China, el desacoplamiento inevitable

Desacoplamiento. Figura de Xi Jingping con un mapa de China al fondo

China y el mundo democrático continúan avanzando hacia un desacoplamiento parcial, es decir, hacia una reducción de su interacción (no solo económica: el desacoplamiento afecta también a los flujos de personas, información, educación, colaboración en ciencia, etc.). Son diversas las fuerzas que impulsan este desacoplamiento desde las dos partes: desde los países democráticos y desde la propia China. No es un fenómeno positivo para el mundo. Esperemos que esta “separación” se mantenga en unos márgenes que minimicen los efectos negativos.

El nuevo Concepto Estratégico de la OTAN es un nuevo paso en el creciente distanciamiento entre el mundo democrático-occidental y China. Las referencias a China son duras en el Concepto: sus políticas coercitivas, su retórica de confrontación y desinformación, sus intentos de subvertir un orden internacional basado en normas, los “retos sistémicos” que China representa para la seguridad euroatlántica.

El distanciamiento respecto a China

El documento de la OTAN refleja el foso que se ha abierto, y sigue ensanchándose, entre China y Occidente. Ese foso se manifiesta, por ejemplo, en una percepción crecientemente negativa sobre China. Un reciente estudio del Pew Research Center muestra cómo la percepción negativa sobre China es predominante en la mayoría de los países desarrollados. Entre los 19 países considerados en la encuesta que realiza el Pew Research Center, un 68% declara tener una visión desfavorable sobre China, frente a solo un 27% que tiene una visión favorable. En el caso de España, un 63% expresa una opinión desfavorable.

Además, el deterioro de la percepción sobre China se ha acelerado en estos últimos años. En España el porcentaje que expresa una visión desfavorable pasó del 53 al 63% en un solo año, entre 2019 y 2020. En ese mismo periodo, la visión desfavorable pasó en Suecia del 70 al 85%, y en los Países Bajos del 58 al 73%.

Como puede verse en el gráfico adjunto, la política China sobre derechos humanos es el aspecto más mencionado como un problema serio (por el 79% de la población), seguido de cerca por el poder militar chino (que un 72% ven como problema). Un 59% considera un problema serio la interferencia de China en la política de su país.

El impulso al desacoplamiento es bidireccional. Entre los países democráticos hay dos factores fundamentales. Por un lado, la pandemia y la guerra en Ucrania han dado prioridad a la necesidad de garantizar la seguridad en los abastecimientos de bienes. Ello conduce a acortamientos en las cadenas globales de valor, relocalización de actividades productivas (re-shoring, friend-shoring), etc., unas tendencias que incentivan una menor dependencia de importaciones procedentes de China.

Por otro lado, y con una relevancia cada vez mayor, están los aspectos geoestratégicos de seguridad. China se percibe como un rival sistémico, un país con un sistema político autoritario que se postula como un modelo alternativo al orden democrático liberal. La posición de Beijing sobre la guerra en Ucrania apoyando implícitamente a Rusia y asumiendo su narrativa, ha supuesto un hito significativo en la consolidación de los recelos hacia China.

Los motivos de seguridad han llevado a que en muchos países se estén adoptando medidas de control de las inversiones extranjeras, para evitar que sectores estratégicos caigan bajo el control de países con sistemas políticos basados en valores no compatibles con la democracia. El objetivo principal de estas medidas son las inversiones de empresas chinas, que en muchos casos son estatales y que incluso, aunque sean privadas, siguen las directrices del gobierno chino.

De hecho, y como muestra un reciente trabajo de BBVA Research sobre las inversiones chinas en el exterior, Europa está perdiendo peso en éstas desde hace años, mientras aumenta el peso de las inversiones chinas en los países del Sur Global, con un fuerte crecimiento en América Latina y África.

Desacoplamiento desde China

Y por el lado de China también hay fuerzas que impulsan hacia un desacoplamiento. Desde hace algunos años China ha puesto en marcha una estrategia para reducir su dependencia del exterior, especialmente en ciertos productos como energía, alimentos, microchips, alta tecnología, una estrategia que se verá reforzada con las disrupciones en las cadenas de suministro de los dos últimos años.

La guerra en Ucrania ha puesto en alerta a los gobernantes chinos sobre las consecuencias que pueden tener las sanciones internacionales. China intentará sin duda reducir su vulnerabilidad en relación con posibles sanciones.

La gran cuestión que ha pasado en estos últimos meses a un primer plano de actualidad es el riesgo de una invasión de Taiwán por parte de China. Esta opción era descartada de manera generalizada hasta hace poco por las consecuencias que tendría para China: sanciones económicas, disrupción en el transporte de mercancías, rechazo internacional, etc. Y en mi opinión, sigue siendo una posibilidad muy lejana (siempre que Taiwán evite proclamar su independencia). Pero también se descartó con bastante unanimidad la posibilidad de que Rusia invadiera Ucrania, hasta que lo impensable ocurrió. Para Xi Jinping la reunificación con Taiwán parece haberse convertido en su gran objetivo personal. Con Xi se ha asistido a un reforzamiento del carácter autocrático del poder en China, invirtiendo la tendencia de las décadas anteriores hacia un ejercicio más colectivo del poder; y los poderes personalistas pueden llevar a decisiones peligrosas e imprudentes (véase el caso de Putin y su decisión de invadir Ucrania).

El tema de Taiwán despierta preocupación entre los medios económicos y empresariales. El Financial Times se refería el pasado 13 de julio a cómo son cada vez más numerosas las empresas internacionales que están mostrando preocupación por las consecuencias de una guerra en Taiwán. Hay empresas que plantean abiertamente dudas acerca de su capacidad para seguir operando instalaciones productivas en China en el caso de conflicto bélico.

El desacoplamiento tiene consecuencias negativas, tanto políticas como económicas, aunque sin duda existen factores que lo hacen inevitable y necesario (al menos parcialmente). China es un actor imprescindible hoy en día en la comunidad internacional. La cooperación con China es esencial para afrontar problemas globales, como el cambio climático. El peso de las relaciones económicas de China con el resto del mundo, incluidos los países occidentales, es enorme. No cabe esperar por ello un proceso brusco de desacoplamiento, que supondría grandes costes para todos. Y es de esperar que ese desacoplamiento tenga un alcance lo más selectivo o limitado posible y que China comprenda que intentar resolver militarmente el problema de Taiwán sería una catástrofe.


Imagen: Mapa de China con Xi Jinping. Fotos: Chirstian Lue (@christianlue)COP PARIS (Wikimedia Commons / CC0).