Tema: Los atentados terroristas del 11-M nos presentan con una pregunta muy relevante: ¿Qué impacto pueden tener sobre el desarrollo de la economía actual?
Resumen: El impacto económico del 11-M probablemente sería insignificante si el atentado demostrara ser un acontecimiento aislado y no el principio de una serie de ataques terroristas de gran envergadura en Occidente. Por sí solo, el 11-M no debiera representar un problema significativo para la economía española dada su relativamente robusta situación actual. De todas formas, si ocurrieran otros atentados significativos a corto plazo en Occidente, particularmente si se produjeran en EEUU o en el corazón de Europa (Francia o Alemania), las implicaciones para la economía mundial podrían ser bastante negativas. El peor de los casos para la economía sería el pronto uso por parte del terrorismo islamista de armas de destrucción masiva o de otras armas no convencionales.
Análisis: Siempre es difícil y arriesgado hacer previsiones económicas, especialmente después de un atentado terrorista. Pero casi siempre merece la pena explorar y analizar las posibles implicaciones, partiendo de determinados supuestos.
Los atentados del llamado 11-M en Madrid nos presentan con un caso particularmente difícil de analizar en términos de sus posibles implicaciones económicas. Tenemos dos posibles supuestos básicos, cada uno de los cuales llevaría a conclusiones distintas: que se continúe percibiendo el atentado como un acontecimiento aislado a lo largo del tiempo, o que después del atentado nos enfrentamos a una serie de ataques terroristas a corto plazo, aquí en España o en otros lugares de Occidente.
¿Acontecimiento aislado o el primero de una larga e intensa cadena de atentados?
Si no se producen a corto plazo (de aquí a otoño) otros atentados atribuibles a al-Qaeda o a grupos relacionados, podríamos suponer que el impacto económico en general sería apenas perceptible en España y casi nulo a escala internacional. Aunque se puede mantener que España nunca ha experimentado un ataque de tal magnitud desde la guerra civil –incluso después de 36 años de actividad terrorista por parte de ETA– y por supuesto nunca en tiempos de paz, es difícil concluir que pueda tener, por si sólo, un impacto económico notable, incluso cuando el 11 de marzo ya ha adquirido un significado emblemático en la psicología nacional española. En este mismo sentido, si se produjera otro ataque relacionado con el terrorismo Islamista fuera de Occidente (como los de Indonesia, Turquía o Marruecos), esto tampoco conllevaría un impacto significativo, dado que los mercados internacionales ya están acostumbrados a estos sucesos y siguen mucho más centrados en el rumbo subyacente de la economía mundial.
Aunque los mercados han reaccionado negativamente, parece que el efecto ha sido fugaz e insignificante, particularmente en comparación con otras influencias de interés más central para los mercados (véase el análisis de Henrik Lumholdt, Mercados financieros y terrorismo: la situación tras el atentado terrorista en Madrid). Por ejemplo, la tendencia negativa de los mercados que se había percibido unos días antes del 11-M ya estaba ejerciendo una leve presión a la baja, aunque dentro de un contexto alcista con una perspectiva relativamente optimista por parte de los agentes financieros, dada su confianza en una recuperación de la economía estadounidense y en una continuación de la política monetaria laxa, tanto por parte de la Fed como por parte del BCE. En España, otro factor que ha supuesto un impacto por lo menos tan fuerte como el de los atentados ha sido la sorprendente victoria electoral del PSOE el 14 de marzo. El impacto negativo en los mercados españoles de este acontecimiento se sumó, durante la sesión del lunes 15 de marzo, al del atentado, pero por motivos razonables y no tan preocupantes, relacionados con la incertidumbre política que surgió de manera tan súbita e inesperada. De todas formas, el bajón del lunes día 15 fue menos significativo que el que siguió al triunfo electoral del Partido Popular en marzo de 1996.
Por otro lado, si se produjera a corto plazo otro ataque terrorista de este tipo en Occidente, las implicaciones para la actividad económica, particularmente a través de una caída en la confianza de los consumidores e inversores, podría ser más notable, especialmente si un hipotético ataque tuviera lugar en EEUU (que sigue, a pesar de todo, funcionando como motor de la economía mundial) o en la UE (donde la economía lleva más de un año en una situación bastante débil). También podríamos concluir tentativamente que el impacto negativo sería incluso peor si algo dramático pasara en Alemania o Francia, dos de las economías claves del G-8 que en este momento se encuentran casi estancadas y donde la percepción pública (con razón o sin ella) es que sus países no son objetivos centrales del extremismo islamista para ataques de esta naturaleza. Es casi obvio que las implicaciones serían incluso más negativas en el caso de que un nuevo ataque en Occidente se convirtiera en una verdadera cadena de actos terroristas.
Existen otros parámetros según los cuales podríamos intentar calibrar los impactos negativos del atentado, tanto en el caso de que sea un evento aislado, como si se confirma que es el primero de una cadena. Primero, tenemos que tener en cuenta las tendencias subyacentes que ya regían la economía antes del ataque y su capacidad de absorber choques de distintas magnitudes. Segundo, la envergadura y naturaleza del ataque (o futuros ataques) serían importantes a la hora de intentar prever el grado de sus implicaciones. Tercero, hay que evaluar algunos cambios estructurales (por ejemplo, la creación del euro) que se han producido en los últimos años.
Tendencias subyacentes
En España, por lo menos, si pasan varios meses y el 11-M sigue siendo un acontecimiento aislado, no hay porque pensar que la economía española experimentará una ralentización exclusivamente a raíz del ataque del 11-M. Es difícil pensar que la confianza del consumidor en España reaccione de forma muy negativa, especialmente después de décadas de atentados perpetrados por ETA. Las tendencias cíclicas de la economía española siguen siendo relativamente positivas (crecimiento del PIB del 2,4% en 2003 y una previsión del 2,9% para 2004), y particularmente en comparación con el resto de Europa (alrededor de 2 puntos menos de crecimiento en 2003 que en España, con la misma diferencia entre las previsiones para España en 2004 y para la zona euro). De hecho, si la economía española padece una vulnerabilidad concreta, esta sería la que provocaría una nueva tendencia al alza de los tipos de interés (que posiblemente desinflaría la burbuja del precio de la vivienda). De todas formas, si este ataque, y otros posibles en el futuro, tuvieran por sí una influencia sobre los tipos de interés, sería a la baja.
EEUU también se encuentra en un momento cíclico mucho mejor que el de septiembre de 2001 cuando la economía estadounidense estaba en plena recesión. Por otro lado, un nuevo ataque de cierta envergadura en EEUU podría afectar a la economía mundial de forma negativa, dado que EEUU sigue funcionando como motor de la recuperación mundial (con un crecimiento del 2,6% en 2003 y unas previsiones para 2004 de entre el 3,0% y el 4,0%). Un nuevo golpe a la confianza del consumidor estadounidense antes de que se compruebe la sostenibilidad de la recuperación (es decir, antes de que se recupere claramente el empleo) podría privar a la economía mundial de su baza principal en la recuperación, por lo menos a corto plazo. En este sentido, unos nuevos ataques terroristas en EEUU tendrían un mayor impacto económico cuanto antes ocurrieran.
La zona económica del mundo que actualmente experimenta debilidades más notables es la de los países claves de la economía europea, es decir, Francia y Alemania. Aunque de momento no contribuyen a la recuperación con su propia demanda interna, tarde o temprano tendrán que hacerlo si esta recuperación –que todavía se caracteriza por los mismos desequilibrios que el último boom– resulta finalmente sostenible. Por lo tanto, lo peor que podría ocurrir sería un nuevo ataque en Francia o Alemania, precisamente donde el consumo privado sigue siendo bastante débil y donde la confianza de los actores privados (tanto consumidores como inversores) se vería más negativamente afectada por el simple hecho de que ellos (los franceses y alemanes) siguen creyendo que su oposición a los EEUU en el asunto de Irak les protege de los actos terroristas más brutales. En este sentido, un feroz ataque terrorista mañana en Paris o en Berlín podría poner en entredicho la recuperación europea prevista para este año. Por otro lado, si pasa el año sin un atentado importante en territorio occidental, el impacto del 11-M podría ser nulo en la economía europea.
Atentados convencionales versus armas de destrucción masiva
A pesar de la sofisticada logística evidente en los ataques aéreos del 11-S en EEUU, y a pesar de la relativa sofisticación tecnológica de las bombas del 11-M en Madrid, parece muy poco probable que futuros ataques de naturaleza “convencional” puedan producir un impacto realmente notable en la economía, salvo en el caso de un verdadero “bombardeo” de ataques terroristas en varias grandes ciudades occidentales en un corto espacio de tiempo. Las bombas convencionales –u otros tipos de ataque contra la infraestructura física de la economía– tienen muy pocas posibilidades de reducir la economía occidental a una situación de desesperación o pánico. Si no explotan bombas casi todos los días, los agentes económicos –como hemos visto en varias partes del mundo– se adaptan a esta nueva realidad, no óptima pero soportable, ajustando su comportamiento económico. Aunque un aumento en la frecuencia de los ataques convencionales podría aumentar los costes de seguridad –y de los seguros– de una forma significativa, ejerciendo un impacto negativo sobre la economía, a largo plazo es razonable prever que el conjunto de los agentes económicos reaccionarían para neutralizar su impacto negativo a lo largo del tiempo.
Por otro lado, si los islamistas extremistas (o cualquier otro grupo) empezaran a utilizar armas de destrucción masiva en sus ataques (o incluso a perpetrar otros tipos de ataque no convencional, como, por ejemplo, la introducción de plutonio en el sistema de aguas públicas de una gran ciudad como Nueva York), el impacto económico empezaría a ser realmente significativo. Aunque no tenemos ningún precedente de tal comportamiento, podríamos suponer que cualquier salto cualitativo de esta naturaleza –en guerra o en actos terroristas– produciría no sólo el pánico generalizado entre los agentes económicos, tanto en el país víctima del ataque como en otras partes del mundo, sino también una reacción por parte de los Gobiernos que probablemente implicaría la imposición inmediata de un estado de excepción en muchos países. Este escenario sí produciría un impacto profundamente negativo en la economía mundial, probablemente provocando una marcada depresión en la actividad económica.
El paraguas de la integración europea
Aunque el atentado del 11-M probablemente no tendrá efectos económicos negativos, si hubiera ocurrido antes de la entrada de España en la Unión Económica y Monetaria, su impacto en España hubiera sido mucho peor. Un ataque de esta naturaleza en la España pre-UEM hubiera resultado o en una fuerte depreciación de la peseta o en una subida significativa de los tipos de interés para mantener el tipo de cambio estable. En cualquier caso, el impacto económico adverso hubiera sido más fuerte que en el escenario actual.
De hecho, toda la transformación económica a la que España ha sido sometida a lo largo de los últimos 25 años para integrarse plenamente en la Unión Europea, ha servido cada vez más como un eficiente mecanismo para absorber choques externos. Lo hemos visto con la reciente crisis argentina y lo estamos presenciando de nuevo ahora. La integración económica de España en la UE ha sido tan profunda y los beneficios de la unión monetaria han repercutido tan positivamente sobre la economía española que si hay una economía europea en una posición mejor para sufrir lo menos posible como resultado del terrorismo internacional esta es la española, mientras que las de Francia y Alemania son algo más vulnerables a un efecto negativo en la confianza económica, especialmente en el hipotético caso de un importante ataque terrorista en uno de estos países en el futuro inmediato. Incluso en ese caso, en el que se pudiera esperar un efecto negativo por lo menos indirecto sobre España, dada la alta dependencia comercial que tiene con estos países europeos, la probable reacción del BCE sería bajar los tipos de interés, un cambio que también repercutiría positivamente en la economía española.
Conclusiones: Se puede concluir, por lo menos tentativamente, que en el escenario actual (de un ataque aislado en España el 11 de marzo) el impacto económico sería casi nulo. No obstante, si el 11-M resultara ser parte de una nueva oleada de ataques islámicos en Occidente (en EEUU o en los países más estrechamente asociados con la política estadounidense, como el Reino Unido, España o Italia), el impacto negativo en la economía mundial sería más perceptible. El peor de los casos, en términos de su impacto sobre la economía, sería una serie de ataques en Francia y Alemania. Este escenario sería el más sorprendente y tendría un efecto devastador sobre la confianza, tanto del consumidor como del inversor en estos países, donde la demanda interna sigue muy débil y desde donde, tarde o temprano, la economía mundial necesitará un nuevo impulso para que el próximo ciclo de crecimiento mundial sea verdaderamente sostenible.
Paul Isbell
Investigador principal, Economía Internacional, Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos