¿“No matarás”?: el papel de la Iglesia Ortodoxa Rusa en Ucrania

Catedral de Cristo Salvador de Moscú, templo de la Iglesia Ortodoxa Rusa

Tema

¿Cuál es el papel de la Iglesia Ortodoxa Rusa en la guerra de Ucrania?

Resumen

Desde la llegada al poder de Vladimir Putin en el año 2000, la Iglesia Ortodoxa Rusa ha sido un instrumento de la diplomacia religiosa del Kremlin, una herramienta clave en el Concepto de Seguridad Nacional 2021 de la Federación de Rusia, así como el mecanismo del proceso de “reimperialización” ruso. Para comprender esta función política de la Iglesia Ortodoxa Rusa más allá de los valores espirituales y religiosos propios de dicha institución, es necesario comprender su papel tradicional e histórico como instrumento de legitimación del poder político, fenómeno común en todos los países en los cuales los creyentes se identifican como cristianos ortodoxos. La Iglesia Ortodoxa Rusa ha justificado y ha bendecido la guerra del Kremlin en Ucrania, hecho que está produciendo un nuevo cisma entre las Iglesias Ortodoxas del mundo.

Análisis

Introducción

La UE ha fracasado en su intento de incluir a Cirilo (Kyril), patriarca de Moscú y todas las Rusias, en la lista de las personas sancionadas por su responsabilidad en la guerra en Ucrania, librándose gracias a la cortesía de Victor Orbán. Sin embargo, dicha exclusión no elimina los hechos: desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania el patriarca Cirilo ha tenido un papel muy activo. No sólo se ha abstenido de censurar los crímenes ampliamente documentados contra civiles ucranianos, muchos de los cuales son sus feligreses, sino que ha despertado entre estos una ira generalizada por sus bendiciones a los misiles y a los soldados que ejecutaron la invasión, así como por sermones y discursos belicistas en los que afirma que en Ucrania los rusos luchan contra el Anticristo, instándoles a unirse en torno al gobierno.[1] La actitud de Cirilo está provocando otra división más entre las 17 Iglesias Ortodoxas apostólicas. Hay tres Iglesias Ortodoxas en Ucrania: una en el exilio, fundada por los emigrados fugitivos de la Revolución rusa de 1917; la segunda, la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, que consiguió separarse del patriarcado de Moscú en 2019; y la tercera, la Iglesia Ortodoxa ucraniana que sigue dependiendo del patriarcado de Moscú. Aproximadamente, el 78% de los ucranianos se identifican como cristianos ortodoxos, de los cuales alrededor del 30% dependen del patriarcado de Moscú,[2] con 45 diócesis y casi 20.000 parroquias. Alrededor de 22 de estas diócesis han dejado de pedir por al patriarca Cirilo en sus oraciones. A los párrocos de obediencia moscovita les es imposible justificar ante sus feligreses el respeto debido hacia un patriarca que abiertamente apoya al Kremlin.

La actitud de Cirilo justificando la invasión rusa y sus argumentos coinciden con los del Kremlin y de Vladimir Putin. En su discurso del 21 de febrero, a los tres días de la invasión rusa de Ucrania, Putin afirmó que “La Ucrania moderna fue creada en su totalidad por Rusia o, para ser más precisos, por la Rusia bolchevique, comunista. Este proceso comenzó prácticamente justo después de la revolución de 1917, y Lenin y sus asociados lo hicieron de una manera extremadamente dura para Rusia, separando, cortando lo que es históricamente tierra rusa. Nadie preguntó a los millones de personas que vivían allí lo que pensaban”. Luego argumentó que los habitantes de esa “antigua tierra rusa” eran ortodoxos desde tiempos inmemoriales y que ahora se enfrentaban a la persecución de un régimen ilegítimo en Kiev, por lo que había que protegerlos.[3] En un artículo firmado por él, publicado el 12 de julio de 2021, Putin había declarado: “Estoy seguro de que la verdadera soberanía de Ucrania sólo es posible en asociación con Rusia”.[4]

Estas palabras del presidente Putin reflejan su ambición de legitimar el poder secular sobre la base de una supuesta “unidad espiritual” entre Rusia, Bielorrusia y Ucrania, encarnada en la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR). El Kremlin usa la diplomacia religiosa en su política exterior como poder blando, una de las claves de su concepto de Seguridad Nacional 2021. Pero antes de analizar este aspecto, es necesario comprender la interdependencia de la IOR y el Kremlin.

La religión como fuente de legitimación (geo)política y poder blando

En todos los países poscomunistas, la religión sirve como medio para recuperar la identidad perdida y recuperar el patrimonio y la memoria histórica olvidados, todo lo cual forma parte de la identidad nacional. Sin embargo, en los países donde la mayoría de los creyentes pertenecen a la Iglesia Ortodoxa (“Ortodoxo” es la traducción de la palabra eslava pravoslavie, que significa “fe auténtica”), la religión desempeña un papel clave de legitimación política. El fenómeno tiene profundas raíces históricas, entre las que destacan la autocefalia de las iglesias nacionales y el sistema millet.

En la época medieval, los países de religión cristiana ortodoxa marcaron su independencia respecto al Imperio Bizantino mediante la autocefalia de sus iglesias. Los serbios, por ejemplo, remontan la creación del Estado serbio independiente a la consecución de la autocefalia de la Iglesia Ortodoxa Serbia en 1219, lo que supuso una declaración de independencia frente a Bizancio. La IOR recibió el estatus de iglesia autocéfala en 1448 y rápidamente se proclamó la “Tercera Roma”. Desde la caída de Constantinopla en 1453, los rusos creyeron ocupar el papel de protectores de los cristianos ortodoxos y de su fe, en parte porque ya en 1472 el zar Iván III se casó con Sofía Paleóloga, heredera del Imperio Bizantino y sobrina del último emperador, Constantino XI. Su matrimonio se presentó como un rito de incorporación de la herencia de Bizancio a Rusia y de la legitimación de Moscú como nueva capital de los cristianos ortodoxos.

El sistema millet fue creado por el Imperio Otomano que dominó a los países de religión ortodoxa entre los siglos XV y XIX. El término millet fue utilizado para referirse a grupos religiosos minoritarios legalmente protegidos, en forma similar a como en otros países se utilizaba la palabra “nación” (la propia palabra millet proviene de árabe millah y literalmente significa “nación”). De esta manera la identidad nacional y la identidad religiosa aparecían ya como idénticas, aún antes de la creación de Estados nación independientes de los imperios.

Desde el comienzo de su primer mandato presidencial en 2000, Putin ha intentado fortalecer el uso de la religión en la política exterior a través de la Fundación Ruskii Mir (“el mundo ruso”) y del término sootechestveniki (“compatriotas”, literalmente “los que están con la patria”), con objeto de fortalecer los lazos religiosos, históricos y culturales entre los rusos étnicos o rusohablantes en el espacio post soviético.[5] En 2005 Putin articuló la conexión entre la identidad nacional y la religiosa durante una visita al Monte Athos: “Para nosotros, el renacimiento de Rusia está inextricablemente ligado, en primer lugar, al renacimiento espiritual […] y si Rusia es la mayor potencia ortodoxa, entonces Grecia y Athos son su fuente”.[6]

La Fundación Russkii Mir fue un proyecto conjunto de los Ministerios rusos de Asuntos Exteriores y Educación, erigida por decreto del presidente Putin en 2007. Su objetivo explícito es preservar y promover el idioma y la cultura rusa en el mundo contemporáneo.[7] La ley federal sobre los “compatriotas” define el término de manera muy amplia, habilitando a Rusia a reclamar virtualmente la protección de cualquier persona que tenga vínculos con Rusia o con la antigua Unión Soviética. Como ha explicado Putin, “desde tiempos antiguos, el concepto [de Russkii Mir] ha superado los límites geográficos de Rusia e incluso la frontera del éthnos ruso”.[8]

El papel de la IOR en los documentos oficiales de la Federación de Rusia

Los Conceptos de Política Exterior de 2014 y de Seguridad Nacional de 2015 marcaron el tono de gran parte del tercer mandato presidencial de Putin, definiendo una situación en la que “los valores espirituales y morales tradicionales rusos [estaban] renaciendo” pero también estaban en grave peligro. Para cumplir con los intereses de Rusia como “gran potencia” y acrecentar su “potencial político, económico, intelectual y espiritual”, el gobierno y la población tendrán que reforzar estos valores como piedra angular de la vida rusa.[9] Pero merece especial atención la reciente Estrategia de Seguridad Nacional (ESN)[10] –hecha pública el 19 de julio de 2021, una semana después de la aparición del artículo firmado por Vladimir Putin (“Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”)– para entender la percepción del Kremlin de las amenazas que Rusia debe afrontar y del papel que le corresponde a la IOR en esta tarea.

La ESN 2021 afirma que la “soberanía cultural” de Rusia se enfrenta a una amenaza existencial por parte de Occidente, pues “los valores espirituales, morales e histórico-culturales tradicionales de Rusia están siendo atacados activamente por EEUU y sus aliados”. Junto con “las empresas transnacionales y las organizaciones extranjeras sin ánimo de lucro, no gubernamentales, religiosas, extremistas y terroristas”, estos países están “ejerciendo una presión informativa y psicológica sobre la conciencia individual, grupal y social mediante la difusión de principios sociales y morales que contradicen las tradiciones, convicciones y creencias de los pueblos de la Federación Rusa”. Así, la ESN 2021 explica cómo los “ideales y valores ajenos” no sólo destruyen los fundamentos de la soberanía cultural, la estabilidad política y la condición de Estado, sino que también causan un daño irreparable a la “salud moral” de la persona. Según los autores de la ESN 2021, Rusia debe luchar contra la influencia desestabilizadora de EEUU y sus aliados, que buscan desesperadamente preservar su desintegrada hegemonía mundial. La hegemonía occidental-estadounidense se define tanto en términos culturales como militares y geopolíticos. Según la ESN 2021, Rusia está predestinada a liderar la defensa de la “verdadera” Europa, los valores tradicionales y la “soberanía cultural”, como se explica en la sección titulada “Defensa de los valores espirituales y morales tradicionales rusos, la cultura y la memoria histórica”. Entre los instrumentos que propone la ESN 2021 para garantizar la seguridad y defensa de Rusia, destaca la promoción de la IOR y de la religión cristiana y la promesa de escudar al pueblo ruso de ideas y valores ajenos.

La diplomacia religiosa como una parte de la diplomacia pública de la Federación de Rusia

En Rusia, la diplomacia religiosa forma parte de la diplomacia pública entendida como el conjunto de mecanismos para la cooperación estatal con las asociaciones religiosas y el uso de instituciones religiosas, ideas y símbolos religiosos. La IOR no está completamente controlada por el Kremlin, pero es un instrumento de su poder blando: sirve al interés nacional definido pragmáticamente y actúa en coordinación con el Kremlin en cuestiones de política interna y con el Ministerio de Asuntos Exteriores para defender los intereses nacionales de Rusia en el extranjero.[11] En 2011 el Ministerio de Asuntos Exteriores y el patriarcado de Moscú fundaron un grupo de trabajo conjunto “para intercambiar su evaluación de diversas situaciones en determinadas regiones del mundo en las que hay creyentes ortodoxos”,[12] si bien el Kremlin no entiende el concepto de poder blando tal como lo concibió Joseph Nye, esto es, no como un poder de atracción[13] sino de influencia política ejercida a través de vínculos culturales e históricos. La IOR y el patriarca Cirilo, a quien, en enero de 2012 Nezavismaya Gazeta situó en el sexto lugar de las 100 figuras políticas más importantes de Rusia,[14] son probablemente los instrumentos más importantes del poder blando de Rusia.

Conclusiones

El papel de la IOR en Ucrania

Desde la llegada de Vladimir Putin al poder, Rusia ha insistido en la unión espiritual entre rusos, bielorrusos y ucranianos, por ser ciudadanos de la “Rusia histórica” (o “gran Rusia”), apelando a la IOR como principal instrumento para mantener esta unidad, que en ruso se denomina dukhovnost (“espiritualidad”). En 2014 la dukhovnost funcionó a favor de Rusia: en Crimea las fuerzas rusas movilizaron sacerdotes ortodoxos locales y otros enviados desde el patriarcado de Moscú para negociar la rendición de las unidades militares ucranianas. Los sacerdotes también sirvieron como capellanes en los destacamentos de los separatistas prorrusos que luchaban en el Donbás. Estos sacerdotes bendecían públicamente las tropas y las armas, aprovechando la confianza que tanto los combatientes como gran parte de la población local depositaban en la autoridad religiosa. Podría decirse que esta forma de legitimación religiosa permitió, en última instancia, que Moscú organizara el traspaso de poder a las fuerzas prorrusas.[15]

Sin embargo, a través de estas actividades, la IOR también minó la confianza de los ucranianos pro-Maidán, muchos de los cuales ya no distinguían entre la IOR y el Kremlin. Esto explica la decisión de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana de exigir un tomos, o decreto especial sobre la autocefalia, que le fue concedido en 2019 por Bartolomeo, máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa y patriarca ecuménico de Constantinopla, a pesar de los esfuerzos del Kremlin y de los funcionarios de la IOR por disuadirlo. La autocefalía de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, en el siglo XXI, es la prueba de que existe una identidad nacional ucraniana separada de la rusa. El significado del estatus de autocefalia no ha cambiado desde el siglo XIII cuando era la prueba de la independencia respecto al Imperio Bizantino.

Cuando quedó claro que la diplomacia religiosa había fracasado, el Kremlin empleó tácticas más turbias, incluyendo el supuesto envío de piratas informáticos para atacar al personal del patriarca ucraniano, robando miles de correos electrónicos. El gobierno ruso también emitió amenazas no especificadas y denunció al patriarca como agente de EEUU y del Vaticano, todo ello sin éxito. En 2021 cientos de parroquias ya se habían pasado a la Iglesia ucraniana.[16] Moscú perdió millones de fieles, incontables millones de rublos y propiedades de la Iglesia y, sobre todo, influencia sobre los creyentes de Ucrania.

A principios de mayo, el patriarca de Moscú, Cirilo, durante un sermón en la Iglesia del Arcángel en el Kremlin, afirmó que “Rusia nunca ha atacado a nadie”. En consecuencia, Onufriy, el metropolitano de Kyiv y de toda Ucrania de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana que depende del patriarcado de Moscú, pidió al patriarca ecuménico Bartolomeo y a los líderes de las iglesias ortodoxas autocéfalas que condenasen los “crímenes espirituales” cometidos por el patriarca de Moscú.[17]

La exigencia del metropolitano de Kyiv de condenar públicamente a Cirilo por “crímenes espirituales” difícilmente obtendrá satisfacción porque la IOR, así como Rosatom, la corporación estatal rusa de energía nuclear, financian las Iglesias Ortodoxas en todo el mundo.[18] Estas, probablemente, no irán en contra de su principal benefactor. Pero el patriarca de Moscú tiene las manos manchadas con la sangre de las víctimas del ejército ruso, cuyos asesinatos bendijo, y aunque no le condene el clero de las Iglesias Ortodoxas, lo hará la Historia.


[1]Ukraine War Divides Orthodox Faithful”, New York Times, 18/IV/2022.

[2] Kadri Liik, Momchil Metodiev y Nicu Popescu (2019), “Defender of the faith? How Ukraine’s Orthodox split threatens Russia”, European Council on Foreign Relations, 30/V/2019.

[3]Address by the President of the Russian Federation”, 21/II/2022.

[4]On the historical unity of Russians and Ukrainians”, julio de 2021.

[5] Mira Milosevich (2016), “El proceso de reimperialización de Rusia 2000-2016”, Documento de Trabajo, nº 11/2016, Real Instituto Elcano, 15/VII/2016.

[6] Mira Milosevich (2020), “Russia’s weaponization of tradition: the case of the Orthodox Church in Montenegro”, CSIS, 20/IX/2020.

[7] Web oficial de Russkiy Mir en https://russkiymir.ru/en/fund/index.php.

[8] Gatis Pelnens (Ed.) (2010), The ‘Humanitarian Dimensions’ of Russian Foreign Policy Toward Georgia, Moldova, Ukraine and the Baltic States, Centre for East European Policy Studies, Konrad Adenauer Stiftung, Soros Foundation Latvia, Riga.

[9] Jade McGlynn (2021), “Defender of the Faiths: how the Russian Government uses religious diplomacy”, HJS, septiembre.

[10] “СТРАТЕГІЯ НАЦІОНАЛЬНОЇ БЕЗПЕКИ РОСІЙСЬКОЇ ФЕДЕРАЦІЇ 2021 В КОНТЕКСТІ СТРАТЕГІЧНОЇ КУЛЬТУРИ ДЕРЖАВИ”, https://www.researchgate.net/publication/355575034.

[11] Georgi Soroka (2016), “Putin’s Patriarch: does the Kremlin control the Church?”, Foreign Affairs, 11/II/2016.

[12]Patriarch Kirill meets with Russian Foreign Minister Sergey Lavrov”, Russian Orthodox Church, 2019.

[13] Joseph Nye (1990), “Soft power”, Foreign Policy, nº 80, 20º aniversario, otoño, pp. 153-171.

[14] “Sto vedushchikh politicov v Rossii v yanvare 2012 goda” [“Los 100 políticos principales de Rusia en enero de 2012”], Nezavismaya Gazeta, 1/II/2012, citado en James Sherr (2013), Hard Diplomacy and Soft Coercion. Russia’s Influence Abroad, Chatham House, Londres, p. 89.

[15] Kadri Liik, Momchil Metodiev y Nicu Popescu (2019), “Defender of the faith? How Ukraine’s Orthodox split threatens Russia”, European Council on Foreign Relations, 30/V/2019.

[16] Ibíd.

[17]Ukrajinska pravoslavna crkva poziva Vartolomeja da osudi Kirila i svrgne ga s prestola”, DANAS, 30/V/2022.

[18]Ukraine war divides Orthodox faithful”, New York Times, 18/IV/2022.


Imagen: Catedral de Cristo Salvador de Moscú, templo de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Foto: greg westfall (CC BY 2.0).