Mensajes clave
- Este análisis estudia las referencias teóricas, definición y caracterización de la Política Exterior Feminista (PEF), tras algo más de una década de existencia en la que se han producido abandonos y nuevas incorporaciones.
- Asimismo, señala algunas de sus fortalezas y debilidades en un contexto de erosión del orden internacional basado en normas y estrategias “antigénero”. A pesar de que ningún país del mundo ha logrado la igualdad real y efectiva y sólo unos pocos garantizan la igualdad jurídica, la fractura en torno al género en el ámbito de la política global se ha ampliado y profundizado.
- Este análisis identifica algunas palancas que podrían contribuir a la continuidad de esta política. En particular, su capacidad de ofrecer mejores respuestas a los desafíos globales –amenazas a la seguridad nacional y global, incluyendo la radicalización violenta y el terrorismo, el cambio climático y la transición energética, la digitalización, la polarización y la resiliencia de las democracias– que requieren atención a la dimensión de género, así como el papel esencial de la sociedad civil en términos de conocimiento, acompañamiento, alianzas y capacidad de movilización.
- Subraya la visión de que la igualdad de género no es una idea aislada, sino que forma parte de las normas integradas de género, democracia y modernidad liberal, insertándose en el compromiso con el derecho internacional, la defensa de los derechos humanos y la preservación, reforma y fortalecimiento del sistema multilateral actualmente en crisis.
- Destaca que queda pendiente una extensa labor pedagógica sobre el significado del feminismo –“principio de igualdad de derechos de la mujer y del hombre”, cuyo antónimo es “antifeminismo”, de acuerdo con la Real Academia Española– y su aportación sustantiva a la política exterior y las relaciones internacionales.
Análisis[1]
Suecia fue el primer país del mundo en adoptar una Política Exterior Feminista (PEF) en 2014. Le siguió Canadá, con una política de cooperación internacional al desarrollo feminista en 2017, situando los derechos sexuales y reproductivos, el comercio y la paz como prioridades. Francia acuñó como feminista a su diplomacia en 2019, coincidiendo con su presidencia del G7. México adoptó en 2020 una política exterior feminista, mientras que en 2021 lo hicieron España, Alemania y Libia; los Países Bajos, Chile y Colombia en 2022; y Argentina y Eslovenia en 2023.[2]
Con algo más de una década de existencia y cambios (incorporaciones y abandonos) en la lista de países comprometidos con esta denominación, y en un momento caracterizado por un entorno geopolítico fragmentado y de vuelta al realismo o visión neorrealista de las relaciones internacionales, resulta particularmente oportuno analizar el estado actual y las perspectivas de la PEF, coincidiendo con el 30 aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, aprobada en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer. Este ARI estudiará las fortalezas y debilidadesde la PEF en un contexto internacional caracterizado por la fragmentación geopolítica, la crisis del sistema multilateral y las tendencias globales contrarias a las agendas de igualdad de género. Teniendo todo esto en cuenta, se tratarán de señalar las palancas de sostenibilidad de esta política, que aún está en construcción y en proceso de institucionalización en las estructuras de acción exterior y de diplomacia de los países que la han adoptado a lo largo de estos 10 años.
La teoría feminista de las relaciones internacionales
Las relaciones internacionales han sido el campo de estudio más renuente a adoptar un enfoque de género dentro de la ciencia política.[3] Esto explica también que, como disciplina, las relaciones internacionales hayan llegado mucho más tarde al feminismo que la sociología, la antropología o la historia, entre otras. En 1988 la teórica de relaciones internacionales J. Ann Tickner cuestionó el marco de análisis del realismo político, desafiando los seis principios formulados por Hans J. Morgenthau en 1948 en su obra Política entre las naciones: la lucha por el poder y la paz, en un artículo publicado en el número especial de la revista Millennium y titulado “Mujeres y relaciones internacionales”.
A partir de ese momento, la teoría feminista ha ido tomando cada vez más relevancia en el debate y análisis del contexto internacional, ofreciendo una mirada crítica[4] y una visión del mundo distinta, así como nuevos conceptos de análisis para explicar la realidad internacional. Se trata de un pensamiento crítico (y un movimiento social) que ofrece una perspectiva distinta sobre la sociedad. Jean Bethke Elshtain (Mujeres y guerra, 1987), Cynthia Enloe (Bananas, playas y bases: comprendiendo la política internacional desde el feminismo, 1990) y la citada J. Ann Tickner (Género en las relaciones internacionales: perspectivas feministas para el logro de la seguridad internacional, 1992) son las autoras más destacadas. Por un lado, señalarán la ausencia de las mujeres (y de sus visiones del mundo) de la diplomacia y la conformación de la política exterior. Por otro, introducirán el género como nueva categoría analítica para explicar la realidad y el sistema internacional, reinterpretando así y de manera crítica conceptos como el poder, la seguridad, la guerra y la paz, y las desigualdades.
La teoría feminista cuestiona la organización de la sociedad basada en las relaciones de poder y en el mantenimiento de las mujeres en un papel de subordinación, otorgando a los hombres una “autoridad superior”. La violencia de género,[5] una de las manifestaciones de esta desigualdad, es también un mecanismo fundamental por el que se refuerza la subordinación de las mujeres. Esta organización de la sociedad se articula en torno a la construcción social y cultural del género, que concibe “lo que debe ser” masculino y femenino, así como “lo que se espera” de hombres y de mujeres, y les atribuye determinados roles y capacidades basados en estereotipos. Lo masculino se identifica con la fuerza, la razón, lo objetivo y lo de mayor valor; frente a lo femenino, que se asocia a la debilidad, la emoción, la subjetividad y la ausencia de valía. Las mujeres comparten desigualdades en todas las esferas (política, económica y social) respecto de los hombres: violencia machista, brecha y segregación salarial, segregación laboral, ausencia de los puestos de poder y toma de decisiones políticas y económicas, y desigual reparto de las tareas domésticas y de cuidados, entre otras. La teoría feminista plantea un imprescindible cambio estructural que revierta esta desigualdad –que no pertenece al ámbito privado–, cuya naturaleza es social.
Al incorporar nuevas categorías para explicar el mundo,[6] el feminismo capturó fenómenos de las relaciones internacionales que las miradas clásicas (realismo y liberalismo) de la disciplina ignoraban o despreciaban. Otras corrientes teóricas críticas han interpretado el mundo incorporando conceptos como la cultura, el lenguaje, las normas, el contexto histórico, y las ideas y los valores, otorgando a los individuos la capacidad de transformar el entorno –también el internacional–. El feminismo incorpora como categorías analíticas conceptos que tratan de explicar las relaciones de poder de nuestras sociedades: género (construcción cultural y social), patriarcado (dominio del orden social por parte de los varones), sexismo (discriminación legal basada en el sexo y en la construcción social del género) y androcentrismo (visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino, único posible).
Una década de PEF
Han transcurrido algo más de 10 años desde que la entonces ministra de Asuntos Exteriores de Suecia, Margot Walström, respondiera públicamente a la pregunta sobre cómo sería la política exterior sueca, afirmando que esta sería feminista. Desde 2014 hasta hoy, un total de 12 países del norte y del sur global han nombrado a su política, su diplomacia o su cooperación internacional como feminista.
En este breve espacio de tiempo también se ha producido el abandono de dos de estos países: el país pionero, Suecia, y uno de los más recientes, Argentina, tras procesos electorales que dieron como resultado la victoria de fuerzas políticas distintas –y en ambos casos, de corte ultraderechista o de extrema derecha– a las que habían adoptado dicha política en sus países.
La política exterior feminista surge en un contexto en el que se combinan tres factores: (a) la vitalidad de los movimientos feministas; (b) la constatación de la prevalencia de la desigualdad estructural de género; y (c) la visión por parte de algunos países de la necesidad de intensificar los esfuerzos para lograr la igualdad tras décadas de avance de las normas globales de género en los marcos multilaterales que, no obstante, no habían logrado progresos suficientes.
La PEF fue adoptada por primera vez con esta denominación en 2014, aunque sus referentes y las raíces en las que se fundamenta se encuentran algunas décadas atrás, en la teoría feminista de las relaciones internacionales y en los marcos normativos que, con el impulso de la sociedad civil y, en particular, de organizaciones de mujeres y feministas, se fueron aprobando en las organizaciones multilaterales desde mediados del siglo XX. El surgimiento de la PEF no puede entenderse sin este conjunto de referencias, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de 1979, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing de 1995 y la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del año 2000 sobre Mujeres, Paz y Seguridad, entre otras.
No existe una definición única de política exterior feminista y tampoco es homogénea en sus prioridades y en la interpretación que cada uno de los países que la adopta hacen de ella, si bien se observan líneas y objetivos comunes. De hecho, los países que la han puesto en marcha lo hacen según sus respectivos contextos, prioridades y estrategias, aunque existen temas esenciales compartidos, como la Agenda Mujeres, Paz y Seguridad, el apoyo al empoderamiento económico de las mujeres y la prevención y lucha contra la violencia de género. La adopción de esta política se considera por parte de la mayoría de los países que la han adoptado un avance necesario que responde a la necesidad de elevar la ambición para lograr la igualdad, no sólo jurídica (de la que disfrutan apenas 14 países, todos de ingresos altos),[7] sino real y efectiva (que ningún país del mundo ha alcanzado aún).
Suecia, el primer país que adoptó esta política, la operativizó en torno a “cuatro erres”: rights (derechos), resources (recursos financieros y humanos), representation (representación sustantiva) y reality (realidad en el terreno). Canadá afirmó situar los derechos sexuales y reproductivos, el comercio y la paz en el centro de las acciones de su política de cooperación al desarrollo feminista con el objetivo de reducir y erradicar la pobreza.
En el caso de España, la Guía de Política Exterior Feminista[8] del Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación (2021) considera que la decisión de “avanzar hacia una política exterior feminista” es coherente con la prevalencia de la desigualdad entre mujeres y hombres y que esta pone de relieve la necesidad de “intensificar esfuerzos para lograr la igualdad”. La Guía destaca que esta política promueve tanto “la defensa de los intereses como los valores de la sociedad española” y representa, al mismo tiempo, “la necesaria coherencia entre la política nacional y la acción exterior del Estado”. Se señalan cinco líneas de acción prioritaria: (a) mujeres, paz y seguridad; (b) violencia contra las mujeres y las niñas; (c) derechos humanos de mujeres y niñas, en particular, la lucha contra la trata y la promoción de los derechos sexuales y reproductivos; (d) participación sustantiva de mujeres en espacios de toma de decisión; y (e) justicia económica y empoderamiento de las mujeres.
¿Qué diferencia a una PEF de una política exterior convencional que promueve la igualdad de género? Teniendo en cuenta los diversos enfoques que han destacado los trabajos de Alwan y Weldon[9] (2017), Thomson y Clement (2019),[10] Aggestam y True (2020)[11] y Thomson (2020),[12] junto con algunos de los documentos que intentan operativizar la política exterior feminista, como las guías de PEF de Suecia, España y Alemania, se podría decir que la PEF es aquella que aspira a contribuir a la transformación de las estructuras que perpetúan la desigualdad de género e impiden la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. Es la que se opone y trata de erradicar la propia estructura masculinizante y, por lo tanto, generalizante, de las relaciones internacionales y las desigualdades arraigadas en las organizaciones y el sistema internacional. La que sitúa la perspectiva de género en el centro de la conformación de la política exterior como eje distintivo que la vertebra y la que aspira, a través de acciones concretas, a transformar la situación de desigualdad de las mujeres en todo el mundo, implicando un cambio de la cultura institucional en las estructuras burocráticas de la acción y el servicio exterior.[13]
La PEF en un orden global en transformación
La reconfiguración del orden internacional y el surgimiento de un orden multipolar, aunque con polos desiguales, ha alterado las alianzas tradicionales. El debilitamiento del sistema multilateral ha quebrado los marcos normativos relativamente coherentes que caracterizaron las décadas anteriores de gobernanza global. Los derechos de las mujeres, durante mucho tiempo considerados signos de progreso democrático, ahora son politizados y cuestionados. En varios contextos, la igualdad de género ya no se percibe como una aspiración universal, sino como una línea de fractura en luchas ideológicas.[14] La erosión del orden liberal basado en reglas ha aumentado el riesgo de reacción en contra de una política exterior feminista y de regresión hacia una política exterior tradicional. Ejerce presión sobre los países que la han adoptado y dificulta su despliegue, su alcance y sus objetivos transformadores. El género, en particular, las diferencias en valores y actitudes con relación al género en el interior de los países y entre los países, constituye una de las mayores fracturas en la política global contemporánea.[15] Todo ello impacta en la adopción y/o abandono de una política exterior que se califica como feminista, alentándola, en algunos casos, y desincentivándola, en otros. El abandono de Suecia y de Argentina tras cambios de gobierno como resultado de procesos electorales son dos ejemplos claros.
Junto con la fragilidad y/o ruptura de los consensos logrados en décadas pasadas –como la Declaración Política de la 69 Conferencia sobre la Condición Jurídica y Social de las Mujeres (CSW, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, que fue aprobada con el voto particular de algunos países–, también han surgido coaliciones de países afines que comparten, tengan o no una política exterior feminista, el compromiso con la igualdad de género. El grupo Política Exterior Feminista Plus (FFP+, por sus siglas en inglés), creado en 2021 por iniciativa de España y Suecia, reúne desde 2022 a un grupo compuesto tanto por países que han declarado tener una PEF como por otros cuyas políticas de igualdad de género se alinean en el mismo sentido. Uno de sus objetivos es tener un papel movilizador en acuerdos relevantes, como en el caso del Pacto para el Futuro de Naciones Unidas, en cuyo marco actuó para mantener la igualdad de género en el núcleo de la declaración final. El grupo opera en la sede de Naciones Unidas de Nueva York y en estrecho contacto con la sociedad civil. La presidencia es rotatoria y anual –en 2024, España y México asumieron la co-presidencia, recogiendo el testigo de Alemania y Chile– y la adhesión está abierta a todos aquellos Estados que compartan la misión y los principios del grupo.
También cabe destacar las conferencias ministeriales de Política Exterior Feminista que se han venido celebrando en Berlín[16] (2022), La Haya (2023), Ciudad de México[17] (2024) y París[18] (2025), con asistencia de participantes provenientes de Estados que cuentan con políticas exteriores feministas, Estados que no han adoptado dicha política, sociedad civil, organismos del ámbito de Naciones Unidas, instituciones académicas y el sector privado. Con el objetivo de “abordar los retos y las oportunidades para seguir avanzando en la implementación de políticas feministas en los ámbitos nacionales e internacionales”, se trata de una reunión de carácter ministerial cuya organización corre a cargo del país anfitrión. La V Conferencia tendrá lugar en Madrid en 2026, según anunció el ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación el pasado mes de octubre.
Estos mecanismos de coordinación contribuyen, sin duda, a dar relevancia a las agendas de igualdad, cuestionadas en algunos contextos multilaterales, y subrayan la voluntad de continuidad de la PEF. La eventual elección de una secretaria general de Naciones Unidas por primera vez en los 80 años de historia de la organización será un buen indicador para medir la fortaleza y el grado de compromiso de los países que han adoptado una PEF. Algunos de ellos, como España y Chile, han expresado su apoyo a la campaña en marcha (Madam Secretary General) para nombrar una secretaria general en un puesto del que las mujeres han estado ausentes.
Fortalezas y debilidades de la PEF
Desde la perspectiva de buenas prácticas en políticas públicas, estas deben responder a la resolución de un problema: en este caso, la desigualdad estructural entre hombres y mujeres en todo el mundo teniendo en cuenta el contexto en el que se diseñan y van a implementarse. Así, nos referiremos tanto a las fortalezas y debilidades inherentes a la propia construcción e implementación de la PEF como a las del contexto en el que la política se inserta.
Entre las fortalezas de la PEF cabe señalar las siguientes:
- La difuminación de las líneas que separan lo doméstico de lo internacional y la necesaria coherencia de políticas: la PEF sería una continuación natural de las políticas nacionales y un reflejo en el plano internacional, coherente con los compromisos políticos en el plano interno.
- Un apoyo amplio de la sociedad a la igualdad de género: la PEF sería, en este sentido, coherente con la defensa de los valores e intereses de la sociedad del país que la adopta.
- Su vinculación con la imagen de país que se quiere proyectar al mundo y con el perfil internacional que se aspira a trasladar en la escena global como referente en la defensa activa de la igualdad de género en el ámbito internacional, en particular, multilateral; si bien requiere de leyes internas referentes en la materia y de la coherencia de políticas.
- El apoyo y la contribución de la sociedad civil organizada, en términos de conocimiento y de praxis, a la agenda de PEF y su capacidad para moldear algunos de sus elementos esenciales, dotándola de mayor robustez y coherencia.
- Su mayor nivel de ambición para promover la agenda de la igualdad de género en un contexto de contestación a las políticas y normas de género aprobadas por instituciones multilaterales.
Entre las debilidades, se pueden subrayar:
- La fragilidad en la institucionalización en el seno de las administraciones públicas y burocracias de la acción exterior y en la diplomacia.
- Las resistencias internas, además de externas, a la innovación institucional, en particular en un contexto más hostil a las agendas de promoción y defensa de la igualdad de género. En el caso específico de la diplomacia como institución con sesgo de género que tarda en cambiar, la resistencia puede facilitar la reversión de innovaciones políticas que puedan resultar controvertidas.[19]
- Las contradicciones entre los principios que informan sobre una política exterior feminista y su implementación concreta: casos en los que la necesidad de alineación geopolítica diluye o neutraliza los objetivos de la PEF.
- Una excesiva dependencia de liderazgos individuales, cuyo impulso resulta, no obstante, crucial para la adopción de políticas exteriores feministas y para su continuidad, que puede conducir al abandono de la política tras un cambio de liderazgo (líder gubernamental, ministerial, etc.).
- Un contexto global y una suma de contextos nacionales que frenan y/o minan la PEF que opera en un marco de limitaciones estructurales y de dinámicas de poder del sistema internacional tradicional, en constante tensión con la política exterior clásica.
Palancas de sostenibilidad de la PEF
Sobre la base de las fortalezas señaladas y teniendo en cuenta las debilidades, ¿qué elementos podrían contribuir a la continuidad de la PEF?
Como proponen Aggestam y True,[20] el análisis de tres condiciones interrelacionadas y mutuamente constituidas de agencia (liderazgo transformador), práctica (grado de institucionalización en las estructuras burocráticas) y estructura (condiciones favorables) permitiría explicar con mayor precisión el cambio y la continuidad en la política exterior. La infraestructura institucional de apoyo en los Ministerios de Asuntos Exteriores, de acuerdo con Katarzyna Jezierska y Ann Towns,[21] es fundamental para dicha continuidad.
Algunos otros elementos que ayudarían a explicar la continuidad en el contexto actual podrían ser los siguientes:
- La visión de que la igualdad de género no es una idea aislada, sino que forma parte de las normas integradas de género, democracia y modernidad liberal, de modo que las amenazas basadas en el género son también amenazas deliberadas a la democracia. En un contexto de transformación del orden mundial, ha comenzado a subrayarse más explícitamente la idea de que la PEF se inserta en el compromiso con el derecho internacional y la defensa de los derechos humanos, así como con la preservación, reforma y fortalecimiento del sistema multilateral, actualmente en crisis.[22]
- Los países que adoptan una política exterior feminista cuentan, no sólo con las herramientas de la propia administración del Estado, sino también con las organizaciones de la sociedad civil y sus redes, incluida su contribución en términos de conocimiento, su capacidad de movilizar actores, de crear alianzas y de ser altavoz de esta política.
- Los desafíos presentes y futuros –las amenazas a la seguridad nacional y global, incluyendo la radicalización violenta y el terrorismo, el cambio climático y la transición energética, la digitalización, la polarización y la resiliencia de las democracias– requieren una comprensión de la dimensión de género para ofrecer respuestas más eficaces en materia de política exterior. Una PEF cuenta con mejores herramientas de análisis de estas implicaciones, al mismo tiempo que tiene una voluntad transformadora de la desigualdad estructural.
- Para varios países, adoptar una PEF contribuye a consolidar su perfil internacional, su imagen de país y su liderazgo en el escenario internacional. En el caso de España, esta política ha consolidado su imagen como un actor comprometido con los derechos humanos y la igualdad de género, reforzando su liderazgo en foros multilaterales como Naciones Unidas. Otros Estados, como los Países Bajos, han adoptado este enfoque tras reconocer que fortalece su perfil internacional y les otorga mayor influencia en el ámbito diplomático. También Chile ha destacado el impacto positivo que esta política tiene en su proyección global.
Conclusiones
Durante la última década, la igualdad de género se ha convertido en una cuestión destacada de la política exterior, en particular con la adopción de políticas exteriores feministas por parte de varios países. Al mismo tiempo, se observa una tendencia opuesta, con una creciente resistencia de algunos países a las normas de igualdad de género y la contestación y el cuestionamiento de los compromisos multilaterales en materia de derechos de las mujeres.
La desigualdad de género es un desafío global y estructural. Ningún país del mundo ha logrado la igualdad plena y efectiva de hombres y mujeres. La política exterior opera en este marco de desigualdad estructural, afronta resistencias, barreras y reacciones contrarias. Para entender y explicar la realidad, también la realidad internacional, resulta relevante una mirada a los distintos impactos de los fenómenos sociales, políticos y económicos en las dos mitades de la población mundial.
La PEF representa una innovación en las relaciones internacionales al abrir nuevos escenarios a la política exterior y cuestionar conceptos considerados de carácter universal, pero neutros o ciegos al género. Son varias sus contribuciones a la promoción y defensa de la igualdad de género y en algunos países se concibe como una política transformadora de la desigualdad estructural. Adicionalmente, puede traducirse en una ventaja estratégica para el posicionamiento global de un país.
La PEF introduce un lenguaje sobre el género y una “métrica” en las conversaciones de política exterior. Ha impulsado reformas internas en la diplomacia, incluidos objetivos concretos para incrementar la presencia de un mayor número y porcentaje de mujeres en este ámbito que, a su vez, pueden traducirse en contenidos concretos en la política exterior. Ejerce cierta “presión” sobre los Ministerios de Asuntos Exteriores para que sean más operativos, sistemáticos e integradores en su forma de trabajar con la igualdad de género. Ha impulsado medidas de paridad de género para sus propios Ministerios de Asuntos Exteriores y ha incorporado (o comenzado a incorporar) a la política exterior la transversalización de género, adoptada en muchas políticas nacionales, pero que no había llegado a la política exterior tradicional (lo que era una anomalía) y que conlleva una dinámica sistémica. Finalmente, en un contexto de contestación a las normas globales de género y a las políticas en favor de los derechos de las mujeres, la PEF actúa como contrapeso a las estrategias “antigénero”.
No obstante, la PEF enfrenta diversos desafíos y está sujeta a distintas presiones y a un contexto en el que ha venido ganando peso una visión neorrealista de las relaciones internacionales. Afronta la inercia y/o resistencia estructural que persiste en todas las sociedades, pues la transformación social que supone implica cuestionar dinámicas tradicionales de poder. Su proceso de institucionalización requiere de plazos de tiempo que casan mal con los ciclos políticos y electorales, como muestra el abandono por parte de Suecia de la denominación, aunque se explicita el compromiso con la igualdad de género que caracteriza a la política exterior del país nórdico. Asimismo, la polarización en torno a las políticas de igualdad y el movimiento “antigénero” frenan su ampliación y ponen en riesgo su continuidad.
Es esencial que la PEF no sea únicamente declarativa, sino que cuente con estrategias definidas, plazos, asignación de recursos humanos y financieros, actores responsables y formación especializada si aspira a tener impacto y ser efectiva. Necesita de la apropiación por parte de quienes deben implementarla en el seno de la administración pública y también requiere la implicación de múltiples actores, más allá de los Ministerios de Asuntos Exteriores, incluyendo otras entidades gubernamentales y la sociedad civil. La sensibilización y formación en perspectiva de género son esenciales para que quienes implementen esta política comprendan su alcance. La financiación adecuada para su implementación efectiva es crítica para su continuidad.
Queda pendiente una extensa labor pedagógica sobre el significado del feminismo (“principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”; antónimo: “antifeminismo”, según la Real Academia Española) y su aportación sustantiva a la política exterior, si bien la teoría feminista de relaciones internacionales y su punto de vista crítico inherente afronta un contexto particularmente refractario, haciendo que la expansión de la PEF sea menos probable. Sin embargo, esta nueva política tiene el potencial para desempeñar un papel clave a la hora de articular estrategias para el desarrollo sostenible, la agenda climática, la paz y una visión de la seguridad integral. Para ello, es necesario garantizar la integración de la perspectiva de género en la gobernanza global y generar cambios más profundos en las dinámicas de poder internacional.[23] La sociedad civil juega un papel clave al ofrecer asesoramiento y acompañamiento en la implementación de la PEF. En España, por ejemplo, se ha creado un consejo asesor de alto nivel que reúne a personas expertas de la academia, organizaciones feministas y representantes de distintos sectores, promoviendo un diálogo constante con la administración.
El año 2025 marca el 30 aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, aprobados en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995. En un contexto como el actual, de retrocesos y de avances lentos y desiguales, la adopción de políticas exteriores feministas por parte de más Estados marcaría una senda positiva para acelerar los progresos. Sin embargo, el escenario internacional y la articulación de movimientos “antigénero” cada vez más organizados dificultan esta posibilidad. No obstante, las organizaciones de la sociedad civil siguen mostrando capacidad de articular estrategias, movilizar recursos y proponer acciones concretas inspiradas en los principios y agendas feministas. El éxito de una PEF depende de la colaboración de diversos actores, incluidas las organizaciones de la sociedad civil, el sector privado, la academia y los centros de pensamiento. Su capacidad para moldear algunos de los elementos esenciales de la PEF, dotándola de mayor robustez y coherencia, puede contribuir a su continuidad y consolidación.
[1] La autora agradece a Iliana Olivie, María Santillán y Sara Megía sus comentarios, que han contribuido a enriquecer y mejorar el texto.
[2] Ana Güezmes García y Brianda Romero Castelán (2024), Diez años de política exterior feminista y política de cooperación internacional para el desarrollo feminista: una oportunidad para América Latina y el Caribe, Serie Asuntos de Género, nº 164 (LC/TS.2023/202/Rev.1), Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Santiago.
[3] J.A. Tickner (2019), “Gender research in international relations”, en M. Sawer y K. Baker (eds.), Gender Innovation in Political Science: New Norms, New Knowledge, Palgrave, Londres.
[4] A. Lozano Vázquez (2015), “El Feminismo en la teoría de relaciones internacionales: un breve repaso”, Revista de Relaciones Internacionales de La UNAM, nº 114.
[5] “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer” (1993), Asamblea General, Naciones Unidas.
[6] M. Solanas (2020), “Feminismo para el siglo XXI”, Revista Política Exterior, septiembre-octubre.
[7] Informe La mujer, la empresa y el derecho (2023), Banco Mundial.
[8] Guía de Política Exterior Feminista (2021), Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación.
[9] C. Alwan y L. Weldon (2017), What is Feminist Foreign Policy? An Exploratory Evaluation of Foreign Policy in OECD Countries, European Conference on Politics and Gender, ECPR.
[10] L. Thomson & R. Clement (2019), “Is the future of foreign policy feminist?”, Journal of Diplomacy and International Relations.
[11] K. Aggestam y J. True (2020), “Gendering foreign policy: a comparative framework for analysis”, Foreign Policy Analysis, nº 16.
[12] J. Thomson (2020), “What’s feminist about Feminist Foreign Policy? Sweden’s and Canada’s foreign policy agendas”, International Studies Perspectives, nº 21.
[13] M. Solanas (2021), “La Política Exterior Feminista de España: un análisis preliminar”, Tempo Exterior, vol. XXI (II), nº 42.
[14] E. Tarnaala y M. Solanas (2025), Mujeres, paz y seguridad en un orden global en cambio: replanteando la participación, la protección y la práctica de mediación, Real Instituto Elcano.
[15] K. Aggestam y J. True (2020), “Gendering foreign policy: a comparative framework for analysis”, Foreign Policy Analysis, nº 16.
[16] Conclusiones de la I Conferencia Shaping Feminist Foreign Policy, 12 de septiembre de 2022, Berlín.
[17] Declaración III Conferencia Ministerial de Política Exterior Feminista, 3 de julio de 2024, Ciudad de México.
[18] Declaración Política Conjunta de la IV Conferencia Ministerial de Política Exterior Feminista, 23 de octubre de 2025.
[19] K. Jezierska y A. Towns (eds.) (2025), Feminist Foreign Policy Analysis. A New Subfield, Bristol University Press.
[20] Aggestam y True (2020), op. cit.
[21] Jezierska y Towns (eds.) (2025), op. cit.
[22] “Estrategia de Acción Exterior de España 2025-2028” (2025), Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación.
[23] P. Lamoso-González y A. Alejo (2025), “Las mujeres en el mundo del siglo XXI. La Política Exterior Feminista y la Cumbre del Futuro”, publicación online IGADI.
