Biden en Kyiv, gesto definitorio

Post 02212023 Nunez Biden Kyiv gesto definitorio

Raramente los gestos simbólicos están a la altura de lo que pretenden representar, por muchas y rimbombantes que sean las palabras empleadas por sus protagonistas en ceremonias y eventos que más parecen buscar un efecto mediático y emocional inmediato que un cambio real en la circunstancia histórica en la que se producen. Pero, aun a pesar de eso, es difícil quitarle a la visita de Joe Biden a Kyiv el carácter de histórico y, tal vez, de definitorio.

Es histórico si se piensa que es la primera vez que un presidente estadounidense visita Ucrania en el ejercicio de su cargo, desde que George W. Bush hiciera lo propio en 2008, antes, por lo tanto, de la anexión rusa de Crimea. Y aunque, con esta ya es la octava ocasión en la que Biden visita personalmente Kyiv (sumando las que hizo como vicepresidente), lo relevante es que lo hace a un país en guerra en el que no hay desplegadas tropas de combate estadounidenses. Un país que no es un aliado de la OTAN ni con el que Washington tenga ningún acuerdo de defensa mutua o algo similar. Lo hace, además, cuando está a punto de cumplirse un año de la invasión que Vladimir Putin decidió lanzar el pasado 24 de febrero, en un intento (otra vez el efecto mediático) de robarle protagonismo y marcarle la agenda justo unas horas antes de su previsto discurso de balance y perspectivas de lo que todavía se empeña en definir como una “operación especial militar”.

Lo que queda por ver es si se trata también de un gesto definitorio, entendiendo que al igual que reclama Josep Borrell, cuando dice que no bastan los aplausos a Volodímir Zelenski cuando lo que Ucrania necesita es munición, el paseo por las calles de la capital ucraniana y la corona de flores depositada en el memorial dedicado a los caídos en la guerra poco pueden servir por sí solos para resistir la prueba violenta a la que Moscú está sometiendo a los ucranianos. Por eso, más allá del nuevo paquete de 500 millones de dólares que confirmó a su llegada y la inminente aprobación de otro paquete de sanciones contra Rusia, lo fundamental es determinar hasta dónde está dispuesto a llegar Washington en el apoyo a un país que ya está sufriendo una nueva ofensiva militar rusa, iniciada a finales del pasado enero.

Y eso es precisamente lo que cabe entender que Biden ha tratado de aclarar de una vez por todas cuando ha declarado que su corta visita buscaba despejar cualquier duda sobre el nivel del apoyo que está dispuesto a prestar. Un mensaje con, al menos, cuatro destinatarios, empezando por su propio Congreso, con mayoría republicana, procurando evitar que se desmarque del rumbo mantenido hasta ahora por la Casa Blanca cuando se acercan momentos decisivos con vistas a la ofensiva que Kyiv está preparando. Una ofensiva que solo podrá lograr resultados significativos –como, por ejemplo, cortar el corredor que le permite a Moscú alimentar Crimea por vía terrestre– si finalmente recibe el material que lleva solicitando hace tiempo, empezando por una munición que comienza a escasear y siguiendo por los carros de combate, los blindados y la artillería autopropulsada ya en tránsito, con la vista puesta en los aviones de combate que algunos otros países parecen dispuestos a poner muy pronto en manos de Ucrania.

Como cabeza visible del Grupo de Contacto de Ramstein, Biden también ha querido dirigirse a la cincuentena de países que han decidido apoyar militarmente a Ucrania. Cuando ahora mismo se debate en su seno cuál debe ser el próximo paso que dar y cuánto tiempo puede prolongarse el suministro de equipo, material y armamento –con el temor de que acabe provocando una escalada rusa hasta niveles insostenibles–, el gesto del presidente estadounidense busca consolidar el rumbo adoptado desde que se decidió entregar algo más que material almacenado sin uso hasta llegar a los HIMARS y los Leopard 2. Y en el mismo paquete Biden ha mirado hacia Moscú, haciendo ver a Putin que el vínculo trasatlántico no se ha resquebrajado y que Washington sigue dispuesto a mantener la apuesta el tiempo que sea necesario, a pesar de los costes que eso puede producir.

Pero, por encima de todos los mencionados, el mensaje presidencial se dirige directamente a Kyiv, mostrando su voluntad de llegar hasta donde sea necesario en apoyo a un país inmerso en una guerra existencial.

Eso no oculta, sin embargo, que es ahí donde se plantean las principales dudas, porque en el peor de los escenarios imaginables, nada garantiza que, si desesperado, Putin opta por el uso de armas nucleares, Biden vaya a estar dispuesto a traspasar igualmente el umbral nuclear poniendo en riesgo a su propia población por respaldar a un país que no supone un interés vital para EEUU.

Veremos en qué se traduce tanto simbolismo.


Imagen: Joe Biden visita Kyiv (20-02-2023). Foto: The White House, Public domain, via Wikimedia Commons.