Los ataques terroristas de Londres: impacto del 7-J en los musulmanes británicos

Los ataques terroristas de Londres: impacto del 7-J en los musulmanes británicos

Tema: Este análisis examina las implicaciones de los ataques terroristas perpetrados en Londres el 7 de julio para los musulmanes británicos.

Resumen: El presente análisis examina las implicaciones de los atentados terroristas perpetrados en Londres el 7 de julio de 2005 para los musulmanes británicos, y plantea las distintas reacciones y percepciones suscitadas entre las comunidades musulmanas británicas en el período inmediatamente posterior a la consumación de tales atrocidades. Analiza el impacto emergente de los atentados en los musulmanes británicos, así como las modalidades de respuesta a sus inquietudes por parte de las autoridades británicas.

Análisis: Los atentados terroristas del pasado 7 de julio de 2005 en Londres han reavivado los recuerdos de acontecimientos similares, como los que se produjeron en Madrid en marzo de 2004, cuando los usuarios de los transportes públicos también fueron blanco de una violencia terrorista indiscriminada. Cabe destacar que, si bien las circunstancias políticas de Madrid y Londres parecen muy distintas (con el gobierno español, a diferencia del británico, en puertas de unas elecciones generales inminentes), los medios británicos se han apresurado a señalar las lecciones que Londres podría aprender a raíz de la experiencia de Madrid. Por un lado, se ha puesto de manifiesto la necesidad de que el Gobierno británico no escatime esfuerzos para que los supervivientes de las explosiones y los familiares de las víctimas no se sientan ignorados por la autoridades, situación que parece haberse producido en España. Por otro lado, un apunte más positivo es que ha instado a los ciudadanos británicos a seguir el ejemplo de España de no reaccionar, como consecuencia de los ataques terroristas, con odio hacia los musulmanes residentes en aquel país. De hecho, uno de los principales retos tras los atentados de Londres consiste en el modo de evitar una reacción violenta contra los musulmanes británicos que podría tener implicaciones graves a largo plazo para las relaciones sociales.

Gracias a los recientes desarrollos políticos globales, los musulmanes británicos son muy conscientes de la magnitud de los actos terroristas que se están perpetrando, presuntamente en nombre del Islam. También se sabe hasta qué punto estos actos han estado vinculados al concepto de jihad, a pesar del hecho de que entre los propios musulmanes, el significado de jihad se ha venido debatiendo –y contestando– desde tiempos del profeta Muhammad hasta nuestros días. Hasta el 7 de julio de 2005, no obstante, este terrorismo se dirigía a objetivos situados fuera del Reino Unido. Y mientras que los musulmanes británicos no quedaron libres de represalias –se produjeron diversos ataques documentados a los musulmanes en el Reino Unido después del 11-S– en cierto modo las repercusiones íntegras de estos acontecimientos se vieron “amortiguadas”. Ahora que los terroristas islamistas –posiblemente vinculados a la red de al-Qaeda– han atacado Londres (donde una de cada siete personas es de origen musulmán), las implicaciones de este tipo de violencia se han hecho sentir en el hogar de los musulmanes británicos de un modo inusual y más agudo, instando a acciones por parte de la comunidad y los líderes religiosos, y al distanciamiento por parte de los individuos musulmanes de los responsables de los atentados. Después del 11-S, los musulmanes británicos dieron muestras de cierta condena e indignación. Sin embargo, Nueva York se hallaba miles de kilómetros de distancia, lejos de las realidades cotidianas experimentadas por la mayoría de musulmanes británicos. Ahora, las acciones terroristas se han producido literalmente allí donde los musulmanes británicos viven y trabajan (las estaciones de metro de Aldgate y Edgware Road, por ejemplo, están próximas a importantes centros de vida islámica en Londres), por lo que en Londres y el Reino Unido los musulmanes británicos están tan amenazados como cualquier otra persona: de hecho, entre los fallecidos, heridos y desaparecidos parecen contarse una serie de musulmanes locales de distintas procedencias.

Sin embargo, lo que distingue a los musulmanes británicos de la mayoría de ciudadanos del Reino Unido es el hecho de que podrían convertirse propiamente en víctimas de las represalias, debido a su presunta “culpabilidad por asociación”. Dilowar Hussain, director de la mezquita del Este de Londres (muy próxima a la estación de metro de Aldgate), difundió un mensaje entre la población musulmana de que no cundiera el pánico, aunque debían adoptarse las precauciones necesarias y mantenerse alerta: ha expresado estar especialmente preocupado por la posibilidad de un ataque a la mezquita. (The Times, 8/7/05, pág. 17). Al cabo de tan sólo unas horas de los ataques terroristas, se produjeron indicios de que las represalias ya habían empezado a tomar forma, por ejemplo, mediante el envío de más del 30.000 mensajes abusivos por correo electrónico al menos a una web de musulmanes, que produjo un colapso en el servidor, y el sospechoso incendio que se produjo en una mezquita en Leeds (así como el bombardeo con gasolina de un templo Sikh en Kent). El sábado, ya se habían registrado 70 incidentes, incluyendo los presuntos incendios, dos posibles asaltos, insultos verbales y llamadas amenazadoras. Tal como comentó un estudiante musulmán de la Universidad de Oxford: “Hemos quedado atrapados en el diagrama de Venn. Llevamos dos etiquetas: Británica y Musulmana. El resto de la población británica nos mira y piensa: ‘¿Dónde encajan?’ El problema es que la palabra ‘musulmán’, hoy en día, es sinónimo de terrorismo.” Entre otras de las respuestas de los musulmanes de a pie que se publicaron en la prensa, se incluye el siguiente comentario: “No deberíamos llamar musulmanes a las personas responsables de estos actos… ya que sus corazones no albergan misericordia alguna. Merecen ser expulsados y castigados.” Por un lado, se criticó la actitud del Gobierno británico por su excesiva indulgencia para con los militantes islámicos que viven en el Reino Unido, quienes, según se ha percibido, han mancillado la reputación del resto de la población. Por otra parte, otros musulmanes son de la opinión de que las autoridades han sugerido demasiado prematuramente que los bombardeos fueron obra de militantes islámicos, lo que conllevaría represalias para los musulmanes británicos, que ya estaban sometidos a una investigación exhaustiva. (Daily Telegraph, 9/8/05, pág. 8). De todos modos, los musulmanes relatan su indignación y desolación por la violencia indiscriminada vinculada a su religión.

Así pues, los líderes musulmanes de todo el país han condenado inequívocamente las atrocidades y han reivindicado en repetidas ocasiones la “britanicidad” de los musulmanes que viven en el Reino Unido. Al mismo tiempo, también han advertido a sus comunidades que estén preparadas frente a las posibles reacciones violentas. Sir Iqbal Sacranie, recientemente nombrado Secretario General del Consejo Musulmán de Gran Bretaña (MCB –posiblemente la organización islámica más representativa del Reino Unido–), ha subrayado la respuesta general en su llamamiento a la unidad, que ha gozado de amplia cobertura en los medios: “esperamos mantenernos unidos en tiempos de crisis y no permitir que los extremistas nos dividan”. Para él, con independencia de quienes fueran los responsables de los atentados y de su credo, la búsqueda de la “justicia” nunca puede utilizarse como excusa para la justificación de actos violentos de injusticia contra inocentes (Daily Telegraph, 8/7/05, pág. 25). Según el MCB, tales actos indiscriminados de terror son actos de maldad que “nos convierten a todos en víctimas” (Daily Telegraph, 8/7/05, pág. 25). Conjuntamente con “Churches Together in Britain and Ireland” (una organización rectora que se adhiere a la corriente ideológica de las denominaciones cristianas), el MCB también ha publicado un comunicado conjunto de repudia al uso de este tipo de violencia, que deniega la utilización de preceptos religiosos para justificar delitos radicalmente contrarios a las doctrinas y prácticas musulmanas y cristianas. La Federación de Sociedades Islámicas de Estudiantes ha emitido una condena tajante similar a “estos actos cobardes de violencia” que han representado “un ataque frontal a nuestros valores humanos compartidos”. La misma condena ha sido declarada por la Sociedad Islámica de Gran Bretaña, que ha prometido “mantener su solidaridad con la nación”, con su presidente, Munir Ahmed, que insta a la población a “mantener vivo el espíritu olímpico… el terrorismo no nos derrotará” (ISB Nota de prensa, 8/7/05, pág. 17). De un modo similar, la Misión Islámica del Reino Unido, se ha desvinculado totalmente de cualquier organización que lleve a cabo actos contrarios a las enseñanzas del Islam, sean musulmanes o de otro tipo, cuyo dogma está basado en la paz, la justicia, la libertad y el amor a la humanidad (UKIM Nota de prensa, 8/7/05). En las mezquitas de todo el país, los imanes aprovecharon el foro de las plegarias del viernes para condenar los atentados e instar a sus fieles a no sentirse avergonzados, sino a seguir adelante con sus vidas cotidianas con normalidad. El Secretario de Estado, Charles Clarke, ha destacado del mismo modo la importancia de defender a la población multicultural del Reino Unido y ha expresado su preocupación acerca de cierto lenguaje utilizado en los medios, especialmente en los programas de radio con la participación de los oyentes. Azad Ali, presidente del Foro de Seguridad Musulmán, sede de reunión de líderes islámicos y altos funcionarios del cuerpo de policía para el debate de la política del terrorismo y otras cuestiones, ha reforzado esta perspectiva, afirmando que, si bien se sentía satisfecho con el modo en que, hasta el momento, la policía estaba abordando los delitos de odio racial, los medios de comunicación no estaban resultando de demasiada utilidad al emplear términos como “terrorista islámico”. Por el contrario, instaban a que se ciñeran a la terminología utilizada por la policía, que declaró que los ataques fueron obra de criminales: según su perspectiva, todos debemos recordar que los “delitos se cometen por individuos, no por comunidades” (Guardian, 9/7/05, pág. 7).

La condena procedente de distintas organizaciones musulmanas y grupos comunitarios desde el 7 de julio parece prevalecer ya que ha silenciado en gran medida las tentativas de condonación de las acciones terroristas. A diferencia de atrocidades anteriores, como en el 11-S, cuando incluso las voces liberales del Reino Unido sentían que la crítica de los musulmanes británicos al “terrorismo islámico” había sido silenciada y parecía existir un grado de ambivalencia acerca de los acontecimientos acaecidos más allá del Atlántico, las reacciones de los musulmanes británicos frente a los bombardeos de Londres parecen mucho menos ambiguas. En Luton (una ciudad situada al norte de Londres con una minoría musulmana sustancial), por ejemplo, incluso un líder local de un grupo radical, al-Muhajiroun, que el año pasado aclamó los atentados de Madrid y advirtió a la población británica sobre la posibilidad de que fuera blanco de ataques, prefirió no emitir comentarios a los medios, para centrarse, según sus propias palabras, en su familia. Asimismo, la prensa publicó que el grupo político islámico radical Hizb ut-Tahrir había respondido a los atentados distribuyendo panfletos en la mezquita central de la ciudad, de llamamiento a los musulmanes a la “unión como una sola comunidad y con una sola voz”, poniendo de relieve que las reglas del Islam prohibían causar daños a civiles inocentes (Guardian, 9/8/05, pág. 7), aunque a nivel nacional, mientras que Hizb ut-Tahrir emitió un comunicado de condena a la imputación de los atentados de Londres a extremistas islamistas, fue incapaz de denunciar los ataques de un modo explícito. Mientras tanto, la Asociación Musulmana del Reino Unido (MAB), una organización criticada por sus presuntos vínculos con grupos como Hamas, ha expresado su “indignación” ante los atentados, declarando en su comunicado que el “Islam ensalza la santidad de la vida humana en el sentido más elevado posible y considera el derramamiento de sangre de inocentes como un crimen de lo más atroz y repulsivo” (The Times, 8/7/05, pág. 17). Entre otros de los extremistas conocidos que mantuvieron su discreción durante todo este período, cabe citar a Omar Bakri Muhammad, el conocido clérigo radical cuya defensa de la violencia ya ha sido denunciada por la mayoría de comunidades musulmanas británicas. En general, las organizaciones islámicas del Reino Unido parecen haber optado por un enfoque menos confrontacional en relación con los desarrollos producidos en Londres, a diferencia de la postura adoptada frente a los acontecimientos que tuvieron lugar en 2001.

El consejo práctico emitido por diversas organizaciones musulmanas sobre el modo de responder a la crisis, sin embargo, ha variado, poniendo de relieve el ámbito en el cual los musulmanes británicos no necesariamente hablan con una misma y única voz. La Comisión Islámica de Derechos Humanos (IHRC), por ejemplo, a partir de sus estrechos conocimientos del modo en que se vio afectada la vida de muchos musulmanes británicos a raíz de los acontecimientos del 11-S, ha recomendado a los musulmanes que no viajen ni se desplacen a menos que sea estrictamente necesario. En concreto, ha advertido a las mujeres musulmanas que no se dirijan solas a zonas aisladas por miedo a posibles represalias. En caso de ataque, sin embargo, ha instado a las víctimas a no ensañarse y a informar de ello a la policía y autoridades competentes. Es digno de mención que el portavoz del IHRC, Massoud Shadjareh, crítico recalcitrante de las políticas del Gobierno británico frente a la “guerra contra el terrorismo”, ha admitido que “la policía ha mostrado hasta el momento una actitud sumamente responsable, al igual que el Secretario de Estado. [De hecho] me sorprende verme realizando tales declaraciones.” La Asociación Musulmana de Inglaterra también ha resaltado la vulnerabilidad potencial de las mujeres que lleven pañuelo, y ha solicitado a la policía que se plantee el hecho de conferir protección adicional a las mezquitas y escuelas islámicas, advirtiendo a los musulmanes que se abstengan de realizar viajes innecesarios. Por el contrario, Inayat Bunglawala de MCB ha aducido que, si bien la comunidad musulmana debe tomar precauciones, es “ridículo que se encierre en casa. Es importante que los musulmanes británicos sean considerados parte integrante de la comunidad en la que viven.” (Guardian, 9/7/05, pág. 7). El Dr. Mohammad Naseem, presidente de la mezquita central de Birmingham, también ha cuestionado los consejos de IHRC, describiéndolos como “algo excesivos” (The Independent, 8/7/05, pág. 27).

Mientras que la amplia mayoría ha reiterado su solidaridad con el ciudadano británico medio, y ha rechazado situarse en el mismo campo que los extremistas islámicos, existen indicios que sugieren que muchos musulmanes británicos estarían a favor de mantener unos debates más abiertos sobre los motivos que causaron los atentados. Al igual que después del 11-S, cuando se relacionó directamente el ataque a las Torres Gemelas con la política exterior estadounidense, muchos musulmanes del Reino Unido no pueden rechazar fácilmente la existencia de una estrecha conexión entre los atentados de Londres y las recientes decisiones de política exterior que se han tomado en el Reino Unido. El Primer Ministro, Tony Blair, y otros pueden hablar del deseo de los terroristas de atacar la cultura británica y el modo de vida británico –en otras palabras, sus valores– pero para muchos musulmanes esta explicación resta excesiva importancia al efecto negativo de las acciones británicas emprendidas en lugares como Afganistán e Irak. Para ellos, los ataques terroristas de Londres no iban en contra de los británicos por quiénes son, sino por el modo cómo actúan. Partiendo de esta conexión, los musulmanes británicos ciertamente no aceptarían la justificación de la violencia, sino que, desde su perspectiva, ayudaría a disipar cierto sentimiento antimusulmán más extendido que se generará a raíz de los acontecimientos producidos en Londres. La aceptación de este tipo de vínculo político desviaría la atención de las presunciones sobre el supuesto “choque de civilizaciones” que suele cimentar el debate acerca de las relaciones entre musulmanes y occidentales, centrándolo en unos motivos más concretos y tangibles como origen de este resentimiento musulmán. Tal como señaló David Gardner en el Financial Times (8-9/7/05, pág. 12): “una abrumadora mayoría de musulmanes no nos odian por nuestras libertades. Sin embargo, nos desprecian por [nuestras] políticas y algunos de los más frustrados, entre ellos, son presa de los cantos de sirena de los jihadis.” Insistir en el hecho de que los terroristas quieren destruir (en palabras de Blair) “aquello que nos es más querido” no es de ninguna utilidad para muchos de los musulmanes británicos, ya que se corre el riesgo de enajenarlos y, a través de sus presunciones sobre las diferencias existentes entre los musulmanes y otros ciudadanos británicos, fomenta el racismo y un sentimiento de exclusión.
 
Por tanto, otro de los aspectos de la situación actual que conlleva implicaciones para los musulmanes británicos es la especulación creciente acerca de la identidad de los terroristas. En la actualidad, los investigadores prosiguen con su ardua tarea de establecer si los ataques perpetrados en Londres fueron obra de extremistas recientemente desplazados a Europa o de un grupo formado en el país. Las teorías que circulan en estos momentos incluyen la posibilidad de que los terroristas sean: (1) ciudadanos británicos autodidactas formados en el propio país; (2) profesionales extranjeros experimentados (aunque dotados de apoyo local); (3) “Víctimas de Irak”, es decir ciudadanos británicos procedentes de la guerra de Irak o que se han instruido con insurgentes en Irak; y (4) un grupo heterogéneo de personas con distintos antecedentes, que son partícipes del mismo compromiso hacia la violencia en nombre de la religión (The Observer, 10/7/05, pág. 3). Otros comentaristas han hecho referencia concreta a una posible conexión con Madrid, debido a las aparentes similitudes existentes entre ambos ataques (The Times, 9/7/05, pág. 9).

No obstante, la prensa popular, hasta el momento, se ha apresurado a rechazar las pretensiones del presidente del partido RESPECT –Coalición Unitaria, que es en sí misma una plataforma política que proviene directamente del movimiento pacifista– el ex-diputado Laborista George Galloway, que imputa al Gobierno la culpabilidad de los ataques por sus acciones en Irak, y que afirma que ahora el Reino Unido está “pagando el precio” de su participación en la guerra de Irak (aunque curiosamente el periódico de derechas Daily Mail –8/7/05, pág. 18– se complació en publicar los siguientes comentarios de Max Hastings: “el precio de ser el principal aliado de América, al unirse a la aventura emprendida por el Presidente Bush en Irak, tenía muchas probabilidades de cobrarse sangre de víctimas inocentes en Londres”, comunicado que contó con la presunta adhesión de muchos de los musulmanes británicos –y, de hecho, de grandes segmentos de la población en general–). Al rechazar este tipo de explicación de un modo tan rotundo, se corre el riesgo de que muchos musulmanes británicos no se sientan escuchados, y que perciban que sus puntos de vista no son tan importantes como los de los miembros de otros grupos integrantes de la sociedad británica actual. Ello no significa que los musulmanes británicos deban creer necesariamente que el hecho de subrayar la importancia de la guerra de Irak excusa la violencia desatada en Londres: tal como Sher Khan, presidente del Comité de Asuntos Públicos de la MCB, argumentó poco después de que se produjeran los atentados, “Sea cual sea la opinión que se tenga sobre la actual política exterior del Reino Unido, ello no es excusa para asesinar a personas inocentes que se dirigen a sus puestos de trabajo.” The Guardian, 8/7/05, pág. 23). Lo que parecen sentir, sin embargo, es que el hecho de quitar importancia o negar por completo cualquier relevancia, anula sus puntos de vista como ciudadanos británicos legitimados a exponer sus opiniones sobre asuntos de tal magnitud nacional, equiparados a los de cualquier otra persona. Todas las percepciones en este sentido son importantes. Y es crucial que las autoridades británicas estén dispuestas a reconocer que, debido a una combinación de motivos religiosos e históricos, los musulmanes que viven en Inglaterra, y en cualquier otro lugar del mundo, poseen un marcado sentido de pertenencia a la umma, la población musulmana global. Bajo estas circunstancias, no resulta sorprendente el hecho de que se sientan frustrados, resentidos e incluso furiosos cuando en algún rincón del mundo musulmán o su diáspora son vulnerados o amenazados con un ataque. Rechazando, sin más, estas emociones colectivas, el hecho de –insistir en que el componente “británico” de identidad de los musulmanes británicos debería ser prioritario a cualquier otra cosa– no ayudará a las autoridades británicas a identificar unas estrategias a largo plazo que permitan hacer frente a los ataques generados por sus políticas en otros rincones del mundo, ya se trate de Irak, Afganistán o Palestina.

Conclusión: En conclusión, parece ser que –dejando aparte las teorías de conspiración (por ejemplo, se ha hecho pública la declaración de un adolescente musulmán del East End de Londres según la cual: “Inglaterra nos quiere expulsar. Apuesto a que Tony Blair lo ha hecho para que la gente nos odie”, The Observer, 10/7/05, pág. 20)– los musulmanes británicos han reaccionado de un modo menos “defensivo” ante los atentados de Londres que frente a anteriores incidentes de “terrorismo islamista”. Afirman de manera activa su “britanicidad”, y su completo rechazo a la violencia terrorista que se ha desatado tan cerca de sus hogares. Sin embargo, siguen siendo conscientes de que tales acontecimientos podrían desencadenar represalias contra sus comunidades, pero, a nivel global, parecen haber depositado más fe en el compromiso de protección asumido por las autoridades británicas ante esta situación. Autoridades y medios, no obstante, deberán ser capaces de actuar y no limitarse a pregonar la “unidad” e “integración”. La amplia mayoría de musulmanes británicos se ha hecho eco de su deseo de ser reconocido como un componente esencial de la sociedad británica durante este período de crisis nacional. En estos momentos, las instituciones religiosas y públicas y, en concreto, el gobierno británico están obligados a prestarles atención y a reflexionar sobre su opinión en cuanto a las políticas que van a instaurarse en su nombre, así como en nombre de toda una serie de personas que son las que integran la Inglaterra de hoy.

Humayun Ansari
Director del Centro de Estudios para las Minorías Étnicas, Royal Holloway College, Universidad de Londres