Ante la matanza de Madrid: los errores que hemos cometido y los que no debemos cometer (ARI)

Ante la matanza de Madrid: los errores que hemos cometido y los que no debemos cometer (ARI)

Tema: Los bárbaros atentados del 11-M han sido obra, según los indicios hasta ahora disponibles, de una célula de al-Qaeda, que probablemente ha tratado de forzar con ellos una retirada de Irak.

Resumen: El principal sospechoso detenido hasta el momento ha tenido relación con la célula española de al-Qaeda que presuntamente colaboró en la preparación de los atentados del 11-S. Estamos muy probablemente ante un 11-S europeo y ello obliga a que España y la UE hagan de la lucha contra la amenaza yihadista el objetivo central de su estrategia de seguridad.

Análisis: Con las investigación policial en marcha y disponiendo tan sólo de sus primeros resultados, cualquier valoración de los ataques terroristas que los españoles sufrimos el 11 de marzo pudiera resultar precipitada. Disponemos, sin embargo, de una base sólida para la reflexión, gracias a que una de las cargas explosivas, contenida en una bolsa de deportes, no llegó a explotar y pudo ser examinada por la policía. La tarjeta del teléfono móvil encontrado en dicha bolsa condujo a la detención, el día 13, de tres ciudadanos marroquíes residentes en Madrid y la personalidad de uno de ellos, Jamal Zougam, nos proporciona la clave para concluir que los atentados han sido realizados por personas vinculadas al núcleo duro de al-Qaeda.

Encontramos una referencia a Jamal Zougam en los folios 85 y 86 del sumario 35/2001 del 17 de septiembre de 2003, en el que el juez Garzón acusa a varios ciudadanos árabes residentes en España de integración en la organización terrorista al-Qaeda y participación en los asesinatos terroristas del 11 de septiembre de 2001. Existe, por tanto, una posible relación entre el 11-S norteamericano y el 11-M español. Veamos en que consisten los datos que ofrece dicho sumario.

Resulta que el domicilio de Jamal Zougam en Madrid fue registrado el 10 de agosto de 2001, es decir un mes antes de los atentados de EEUU, en virtud de una Comisión Rogatoria procedente de Francia, por la cual se registró también el domicilio de Mohamed Maher Halak, conocido como Cheij Maher, que tenía contactos con extremistas islámicos radicados en Francia. En el domicilio de Jamal Zougam se encontraron cuatro anotaciones de teléfonos móviles que resultan del mayor interés. Uno de ellos correspondía al citado Maher, ciudadano sirio residente en España, a quien el juez Garzón considera vinculado a la organización terrorista Ansar al Islam, sobre la que más tarde volveremos. Los otros correspondían a Amer Azizi (conocido como Othman al Andalusí), Said Chedadi y Abdalrahman Alarnaot Abualjer, procesados los tres como miembros de la célula de al-Qaeda radicada en España que dirigía Imad Eddin Barakat Yarkas, conocido como Abu Dahdah. Y también se encontró en el domicilio de Jamal Zougam una copia de una cinta de vídeo acerca de la lucha islamista en Daguestán, en la que aparecen otros dos procesados en la misma causa, los hermanos Salaheddin Benyaich (conocido como Abu Muhgen) y Abdelaziz Benyaich, que serían más tarde detenidos, el primero en Marruecos y el segundo en España, por su presunta implicación en los atentados terroristas de Casablanca del 16 de mayo de 2003.

La posesión de esos números de teléfono no era motivo suficiente para que Jamal Zougam fuera procesado y por tanto permaneció en libertad. Pero puede verse que sus presuntas conexiones le relacionaban:

(1) A través de la célula de Abu Dahdah con los atentados del 11-S en EEUU.
(2) A través de Cheij Maher con Ansar al Islam, una organización terrorista vinculada a al-Qaeda e implantada en el Kurdistán iraquí.
(3) A través de los hermanos Benyaich con los atentados de Casablanca, uno de cuyos objetivos fue la Casa de España.

Nos encontramos, pues, ante un rasgo típico de los atentados cometidos por personas vinculadas a la dirección central de al-Qaeda: las conexiones de los participantes con otros atentados cometidos a lo largo y ancho del planeta. Jamal Zougam era, a juzgar por los datos que se conocían, uno de los individuos potencialmente más peligrosos que residían en España. Y esto lleva a hacerse las siguientes preguntas: ¿se le ha vigilado suficientemente desde el 11-S? ¿o quizá se había confiado en que las posibilidades de un atentado yihadista en España eran remotas?

La reacción inicial a la matanza, que casi todos los españoles (incluido quien esto escribe) atribuimos en un primer momento a ETA, muestra que no habíamos realmente interiorizado la amenaza que supone al-Qaeda (si bien es cierto que los recientes intentos de atentar en Madrid por parte de ETA llevaban a sospechar su autoría). Había motivos para temer, sin embargo, que se produjera un ataque yihadista en nuestro territorio. Se resumen en tres: en España se había desarticulado una célula aparentemente conectada con los responsables de los atentados del 11-S, el pasado mes de mayo se había producido un ataque contra un objetivo civil español en Casablanca y España forma parte de la coalición internacional que mantiene tropas en Irak.

Respecto a lo primero, la conexión de Abu Dahdah con los preparativos del 11-S, no ha sido todavía ratificada en un juicio, pero las pruebas acumuladas por el juez Garzón parecen sólidas. Hay pruebas de que Abu Dahdah y sus hombres estaban en contacto con la célula de Mohamed Atta en Hamburgo, según se detalla en los folios 87 a 91 del sumario 35/2001, y el propio Mohamed Atta realizó un viaje a España en julio de 2001, en el curso del cual parece haberse encontrado con un miembro importante de al-Qaeda, Ramzi Binalshib (actualmente detenido en Guantánamo), y con miembros de la célula de Abu Dahdah, aparentemente para ultimar los preparativos de los atentados (folios 316-327). La investigación ha avanzado, con la detención el 23 de febrero último en Torrevieja (Alicante) de dos argelinos que habrían proporcionado a Binalshib el pasaporte y los visados con los que pudo desplazarse por numerosos países. Y recientemente se ha sabido que Binalshib ha confesado a sus interrogadores americanos su encuentro con Atta en Tarragona. Todo esto significa que al-Qaeda disponía desde hace años en España de una cierta infraestructura, cuya verdadera dimensión desconocemos, y que algunos de sus miembros estaban tan cercanos a los jefes de la organización como para haber colaborado en los preparativos de los atentados del 11-S.

En cuanto a los atentados en Casablanca del 16 de mayo, hay que recordar que no representaron el primer ataque yihadista contra objetivos españoles, aunque si fue el primero después del 11-S. Un antecedente que se debe recordar, porque muestra que no nos enfrentamos a una amenaza puramente coyuntural, es el atentado contra el restaurante El Descanso, en una localidad cercana a Madrid, que tuvo lugar el 12 de abril de 1985, provocó 18 muertos y un centenar de heridos, fue reivindicado por una denominada Yihad Islámica y nunca fue esclarecido. Dieciocho años después, en Casablanca, han muerto cuatro españoles, pero lo más significativo es que hubo veinte víctimas mortales en el atentado contra el restaurante de la Casa de España. Hay, pues, fundados motivos para sospechar que se atacó deliberadamente un objetivo español, aunque otros de los atentados de ese día iban dirigidos contra la pequeña comunidad judía marroquí. En cuanto a los terroristas suicidas, eran todos jóvenes marroquíes, pero sus conexiones internacionales han ido saliendo a la luz e incluyen a ciudadanos de origen europeo (el converso francés Pierre Robert) o residentes en Europa, como es el caso del imán marroquí de la mezquita de Burgos, Buchaib Maghder (que ha sido condenado a muerte), del español de origen marroquí Abdelaziz Hichu, de los ya citados hermanos Benyaich (procesados en España como miembros de la célula de Abu Dahdah) y, por último, de Driss Chebli, sobre cuyo caso conviene detenerse un poco. Chebli, acerca de quien el Gobierno de Marruecos solicitó información en relación con los atentados de Casablanca, se halla detenido en España, procesado también en la causa instruida contra Abu Dahdah, a quien telefoneó el 5 de septiembre de 2001, aparentemente en relación con la llegada a Madrid ese día de Ramzi Benalshib, según consta en los folios 323 a 325 del ya citado sumario. Hay, por tanto, pistas que indican una relación entre los terroristas de Nueva York, Washington, Casablanca y Madrid.

Nos resta abordar la conexión iraquí. Hemos visto ya como Jamal Zougam, el principal sospechoso hasta ahora detenido en relación con el 11-M, estaba en relación con Cheij Maher, a quien el juez Garzón considera miembro de Ansar al Islam, una organización yihadista del Kurdistán iraquí, que muy bien pudiera estar implicada en los atentados del pasado día 1 de febrero contra las sedes de los dos partidos democráticos kurdos. Pero lo más importante en relación con Irak es lo que se refiere a los objetivos que pretendían los terroristas del 11 de marzo.

En primer lugar, debemos reflexionar sobre algunas coincidencias que quizá sean casuales, pero que pueden tener un significado simbólico. El 11-S se atacaron cuatro aviones, el 11-M cuatro trenes. Entre el 11-S y el 11-M han transcurrido exactamente dos años y medio, y si contamos los días resultan ser 912. Ahora bien, puesto que los norteamericanos se refieren al 11 de septiembre como 9-11, ¿han querido decirnos que los atentados de Madrid son el 9-12, es decir el segundo ataque al corazón de Occidente? Quienes dudan de que estemos ante un atentado de la propia al-Qaeda, no de un grupo yihadista local, aluden a que no ha habido terroristas suicidas y a que no se han buscado objetivos simbólicos. Respecto a lo primero, hay que decir que la no utilización de suicidas puede deberse simplemente a que para el tipo de operación elegida no era necesario morir. Y respecto a lo segundo hay que destacar que un ataque en vísperas de unas elecciones generales tiene una inmensa carga simbólica: el día de las elecciones es el más sagrado, si se me permite la expresión, del calendario democrático.

Pero al margen de su significado simbólico, una matanza perpetrada cuando los ciudadanos se disponen a votar tiene un contenido práctico importantísimo, pues permite crear un estado emocional que incida en los resultados electorales. El tema es delicado pero no se puede obviar. Todo indica que los terroristas buscaban una derrota del Partido Popular que condujera a una pronta retirada de las tropas españolas de Irak. Veamos los indicios de que este fuera su propósito.

En primer lugar, está claro el propósito de que muy rápidamente se pudiera concluir que los atentados eran obra de una organización yihadista. Para ello abandonaron en un lugar bien visible la furgoneta con los detonadores, el fragmento de explosivo y la cinta en árabe con versículos del Corán.

En segundo lugar, el propio Bin Laden había señalado a España como objetivo por su presencia en Irak. Lo hizo en una cinta sonora emitida el 18 de octubre pasado por la cadena de televisión Al Yazira, pero grabada algunas semanas antes. En ella una voz, que supuestamente era la de Bin Laden, amenazaba a todos los países que participaban en aquella guerra injusta y, en particular, a Gran Bretaña, España, Australia, Polonia, Japón e Italia.

Y, en tercer lugar, tenemos un curioso documento en árabe, localizado en diciembre en Internet por el Instituto de Investigación de la Defensa (FFI) de Noruega. Se trata de un texto anónimo, escrito posiblemente por un marroquí, según los expertos, que no puede considerarse como un documento oficial de al-Qaeda, pero que posiblemente revela algunos elementos de la reflexión estratégica que últimamente están realizando la propia organización terrorista y su entorno. En dicho texto se atribuye una importancia crucial a la batalla que se está librando en Irak y se plantea la cuestión de cómo lograr la retirada de las tropas extranjeras. Respecto a España se dice que “es el aliado europeo más destacado y más sólido después del Reino Unido”, pero se observa también que la posición adoptada por el gobierno de Aznar “no representa en absoluto la posición del pueblo español”, porque “la mayoría aplastante de los españoles fueron contrarios a la guerra”. En tales circunstancias, el anónimo autor del texto estima que se podría forzar la retirada española mediante “golpes dolorosos a sus tropas”, porque el Gobierno no aguantaría “más de dos o tres golpes como máximo”. “Es necesario –añade– aprovecharse al máximo de la proximidad de las elecciones generales en España”. Su cálculo era que si las tropas españolas permanecían después de los golpes, la victoria sería para el Partido Socialista, que las retiraría. Y esto, a su vez, supondría una presión enorme para la presencia británica, que tal vez Blair no podría soportar. “De este modo caerán las piezas de dominó rápidamente”, excepto la primera pieza: EEUU.

El autor de este texto anónimo puede no tener relación alguna con al-Qaeda, pero posiblemente exprese la lógica terrorista subyacente al 11-M, la de aprovechar la fisura entre el Gobierno y la población respecto a Irak para introducir una cuña. El primer golpe lo sufrieron los hombres del CNI, pero el segundo no se dirigió contra nuestras tropas en Irak, sino contra la población civil madrileña. Y su influencia en el resultado electoral es difícil de negar. Ciertamente las encuestas venían mostrando que la distancia entre las expectativas de voto de ambos partidos se estaban reduciendo y probablemente la gestión de la crisis por parte del Gobierno ha sido desafortunada, pero el vuelco de la opinión que se produjo entre el miércoles y el viernes sólo puede explicarse porque un número elevado de electores se hicieron un razonamiento muy simple: debemos el atentado a nuestra presencia en Irak, luego salgamos de allí lo más pronto posible. Por supuesto esto no empaña en lo más mínimo la perfecta legitimidad democrática de los resultados, pero no por ello deja de resultar inquietante. Por primera vez los terroristas de la yihad han influido en un cambio de mayoría parlamentaria en Europa.

No es este el lugar para discutir sobre la guerra de Irak. Quien esto escribe no comparte la extendida percepción de que fue una “guerra ilegal”, por la sencilla razón de que no cree que, en los temas más graves, las relaciones entre los Estados se rijan realmente por el derecho. Lamentablemente, siguen rigiéndose por la fuerza, como lo ha explicado de manera tan concisa como clara Tzvetan Todorov en su reciente libro, muy crítico hacia la política exterior neoconservadora de Bush, Le nouveau désordre mondial: réflexions d’un Européen. Desde el punto de vista, más pragmático, de la eficacia en la lucha contra el terrorismo, fue una decisión muy arriesgada. Si en Irak se consolida una democracia próspera, en la que todas las comunidades religiosas y étnicas del país se sientan satisfechas, se habrá dado un gran paso para la estabilidad de una región crucial del mundo y el yihadismo habrá sufrido indirectamente una gran derrota. Pero si el país se hunde en el horror de una prolongada guerra entre comunidades, como parecen pretenderlo los atentados contra chiíes y kurdos, habremos creado un caldo de cultivo ideal para el terrorismo. De ahí que el apoyo de las tropas para el mantenimiento del orden durante el crucial período de la transición a la democracia en Irak sea esencial para el futuro de la región y del mundo. Y de ahí que al-Qaeda quiera forzar la retirada de esas tropas.

Conclusiones: Es difícil evitar la dolorosa reflexión de que hemos cometido errores en el pasado. Lo importante es no cometer otros distintos en el futuro. Los errores del pasado parecen haber sido dos:

(1) No haber dado suficiente prioridad a la lucha contra la amenaza yihadista. Los españoles no hemos escatimado medios en la lucha contra ETA y hemos logrado reducir significativamente su capacidad homicida, gracias también a la colaboración internacional. Pero quizá no hayamos apreciado en sus justos términos la magnitud del desafío que para todo el mundo supone una red terrorista global, fanática hasta el extremo y empeñada en lograr el máximo número de víctimas en sus atentados, como es la red que tiene en su centro a al-Qaeda. A partir del 11-M la amenaza de al-Qaeda debe convertirse en el objetivo número uno de la seguridad española.

(2) Haber adoptado un perfil muy alto en la génesis de la intervención en Irak, cuando la mayoría de la población estaba en contra. Ello nos ha convertido en un eslabón al mismo tiempo muy significativo y muy débil de la coalición internacional, muy apropiado por tanto para recibir el embate de quienes quieren romper esa coalición. En el futuro, cualquier gobierno que crea necesario que España juegue un papel relevante en un conflicto internacional deberá esforzarse para convencer a la opinión pública de lo acertado de sus objetivos.

En el futuro el gran error que podemos cometer, tanto los europeos como los españoles, es el de creer que los problemas se resuelven ignorándolos o que el problema de al-Qaeda es de otros:

(1) Para los españoles el error sería creer que el problema es de José María Aznar, quien nos habría embarcado en la aventura iraquí sin motivos válidos y con resultados trágicos. Ahora sólo tendríamos que retirarnos de Irak y no habría que preocuparse más. No es así. El triunfador en las elecciones, José Luis Rodríguez Zapatero, ha anunciado que retirará las tropas si no hay una resolución de Naciones Unidas qua ampare su presencia. Es una posición perfectamente legítima, anunciada antes del 11-M y revalidada por los ciudadanos en las urnas, por lo que no se puede decir que represente una rendición ante al-Qaeda. Pero si Naciones Unidas decide que las tropas deben permanecer para asegurar el orden durante la transición democrática, España debe cumplir su compromiso.

(2) Independientemente de que nos retiremos o no de Irak, la amenaza yihadista sigue presente. España tiene una importante comunidad inmigrante magrebí y es necesario favorecer su integración, que se vería amenazada por el avance de las tendencias yihadistas en su seno. España tiene mucho interés en unas buenas relaciones con Marruecos y la estabilidad de Marruecos está amenazada por el terrorismo yihadista. España es miembro de la Unión Europea, de la OTAN y de la ONU y como tal ha de colaborar con otros países en la lucha contra una amenaza que nos afecta a todos.

(3) El desarrollo de la cooperación antiterrorista europea, por el que España lleva muchos años luchando, resulta mucho más urgente después del 11-M. Este no ha sido un ataque contra España sino contra Europa. Gran Bretaña, Italia y Polonia han sido amenazadas por los mismos motivos que España, y Francia lo ha sido por su enérgica defensa del laicismo escolar.

En definitiva, el significado que el 11-S y el 11-M tienen para todas las democracias del mundo puede resumirse con unas sencillas palabras de Horacio: De te fabula narratur.

Juan Avilés
Director del Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior