Las bombas de Londres y el contexto estratégico más amplio

Las bombas de Londres y el contexto estratégico más amplio

Tema: Con anterioridad a los atentados de Londres, las agencias británicas de contraterrorismo consideraban que la posibilidad de que Reino Unido sufriera un ataque era muy alta y que los terroristas bien podían ser británicos.

Resumen: El Reino Unido estaba excepcionalmente preparado para el desafío de un atentado terrorista islamista al haber creado una arquitectura de inteligencia muy integrada al mismo tiempo que desarrollaba una completa estrategia de contraterrorismo basada en el fortalecimiento de la sociedad londinense y británica y en minimizar los riesgos de terrorismo. A pesar de todo, los terroristas pasaron inadvertidos y burlaron las medidas de seguridad. Los atentados de Londres demuestran que la amenaza asimétrica del terrorismo no va a desaparecer a corto plazo, sino que lo más probable es que se afiance y cree mayor división dentro de nuestras sociedades democráticas.

Análisis: La investigación en torno a los atentados de Londres se está desarrollando con gran rapidez. Dos semanas antes de los ataques, los agentes del contraterrorismo británico repetían una y otra vez que el Joint Terrorism Analysis Centre (JTAC)  –centro de coordinación de inteligencia autónomo e integrado en el que participan representantes de las once agencias que participan en actividades de contraterrorismo– no cesaba de recibir información. La valoración de la amenaza era desalentadora: el ataque parecía inevitable. También subrayaron que los terroristas probablemente fuesen ciudadanos del Reino Unido, con la implicación de jóvenes británicos musulmanes de segunda o tercera generación. Este factor nacional les preocupaba mucho, ya que cuentan con cientos de sospechosos registrados en su base de datos, datos derivados de investigaciones nacionales e internacionales con detenciones y vínculos con ciudadanos británicos. Se hizo crucial impedir una reacción violenta contra las comunidades musulmanas británicas, ya que una previsible reacción xenofóbica o racista e incluso los actos de venganza sólo servirían para estimular el reclutamiento de extremistas británicos jóvenes y desilusionados. El hecho de que tres de los cuatro terroristas suicidas de Londres procediesen de Leeds en West Yorkshire tan sólo confirmó lo que todos esperaban. Tampoco resultó una gran sorpresa que existiese una conexión internacional de los terroristas nacionales, ya que los tentáculos de la cúpula de al-Qaeda en Pakistán ya habían aparecido en repetidas ocasiones en investigaciones anteriores y en detenciones de células terroristas durmientes en el Reino Unido.

En 2004 el servicio de seguridad británico había detectado tentáculos yihadistas pakistaníes al menos en dos ocasiones. En marzo, las autoridades británicas lanzaron la Operación Crevice y detuvieron a ocho individuos de nacionalidad británica y etnia pakistaní en una operación policial en la que se encontró más de media tonelada de nitrato de amonio que podría emplearse para fabricar artefactos explosivos. La actual investigación de los atentados perpetrados en Londres se está centrando en cualquier posible conexión existente entre los cuatro terroristas y los sospechosos detenidos en dicha Operación. En agosto de 2004, tras la detención de Mohammad Noor Khan, un especialista en comunicaciones al servicio de líderes de al-Qaeda en Pakistán, las autoridades británicas detuvieron a varios residentes británicos de origen pakistaní a los que se había estado vigilando a través de sus comunicaciones por correo electrónico con Khan. Esta operación secreta y conjunta de seguimiento y seguridad entre el Reino Unido y Pakistán salió a la luz después de que altos cargos estadounidenses revelasen a los medios de comunicación que Khan había sido detenido.

Es evidente que la cooperación en materia de seguridad entre el Reino Unido y Pakistán ha resultado satisfactoria en el pasado, fundamentalmente a través de detenciones en Pakistán de individuos con conexiones con sospechosos británicos. Por ejemplo, las autoridades pakistaníes afirman que sus actuaciones evitaron un importante atentado durante las elecciones generales de mayo en Reino Unido. Los dispositivos de seguridad puestos en marcha en Pakistán también han posibilitado la detención de más de 800 individuos sospechosos de mantener vínculos con al-Qaeda desde el 11-S. Este éxito, sin embargo, enmascara el problema sistémico de las madrasas religiosas (seminarios islámicos) bajo control de partidos extremistas islámicos ilegalizados en Pakistán. Oficialmente, Pakistán cuenta con 7.300 madrasas, pero la cifra real supera las 13.000, con un número de alumnos estimado en 1,7 millones. El gobierno pakistaní ha realizado mínimos avances en su regulación, la supervisión de sus finanzas y la reforma de sus programas de estudio. Igualmente, la dimensión pakistaní ha quedado patente por la presencia y detención de altos mandos de al-Qaeda, en concreto Abu Zubayda, Khalid Sheikh Muhammad, Ramzi Binalshib y Farraj al Libbi, quienes intentaron encontrar un refugio clandestino en muchos de los grandes centros urbanos de Pakistán. Con todo, es evidente para la mayoría de los analistas que Osama bin Laden y su número dos, Ayman al Zawahiri, nunca serían capturados en Pakistán, ya que esto provocaría una perturbación social masiva en la sociedad paquistaní.

La investigación británica ha dejado bien claro que tres de los cuatro terroristas de Londres pasaron más de tres meses en Pakistán entre noviembre de 2004 y febrero de 2005. Los investigadores están estudiando sus movimientos en Pakistán y su presencia en madrasas concretas e intentando determinar si fueron reclutados y aleccionados durante su estancia allí. Se sabe ya que uno de los cuatro terroristas, Mohammad Sidique Khan, había estado en contacto con un grupo militante pakistaní ilegalizado, Jaish-e-Mohammad, un grupo yihadista extremista que participa activamente en el conflicto de Cachemira. Y, lo que es aún más importante, las autoridades pakistaníes intentarán determinar si existió una estructura de control y un comando vinculado a al-Qaeda que dio apoyo a los terroristas de Londres en la preparación y ejecución de los atentados del pasado 7 de julio.

La dimensión pakistaní de los terroristas de Londres es, en muchos aspectos, un problema distinto y más grave que las redes y células magrebíes activadas en Madrid y otras células terroristas europeas. Las autoridades españolas y francesas tienen un control relativamente bueno de las redes y células terroristas vinculadas al Magreb que operan en el escenario europeo. La célula de Madrid tan sólo presentaba conexiones indirectas y tangenciales con fuentes extrarregionales de al-Qaeda. En 2004 las autoridades francesas detuvieron a 101 individuos sospechosos de terrorismo, y posteriormente España detuvo a otros 120. Estas enérgicas medidas de seguridad abrirán nuevas vías de investigación. No obstante, tanto a las autoridades españolas como a las francesas les preocupa una dimensión paquistaní del terrorismo, una fuente potencial de extremismo que son menos capaces de seguir y atacar que las redes norteafricanas. En España han salido a la superficie las conexiones paquistaníes tras la desactivación el año pasado de una célula terrorista de diez personas que vigilaba la Torre Mapfre en Barcelona.

La mano extranjera escondida tras los terroristas de Londres puede desviar temporalmente la atención del aspecto nacional, especialmente en referencia al problema de la radicalización y el reclutamiento de una nueva generación de europeos unidos tras una nueva bandera revolucionaria (el al-Qaedismo como ideología salafista-yihadista que se autoperpetúa). Se han realizado algunos estudios sobre los patrones y las tendencias de reclutamiento yihadista en Europa, pero deben realizarse muchos más, ya que este problema se ha convertido en una prioridad estratégica en el seno de la UE y para su coordinador de contraterrorismo, Gijs de Vries. Si queremos lograr un avance estratégico frente a esta amenaza, deberán invertirse más recursos en investigación en toda Europa, comparando las lecciones aprendidas por las autoridades españolas con las del Reino Unido y otros socios de la UE.

¿Dónde se produce el reclutamiento? Más allá de una dimensión puramente internacional, se han identificado tres áreas en Europa en relación con los procesos de conversión desde la radicalización hasta el reclutamiento activo: (1) los entornos radicales de las mezquitas y los grupos de estudio privados; (2) las cárceles; y (3) el ciberespacio en la difusión de la ideología del al-Qaedismo y su función como instrumento de reclutamiento.

El entorno radical de las mezquitas se hizo patente tras los atentados del 11-S, pasando a conocerse la capital británica como “Londonistán” –un imán ideológico geográficamente específico para los puntos de vista extremistas en torno al cual se agruparon radicales británicos e internacionales–. En estos entornos radicales de las mezquitas, los reclutadores y cazatalentos identificaban a posibles candidatos, se aproximaban a ellos y les invitaban a participar en grupos de estudio privados. En estas reuniones a puerta cerrada los reclutas potenciales eran adoctrinados por veteranos yihadistas sobre la necesidad de defender a sus correligionarios musulmanes acosados en zonas de conflicto, desde Chechenia y Cachemira hasta Argelia e Irak. Se mostraban violentos vídeos de estos campos de batalla para enardecer a los reclutas al mismo tiempo que el legado y el ejemplo de Abdalá Azzam se convertían en el sustento ideológico de la causa yihadista, animándoles a convertirse en la elite que encabezara el renacimiento del islam en el mundo. Estos procesos de reclutamiento se combinaban a veces con visitas a Pakistán, Arabia Saudí y otros lugares, e incluso llevaron a algunos a participar en la lucha yihadista en el exterior. La mayoría de los servicios de inteligencia occidentales son conscientes del potencial efecto “bumerán” del conflicto en Irak, ya que cierto número de musulmanes residentes en Europa han viajado hasta allí vía Siria para participar activamente en el conflicto junto con otros insurgentes procedentes del exterior. Fuentes de la inteligencia francesa calculan que más de 80-100 musulmanes franceses han participado en el conflicto. Según las fuerzas de seguridad británicas se calcula que 50 ciudadanos del Reino Unido han viajado al extranjero para participar en misiones terroristas, tanto de forma potencialmente activa como de apoyo logístico. Una de las principales preocupaciones es que los que regresen de Irak puedan aportar sus conocimientos en el manejo de explosivos, apoyar el reclutamiento e incluso participar en misiones terroristas contra sus propios países de origen. Esta preocupación se ve agravada por el entramado paralelo de redes asociadas a Abu Musab al Zarqawi en toda Europa.

Un segundo área de reclutamiento de yihadistas en Europa son las cárceles, sobre todo entre los recientemente convertidos al islam. Muchos de estos reclutas se unen para expiar culpas pasadas, ya que estos grupos les ofrecen una sensación de pertenencia y de misión. Este tipo de reclutamiento se ha venido produciendo en España entre los detenidos tras el ataque terrorista de Madrid (lo que ha llevado a su separación en cárceles diferentes), así como en Francia, Italia y los Países Bajos. Incluso ha llegado a detectarse en Suecia, donde una red criminal musulmana de 50 individuos que se hace llamar Asir está reclutando presos para la causa. Los conocimientos criminales-terroristas aportados por presos reclutados constituyen otra ventaja operativa. Está surgiendo en toda Europa un patrón de nexo crimen-terrorismo en el que las redes salafistas-yihadistas operan con bandas criminales de los Balcanes para el suministro de explosivos, armas y documentos de identidad falsos.

El tercer mecanismo de reclutamiento es el ciberespacio, en salas de chat yihadistas radicales y en sitios web vinculados a al-Qaeda. En el plano ofensivo, esta plataforma ha proporcionado a los encargados de reclutar gente incontables vías para llegar a los jóvenes musulmanes radicalizados, con los cuales establecen posteriormente contacto por medio del correo electrónico, obteniendo datos personales para asegurar que no entrañan riesgo alguno y posibilitar la comprobación de sus antecedentes antes de establecer contacto físico.

La expansión del ciberespacio también hace de él un medio de propaganda e incluso una herramienta de reclutamiento, aumentando la interacción social entre el entorno yihadista local y el mundial. En este aspecto han sido especialmente activas las fuerzas de al-Qaeda en la Península Arábiga desde la creación de revistas online tales como Sawt al JihadMuaskar al Battar y Al Neda, que contienen directrices e interpretaciones del Centro de Investigación y Estudios Islámicos de al-Qaeda. En agosto de 2004 apareció una nueva publicación, dedicada a mujeres yihadistas, Al Khansa, aumentando el espectro de usos potenciales de las mujeres más allá de su papel logístico ya establecido más pasivo. Esta nueva ciberdimensión abre innumerables vías para la transmisión de directrices de forma interna entre miembros operativos y simpatizantes y dentro de estos dos grupos. El ciberespacio podría ciertamente servir de señuelo a los servicios de inteligencia occidentales, proporcionándoles pistas sobre activistas y posibles reclutas, si bien ha venido resultando evidente que muchas de las células terroristas están bien versadas en técnicas de contravigilancia y en el modus operandi de los servicios de inteligencia occidentales en lo que respecta al seguimiento de todo tipo de comunicación electrónica. Desde la encriptación de CD-ROM y archivos informáticos hasta tarjetas SIM no identificables, teléfonos móviles y telefonía por satélite Thurayya de un solo uso, los asociados y afiliados a al-Qaeda han hecho uso de correos electrónicos codificados y “señalizados” como spam, salas de chat corrientes y buzones clandestinos para comunicaciones entre miembros de células y entre el centro operativo y la periferia. Entre las creativas técnicas clandestinas empleadas se encuentra el establecimiento de cuentas preasignadas de correo de Yahoo y Hotmail con nombres de usuario y contraseñas compartidos. Las células operativas se comunican alojando el borrador de un mensaje (un buzón clandestino) en el servidor sin tener que enviar o recibir en ningún momento correo electrónico. Esta técnica fue empleada por el interlocutor marroquí que participó en los atentados de Madrid para proporcionar conocimientos de explosivos argelinos mientras intentaba crear una nueva infraestructura para el Grupo Combatiente Islamista de Marruecos en Francia y Bélgica desde su refugio en Lanzarote. Está muy claro que al-Qaeda ha invertido mucho en arquitectura de conocimiento y en emplear las infinitas posibilidades ofrecidas por el ciberespacio, o lo que se ha denominado “lado oscuro” de la globalización. La cultura del terrorismo y el conocimiento técnico se ha difundido gracias a las incontrolables “estructuras de desarrollo orgánico” de la sociedad moderna.

Estos sitios web yihadistas radicales, con Sawt al Jihad y Muaskar al Battar al frente, difunden directrices, interpretaciones e inspiración a una nueva generación de mandos que pueden adaptarlas a sus circunstancias locales. Como tales, proporcionan una visión cristalina de dónde centrarán sus energías las células polimórficas inspiradas en al-Qaeda y resultan de un valor incalculable para los analistas de inteligencia a nivel estratégico. Entre los documentos más importantes elaborados recientemente por el Centro de Investigación y Estudios Islámicos de al-Qaeda se encuentra el documento de 113 páginas titulado Management of Barbarism. En la fase destinada a establecer Estados islámicos, el documento identifica objetivos vulnerables prioritarios clave: la Península Arábiga, Nigeria, Jordania, los Estados del Magreb, Pakistán y Yemen. Este documento apunta a una división en el seno del entorno inspirado en al-Qaeda entre quienes dan prioridad a impulsar el terrorismo contra enemigos cercanos (árabes) y quienes abogan por objetivos lejanos (occidentales). Según los que defienden la primera de las opciones, los atentados terroristas deberían dirigirse contra objetivos turísticos e instalaciones petrolíferas a fin de minar los recursos del adversario y como vehículo para atraer un nuevo apoyo muyahidín. También abogan por el desarrollo de una sofisticada estrategia de medios y propaganda específicamente encaminada a animar a los militares a unirse a las filas yihadistas. Management of Barbarism hace hincapié en la prioridad de secuestrar diplomáticos, una acción que, al igual que Irak, se explota por su inmenso valor propagandístico, y de ejecutar a los capturados para crear el máximo efecto de shock.

Para aquellos círculos yihadistas que abogan por dirigir la guerra terrorista contra enemigos más lejanos, el ciberespacio ofrece un vehículo de emisión de amenazas reiteradas, dirigidas fundamentalmente a los Estados de la coalición que participan en Irak y a aquéllos que vienen adoptando duras medidas de contraterrorismo desde el 11-S. El Reino Unido era un objetivo prioritario dada su estrecha vinculación con la campaña en Irak y la guerra contra el terrorismo en Afganistán, encabezadas por Estados Unidos, pero lo más probable es que los siguientes objetivos sean Italia o Dinamarca o ambos a la vez. El “efecto Madrid” –tratar de influir en la opinión pública y los políticos– probablemente lleve a las redes y células salafistas-yihadistas a responder al llamamiento de golpear a Estados que están flaqueando en su compromiso de mantener tropas en el conflicto iraquí. Como tal, el fantasma de acontecimientos similares a los de Madrid y Londres se cierne ya sobre Italia, tal y como ha admitido su ministro del Interior.

La amenaza polimórfica del al-Qaedismo supone una amenaza estratégica para Europa, que subraya específicamente el problema de la integración social y la “guetoización” en las principales capitales europeas. El reciente asesinato del controvertido cineasta neerlandés Theo van Gogh por parte del fanático islamista Bouyeri desató sentimientos de xenofobia, islamofobia y venganza contra las minorías étnicas y religiosas de los Países Bajos. En muchos aspectos, el terrorismo puso de manifiesto el problema latente de la radicalización y el reclutamiento de jóvenes musulmanes extremistas en toda Europa. El al-Qaedismo como bandera revolucionaria ya ha dejado de ser un problema marginal. Según la inteligencia francesa, existen en la actualidad 6.000 extremistas musulmanes clasificados como amenaza potencial para la seguridad nacional. La cifra en Reino Unido es de 3.000 sospechosos en las bases de datos de la inteligencia y las fuerzas de seguridad. Más preocupante quizá resulte un sondeo reciente realizado por la empresa ICM en Reino Unido que muestra que el 13,6% de los 1,6 millones de musulmanes de este país apoya a al-Qaeda. Esto significa que la amenaza que suponen los musulmanes criados en dicho país adquiere una nueva dimensión en términos de la magnitud y el alcance potenciales de la amenaza de terrorismo para el futuro. De esta forma, se hace imperativo invertir en estrategias de intervención contra la radicalización y el reclutamiento de una nueva generación de jóvenes extremistas musulmanes.

Conclusiones: El encaje de todas las piezas del rompecabezas de la investigación llevada a cabo en Londres llevará algún tiempo. El Reino Unido estaba excepcionalmente preparado para el desafío de un atentado terrorista islamista al haber creado una arquitectura de inteligencia muy integrada al mismo tiempo que desarrollaba una completa estrategia de contraterrorismo basada en el fortalecimiento de la sociedad londinense y británica y en minimizar los riesgos de terrorismo. A pesar de todo, los terroristas pasaron inadvertidos y burlaron las medidas de seguridad. La lección que se extrae de los atentados de Londres es que la amenaza asimétrica del terrorismo no va a desaparecer a corto plazo, sino que lo más probable es que se afiance y cree mayor división en nuestras sociedades democráticas. En primera línea de esta batalla debemos proporcionar apoyo continuo a la labor del juez Baltasar Garzón, de otros magistrados europeos antiterroristas y de los servicios de inteligencia para cerrar el espacio operativo de los extremistas islamistas e impedir que operen con impunidad. Al mismo tiempo debemos unir a todos los agentes de la sociedad civil para minimizar los riesgos de polarización y una mayor alienación de la comunidad musulmana, que empuja a ciertos segmentos al extremismo. Esto requerirá una gran capacidad de resistencia y determinación en el uso de todos los instrumentos disponibles contra el terrorismo, dándoles forma y calibrándolos constantemente en función de los distintos contextos. Por último, Londres deberá seguir el ejemplo de la Cumbre de Madrid e incluso unirse quizá en un acontecimiento conjunto para demostrar que las sociedades libres y democráticas de Europa se mantendrán firmes ante la adversidad.

Magnus Ranstorp
Director del Centro para el Estudio del Terrorismo y la Violencia Política de la Universidad de St. Andrews y Profesor invitado en el Centro de Estudios de Amenazas Asimétricas del Swedish National Defence College