Primavera en Viena

Primavera en Viena

La reunión de la OPEP en Viena  del pasado 8 de junio mostró que la primavera árabe no ha aumentado  precisamente la solidaridad entre los productores de petróleo del Norte de  África y Oriente Medio. Calificada por el ministro Saudí del petróleo Ali bin  Ibrahim Al-Naimi como “una de las peores reuniones que hemos tenido nunca”, no  consiguió ofrecer una respuesta coordinada a las tensiones en el mercado del  crudo desde la irrupción de la primavera árabe. La producción libia cayó desde  los 1,6 millones de barriles/día (mbd) a unos 160.000 bd, dejando un hueco en  el mercado que sólo se ha cubierto parcialmente y en el último mes de mayo con  un aumento de la producción estimado en unos 200.000 bd, básicamente de origen  saudí.

La reunión, como todas las de la  OPEP, venía marcada por consideraciones políticas y dos narrativas opuestas sobre  las perspectivas del mercado. Empezando por las segundas, la visión de las monarquías  del Golfo, sobre todo de Arabia Saudita, consiste en aumentar la producción para  abastecer el incremento de la demanda de crudo OPEP, estimado en 2 mbd para el  tercer trimestre por la propia OPEP. Los  productores del Golfo temen que los elevados precios destruyan demanda, dañen  la recuperación económica e incentiven el desarrollo de recursos alternativos. Los  halcones tradicionales, con Irán y Argelia a la cabeza, plantearon que la  crisis económica y el final de los efectos del “quantitative easing”  de la Reserva Federal  de EEUU afectarán a la demanda y que la llamada al crudo OPEP será incluso  inferior al 1 mbd proyectado por la Agencia Internacional  de la Energía (AIE). En ese escenario se correría el riesgo de una caída  abrupta de los precios como la de 2009. Pero lo que subyace a ambas narrativas  es la divergencia estructural de preferencias entre las monarquías del Golfo, únicos  productores con capacidad para aumentar la producción, y la del resto, que no  pueden hacerlo y perderían cuota de mercado a favor de los primeros.

La primavera árabe llegó a la  reunión de Viena por dos frentes. Por un lado, al reunir a países abiertamente  enfrentados a Libia, como Qatar, que ayuda a comercializar el crudo rebelde, y  Kuwait, que se ha comprometido a apoyar financieramente al Consejo Nacional de  la Transición (CNT). El representante libio, Omran Abu Kraa, anterior encargado  del sector eléctrico libio, asistió a la reunión en sustitución de Shokri  Ghanem, negociador habitual en la OPEP que ha anunciado su defección del  régimen de Gadaffi y la renuncia a la presidencia de la Compañía Nacional  libia de petróleo. La posición de Libia en contra del aumento de las cuotas es  irrelevante por su incapacidad de producir en la situación actual y por el  incierto futuro del régimen. Su objetivo ha sido evitar una ausencia que se hubiese  interpretado como una asunción de derrota ante los rebeldes del CNT, que habían  pedido asistir a la   reunión. Sin embargo, este golpe de efecto apenas influyó  políticamente frente a la tradicional rivalidad entre Irán, que ostenta la  presidencia rotatoria, y Arabia Saudita, exacerbada tal vez por los  acontecimientos en Bahrein.

El principal efecto de la  primavera árabe estriba probablemente en las nuevas preferencias de precios de  los productores. Los precios en que se basan sus presupuestos han subido  considerablemente en 2011, estimándose en el rango de los 70$-80$ por barril, aunque  el nuevo paquete preventivo fiscal saudí ha aumentado ese rango hasta los  85$-100$ por barril, según diferentes conjeturas. Arabia Saudita puede preferir  rangos de precios inferiores a los de, digamos, Argelia, pero para ambos países  las expectativas y las necesidades fiscales han aumentado con las revueltas, y  con ellas el suelo de los precios. En suma, la influencia de la primavera árabe  sobre el clima de la reunión de la OPEP ha podido ser moderada en comparación a  los determinantes políticos y económicos estructurales, pero las expectativas  sobre los rangos de precios del crudo se mantienen elevadas en parte debido a  ella. Con una producción de 9 mbd en mayo que supera en casi 1 mbd a su cuota  OPEP de 2007, una vez más, Arabia Saudita tiene la última palabra.