Los atentados terroristas del 7 de julio en Londres: el extremismo islámico golpea de nuevo

Los atentados terroristas del 7 de julio en Londres: el extremismo islámico golpea de nuevo

Tema: Este ARI se centra en el período posterior a los atentados de Londres del 7 de julio de 2005.

Resumen: Londres y sus ciudadanos esperaban un importante atentado terrorista básicamente desde el 11 de septiembre de 2001. La cuestión no era “si” se produciría dicho atentado, sino más bien “cuándo” lo harían. Y el pasado jueves 7 de julio se produjo finalmente. Este artículo se centrará en el período posterior a los atentados y en las secuelas para Londres, el Reino Unido y Europa en su conjunto.

Análisis

El estallido de bombas
Los atentados perpetrados el Londres consistieron en cuatro estallidos de bomba entre las 8.51 y las 9.47 de la mañana. Las tres primeras golpearon el metro londinense (el tube), en las estaciones de King’s Cross, Edgware Road y Aldgate, y la cuarta explotó en un autobús de dos pisos en Tavistock Square. A última hora del pasado jueves 14 de julio, el número de muertes ascendía a 52 personas y había cientos de heridos. Se eligió el momento perfecto, haciéndolos coincidir con la apertura de la Cumbre del G8 en Gleneagles, Escocia. La concesión de los Juegos Olímpicos de 2012 a Londres la noche anterior fue, sin embargo, casualidad, si se tiene en cuenta el tiempo necesario para la preparación de los atentados. A diferencia de las explosiones de Madrid, que se produjeron tan sólo un par de días antes de las elecciones generales, las explosiones de Londres no pretendían provocar un cambio de Gobierno (el Presidente Blair acababa de ganar las elecciones), sino transmitir un firme mensaje a Occidente en general y a los Estados del G8 en particular: ningún aliado de Estados Unidos es invulnerable.

Los expertos de la Policía Metropolitana de Londres y otras autoridades británicas creyeron desde las primeras horas posteriores a los atentados que Al Qaeda o alguna rama suya se encontraban tras los mismos. A diferencia de las primeras reacciones tras los atentados de Madrid, nadie sugirió seriamente que una organización terrorista local (tal como el IRA, por ejemplo) pudiese ser responsable. El IRA, decidido a ser aceptado como actor político legítimo, sencillamente perdería demasiado capital político. Además, los atentados fueron bastante similares a los de Madrid en marzo de 2004, de forma que desde el primer momento fue obvia la existencia de un vínculo con el extremismo islámico. No obstante, siguen existiendo dudas en torno a si debería considerarse creíble o no la declaración publicada en Internet por una cierta “Organización Secreta de Al Qaeda en Europa”. Esta organización, anteriormente desconocida, celebró las explosiones como “un ataque bendito” cometido por los muyahidines que haría que Gran Bretaña se consumiese de “miedo, terror y pánico en el norte, sur, este y oeste”. La declaración también contenía una advertencia para Italia y Dinamarca como aliados de Estados Unidos en Irak.

Los expertos dudaron en un primer momento de que los ataques hubiesen sido atentados suicidas. Puesto que se parecían a los de Madrid, parecía más probable que las bombas se hubiesen activado mediante teléfonos móviles. No obstante, el miércoles 13, casi una semana después de las explosiones, los portavoces de la Policía Metropolitana de Londres confirmaron que los atentados habían sido de hecho atentados suicidas. El sistema de televisión en circuito cerrado de la estación del Thameslink entre Leeds y la estación londinense de King’s Cross contenía imágenes de cuatro hombres jóvenes con mochilas que posteriormente se montaron en trenes distintos. Obviamente, estas cuatro personas detonaron personalmente las bombas escondidas en sus mochilas en los tres trenes y en el norte (primera¾autobús. También se descubrió que los lugares de los atentados   se escogieron para¾explosión), sur (segunda), oeste (tercera) y este (cuarta) simular una cruz cristiana, una señal para todos los testigos de que los autores de los mismos se veían a sí mismos como “mártires”.

Como resultado de las explosiones todo el sistema de transporte público, incluyendo los trenes y los autobuses, fue cerrado durante horas. Los londinenses, acostumbrados a los atentados terroristas del IRA durante muchos años, se lo tomaron con calma, llorando a sus víctimas y a sus heridos pero siguiendo con sus vidas sin dejarse llevar por el pánico.

Los terroristas suicidas
A fecha de hoy, jueves 14, los cuatro hombres bomba han sido identificados. Todos ellos procedían de Leeds. Nadie los tenía por fanáticos, ni la policía ni sus vecinos y amigos, y ninguno de ellos visitó nunca ninguno de los sitios más frecuentados por los fanáticos musulmanes. A Shezad Tanweer, de 22 años, que mató a siete personas en Aldgate, se le conocía como un entusiasta del cricket y el ju-jitsu, guapo y con el pelo teñido. Se sabía que era un musulmán devoto y que visitaba las mezquitas regularmente, pero nunca expresó interés alguno en política. Mohammed Sidique Khan, de 30 años y que también asesinó a siete personas en Edgware Road, era un profesor adjunto en la escuela primaria, estaba casado y tenía un bebé de ocho meses. Hasib Hussain, de 19 años y que mató a 13 personas en el autobús de dos pisos en Tavistock Square, sí que tuvo de hecho una juventud conflictiva. Con fracaso escolar, cambió su vida justo después de una peregrinación (hajj) a La Meca y una visita a Pakistán. Aun así, no existían indicios de que se hubiese convertido en un fanático. Del último de los identificados, Ejaz (Nadim) Fiaz, de treinta y pocos años y que mató a más de 30 personas en un tren de la línea de Picadilly en King’s Cross, se sabe poco hasta la fecha. Puesto que su transformación en terroristas suicidas sorprendió en sus lugares de origen, la policía teme que puedan ser miembros de una célula terrorista más amplia. Así, podrían esperarse más atentados. Las fuerzas de seguridad investigan en la actualidad el entorno de estos cuatro autores de los atentados. Hasta la fecha ya han encontrado un lugar destinado a la fabricación de bombas con una cantidad importante de explosivos.

Valoración: el impacto de los atentados perpetrados en Londres
En primer lugar, los atentados terroristas del pasado 7 de julio destacan el hecho de que nos enfrentamos a una nueva generación de terroristas islámicos. Estos nuevos terroristas actúan por su cuenta, sin directriz alguna de la cúpula de Al Qaeda. Todo lo que necesitan es una base ideológica para sus actos, los conocimientos necesarios para llevarlos a cabo y, por supuesto, armas y explosivos. La ideología y los conocimientos provienen de Al Qaeda y sus grupos afiliados, por medio, por ejemplo, de vídeos de entrenamiento disponibles en determinadas páginas Web de Internet. Las armas son mucho más difíciles de conseguir, y las fuerzas del orden del Reino Unido no saben todavía de dónde procedían originariamente los detonadores y los explosivos de tipo militar empleados en los atentados. Con todo, hasta la fecha el mayor obstáculo para este tipo de atentados suicidas era la especial forma de pensar necesaria para perpetrarlos, al menos en opinión de los expertos de seguridad. Antes de los atentados de Londres, se daba por hecho que en los Estados occidentales no existía la infraestructura necesaria para que se produjesen atentados suicidas. Los expertos de seguridad (el autor de este documento incluido) creían que un terrorista suicida necesitaría una supervisión física y psicológica constante hasta la fase final del atentado para poder hacer frente al estrés mental de un atentado de ese tipo. Nadie estaba preparado para creer que un grupo de musulmanes procedentes de un entorno de clase media con orientación occidental fuese capaz de hacer algo así. Sin embargo, los acontecimientos demostraron lo contrario. Resulta escalofriante pensar que estos atentados suicidas, los primeros en Europa, puedan ser el preludio de más atentados de este tipo, cometidos por hijos (e hijas) de inmigrantes musulmanes nacidos en Occidente. Evitar dichos ataques en sociedades abiertas parece ser de hecho “misión imposible”.

En segundo lugar, atentados terroristas como los de Londres y Madrid son ejemplos típicos de lo que se conoce en la actualidad como “guerra asimétrica”. Los atentados terroristas son normalmente la herramienta empleada por los débiles, es decir, por los movimientos que carecen de suficiente poder como para hacer frente a su enemigo (real o imaginario) en un campo de batalla. La guerra contra el terrorismo en Afganistán e Irak es un buen ejemplo de ello: las fuerzas aliadas, bajo el liderazgo de Estados Unidos como última superpotencia, disponen de un arsenal impresionante en tierra, mar y aire. Así, cualquier campaña convencional contra esta alianza dirigida por Estados Unidos sería inútil y suicida. La única opción que queda a los ojos de los acérrimos baatistas iraquíes o los extremistas musulmanes internaciones es una campaña terrorista. Los objetivos no sólo son soldados y los emplazamientos no quedan limitados a Afganistán o Irak, sino que los objetivos son bastante a menudo civiles inocentes (trabajadores con contrato en Bagdad, por ejemplo, o turistas en Bali, o ciudadanos de Madrid o Londres). El propio Osama bin Laden declaró que el terrorismo es el arma más temida de la era moderna, ya que ataca a la psique de los ciudadanos europeos y estadounidenses. Debido a lo imprevisible de este tipo de ataques, la población en su conjunto experimenta sentimientos de temor e indefensión, lo cual va minando progresivamente la capacidad de sus Estados de actuar con decisión contra los terroristas y sus exigencias.

Por desgracia, dichos ataques también consiguen que se extienda la sospecha y que, una y otra vez, terminen produciéndose actos sin sentido de contraviolencia contra otros inocentes. En los Países Bajos, por ejemplo, se prendió fuego a varias mezquitas como “venganza” por el asesinato de Theo van Gogh, y el periódico árabe al Jazeera afirma que los musulmanes británicos ya han recibido mensajes de odio donde se les amenaza con acciones de venganza por las bombas de Londres. El presidente de la Asociación Musulmana de Gran Bretaña, Ahmed Sheikh, teme que las mujeres que se cubran la cabeza con un velo (hijab) puedan correr especial peligro. Así, debería resaltarse una otra y otra vez que nosotros, Occidente, no luchamos contra el Islam y los musulmanes en general, y que los extremistas son de hecho tan sólo un grupo muy reducido. Si no lo conseguimos, si empezamos a ver en cada ciudadano musulmán a un posible terrorista, entonces no haremos sino reforzar las fuerzas contra las que luchamos. Haremos que cada vez una mayor parte de nuestros ciudadanos que resulten ser musulmanes se vaya alejando cada vez más, convirtiendo así una parte significativa de nuestras sociedades en un campo de reclutamiento para Osama bin Laden y sus seguidores.

Otro resultado de estos atentados es la solicitud inmediata de leyes más duras y mayor poder para las fuerzas del orden. El Presidente Blair ya sugirió que podrían acelerarse ciertas leyes en el Parlamento que incluirían disposiciones relativas a nuevos delitos tales como aprobar o glorificar actos de terrorismo. Aparte de oler a populismo, el acelerar los planes de leyes antiterroristas más duras en caliente, justo después de los atentados, presenta el peligro de que se sacrifiquen ciertos derechos democráticos con el difícil objetivo de conseguir una seguridad total. El arresto indefinido de sospechosos de terrorismo probablemente sea la medida que más dudas suscite, por muy tentador que pueda resultar introducir semejante ley tras un atentado: una ley así facilita el modo de hacer frente a personas sospechosas de terrorismo o al menos de apoyarlo, pero contra las cuales no existen pruebas suficientes como para llevarlas ante la justicia. En este punto uno debería volver la vista a España como modelo de cómo hacer frente al terrorismo sin sacrificar los valores democráticos. El arresto indefinido es un camino que no siguió el Gobierno de Rodríguez Zapatero.

La solicitud de leyes más duras no se limita a sociedades inmediatamente afectadas por atentados terroristas. La “Organización Secreta de Al Qaeda en Europa” mencionaba expresamente a Italia y Dinamarca como posibles siguientes objetivos, y Estados con una amplia población musulmana como Bélgica, Francia, Alemania y Países Bajos podrían estar también entre los posibles objetivos. En consecuencia, también en estos Estados están debatiéndose leyes antiterroristas. En Alemania, por ejemplo, los atentados del 11-S en Nueva York, el 11-M en Madrid y ahora el 7-J en Londres alimentan un controvertido debate en torno a un mayor poder del Bundeswehr (el ejército alemán) dentro del país, para, por ejemplo, proteger los aeropuertos y otras infraestructuras importantes.

Sea cual sea la reacción individual de los Estados, la Unión Europea en su conjunto debe actuar con decisión para crear lo que The Times de Londres llamó una atmósfera más dura para los terroristas que actúen en Europa. Los Ministros de Economía y Finanzas de la UE han acordado ya introducir medidas para bloquear el acceso de los terroristas a cuentas bancarias tras los aproximadamente tres (un año y¾atentados de Madrid. Los atentados de Londres   deberían dotar de un nuevo impulso a estos¾medio) años después de los de Madrid planes, llevando a casa el mensaje de que son necesarias acciones contundentes ahora, y no en un futuro indefinido.

Dicho esto, combatir el terrorismo mediante la introducción de leyes más duras o la creación de nuevas unidades antiterrorismo a nivel nacional y de la UE no conllevará necesariamente una mayor seguridad. Dichas medidas, en cualquier caso, son fundamentalmente reactivas; lo que se necesita desesperadamente son mayores acciones preventivas en la guerra contra el terrorismo. Apoyar a los movimientos democráticos en países musulmanes sería una táctica sensata a este respecto.

Conclusión

Sociedades abiertas y terrorismo
Atentados como los recientemente perpetrados en Londres probablemente continúen produciéndose en el futuro. En cierta medida, estos atentados son el precio que tenemos que pagar por inmiscuirnos en los asuntos de Oriente Medio. Si pretendemos vencer en la guerra contra el terrorismo y si estamos decididos a intentar construir sociedades democráticas en todo el mundo, obligando así a cambiar a muchas sociedades tradicionales, o al menos conservadoras, nosotros, las sociedades occidentales en su conjunto, estamos expuestas a sufrir atentados una y otra vez, a nivel nacional al estilo de Madrid y Londres (y, en el peor de los casos, al estilo de los atentados del 11-S), y a nivel internacional, al estilo de los atentados de Yerba y Bali o de Luxor, en Egipto, en 1996. En sociedades abiertas, resulta sencillamente imposible evitar dichos atentados. Como dijo una vez un terrorista: “Vosotros tenéis que tener éxito todas las veces, nosotros sólo tenemos que tener éxito una vez”.

Los atentados terroristas no pueden justificarse ni disculparse nunca. Aun así, es importante analizar los motivos de los mismos para evitar que sucedan con demasiada frecuencia. En el caso de las bombas colocadas en Madrid y Londres, las motivaciones parecen ser las mismas: venganza por la ocupación occidental de Afganistán e Irak en particular y por lo que se consideran injusticias cometidas contra las sociedades islámicas en general. El número dos de Al Qaeda, Aiman al Zawahiri, declaró recientemente que sería un error que los musulmanes creyesen que las fuerzas occidentales en Afganistán a Irak (a los que denominó “cruzados”) pueden ser derrotadas por medios pacíficos. Por desgracia, en vista de las acciones de las fuerzas dirigidas por Estados Unidos en estos dos países, su mensaje resulta atrayente para muchos jóvenes musulmanes de todo el mundo. La muerte de civiles inocentes, por ejemplo, en Faluya, los ataques erróneos a fiestas de boda en Afganistán, la profanación del Corán o la tortura (real o imaginaria) de iraquíes en Abu Ghraib o la Bahía de Guantánamo transmiten un mensaje mucho más poderoso de lo que haya podido hacerlo nunca un discurso sobre democracia. Y, tal y como muestran las bombas colocadas en Londres, este mensaje encuentra oídos dispuestos incluso entre jóvenes musulmanes educados en Occidente.

Tristemente, la forma en que en la actualidad libramos muestra guerra contra el terrorismo es la mejor herramienta de relaciones públicas con la que podrían soñar Osama bin Laden y sus seguidores. De lo que tenemos que darnos cuenta es de que no sólo luchamos contra algo, sino también por algo: por nuestros valores democráticos, por nuestro modo de vida. Para retomar un viejo lema, deberíamos también librar una guerra para conquistar mentes y corazones. Esta guerra ya existe en las sociedades musulmanas. Personas como Al Zawahiri sufren ataques por parte de influyentes estudiosos e intelectuales musulmanes. Por ejemplo, Sheikh Muhammad Sayed Tantawi, el principal clérigo de la influyente Universidad Al Azhar de El Cairo, Egipto, y la más alta autoridad en el Islam suní, declaró que la meta de expulsar a las tropas occidentales de Irak no podía usarse como justificación para asesinar a civiles inocentes. Y todos los líderes influyentes del mundo musulmán condenaron los atentados de Londres, incluyendo el Hamás palestino, por cierto.

En nuestra guerra contra el terrorismo deberíamos apoyar a esas voces críticas ofreciendo señales políticas serias para la resolución de los conflictos en Oriente Próximo y Oriente Medio y un plan orientado hacia el futuro para un Irak democrático (incluyendo los fondos necesarios para hacerlo realidad). En el frente nacional deberíamos dejar de limitarnos a hablar de “sociedades multiculturales” y empezar a intentar seriamente integrar a estas personas y dejar de ignorarlas. Está claro que resulta imposible evitar todos los futuros ataques terroristas, pero quizás seamos capaces al menos de evitar los peores, evitando así otro “Irak a orillas del Támesis”.

Peter Lehr
Investigador asociado en el Centro para el Estudio del Terrorismo y la Violencia Política, Universidad de St. Andrews