Primeras lecturas de los atentados en Casablanca

Primeras lecturas de los atentados en Casablanca

Tema: Los atentados simultáneos en Casablanca, la noche del 16 al 17 de mayo, representan una llamada de atención sobre las sociedades de Marruecos y España. Aunque todavía no se ha esclarecido la autoría de los ataques terroristas, es muy probable que se trate de la primera acción directa de Al Qaeda contra los intereses de ambos países.

Resumen: Todo parece indicar que los ataques terroristas producidos en Casablanca son parte de la última cadena de atentados de la red Al Qaeda. En esta ocasión la novedad se encuentra en el país donde se han perpetrado y en los objetivos elegidos. De confirmarse la responsabilidad, sería la primera vez que Al Qaeda lleva a cabo una acción terrorista en Marruecos, y también la primera que uno de los blancos previamente elegidos está relacionado con España. Este análisis interpreta el significado de la operación terrorista y expone las consecuencias que dichos atentados pueden tener sobre los dos países vecinos.

Análisis: Los atentados terroristas, producidos la noche del viernes 16 de mayo en Casablanca, reúnen un conjunto de características singulares que suelen coincidir también en otras operaciones de Al Qaeda. Uso de explosivos, empleo de células integradas por nacionales autóctonos con conexiones en el exterior, ataques simultáneos, acciones suicidas y objetivos occidentales y judíos se han convertido en marcas comunes de la red terrorista. Es muy posible que varios de los elementos de esta táctica provengan de la relación personal entre Bin Laden e Imad Mughniyeh. Se sospecha que Mughniyeh, miembro destacado de Hezbolá, fue el cerebro de los ataques contra un cuartel norteamericano y otro francés de la fuerza multinacional en Beirut en 1983. En una acción coordinada, dos camiones cargados de explosivos y conducidos por suicidas segaron la vida de 241 marines y 58 paracaidistas franceses, provocando la retirada de la fuerza multinacional. De esa cooperación, Al Qaeda habría aprendido que con la ejecución de atentados simultáneos, suicidas y muy letales se consigue un mayor impacto psicológico y se elimina el difícil problema de facilitar la huida de los terroristas.

Los cinco atentados de Casablanca constituyen un eslabón más de la última cadena de ataques de la red terrorista. Sólo cuatro días antes había tenido lugar una acción de características muy similares en Riad, donde quince suicidas provocaron, en tres ataques simultáneos, la muerte de más de una treintena de personas. En las horas previas a los atentados de Casablanca, Estados Unidos había anunciado también la inminencia de nuevos ataques por parte de Al Qaeda. Los servicios de inteligencia norteamericanos advertían del carácter más continuo y repetitivo de las comunicaciones entre miembros de la red, lo que podía interpretarse como síntoma de una nueva jugada de los terroristas. En menos de un día, los sucesos de Marruecos confirmaban tales temores.

A pesar de la novedad que supone que Marruecos haya sido escenario de los ataques, y que uno de ellos tuviese como objetivo un interés español, los atentados de Casablanca pueden ser interpretados como acciones coherentes con la gran estrategia de Al Qaeda, y, por tanto, no habría nada fuera de lo común en ellos. La elección del país y de los objetivos no implica un cambio en los parámetros de actuación de la red terrorista. El objetivo final de Al Qaeda consiste en la instauración de regímenes islamistas en los países musulmanes. Y para ello pretende conseguir la derrota de Occidente, encabezado por Estados Unidos, y la movilización de todos los musulmanes. Con este tipo de atentados quieren aterrorizar a sus adversarios y ganar apoyos para su causa.

Los atentados de Casablanca se inscriben en la misma estrategia que ha impulsado otros ataques posteriores al 11 de septiembre, como fueron los realizados en Pakistán, Túnez, Kenia, Yemen o Bali. Al mismo tiempo, revalidan los análisis sobre el elevado nivel de sofisticación y el potencial de la red terrorista. Después de perder las facilidades y el refugio que les prestaba el régimen de los talibán, con cientos de sus integrantes muertos o detenidos –incluidos algunos de sus dirigentes más destacados– y tras el silencio operativo que ha mantenido durante la guerra en Irak, los ataques de Riad y Casablanca serían un mensaje al mundo de que Al Qaeda no ha muerto. Los atentados en Arabia Saudí y Marruecos demuestran que la red sigue contando con la capacidad de organizar y orquestar acciones terroristas complejas en puntos muy lejanos del planeta. Ciertamente, se trata de acciones mucho menos espectaculares que los ataques del 11-S, pero mantienen viva la llama de la yihad y desafían la seguridad de sus enemigos.

Este último atentado se ha producido además en un país donde las fuerzas de seguridad se distinguen por su amplia capacidad de ejercer el control social y donde meses antes se habían desarticulado varios grupúsculos radicales, uno de ellos acusado de estar vinculado a Al Qaeda. Y, no obstante, una o varias células durmientes han sido capaces de reclutar candidatos para una operación suicida, dotarse de explosivos, organizar una acción simultánea y mantener la difusa vinculación con el entramado central de la red terrorista (para la coordinación temporal con los atentados en Riad) y todo ello eludiendo ser detectados: una profesionalidad en la práctica del terror difícilmente igualable. Las tempranas declaraciones de las autoridades marroquíes, vinculando los atentados con Al Qaeda no deben interpretarse simplemente como dirigidas a ganar el apoyo de Washington, sino que son una consecuencia de que cada vez es más sencillo distinguir la firma de Al Qaeda. Y esto es así por el grado de perfección de sus acciones.

Pero a pesar de que no representan una novedad desde el punto de vista operacional y de estrategia de Al Qaeda, las acciones suicidas de Casablanca añaden elementos interesantes para el análisis. Se trata de la primera operación de Al Qaeda ejecutada en Marruecos y, también, de la primera que incluye, entre otros objetivos, a intereses españoles. En los siguientes epígrafes desarrollamos las primeras conclusiones que pueden extraerse.


Consecuencias para Marruecos
A pesar de que los objetivos eran occidentales o judíos, el principal perjudicado de las acciones terroristas es el propio Marruecos. Son varias las razones que lo explican.

Por un lado, los atentados de Casablanca dañan gravemente la imagen de tranquilidad y de control sobre el radicalismo que hasta ahora había ofrecido el reino jerifiano. Y un efecto indirecto va a ser probablemente la disminución del turismo, cuyos ingresos suponen aproximadamente el 7% del PIB. Como consecuencia de un entorno global muy sensible al terrorismo de Al Qaeda, la noticia de los atentados de Casablanca ha tenido una difusión mundial que no habría tenido en otras circunstancias. La cercanía temporal a los ataques en Arabia Saudí y el hecho de que algunas de sus víctimas sean occidentales también contribuye a su mayor relevancia. Y la proximidad de las vacaciones veraniegas no es precisamente un factor que mejore el panorama.

Pero al margen de los efectos económicos, nada desdeñables en un país que atraviesa importantes problemas financieros, las acciones suicidas demuestran la penetración de Al Qaeda en los círculos más radicales del islamismo marroquí. Y esto tampoco es una buena noticia.

La presencia de marroquíes dentro de la nebulosa terrorista que constituye Al Qaeda ya era un dato que se venía manejando desde hace tiempo. De esta nacionalidad son ocho de los condenados el año pasado por el intento de atentado contra la embajada de Estados Unidos en Roma, así como otros integrantes de la organización detenidos en diversos países de Europa y en los campos de entrenamiento de Afganistán. Pero lo que no se conocía es la presencia de Al Qaeda en el propio Marruecos: era algo que se había comenzado a sospechar hacía poco más de un año y que estos ataques suicidas se han encargado de confirmar. El año 2002 fue testigo de varias operaciones de la seguridad marroquí contra grupos incipientes de terrorismo islamista. En el mes de mayo fueron detenidos tres saudíes en Rabat y Casablanca, que –según fuentes oficiales marroquíes– reconocieron su pertenencia a Al Qaeda y confesaron su intención de realizar ataques suicidas contra los buques militares de la OTAN en su paso por el Estrecho. Ninguno de ellos portaba armas ni explosivos en el momento de su detención, ni estaban implicados en alguno de los procedimientos judiciales abiertos en diferentes países del mundo en relación con las actividades de la red terrorista.

A principios de agosto del año pasado, la seguridad interna marroquí desarticuló también un grupo autóctono, compuesto por varias células y casi un centenar de integrantes, al que se acusó de estar detrás de cinco asesinatos y numerosas agresiones contra personas cuya conducta era contraria al Islam. Algunos meses antes ya se habían iniciado las detenciones de miembros del Movimiento Salafista de la Yihad (así denominado por los medios de comunicación, si bien ellos niegan tal nombre). Se trataba de una corriente de jóvenes radicales organizados alrededor de líderes religiosos, de menos de treinta años, que predican un islamismo radical y que simpatizan con el discurso de Bin Laden. Actuaban en varias ciudades del país como Rabat, Casablanca, Tánger y Nador. Este movimiento había surgido en un entorno de mezquitas y salas de oración no controladas por el Gobierno, y en el que se escuchaba la predicación grabada de ulemas islamistas egipcios y saudíes. Los arrestos se contaron por centenares y se incrementó la vigilancia sobre los centros religiosos paralelos. Sin embargo, los ataques terroristas de Casablanca demuestran, por un lado, que la red Al Qaeda ha conseguido infiltrarse en ese ámbito de jóvenes radicalizados (los testigos de los atentados han subrayado la juventud de los suicidas), y, por otro, que las medidas del año anterior no lograron extirpar el germen terrorista. Las investigaciones de los últimos días (que avanzan rápidamente gracias a que uno de los autores de los atentados ha sido capturado con vida) confirman que los terroristas estaban vinculados al grupo islamista Assirat Al Mustaqim (“el buen camino”), del entorno radical al que nos acabamos de referir. Varios de ellos habían regresado recientemente del extranjero, por lo que la conexión internacional parece cada vez más clara.

Un último efecto pernicioso que pueden tener los atentados de Casablanca sobre el reino de Marruecos es que den lugar a un ciclo de acción-represión-reacción, que tenga como eje central el islamismo marroquí. Es conocida la existencia de dos grandes ámbitos de este islamismo. Uno semi-institucionalizado y con presencia en el parlamento (liderado por Abdelilak Benkirane), y otro marginado políticamente pero que condena la violencia en el nombre del Islam (cuyo líder es el jeque Abdesalam Yasin). Ambos reciben el apoyo de un número de partidarios y seguidores no del todo determinado, pero que se cifra en muchos miles. Por tanto, sería recomendable que la reacción del gobierno marroquí sea quirúrgica y evite la criminalización de un fenómeno social muy implantado en el país. De lo contrario, los efectos pueden resultar enormemente desestabilizadores. Como dato relativamente positivo hay que señalar, sin embargo, que la brutalidad de los atentados y el elevado número de víctimas –la mayoría de ellas marroquíes– va a generar, seguramente, un amplio rechazo social contra los terroristas.

Consecuencias para España
No es la primera vez que ciudadanos españoles son víctimas del terrorismo islamista en el país vecino. En agosto de 1994, tres encapuchados entraron en el hotel Atlas-Asni de Marrakech y abatieron a Salvador Torrás y Antonia García. Según las autoridades marroquíes, los terroristas eran jóvenes procedentes de Francia, y de origen magrebí, que pretendían desestabilizar el régimen de Hassan II. Sin embargo, en el caso de los atentados de Casablanca, la novedad reside en que se trataría del primer ataque de la red Al Qaeda que incluye, entre otros objetivos, uno claramente identificado como español.

En el ámbito nacional, la principal consecuencia de los atentados está relacionada con el hecho de que se producen durante una campaña electoral y teniendo todavía cerca la polémica suscitada por la actitud del Gobierno ante la crisis y guerra en Irak. Esto explica que la noticia haya sido rápidamente politizada por los principales partidos, algo poco recomendable en un asunto de Estado como es el terrorismo.

Los representantes de la oposición han interpretado los ataques suicidas como una consecuencia clara de la política del gobierno respecto al conflicto de Irak. Por su parte, el Partido Popular y responsables del gobierno han negado que exista relación entre las dos cuestiones. Sin entrar en la polémica, y procurando mantener la imparcialidad del análisis, es preciso reconocer que en los dos discursos hay elementos ciertos y otros que deben ser matizados. España, como parte del mundo occidental (los cruzados, según la terminología de Bin Laden), estaba en el punto de mira de Al Qaeda ya desde antes del 11-S. Y las detenciones de células de Al Qaeda o del GSPC (Grupo Salafista de la Predicación y el Combate) argelino, durante los últimos años, eran también una prueba de la participación de nuestro país en la lucha internacional contra el terrorismo. Pero, indudablemente, el hecho de que España haya sido considerada por Estados Unidos como un aliado clave en la cuestión de Irak, y lo haya manifestado públicamente en repetidas ocasiones, también puede haber incrementado las probabilidades de un ataque que, al final, se ha producido.

Lo matizable de ambos discursos es que ahora no se puede desvincular completamente la intervención militar en Irak de la guerra contra el terrorismo. Desde que se inició la crisis, Washington, y nuestro gobierno, entendieron el fin del régimen de Sadam Husein como parte de la campaña iniciada tras los atentados del 11 de septiembre. La otra cuestión que requiere ser matizada es que los auténticos culpables del terrorismo son aquellos que admiten el empleo de ese tipo de violencia y la llevan a la práctica. Esto nunca se debe olvidar cuando se indaga sobre las causas del terrorismo.

Conclusión: A pesar de ser un eslabón más en la larga cadena de acciones terroristas de la red Al Qaeda, los atentados de Casablanca representan una llamada de atención especial para las sociedades de España y Marruecos. Además de policialmente, el terrorismo se combate a través de instrumentos políticos. En Marruecos debe evitarse que los atentados den lugar a un aumento de presión de los islamistas, y, al mismo tiempo, estos deben condenar a los que utilizan la religión con fines violentos. En España sería recomendable un acuerdo entre las distintas fuerzas políticas con el fin de ofrecer un frente común al terrorismo de Al Qaeda. Las divisiones entre los partidos democráticos acaban beneficiando a los terroristas.


Javier Jordán Enamorado
Profesor del Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada y miembro del Centro de Estudios y Análisis de Seguridad

Javier Jordán

Escrito por Javier Jordán