Qué esperar del nuevo Parlamento Europeo
Aunque el resultado de las elecciones europeas ha generado un terremoto sin precedentes, el impacto práctico del nuevo Parlamento en los temas económicos será limitado.
Aunque el resultado de las elecciones europeas ha generado un terremoto sin precedentes, el impacto práctico del nuevo Parlamento en los temas económicos será limitado.
El domingo 25 de mayo se celebraban las elecciones al Parlamento Europeo en España, unas elecciones marcadas por una serie de novedades que han pasado ciertamente desapercibidas por el conjunto de la opinión pública de nuestro país.
Europa necesita cambiar, reinventarse. Ese es el mensaje de las elecciones europeas. Hacia otra Europa, combinación de más Europa en algunos sentidos, menos en otros, y sobre todo, mejor Europa. Pero los resultados de los comicios son desalentadores.
La crisis del euro, además de dividir a los países europeos, se está convirtiendo en una pesadilla para los ciudadanos. En los países del sur la pertenencia a la moneda única implica austeridad, recortes y convulsión social. En los del norte, ser parte del euro supone aceptar una solidaridad impuesta.
Ni la campaña de estas elecciones ha sido tan diferentes, ni los resultados serán presumiblemente muy distintos. España seguirá votando poco, con escasa información, en clave nacional, a partidos europeístas, y, mayoritariamente, al PP y al PSOE.
El independentismo escocés es diferente de otros en Europa. Tiene mucho de compasión, igualdad y empoderamiento de igualdad de oportunidades a través de la educación.
Entre los ajustes para evitar nuevos riesgos en la zona euro, y habiendo una amplia gama de políticas económicas, es necesario que haya una visión europea y no una suma de visiones nacionales descoordinadas y contradictorias.
Se puede decir que, por ahora, el BCE ha tenido una buena crisis. Al no existir un ministerio de finanzas europeo, el BCE se ha convertido en la institución más federal, y por lo tanto más poderosa en Europa.
Putin tiene un mapa en su cabeza. No así la UE, que no sabe qué hacer con Turquía o con Ucrania, y cuyos miembros tienen diversos mapas de Europa en la cabeza.
Lo acontecido en Ucrania es una nueva evidencia de la falta de visión estratégica de la UE y sus dificultades para relacionarse con la Federación Rusa, un actor internacional ambivalente que se mueve en una delicada posición entre adversario y socio.
Ucrania ha sido la última víctima de un perverso mecanismo de desestabilización que se ha ido desarrollado a lo largo de los últimos años.
Es necesario apuntar es que todas y cada una de las medidas que ha adoptado Vladimir Putin desde el comienzo del conflicto en Ucrania han venido motivadas por una cuestión: la seguridad.