En el mundo previo a la crisis financiera global, la Unión Europea (UE) se concentraba en promover el cambio a través del comercio, favoreciendo el acercamiento geopolítico mediante la interdependencia económica. Ese mundo, transformado por la pandemia del COVID-19, la crisis derivada de la invasión rusa de Ucrania y la creciente rivalidad sino-estadounidense, ya no existe. En el escenario geopolítico actual, la interdependencia se convierte en un arma arrojadiza y surgen conceptos de difícil delimitación como los de autonomía estratégica o seguridad económica. ¿Cómo puede la UE adaptarse al desafío de una economía global invadida por el neomercantilismo, el neoproteccionismo y el intervencionismo estatal sin perder su esencia?

Este informe intenta responder a esa pregunta mediante una serie de propuestas que permitan reformular tanto el modelo de crecimiento como la gobernanza económica de la UE.

La economía global ya no es lo que era, y garantizar la seguridad económica, la autonomía energética, la resiliencia de las cadenas de suministro o la supremacía tecnológica se consideran a menudo objetivos más importantes que el mantenimiento de mercados abiertos o el aumento de la eficiencia. Esto ha abierto la puerta, sobre todo en Estados Unidos (EEUU), a nuevos instrumentos de política comercial, requisitos de producción nacional y controles a las exportaciones e inversiones en tecnología, mientras se revisan las cadenas de suministro para reducir las dependencias de China. La UE se resiste a estos extremos, porque coincide en la necesidad de la reducción de su riesgo (de-risking) con China, pero sin llegar a una desvinculación económica total (decoupling). En cualquier caso, está obligada reelaborar su estrategia económica para adaptarla a los nuevos tiempos y ha puesto en marcha en los últimos años diversas iniciativas para reducir sus dependencias estratégicas y minimizar sus vulnerabilidades en al menos siete ámbitos: energía, materias primas críticas, tecnología, cadena de suministros, defensa, población activa y financiación.

La correcta identificación y comprensión de estas vulnerabilidades nos lleva a plantear una serie de propuestas que den lugar a un nuevo modelo de crecimiento. Se trata de aumentar el crecimiento potencial de la economía europea, mejorar la competitividad de sus empresas, acelerar las transiciones energética y digital e incrementar la cohesión social.

En primer lugar, mejorar la financiación pública europea con un presupuesto adecuado que financie bienes públicos europeos básicos y contribuya a la estabilidad macroeconómica de la eurozona, usando para ello nuevos impuestos europeos y emisiones de deuda conjunta, y configurando una capacidad fiscal permanente de la que la institucionalización del NextGenerationEU (NGEU) podría ser su embrión.

En segundo lugar, mejorar la financiación privada europea, evitando la fragmentación de los mercados financieros europeos, promoviendo de una vez por todas la profundización de la unión bancaria y del mercado de capitales y avanzando en la creación de un activo soberano libre de riesgo, sin descuidar el mercado único de servicios.

En tercer lugar, desarrollar una auténtica política industrial europea, que vaya más allá de la mera descarbonización, minimizando las ayudas de Estado que destruyen el mercado único y racionalizando el esquema de ayudas públicas disponibles para empresas, estableciendo un sistema de ventanilla única y optando por modelos de ayudas con una mejor absorción, mientras se potencian entornos regulatorios de prueba en tecnologías punteras y se mejoran los sistemas de información.

En cuarto lugar, incentivar un ecosistema europeo más favorable a la disrupción tecnológica y asegurar un suministro de minerales críticos, potenciando nuevos acuerdos comerciales, racionalizando las ayudas públicas, desburocratizando los programas europeos, identificando adecuadamente los sectores de futuro, promoviendo el capital riesgo y garantizando la coherencia entre las distintas estrategias tecnológicas nacionales.

En quinto lugar, promover una estrecha colaboración entre las empresas y las administraciones públicas, desarrollando modelos de partenariado público-privados más inclusivos, con un marco institucional y jurídico más sencillo y transparente, fondos suficientes y la participación de múltiples agentes a distintos niveles, centrando inicialmente el esfuerzo en el despliegue de infraestructuras críticas y gobernanza de datos.


Los autores quieren agradecer a Marta Domínguez Jiménez y Manuel Hidalgo Pérez sus comentarios a un primer borrador de este informe.

Imagen: Fondo abstracto de mosaico de triángulos con monedas de un euro y billetes de 20 euros. Foto: ilbusca. iStock / Getty Images.