Lecciones aprendidas sobre la (in)capacidad de las fuerzas armadas rusas en Ucrania

Coches pasando por Kyiv devastado

Tema

En contra de lo esperado, las primeras lecciones aprendidas muestran que las fuerzas armadas rusas no están preparadas para llevar a cabo operaciones convencionales a gran escala.

Resumen

La Federación Rusa desplegó en las fronteras de Ucrania una concentración numerosa de fuerzas militares de alta disponibilidad, dotadas de equipamiento moderno, con experiencia de combate y respaldadas por sólidas doctrinas operativas. A la formidable maquinaria militar convencional se añadía su superioridad en los dominios informativo, espacial y cibernético. Dos meses después de la invasión, y contra todo pronóstico, el presunto poder militar ruso se ha visto incapaz de arrollar a las fuerzas ucranianas que se han defendido con determinación y aprovechado la asistencia militar que han recibido. En lo que ahora se prevé que va a ser un conflicto de larga duración, las primeras lecciones muestran que en Occidente se había sobreestimado la capacidad militar de Rusia, que sus debilidades exceden a sus virtudes y que sólo las armas nucleares sustentan su capacidad de disuasión.

Análisis (del día antes)

Rusia ha modernizado sus fuerzas terrestres en los últimos años, lo que le ha permitido pasar de un ejército de masas a otro más ligero y operativo, la profesionalización de las dos terceras partes de sus soldados, la integración de la cadena de mando y mejoras en las capacidades de inteligencia, vigilancia y reconocimiento.[1] Las unidades de maniobra rusas siguen siendo las brigadas y regimientos, pero en los últimos años se han ido creando agrupaciones de combate tipo batallón (Battalion Tactical Group, BTG), dentro o independientemente de las anteriores, para combinar diversas armas en función de la misión asignada.[2] También se han reforzado las unidades de despliegue rápido de las unidades terrestres, aerotransportadas y navales para actuar por delante de las vanguardias acorazadas y mecanizadas que soportan el grueso de las operaciones. Finalmente, Rusia dispone de capacidades de guerra electrónica, informativa y cibernética que complementan las capacidades convencionales para desarticular los sistemas de mando y control y defensa antiaérea de los rivales.

En la estrategia militar rusa de defensa activa prima la defensa y sus fuerzas se escalonan en profundidad dentro de las fronteras rusas, por lo que para llevar a cabo una acción ofensiva necesita acumular fuerzas en ellas.[3] Rusia acumuló alrededor de 190.000 soldados sobre sus fronteras en los meses previos a la invasión, aunque 50.000 correspondían a las milicias del Donbás y a la Guardia Nacional (Rosgvardiya). No era la primera vez que Rusia desplegaba un número elevado de fuerzas porque en 2014, en vísperas de su anexión de Crimea, ya desplegó 48.000 efectivos en torno a Ucrania y, en marzo de 2021, llegó a desplegar casi 100.000 soldados en las maniobras con Bielorrusia, un despliegue que encendió la alarma del Mando Estratégico de EEUU en Europa (EUSCOM). A la acumulación de las tropas hay que añadir las del personal civil y fuerzas de ocupación cuya presencia evidenció la inminencia de una invasión.

Durante todo el período señalado se reforzaron las infraestructuras de apoyo y adiestramiento en los territorios ruso, bielorruso o ucraniano, se preposicionaron equipos y suministros y, finalmente, fueron llegando las tropas y las unidades. La amplitud del despliegue ruso le permitía invadir en varios escenarios,[4] desde el menor y localizado del Donbás hasta el de una invasión a gran escala y a lo largo de toda la frontera.

Frente a ellas, se encontraban las fuerzas ucranianas con unos 145.000 efectivos ya que no efectuaron una movilización general para no dar a Rusia la excusa que justificara su invasión. Estás fuerzas han recibido asistencia técnica militar y equipos durante los últimos años y han adquirido experiencia de combate en el Donbás, pero no estaban adiestradas ni disponían de las capacidades necesarias para llevar a cabo acciones ofensivas a gran escala. Desplegaron su esfuerzo principal de defensa en torno a la capital para prevenir su caída, ya que constituía el centro de gravedad de la resistencia ucraniana: cayendo la capital se acabaría la guerra. Apenas pudieron reforzar sus posiciones sobre la línea de alto el fuego en el Donbás, esperando que pudieran retrasar el avance de las fuerzas rusas y de las milicias con los medios disponibles, y no desplegaron fuerzas para defender la frontera con Crimea.

La escalada militar rusa se ocultó mediante una campaña de desinformación orientada a soliviantar a la población afín en Ucrania contra el gobierno de Kyiv y a movilizar a la población rusa y rusófona ante la amenaza “fascista” o “nazi”, entre otros calificativos reeditados recientemente.[5] En las vísperas de la invasión, la desinformación rusa trató de negar la inminencia de su intervención militar y de presentar a Ucrania como agresores fabricando provocaciones que justificaran un casus belli, mientras que los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos desvelaban por anticipado las intenciones rusas y acreditaban la invasión.[6]

Ejecución (hasta ahora)

La invasión se produjo a gran escala y con la capital Kyiv como el principal objetivo estratégico. Siguió el guion previsto: una irrupción masiva de unidades acorazadas y mecanizadas precedidas de operaciones de las unidades de intervención rápida acompañadas, todas las anteriores, de una oleada de ataques con misiles de crucero, balísticos y guerra electrónica.

El asalto a la capital se realizó con rapidez y las vanguardias alcanzaron los suburbios en apenas 48 horas, pero su avance se frenó cuando encontraron resistencia armada en zonas urbanas. Las unidades de vanguardia no disponían de artillería ni de fusileros suficientes para desalojar las posiciones de defensa. Tampoco tuvieron éxito los asaltos de las fuerzas aerotransportadas y de operaciones especiales para facilitar la progresión de las columnas acorazadas. El frenazo de las vanguardias congestionó las rutas de aprovisionamiento y las columnas rusas quedaron expuestos a la artillería ucraniana y al hostigamiento de las fuerzas especiales.

La esperada superioridad aérea rusa no consiguió suprimir las defensas antiaéreas ucranianas. Su supervivencia, unida a la disponibilidad de misiles antiaéreos portátiles llegados de Occidente acabó por neutralizar la limitada capacidad de apoyo aéreo a tierra de la aviación rusa. El frente se estabilizó, primero, y los intentos de cerco posteriores no pudieron materializarse, después, por lo que las líneas de suministro militar y no militar a Kyiv siguieron abiertas durante todo el conflicto. La situación fue distinta en el sur, donde las tropas rusas procedentes de Crimea avanzaron sin encontrar resistencia significativa, salvo en Mariúpol, para avanzar hacia el este y conectar con las milicias prorrusas.

La guerra electrónica se ha empleado profusamente por ambas partes. Tras las primeras acciones rusas para interferir las comunicaciones y desactivar las defensas antiaéreas, su utilidad fue disminuyendo a medida que los sistemas de guerra electrónica rusos no pudieron acompañar a las vanguardias para no correr riesgos en medio de la confusión existente en el atasco.[7] Las fuerzas ucranianas habían recibido asistencia técnica y material occidental en los años previos a la segunda invasión y, probablemente, la siguieron recibiendo tras la misma, aumentando su capacidad para dañar o interferir los sistemas de comunicación y navegación rusas, así como dificultar su capacidad para adquirir inteligencia sobre las posiciones y movimientos ucranianos, lo que puede explicar la confusión, la imprecisión y la exposición de los puestos de mando y de los propios mandos observados durante el enfrentamiento.

Las tropas rusas han evidenciado problemas logísticos. Algunos son achacables al atasco de tráfico de los primeros días, pero otros a problemas estructurales como la debilidad del apoyo logístico para funcionar fuera de sus fronteras. Las fuerzas rusas no tienen capacidad ni experiencia en la proyección de poder militar a grandes distancias o en grandes operaciones, salvo las que realizan por el interior de su territorio aprovechando las líneas de ferrocarril. No contando con una logística avanzada ni disponiendo sus unidades de maniobra de la suficiente autonomía: tres días en unidades como los BTG, su capacidad de avance se redujo a medida que se alejaron de sus bases de partida.

Aunque los medios de comunicación han creado en el imaginario colectivo la creencia de que las fuerzas ucranianas han conseguido rechazar la invasión mediante una suerte de guerra de guerrillas con emboscadas o acciones individuales dotadas con los medios anticarro o antiaéreos portátiles, la realidad muestra que la artillería ucraniana es la responsable de la mayoría de los daños sufridos por las fuerzas invasoras gracias a la centralización del mando y a la disponibilidad de inteligencia sobre la ubicación de los blancos.[8] Ambas fuerzas cuentan con gran capacidad artillera, incluyendo una variedad de obuses, morteros y lanzacohetes con un saldo favorable, pero no abrumadoramente a Rusia: 4.894 frente a 1818 según datos del Military Balance de 2022. Las fuerzas rusas también han empleado su artillería con eficacia frente a las defensas ucranianas, pero no han sabido traducir su capacidad su superioridad numérica en superioridad táctica debido a su menor conocimiento de los blancos, a la dificultad de las tropas de asalto para progresar y a su utilización masiva para batir objetivos civiles.

Los drones han tenido una puesta en la escena mediática relevante, y han demostrado su letalidad en sus ataques a carros, buques, líneas de suministro y artillería, además de proporcionar inteligencia e imágenes de las acciones militares para propaganda.[9] Los drones rusos también han cumplido esta función, pero no han tenido hasta ahora la relevancia táctica que tuvieron en 2014 porque disponen de medios alternativos que no emplearon entonces.

También se esperaba que Rusia lanzara ciberataques masivos sobre Ucrania para dificultar su capacidad de reacción. En los meses previos los atacantes accedieron a las redes de información para facilitar los ciberataques posteriores y obtener información de interés militar. A partir de enero los ciberataques acompañaron a la presión diplomática y crecieron en intensidad hasta el día antes de la invasión en la que se multiplicaron los ataques contra los sistemas gubernamentales, las comunicaciones y los sectores financiero y energético. Los ciberataques han sido más intensos en las zonas como Kyiv y el Donbás, donde ha sido mayor la intensidad de los combates,[10] pero no han demostrado que su valor como instrumento estratégico, operativo o táctico sea similar al de sus fuerzas convencionales, sea porque todavía no se han integrado en sus elementos ofensivos o por la resiliencia de las fuerzas ucranianas. Por otra parte, hay que añadir la asistencia de compañías privadas durante la guerra: Microsoft en materia de ciberseguridad, pero también Starlink en comunicaciones e Internet por satélite y Maxar, Planet y BlackSky en imágenes, entre otras.

La conducción de las operaciones en esta fase depara un saldo favorable para los mandos ucranianos, que han aprovechado la asistencia técnica occidental de los últimos años para mejorar su capacidad de mando, control, inteligencia, vigilancia y reconocimiento, así como sus comunicaciones. Por el contrario, los mandos rusos no han demostrado capacidad para dirigir operaciones a gran escala ni para sacar partido a sus capacidades conjuntas, en contra de las expectativas de integración creadas por su intervención en Siria y por la multiplicación de las grandes maniobras en su periferia. La desinformación (maskirova) que acompaña a las acciones militares tuvo el efecto no deseado de desorientar a muchos de los mandos y unidades rusos que hasta el día antes creyeron que se encontraban de maniobras y no pudieron estudiar los planes de operaciones con la suficiente antelación. La centralización en abril del mando de la operación en un comandante único tras la retirada de Kyiv refleja la voluntad del Kremlin de evitar que en el Donbás se repitan los errores señalados.[11]

Por último, las fuerzas ucranianas que se habían mantenido en actitud defensiva en torno a las grandes ciudades y en la línea de contacto del Donbás, llevando a cabo sólo pequeñas ofensivas localizadas para aprovechar la retirada de las tropas rusas, han adoptado una actitud más asertiva a partir de mayo. Una vez reducido el teatro de operaciones al sureste del país, y en lugar de reforzar sus posiciones defensivas, las tropas ucranianas han llevado a cabo ofensivas a mayor escala en torno a Járkov e Izium, lo que muestra un cambio de actitud en el mando ucraniano y una mayor confianza en sus posibilidades.[12]

Conclusiones (para el día siguiente)

El resultado de la invasión hasta ahora es muy distinto de lo que daba a entender el balance de fuerzas inicial sobre el papel. Las fuerzas armadas rusas han demostrado que carecen de los medios y la capacidad necesarios para alcanzar una victoria rápida, por lo que se preparan para una nueva fase en la que deben reponer las pérdidas sufridas y adaptar su nivel de ambición a los recursos disponibles. Todavía no se conocen objetivamente las bajas y pérdidas de cada uno de los bandos, pero algunas estimaciones cifran las bajas rusas entre 7.000 y 14.000,[13] a los que habría que añadir el doble de heridos, con lo que las unidades rusas tendrían que reponer entre 21.000 y 42.000 efectivos, entre el 15% y el 30% de las tropas terrestres que iniciaron la invasión.[14] Del mismo modo, las pérdidas de medios acorazados, vehículos y helicópteros son elevadas en ambos bandos,[15] así como la de los miembros de las fuerzas de despliegue rápido y operaciones especiales.

Las mejores agrupaciones rusas (BMG) se nutren de voluntarios y su reposición retrasará las operaciones porque Rusia carece de reservistas y los voluntarios recién llegados necesitarán tiempo para adiestrarse en sus nuevas unidades. Además, la ocupación territorial (“borderización”) incrementará la demanda de personal para asegurar el control de la población en las poblaciones ocupadas y desplegar fuerzas sobre las líneas de contacto.[16] Alterar el sistema de reclutamiento actual, reduciendo los requisitos para ser voluntario o alargando el licenciamiento de los reclutas, no parece que pueda solucionar el problema ruso y la opción de movilización general obligaría a reconocer la existencia de una guerra en lugar de una “operación militar especial” y abriría un debate interno de contestación. Por el contrario, las fuerzas ucranianas disponen de mayores reservas de personal que Rusia, en torno a 900.000, además de los 196.000 activos menos las bajas recibidas. a los que se unieron 16.000 voluntarios internacionales que han sido de escasa utilidad militar.[17]

Reponer las existencias de municiones y suministros presentará menos dificultades porque la logística rusa se realizará a través de territorio ocupado, pero será mucho más difícil reponer equipos y municiones de alta tecnología porque dependen de componentes tecnológicos occidentales y –curiosamente– ucranianos afectados por las sanciones. La escasez de misiles o de municiones guiadas de precisión para alcanzar blancos en profundidad afectará a su capacidad para estrangular las líneas de aprovisionamiento logístico por las que fluye la asistencia occidental y aumentará la atricción causada por las municiones convencionales en el frente de combate. En la nueva fase militar, tan importante como la llegada de refuerzos propios es la intercepción de los que llegan al otro bando y, en este cometido, las fuerzas rusas no se han mostrado eficaces, aunque a partir de abril han intensificado sus ataques con misiles en profundidad sobre las infraestructuras ucranianas por las que circula la asistencia occidental.

Las fuerzas armadas ucranianas también precisarán tiempo para reconstituir su capacidad militar a pesar de la ayuda militar que puedan recibir, y mientras puedan recibirla. Para lograrlo, han solicitado a sus proveedores la entrega de artillería de mayor alcance, calibre y movilidad (remolcada) para potenciar el rendimiento que le ha proporcionado su empleo hasta ahora a nivel táctico.[18] El envío de material se enfrenta no sólo al riesgo de interceptación en algún punto del flujo logístico, sino también al agotamiento de los envíos porque los ejércitos occidentales no pueden vaciar sus inventarios de guerra, ya que necesitan preservar niveles mínimos para cubrir necesidades de guerra y adiestramiento, y porque la reposición de los equipos y municiones enviados puede demorarse varios años desde su pedido. Estas limitaciones afectan más a los equipos sofisticados y de última generación que se han enviado hasta ahora, los menos, que al material de reserva y de protección, los más, pero ahora el suministro de armas se complica por el riesgo de escalada que supone el envío a Ucrania de armas que Rusia pueda considerar ofensivas, que desequilibren la batalla o que impliquen la participación directa en la guerra de los países que apoyan a Ucrania.

Las fuerzas ucranianas y las milicias del Donbás han mantenido una guerra de trincheras sobre la línea de alto el fuego desde 2014 que ninguna parte ha sido capaz de alterar por la fuerza. La presencia de tropas rusas podría alterar este patrón, pero también la llegada del nuevo equipo occidental porque la combinación de artillería y drones de mayor alcance aumentará la atricción que las concentraciones de tropas, los puestos de mando y las baterías rusas han padecido hasta ahora. En una guerra de desgaste lo que cuenta es la capacidad de aguante y aunque Ucrania cuenta con la ayuda económica y militar de esos aliados occidentales, estos no pueden reponer sus pérdidas de soldados y la ayuda económica y militar se resentirá con la prolongación del enfrentamiento. El alargamiento de la guerra agravará el coste para Ucrania, y al coste de la reconstrucción de las infraestructuras dañadas habrá que añadir el de las que se sigan dañando.

Para las fuerzas armadas occidentales, la lección aprendida es que las fuerzas armadas rusas no son tan poderosas –o competentes– como se creía para penetrar las fronteras de la OTAN, tal y como temían los países bálticos en 2014, aunque deberán contrarrestar la eficacia de sus misiles de crucero, balísticos e hipersónicos y no menospreciar su predisposición a utilizar armas nucleares tácticas. El nuevo Concepto Estratégico de la OTAN deberá aplicar esas lecciones para defender una frontera ampliada que irá desde el Ártico hasta el Mar Negro, así como coordinar sus actuaciones para desgastar la capacidad militar rusa por todos los medios económicos, tecnológicos y militares posibles para evitar que un presidente ruso o sus asesores cometan en las fronteras de la Alianza los mismos errores de cálculo sobre la correlación de fuerzas que han cometido en Ucrania.


[1] “The Future of the Russian Military”, Rand Corporation, 2019.

[2] Estas agrupaciones constan de unos 800 efectivos procedentes de cualquier arma o servicio. Véase Lester W. Grau y Charles K. Bartles (2022), “Getting to know the Russian Battalion Tactical Group”, RUSI Commentary, 14/IV/2022.

[3] Scott Boston y Dara Massicot, “The Russian Way of Warfare”, RAND Corporation.

[4] Philip G. Wasielewski y Seth G. Jones (2022), “Russia’s possible invasion of Ukraine”, CSIS Briefs, enero.

[5] Nash Miller (2022), “Adaptive Russian information warfare in Ukraine”, Russian Analytical Digest, nº 282, 12/IV/2022.

[6] Ofek Riemer (2022), “Intelligence and war in Ukraine. The limited power of public disclosure”, INSS Insight, nº 1577, 27/III/2022.

[7] Jack Watling y Nick Reynolds (2022), “Operation Z. The death throes of an imperial delusion”, RUSI Special Report, 22/IV/2022, p. 4.

[8] Ibid., p. 4.

[9] Entre los recién llegados figuran los turcos Bayraktar TB2 y los estadounidenses Switchblade, a los que se añaden ahora los Phoenix Ghost, pero Ucrania dispone de una flota de drones de fabricación nacional integrada en sus unidades de maniobra.

[10] Digital Security Unit (2022), “Special report: Ukraine. An overview of Russia’s cyberattack activity in Ukraine”, Microsoft, 27/IV/2022.

[11] Jack Detsch (2022), “Russia’s new top Commander in Ukraine is willing to sell his soul”, Foreign Policy, 12/IV/2022.

[12] Institute for the Study of War (2022), “Russian offensive campaign assessment, 6/V/2022.

[13] Mark F. Cancian (2022), “Russian casualties in Ukraine: reaching the tipping point”, CSIS Commentary, 31/III/2022.

[14] Según el Military Balance 2022, el Ejército ruso contaba con 280.000 soldados, de los que 190.000 serían voluntarios. Suponiendo que iniciaron la invasión unos 140.000, quedarían otros 50.000 disponibles, casi los justos para reponer las bajas estimadas.

[15] Una valoración informal de pérdidas confirmadas por fuentes abiertas de inteligencia (OSINT) cifra en 3.470 el número de vehículos rusos perdidos, por 992 de Ucrania, y 117 y 45 aeronaves, respectivamente, según el Oryx Blog a 7 de mayo.

[16] La “borderización” consiste en convertir el territorio ocupado en una plataforma de hostigamiento. Natia Seskuria (2021), “Russia’s hybrid aggression against Georgia, CSIS, septiembre.

[17] Mark F. Cancian (2022), “Foreign volunteers in Ukraine: warfighters or propaganda tools”, CSIS Commentary, 5/IV/2022.

[18] EEUU ha confirmado en abril de 2022 el envío de 72 obuses de 155mm con los vehículos para remolcarlos, 144.000 disparos, 121 sistemas aéreos no tripulados tácticos y repuestos. Véase Departamento de Defensa de EEUU (2022), “Statement on $800 million in additional security assistance for Ukraine”, 21/IV/2022, Statement on $800 Million in Additional Security Assistance for Ukraine> U.S. Department of Defense> Release.


Imagen: Coches pasando por el suburbio de Horenka (Kyiv), devastado por la guerra. Foto: David Guttenfelder for The New York Times/ manhhai (CC BY-NC 2.0)