Rusia en América Latina, año y medio después de la invasión de Ucrania

Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, llega para una rueda de prensa tras reunirse con su similar brasileño, Mauro Vieira, en el Palacio de Itamaraty en Brasilia (Brasil)
Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, durante su visita a Brasil en abril de 2023. Foto: André Borges - (EPA) EFE©

Tema

Este ARI analizan los efectos geopolíticos y económicos de la presencia rusa en América Latina, un año y medio después de la invasión de Ucrania.

Resumen

Rusia, heredera de la URSS, tiene una relación histórica con América Latina, que ha tomado nuevas formas con Vladímir Putin y ha cobrado mayor importancia un año y medio después de la invasión de Ucrania. En su proyección en América Latina, inserta en su pugna con Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea (UE), Rusia profundiza antiguas inercias regionales como la reprimarización de las exportaciones o la fragmentación regional. Su desembarco tiene lugar, fundamentalmente, a través de un pilar político y militar y otro propagandístico y de desinformación.

Análisis

En un mensaje por video conferencia durante la Jornada de la Juventud Rusa (San Petersburgo, agosto de 2023), el Papa Francisco recordó enfáticamente a los jóvenes: “Nunca olvidéis vuestra herencia. Sois los herederos de la gran Rusia: la gran Rusia de los santos, de los gobernantes, de Pedro el Grande, de Catalina II, de ese imperio, grande, educado, de tanta cultura y de tanta humanidad. Sois herederos de la gran madre Rusia, por eso, continuad adelante”. Su mensaje sintoniza con el discurso de Vladímir Putin, su idea de la gran Rusia y algunos argumentos del Kremlin para justificar la invasión de Ucrania. Sus palabras generaron un gran rechazo, especialmente en el este de Europa. Tras las críticas recibidas, la Nunciatura Apostólica ucraniana las rechazó, buscando rebajar el contenido del mensaje, ya que el Papa “nunca alentó ideas imperialistas. Al contrario, es un convencido opositor y crítico de cualquier forma de imperialismo y de colonialismo”. Pero, Jorge Bergoglio es jesuita y peronista, y como tal, fervoroso nacionalista y antiimperialista. Sin embargo, en América Latina hay un solo imperialismo: el imperialismo yanqui y, en alguna medida, el europeo. No hay más. Ni Rusia ni China tienen conductas imperiales. Por eso, cuando se pregunta por qué los latinoamericanos no condenaron tajantemente la invasión, habría que reflexionar sobre estas cuestiones. Dichos papeles reflejan la posición de muchos gobiernos latinoamericanos sobre Ucrania.

La invasión rusa (febrero de 2022) obligó a América Latina a posicionarse políticamente, desempolvando sus viejos problemas relativos al nuevo orden geopolítico mundial: imposibilidad de hablar con una sola voz y posicionamientos ambiguos. Existió una tibia condena de la invasión en las organizaciones internacionales, pero poco más. Ningún país se unió a las sanciones occidentales, ninguno de los seis poseedores de armas rusas las vendió a Ucrania, ningún Congreso le dio la voz en su hemiciclo al presidente Volodímir Zelenski, excepto el chileno. A esto se suma la postura crítica de Gabriel Boric con Rusia y Putin.

En función de su relación con Rusia, en América Latina vemos tres tipos de países. Primero, los más comprometidos con el Kremlin: Cuba, Nicaragua y Venezuela, junto con Bolivia. Segundo, aquellos que, si bien formalmente condenaron la agresión rusa, en la práctica tienen un fuerte sesgo pro ruso, como Brasil, México y Argentina. Tercero, aquellos que rechazan más claramente la agresión rusa: Chile y Uruguay.

Pilares de la estrategia rusa en América Latina

El marco general para entender la presencia rusa en América Latina se estructura en torno a dos pilares y una creencia. Los pilares son el político-militar y el propagandístico y de desinformación, mientras la creencia es que Rusia encarna los mismos valores, defensa del socialismo y lucha contra la injusticia, que en su momento tuvo la URSS. Así, sus mensajes propagandísticos se centran en conceptos como: “Ucrania amenaza a Rusia como títere de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y EEUU”, “Ucrania es un régimen nazi” y “Rusia libra una guerra antiimperialista contra Europa y EEUU”. Los destinatarios de estos eslóganes son los gobiernos “progresistas”, los partidos que los apoyan y sus millones de seguidores en todo el continente.

El pilar político y militar

El primer pilar es político-militar y gira en torno a la complicidad con Moscú de sus principales aliados: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ellos, con sus particularismos, han permitido la instalación de bases y destacamentos militares en su territorio. Esta abierta complicidad se acompaña del silencio y la ambigüedad de otros, que se escudan en una cierta “neutralidad”, aunque con un sesgo pro ruso. Los dichos y las obras de Luiz Inácio Lula da Silva y de Andrés Manuel López Obrador así lo atestiguan. En la celebración de la independencia mexicana (septiembre de 2023), en Ciudad de México, desfiló un contingente de 15 militares rusos. Ante estas reacciones favorables no llamó la atención que, cuando Rusia publicó una lista de países “no amigos” (marzo de 2022), no incluyera ningún país latinoamericano. 

La presencia política y militar rusa se da en una región heterogénea y fragmentada, cuyos gobiernos mantienen lazos muy variados con Moscú. Esta fragmentación les impide alcanzar el menor consenso en prácticamente ningún punto de la agenda regional e internacional, impidiendo presentar posturas conjuntas sobre la guerra en –Ucrania, más allá de las sospechas comunes sobre la responsabilidad de EEUU y la OTAN– que, desde su perspectiva, son los mismo.

Esta presencia no es nueva. Tras años de ausencia, debido a la caída del Muro de Berlín y el desplome de la URSS, desde 2008, Putin manifestó el deseo de recuperar e incrementar las posiciones soviéticas. La nueva presencia, post Guerra Fría, se hizo más agresiva en tanto aumentaba el enfrentamiento con EEUU. En 2014, la anexión de Crimea fue otro hito, dada la necesidad del Kremlin de reforzar su presencia internacional y forjar alianzas en la proximidad de Washington. La invasión de Ucrania marcó un nuevo paso en su política expansiva.

Por su parte, el interés de América Latina se relaciona con una potencial alternativa para diversificar sus relaciones internacionales y comerciales, vinculadas a sus lazos tradicionales con EEUU. Tampoco hay que olvidar la presencia china, sumado al conflicto entre los dos súper potencias y al deseo latinoamericano de no verse involucrado en el mismo. Por eso, el acercamiento a Moscú termina siendo funcional para muchos gobiernos.

El pilar propagandístico y de desinformación

El segundo pilar es propagandístico y de desinformación. Descansa en la presencia de los medios rusos RT (anteriormente Russia Today) y Sputnik Mundo, con programas en español muy seguidos en buena parte de América Latina y en una intensa presencia en las redes sociales. RT en español se creó en 2009, antes que otros canales europeos de noticias en español, como DW (Deutsche Welle) o France 24. Para alcanzar el predominio mediático, Rusia invirtió abundantes recursos en el mercado latinoamericano, lo que otros no hicieron, ni antes ni ahora. Hoy, RT en español cuenta con una plantilla de más de 30 periodistas en América Latina, mientras CNN en español tiene menos de 20 y CNN Latino ha cerrado sus instalaciones en Los Ángeles y Miami, desde donde emitía sus programas de televisión en abierto para los hispanos de EEUU.

La estrategia informativa rusa en América Latina se centra en culpar de cualquiera de los problemas políticos, sociales o económicos en la región a los países occidentales, especialmente EEUU. Su peso descansa en la actividad de RT en español y Sputnik Mundo. Como sostiene Carlos Galán Cordero, “más allá de RT y Sputnik, prohibidos en la UE desde 2022, Rusia posee un ecosistema de propaganda completo, una colección de canales y plataformas de comunicación, oficiales y no, para crear y amplificar narrativas falsas”. Este ecosistema implica diversos medios orientados a toda clase de audiencias, aunque: “El Kremlin fomenta y apoya la difusión de todas aquellas líneas argumentales que puedan provocar polarización en las sociedades democráticas y liberales, independientemente de la línea editorial o del espectro político-ideológico del medio”.

El relato predominante en los medios rusos en América Latina presenta a Putin como un líder global que busca estabilidad y progreso y auspicia un nuevo orden mundial, con el denominado sur global como protagonista. Sus campañas de desinformación se suelen dirigir a gobiernos y movimientos de izquierda del mundo, incluido América Latina, y buscan protagonismo en las elecciones, desinformando y apoyando a los candidatos y opciones más cercanos a sus puntos de vista.

La política informativa de RT en español y Sputnik Mundo, a diferencia de otros canales extranjeros, como DW en español y France 24 en español, se centra en criticar a EEUU y Occidente en lugar de informar imparcialmente sobre cualquier punto de la agenda informativa. Si bien Rusia y Ucrania participan en la guerra mediática, la mayoría de las noticias falsas que circulan en las redes sociales y en Internet son anti ucranianas. En los primeros seis meses de guerra, las noticias falsas estuvieron más presentes en Facebook, Instagram, TikTok, Telegram y WhatsApp que en otros medios. La mayoría de la desinformación se basó en vídeos y fotos fuera de contexto. Así, circularon fotos de Gaza como si fueran Ucrania; o fotos y vídeos de 2014, en Ucrania, como si fueran actuales.

En 2019, la audiencia de RT en español era de 21 millones y sus cuentas en redes sociales de 25 millones de seguidores. Era uno de los servicios de noticias extranjeros más seguidos en América Latina. A diferencia de otros medios estatales, RT es una herramienta de propaganda al servicio de la política exterior rusa. Su interés en los contenidos en español se explica en los 500 millones de hispanohablantes en el mundo, incluyendo 60 en EEUU. El relato de los medios rusos en América Latina llega directamente a EEUU y España, y a través de España al resto de Europa.

Desde su lanzamiento en 2009, RT en español se vinculó a más de 1.000 operadores de televisión de pago, muchos muy implantados en su mercado nacional. Por su política expansiva, su señal emite en la televisión digital abierta de Argentina, Cuba y Venezuela. Su oferta multiplataforma incluye cable, satélite y las plataformas OTT. Su temprana asociación con Telesur, el canal de noticias impulsado por Hugo Chávez fue determinante para su desarrollo. Así, hay una intensa cooperación entre ambas plataformas, que desde su inicio coincidieron en su línea informativa, especialmente en todo lo relativo al cuestionamiento de EEUU, la UE y la OTAN.

RT y Telesur se crearon en 2005. Inicialmente Telesurfue un consorcio formado por los gobiernos de Argentina, Ecuador, Cuba, Uruguay y Venezuela. Tras la salida de Argentina, Ecuador y Uruguay, quedó en manos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. En octubre de 2014, la presidenta Cristina Kirchner participó con Putin en una videoconferencia para inaugurar las transmisiones de RT en Argentina.

Un informe de Transparencia Venezuela afirma que la cooperación comunicacional entre Caracas y Moscú creció desde la invasión de Ucrania. La prohibición occidental para que los medios financiados por Rusia, como RT y Sputnik, circularan libremente en sus países no frenó el efecto del Kremlin en América Latina, gracias a la acción en las redes sociales y a influencers locales. RT en español es más exitosa que cualquiera otro servicio de RT en alguna de las lenguas en que se difunde, como inglés, árabe, alemán y francés. Esto muestra su popularidad en América Latina y la importancia que da Rusia a los hispanohablantes en su política informativa internacional.

En lo que se refiere a las redes sociales, Twitter (ahora X) es de las más importantes. RT en español es el tercer dominio más visitado en Twitter si consideramos los posts en español que discuten sobre Ucrania y Sputnik News está en el top 15. Twitter no es el único éxito de RT en español. En Facebook tiene 18 millones de seguidores y antes del bloqueo de YouTube, RT en español tenía seis millones, mientras su servicio en inglés tenía menos de cinco.

Uno de los grandes atractivos de RT para los latinoamericanos, en un contexto de déficit de medios no-occidentales, es su acento antiamericano y antiimperialista y la ignorancia de la realidad rusa. Según el Laboratorio de Investigación Forense Digital del Atlantic Council, antes de la invasión de Ucrania, la palabra más empleada en los subtítulos de la web de RT en español era EEUU. Los enlaces de noticias compartidos por el Facebook de RT en español se centraban más en EEUU que en cualquier país latinoamericano. Desde la perspectiva rusa, difundir narrativas en su defensa o intentar cambiar el estado de la opinión pública casi siempre vale la pena, o al menos intentarlo, porque la desinformación digital es siempre relativamente más barata de producir y difundir.

Los efectos de la presencia rusa

Más allá de las expectativas en la mejora de la relación entre Rusia y América Latina, la presencia rusa ha reforzado su fragmentación, polarización y reprimarización. Tras la caída del Muro de Berlín, la influencia rusa se apoyó en diversos intercambios económico-comerciales, básicamente energía y venta de armamento. A esto se agrega, en la búsqueda de nuevos apoyos regionales, la firma de acuerdos para combatir el narcotráfico y una propaganda activa para promover la imagen de Rusia como potencia internacional. Mientras China tenía un interés más económico y comercial, Rusia buscaba incrementar su confrontación con EEUU, especialmente en su “patio trasero”. Si China intenta tener, que no es fácil, una estrategia común para América Latina, Rusia carece de ella.

La reprimarización

El desembarco ruso responde más a cuestiones geopolíticas y políticas que económicas y comerciales. Su presencia en el comercio regional no llega al 1%. Pero, desde su perspectiva se busca maquillar las cifras diciendo que, según sus datos, el intercambio comercial con América Latina creció un 25% en los últimos cinco años y sus exportaciones a la región se multiplicaron por 2,3 debido especialmente a la demanda de trigo, fertilizantes, hidrocarburos y otros bienes. Putin, ante la Conferencia Parlamentaria Internacional Rusia-América Latina, dijo: “Son nuestros mercados tradicionales. No cabe duda de que una transición más vigorosa hacia las monedas nacionales en las liquidaciones financieras, la creación de canales de cooperación crediticia y bancaria, y el establecimiento de nuevas cadenas de transporte y logística contribuirán a un mayor desarrollo de los intercambios comerciales recíprocos”.

La polarización geopolítica

Desde una perspectiva geopolítica, la mejora en la relación favorece a las dos partes. Para Putin, América Latina es una clara ventana de oportunidad para presentarse como una potencia global y amenazar directamente a Washington. Por su parte, la relación con Rusia la da a América Latina mayor autonomía frente a EEUU y China. Sin embargo, los lazos rusos con América Latina no son uniformes y varían de un país a otro.

El peso estratégico de la relación se sostiene en un número limitado de países: Cuba, Nicaragua y Venezuela. En la Conferencia Parlamentaria Internacional Rusia-América Latina, Laureano Ortega Murillo, hijo de la pareja gobernante nicaragüense, tras ofrecer el territorio de su país y manifestar que no eran neutrales, sino que apoyaban abiertamente a Moscú, señaló que “apoyan la lucha de Rusia contra la nueva ola de fascismo y nazismo que levantan EEUU y la OTAN… El noble objetivo de la desnazificación y la defensa de los derechos fundamentales del pueblo ruso a la vida y la paz fue el motivo de la operación militar especial. Confiamos en que la victoria de Rusia será una victoria sobre la mentira, la luz sobre las tinieblas y el bien sobre el mal”.

Si bien los lazos con la región descansan sobre una base de intereses geopolíticos heterogéneos, incluso comerciales y de relativa importancia en algunos casos, Rusia es un actor secundario en América Latina. Esto no le impide tener un papel relevante en algunos países, mientras en otros se limita a ser un mero actor de reparto.

El interés geopolítico ruso se centra en dos objetivos. De un lado, quiere diversificar sus relaciones globales y mostrar que no está aislado, pese a las sanciones de EEUU y la UE. También, busca ampliar y proteger sus mercados, garantizándose acceso a tecnología punta y a ciertos flujos informativos, a la vez que mantener su presencia en instituciones económicas claves. Del otro, una de sus máximas aspiraciones es crear un orden multipolar, post Occidental, como muestra su presencia en los BRICS, cuya presidencia pro tempore tendrá en 2024, y su apuesta por el denominado sur global. Por eso, América Latina es esencial para contrarrestar la influencia de EEUU en el mundo.

Con este objetivo, Rusia organizó de manera meticulosa la Conferencia Parlamentaria Internacional Rusia-América Latina, del 29 de septiembre al 2 de octubre de 2023 en Moscú, con la pretensión de que estas reuniones sean anuales. Tal fue el interés de Moscú, que Putin inauguró el evento con un discurso antiimperialista clásico, que destacó a Simón Bolívar, Salvador Allende, Ernesto Guevara y Fidel Castro como símbolos de libertad, no sólo de América Latina sino también del mundo.

El esfuerzo de la diplomacia rusa por garantizar la presencia de los parlamentos latinoamericanos tuvo un éxito relativo. Participaron unos 200 invitados, no solo parlamentarios, sino también líderes políticos, expertos y diplomáticos. Hubo representantes de parlamentos nacionales y regionales, como el Parlamente Centroamericano (PARLACEN) y del Mercosur. También estuvieron los presidentes de la Cámara de Diputados, de Senadores y de la Asamblea Nacional de Bolivia, Cuba, Honduras, Paraguay, Venezuela, del PARLACEN y el vicepresidente primero del Senado de Brasil. Junto a los países nombrados, y parlamentarios regionales de distinto origen, acudieron algunos representantes de los parlamentos de Colombia, Chile, México, Nicaragua y Perú.

Rusia intenta potenciar las contradicciones en las relaciones de América Latina con EEUU y la UE, en tanto aliado fiable del sur global, comprometido con el antiimperialismo. Es un aliado poco molesto, que no impone condiciones de respeto a la democracia, a los derechos humanos y contra la corrupción. Es llamativo el manejo ruso del tema migratorio, más laxo que en Washington y Bruselas. Esto responde a la menor presión latinoamericana para emigrar a Rusia. Los nativos de 27 de los 33 países latinoamericanos y caribeños están exentos del visado para viajar a Rusia y, con el fin de hacer extensiva esta práctica a todo el continente, se está negociando con los otros seis países (Bahamas, Barbados, Haití, México, Trinidad y Tobago y Santa Lucía).

Aumento de la fragmentación

La relación de América Latina con Rusia y el impacto de la invasión de Ucrania han incrementado la fragmentación regional. Es prácticamente imposible poner de acuerdo a toda la región sobre este tema, como se vio en las votaciones sobre la invasión en organismos multilaterales, como las Naciones Unidas (Asamblea General y Consejo de Derechos Humanos), la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Organización Mundial del Turismo. En este terreno, como en otros, fue imposible que América Latina hablara con una sola voz. De hecho, algunos países se ubicaron en posiciones antagónicas.

La fragmentación se hizo más evidente en algunas instituciones, como la Asamblea General de las Naciones Unidas, tanto en la reunión del 2 como en la del 24 de marzo de 2022. Cuatro países (Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua) se abstuvieron, mientras Venezuela no pudo votar por no estar al corriente del pago. El resto votó en contra. El voto regional se dividió más en abril, cuando Rusia fue suspendida del Consejo de Derechos Humanos. Hubo tres votos en contra (Bolivia, Cuba y Nicaragua), tres abstenciones (Brasil, El Salvador y México) y sólo 11 a favor.

Rusia busca aprovecharse de una región que requiere de mercados para exportar sus materias primas y de inversiones, y financiación para afrontar problemas de deuda, especialmente algunos países con dificultades (Argentina y Venezuela). Los latinoamericanos también demandan transferencia de tecnología, un aumento de la cooperación para la utilización civil de la energía nuclear (Argentina y Brasil) y biotecnología (Cuba). Para algunos gobiernos, el vínculo con Rusia les permite minimizar su dependencia de EEUU, romper su aislamiento, reducir el efecto de las sanciones (o evitarlas) y comprar armamento. Esto se plasma en una suerte de solidaridad mutua, que aflora especialmente en tiempos de crisis, como en 2022 tras la invasión de Ucrania, cuando Cuba, Nicaragua y Venezuela respaldaron públicamente a Putin, incluso en las organizaciones multilaterales. Simultáneamente, el Kremlin sostiene públicamente el castrismo, el chavismo y el sandinismo, permitiéndoles quebrar el aislamiento internacional al que los quiere someter EEUU y consolidar sus sistemas autoritarios.

Venezuela es el principal aliado ruso en América Latina. En tiempos de Chávez, la relación bilateral era excepcional, lo que, en líneas generales, se mantiene. Putin respalda a Nicolás Maduro de forma absoluta y Maduro lo retribuye, a tal punto que se haya escogido Rusia como país garante, junto a Noruega y los Países Bajos, en la negociación que el gobierno venezolano mantiene en Ciudad de México con la oposición.

Los vínculos de Rusia con Venezuela son semejantes a los de la URSS con Cuba durante la Guerra Fría. Por eso, tras la invasión de Ucrania, las mayores muestras de apoyo a la política de Putin fueron de Maduro. Durante su paso por Caracas, en su última visita a América Latina, que incluyó Brasil, Cuba y Nicaragua, el ministro Lavrov dijo: “Con nuestros amigos venezolanos abogamos por el derecho de cada nación a devenir su propio futuro sin el chantaje desde fuera”.

Rusia ha ayudado a Venezuela en todo lo posible para eludir las sanciones de EEUU y la UE, mientras favoreció la distribución de su petróleo, su principal fuente de ingresos. El ministro del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, Yván Gil, anunció que están trabajando con Rusia para implementar un mecanismo financiero alternativo al SWIFT, del cual Moscú fue expulsado en 2022 como consecuencia de la invasión de Ucrania. También espera activar el sistema ruso de pagos MIR, para beneficiar el turismo y “liberarse del dólar”. En rueda de prensa conjunta con Lavrov, anunciaron el incremento del ritmo y volumen de la cooperación petrolera, espacial, médica, agrícola, farmacéutica y en nuevas tecnologías, así como la creación de 200 becas para estudiantes venezolanos en universidades rusas.

Rusia busca potenciar el comercio y la inversión en energía y minerales estratégicos. Gracias al aislamiento venezolano, por las sanciones occidentales, se incrementó la presencia rusa en el sector petrolero. En la última década, el Kremlin fue el principal proveedor de armas a América Latina, especialmente a Venezuela, cuando sus ventas a Caracas alcanzaron los 11,4 billones de dólares. Rusia ha desplegado equipamiento militar y tropas, facilitando asistencia técnica para sus sistemas de defensa área S-300. Hay en el país 100 instructores y técnicos militares rusos. Incluso, hasta hace poco, estaban los mercenarios del Grupo Wagner, si bien su permanencia actual es incierta. En este clima opaco, un exdirector de la Inteligencia venezolana, próximo a la oposición, denunció la presencia de dos bases militares rusas, algo que no está confirmado. Moscú también desplegó bombarderos pesados Túpolev Tu-160 Backfire, con capacidad nuclear, y otras aeronaves de combate, violando repetidas veces el espacio colombiano. Sin embargo, la relación militar con Rusia no es muy idílica. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) se ha inclinado hacia China para el mantenimiento de su equipamiento militar ante los problemas con Moscú, en parte por la guerra, pero también por otras razones.

La Armada venezolana anunció la compra de submarinos rusos y, si bien en el pasado hubo varios pronunciamientos similares, nunca se concretaron. Aparte de un cierto armamento compartido con otras Armas, la Armada tiene seis helicópteros multipropósito Mi-17V-5. También están las visitas de buques de guerra rusos a puertos venezolanos. En 2008, el crucero nuclear Piotr Veliki y el destructor Admiral Chabanenko con tres fragatas venezolanas participaron del ejercicio naval combinado Venrus 2008 (Venezuela-Rusia). Cinco años después, cuatro buques, liderados por el crucero antimisiles Moskva, recaló en La Guaira. Incluso, el buque escuela Perekop participó en el Día de la Armada venezolana.

Aunque Nicaragua ocupa sólo el puesto 30 entre los socios comerciales rusos, su relación con Putin es óptima. La pervivencia de la dictadura matrimonial de Ortega-Murillo no se explica sin el respaldo de Putin. En 2021, Rusia fue uno de los pocos países que convalidó las elecciones fraudulentas que permitieron la reelección de Ortega. Fue algo recíproco, ya que, en 2008, tras la segunda guerra contra Georgia, Nicaragua fue de los primeros en reconocer la independencia de Osetia del Sur y Abjasia. En 2022, Ortega autorizó el despliegue de contingentes militares, aviones y buques rusos y su disponibilidad para operar libremente. En 2021 y 2022, Putin apoyó los esfuerzos de Ortega para evitar el control del Consejo de Derechos Humanos y del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Con Cuba, Rusia recuperó buena parte de la relación que tuvo con la URSS durante la Guerra Fría, si bien La Habana sólo ocupa el puesto 26 en el comercio exterior ruso. Tras la invasión de Ucrania, Putin y Miguel Díaz-Canel buscaron profundizar la cooperación estratégica y reforzar las relaciones bilaterales, mediante los contactos intergubernamentales y avanzando en la cooperación en lo referente a relaciones económicas, comerciales e inversiones. La estrategia rusa incluye la cancelación del 90% de la deuda cubana, ya existente con la URSS, y la reapertura de la estación de Lourdes. En 2017, como medida para mitigar los apuros energéticos de Cuba, Rosneft comenzó a transportar petróleo para compensar la menor capacidad exportadora de Venezuela. También, el Kremlin ha financiado parte de la modernización militar cubana y de sus sistemas ferroviario y energético.

Las alianzas con Cuba, Nicaragua y Venezuela son la prueba de que una clave del deseo ruso de potenciar su relación con América Latina gira en torno a la cooperación en seguridad y defensa (venta de armas, diplomacia militar y seguridad en cuestiones no tradicionales). Tras la invasión de Ucrania, Rusia insistió de nuevo en sus objetivos en América Latina, entre ellos desplegar contingentes militares en Cuba, Nicaragua y Venezuela, y en su propósito de amenazar la retaguardia de EEUU, como réplica a la política de Washington de avanzar sobre las repúblicas exsoviéticas.

Durante el foro Army 2023, Moscú, agosto de 2023, se reunieron en Moscú el viceministro de Defensa ruso y los comandantes de las Fuerzas Armadas de Bolivia y Venezuela para abordar los fundamentos de una alianza militar. Asistieron delegados de 76 países, entre ellos varios latinoamericanos aliados de Rusia o con buenas relaciones con el Kremlin pese a la guerra. El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, agradeció a Cuba, Venezuela y Nicaragua su apoyo a la campaña militar en Ucrania e instó a Brasil, Bolivia, Perú, México y Argentina a profundizar sus contactos militares. Prácticamente de forma simultánea, el comandante de la Armada venezolana asistió al desfile naval en Vladivostok con motivo del Día de la ArmadaRusa.

En los últimos cinco años, y ante la ausencia de una política latinoamericana común, Putin priorizó las relaciones bilaterales sobre las regionales o subregionales, especialmente con aquellos gobiernos enfrentados a Washington (Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Argentina), o con los capaces, por su peso político y económico, de contrarrestar la hegemonía estadounidense (Brasil y México). También buscó desarrollar lazos estratégicos con aquellos países presentes en el G20 (Argentina, Brasil y México) o en los BRICS (Brasil y, posiblemente a partir de 2024, Argentina). Destaca la posición de los tres miembros latinoamericanos del G20, sobre todo después de los esfuerzos de EEUU de aislar internacionalmente a Rusia.

El caso de México es relativamente similar. Con su típico discurso, López Obrador fue prudente al no decantarse abiertamente por la posición rusa, aunque con un sesgo en favor del Kremlin muy perceptible. Por eso insiste en respaldar la búsqueda de soluciones pacíficas y en apoyar todos los esfuerzos para proporcionar ayuda humanitaria a los bandos enfrentados. Esto no ha impedido que soldados rusos desfilaran en Ciudad de México o que parlamentarios de su alianza política acudan a Moscú.

Mientras, Argentina mantiene un mensaje prudente con una postura ambivalente del presidente Alberto Fernández, que ve en Rusia un contrapoder alternativo a la hegemonía de EEUU. Su gobierno se ha movido entre la neutralidad y la condena de la invasión, aunque Fernández viajó a Moscú en enero de 2022, poco antes del inicio de la guerra, y le ofreció a Putin convertir Argentina en su puerta de entrada en América Latina. El interés del Kremlin va de lo geopolítico a lo económico, incluyendo la fuerte atención de Gazprom y de otras compañías energéticas rusas en Vaca Muerta.

El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, hizo algo similar y visitó Moscú prácticamente en las mismas fechas que Fernández. Por su peso económico y geográfico, Brasil es el principal socio económico y geopolítico de Rusia en América Latina. Las relaciones comerciales se incrementaron durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), entre 2003 y 2016, si bien no disminuyeron tras la caída de Dilma Rousseff. Tampoco la relación se vio afectada con Bolsonaro. Al margen de los intereses comunes geopolíticos y económicos, Putin y Bolsonaro comparten la misma concepción política e ideológica en valores iliberales y defensa de gobiernos autoritarios no democráticos. Bolsonaro insistió en la tradicional neutralidad brasileña, en este caso entre Rusia y Ucrania. Un motivo de peso, recordado en varias oportunidades por Bolsonaro y otras autoridades brasileñas, es su dependencia agrícola de los fertilizantes rusos.

La pertenencia a los BRICS (sumado al deseo de no enfrentarse a China) y el tono autónomo de su política exterior inciden en su relación con Rusia. Pese a estar en los extremos ideológicos, Lula y Bolsonaro respaldaron a Putin o no lo han condenado. Uno de los mayores ideólogos de Putin, Aleksandr Duguin, lo dijo en su Mapa escatológico de las civilizaciones: “En América Latina, la voluntad de reforzar su soberanía geopolítica se apoya tanto en la escatología de izquierdas (socialista) como en la defensa de la identidad católica, lo que es particularmente evidente en Brasil, donde tanto la izquierda como la derecha se distancian cada vez más del globalismo y de la política estadounidense”.

A su paso por Brasilia, en su gira por América Latina, el ministro Lavrov fue recibido por el presidente Lula en un gesto relativamente inusual. Lavrov agradeció a Brasil su contribución a la solución del conflicto y acusó a la OTAN y a Occidente de incumplir sus compromisos de comienzos de siglo, aludiendo a los acuerdos de Minsk –teóricamente incumplidos por Occidente–. También agradeció a Brasil su rechazo a las sanciones. El ministro de Relaciones Exteriores, Mauro Vieira, recordó la tradición brasileña de apoyar este tipo de medidas sólo si son respaldadas por el Consejo de Seguridad.

Las relaciones con el resto de América Latina son más limitadas, aunque Bolivia las ha intensificado. Moscú reforzó su vínculo con Evo Morales, a quien respaldó tras su renuncia en 2019, presentada como un golpe de estado. Con el regreso del Movimiento al Socialismo (MAS) a la presidencia, con Luis Arce en 2020, los lazos se reforzaron, especialmente con diversos proyectos en áreas estratégicas, como gas (Gazprom), litio y programas nucleares (Rosatom). Esto apuntó Arce al decir que en el mundo hay dos ejes enfrentados –el de EEUU y Europa– “en decadencia”, contra el de Rusia y China, “que Bolivia apoya”.

En agosto de 2023, Bolivia recibió los primeros componentes para instalar su primer reactor nuclear, de investigación, en El Alto, con una potencia de 200 kilovatios. Su coste final es incierto, ya que todos los acuerdos de esta alianza, incluyendo China, tienen una “cláusula de confidencialidad”. En 2023 Bolivia pagará 380 millones de dólares, en 2024 más del doble y así sucesivamente. A esto se agrega que el Uranium One Group, del grupo Rosatom, y la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) construirán un complejo industrial para extraer y producir 25.000 toneladas de carbonato de litio anuales, con una inversión prevista de 600 millones de dólares.

La presencia rusa en América Latina, especialmente en Venezuela, ha incrementado la tensión en las difíciles relaciones colombo-venezolanas. No sólo porque Colombia es un aliado extrazona de la OTAN, un estatus que no cambió pese a la llegada de Gustavo Petro al poder, sino porque el gobierno colombiano recela de los efectos no deseados de la presencia rusa en Venezuela y la cooperación militar. Se teme que parte del armamento entregado a las Fuerzas Armadas Bolivarianas (FAB) terminen en manos de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) o de algunas bandas criminales que también operan desde Venezuela, con la autorización tácita del gobierno. Durante la presidencia de Iván Duque, la tensión escaló a tal punto que debieron reunirse la exministra de Relaciones Exteriores colombiana y el representante diplomático ruso en Bogotá. Moscú se comprometió a evitar el desvío de su cooperación militar, garantizando que su asistencia a Venezuela es técnica y no militar.

Conclusiones

Rusia trata de buscar aliados en su pugna con Occidente y cree que América Latina es un lugar donde encontrarlos. Ello implica una estrategia triple y heterogénea. Desde una posición más pragmática que ideológica, busca expandirse en América Latina intentando sacar partido de las iniciativas chavistas de integración regional, como la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA). También tiene fuertes lazos con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), al coincidir en su objetivo de construir un mundo multipolar.

Pese a no ser un actor relevante en América Latina, Rusia busca mejorar su proyección y su imagen en la región impulsando, entre otras iniciativas, diferentes campañas de propaganda y desinformación. Finalmente, durante la pandemia desplegó su estrategia de “diplomacia de las vacunas” centrada en el desarrollo de la Sputnik V, que puso inmediatamente a disposición de los países latinoamericanos. Pese a algunos problemas logísticos, que complicaron su distribución, y la falta de reconocimiento por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Sputnik se aplicó en Argentina, Bolivia, Honduras, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela.