Tropas rusas en la frontera ucraniana: ¿intimidación táctica o inminente ofensiva militar?

Bandera de Ucrania en el Verkhovna Rada (Parlamento). Foto: Juanedc (CC BY 2.0)

Tema

¿Qué causas y consecuencias tiene y puede tener la creciente presencia de tropas rusas en la frontera con Ucrania?

Resumen

El reciente incremento de fuerzas militares rusas en la frontera oriental de Ucrania, que recuerda mucho a los movimientos del ejército ruso en 2014 tras la anexión de Crimea y el comienzo de la guerra en Donbás, ha causado preocupación en Ucrania y en la UE, EEUU y la OTAN sobre las intenciones del Kremlin. A pesar de que algunos analistas predicen una guerra inminente con regularidad milimétrica,1 aquí sostenemos, analizando los objetivos de la seguridad y de los intereses nacionales de Rusia y teniendo en cuenta los anteriores comportamientos de Moscú, que el Kremlin no planea una invasión, y que se trata de una intimidación táctica, una mera demostración de fuerza y provocación en conjunto a Ucrania, a la UE, a EEUU y a la OTAN, así como un gesto doméstico con la vista puesta en las elecciones generales del próximo septiembre. Por ahora se trata más de una escalada retórica que de una escalada militar, algo muy habitual en las relaciones entre Rusia y Ucrania desde 2014, aunque, obviamente, ello no excluye la posibilidad de que se produzca algún incidente mayor.

Análisis

Introducción: los hechos

En marzo de este año se han cumplido el sexto aniversario de la anexión de Crimea y del comienzo de la guerra de Donbás y el quinto de los Acuerdos de Minsk II2 cuyo principal objetivo fue consolidar el alto el fuego entre las Fuerzas Armadas de Ucrania y los rebeldes pro-rusos. No es un secreto que ninguna de las dos partes ha cumplido dichos acuerdos y que la tregua nunca ha sido del todo pacífica.

A finales de marzo, el Kremlin ha ordenado una reagrupación de varios regimientos a lo largo de la frontera oriental de Ucrania y ha dado comienzo a unas maniobras militares, no anunciadas previamente, a menos de 70 kilómetros de la frontera ucraniana. Estos movimientos recuerdan mucho a la situación que se produjo en el mismo lugar a raíz de la anexión de Crimea en 2014, cuando el Kremlin trasladó allí varios regimientos como “guardia fronteriza”.

La justificación posterior de las maniobras militares, a cargo del comandante del Distrito Militar Sur, Aleksandr Dvornikov, no explica del todo los movimientos concretos, que ha definido como “inspecciones y ejercicios rápidos”. Pero estas rutinas no encajan en el calendario previsto para ellas.3 Además, los hechos sobre el terreno son alarmantes. Aunque circulan cifras mucho más altas, quizá 20.000 soldados rusos, incluida artillería pesada, se han desplazado cerca y a lo largo de la frontera con Ucrania y en Crimea. Además, la 56 Brigada de Asalto Aéreo está siendo trasladada desde Kamyshin, en la región de Volgogrado, a Teodosia, en Crimea.

A medida que el equipo militar y las tropas rusas se acercaban a Ucrania, los medios de comunicación pro-Kremlin reciclaban un refrito de sus mayores éxitos de desinformación, presentando a Ucrania como un agresor implacable (¡que ataca su propio territorio!) y como una desventurada marioneta de EEUU, empujada por su nacionalismo agresivo a un inminente genocidio de los rusos en Donbás, y afirmando de ella que ni siquiera es un Estado.4

Por muy incendiarias que parezcan estas rachas de desinformación, son también increíblemente repetitivas. A comienzos de abril, los medios de comunicación pro-Kremlin volvieron a acusar falsamente a Kiev de violar los Acuerdos de Minsk, al igual que lo habían hecho ya en 2015, 2016, 2017, 2018, 2019 y 2020. También perpetuaron un mito de la “Ucrania abandonada” por Occidente, como en 2016, 2017, 2018, 2019 y 2020.5 Las afirmaciones de que EEUU ha estado empujando a Ucrania a una confrontación con Rusia y a la “guerra civil” conocieron nuevas versiones esta vez, pero siguiendo un patrón bien establecido, que se ha visto muchas veces desde 2014.

Varios medios de comunicación se hicieron eco de “la preocupación” del Kremlin por si Kiev pudiera provocar una escalada militar en la región.6

La muerte de cuatro soldados ucranianos –con otros dos gravemente heridos– el pasado 30 de marzo se suma a las más de 14.000 víctimas de esta guerra. Las palabras del portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov –“nadie debe preocuparse por el movimiento de las tropas rusas ya que Rusia tiene derecho a mover sus tropas como le plazca”–7 han tenido un efecto opuesto al expresado: han hecho saltar todo tipo de alarmas, y los analistas militares y políticos intentan descifrar cuáles serían las verdaderas intenciones del Kremlin.

¿Una intimidación táctica o una inminente ofensiva militar?

En el caso de Ucrania, Rusia ha demostrado ser una potencia poco fiable (no cumple los acuerdos suscritos) pero muy previsible a la hora de perseguir sus principales objetivos en el país vecino. Es decir, hacer todo lo posible por convertir a Ucrania en un país fallido, mantener como su zona de influencia la región ocupada por los rebeldes pro-rusos en Donbás y consolidar la anexión de Crimea para obtener el final deseado, que es alejar a Ucrania de la UE y la OTAN. Para cumplir este objetivo, Rusia tiene varias herramientas a su disposición: la desinformación como instrumento de las operaciones especiales de la influencia política, el chantaje económico (con un ejemplo como el desvío del tránsito del gas ruso del territorio ucraniano al gasoducto Nord Stream 2, que une directamente a Rusia con Alemania), la intimidación y coacción militar en la frontera con Ucrania y el uso directo de la fuerza militar a través de sus proxies, los rebeldes pro-rusos en Donbás. El Kremlin no necesita invadir Ucrania, sólo que se cumplan los Acuerdos de Minsk II, que le son muy favorables, porque garantizan su influencia en Ucrania. Por tanto, el Kremlin no está preparando una ofensiva para invadir Ucrania, sino repitiendo lo que ha hecho hasta ahora pero con algo más de presión: intimidación táctica, demostración de fuerza y provocación a Ucrania, y de paso a la UE, a EEUU y a la OTAN, sin olvidarse de su propio publico doméstico.

Otro de los argumentos que descartan una posible invasión inminente es que los movimientos de regimientos se están realizando de manera decididamente visible. En otras palabras, están destinados a ser vistos y son poco indicativos de la preparación de una invasión (la invasión de Crimea sorprendió a todos porque fue una operación encubierta). El ejército ruso podría estar haciendo mucho más por ocultar los preparativos o los movimientos de tropas si este fuera su objetivo. Tampoco parece que los regimientos tengan un tamaño acorde con una operación militar importante, aunque el panorama actual es incompleto, ya que algunas unidades rusas todavía están en movimiento mientras que otras ya están en posición.8 Lo más probable es que el objetivo del actual movimiento de las tropas sea reforzar las capacidades operativas de los regimientos que están estacionados permanentemente desde la anexión de Crimea, y cuyo principal papel consiste en servir de apoyo en retaguardia a los rebeldes pro-rusos de Donbás.9 La hipótesis de qué Rusia podría realizar una inminente invasión de Ucrania no cuenta con una sólida argumentación a su favor.10

Casi todos los años se ha planteado la teoría de que Rusia tiene la intención de invadir el Óblast (“región”) de Jerson, en Ucrania, impulsada a ello por la crisis del agua en Crimea. La causa principal es el cierre del acueducto que pasa por Kiev desde el Dnieper. Esta tesis tiene un atractivo superficial, pero la operación requeriría una fuerza considerable para desplegar y ocupar Jerson. Es poco probable que Rusia se arriesgue a nuevas sanciones internacionales por el suministro de agua, ya que hay otras regiones en Crimea que sufren una escasez que no se solucionaría con esta hipotética invasión.11

¿Por qué Rusia eleva el nivel de la intimidación y provocación de Ucrania?

Los cambios abiertos en la postura y disposición militar son de naturaleza coercitiva y representan la respuesta a las últimas decisiones del gobierno de Volodimir Zelensky. Las tensiones entre Rusia y Ucrania comenzaron a aumentar al comienzo de este año por la creciente frustración de Kiev con la intransigencia de Moscú en las conversaciones de Donbás, que han coincidido con el debilitamiento interno del gobierno Zelensky. Al carecer de experiencia política y diplomática previa, Zelensky esperaba que su buena voluntad y franqueza fueran suficientes para resolver el sangriento conflicto en Donbás. Sus triunfos electorales sin precedentes en 2019 se basaron en gran medida en su promesa de llevar la paz a Ucrania.12 Pero en realidad, aparte del intercambio de prisioneros y del mantenimiento de los canales de comunicación entre altos funcionarios de los dos países, el Kremlin no ha accedido (ni lo hará) a las propuestas ucranianas de modificar los Acuerdos de Minsk II.13

Zelensky, presionado por los nacionalistas y por la decepción del estancamiento en las negociaciones de Donbás, ha tomado otras medidas para enfrentarse a Rusia, con el principal objetivo de atraerse el apoyo de Occidente: en febrero cerró varios medios de comunicación pro-rusos e impuso sanciones al notorio oligarca Viktor Medvedchuk, que se cree que es amigo personal del presidente ruso Vladimir Putin. La medida permitió a Zelensky flanquear a la oposición nacionalista en casa y optar a desempeñar un papel en la contención de Rusia en el exterior. Su siguiente paso era distanciarse de los oligarcas ucranianos, prometiendo reformas contra la corrupción. Su gobierno creó la “plataforma de Crimea”, cuyo principal objetivo es mantener la atención internacional sobre el destino de la península, y que la anexión rusa no sea aceptada internacionalmente como un hecho consumado. En varios de sus discursos ha subrayado el deseo de Ucrania de convertirse en país miembro de la OTAN.

Zelensky ha conseguido llamar la atención de un Occidente cada vez más preocupado por la actitud rusa: el presidente Joe Biden le ha llamado para ofrecerle un “apoyo inquebrantable a Ucrania” y el complejo militar estadounidense elevó el nivel de alerta en el Comando Europeo (EUCOM). Mientras tanto, el jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, el general Mark Milley, llamó a su homólogo ruso, el general Valery Gerasimov, para pedirle explicaciones por los movimientos de tropas rusas.14

El mensaje de Rusia frente a estas iniciativas del gobierno de Zelensky y al despliegue del apoyo Occidental es claro: el conflicto de Donbás no se puede “congelar” sin concesiones o compromisos políticos significativos. El Kremlin no está dispuesto a cambiar los Acuerdos de Minsk II que suponen, a su juicio, el reconocimiento tácito de las conquistas territoriales de los rebeldes pro-rusos y de la coacción de Moscú a Kiev, y sugiere que está dispuesto a una escalada militar para impedir cualquier intento, por parte de Kiev, de recuperar su integridad territorial. Respecto a Occidente, el Kremlin está tomando el pulso a la Administración Biden, para ver hasta qué punto está dispuesta a convertir sus promesas verbales en hechos reales, y recordarle que en la frontera con las exrepúblicas soviéticas, incluidos los países miembros de la OTAN, Rusia cuenta con una superioridad militar convencional, lo que no representa poca disuasión si se une a su condición de potencia nuclear.

Además de estos claros mensajes del Kremlin a Kiev, Bruselas y Washington, hay otro a su propia población. El próximo septiembre se celebrarán las elecciones generales y la victoria por mayoría absoluta del partido de Putin, Rusia Unida, todavía no está aún garantizada. Lo que observó el diplomático estadounidense George Kennan en 1946, en un largo telegrama –“la parte principal de la estructura del poder soviético está comprometida en la perfección de la dictadura y en el mantenimiento del concepto de una Rusia sitiada, con el enemigo amenazando a sus puertas”–15 es aplicable al actual régimen ruso. Putin quiere conservar el putinismo y una escalada política y militar bien calibrada y limitada podría alimentar el mito de una Rusia sitiada que necesita defenderse de los enemigos externos (que serían en el presente los mismos que hace más de 70 años: Occidente y la OTAN).

Conclusiones

Tanto Ucrania como Rusia carecen de interés en entrar en guerra. Desde el punto de vista de Ucrania, una ofensiva en Donbás probablemente le daría a Rusia un pretexto para intervenir en la región: los funcionarios rusos han declarado repetidamente la disposición de su gobierno a proteger las autoproclamadas repúblicas rusas en el exterior. Las pérdidas consiguientes arruinarían el ya limitado apoyo público a Zelensky, mientras que la pronta asistencia a Ucrania por parte de Occidente no está garantizada en manera alguna.16 Para Rusia, los beneficios de ir a la guerra con Ucrania también son dudosos. Una invasión de Ucrania en el período electoral podría parecer rentable teniendo en cuenta el incremento de la popularidad de Putin después de la invasión de Crimea.17 Sin embargo, desde 2019 cada vez menos rusos apoyan las aventuras en la política exterior del Kremlin. Actualmente, la popularidad de Putin ronda un 65%, pero las generaciones más jóvenes rechazan su aventurerismo en política exterior18 y su estilo de gobernanza. Además, una nueva guerra en Ucrania traería consigo más sanciones económicas de Occidente.

La intimidación militar y la demostración de fuerza son mejores instrumentos para lograr el propósito del Kremlin que una invasión militar en Ucrania, pues se trataría de disuadir tanto a Ucrania como a Occidente de cualquier operación militar dirigida a restaurar la integridad territorial ucraniana. Cuanta más evidencia tenga Moscú del apoyo verbal de la UE y EEUU a Ucrania, mayores dudas tendrá sobre la voluntad real de llevarlo a la práctica, sobre todo en el caso de la UE, que ha carecido de un papel relevante en la crisis ucraniana. Alemania y Francia, no la UE, han sido los artífices de los Acuerdos de Minsk II.

La pregunta más urgente que deberían plantearse los europeos es qué otra evidencia hace falta para articular una firme estrategia frente a Rusia y un apoyo más decidido a Ucrania.

Mira Milosevich-Juaristi
Investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora asociada de Russia’s Foreign Policy del Instituto de Empresa | @MiraMilosevich1


1 Peter Dickinson (2021), “Is Putin about to launch a new offensive”, The Atlantic Council, 5/IV/2021.

2 Mira Milosevich-Juaristi (2017), “Ucrania, piedra de toque para Occidente”, ARI, nº 22/2017, Real Instituto Elcano, 23/III/2017.

3 Mark Galeotti, “STOLYPIN: talk of renewed war in Ukraine likely Russian coercive diplomacy, but worrying for all that”.

4Disinformation build up: pro-Kremlin media reinvigorate their focus on Ukraine”, EUvsDISINFO, 8/IV/2021.

5 Ibid.

6 Tomas Grove y Alan Kullison, “Russian troop movements on Ukraine border test Biden Administration”.

7La ‘preocupante’ escalada de tensión en la frontera entre Ucrania y Rusia en la que Moscú ha vuelto a desplegar tanques y tropas”, BBC.

8 Michael Kofman (2021), “Russia’s military buildup near Ukraine is an intimidation tactic”, Moscow Times, 3/IV/2021.

9 Grove y Kullison, op. cit.

10 Kofman (2021), op. cit.

11 Sarah Lain (2021), “Russia piles up the pressure on Ukraine”, RUSI, 6/IV/2021

12 Mira Milosevich-Juaristi y Anastasia Austin (2019), “Ucrania en ‘modelo sándwich’: entre las instituciones internacionales y la sociedad civil”, ARI, nº 96/2019, Real Instituto Elcano, 3/X/2019.

13 Maxim Samurokov (2021), “Are Russia and Ukraine sliding into war?”, Moscow Times, 5/IV/2021.

14 Kofman (2021), op. cit.

15George Kennan’s ‘Long Telegram’”, 22/II/1946.

16Svi znaju, ako bude rata ne možemo pobediti bez NATO. Ali, imam pitanje: Šta ako kažu povlačimo se?”, B92, 8/IV/2021.

17Putin’s approval ratings”, Levada Center.

18Dissatisfaction with Putin surges among young Russians”, Levada Poll, Moscow Times, 4/II/2021.

Bandera de Ucrania en el Verkhovna Rada (Parlamento). Foto: Juanedc (CC BY 2.0)