Innovación en defensa y tecnologías profundas en la OTAN: cuestión de disposición y eficacia

Banderas de la OTAN ondeando en Rotterdam, Países Bajos, en celebración del día de la OTAN el 4 de abril de 2023.

Banderas de la OTAN ondeando en Rotterdam, Países Bajos, en celebración del día de la OTAN el 4 de abril de 2023. Foto: Organización del Tratado del Atlántico Norte (CC BY-NC-ND 2.0 DEED).

[1]La tecnología, la seguridad y la defensa siempre han sido pilares de política pública e instrumentos de poder estrechamente relacionados, también en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Los observadores tienden a ver la tecnología como una herramienta facilitadora que ha ayudado a la OTAN a aumentar su eficiencia, su eficacia, su interoperabilidad, su impacto y su resiliencia en los ámbitos que se han marcado como prioritarios. La Alianza cuenta desde hace tiempo con diversas plataformas y ecosistemas para integrar la ciencia y la tecnología en sus planteamientos operativos y estratégicos. Se puede apreciar en órganos y foros como el Mando Aliado de Transformación (ACT), la Organización de Ciencia y Tecnología (STO), el Foro de la Industria de la OTAN y el Grupo Consultivo Industrial de la Alianza.

Ante las exigencias crecientes del ecosistema de tecnología-seguridad-defensa, la Alianza ha dado un paso más en su evolución con la puesta en marcha de la Aceleradora de Innovación de Defensa para el Atlántico Norte (DIANA) y el Fondo de Innovación de la OTAN (NIF). El proyecto DIANA tiene como objetivo convertir a la tecnología en una prioridad de la OTAN con una mayor interacción con el sector comercial a través de fondos de capital riesgo, start-ups y empresas de tecnología profunda (deep tech), así como a través del apoyo para que las start-ups en fase inicial se transformen en empresas más maduras para el mercado de la defensa. El NIF, el primer fondo multi soberano del mundo, pretende captar e impulsar las inversiones de los aliados en aquellos ámbitos de acción donde los plazos prolongados hasta la llegada al mercado y el alto riesgo para el capital dificultan que el mercado satisfaga las expectativas por su cuenta.

El éxito de DIANA y del NIF dependerá en gran medida de los aliados, quienes tendrán que garantizar su coherencia y coordinación a nivel interno para responder a los retos planteados por la integración de la tecnología profunda en la OTAN, que van desde los ámbitos de la gobernanza y la financiación a cuestiones de voluntad política y de cambio de mentalidad en las culturas organizativas. Es cierto que los aliados se están mostrando más dispuestos y están proponiendo mecanismos de gobernanza para integrar la tecnología profunda y hacer contribuciones a DIANA y el NIF, pero el cambio en la mentalidad financiera y organizativa sigue siendo un gran problema que habrá que resolver debidamente para que la OTAN no se quede atrás en la vanguardia tecnológica, y no dé paso a la influencia cada vez mayor de terceros países.

Cabe destacar que el éxito de cualquier innovación tecnológica desarrollada a nivel de la OTAN dependerá de su implementación y adopción a nivel nacional y en los mercados aliados de defensa. Por ese motivo, el presente análisis examina dos cuestiones importantes sobre disposición y eficacia. En primer lugar, ¿hasta qué punto aprovecharán los aliados la oportunidad de beneficiarse de las actividades de DIANA y el NIF a efectos de la OTAN para transformar sus iniciativas nacionales de defensa en nuevos avances disruptivos que aporten respuestas en materia de seguridad y defensa a través de la deep tech, o tecnología profunda? Y, en segundo lugar, el cambio de mentalidad que se está produciendo en la OTAN gracias a DIANA y el NIF, ¿arrojará los resultados esperados a largo plazo para la seguridad y la defensa a nivel nacional?

Para responder a ambas preguntas, resulta esencial evaluar los distintos retos que deberán resolver tanto DIANA como el NIF. Su misión principal consiste en integrar las actitudes políticas de los mercados aliados en un nuevo ecosistema caracterizado por la relación con fondos de capital riesgo, desarrolladores y start-ups, así como por la diversidad de entornos de tecnología profunda a lo largo y ancho de la Alianza.

Contexto tecnológico de la OTAN

Desde 2003, el ACT se ha esforzado por integrar los avances tecnológicos en las estrategias y los planteamientos operativos de la OTAN. El Concepto Estratégico de 2010 de la OTAN destacó también la importancia que reviste la tecnología para la Alianza. Ahora bien, este Concepto Estratégico tan sólo mencionaba la tecnología en cuatro ocasiones y únicamente en relación con el terrorismo y la necesidad de adaptarse a los retos para la planificación militar. El Concepto Estratégico de 2022 ya mencionaba la tecnología en 12 ocasiones y no sólo en el contexto de las actuaciones futuras, sino también en el apartado de “Propósito y Principios” de la Alianza, que constituye el eje central que orientará la puesta en práctica de la hoja de ruta de la OTAN en la próxima década.

La tecnología siempre ha sido una prioridad para la OTAN, pero la novedad planteada en el Concepto Estratégico de 2022 fue la atención especial a las tecnologías emergentes y disruptivas (TED). En 2021, los ministros de Defensa de la OTAN ya habían aprobado una estrategia de tecnologías emergentes y disruptivas para orientar la elaboración de una política de la Alianza sobre estas tecnologías en distintos ámbitos específicos. La política relativa a las TED siempre había tenido relevancia para los objetivos de la OTAN, pero hubo que esperar a la cumbre de 2022 en Madrid para que la Alianza considerase las tecnologías nuevas y emergentes como una de sus máximas prioridades.

Aun así, el propio concepto de “tecnologías emergentes y disruptivas” plantea la primera dificultad analítica –cómo definir y enfocar estas tecnologías–, puesto que no existe un consenso de todas las partes sobre el significado real de los adjetivos “emergente”, “disruptivo” y “crítico”. La comprensión, el alcance, el interés estratégico y la utilidad percibida de las TED varían de un actor a otro, en especial en el caso de los Estados, que fijan sus propias prioridades para las TED –y, por lo tanto, implantan las herramientas para desarrollar estas tecnologías o para evitar que generen consecuencias no deseadas– sobre la base de su percepción de los riesgos y amenazas que plantean las tecnologías. La ausencia de una definición común de las TED a nivel internacional y en el espacio euroatlántico plantea serias dificultades para la integración de estas tecnologías en una alianza como la OTAN, en la que las distintas partes implicadas presentan intereses estratégicos dispares a la hora de invertir tiempo, recursos financieros, capital humano e iniciativas de gobernanza en las TED.

En un intento de describir las TED con mayor claridad, el informe de la OTAN sobre Tendencias en Ciencia y Tecnología 2020–2040 afirmaba que el calificativo “emergentes” hace referencia a tecnologías que madurarán previsiblemente entre 2020 y 2040 y para las que cabe esperar que sus efectos no acaben afectando a las funciones de defensa y seguridad ni a la arquitectura corporativa de la Alianza, mientras que el adjetivo “disruptivas” alude a las tecnologías que tendrán un efecto revolucionario. Sin embargo, las tecnologías que expone el mismo informe más adelante no se clasifican conforme a estas dos descripciones. La OTAN define como TED nueve prioridades tecnológicas, sin distinguir en ningún momento entre tecnologías emergentes o disruptivas. Se trata de inteligencia artificial (IA), datos, autonomía, tecnologías de base cuántica, biotecnología, tecnologías hipersónicas, espacio exterior, diseño y fabricación de materiales novedosos y, por último, energía y propulsión.

Aparte de las dificultades de concepto y definición, una cuestión aún más crucial es el modo de priorizar y planificar el desarrollo y la implantación de las TED.Resulta fundamental encontrar un equilibrio entre las tecnologías que, pese a tardar más en desarrollarse, tendrían una mayor repercusión y las que arrojarían resultados a corto plazo sin llegar a ser tan rupturistas. En este contexto, la OTAN ha decidido dar el salto al siguiente nivel de las TED: la tecnología profunda. Las características específicas de la deep tech plantean dificultades adicionales para el objetivo de la Alianza de dotarse de una mayor seguridad, así como para la coherencia y cohesión de los aliados y la cooperación en materia de investigación y desarrollo.

Tecnología profunda

La tecnología profunda combina ciencia e ingeniería de vanguardia para dar respuesta a objetivos importantes de la sociedad. Según un informe de Faÿçal Hafied para el Real Instituto Elcano, la tecnología profunda se puede definir de la siguiente manera:

tecnologías con altas barreras de desarrollo. Estos obstáculos son de dos tipos: 1) la alta intensidad de capital de las inversiones necesarias; y 2) la elevada incertidumbre sobre los futuros rendimientos de estas inversiones. Dichas propiedades de la Deep Tech desalientan la inversión privada e implican la necesidad de una intervención estatal correctiva. […] Deep Tech corresponde a las tecnologías más avanzadas, es decir, las que tienen mayores barreras de entrada. Los economistas las denominan innovaciones de la ‘frontera tecnológica’”.

En cualquier caso, la tecnología profunda plantea diversos retos conceptuales, organizativos y financieros.

Los retos de la tecnología profunda

El primer problema es la clara diferencia conceptual entre las nociones de “TED”, “tecnología” y “tecnología profunda” y la falta de un criterio común sobre las diferencias prácticas que se derivan de su investigación, su desarrollo y su implementación, tanto en la OTAN en particular como en todas las organizaciones militares en general. Se puede decir que las start-ups de tecnología profunda son empresas con un modelo de negocio basado en una combinación de investigación, ciencia, innovación en ingeniería e impacto social. La deep tech implica pasar de la innovación digital de las start-ups tradicionales basada en bits a la innovación física basada en bits y en átomos (véase la Figura 1 a continuación).

Figura 1. Diferencias entre start-ups y deep tech

FactorTradicionalesDeep tech
Tiempo de desarrolloComercialización rápidaFase larga de desarrollo inicial
Riesgo de competenciaEfectos de red y posición dominante en el mercado como ventajas principalesProducto tecnológico científico como ventaja principal
Riesgo de inversión de capitalSalida rápida al mercado con un producto básico mínimamente viableFuerte inversión inicial antes de la generación de ingresos y la viabilidad de productos
Riesgo tecnológicoTecnologías existentes de eficiencia probadaTecnologías sin probar
Riesgo de mercadoAlternativas y demanda de mercado existentesA menudo sin productos comparables en el mercado
Fuente: The European Deep Tech Report: 2023 Edition, Dealroom, enero de 2023.

Las empresas de tecnología profunda chocan con algunos aspectos de la cultura organizativa de una organización orientada a la seguridad como la OTAN. Los miembros de la Alianza comparten la misma percepción sobre las amenazas de seguridad y las iniciativas destinadas a conformar una cultura estratégica común ayudan a los aliados a cooperar al estilo de una comunidad para promover su seguridad, defenderse de amenazas exteriores y garantizar la paz. Es posible que las empresas de deep tech también contemplen diversos aspectos de seguridad, pero su finalidad principal y sus metas concretas nacen del ánimo de lucro y el espíritu empresarial. El florecimiento de la tecnología profunda exigirá un cambio de mentalidad y la creación de una cultura inter organizativa entre los actores civiles privados y los gobiernos para encontrar un equilibrio entre los intereses de obtención de resultados a corto plazo con una visión empresarial y las prioridades estratégicas basadas en la seguridad.

Inversiones en tecnología profunda

Pese a que la tecnología profunda es el segundo segmento más prometedor para las inversiones de capital riesgo en Europa, el continente se encuentra en este ámbito muy por detrás de Estados Unidos (EEUU), donde este tipo de inversión ascendió a 166.000 millones de dólares de 2020 a 2022, frente a los 52.000 millones invertidos en Europa. China, con 34.000 millones, se situó por delante de los Estados miembros de la Unión Europea (UE), quienes invirtieron en su conjunto un total de 30.000 millones.

A pesar de estas sumas, el ecosistema de la tecnología profunda ha ido menguando en los últimos años. Durante la presidencia de Donald Trump en EEUU, se disparó el presupuesto de varias organizaciones tecnológicas que colaboran con el Departamento de Defensa, pero a la tecnología profunda le costó captar inversiones exteriores por diversos motivos, entre ellos las perturbaciones del comercio internacional, la falta de acuerdo entre el Congreso y la Casa Blanca sobre el incremento del apoyo federal para investigación y desarrollo a nivel básico y las estrictas políticas de inmigración que trabaron los esfuerzos destinados a atraer y retener el talento. Esta mezcla de razones ha supuesto una llamada de atención para que la OTAN coordine sus iniciativas e inste a los aliados a invertir en este ámbito a través de DIANA y el NIF.

Sin embargo, la inversión en tecnología profunda no consiste únicamente en inyectar dinero. Existen dos escollos principales relacionados con la financiación. En primer lugar, la mayoría de quienes invierten en deep tech se centran en exclusiva en las primeras fases de la tecnología, lo que reduce la capacidad de las start-ups para dejar atrás esta fase inicial y entrar en la fase de desarrollo, por no hablar ya de la fase de crecimiento.[2]

En segundo lugar, los tipos de inversores están limitados y se distribuyen de forma desigual, y cada uno de ellos cuenta con distintas concepciones y actitudes en torno a la tecnología profunda. Estos factores pueden restringir las oportunidades de interacción con la OTAN. Existen seis tipos principales de financiación: fondos generalistas de capital riesgo, fondos especializados en tecnología profunda, fondos de capital inversión, socios comanditarios (entre ellos, fondos soberanos y entidades de gestión de patrimonio familiar), empresas y, por último, gobiernos y fondos de investigación institucionales. Los fondos especializados en tecnología profunda comprenden las necesidades intrínsecas de una inversión de alto riesgo, pero su tamaño es limitado. Los fondos de capital inversión suelen considerar que las inversiones en deep tech quedan fuera de su ámbito de actuación. Es posible que las empresas sí comprendan la importancia de la tecnología profunda, pero su flexibilidad y adaptabilidad son más bien limitadas para invertir en elementos disruptivos del mercado que requieren más tiempo para su desarrollo. Por su parte, los gobiernos y los centros institucionales de investigación podrían ser más proclives a invertir en actividades que no lleguen al mercado con tanta rapidez como las industrias tradicionales, pero la predisposición a invertir varía de un país a otro.

DIANA y el NIF: necesidades y oportunidades

Tanto el proyecto DIANA como el NIF pretenden aprovechar las oportunidades que brinda la tecnología profunda, pero a través de sendas diferentes. DIANA proporciona acceso a subvenciones y a una red de 11 aceleradores y 91 centros de ensayo de tecnologías profundas donde los innovadores pueden reducir riesgos, hacer demostraciones y validar las soluciones tecnológicas de doble uso que propongan. DIANA también ofrece tutorización, una comunidad de inversores, la oportunidad de ensayar la tecnología en entornos operativos, una red de colaboración industrial y programas de retos que echaron a andar en 2023 con la intención de celebrar 10 competiciones al año para 2025.

Por su parte, el NIF ha trazado una estrategia de inversión de 1.000 millones de euros (1.100 millones de dólares) que da prioridad a las inversiones en empresas que empleen la función aceleradora de DIANA y hayan superado un programa de retos. Se seleccionan las empresas en función de sus respuestas a un reto específico del proyecto DIANA, así como de su aplicabilidad operativa, su viabilidad tecnológica y comercial y el carácter transformador de las soluciones propuestas. No obstante, el NIF es un marco de financiación a 15 años que plantea interrogantes sobre su grado de ambición a la hora de arrojar resultados punteros a medio plazo y responder con innovación tecnológica a las necesidades crecientes de los mercados aliados en materia de seguridad y defensa. A título comparativo, se ha destinado al Plan de Innovación en Defensa de la UE una inversión total cercana a 2.000 millones de euros (2.200 millones de dólares) para el periodo presupuestario 2021–2027 conforme al llamado marco financiero plurianual (MFP): es decir, el doble de presupuesto que para el NIF y tan sólo para dos quintas partes del mismo periodo.

El objetivo de DIANA y el NIF al pretender aprovechar la tecnología profunda es promover la coherencia y proteger la alianza en dos carreras: el desarrollo tecnológico y la adopción de tecnologías. Si bien la OTAN no hace referencia a ningún país específico al hablar de las TED, el Concepto Estratégico de 2022 de la Alianza incluye un párrafo dedicado en su totalidad al objetivo de China de “controlar sectores tecnológicos e industriales clave [y] crear dependencias estratégicas”. Los párrafos relativos a Rusia no mencionan las tecnologías de manera explícita. Sin embargo, las referencias a tecnologías clave a lo largo y ancho del Concepto Estratégico están directamente vinculadas a la función de las tecnologías para modificar la naturaleza de la guerra, la competencia mundial y el éxito en el campo de batalla.

La referencia a tecnologías clave en vez de a TED podría ser una forma de sortear las diferencias entre los distintos enfoques de los aliados al encarar la cuestión de China. EEUU y los países de Europa del Este son mucho más explícitos en su oposición a China, mientras que los países de Europa Occidental adoptan perspectivas dispares: algunos como Alemania se decantan por una postura de neutralidad; otros, como por ejemplo España, recurren a argumentos burocráticos de índole no política; y otros, como los Países Bajos, optan por medidas de seguridad económica.

Promover la coherencia

La falta de coherencia entre los mercados aliados podría ser el motivo por el que DIANA pretende impulsar el objetivo de promover la coordinación entre los miembros de la OTAN. Se hace especial hincapié en reducir la brecha entre los distintos países –sobre todo, entre las start-ups de EEUU y las de Canadá y Europa– en cuanto al aprovechamiento de la deep tech para estimular la creación de grandes ecosistemas transfronterizos de tecnología profunda en el seno de la Alianza.

El Reino Unido, Alemania, Francia y Suecia cuentan con los mayores ecosistemas de tecnología profunda de Europa si atendemos a la inversión de capital riesgo en el periodo comprendido entre 2016 y 2022, mientras que Suecia, Finlandia y Noruega presentan los ecosistemas más centrados en la tecnología profunda en función del porcentaje de inversión de capital riesgo destinado a ese ámbito durante el mismo periodo. Sin embargo, estos países no suelen colaborar entre sí, lo que limita la complementariedad entre aliados que busca la OTAN. La creación de “capital paciente” y el despliegue de un ecosistema fiable con terceros de confianza y mercados aliados son tareas fundamentales, porque de los aliados depende la obtención de contratos con las start-ups que hayan superado todas las actividades del proyecto DIANA, una labor que sigue siendo difícil.

DIANA gestiona las iniciativas de las start-ups, pero los responsables de su ejecución son los aliados. Aun así, no todos los países participan por igual en el esquema de aceleradoras. Son más los países que ofrecen centros de ensayo que los que disponen de aceleradoras. Pese a que no existe una separación geográfica entre este y oeste, ni entre norte y sur, cabe destacar que los países con ecosistemas industriales avanzados suelen ser los que ofrecen centros de ensayo. Tanto los centros de ensayo como las aceleradoras son de naturaleza estratégica, pero los primeros sirven para que los innovadores experimenten con productos desarrollados y evalúen su comerciabilidad, mientras que los segundos están orientados sobre todo a actividades propias de una fase inicial, como son la investigación, el desarrollo y la prueba de concepto. Esta circunstancia implica que los países con centros de ensayo podrían acceder con mayor facilidad a los contratos, puesto que las empresas en cuestión ya están establecidas en su territorio.

Merece la pena señalar que Canadá, Francia y EEUU han optado por sumarse a DIANA y no al NIF. El motivo principal es evitar la duplicación de las iniciativas nacionales existentes en materia de innovación. Hasta el momento, el único foro formalizado para coordinar las iniciativas nacionales es la Junta de Revisión de Datos e IA (Data and AI Review Board),que es el punto focal donde se centralizan los esfuerzos de la OTAN destinados a dirigir y operacionalizar medidas concretas con aliados para el desarrollo responsable de la IA. Ahora bien, la adhesión de los aliados a estas iniciativas conjuntas se hace a título voluntario, lo que dificulta que haya coherencia entre los miembros de la OTAN en materia de innovación en defensa.

Proteger la Alianza

Junto a la necesidad de promover la coherencia y la coordinación entre los mercados aliados, es importante garantizar las infraestructuras de datos, afianzar la resiliencia tecnológica con el fin de reducir al mínimo la transferencia no deseada de propiedad intelectual técnica, mitigar los riesgos que plantean los consorcios del mundo académico, cribar la inversión extranjera directa cuando se considere necesario y prestar apoyo a las entidades comerciales para sus actividades de control de exportaciones.

Con las start-ups de tecnología profunda surgen varios problemas. Tienen que manejar información delicada, lo que puede complicar que estas empresas reciban financiación de inversores de capital riesgo que necesiten información detallada sobre el cumplimiento de los requisitos de diligencia debida por parte de las start-ups.

Por lo que respecta a la inversión extranjera directa, DIANA está buscando por ahora empresas en fase inicial de desarrollo, las cuales probablemente no sean muy susceptibles de correr riesgos derivados de que participaran empresas afincadas en países ajenos a la OTAN. No obstante, algunas start-ups podrían formar parte de consorcios de investigación de esos países, por lo que las evaluaciones de riesgo siguen siendo importantes para garantizar la protección de la propiedad intelectual, la prevención del acceso a determinados datos sensibles y la titularidad sobre determinados productos tecnológicos desarrollados en instalaciones de seguridad nacional en mercados aliados. En los programas de retos no se incluye información clasificada ni sensible, pero como DIANA maneja los niveles de preparación tecnológica con el conjunto de referencia estándar 4-7, cuando estas start-ups empiecen a participar en actividades específicas, algunos desarrollos podrían acabar clasificándose y, por lo tanto, se exigirían requisitos adicionales de diligencia debida.

Del mismo modo, convendrá ofrecer incentivos a las start-ups para que se sumen al proyecto DIANA y para que firmen contratos con los Ministerios de Defensa nacionales en la última fase de los programas de retos. Los fondos de capital riesgo suelen prestar más apoyo al desarrollo que a la investigación porque, al ser esta última más costosa, resulta más difícil transformar los conocimientos en productos comercializables. Por ese mismo motivo, determinados países han decidido decantarse por centros de ensayo y no por aceleradores, con el resultado imprevisto de la creación de distintas velocidades y diferentes ventajas comparativas entre los mercados aliados.

Dinámica OTAN-UE

En 2022, la Presidencia francesa del Consejo de la UE impulsó la creación del Centro de la UE para la Innovación en materia de Defensa bajo la coordinación de la Agencia Europea de Defensa. Si bien se trata de una iniciativa no comparable al NIF, las diferentes actitudes de los aliados hacia los planes de financiación de la UE y la OTAN ponen de manifiesto la disparidad en el grado de voluntad para potenciar la innovación en defensa a través de la OTAN. Esta situación confirma la idea de que algunos países de la OTAN prefieren concentrar sus recursos en TED a nivel interno, por lo que el margen de cooperación en el seno de la Alianza puede ser más limitado.

Otro problema es el presupuesto dedicado a la tecnología profunda en el gasto total en innovación para la defensa. En el caso de la UE, el Fondo Europeo de Defensa cuenta con un presupuesto total de 7.900 millones de euros (8.800 millones de dólares), de los que el 33% se destina a innovación y desarrollo en defensa para el periodo 2021-2027. No obstante, de estos 2.600 millones de euros (2.900 millones de dólares), se dedica únicamente entre el 4% y el 8% a investigación y desarrollo de TED. Otro tema es el Esquema de Innovación en Defensa de la UE, el cual propone destinar 2.000 millones de euros (2.200 millones de dólares) a la innovación en defensa hasta 2027. En cualquier caso, queda por ver el porcentaje de esta inversión que se dedicará a la tecnología profunda. En el contexto de la OTAN, surge la misma pregunta sobre la proporción del presupuesto total para innovación en defensa que se debería destinar a deep tech.

En el contexto de la competencia internacional actual, la cooperación OTAN-UE se antoja más importante que nunca. El proyecto DIANA, el Consejo Europeo de Innovación, la Unidad de Coordinación de Política Exterior, Seguridad y Defensa de la Secretaría General de la Comisión Europea y la Dirección General de Industria de Defensa y Espacio de la Comisión Europea mantienen conversaciones periódicas y colaboran para mejorar sus experiencias comerciales. La Declaración conjunta sobre la cooperación UE-OTAN de 2023 menciona en dos ocasiones la necesidad de cooperar en el ámbito de las TED. Sin embargo, no existe una hoja de ruta clara ni un calendario definido para esta cooperación, a diferencia de la primera declaración conjunta de 2016 en la que se expusieron 74 propuestas comunes.

Por lo tanto, redunda en interés tanto de la OTAN como de la UE que se tiendan más puentes en tres ámbitos concretos. En primer lugar, las dos organizaciones deben cooperar en mayor medida en lo que atañe a sus planeamientos de inversión en TED. En segundo lugar, deben concebir herramientas conjuntas de evaluación y medición para consensuar definiciones comunes y homogéneas sobre las tecnologías disruptivas y críticas, tal y como se señala en el Plan de Acción de la UE sobre las sinergias entre las industrias civil, de la defensa y espacial. Por último, la OTAN y la UE deben adoptar los mismos planteamientos metodológicos para diseñar, implantar y evaluar con eficacia las hojas de ruta para el desarrollo de tecnologías para seguridad y defensa.

Conclusiones

A través de DIANA y el NIF, la OTAN ha reconocido la importancia cada vez mayor de la deep tech. Sus objetivos, su mandato y su modelo de gobernanza se han definido con total claridad. Sin embargo, las dos iniciativas se enfrentan a varias dificultades, entre ellas sus relaciones con participantes inéditos como start-ups y emprendedores con enfoques empresariales diferentes, la necesidad de impulsar actividades que exigen plazos largos y la voluntad de los aliados de comprometerse con la tecnología profunda.

Por lo que respecta a esta buena predisposición, a los aliados cada vez les entusiasma más la integración de la deep tech desde un punto de vista organizativo, pero algo menos desde el punto de vista financiero. La mayoría de los aliados han puesto en marcha centros de ensayo y aceleradoras a modo de contribución a las labores del proyecto DIANA. Pese a la disparidad de prioridades y recursos entre los países, la mayoría de los aliados se han comprometido con este empeño que, si bien está liderado por la OTAN, se ejecuta a nivel nacional. Corresponde a los países miembros conformar la red de centros que darán cabida a las start-ups participantes en los programas de retos del programa DIANA y después son los Ministerios de Defensa nacionales los encargados de firmar contratos con las start-ups una vez concluido todo el programa DIANA.

La mayoría de los aliados se muestran dispuestos a integrar estas empresas nuevas, en especial las compañías de tecnología profunda, pero esta predisposición debe ir acompañada de mecanismos prácticos de ejecución. El aspecto financiero sigue siendo una de las dificultades más acuciantes, ya que el desarrollo de tecnologías profundas requiere de inversiones altas sin que se pueda hacer un cálculo aproximado del rendimiento potencial de esa inversión. Al mismo tiempo, pese a que los gobiernos pueden contribuir a esta financiación, los fondos de capital riesgo continúan desempeñando una función importante, lo que exige intensificar la colaboración público-privada en un ámbito que maneja información sensible de seguridad y defensa.

Sobre el interrogante de si el cambio de mentalidad necesario arrojará los resultados esperados, dependerá sobre todo de tres factores. El primero es el nivel real de inversión, y no sólo en innovación para la defensa como ámbito normativo general, sino también en el área particular de la tecnología profunda. El segundo factor es la adecuada adaptación de las herramientas de seguridad económica para el mundo de la seguridad y la defensa. En concreto, significa supervisar la inversión extranjera directa en empresas de deep tech y adaptar las metodologías de evaluación de riesgos para valorar los peligros potenciales que se derivan de algunas cuestiones, entre ellas la protección de los derechos de propiedad intelectual. En tercer lugar, pese al aumento de la ambición para colaborar en pos de un objetivo común, este modelo de cooperación podría dar pie a una competencia a nivel interno en la que los países más industrializados y avanzados en el plano tecnológico podrían obtener más beneficios del proyecto DIANA que los países menos acostumbrados a sacar partido de la innovación en defensa y la tecnología profunda.

En cualquier caso, la voluntad política, la cultura organizativa y la concienciación acerca de la importancia que revisten las TED, y en especial la tecnología profunda, siguen siendo los factores principales que determinarán los avances de los distintos países y organizaciones en la revolución actual en torno a la tecnología y la seguridad. La OTAN todavía puede adoptar una nueva mentalidad, pero, en líneas generales, los avances dependerán de la disposición de los Estados miembros de contribuir a la innovación en defensa y dar prioridad a dicha innovación como piedra angular de la ventaja competitiva de la Alianza.


[1] La presente publicación forma parte de la serie New Tech in Review de la EU Cyber Direct–EU Cyber Diplomacy Initiative, una recopilación de comentarios que pone el énfasis en las cuestiones clave que afloran en la confluencia de las tecnologías emergentes, la ciberseguridad, la defensa y el plano normativo, y cuenta con ayuda financiera de la Unión Europea.

El contenido de la presente publicación es responsabilidad exclusiva de sus autores y no se puede considerar en modo alguno que refleje la posición de la Unión Europea ni de cualquier otra institución. Este análisis ha sido publicado originalmente por Carnegie Europe en su versión en inglés el 29 de agosto de 2023.

[2] Estas son las cifras de financiación para cada fase de desarrollo: la financiación en fase inicial consta de fondos de pre-creación (hasta un millón de dólares), capital semilla (entre uno y cuatro millones) y serie A (entre cuatro y 15 millones). La fase de desarrollo va de los 15 a los 100 millones. Por su parte, la fase de crecimiento empieza a partir de los 100 millones.

*Artículo publicado en el marco del proyecto EU Cyber Direct–EU Cyber Diplomacy Initiative con ayuda financiera de la Unión Europea. El contenido de la presente publicación es responsabilidad exclusiva de sus autores y no se puede considerar en modo alguno que refleje la posición de la Unión Europea ni de cualquier otra institución.


Tribunas Elcano

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