Quién teme a las elecciones griegas
Las elecciones del pasado domingo 20 de septiembre podrían marcar el principio del fin de la crisis griega.
Las elecciones del pasado domingo 20 de septiembre podrían marcar el principio del fin de la crisis griega.
Una China menos pujante en lo económico supone una caída de la demanda de productos primarios, penalizando especialmente a los países exportadores de las principales materias primas, muchos de ellos de América Latina.
China, la segunda economía del mundo, se ha convertido en una gran potencia monetaria, pero su modelo de crecimiento está agotado. Por ello las autoridades chinas están virando hacia la inversión y unas exportaciones cada vez más sofisticadas: todo un desafío para EEUU y Europa.
¿Es verdad que Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, quiere la salida de Grecia del euro, o simplemente ha utilizado esta amenaza como táctica negociadora para asustar a Alexis Tsipras?
La imagen de China como “la gran fábrica del mundo”, una “fábrica” basada en bajos costes de producción (sobre todo laborales), se desvanece rápidamente.
Aunque mejora, Europa anda corta de unicornios.
El juego del gallina entre el coche griego, pilotado por Tsipras, y el alemán, conducido por Merkel, se ha resuelto. Pero la la UE no puede funcionar así: esta experiencia nos demuestra que necesitamos estructuras democráticas europeas.
Como nos hemos acercado más cerca que nunca al abismo del Grexit y parece que por el momento hemos conseguido evitarlo, no está de más tomar un poco de perspectiva y ver qué hemos aprendido los europeos de este lamentable proceso.
Para volver a la senda del crecimiento Grecia tiene que hacer reformas, y es más probable que esto ocurra dentro del euro que fuera. Se trata de reactivar la lógica que tantas veces ha funcionado en Europa: solidaridad a cambio de reformas.
El escenario que se abre en Grecia tras la victoria del ‘no’ en el referéndum griego es enormemente incierto. Lo único que se puede afirmar es que Grexit es más probable que nunca, aunque aún es evitable.
La tragedia griega demuestra que si queremos mantener el euro necesitamos construir estructuras democráticas legítimas, es decir, un soberano europeo que decida como se reparten los costes de la crisis.
Pese a las críticas a la actitud de Tsipras, la mayoría de los españoles parecen entender su lógica.
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