Los efectos económicos y geopolíticos de la guerra de Gaza

Palestinos inspeccionan los daños tras un ataque aéreo israelí en la zona de El-Remal, en la ciudad de Gaza, el 9 de octubre de 2023.

Palestinos inspeccionan los daños tras un ataque aéreo israelí en la zona de El-Remal, en la ciudad de Gaza, el 9 de octubre de 2023. Foto: Agencia Palestina de Noticias e Información (Wafa) en contrato con APAimages (Wikimedia Commons-CC BY-SA 3.0).

Tema

Análisis del efecto económico y geopolítico de la guerra entre Israel y Hamás en Gaza.

Resumen

Los atentados terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023 han dado lugar a una severa respuesta militar de Israel que amenaza con desestabilizar la economía de la región. Este artículo analiza el impacto que la guerra puede tener sobre el propio Israel –una economía moderna y pujante– y otros países de la región, varios de ellos muy frágiles, especialmente si el conflicto se prolonga o se extiende a más países. Se analizan también algunas consecuencias geopolíticas, entre ellas el incremento de la polarización entre Occidente y el denominado “sur global”. Finalmente, se incluye una referencia a los posibles efectos sobre España.

Análisis

El 7 de octubre de 2023 Hamás llevó a cabo desde Gaza una serie de incursiones terroristas en Israel que han provocado una severa respuesta militar por parte de este, incluida una incursión terrestre en Gaza que amenaza con desestabilizar la economía de la región.

A nivel económico, hay que distinguir entre los efectos regionales generales y para algunos países frágiles de la zona de los efectos sobre el propio Israel (con diferencia, la economía más dinámica y productiva de la zona).

Efectos económicos sobre la región

Por el momento el conflicto se está circunscribiendo a Gaza, pero no es imposible que, de prolongarse en el tiempo, termine extendiéndose a otras partes de la región. La mayor amenaza radica en la posibilidad de un enfrentamiento abierto entre Israel e Irán, aunque no hay que descartar la posibilidad de combates en Cisjordania o una mayor participación de Hizbulah.

Los precios del petróleo y del gas se están manteniendo relativamente moderados, con una cierta prima de riesgo derivada del conflicto, pero sin grandes sobresaltos. El precio del crudo subió tras los atentados, pero unos días después se moderó y se mantiene por el momento por debajo de los 85 dólares. Los mercados están muy pendientes de las reuniones de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo Plus (OPEP+), ya que permanece en el recuerdo la guerra del Yom Kippur en los años 70, que llevó a los países árabes a restringir las exportaciones de petróleo a Occidente. Hoy el mundo es muy diferente, la economía mundial es mucho menos intensiva en energía y Estados Unidos (EEUU) –el principal apoyo de Israel– es autosuficiente energéticamente, pero no hay que descartar una escalada repentina de los precios que pudiera rebasar la barrera psicológica de los 100 dólares.

Ese escenario se traduciría en un incremento de la inflación, cuya persistencia podría llevar a los bancos centrales –que parecían estar ya relajándose– a seguir subiendo tipos, con graves consecuencias para la demanda mundial y, sobre todo, para la estabilidad financiera, dados los altos niveles de endeudamiento, tanto en los países emergentes como en los países desarrollados. Una subida del petróleo enriquecería a los países productores (incluido Rusia, facilitándole el mantenimiento de su guerra en Ucrania), aunque también daría al traste con sus objetivos de diversificación económica. Por otro lado, un contexto de fuerte desaceleración de demanda y de elevada incertidumbre económica y militar tampoco sería fácil de gestionar para los países del Golfo, que sufrirían fuertes caídas de la inversión.

Figura 1. Principales variables macroeconómicas en la región de Oriente Medio

PIB (% var.)Inflación (% medio anual)Balanza c/c (% PIB)
201920202021202220192020202120222019202020212022
Arabia Saudí0,8-4,33,98,7-2,13,43,12,54,6-3,15,113,6
Egipto5,53,63,36,713,95,74,58,5-3,4-2,9-4,4-3,5
EAU1,1-5,04,47,9-1,9-2,1-0,14,88,96,011,511,7
Irán-3,13,34,73,834,736,440,245,8-0,7-0,43,94,2
Irak5,4-12,11,67,0-0,20,66,05,0-0,7-15,06,917,3
Israel3,8-1,59,36,50,8-0,61,54,43,45,44,23,4
Gaza y Cisjordania1,4-11,37,03,91,6-0,71,23,7-10,4-12,3-9,8n.d.
Jordania1,8-1,62,22,50,70,41,34,2-1,7-5,7-8,2-8,8
Kuwait-0,6-8,91,18,91,12,13,44,013,14,627,236,0
Líbano-6,9-25,9-10,00,02,984,9154,8171,2-27,9-15,7-17,3-28,8
Omán-1,1-3,43,14,30,1-0,91,52,8-4,6-16,2-5,46,4
Qatar0,7-3,61,54,9-0,9-2,52,35,02,4-2,114,626,7
Yemen2,1-8,5-1,01,515,721,731,529,5-6,1-17,0-15,4-17,8
Fuente: FMI y elaboración propia.

Uno de los países que más cerca habrá que seguir en los próximos meses es Egipto, no sólo por su cercanía a Israel y su papel en Gaza, sino porque ya partía de una situación económica muy deteriorada, agravada por la guerra en Ucrania (dada su dependencia de grano y de flujos turísticos). Para 2023 se espera un crecimiento del 4,2% y una inflación del 23% que pone a la población en una complicada situación. El riesgo de una crisis alimentaria, sin embargo, parece hoy mucho más reducido que hace un año. Por otra parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) está muy pendiente de la situación del país (tras la aprobación de un programa de 5.000 millones de dólares para 2022-2023, que incluye 2.000 millones de dólares por venta de acciones en empresas del sector público a través del Fondo Soberano de Egipto).

Uno de los principales problemas de Egipto es su elevado endeudamiento en dólares que le obliga a recurrir a préstamos de los bancos centrales de los países del Golfo. La deuda pública en 2022 fue del 89% del PIB, muy por encima de la media de la región. El problema es que el margen fiscal es escaso, pero la guerra amenaza con aumentar las necesidades, ya que el flujo de refugiados gazatíes requerirá de ayuda exterior para evitar tensiones sociales. Cabe recordar que, si Jordania recibió en 2016 650.000 refugiados sirios con un coste estimado de 2.600 millones de dólares, en este caso el número de desplazados puede ser más del doble. Por otra parte, Egipto es un país importador neto de energía, de modo que una subida de precios sería un golpe adicional para su economía.

Líbano es otro de los países clave en el conflicto y también inmerso en una fuerte crisis económica. Al default de su deuda pública externa en 2020 (la primera en su historia) le siguió la crisis del COVID-19 y la explosión en el puerto de Beirut, en medio de una crisis política y problemas financieros (incluidas operaciones dudosas del banco central). El impacto económico y social de la crisis ha sido dramático: una caída del PIB de un 40% en tres años, una depreciación de la moneda superior al 90%, una inflación del 150% y un fuerte aumento del desempleo y de la pobreza. El sector público está bloqueado, apenas se prestan servicios públicos y el sector bancario está hundido. Como consecuencia, la economía sumergida se ha multiplicado.

Con un Estado ausente y en medio de una guerra, el FMI está intentando ayudar a que el Líbano estabilice su sistema financiero de forma creíble, mejore la sostenibilidad de su deuda y logre unificar el tipo de cambio de su moneda, pero la presencia en el Líbano del cuartel general de Hizbulah no va precisamente a facilitar la estabilidad ni la recuperación económica.

Jordania es otro de los países doblemente afectados por el conflicto y por la crisis económica. Su economía apenas creció un 1,6% en 2022 tras el desplome del PIB en 2021 de un -12,1%, y aun así mantiene una inflación de casi un 5%. Jordania está casi quebrado y en 2022 recibió un préstamo del FMI de 1.200 millones que fue renovado en noviembre de 2023, ante la imposibilidad de repagarlo (mucho menos en un contexto de guerra). Uno de los mayores riesgos ahora para Jordania es que el conflicto se extienda hacia Cisjordania, generando un flujo de refugiados que en este momento sería prácticamente imposible de asumir (el gobierno ha llegado a decir que un desplazamiento masivo de población sería considerado una “declaración de guerra”). Jordania también comparte con Egipto su vulnerabilidad ante subidas del precio de la energía.

Así pues, la guerra en Gaza se produce en un momento particularmente frágil para las economías de la región, en especial las limítrofes (aparte del evidente hundimiento económico de las zonas de conflicto). Un empeoramiento de la situación económica o un flujo inasumible de refugiados en Egipto y Jordania podría ser muy desestabilizador para toda la región. El papel estratégico de estos dos países, firmes aliados de EEUU y con valiosa influencia sobre la Autoridad Nacional Palestina (ANP), hace que sea difícil que se permita su desplome (que también los países del Golfo contribuirán a evitar). Pero la población es joven y está desesperada, y la experiencia de la Primavera Árabe demuestra lo fácilmente que se produce el contagio entre países.

Efecto sobre Israel

El caso de Israel es muy distinto al del resto de países de Oriente Medio. A diferencia de estos, la economía de Israel estaba en un momento pujante, con tasas de crecimiento del 9,3% en 2021 y 6,5% en 2022, una inflación del 4,4% y flujos de inversión directa recibida de más de 20.000 millones de media desde 2017. Con una renta por habitante que supera los 45.000 dólares, una fuerza de trabajo altamente productiva y una economía con una fuerte especialización tecnológica, Israel venía disfrutando en los últimos años (a pesar de la inestabilidad política) de una excelente racha económica que se ha visto truncada por los ataques de Hamás y su respuesta militar.

Una economía de guerra jamás es beneficiosa para un país. Nada más empezar el conflicto, el séquel israelí (que ya estaba sufriendo la crisis derivada de las protestas por las medidas de Netanyahu que amenazan el sistema judicial del país) se hundió a su nivel más bajo frente al dólar en más de 10 años y obligó al banco central de Israel a vender 30.000 millones de dólares de reservas para sostenerla (y al mismo tiempo a reducir sus previsiones de crecimiento). La moneda se ha recuperado desde octubre, pero se mantiene en niveles históricamente bajos.

El 19 de octubre el Ministerio de Finanzas anunció un fuerte aumento del gasto en defensa y para cubrir gastos de desempleo, transformando una economía abierta y pujante en una economía de guerra que genera varios tipos de riesgo para economía de Israel.

En primer lugar, una peligrosa escasez de mano de obra. Por un lado, la movilización de reservistas ha sido ingente: las Fuerzas Armadas han llamado a más de 360.000 personas, es decir, el 8% de la fuerza laboral del país, una convocatoria mayor que en la guerra de 1973 (cuando se reclutaron 200.000 reservistas) y mucho más peligrosa, porque el coste de oportunidad es hoy mucho mayor que entonces. Muchos de los llamados a filas son de los empleados más productivos del país en una economía particularmente segmentada donde los trabajadores industriales son un 25% más productivos que la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el resto un 40% menos productivos (entre los que se incluyen los miembros de las comunidades ultraortodoxas, que apenas aportan reservistas). Esto se produce en un contexto general (común a muchos países desarrollados) de falta de mano de obra, con una tasa de desempleo de apenas un 3,2% y la imposibilidad legal de contratar trabajadores fijos para sustituir a los llamados a filas. La organización Start-Up Nation Central calcula que el 70% de las empresas tecnológicas tienen dificultades para funcionar, entre otras cosas porque el 10% de los trabajadores tecnológicos han sido movilizados. Por otra parte, los palestinos de Cisjordania son clave para la economía israelí, ya que absorben gran parte de los trabajos poco cualificados (se calcula que unos 200.000 palestinos trabajan en Israel o en sus asentamientos) y la guerra puede provocar problemas de movilidad (cruce de frontera) o incluso huelgas. El FMI estima que la falta de mano de obra palestina durante la segunda Intifada (entre 2000 y 2005) fue una de las principales causas de la desaceleración del crecimiento israelí. La agricultura, un sector también estratégico para Israel, vive hoy lo que el ministro de Agricultura ha denominado “la peor crisis de mano de obra de la historia”, con cosechas arruinadas porque faltan más de 40.000 trabajadores (10.000 de ellos tailandeses, que abandonaron el país poco después de los atentados).

En segundo lugar, el deterioro de las expectativas de inversión a corto y medio plazo en un contexto de incertidumbre como el actual. Israel recibió en 2022 casi 28.000 millones de dólares de inversión directa, la mitad procedentes de EEUU y Canadá y una cuarta parte de la Unión Europea (UE). Es el país del mundo, junto con Corea del Sur, que mayor porcentaje de su PIB dedica a investigación, desarrollo e innovación (un 4,3%), lo que explica que cuente con la concentración más elevada de empresas de alta tecnología del mundo, después de Silicon Valley. La presencia de numerosas empresas de biotecnología, defensa, telecomunicaciones, electrónica (Intel anunció en 2019 una inversión de 11.000 millones de dólares), software, ciberseguridad (la mitad de las inversiones mundiales del sector se destinan a Israel), aeroespacial, equipos médicos, tratamiento de aguas y tecnología agraria, en uno de los ecosistemas de startups tecnológicas más avanzado y con presencia de múltiples fondos de capital-riesgo, habían transformado a Israel en los últimos años en una referencia mundial. En 2021 el 15% del PIB israelí era producido por empresas de alta tecnología, responsables del 43% de las exportaciones totales y en las que trabaja uno de cada 10 empleados. Todo eso, sin embargo, corre el peligro de dañarse considerablemente como consecuencia de la guerra. Ante la incertidumbre, los inversores (en particular, los del sector de tecnología, uno de los más volátiles), podrían optar por trasladarse a EEUU u otros países con una mayor estabilidad, transformando los costes industriales coyunturales en estructurales.

Figura 2. Inversión directa extranjera recibida en Oriente Medio (millones de USD)

2019202020212022
Arabia Saudí4.5635.39919.2867.886
Egipto9.0105.8525.12211.400
EAU17.87519.88420.66722.737
Irán1.5081.3421.4251.500
Irak-3.508-2.859-2.637-2.088
Israel17.36323.10921.48627.760
Jordania7307606221.137
Kuwait351240567758
Líbano1.9051.607605458
Omán4.2372.8894.0213.716
Qatar-2.813-2.434-1.09376
Yemen-371n.d.n.d.n.d.
Fuente: UNCTAD.

En tercer lugar, la incertidumbre y el miedo a la guerra también está siendo muy dañino para el consumo privado, ya que una gran parte de la población se queda en casa y cambia sus hábitos de gasto, renunciando a frecuentar restaurantes y centros comerciales. El turismo, que es una de las principales fuentes de ingresos de Israel (aportó 5.500 millones de dólares en 2022) se ha detenido. Al igual que durante la crisis del COVID-19, empresas y trabajadores están recibiendo ayudas para cubrir la falta de ingresos.

En cuarto lugar, y en relación con lo anterior, las finanzas públicas corren el riesgo de volverse insostenibles, con unos ingresos paralizados (el ingreso del IVA empresarial, por ejemplo, se ha aplazado y los ingresos de la seguridad social se han hundido) y un gasto desbocado para hacer frente a los costes militares y a los subsidios. Si Israel tuvo en 2022 un superávit fiscal del 0,6% del PIB, sólo en octubre el déficit alcanzó los 6.000 millones de dólares. La deuda pública, por su parte, que ascendió en 2022 al 60,9% del PIB, ha aumentado casi 8.000 millones de dólares en un mes desde que comenzó la guerra. Dicho esto, el margen fiscal sigue siendo elevado. El déficit primario podría rondar el 8% para el conjunto de 2023 y la deuda el 62%, niveles que siguen siendo sostenibles. El banco central dispone aún de reservas por valor de 170.000 millones de dólares. También hay que contar con la ayuda de EEUU, si el presidente Biden es capaz de desbloquear la propuesta al Congreso de 14.000 millones de dólares en ayuda militar. No obstante, los tipos de interés podrían subir y la prima de riesgo ya lo está haciendo (el spread del bono israelí a 10 años con el del Tesoro estadounidense subió casi 50 puntos básicos el primer mes tras el inicio de la guerra). Si la guerra se prolonga, las finanzas podrían deteriorarse muy rápidamente.

Así pues, los gastos derivados de esta guerra, que incluye una costosísima invasión terrestre, superan con creces los de previos enfrentamientos con Hamás y eso que la Intifada de 2000 supuso –según el banco central israelí– una factura del 3,8% del PIB. Si la guerra del Yom Kippur estuvo a punto de provocar el colapso financiero de Israel, esta guerra, con un coste mucho mayor tanto en términos nominales como de oportunidad (pérdida de recursos destinados a actividades más productivas) podría ser muy peligrosa para el futuro del país.

Efectos geopolíticos

A diferencia de la invasión de Ucrania, que provocó un rechazo generalizado en la comunidad internacional (más allá de que muchos países no querían verse obligados a condenar a Rusia), la reacción a la guerra en Gaza se ha convertido en un elemento de discusión en el seno de la comunidad internacional. La condena de los brutales atentados de Hamás fue unánime y despertó una ola de solidaridad internacional con Israel, pero la dureza de la respuesta militar y su coste en término de vidas civiles (incrementado por el hecho de que Hamás no duda en parapetarse detrás de edificios civiles para aumentar el coste político de las represalias) ha terminado por provocar fuertes discrepancias ente el seno de la comunidad internacional. En general, se acepta sin discusión tanto el derecho de Israel a defenderse como la necesidad de minimizar las víctimas civiles colaterales, pero en un mundo donde los matices escasean algunos países ponen el énfasis en lo primero y otros en lo segundo (aparte de la tensión añadida que supone la ocupación israelí o el hecho de que Hamás defienda el exterminio de los judíos con independencia de la posible resolución del conflicto territorial). La resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 27 de octubre que reclamaba una “tregua humanitaria inmediata, duradera y sostenida” entre las fuerzas de Israel y de Hamás en Gaza recabó el voto desfavorable (aparte de Israel) de 13 países, entre ellos EEUU, Austria, Croacia, Chequia y Hungría, así como la abstención de 45 países, entre ellos Australia, Canadá, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Alemania, Grecia, Italia, Japón, Letonia, Lituania, Polonia, Corea, Rumanía, Eslovaquia, Suecia, Ucrania y el Reino Unido.

Las divergencias en el seno de la UE (que contrastan con la práctica unanimidad ante el conflicto de Ucrania), unidas a la defensa prácticamente incondicional de Washington a las acciones de Israel (aunque ya surgen algunas voces críticas dentro del partido demócrata), están provocando una cierta decepción y profundización de las distancias entre Occidente y el denominado “sur global” o “sur plural”, especialmente en el mundo árabe, que se queja de un doble rasero occidental a la hora de evaluar qué se entiende por derecho a responder a una ocupación o qué se entiende por crímenes de guerra.

En cualquier caso, y más allá de la percepción, la guerra en Gaza está detrayendo atención y recursos de la guerra en Ucrania, un conflicto existencial para Europa. El gobierno de EEUU tiene cada vez más dificultades para conseguir del Congreso dotaciones de financiación y armamento para ambos conflictos, hasta el punto de proponerlas de forma conjunta para evitar votaciones separadas. Por otro lado, el conflicto coincide con un momento en el que el cansancio de la guerra en Ucrania se extiende por Europa y, aunque oficialmente el apoyo a Ucrania es incondicional, aparecen voces discrepantes. La inesperada victoria en las elecciones en los Países Bajos de Geert Wilders, defensor de poner fin a la ayuda europea a Ucrania, unido a la creciente presión del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, para que se revise la estrategia de apoyo a Kyiv, no facilitan la armonía en una UE que ya tiene de por sí muchos problemas.

La guerra en Gaza, en cualquier caso, ha paralizado la normalización de política las relaciones de Israel con varios países árabes, en la que se venía trabajando en los últimos años (bajo el auspicio de EEUU, en el marco iniciado por los Acuerdos de Abraham) mientras estos estrechaban de forma más o menos discreta sus vínculos comerciales e inversores. En 2020, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin reconocieron formalmente a Israel, seguidos por Sudán y Marruecos; se cree que Arabia Saudí estaba cerca de hacerlo cuando se produjeron los atentados. De hecho, la interrupción de este proceso a través de una escalada de violencia regional es probablemente uno de los objetivos inmediatos de los atentados (evitando así un aislamiento de Irán). Aunque EAU y Arabia Saudí han evitado declaraciones incendiarias (y no quieren deteriorar aún más sus complicadas relaciones con EEUU), lo cierto es que la guerra los pone en una situación política comprometida ante sus ciudadanos (al igual que ocurre en Marruecos). Mientras, Argelia, Libia y otros países del Golfo como Omán han optado por una retórica más dura, negando el carácter terrorista de Hamás y condicionando el reconocimiento de Israel a la solución de la ocupación de Palestina. Mientras, Qatar, que apoya financieramente a Hamás y alberga su oficina política en Doha (con varios líderes allí exiliados), aprovecha su ascendiente sobre Hamás para ofrecerse como mediador.

China, por su parte, ha adoptado en este conflicto un papel de potencia neutral, con un claro interés en la paz y la estabilidad en la región tanto para expandir su iniciativa Belt and Road como para evitar un agravamiento de la economía mundial (que no se puede permitir, hoy menos que nunca). Como tiene vínculos con Irán, ha tardado en condenar el ataque de Hamas y sólo después de un tiempo reconoció el derecho de Israel a la legítima defensa (insistiendo al tiempo en el respeto al derecho internacional y la protección de los civiles), con un lenguaje mucho más matizado que el de EEUU. Por el contrario, India fue de los primeros países en condenar los atentados y el gobierno de Modi ha mostrado en todo momento una clara solidaridad con Israel (haciendo referencia, entre otras cosas, al peligro del terrorismo islamista del que ambos países son víctimas). La divergencia respecto la postura de China hace que en este complejo asunto tampoco se pueda decir que el “sur global” habla con una sola voz.

Turquía también intentó en un primer momento convertirse en mediador del conflicto y aumentar así su peso geopolítico, pero, ante su escaso éxito, finalmente optó por endurecer su postura contra Israel, con declaraciones muy agresivas, aumentando las tensiones con Washington.

En América Latina, tan sólo Venezuela ha manifestado un apoyo claro a Hamás, pero únicamente Ecuador, Perú y Argentina han expresado su firme apoyo a Israel, limitándose el resto a exigir la desescalada del conflicto (en el caso de Brasil, en un tono especialmente duro hacia Israel).

Efectos para España

Los efectos económicos para España por el momento son relativamente moderados y el verdadero peligro sería más indirecto, en caso de una extensión del conflicto y un empeoramiento de la inflación y subida de los tipos de interés.

Por lo que respecta al comercio de bienes (Figura 3) Israel es el segundo mercado más importante para las exportaciones españolas en Oriente Medio, sólo después de Arabia Saudí y por delante de EAU y Egipto. Las exportaciones españolas a Israel aumentaron mucho en la última década, gracias en gran medida a los proyectos de infraestructuras. En 2022, España exportó a Israel 2.170 millones de euros (en gran medida productos químicos y sector de automóvil, otra maquinaria, cerámica y plásticos). Las exportaciones a Israel son las que más peligro tienen de verse afectadas por la guerra, aunque el resto de las exportaciones a la región podría sufrir si se deteriora la situación económica de la región.

Figura 3. Comercio de España con países seleccionados de Oriente Medio (millones de €)

2019202020212022
Export.Import.Export.Import.Export.Import.Export.Import.
Egipto1.5158821.4606601.5951.1881.5692.930
Líbano41443261382765334945
Israel1.5307341.4736491.8108242.1701.052
Gaza y Cisjordania14090140220
Jordania29452263762685737582
Arabia Saudí1.8164.2861.7382.2711.9142.9692.9655.116
EAU1.8404941.5053041.7118122.0161.445
Siria521637833123618
Irak1811.8871448011581.5211733.359
Irán2269220664239105230165
Omán175302192620772262456
Yemen3743263844713
Fuente: Datacomex, Ministerio de Economía.

En cuanto a la inversión, la extranjera en España de estos países es mínima y la inversión de España también es muy reducida y está concentrada en EAU (54 millones de euros en 2022), Israel (15 millones) y Arabia Saudí (13 millones).

Los verdaderos riesgos para España pueden venir en caso de un recrudecimiento de la guerra o una reacción por parte de los países exportadores de petróleo que tuviera serias consecuencias sobre los costes energéticos y la inflación. En ese caso, los bancos centrales se verían obligados a proseguir la escalada de tipos de interés, lo que podría tener consecuencias muy peligrosas países con altos niveles de deuda pública como España, máxime en un contexto de revitalización del Pacto de Estabilidad y Crecimiento con reglas fiscales mucho más estrictas a partir de 2024.

Conclusiones

La guerra entre Israel y Hamás amenaza con desestabilizar la región, tanto desde el punto de vista político como económico. Por el momento las implicaciones económicas se limitan a los propios países involucrados en el conflicto, dentro de los cuales el más perjudicado será el propio Israel, ya que gozaba de una excelente salud económica y se había convertido en un atractivo destino de una inversión tecnológica que podría dañarse de forma severa si se prolonga la guerra (que además está causando una grave insuficiencia de mano de obra en sectores clave). Existe la preocupación de que las maltrechas economías de Egipto o de Jordania se deterioren aún más, espoleadas por un posible flujo de refugiados difícil de asumir en el contexto actual, además del riesgo de otros países frágiles como el Líbano o Siria. En otros países más sólidos desde el punto de vista económico, la extensión de la guerra corre el peligro también de generar tensiones en su joven población.

A nivel geopolítico, la guerra está acentuando el alejamiento del denominado “sur global” de Occidente, del que se percibe un doble rasero a la hora de evaluar los conflictos. Esto, sin embargo, no implica necesariamente que otros actores geopolíticos estén ganando peso, ya que las discrepancias también afloran dentro del bloque no occidental.

Por el momento nada hace pensar que la guerra vaya a extenderse a un enfrentamiento con Irán (en parte gracias a la firme actitud estadounidense), pero nada es imposible. En caso de deterioro o expansión del conflicto, el impacto para la economía mundial sería mucho mayor, generando sin duda un fuerte incremento de los precios de la energía y de su volatilidad que podría dar al traste con la lucha de los principales bancos centrales mundiales contra la inflación, provocando alzas inesperadas de tipos que tendrían graves consecuencias sobre la demanda mundial y la estabilidad financiera.