Del uso de referencias culturales islámicas para la acción yihadista en Europa (ARI)

Del uso de referencias culturales islámicas para la acción yihadista en Europa (ARI)

Tema: Los terroristas se sirven del acervo cultural islámico para hacer más eficaz su lucha y erigir una conciencia islámica mundial que se identifique con el yihadismo. Las políticas antiterroristas europeas han de examinar esa realidad para ser funcionales.

Resumen: El objetivo esencial del yihadismo es la creación de una conciencia islámica mundial que comulgue con el mensaje político e ideológico que quiere comunicar. La literatura islamista radical insiste en dirigirse a todos los musulmanes para que apoyen la yihad. Así, los yihadistas en España y en Europa procuran involucrar en su lucha a las comunidades musulmanas recurriendo a códigos culturales islámicos próximos a su tradición e identidad. Este ARI pretende contribuir al mejor entendimiento de cómo el terrorismo yihadista se sirve en la praxis de algunas de esas referencias culturales para facilitar su acción. También se examinarán las consecuencias que resultan de este fenómeno a la hora de planificar la política antiterrorista. A fin de que sea funcional, se sugiere la necesidad de que las agencias policiales y de inteligencia cuenten con personal familiarizado con los usos islámicos específicos de los que se sirven los terroristas. Una estrategia antiterrorista que debería complementarse con la vigilancia de procesos de radicalización dentro de la comunidad musulmana europea.

Análisis: En el seno del islam de comienzos del siglo XXI hay una corriente de contestación política y cultural que preconiza la violencia para lograr sus fines. Las religiones son fenómenos diacrónicos que mutan en función de la actitud de sus fieles y del contexto, sufren crisis y auges, se crean nuevas tendencias en su seno y desaparecen otras. Si se acepta que el islam es también una realidad histórica diacrónica, se puede afirmar que el yihadismo y el islam político más radical representan un movimiento contemporáneo que es estrictamente inherente a esa religión. Es un disparate criminalizar a los 1.300 millones de musulmanes que habitan en los cinco continentes. Sin embargo, este análisis no quiere soslayar el hecho de que son musulmanes quienes protagonizan la acción violenta que propugna el yihadismo.

El mensaje de los islamistas radicales no es extemporáneo. Es cierto que recurren a códigos religiosos resonantes –ummashariayihad– que hallan eco en el acervo ancestral de los musulmanes. Pero se sirven de esa comunión de identidad para que su mensaje tenga credibilidad en un contexto histórico específico en el que se está produciendo una especie de sacralización de la política internacional y la formación de una conciencia islámica mundial (al sahua al islamiya al alamiya).

El presente análisis examina cómo los teóricos y activistas del yihadismo explotan los códigos culturales y religiosos propios del islam para crear esa conciencia con el fin de expandir su pensamiento y su lucha armada. Se defiende aquí que los yihadistas operativos en Europa usan esas referencias islámicas de forma pragmática para hacer más eficaz su actividad y para conseguir la simpatía y el apoyo de una parte de las comunidades musulmanas que habitan en el viejo continente. Al final del itinerario, se exploran algunas implicaciones en materia de política antiterrorista derivadas de esa práctica.

Hacia la creación de una conciencia islámica mundial
  Osama bin Laden dirigía a los fieles del islam una carta, fechada en Afganistán en abril de 2006, en la que recalcaba que es un deber de todo musulmán apoyar material y moralmente la yihad. El terrorista saudí expresa en ese mismo comunicado que la yihad no sólo se hace con “la espada”, sino que también se puede contribuir a ella con dinero, con la pluma o con el verbo. Por su parte, el gran ideólogo y estratega del yihadismo global, el sirio-español Mustafa Setmariam, afirma en unas clases grabadas en agosto de 2000 en Afganistán que es necesario hacer de la yihad un movimiento popular que atraiga a las masas musulmanas para que lleven a cabo la revolución islámica. De los asertos de Bin Laden y de Setmariam se concluye que el objetivo medular es atraer al común de los musulmanes allá donde se encuentre para que se una a la yihad o, al menos, para que simpatice con esa lucha. Por esa razón, los blancos de los atentados de al-Qaeda no son tomados al azar, sino que buscan la simpatía de los musulmanes. Los ataques del 11-S en 2001 golpearon al “gran satán”, mientras que los atentados de Madrid en 2004 y de Londres en 2005 castigaron a países cuyos Gobiernos habían apoyado la intervención militar en Iraq y Afganistán.

Así, el yihadismo pretende crear una conciencia islámica global para enfrentarse al poder preponderante de los esquemas políticos, económicos y culturales occidentales, así como para deponer a regímenes de países islámicos que se consideran corruptos y colaboracionistas de Occidente. Esa conciencia islámica global trasciende el concepto clásico de umma. No se trata sólo de convocar a la comunidad de correligionarios en asuntos de fe, sino que también se busca el compromiso de los musulmanes para lograr victorias políticas e ideológicas a largo plazo, puesto que el fin subyacente no es el terrorismo, que sólo es la punta del iceberg de la cuestión, sino acabar con la situación hegemónica de Occidente en el mundo.

Setmariam diserta sobre la paridad teórica del pensamiento yihadista (al fikr al yihadi) y la fe combatiente (al aqida al qitaliya), conceptos que para él son insoslayables de la práctica religiosa islámica actual. Afirma el estratega de Alepo: “es nuestra obligación que el terrorismo sea un hecho cotidiano en todo el mundo”. Invita expresamente a jóvenes musulmanes residentes en Europa a realizar la yihad.

Más allá de que en Europa una minoría de individuos inquietos se integren en células terroristas locales o que viajen a combatir en escenarios de guerra como Afganistán o Iraq, lo realmente preocupante es que esa conciencia islámica mundial que comulga con los postulados del yihadismo esté arraigando en territorio europeo. Diversos estudios y sondeos, además de las investigaciones policiales y judiciales, ofrecen datos reveladores de ese fenómeno de islamización creciente, sobre todo entre los musulmanes más jóvenes. Como ejemplo, entre las conclusiones de un estudio[1] recientemente publicado en el Reino Unido se señala el auge espectacular de un islamismo caracterizado por un fuerte sentimiento antioccidental entre la comunidad musulmana de ese país. En una encuesta elaborada por sus autores se pone de manifiesto que de los jóvenes musulmanes entrevistados con edades comprendidas entre los 16 y los 24 años, el 13% admira a organizaciones como al-Qaeda que están preparadas para combatir a Occidente; el 37% preferiría vivir bajo el imperio de la sharia.

La conversión a un islam comprometido
Uno de los fundamentos que establece la base doctrinal yihadista es el respeto por el principio de al walaa wal baraaAl walaa sería la lealtad hacia la unicidad de Alá, a sus profetas y a sus fieles; mientras que al baraa sería la manifestación explícita de enemistad hacia los infieles y hacia las religiones falsas. Mediante la llamada a retomar ese principio, a lo que se alienta realmente es a una neoislamización de los fieles para que combatan a los no musulmanes.

Resulta pertinente observar que en los diferentes estadios de radicalización de islamistas en Europa se establece la condición indispensable de que el individuo debe hacerse muslim multazim o musulmán comprometido. No todos los que muestran un mayor compromiso con las posturas cercanas a la ideología de al-Qaeda se transforman en terroristas, pero es precisamente esa mutación del fiel el resultado que persigue el islamismo yihadista para lograr sus fines políticos y para construir esa conciencia islámica más arriba referida. Porque el gran desafío de la corriente yihadista es captar una amplia base de adeptos que coadyuve a la yihad global, no sólo con la lucha armada, sino también con la yihad económica, la de predicación y la espiritual. Como ejemplo, en conversaciones del autor con salafistas, algunos señalan que Tareq ben Ziad llegó a la Península Ibérica con unos pocos miles de soldados y consiguió que el pueblo se convirtiera al islam, ahora que hay cientos de miles de inmigrantes musulmanes, ¿por qué no podría suceder lo mismo algún día no muy lejano? Su aspiración manifiesta es movilizar a la comunidad musulmana de España para que colabore con la predicación y la yihad.

Explotar referencias islámicas para una mayor eficacia terrorista en Europa
  Los yihadistas recurren a referencias, usos y tradiciones específicas de la cultura islámica secular porque operativamente resultan eficaces para su acción. ¿Por qué les resulta eficaz la explotación de esas referencias religioso-culturales? Por dos razones fundamentales. En primer lugar, la interrelación que establecen los yihadistas operativos con otros miembros de la comunidad musulmana sirve para cohesionar esa conciencia islámica global que se persigue. Por último, porque facilita la logística propia de las células terroristas, ello en la medida en que, como veremos más adelante, ayuda a mantener la clandestinidad de las actividades de los terroristas y contribuye a la financiación de las mismas.

Apenas existe literatura pública que aborde la explotación de referencias específicamente islámicas por parte de los yihadistas en Europa para hacer más eficaz su misión. Sin ánimo de agotar el tema, los párrafos siguientes tienen el propósito de realizar una pequeña contribución al estudio de un campo que parece necesario conocer en detalle con el fin de planificar y ejecutar políticas antiterroristas funcionales. A continuación, se exponen y analizan cuatro referencias culturales islámicas empleadas operativamente por el yihadismo en Europa: la solidaridad entre musulmanes, la donación de limosnas, el concepto de botín y la idea del disimulo de la verdadera fe en circunstancias hostiles.

 De la ayuda solidaria para la victoria del islam
  El concepto de nusra o ayuda solidaria entre musulmanes es el fundamento doctrinal y operativo esencial para la vertebración del yihadismo. Hunde sus raíces en los mismos inicios del islam. Cuando Mahoma emigró de La Meca a Medina recibió la colaboración solidaria o nusra de algunas tribus que apoyaron la expansión de su credo y su propósito de establecer el primer Estado islámico. Aquellos partidarios son llamados ansar, palabra de la misma raíz que nusra. El Corán pide a esos seguidores de Medina: “Creed en Alá y su profeta. Combatid en la senda de Alá con vuestras posesiones y vuestras personas, eso será lo mejor para vosotros si sois capaces de entenderlo” (61:11). En el acervo islámico, como en el yihadismo, la supervivencia y la expansión del islam dependen de la nusra. Es más, esa nusra, al igual que en tiempos de Mahomaaparece en la literatura salafista combatiente como un método imprescindible para expulsar a los dirigentes que gobiernan sobre los musulmanes en dar al kufr o tierras de los infieles, e implementar un verdadero gobierno islámico. Conforme a la lógica yihadista, esa solidaridad por filiación religiosa entre musulmanes de Europa sería obligatoria para derrocar el poder de los infieles que humilla a la umma y consumar la victoria del islam.

En la praxis, ¿cómo se manifiesta esa solidaridad en Europa? Los islamistas radicales involucran a la comunidad y procuran que los cómplices de sus actividades donen fondos, sean hospitalarios acogiendo a los yihadistas en su tránsito continuo por las ciudades y países europeos, ayuden a ocultar sus métodos y fines terroristas, o, simplemente, cooperen en la enseñanza y difusión de su ideología entre los fieles. En consecuencia, se busca el apoyo moral, logístico y económico. Es la obligación de nusra lo que facilitó a Hassan Al Hasski, uno de los marroquíes juzgados en relación a los atentados de Madrid, viajar en las semanas previas y posteriores al 11-M desde España a Francia y Bélgica donde encontró refugio seguro entre correligionarios. Un conocido de Al Hasski, Youssef Msaad, asegura que éste no dormía más de tres noches seguidas en un mismo sitio por seguridad, y ello gracias a la hospitalidad de sus cómplices. Esa misma solidaridad entre musulmanes es la que impulsaba al argelino Allekema Lamari, uno de los suicidas de Leganés, a enviar dinero a cinco compatriotas encarcelados en España por su integración en banda terrorista.

Por consiguiente, la complejidad del principio de nusra como pacto tácito entre yihadistas y simpatizantes tiene serias implicaciones en materia de lucha antiterrorista, puesto que dificulta la persecución de los criminales. Cuando los comandos de ETA quieren actuar en el Levante o en Andalucía necesitan alquilar propiedades o alojarse en hoteles, lo que conlleva la necesidad de manejar documentación falsificada y exponer sus identidades en el espacio público. En base a esa solidaridad entre correligionarios, la clandestinidad de los yihadistas está casi asegurada al desplazarse con facilidad por el territorio transnacional europeo sin mayores complicaciones logísticas. Como ilustran numerosos ejemplos, son acogidos, alimentados y subvencionados en función de la nusra.

Donar limosna para financiar la yihad
  Donar limosna es uno de los cinco pilares del islam. Dos son las principales fuentes de caridad: sadaqa y zakat. La sadaqa es interpretada por los jurisconsultos musulmanes como la contribución económica voluntaria de los creyentes, mientras que la zakat o azaque sería la obligatoria. El problema surge al estipular la ley islámica y los ideólogos del islamismo yihadista que esa caridad debe ser también usada para apoyar la yihad. No en vano, en marzo de 2006, al-Yasira emitió un comunicado del lugarteniente de Bin Laden, Ayman Al Zawahiri, en que éste exigía a los musulmanes que el azaque fuera destinado exclusivamente a financiar la yihad. En el imaginario islámico, la limosna se relaciona con valores como la compasión, la justicia y el fortalecimiento de la umma. Así, lo que pretende Al Zawahiri es sensibilizar a potenciales adeptos.

Toda organización terrorista se financia parcialmente recaudando fondos entre sus simpatizantes. Así lo hace ETA con su particular sadaqa entre la izquierda abertzale y su peculiar azaque obligatorio al recolectar el impuesto revolucionario entre empresarios. El IRA lo ha hecho entre católicos irlandeses afincados en EEUU. No obstante, la donación de limosna de la que se beneficia el yihadismo, por su volumen y por su resonancia cultural, trasciende la importancia de las recaudaciones de otras organizaciones violentas. La fuentes de financiación de al-Qaeda y sus filiales son muy diversas, pero interesa en este análisis el método de la donación caritativa porque tiene fuerte arraigo en la tradición islámica y ayuda a vertebrar aún más esa conciencia comunitaria universal a la que aspira el yihadismo.

En Europa, esas donaciones económicas voluntarias para favorecer la yihad se recaudan en mezquitas, en comercios regentados por musulmanes o mediante contribuciones personales a organizaciones benéficas. Si bien, cabe decir que las fuerzas de seguridad españolas también han detectado que entre la comunidad paquistaní se están dando casos de extorsión para recolectar algo similar a un impuesto revolucionario.

Según la sentencia de 2005 de la célula española de al-Qaeda, su jefe, Emad Eddin Barakat Yarkas, alias Abu Dahdah, tenía entre sus cometidos articular la recaudación de fondos entre la comunidad musulmana para financiar las necesidades de los yihadistas, principalmente en conflictos en el extranjero. Abu Dahdah instó al marroquí Said Chedadi, quien regentaba varios negocios en Madrid, a recolectar el azaque entre comerciantes musulmanes del barrio de Lavapiés. Parte de ese dinero fue portado por Yarkas y Chedadi en los años 2000 y 2001 a Londres donde eran depositado en las manos del clérigo salafista Abu Qatada, quien propagó y financió la yihad internacional desde la capital británica durante más de una década. La célula de Abu Dahdah también entregaba parte del azaque obtenido a una ONG belga vinculada a la colaboración con la yihad.

Además, el salafismo radical genera recursos económicos mediante la recaudación de donativos de los fieles en su red de mezquitas colaboradoras a lo largo de Europa. El salafista argelino Chellali Benchellali, imán de una mezquita en un suburbio de Lyon, fue deportado a su país en 2006 por recolectar fondos en favor de la yihad en Argelia, Bosnia y Chechenia. Por su parte, Mimoun Belhadj, en prisión en Marruecos por colaboración con banda terrorista y hermano del procesado en España por el 11-M Youssef Belhadj, reconoce que en la mezquita Attawhid de Bruselas se hacían colectas de donaciones para los muyahidines que viajaban a Iraq.

Toda propiedad de los infieles es botín legítimo
  Un artículo aparecido en la revista electrónica Saut al Yihad en julio de 2004, firmado por el jeque Abdalá ben Naser, se defiende que entre los derechos legítimos de los musulmanes se encuentra la obtención violenta de las pertenencias de los infieles porque es un botín que será usado por el bien de Alá. A su vez, en un manual sobre la yihad que circula por Internet se dice a los jóvenes musulmanes que viven en Occidente: “es vuestra obligación tomar los bienes de los infieles como sea, porque esos bienes son el botín legítimo de los musulmanes y está permitido robarlos y saquearlos”. El fundador de Mecca-Cola denunciaba en abril de 2006 en un programa de radio que en una mezquita de París a donde había acudido a orar había escuchado desde el almimbar: “Que Alá destruya su Estado y que sus bienes sean nuestro botín”. Al mismo tiempo, numerosos escritos abundan en la idea de que el botín que están obteniendo los “cruzados” mediante el saqueo de los recursos del mundo islámico legitima todo robo de las riquezas de los occidentales.

En el Corán son varias las aleyas y diversas las palabras que se refieren a diferentes tipos de botín. Pero el concepto que usan los partidarios de la yihad es ghanima, que equivale a los bienes de los infieles tomados por la fuerza en acto de guerra. En la medida que los yihadistas piensan que el islam está en estado de guerra, que ellos son los soldados legítimos y que lo hacen por Alá, todo botín conseguido del robo o saqueo procedente de propiedades de no musulmanes estaría justificado al amparo de la ley islámica. Luego, a pesar de que el islamista neosalafista se convierta en un creyente comprometido, ello no implica que asuma los valores más humanitarios del islam. Así, muchos de los métodos de financiación ilegales más comunes entre los terroristas estarían plenamente avalados por esa justificación ideológica del botín: fraude con tarjetas de crédito, robos de coches u otro tipo de pertenencias, extorsión, etc.

En un artículo de julio de 2006, se contaba una anécdota en el diario Asharq al Awsat que ilustra bien la cuestión. Dos árabes residentes en Londres estaban a punto de cerrar un trato entre delincuentes. El uno telefoneó al otro, pero su móvil, que había sido robado, estaba apagado. Lo intentó en varias ocasiones hasta que contestó diciéndole que disculpara la tardanza en responder pues estaba rezando en la mezquita. El primero le repuso al segundo: “¿Qué tipo de hombre eres tú? ¿Te dedicas a robar y al mismo tiempo rezas?”. A lo que le respondió que no era un bien robado, sino botín legítimo como todo aquello que hay en las casas de los infieles.

 Al Taqiya: la invisibilidad en Europa
  En Marruecos o en Argelia, el musulmán convertido al islamismo radical muestra algunos indicadores externos, tales como dejarse crecer la barba o vestir el qamis o chilaba propia de los islamistas. Esto no es tan habitual en Europa, sobre todo entre aquellos que se integran en la dinámica del yihadismo, porque como cualesquiera otros terroristas se procuran clandestinidad y secretismo.

En la terminología clásica del islam existe la figura de taqiya u ocultamiento de la verdadera fe del musulmán en circunstancias peligrosas para salvaguardar su vida, honor o pertenencias. Este código es también secuestrado por la práctica yihadista. Se autoriza el uso de ese principio a sus partidarios con el fin de vencer a sus enemigos, instaurar la sharia e implementar el califato, aunque ese disimulo conlleve no cumplir escrupulosamente con los fundamentos religiosos.

Al calor de operaciones policiales contra células yihadistas, es común que los periodistas entrevisten a familiares y vecinos de los arrestados, quienes generalmente manifestarán que los presuntos terroristas eran “gente normal” que no tenían comportamientos propios de un individuo radicalizado. A modo de ejemplo, en febrero de 2006, la Policía Nacional detuvo en Reus al presunto terrorista Mbarak el Jaafari. Según los datos ofrecidos por el Ministerio de Interior, El Jaafari habría reclutado en apenas ocho meses a 32 jóvenes para perpetrar atentados suicidas en Iraq y en Marruecos. Sin embargo, este exitoso reclutador vestía a la occidental, llevaba el pelo a lo rasta, trabajaba como albañil y sus correligionarios de la mezquita que frecuentaba defendieron ante la prensa que era una persona normal y que en la comunidad no ocurría nada extraño, ello a pesar del elevado número de yihadistas captados.

Política antiterrorista en Europa: hacia la comprensión de un marco cultural islámico
  Los ataques de 2001 en EEUU y, sobre todo, los atentados de 2004 en España y de 2005 en Londres han revolucionado las estructuras de seguridad e inteligencia en Occidente. Se han creado por doquier centros de coordinación antiterrorista para combatir la amenaza global, se han incrementado las dotaciones económicas y las plantillas de los servicios de información policiales y de inteligencia se han visto ampliadas exponencialmente. En el caso concreto de España, un artículo periodístico reciente[2] señalaba que los servicios antiterroristas de la Policía Nacional, la Guardia Civil y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) habían multiplicado por diez el número de efectivos dedicados a esa tarea en los últimos tres años hasta alcanzar los 1.500 operativos. En el Reino Unido, sólo el servicio de inteligencia interior del MI5 tiene un plan para llegar a los 3.000 agentes en 2008 cuando en 2005 eran solamente 2.000.

Esta parte del ensayo no tiene como fin hacer un examen general de las reformas estructurales de las estrategias antiterroristas en Europa. Sólo quiere llamar la atención sobre la conveniencia de que las agencias policiales y de inteligencia sigan potenciando sus recursos humanos con personal que esté familiarizado con los códigos islámicos tradicionales que secuestran los yihadistas para su beneficio, que sea conocedor de las lenguas comúnmente empleadas por los islamistas radicales, y que sea estudioso del neosalafismo y su evolución ideológica. En consecuencia, agentes musulmanes y expertos en las dinámicas sociopolíticas y culturales del mundo islámico parecen los perfiles más idóneos para contribuir a un análisis de calidad que complemente el trabajo de otros profesionales especializados en otros campos de la seguridad. El desafío es desarrollar políticas antiterroristas funcionales que respondan a la amenaza compleja de un terrorismo que usa un acervo cultural ajeno a la experiencia previa de los servicios de seguridad occidentales y cuyas actividades tienen una naturaleza global.

Con un enfoque a largo plazo, países como EEUU, Francia y el Reino Unido están potenciando programas universitarios dirigidos al estudio del mundo islámico para crear un amplio abanico de especialistas que pudieran ser susceptibles de reclutamiento para las agencias antiterroristas. Como ejemplo, en otoño de 2006 la National Strategy for Combating Terrorism de EEUU refrendó la puesta en marcha de la National Securtiy Language Initiative que pretende formar a jóvenes en el conocimiento exhaustivo de lenguas como el urdu o el árabe. Si se tiene en cuenta que cerca de 300 yihadistas han sido detenidos en España desde el 11-M, no parecería disparatado que este país examinara la opción de lanzar iniciativas semejantes.

Además, al margen de potenciar las plantillas regulares de seguridad e inteligencia, es conveniente que se amplíe la contratación de infiltrados e informantes familiarizados con los usos de los radicales para que obtengan datos de primera mano en entornos frecuentados por los extremistas –gimnasios, mezquitas, cibercafés y suburbios de grandes ciudades– y en lugares sensibles para la seguridad de los Estados donde se pudieran captar o introducir a agentes terroristas –aeropuertos, ejército, centrales energéticas, etc.–.

Finalmente, en anteriores epígrafes se analizaron algunas de las referencias culturales islámicas que los yihadistas emplean para hacer más efectivo su modus operandi y para movilizar al mayor número posible de miembros de la comunidad musulmana en países europeos. Porque la finalidad última del islamismo político radical y de al-Qaeda es crear esa conciencia islámica mundial que dispute el poder hegemónico a Occidente. Así, toda política antiterrorista que se limite a arrestar y procesar a terroristas operativos en Europa está destinada al fracaso. A largo plazo, la estrategia debería complementarse con la prevención de procesos de radicalización entre jóvenes inquietos que pretenden emular a la vanguardia combatiente capitaneada por Bin Laden y, sobre todo, con la contención de la “guetoización” creciente de una parte de la comunidad musulmana que habita en Europa y que siente atracción por la propuesta político-ideológica del islamismo yihadista.

Conclusiones: El horizonte de expectativas del islamismo yihadista trasciende la acción terrorista de al-Qaeda. La cuestión medular que propugna es la construcción de un movimiento panislámico de contestación política e ideológica para acabar con la hegemonía occidental. En Europa, los yihadistas se sirven del recurso a referencias culturales enraizadas en el acervo islámico por dos razones: en primer lugar, para atraer a las comunidades musulmanas en un intento por crear una conciencia mundial islámica; y, en segundo término, porque esa táctica les resulta operativa en sus actividades criminales.

El ex director del CNI, Jorge Dezcallar, declaró ante la Comisión parlamentaria del 11-M que, tras visionar uno de los vídeos reivindicativos de los atentados de Madrid, se sabía que los ejecutores iban a seguir actuando hasta morir sacrificados por la causa, ya que aparecían vestidos de blanco, color del luto en la tradición suní. A corto plazo, toda vez que los yihadistas usan ese tipo de códigos ajenos a la tradición europea, parece conveniente que las agencias policiales y de inteligencia inviertan en el reclutamiento y formación de personal familiarizado con esas especificidades culturales. No obstante, para que la estrategia antiterrorista sea funcional a largo plazo, los Estados europeos deben complementar la respuesta policial con la vigilancia de procesos de radicalización que se están produciendo entre simpatizantes del discurso yihadista en el seno de las comunidades musulmanas. Cabe decir, por último, que el éxito de la política antiterrorista redundaría en beneficio de la gran mayoría de ciudadanos musulmanes que rechazan los métodos violentos del islamismo yihadista.

Marcos García Rey
Periodista especializado en islamismo político y ex director del Servicio Internacional en Árabe de la Agencia EFE


[1]Munira Mirza, Abi Senthilkumaran y Zein Ja’far, Living Apart Together. British Muslims and the Paradox of Multiculturalism, Policy Exchange, Londres, 2007.

[2]“10 veces más agentes que antes del 11-M”, El País, 11/III/2007.