La guerra en Gaza: operaciones militares y daños colaterales

Edificios residenciales situados a 150 m de la Torre Palestina, destruidos durante la primera semana de intensos bombardeos de la aviación israelí. Daños colaterales
Edificios residenciales situados a 150 m de la Torre Palestina, destruidos durante la primera semana de intensos bombardeos de la aviación israelí. Foto: Al Araby (Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0)

Tema

La necesidad de reducir los daños colaterales condiciona la conducción de las operaciones militares de las Fuerzas de Defensa de Israel en la Franja de Gaza.

Resumen

La reducción de los daños colaterales a la población civil ha pasado de ser una necesidad moral y legal, exigida por las leyes de la guerra y el derecho internacional humanitario, a un factor más del planeamiento militar, para reducir la exposición de las operaciones militares a una pérdida de legitimidad y apoyos. En la guerra en Gaza, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) operan bajo la doble presión de alcanzar sus objetivos militares y reducir los daños colaterales.

Análisis

Las FDI están librando una operación militar en Gaza que tiene varios frentes y en algunos, como el de la comunicación estratégica, no está tan clara su superioridad militar. Mientras que las FDI han prevalecido en los enfrentamientos armados anteriores gracias a su mayor capacidad militar, las milicias yihadistas están alcanzando ahora la superioridad en la dimensión cognitiva, lo que podría decidir la guerra en curso fuera de los campos de batalla.

La dimensión cognitiva se refiere al elemento humano en los conflictos, un elemento muy sensible a la influencia psicológica y a la manipulación informativa y que condiciona los procesos de percepción y decisión. A las dimensiones física e informacional de las últimas guerras se añade ahora la cognitiva que lleva la confrontación al terreno de las percepciones. Estas no dependen ya sólo de lo que ocurre sobre el campo de batalla (realidad), ni de la forma en la que se presenta por la propaganda (virtualidad), sino de una deconstrucción y reconstrucción artificial de los datos y de las interacciones humanas implicadas. La nueva guerra cognitiva busca influir en las percepciones y procesos de decisión mediante operaciones de influencia, psicológicas, cibernéticas y de ingeniería social que aprovechan la hiperconectividad digital para condicionar las decisiones que se adoptan, reforzar los sesgos y polarizar las emociones.[1]  

La guerra en Gaza ha sublimado la importancia que los daños colaterales a la población civil tienen en la percepción del conflicto armado y en su conducción operativa y la percepción de esos daños se ha convertido en el centro de gravedad cognitivo de la guerra.

Las milicias yihadistas en general, y Hamás en particular, son conscientes de su inferior capacidad militar en los campos de batalla, donde tiene las de perder, y enfocan sus actuaciones hacia la batalla de las narrativas y de las percepciones donde tiene las de ganar. Haciendo de la inferioridad virtud, y mediante acciones cognitivas, Hamás busca traducir sus grandes pérdidas en víctimas, desplazados y sufrimiento en victorias de comunicación estratégica, movilizaciones de apoyo y condenas a Israel. Cuantos más muertos palestinos e israelíes se produzcan mejor para Hamás que aumentará su influencia entre las fuerzas de la resistencia, matando a los segundos, y ganará simpatías entre la opinión pública internacional e israelí, exponiendo la vida de los primeros.

Por eso Hamás ha elegido el tipo de batalla que beneficia su situación asimétrica: con su matanza deliberadamente brutal e indiscriminada del 7 de octubre ha atraído a las FDI a un enfrentamiento urbano dentro de una Franja densamente poblada en la que sufren bajas entre sus tropas y causan bajas entre la población civil, lo que favorece la estrategia de legitimación de Hamás. No se trata, como otras veces de intercambiar lanzamientos de cohetes por ataques aéreos, sino de atrapar a las FDI en una guerra en desgaste militar y, sobre todo, cognitivo.

Los combates urbanos representan un reto para las Fuerzas Armadas, por lo que éstas tienen que adaptar sus reglas de enfrentamiento. La constatación de la progresiva urbanización de los combates ha obligado a reforzar las medidas para reducir en lo posible los daños colaterales. Así, por ejemplo, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) comenzó a restringir el uso de algunas armas en sus acciones aéreas en Afganistán[2] y tradujo las lecciones aprendidas en declaraciones políticas, directivas de adiestramiento y conceptos de combate para reducir en lo posible las víctimas civiles no deseadas.[3] Posteriormente, las fuerzas de la Coalición Internacional para derrotar a Estado Islámico que asaltaron Mosul, donde Estado Islámico retenía a dos millones de iraquíes, tuvieron que prescindir de apoyos artilleros y aéreos para reducir los daños colaterales a cambio de ralentizar el ritmo de su progresión.[4]

Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos (EEUU) han transcrito su experiencia en la lucha urbana contra Estado Islámico en un plan de actuación de 2022 para mitigar y responder a los daños civiles (CHMR-AP, por sus siglas en inglés) del Departamento de Defensa.[5] La limitación de daños se convierte en otro elemento del planeamiento militar y la conducción de operaciones incluyendo directrices, procedimientos, responsables y objetivos tanto en operaciones contraterroristas como en las de alta intensidad. El desarrollo del plan necesitará algún tiempo, pero ha tenido como efecto sensibilizar a los mandos americanos sobre la necesidad de mayor trasparencia y rendición de cuentas en este factor y evitar que las victorias tácticas a corto plazo favorezcan derrotas estratégicas a mayor plazo.

Los daños colaterales como centro de gravedad del enfrentamiento armado

Israel ve con preocupación cómo las operaciones de influencia yihadistas debilitan el apoyo internacional y ponen a prueba la resiliencia interna de la sociedad israelí. El foco de la atención de las opiniones y de los lideres que apoyan a Israel no se dirige tanto a la operación militar en curso como a las cifras de daños colaterales. EEUU y los países que han venido apoyando incondicionalmente a Israel no pueden sustraerse al impacto de las operaciones cognitivas sobre sus poblaciones y sus representantes políticos han advertido reiteradamente al gobierno de Israel sobre la necesidad de que disminuya el sufrimiento humanitario de la población civil y que sus FDI reduzcan los daños colaterales.[6]

La asimetría del enfrentamiento pone a las operaciones militares israelíes bajo el escrutinio internacional, mientras que las milicias yihadistas no tienen que justificar las suyas ni responder de la situación de riesgo en la que colocan a su población civil, sea de forma deliberada, utilizándola como escudos humanos o no intencionada, desarrollando sus actuaciones en su proximidad. Se condena a Israel, y no a Hamás, por el espantoso balance humanitario de la operación militar. Se pide a Israel, y no a Hamás, que mantenga las acciones armadas lejos de las zonas ocupadas por civiles, hospitales o campos de refugiados. Como resultado, las FDI se ven sometidas a un desgaste cognitivo porque la rendición de cuentas por los daños colaterales recae casi exclusivamente sobre ellas.

La larga historia de enfrentamientos sobre Gaza muestra cómo las Fuerzas Armadas israelíes han adoptado medidas en el pasado para reducir los daños colaterales y preservar la legitimidad de las operaciones, aunque han dado prioridad a la consecución de los objetivos. En este sentido, el concepto de empleo de las FDI prevé emplear la mayor potencia de fuego disponible al inicio de los enfrentamientos, dejando en segundo plano las restricciones por criterios de legitimidad.[7] A las FDI les interesa preservar la legitimidad de sus operaciones y socavar las del rival, pero no que las medidas preventivas condicionen el empleo de la fuerza en la fase inicial del enfrentamiento. Este criterio explicaría la contundencia del ataque que causó unas 10.000 víctimas civiles en un mes –frente a las aproximadamente 9.000 víctimas civiles registradas en Mosul durante los nueve meses de asedio– y que induce a pensar que Israel combate sin restricciones o, al menos, que éstas no condicionan suficientemente su plan de operaciones.

Pero la misma historia también muestra cómo la estrategia de Hamás ha encontrado formas para elevar el coste cognitivo de esas medidas. Entre otras, Hamás ha estado construyendo una densa red de túneles subterráneos desde que se hizo con el control de Gaza para facilitar la protección y actuaciones de las milicias yihadistas, así como posiciones de observación y lanzamiento en la superficie urbana a pesar de que, al hacerlo, ha convertido en objetivos militares a todos los edificios limítrofes. Si las FDI quieren avanzar, y las milicias no desocupan sus posiciones, se verán obligadas a solicitar apoyo aéreo o de artillería, con el consiguiente incremento del riesgo de daños colaterales. Pero si ceden a las presiones para mitigar los daños colaterales y detienen la progresión, validarán la estrategia cognitiva de las milicias yihadistas y se mostrarán sensibles ante las presiones. A lo anterior, las milicias añaden el valor que los rehenes aportan a su estrategia porque el avance de las FDI pone en riesgo su vida o su liberación, lo que genera presión humanitaria desde Israel y desde otros países ahora que su nacionalidad es diversa para que altere el ritmo de las operaciones.

Actuaciones controvertidas como el ataque israelí a hospitales, campamentos de refugiados o escuelas afectan a la conducción de operaciones porque las FDI tienen que adecuar sus reglas de enfrentamiento al derecho de los conflictos armados y al escrutinio internacional. El primero permite atacar objetivos civiles legalmente siempre que no exista duda sobre su empleo militar y que los daños colaterales en ellos no sean desproporcionados respecto al objetivo militar que se busca. Para que un bien civil sea considerado un objetivo militar debe contribuir eficazmente a la acción militar, en función de su naturaleza, ubicación, finalidad y uso, y conferir una ventaja militar concreta a las FDI.[8] Sin embargo, el debate no se centra sólo en los aspectos legales de la controversia, en el que son de gran utilidad los asesores jurídicos que las FDI tienen en todos los escalones[9], sino en el de las percepciones donde poco pueden hacer los juristas. Los daños colaterales generan emoción y el sesgo cognitivo tiende a forzar los límites objetivos del derecho en beneficio de los más subjetivamente más débiles, lo que genera inseguridad y vacilaciones en las cadenas de mando.

La estrategia de comunicación de Hamás, situando los daños colaterales en el centro de gravedad del enfrentamiento, ha conseguido que las FDI tengan que probar que cada uno de sus ataques encaja en los límites del derecho, que los daños causados son proporcionales a la necesidad militar que se pretende y que se han tomado todas las precauciones posibles (inteligencia, doctrinas, tácticas, armamento, preavisos…) durante el combate. Como resultado, a los mandos de las FDI se les plantea el problema de tener en cuenta el factor cognitivo en sus planes de operaciones y evaluar si la consecución del objetivo militar compensa el riesgo de daño colateral. Una evaluación que se multiplica a lo largo de una cadena de mando mediante decisiones individuales de las que deberán rendir cuentas a la justicia penal si cometen crímenes de guerra. Decisiones que también tendrán que someter al escrutinio de las autoridades y la sociedad israelí a la que deben rendir cuentas del cumplimiento de su misión, lo que agudiza la presión sobre las decisiones militares.

La percepción como factor de planeamiento militar

Las FDI deberán adecuar el planeamiento de sus operaciones a la importancia estratégica que ha adquirido la percepción de los daños colaterales. Las medidas legales e informativas conocidas hasta ahora no son suficientes para demostrar la diligencia debida en la conducción de sus operaciones militares. En la guerra en Gaza, las FDI atacaron 7.000 objetivos en los primeros 19 días de combate, una intensidad muy alta en las operaciones que dificulta la discriminación debida entre objetivos militares y daños colaterales (en ocho días el número de bajas en Gaza, 2.329, superó ya al total de los enfrentamientos de 2014 durante 51 días: 2.251). La intensidad se ha reducido en los días posteriores, pero los ataques se han acumulado hasta llegar a los 16.000 en 43 días[10] y el total de víctimas en la Franja ha ascendido a unas 12.000 desde las 10.000 alcanzadas ya en los primeros 30 días.[11] Pero las FDI se exponen a que sigan aumentando los daños colaterales durante las operaciones terrestres posteriores, por lo que deberían ralentizarse el ritmo de las operaciones para facilitar una mayor discriminación y minimizar el impacto del daño civil en la batalla cognitiva.

No siendo suficiente ni fácil una victoria militar clásica, decidida sobre la realidad del campo de batalla, las FDI deberían combatir mejor en la dimensión cognitiva del enfrentamiento. En primer lugar, su planeamiento debería tener un enfoque proactivo para disminuir los daños colaterales desde el principio de las operaciones, en lugar de la actual reactiva y bajo la presión cognitiva de los daños. Así, mientras que el previo aviso a la población civil para que evacuara la zona de combate del norte de Gaza o los hospitales considerados objetivos militares ha conseguido disminuir los daños colaterales, la suspensión inicial de los avisos previos a los ataques aéreos durante las primeras jornadas contribuyó a su aumento.[12] Las medidas para la  reducción de daños deben formar parte del planeamiento inicial y de su estrategia de comunicación para evitar la percepción de que las FDI actúan sin restricciones.

En segundo lugar, las FDI deberían suspender sus actuaciones fuera de la zona donde combaten las milicias de Hamás, porque no se pueden facilitar evacuaciones de civiles si no hay zonas seguras donde puedan refugiarse. Los pasillos humanitarios de los últimos días y las carreteras de escape hacia el sur de los primeros días deberían anticiparse en el planeamiento operativo como vías de salida para la población civil, aunque se implanten controles para evitar su utilización por los combatientes yihadistas. El plan de operaciones para el sur deberá tener en cuenta el riesgo añadido que supone la concentración de habitantes, combatientes y desplazados en el sur de Gaza.

En tercer lugar, y ahora que las FDI están progresando en el control militar de la ciudad de Gaza, los criterios de legitimidad deben escalar posiciones en la agenda de prioridades operativas para aliviar la presión de los daños colaterales, aunque les obligue a reducir el ritmo de avance. El gobierno de Israel ya ha autorizado la formación de pasillos humanitarios y el acceso a la Franja de combustible para fines humanitarios que solicitaban sus aliados[13] y podrá mantener, suspender, aumentar o reducir, el acceso a la ayuda humanitaria, alimentaria y sanitaria, progresando desde una posición inicial de corte total de suministros a otra capaz de modular la entrada de ayuda en Gaza. Las declaraciones políticas sobre someter a Gaza a un sitio completo, sin acceso a alimentos, electricidad, combustible y agua contravienen abiertamente el derecho internacional y consolidan la percepción de que se desea infligir un castigo colectivo a la población civil. Esas declaraciones políticas contundentes, aunque luego se vayan modulando con aperturas parciales, afectan negativamente a la conducción de las operaciones y refuerzan la estrategia de comunicación de Hamás. Tampoco proporcionan esperanza a los familiares de los rehenes que esperan su vuelta ni benefician a los mediadores que buscan su liberación o una salida para los enfrentamientos armados.

Por su parte, las FDI deberán evitar que sus acciones contrarresten el efecto positivo de las decisiones políticas humanitarias si no desean que su política de prevención de daños a la población civil se perciba más dura e insensible de la que ha demostrado el gobierno. La decisión no es sencilla porque puede ocurrir que las FDI se vean obligados a actuar contra objetivos militares controvertidos y bajo una gran presión, como se ha visto en el hospital de Al-Shifa. Allí han tenido que elegir entre descartar el hospital como objetivo militar por la presión humanitaria internacional o hacer caso a sus fuentes de inteligencia que señalaban la existencia de un centro de mando de Hamás. Las FDI han seguido un camino intermedio y han renunciado tanto a un ataque aéreo como a un allanamiento en fuerza, pero han realizado incursiones en su interior, adoptando medidas de seguridad para evitar daños a pacientes y refugiados. Queda ahora por demostrar el uso militar de las instalaciones, pero con su decisión, las FDI han dejado claro a Hamás que su ocultación tras la población no va a detener sus operaciones militares, pero al mismo tiempo han manifestado a sus aliados que son sensibles a sus preocupaciones por los daños colaterales.

Conclusiones

Los daños colaterales a la población civil están ocupando el centro de gravedad de los combates urbanos y el planeamiento militar debe preocuparse por el factor cognitivo que modula las percepciones sobre lo que ocurre en los campos de batalla. Preocuparse sólo de planificar las operaciones militares o de informar sobre ellas no basta porque las percepciones no dependen de factores operativos, informacionales o jurídicos, sino emocionales.

Más de 40 días después del comienzo de la guerra en Gaza, las FDI parecen tener bajo control una gran parte de los objetivos militares en la zona norte, con un número razonable de bajas (unas 372 sobre unos 40.000 soldados). Todavía tienen que limpiar y consolidar las posiciones alcanzadas, lo que puede demorarse durante varias semanas o meses según la capacidad de resistencia de las milicias, pero han conseguido reducir el lanzamiento de cohetes sobre territorio israelí y las milicias yihadistas no han repetido por ahora las contraofensivas ni los ataques por sorpresa que tanto éxito les depararon en 2014.

El avance favorable en el frente de combate ha permitido al gobierno y a las FDI comenzar a desplegar medidas para reducir daños colaterales que no se habían prodigado en las fases iniciales del enfrentamiento armado. Ambos han resistido la creciente presión internacional, especialmente la de sus mejores aliados, para reducir el sufrimiento y los daños a la población civil y no han interrumpido las operaciones en ningún momento crítico, con lo que han dado al traste con la estratégica cognitiva planteada por las milicias yihadistas.

De cara a las operaciones de limpieza pendientes en el norte y, sobre todo si se va a ampliar la ofensiva hacia el sur, los responsables del planeamiento deberán prestar más atención al factor cognitivo que suponen los daños colaterales. Las FDI no sólo deberán aumentar las medidas preventivas para disminuir los daños sino persuadir a su población y a sus aliados de que lo hacen para preservar su apoyo. Hasta ahora el margen de tolerancia de los anteriores ha sido confortable para las FDI, pero el escrutinio internacional está servido y el alargamiento de las operaciones, el incremento de los daños y las demostraciones de insensibilidad pueden decantar el centro de gravedad de la guerra en Gaza en su contra.


[1] François du Cluzel, Simposium del Hub de Innovación de la OTAN-ACT, “Cognitive_Warfare._The_Advent_of_the_Concept_of_Cognitics_in_the_Field_of_Warfare”, 21/VI/2021.

[2] Philippe Michel Kleisbauer (2020), “Urban Warfare”, Comité de Ciencia y Tecnología de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, p. 3, 20/XI/2020.

[3] Comunicado sobre “NATO Policy for the Protection of Civilians” en la Cumbre de la OTAN de Varsovia, 8-9/VII/2016. NATO’s Human Security Approach and Guiding Principles, 14/X/2022. Capstone Concept for “Joint Military Operations in an Urban Environment”, elaborado en noviembre de 2018 y aprobado en 2019.

[4] Sahr Muhammedally (2017), “Lessons From Mosul: How to Reduce Civilian Harm in Urban Warfare”. Center for Civilians in Conflict (CIVCAS), 20/VII/2017.

[5] Departamento de Defensa de EEUU (2023), “Civilian Harm Mitigation and Response Action Plan (CMHR-AP)”, 25/VIII/2023.

[6] Dana Stroul, comparecencia de la subsecretaria adjunta de Defensa para Oriente Medio ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, 8/XI/2023. Matthew Lee y Eric Tucker, “Blinken warns Israel that humanitarian conditions must improve to have partners for peace”, Associated Press, 3/XI/2023. Uzra Zeya, declaraciones de la subsecretaria de Exteriores de EEUU en la Conferencia Internacional de Ayuda Humanitaria a la población civil de Gaza. Carlos Torralba (2023), “Las tácticas de Hamás no eximen a Israel de cumplir la legalidad internacional”, El País, 18/XI/2023.

[7]Deterring Terror”, traducción de la estrategia oficial de las FDI, Belfer Center, Special report, agosto 2016, p. 21: “Firing effort: Using continuous system-wide fire power at maximum capacity from the moment the confrontation starts both deep behind enemy lines and at the front. The use of fire will be tested against the principles of proportionality and ethics, and considerations of legitimacy will be secondary”.

[8] Comité Internacional de la Cruz Roja. Base de datos del derecho internacional humanitario. Norma 8.

[9] “Is Israel acting within the laws of war?”, The Economist, 14/X/2023.

[10] Institute for National Security Studies (INSS) (2023), Base de datos de la operación “Espadas de Hierro”,  19/XI/2023.

[11] La cifra de la base de datos del INSS es la misma que ofrece la autoridad sanitaria de Gaza, no discrimina entre víctimas civiles y combatientes (podrían ser 4.000) y habría que añadir 32.300 heridos, 19/XI/2023.

[12] Los sistemas de aviso incluyen llamadas telefónicas, correos, panfletos, munición lastrada y sistemas y municiones de precisión. La cifra de población desplazada hacia el sur alcanza 1.500.000 gazatíes según el INSS a mediados de noviembre de 2023.

[13] Phillipe P. Pan, Patrick Kingsley y Thomas Fuller (2023), “Israel Displays Tunnel Shaft at Gaza Hospital and Says It Will Let In Some Fuel”, The New York Times, 17/XI/2023.