al PDT) formando parte de ella. Juliano Medeiros, presidente del PSOL, afirmó que estos ensayos municipales han sido positivos, pero no suficientes. Sin embargo, el presidente del PSB, Eduardo Siqueira, declaró que no había unidad entre la izquierda ya que “cada uno estaba cuidando de su propia vida” y repitió tras las elecciones, que estas eran una prueba de la división de la izquierda, ya que el PT había decidido mantener su “exclusividad”.

El PT pierde fuerza numérica y simbólica. Lula, aislado por la pandemia, no tiene la capacidad de movilización que tenía y la irrupción de Boulos ha demostrado que la izquierda no petista llega ha desafiado al PT, empujándolo hacia la renovación de candidatos, algo que sus afiliados llevan años pidiendo. Habrá que ver si la cúpula acede a llevar al PT hacia un nuevo rumbo o si permanecen en un inmovilismo que les está costando caro y les podrá costar más caro en 2022. De momento, nada indica que la alta jerarquía dé su brazo a torcer y se renueve.

Bolsonaro

Mucho se ha especulado sobre cómo perjudicará la derrota de los candidatos bolsonaristas en las municipales al propio Bolsonaro.  Según los datos de Datafolha del mes de diciembre, la popularidad de Bolsonaro se mantiene en el 37%. A pesar de la elecciones municipales y los más de 200.000 muertos, Bolsonaro sigue vivo, aunque está cada vez más en condición de rehén ante la negociación con el Centrão: lo que puede ganar en estabilidad para su gobierno lo puede perder en capacidad de autonomía. Ya sabemos el peligro que entraña un Bolsonaro con demasiada autonomía.

Entre la clase media y alta más lavajatista, Bolsonaro pierde más adhesión. Estos recibieron como un duro golpe la dimisión de Moro como ministro de Justicia y Seguridad Pública el pasado abril, tras acusar a Bolsonaro de interferencia política en el nombramiento del director de la Policía Federal, para proteger a sus hijos de unas investigaciones en su contra. Los hijos de Bolsonaro son uno de sus mayores problemas. Varios procesos contra los tres tienen repercusiones políticas. Flávio, senador por Río de Janeiro, está acusado de realizar transacciones financieras ilegales por 1,2 millones de reales (200.000 dólares). Carlos, concejal por Río de Janeiro, tiene dos acusaciones: una, por nombrar cargos fantasma en su gabinete, y la segunda, la más importante en este momento, por ser uno de los coordinadores de la campaña de noticias falsas, con millones de mensajes ilegales durante la campaña electoral. La misma acusación, coordinación del esquema masivo de noticias falsas pesa sobre Eduardo, diputado federal por São Paulo. Esta última investigación sobre fake news electorales es la que más preocupa en Brasilia, ya que el Tribunal Supremo Electoral ha abierto un proceso de impugnación de la candidatura Bolsonaro-Mourão sobre la base de esta investigación. En mayo pasado, Fabrício Queiroz, ex asesor de Flavio Bolsonaro y sospechoso de ser su testaferro, fue arrestado después de pasar un año escondido en una casa del abogado de la familia Bolsonaro. Según Datafolha, el 64% de los brasileños cree que Bolsonaro conocía el paradero de Queiroz todo este tiempo.

Además de la frustración por la salida de Moro y de su visión negativa de los hijos del presidente, quienes votaron por Bolsonaro y ahora están decepcionados o arrepentidos creen: (a) “que Bolsonaro no cumple con el decoro que su función exige, es excesivamente violento, autoritario, histriónico en su forma de conducir el gobierno y con sus polémicas continuas causa gran inestabilidad”; y (b) que “la gestión de Bolsonaro de la pandemia de COVID-19 es irresponsable e inhumana, no se preocupa ni por los enfermos ni por los muertos”. En los últimos meses, parece que Bolsonaro y sus asesores entendieron el mensaje de su base más desencantada y cambiaron su estrategia: han hecho desaparecer a sus hijos del espacio público y de las redes sociales y han “domesticado” a un presidente que está más moderado que al comienzo de su mandato. Como consecuencia del giro estratégico en su comportamiento, su popularidad volvió a crecer. Sobre los más de 200.000 muertos por la pandemia y las críticas a su gestión, Bolsonaro también tiene una estrategia clara: la culpa de estos números y de la próxima crisis económica no la tiene él, sino los gobernadores y los alcaldes que no siguieron sus recomendaciones de salir a trabajar, decretaron confinamientos que sólo algunos cumplieron y, de esta forma, no lograron atajar la pandemia y agravaron la crisis económica. Parece que esta táctica le asegura que su popularidad no se desplome. Sin embargo, en los próximos días tendremos que estar atentos a los efectos políticos del comienzo de la vacunación en São Paulo y ver si este hecho comienza a rendirle a Doria más popularidad en detrimento de la de Bolsonaro.

En paralelo al desencanto de la clase media tradicional, Bolsonaro mejoró entre los más pobres, gracias a la ayuda de emergencia de 600 reales mensuales (112 dólares) recibidos durante los primeros meses de la pandemia, esencial para la supervivencia de millones de brasileños. También ha comenzado a invertir políticamente en el Nordeste, la región más empobrecida y feudo electoral histórico de Lula. Sabe que si se gana a las clases populares con ayudas económicas, se allanará el camino hacia la reelección. Los datos impresionan: 65,3 millones de brasileños están recibiendo la ayuda y un tercio de ellos están en el Nordeste. No hay que olvidar que parte del apoyo popular a Lula da Silva se basó en este tipo de transferencias de ingresos.

Pero, desde septiembre, la ayuda pasó de 600 a 300 reales y en diciembre acabó. Bolsonaro propuso un programa de transferencia de ingresos llamado Renta Brasil, muy parecido a la petista Bolsa Família. Con esto, se aseguraba la continuidad de su programa económico para los más pobres y la posible fidelidad de su voto. Pero, la desorganización e incapacidad de su gestión, y el rechazo de Paulo Guedes a estos subsidios ha llevado al Congreso a no aprobar la Renta Brasil. Los más pobres seguirán recibiendo la Bolsa Familia. Habrá que ver cómo afectan estas cuestiones a la popularidad del presidente entre los más desfavorecidos.

Pero Bolsonaro tiene otros recursos. Mantiene la fidelidad de los principales obispos de las mayores iglesias evangélicas pentecostales y neopentecostales, como la Iglesia Universal del Reino de Dios y la Asamblea de Dios. Los más pobres componen su mayor contingente, y su apoyo es un factor importante para entender la adhesión popular al bolsonarismo. Así, el presidente continúa apostando por un conservadurismo religioso, que busca moralizar y cristianizar la vida pública y privada. El rechazo al aborto y el combate al feminismo son explotados por figuras del gobierno, como la ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la pastora Damares Alves. De modo que cuantos más problemas tiene Paulo Guedes, más protagonismo adquiere Damares Alves.

Bolsonaro continúa contando con el apoyo de las Fuerzas Armadas, en el gobierno más militarizado de la historia de Brasil. El comandante del Ejército, el general Puyol, declara con cierta frecuencia que los militares deben permanecer fuera de la política, pero, aunque con disidencias internas, las Fuerzas Armadas siguen siendo el baluarte de la gestión bolsonarista y los que mantienen su gobierno a flote. Quien también sigue a su lado, pero totalmente apagado, es Paulo Guedes, que ha demostrado ser mucho menos capaz de lo que parecía para llevar a cabo sus propuestas y una gran decepción para el mercado que apoyó a Bolsonaro porque tenía a Guedes detrás

En los últimos días la posibilidad de un impeachment ha vuelto a aparecer en el escenario. Varios han sido los desencadenantes: el rechazo de Bolsonaro a un plan de vacunación mientras los brasileños veían por la televisión como el resto del mundo comenzaba a vacunar, el fin del auxilio de emergencia para los más pobres, el ejemplo del impeachment a Trump y, la gota que ha colmado el vaso: en Manaus, uno de los estados más golpeados por la pandemia, la semana pasada se acabó el oxígeno en los hospitales y los enfermos empezaron a morir asfixiados, una tragedia sin precedentes. Políticamente el impeachment parece muy lejano. Rodrigo Maia ha declarado que esta discusión se la dejará al próximo presidente de la Cámara y, acto seguido, Baleia Rossi se pronunció diciendo que no es una de sus prioridades. De cualquier forma, Bolsonaro está en su momento de mayor desgaste institucional. La prensa lo ataca con ferocidad, quien lo apoyaba públicamente se esconde, el Tribunal Supremo juzgará en este primer semestre el caso de corrupción de Queiroz que atañe a su hijos, Doria le ha dejado sin respuesta con su proceso propio de vacunación y los mercados no están satisfechos. Aunque el impeachment no se concrete, lo cierto es que este desgaste hará que Bolsonaro no llegue en sus mejores condiciones a 2022.

No sabemos si Bolsonaro se presentará como candidato en 2022, aunque su reelección, en las circunstancias citadas, no será fácil.Tendrá un enemigo en la centro-derecha y derecha tradicionales. Tampoco tiene la fuerza de 2018 y hay muchos electores decepcionados. Finalmente, a Bolsonaro se le dan bien las pautas morales, populistas y la “guerra cultural”, y esta perderá fuerza en 2022. La pandemia centrará el debate electoral en cuestiones urgentes, de tipo material, como la recuperación económica y el desempleo, que ya está en el 14,4%, temas que Bolsonaro no gestiona bien. Además, ya no puede erigirse en el adalid de la lucha contra la corrupción, tras haber pasado su mandato gobernando con el Centrão (algo que prometió no hacer por representar las prácticas corruptas de la política tradicional de Brasilia) y porque la salida de Moro, los escándalos de corrupción de su familia y de su anterior partido, el Partido Social Liberal (PSL) han manchado su imagen.

Para añadir más emoción a la ecuación, el ministro del Tribunal Supremo, Gilmar Mendes, anunció la semana pasada que durante este primer semestre sería juzgado el caso de suspensión de Sergio Moro que aguarda en el Supremo. Este es un habeas corpus de los abogados de Lula en base a las sospechas de parcialidad supuestamente probadas por las conversaciones hackeadas entre Moro y los fiscales de la Lava Jato. La votación en el Supremo será muy ajustada, pero lo cierto es que la gran mayoría de la clase política quiere quitarse a Moro de en medio porque también está siendo investigada y ahora el ex magistrado ya no tiene el favor de Bolsonaro. Si Moro fuese suspendido, los juicios en los que ha condenado a Lula se anularían. Esto tendría como efecto inmediato que Lula recuperaría sus derechos políticos y podría ser candidato en 2022. La mayoría de los analistas están de acuerdo en que Brasil no está preparado social ni políticamente para la convulsión que supondría la candidatura de Lula y probablemente no se llegue a ese escenario. Tal vez Lula pueda ser declarado inocente, pero su candidatura sería rechazada, ya que el establishment apuesta por un nombre de centro-derecha para 2022. De cualquier forma, en Brasil nada es imposible.

Conclusiones

El principal resultado de este pleito electoral es que reestructura los tres principales campos de la política brasileña actual: bolsonarismo, petismo y centro-derecha. El bolsonarismo no queda bien parado en las urnas, pero debemos esperar a ver cómo evoluciona la popularidad presidencial durante 2021 para saber si Bolsonaro conseguirá recuperarse de la derrota municipal en la esfera federal. El centro-derecha es sin duda el gran ganador, lo que lo lleva a situarse en un lugar privilegiado tanto en el Congreso como de cara a 2022, cuando intentará recuperar los votos que migraron en 2018 hacia Bolsonaro, aprovechando el cansancio con la radicalidad, la irresponsabilidad y la inestabilidad de la actual gestión. En este sentido, hemos de fijarnos en cómo los principales líderes de este campo mueven ficha en los próximos meses. De momento tenemos por delante un complicado proceso de vacunación que João Doria ha trasformado en su gran moneda electoral, y dos importantes reformas que han quedado en el aire por la pandemia y las elecciones municipales: la administrativa y la tributaria. Ambas, parecen estar fuera de la agenda política de corto plazo. Veremos si Baleia Rossi se empeña en sacar adelante alguna de ellas para lanzar un mensaje sobre su propia capacidad y la de su partido de responder a los mercados (siempre mirando a 2022) o si la pandemia no permite le esta oportunidad. Pendientes estaremos también de si el presentador de televisión Luciano Huck da el salto a la política profesional y empieza a construir su figura de candidato o de si João Doria comienza a avanzar con paso firme hacia su candidatura gracias al proceso de vacunación.

Finalmente, la izquierda no sale bien parada. El PT no se recupera del varapalo sufrido en 2016 pero la cúpula del partido hace oídos sordos a las peticiones de renovación que vienen de sus bases. El fenómeno Guilherme Boulos (PSOL) apunta a la competitividad de estas candidaturas jóvenes progresistas con un nuevo lenguaje más comunicativo y una estrategia menos burocrática, pero el PSOL todavía es un partido pequeño en el ámbito nacional. La izquierda, además, se quedaría debilitada si, como hasta ahora parece, Ciro Gomes (PDT) decide abandonar este campo y negociar o aliarse con el centro-derecha representado por DEM-MDB-PSDB. La gran duda ahora pende sobre el juicio de suspensión de Moro, que podría devolverle al PT la narrativa sobre la persecución política que habría sufrido a manos de un Lava Jato que pierde fuerza cada día.

Quedamos ahora pendientes de los cuatro próximos momentos importantes que definirán todavía más el movimiento de las piezas de ajedrez de tres personajes indiscutibles en el panorama político brasileño: (1) el proceso de vacunación que João Doria comenzó ya en São Paulo y el impacto en su popularidad; (2) el fin, en diciembre, de la ayuda de emergencia durante la pandemia y su sustitución por la Bolsa Familia, con el consecuente impacto sobre la popularidad de Bolsonaro entre los más pobres; (3) las elecciones a la presidencia de la Cámara de Diputados en febrero de 2021, que pondrán a prueba la hegemonía de Rodrigo Maia en Brasilia; y (4) el juicio sobre Moro y el futuro de Lula.

Esther Solano
Profesora de la Universidad Federal de São Paulo

Protestas en contra del gobierno de Jair Bolsonaro, 2018. Foto: Pedro Toniazzo Terres (CC BY-SA 4.0)