La política africana de Pekín: ¿oportunidad o amenaza? (ARI)

La política africana de Pekín: ¿oportunidad o amenaza? (ARI)

Tema: En este ARI se analizan los matices económicos y políticos de la estrategia de Pekín hacia el continente africano.

Resumen: China ha mostrado siempre un interés por África, en origen impulsado por motivaciones ideológicas y en la actualidad principalmente por razones económicas. Ha entrado de lleno en la disputa por las riquezas energéticas, minerales y alimentarias del continente para abastecer su gran economía, la de más rápido crecimiento del mundo. Esta penetración va acompañada también de cierta dosis de “poder blando”.

Análisis: Con una floreciente y voraz economía, China avanza en su afán por conseguir más recursos energéticos y materias primas. África encaja en sus propósitos y ha renovado su atención por el continente, reconfigurando sus alianzas geopolíticas y forjando profundos lazos económicos y diplomáticos con la mayoría de los 54 Estados africanos.

China abrió el camino diplomático a lo largo de África en los inicios de su andadura como República Popular, coincidiendo con los primeros movimientos de independencia contra la colonización en el continente. En 1955, durante la celebración de la Conferencia afro-asiática de Bandung, origen del movimiento de los países no alineados y símbolo del despertar del tercer mundo, se trazaron los principios sobre los que descansarían las relaciones chinas con África durante las décadas de 1960 y 1970. Las intenciones de Pekín formaban parte de una batalla política e ideológica que procuró contrarrestar la influencia de las grandes potencias y movilizar a las naciones africanas en un frente común contra ellas. Respaldó gran número de movimientos de liberación, como la Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU), lideraba por el actual presidente del país Robert Mugabe, y apoyó la lucha contra la segregación y el apartheid. Ofreció su respaldo a los nuevos Estados independientes enviando equipos médicos, educadores y operarios para la construcción de carreteras, hospitales y otras infraestructuras. Una de las más representativas es la línea férrea que une Zambia y Tanzania, con un recorrido de 1.860 kilómetros.

En la década de los 80, tras el proceso de reformas internas que siguieron a la muerte de Mao y después de ingresar en el Fondo Monetario Internacional –al reclamar el asiento que ocupaba Taiwán– y posteriormente en el Banco Mundial, China puso en marcha una segunda etapa de penetración en África que abandonaba paulatinamente el discurso revolucionario e incidía cada vez más en la relación comercial.

Los intercambios crecieron con mucho vigor en los 90, al ponerse en marcha una nueva estrategia que impulsaba la concesión de préstamos blandos a los gobiernos africanos y que proponía a los inversores chinos que exportasen mercancías desde África hacia terceros países. En mayo de 1996, durante la gira africana del presidente Jiang Zemin, además de animar a la oposición al monopolio occidental, reafirmó los siguientes cinco términos de la relación sino-africana: la confianza, la igualdad de soberanía, la no intervención, el desarrollo y beneficio mutuo, y la cooperación internacional.

Desde el año 2000, las relaciones sino-africanas están marcadas principalmente por el Foro de Cooperación China-África, un mecanismo de diálogo y cooperación colectiva ideado por China. El Foro celebra reuniones ministeriales y de altos funcionarios que se efectúan alternativamente entre China y los países africanos. A ellas acuden representantes de 45 países africanos miembros y de 17 organismos internacionales y regionales en calidad de observadores. Uno de ellos es la Unión Africana (UA), con la que mantiene una estrecha relación y a la que ha expresado su apoyo para impulsar el programa de la Nueva Asociación para el Desarrollo de África (NEPAD) con el que la UA pretende promover el desarrollo económico de la región. El Foro ha establecido los mecanismos para ampliar las relaciones diplomáticas, el comercio y las inversiones entre ambas partes, y ha reforzado las consultas sobre asuntos internacionales. Fuera de este marco, pero como parte también de su estrategia económica internacional, China se ha embarcado en negociaciones con la Unión Aduanera de África del Sur –compuesta por Sudáfrica, Botsuana, Lesoto, Namibia y Suazilandia– para alcanzar un acuerdo preferencial en los intercambios comerciales y participa en varios foros bilaterales y regionales orientados a favorecer las inversiones privadas en los países africanos. No obstante, sólo el 2,8% de los intercambios comerciales que lleva a cabo China se realizan con África y la inversión extranjera directa en 2004 fue de 135 millones de dólares, menos del 4% de la IED de China anual. Estas cifras ayudan a no sobreestimar el espacio que ocupa el continente en la política exterior del gigante asiático, aunque se haya convertido en su tercer socio comercial, por detrás de la Unión Europea y EEUU.

Intereses energéticos

El principal factor de acercamiento de Pekín al continente africano es el acceso a sus recursos energéticos, principalmente petróleo. Dos décadas de crecimiento económico sostenido ha entrañado una creciente necesidad de energía, de minerales estratégicos y de recursos naturales. En 20 años el consumo general de recursos en el país asiático se ha multiplicado por 3,6, el de petróleo por 3,7, el de gas natural por 3,2 y el de carbón por 3,4. Entre 1990 y 2001, el consumo de petróleo aumentó un 100% y la demanda de gas natural un 140%. En la actualidad, China es el tercer importador y segundo consumidor de crudo del mundo, además de ser responsable del 40% del crecimiento global de la demanda de los últimos cuatro años.

China ha entrado de lleno en una carrera por las riquezas del continente africano y, con la abierta ambición de transformarse en uno de los principales actores en los negocios energéticos, las compañías petrolíferas del Gobierno han buscado, en general, posicionarse en yacimientos ya existentes para minimizar riesgos y aprender de las industrias ya establecidas, y sólo recientemente se han lanzado a la búsqueda de nuevas explotaciones. Su objetivo, que es el del Gobierno, consiste en alcanzar la integración vertical, desde la explotación de los bienes de producción hasta la propiedad de los buques de transporte, para una mejor seguridad y de este modo proveer el petróleo directamente a los consumidores chinos.

Tabla 1. Importaciones de petróleo en miles de barriles diarios en 2004

 Hacia
DesdeChinaEstados UnidosEuropaOtros
África Oriental5511.6375421.318
África Occidental y Meridional11626103
Total6671.6375681.421

Fuente: BP Statistical Review of World Energy 2005.

El país asiático importa más del 20% de sus adquisiciones totales de petróleo de África, que produce el 11,4% del total del mundo y posee el 9,4% de las reservas mundiales. El 70% de dichas reservas se concentran en el Golfo de Guinea, cuyo petróleo es de excelente calidad dado su bajo contenido en azufre. Se estima que uno de cada cinco nuevos barriles de petróleo que entren en el mercado global como incremento de la demanda entre 2005 y 2010 procederá del Golfo de Guinea. Sin embargo, donde China ha concentrado la mayoría de sus inversiones es en Sudán, donde llegó hace diez años y donde 13 de las 15 empresas extranjeras que operan allí proceden, en la actualidad, del país asiático. De los más de 300.000 barriles diarios de petróleo –de excelente calidad– de producción sudanesa en 2004 (0,4% de la producción mundial), China importó más del 50% (el 7% de sus importaciones totales).

Angola ha desplazado recientemente a Sudán como primer socio energético en el continente gracias al reciente y arrollador desembarco de China en 2004, con la oferta de un préstamo a largo plazo de 2.000 millones de dólares para la reconstrucción del sistema ferroviario y otras infraestructuras. De este forma China se ha asegurado un importante porcentaje de la producción futura de petróleo del país africano. Angola es el segundo mayor productor del África subsahariana, con 991.000 barriles diarios en 2004 (el 1,3% de la producción mundial) y espera alcanzar los 2 millones en 2008. China importó el año pasado el 25% de la producción angoleña, que corresponde al 11% de sus importaciones globales de petróleo, mientras que EEUU adquirió la mitad de su producción.

Más recientemente, la China Popular se ha lanzado de forma agresiva a la búsqueda de concesiones de explotación en los bloques del mar de Nigeria, el primer abastecedor de crudo del continente, con 2,508 millones de barriles diarios, y el 11º productor del mundo. En julio de 2005, PetroChina firmó un acuerdo con lA Nigerian Nacional Petroleum Corporation para importar 30.000 barriles por día durante cinco años y en enero de 2006 la compañía China National Offshore Oil Corp (CNOOC) anunció la firma de un acuerdo para hacerse con el 45% de la explotación de un importante yacimiento frente a las costas de este país africano por un valor de 2.270 millones de dólares. También ha incrementado su participación en Guinea Ecuatorial y Gabón, y está efectuando exploraciones en Mali, Mauritania, Níger, Etiopía y Chad.

Tabla 2. Importaciones de petróleo de China: distribución geográfica de fuentes, 2004

Países de origen de las importaciones% del total
Arabia Saudí17
Irán14
Angola11
Omán10
Yemen8
Sudán7
Rusia6
Congo4

Fuente: Christophe-Alexandre Paillard (de la Dirección de Asuntos Estratégicos, Ministerio de Defensa francés), Rusi-Westminster Energy Forum, Joint Energy Security Programme, 1/XII/2005.

Además de petróleo, China busca asegurarse el abastecimiento de otros recursos en el continente africano, como el cobre, del que es el primer consumidor mundial con un 20% de la demanda global (1,6 millones de toneladas). Lo importa principalmente de Zambia, en cuyo sector ha invertido más de 150 millones de dólares, y de la República Democrática del Congo, que también le provee de cobalto. Busca diamantes en Sierra Leona, invierte en las minas de titanio de Kenia e importa miles de toneladas de maderas preciosas desde Gabón, Guinea Ecuatorial, Mozambique y Liberia.

Por último, China busca en África proveerse de alimentos. El 37% del territorio chino acusa los efectos de la degradación de la tierra y de la deforestación y sus áreas de cultivo soportan un uso excesivo de pesticidas y abonos químicos. Dado el crecimiento de la población, y la pérdida de tierra para la agricultura cedida a la industria, Pekín se ha introducido en el sector pesquero de Gabón y Namibia y en el sector agrícola de Zambia, Tanzania y Zimbabue. Ya en los años 60 China inició numerosos proyectos de ayuda con la creación de cooperativas agrícolas en la República del Congo, la República Democrática del Congo, Guinea, Mali, Mauritania y Níger. Dicha cooperación ha cambiado sobre todo tras el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio en 2001, cuando la agricultura se convirtió en una de sus principales preocupaciones por temor al proceso de adaptación de su sector agrícola a las reglas de la organización. El actual Gobierno de Pekín impulsa a las compañías a invertir en forma de joint ventures.

Estrategia

China ha mostrado, en general, un deseo de invertir e introducirse allí donde EEUU y las compañías privadas de occidente no quieren ir. Ha sabido transformar la falta de inversiones occidentales en África en una oportunidad para fortalecer sus lazos con el continente. Evitó, sobre todo en la década de los 90, entrar en competencia directa con los norteamericanos y europeos y se posicionó en países donde la inestabilidad o la imposición de sanciones económicas provocaban la huída de los inversores extranjeros. Esto explica porque en un principio buscó los recursos petroleros en Sudán y no en el Golfo de Guinea, donde se concentra la mayor parte del crudo del continente y de donde EEUU obtiene el 15% de sus importaciones de petróleo. También sacó un enorme provecho de la desintegración de la Unión Soviética, introduciéndose en aquellos mercados que en una época estuvieron bajo su influencia y que quedaron abandonados.

Ahora su dirección ha cambiado y una nueva puja por los recursos petroleros de África sitúa a China en competenciadirecta con EEUU, el mayor consumidor de energía del mundo, en el Golfo de Guinea. Según los analistas, EEUU podría incrementar sus importaciones procedentes de la región de un 15% a un 20%-25% en 2010, ya que Washington busca fuentes de suministro alternativas fuera del volátil Oriente Medio. Esta disputa por los suministros entre los consumidores número 1 y número 2 del planeta podría convertirse en un conflicto abierto de intereses entre Pekín y Washington. África sólo representa una pequeña parte de la disputa por los recursos. Por ejemplo, China ha tomado posiciones en Oriente Medio aprovechando la difícil situación de los norteamericanos en Irak. Las ventas de petróleo saudí a EEUU alcanzaron su máximo en 2002, justo cuando empezaron a crecer las exportaciones hacia China, que además incrementó el comercio con Arabia Saudí(exportaciones + importaciones) un 60% en 2005, hasta cerca de 14.000 millones de dólares.

En cada caso, para introducirse en un país que le puede suministrar recursos esenciales, China echa mano de una cuidada diplomacia y endulza sus ofertas con otros instrumentos económicos como la asistencia financiera y estatal, o proyectos de construcción y cooperación. Le resulta muy propicio utilizar estos instrumentos de “poder blando” para llevar cabo sus objetivos comerciales. Por ejemplo, están reconstruyendo la red ferroviaria en Nigeria, en Ruanda las compañías chinas han pavimentado más del 80% de las principales carreteras del país y en otros países construyen redes eléctricas y telefónicas. De esta forma, cimientan las relaciones con estos Estados y marcan las diferencias con respecto a las naciones occidentales. Éstas condicionan sus inversiones a la promoción de la democracia, la buena gobernabilidad, el respeto por los derechos humanos y las intervenciones humanitarias. Sin embargo, China, con sus principios de respeto de la soberanía y la no injerencia en los asuntos domésticos, se ha posicionado mucho mejor, sobre todo tras el fin de la Guerra Fría. El gigante asiático es mucho menos exigente o, más bien, exacerbadamente pragmático con sus socios en cuanto a transparencia, buen gobierno y responsabilidad. Ha reforzado sus vínculos con aquellos regímenes que experimentan dificultades para recibir ayuda occidental por sus reiteradas violaciones de los Derechos Humanos, como es el caso de Zimbabue y Sudán. China, como actor fundamental en la ONU, conserva su derecho de veto como miembro permanente del Consejo de Seguridad (CS) y lo utiliza como instrumento con el que bloquear decisiones contrarias a sus intereses, como en el caso de Darfur, donde promueve la inacción del Consejo de Seguridad ante una grave situación humanitaria desencadenada por el Gobierno autoritario de Jartum. Irónicamente, China mantiene en Sudán un despliegue militar de unas 4.000 tropas protegiendo sus intereses petroleros. Por otro lado, la estrecha cooperación que mantiene con la Unión Africana se ha reforzado recientemente tras el apoyo de Pekín a la petición africana de dos asientos permanentes con derecho a veto y dos escaños no permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU. Etiopía, criticado por las irregularidades en las recientes elecciones y sus continuos enfrentamientos en la frontera con Eritrea, ha recibido también el respaldo de China, al que se refiere como “su socio de confianza” y con el que mantiene una estrecha cooperación militar. El presidente de Kenia, Mwai Kibaki, que ve peligrar las donaciones de los países occidentales que le acusan de corrupción, está en vías de obtener inversiones y ayudas del país asiático. Angola, con continuas disputas con el Fondo Monetario Internacional por no llevar a cabo una serie de reformas económica enfocadas a una mayor transparencia de la gestión del sector petrolífero, recibe una ayuda financiera de 2.000 millones de dólares de China. Según palabras del ministro de Exteriores chino: “Los negocios son los negocios. Intentamos separar la política de los intercambios económicos. Vosotros (occidente) habéis tratado de imponer una economía de mercado y una democracia multipartidista en países que no están preparados para ello.”

Precisamente por su acercamiento sin matices intervencionistas e ideológicos, las naciones africanas simpatizan con China.Desde su fundación la República Popular de China prestó especial cuidado en el fomento de vínculos de amistad y cooperación con el Tercer Mundo. Estas relaciones se manifestaron en la preparación de personal cualificado y especialistas y la construcción de infraestructuras, sin olvidar la ayuda directa prestada a los movimientos de liberación nacional. Los países en vías de desarrollo consideran a China como uno de los suyos, imagen que convive con la de gran potencia económica, con un pie en el mundo desarrollado y un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Dos caras de una misma moneda y una estrategia deliberada –con continuas alusiones al espíritu de Bandung– que le otorga una considerable ventaja política y diplomática de la que saca provecho, confirmado por el incremento de las relaciones sino-africanas en forma de intercambios de alto nivel, de comercio y de cooperación. Según Li Ruihuan, presidente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPC): “Seguiremos las instrucciones del camarada Deng Xiaoping de que no debemos olvidar nunca que pertenecemos al tercer mundo y que no debemos olvidar jamás a los amigos pobres del tercer mundo”.

China resulta también atractiva para los países africanos porque ofrece alternativas a las reformas políticas, económicas y de desarrollo abanderadas por occidente y compendiadas en el denominado Consenso de Washington. Con un crecimiento espectacular que le ha llevado desde el estatus de país pobre a potencia económica, China elaboró su propia receta de modelo económico, que algunos denominan Consenso de Pekín, que rechaza la noción de entregarse al tutelaje del Fondo Monetario Internacional y sus reglas como indispensables para el desarrollo sostenido. Para aquellos países africanos donde las elites han visto amenazados sus intereses en los preceptos del Consenso de Washington, les resulta interesante aprender de los asiáticos. Además, numerosos ministerios de la China Popular, incluyendo los de Ciencia y Tecnología, Agricultura, Comercio y Educación trabajan con los gobiernos africanos para formar funcionarios y desarrollar los recursos humanos.

Sabedor de que cae bien en el continente africano, China apoya esa imagen con numerosos gestos que forman parte de una cuidada diplomacia simbólica, acompañada siempre de numerosos proyectos institucionales que promocionan los encuentros diplomáticos y de alto nivel. Realiza gestos importantes como su compromiso de cancelar 1.200 millones de deuda de 31 países africanos, o la creciente participación en operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU en África. También ha realizado un gran esfuerzo diplomático en el sector de la sanidad,con una fuerte presencia de médicos y la participación en la formación de nuevos profesionales, la construcción de hospitales y provisión de medicinas, y el desarrollo de programas para la prevención y lucha contra el SIDA y la malaria. Uno de los gestos más emblemáticos que se mantiene desde hace muchos años es que los cancilleres chinos empiezan la actividad diplomática de cada año con un viaje a varios países africanos como primer destino extranjero. Este año le he correspondido a Cabo Verde, Senegal, Mali, Liberia, Nigeria y Libia, los dos últimos con importantes yacimientos de petróleo. También participa en la construcción de edificios e infraestructuras representativas como los nuevos Ministerios de Exteriores de Uganda y Yibuti, las Cámaras de Representantes de Mozambique y Gabón y la reconstrucción de estadios en Mali, Yibuti y República Centroafricana. Fomenta el turismo entre ambas regiones y ha otorgado a otros ocho países africanos el estatus de destino oficial para turistas chinos.

La única condición de política exterior en las relaciones sino-africanas sigue siendo la reiterada insistencia de Pekín en el reconocimiento político de “una China”, con la única excepción de Chad, que de momento mantiene relaciones diplomáticas con China y con Taiwán. La República Popular buscó siempre apoyos internacionales en su batalla diplomática con la isla rebelde. Tras la entrada de la China Popular en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 1971, Taiwán se vio progresivamente abandonado, por lo que inició una ofensiva con la concesión de ayudas económicas a cambio de reconocimiento internacional. En Sudáfrica apoyó la campaña electoral de Nelson Mandela y concedió préstamos condicionados a los Gobiernos de Senegal, Gambia y Níger a cambio de la ruptura de relaciones diplomáticas con Pekín. En los casos de Sudáfrica y Níger, esta política sólo tuvo resultados a corto plazo ya que reconocieron a la China Popular y reestablecieron relaciones diplomáticas a finales de los 90. El despliegue de 90 soldados en diciembre de 2003 en Liberia como parte de una operación de mantenimiento de la paz ocurrió sólo después de que Liberia cambiara el reconocimiento diplomático de Taiwán por el de la China Popular. Actualmente sólo seis países africanos mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán.

Impactos negativos

China ha favorecido sin duda el crecimiento del continente y las relaciones comerciales entre ambos. África registró un crecimiento económico del 5.2% en 2005, una de las tasas más altas de su historia, en parte debido a la presencia inversora de China. Los observadores internacionales subrayan, sin embargo, que la manera de hacer negocios de China simplemente mina cualquier esfuerzo local por incrementar la transparencia y la buena gobernabilidad. Los africanos, por otro lado, empiezan a acusar a las empresas chinas de amenazar la supervivencia de algunas industrias locales. El país asiático es una superpotencia y como tal tiene la capacidad de inundar los mercados africanos –y muchos otros– con productos textiles elaborados a muy bajo coste, algo que ya ha puesto en jaque a varias industrias. Además, con el fin del Acuerdo Multifibras el 1 de enero de 2005, por el que se fijaban las cuotas de importación para productos textiles, el crecimiento de las exportaciones chinas a EEUU ha sido enorme y ha provocado una grave disminución de las exportaciones africanas hacia EEUU. Éstas se habían visto favorecidas desde el año 2000 por la iniciativa norteamericana Ley de Crecimiento y Oportunidades para África (AGOA, en sus siglas en inglés), que ofrece acceso preferencial para 1.800 productos de este continente. Los productos textiles africanos, sin embargo, no han podido hacer frente a los textiles chinos. Las industrias de Nigeria y Sudáfrica –su primer socio comercial– han sido las principales afectadas. Los trabajadores del sector han llevado a cabo numerosas protestas y han pedido restricciones a las importaciones chinas.

La política de concesión de créditos blandos, similar a la de otros países occidentales, ha resultado ser también devastadora. Estos fondos que se otorgan a países en vías de desarrollo a bajos tipos de interés durante largos períodos de tiempo, fueron concedidos en su mayoría para la construcción de infraestructuras, pero estaban condicionados a la subcontrata de compañías chinas dejando sin trabajo al sector local de cada país. En Angola, segundo socio energético de China, se han alzado las primeras voces de protesta en el sector de la construcción, que se han extendido a numerosos países africanos donde China se está llevando la mayoría de las obras públicas que han salido a concurso gracias a una mano de obra abundante y barata.

Las organizaciones medioambientales, por su parte, han denunciado la deforestación desenfrenada debida en gran parte a la explotación foresta ilegal llevada a cabo por China, que ya tiene un mal historial en medio ambiente en su propio territorio. Se estima que entre el 70% y el 80% de las concesiones madereras que explota se llevan a cabo de manera ilegal.

Tabla 3. Estimaciones de importaciones madereras ilegales de China en 2004

Volumen (millones de metros cúbicos en rollos equivalentes –rwe–)Millones de dólares
Rusia9.2706
Indonesia2.3367
Malaisia2.3342
Birmania1.4139
Papua Nueva Guinea0.9116
Tailandia0.671
Brasil0.5121
Gabón0.4115
Congo0.4100
Guinea Ecuatorial0.236
Total18,22.113

Fuentes: Environmental Investigation Agency (EIA) y World Wildlife Fund (WWF).

También es desalentadora la incesante venta de armas de Pekín, quinto proveedor del mundo, al continente africano, cuya principal consecuencia es la cimentación de relaciones con líderes del continente. Si durante la Guerra Fría la transferencia de armamento se producía principalmente por motivos ideológicos, ahora priman los beneficios económicos, no sólo de las ventas sino también para proteger los yacimientos de petróleo e infraestructuras donde las compañías chinas tienen intereses económicos. Entre 1996 y 2003, China incrementó la venta de armas convencionales al continente en un 10%. Ha vendido al Gobierno islamista de Jartum armas por valor de 100 millones de dólares y varios aviones de combate, incluyendo 12 F-7. Ofrece formación militar y armamento pesado a Guinea Ecuatorial, un pequeño país que tiene unas reservas de petróleo per cápita que se acercan a las de Arabia Saudí. Ha vendido armas y transferido tecnología militar a Etiopía y a su rival Eritrea durante la guerra fronteriza de 1998 a 2000, por un valor de 1.000 millones de dólares. El Gobierno de Robert Mugabe ha comprado a China 12 FC-1 y 100 vehículos militares a finales de 2004 por un valor de 200 millones de dólares. En muchos casos ha habido una participación activa en conflictos africanos aunque a día de hoy todavía no se le ha prestado mucha atención internacional.

Conclusión: Con el paso de los años, la República Popular de China ha cambiado su política exterior desde la confrontación a la cooperación, de la revolución al desarrollo económico y desde el aislacionismo a la apertura internacional. La razón fundamental es que, como consecuencia de la creciente integración china en la economía mundial, los intereses se imponen progresivamente sobre la ideología e incluso los principios. El acelerado crecimiento chino está teniendo un gran impacto sobre el consumo energético mundial y China se ha transformado con celeridad en uno de los mayores consumidores mundiales de petróleo y de otros recursos energéticos. Ahora quiere sacar provecho de sus tradicionales lazos con los países en vías de desarrollo africanos y combinar el hiper-pragmatismo económico y los medios políticos para alcanzar un objetivo: asegurarse el abastecimiento de recursos energéticos, minerales y alimentarios. Según el primer ministro chino Wen Jiabao, “China es el país en desarrollo más grande, y África es el continente en desarrollo más grande. La cooperación entre China y África es parte y contenido de la cooperación Sur-Sur. Es una política inquebrantable del nuevo Gobierno chino fortalecer la solidaridad y la cooperación con los países africanos y con otras naciones en desarrollo.”

La presencia china en África ilustra los esfuerzos de Pekín por crear un paradigma de globalización que le favorezca. Pekín ha buscado promocionarse como líder del Tercer Mundo a la vez que asume el papel de potencia económica. Una cuidada diplomacia y su voracidad de gigante asiático están ganado terreno en África, ocupando los mercados dejados por los europeos y por la Unión Soviética y pujando por los recursos energéticos en competenciadirecta con EEUU y Japón.

Con su insaciable apetito y cierta dosis de hipocresía se relaciona con regímenes mal vistos por occidente por sus reiteradas violaciones de los Derechos Humanos, abanderando el principio de no injerencia en los asuntos domésticos. Promueve la inacción del Consejo de Seguridad de la ONU mientras miles de personas mueren en Darfur si con ello se asegura la continuidad de sus explotaciones petrolíferas. Sin duda, Sudán el más claro ejemplo de cómo China se acerca a África, ofreciendo lo que algunos analistas han denominado el “paquete completo”: dinero, tecnología y protección política ante presiones internacionales. El gigante asiático engatusa a los gobiernos africanos echando mano de una cuidada diplomacia y endulza sus ofertas con asistencia financiera o proyectos de construcción, sin que se den cuenta los gobiernos de que no va a ser a cualquier precio. A pesar del buen acogimiento inicial, surgen los primeros síntomas de descontento por la presencia de China en África por poner en peligro las industrias textiles de muchos países o ser partícipes en la devastación de grandes zonas madereras para satisfacer su hambre.

Cabe preguntarse donde están los límites de la política energética y comercial de China en África. Por lo pronto, el Gobierno chino ha dado a conocer el 12 de enero de 2006 un nuevo documento en el que explica su nueva política exterior en relación con los países del continente africano. Más de lo mismo.

Carlota García Encina,
Ayudante de investigación, Real Instituto Elcano