La encrucijada libanesa: ¿estabilidad o guerra civil en 2007? (ARI)

La encrucijada libanesa: ¿estabilidad o guerra civil en 2007? (ARI)

Tema: Líbano se encuentra una vez más en una importante encrucijada: estabilidad o guerra civil. A principios de 2007, sigue sin saberse cuál será el camino hacia el que se dirige la Tierra de los Cedros.

Resumen: Los Acuerdos de Taif de 1989 que pusieron fin a la guerra civil libanesa están ya desfasados y se han visto superados por los acontecimientos. El problema fundamental sigue siendo la cuestión de la identidad, los valores y las opciones disponibles. ¿Qué tipo de Líbano quieren los libaneses? Estas cuestiones surgieron a raíz de la neutralización de Hizbulá (Partido de Dios) como importante fuerza de resistencia en el sur de Líbano y del despliegue conjunto de las Fuerzas Armadas libanesas y de la UNIFIL en la frontera internacional con Israel. Hizbulá ha optado ahora por centrar su activismo político en el panorama político interno. Este cambio de enfoque ha llevado a un punto muerto en las instituciones políticas libanesas.

Análisis

Choque de visiones

Al igual que otros partidos pro-sirios, Hizbulá ha retirado a sus miembros del Gobierno libanés. Junto con sus aliados en la oposición, Hizbulá reclama hoy una mayor voz en los asuntos gubernamentales a la luz de las consecuencias de la guerra estival de 2006. Los líderes de Hizbulá consideran que han ganado la guerra contra Israel y que ha llegado el momento de desempeñar un papel relevante en la política libanesa. Esto ha conducido a una situación de parálisis en las instituciones gubernamentales libanesas; Emile Lahoud, el presidente pro-sirio de Líbano, está siendo aislado por los partidos mayoritarios y por la comunidad internacional; el Parlamento libanés no se ha reunido en meses y su presidente, Nabih Berri, forma parte de la oposición al actual Gobierno de Fuad Siniora; por último, el Gobierno libanés ha perdido a seis de sus miembros.

Otro factor que conviene tener en cuenta es la perspectiva ideológica básica de Hizbulá como movimiento político que recibe órdenes de Irán y está empeñado en crear un régimen islámico en Líbano. Esto plantea la cuestión fundamental del papel de Líbano en las relaciones internacionales. ¿Están definidas las fronteras libanesas por acuerdos internacionales o están determinadas por el régimen de Teherán?

La “sentada” promovida por Hizbulá y sus aliados desde principios de diciembre de 2006 para forzar la retirada del poder del actual Gobierno de Siniora es otro factor perturbador en la relación entre el Gobierno y las fuerzas de la oposición. Esto es percibido por los partidos mayoritarios (las fuerzas del 14 de marzo que incluyen el Movimiento del Futuro de Hariri) como un intento de Hizbulá de provocar un golpe de Estado y llegar al poder por la fuerza. Las cuestiones fundamentales incluyen la ampliación del Gobierno actual para aumentar el número de miembros de la oposición con el fin de que Hizbulá y su principal aliado, el General Michel Awn, puedan tener poder de veto sobre políticas gubernamentales básicas. Otro factor perturbador es la decisión de crear un tribunal internacional para juzgar a los asesinos del anterior primer ministro Rafiq Hariri. Al régimen sirio, que está siendo el principal objetivo de las investigaciones conducidas a instancias de la ONU, le preocupa tener que pagar el precio por la desestabilización provocada en Líbano por los asesinatos de Hariri y otros destacados libaneses (Jibran Tueini, Pierre Gemayel y Samir Kassir, entre otros). A través de sus patrocinados en Líbano, el régimen de Assad en Damasco está tratando desesperadamente de retomar la iniciativa desde que fue expulsado de Líbano en 2005.

Las tensiones actuales en Líbano, materializadas por la sentada antigubernamental en el centro de Beirut y los peligrosos enfrentamientos de principios de 2007 son un presagio de lo que podría ocurrirle al país en caso de que no se encuentre una solución a la crisis actual. Más preocupante si cabe es la escalada de tensiones que se está registrando entre las principales comunidades religiosas libanesas, como ocurre entre los chiíes, por un lado, y los suníes y drusos, por otra. Los choques sectarios producidos en enero de este año, como los ocurridos en la Universidad Árabe de Beirut entre los seguidores de Hizbulá y los del Movimiento del Futuro de Hariri, son un recuerdo doloroso de las actuales tensiones entre chiíes y suníes, y son, a su vez, un reflejo de los enfrentamientos similares que se están produciendo en Iraq entre estas dos comunidades.

Desde una perspectiva negativa, las tensiones actuales en Líbano están provocadas por el choque de visiones entre el partido gobernante y la oposición. Existe también el temor de que los enfrentamientos entre ambos bandos se descontrolen y arrastren al país a una nueva guerra civil. La oposición también está empeñada en aumentar su representación en el Gobierno y en adelantar la convocatoria de las elecciones parlamentarias. Los miembros de la mayoría reclaman la celebración de elecciones presidenciales anticipadas al tiempo que dejan al presidente Emile Lahoud finalizar su mandato en septiembre de 2007. Por último, las tensiones actuales en Líbano reflejan la ausencia de diálogo entre Arabia Saudí y el régimen sirio. Esto supone un giro sustancial en la política regional dado que Siria, Egipto y Arabia Saudí formaban un bloque compacto antes de que estallara la guerra estival de 2006 en Líbano y la guerra civil iraquí.

Desde una perspectiva positiva, el actual equilibrio del miedo en Líbano y el riesgo de violencia sectaria entre chiíes y suníes ha llevado a los líderes políticos a rebajar las tensiones. Los llamamientos a la calma y al diálogo formulados por Saad Hariri, líder del Movimiento del Futuro, y Sayyid Hassan Nasrallah, secretario general de Hizbulá, han llevado a la percepción de que los esfuerzos iraníes y saudíes pueden poner fin al impasse actual.

En lo que se refiere al conflicto árabe-israelí-palestino, el dilema libanés siempre ha sido si conviene o no esperar a que se alcance una solución al conflicto palestino-israelí y un posible acuerdo de paz entre Siria e Israel antes de alcanzar su propio acuerdo de paz. Desde 1948 y la primera guerra librada entre las fuerzas militares israelíes y árabes, Líbano ha sido el territorio preferido para una guerra “por poderes” entre Siria e Israel. El hecho de que Líbano acoja a más de 350.000 refugiados palestinos tampoco ayuda al Gobierno libanés en su esfuerzo por lograr la estabilidad en sus fronteras. Desde la invasión israelí de Líbano de 1982, Irán se ha convertido también en un actor destacado en la escena libanesa. A día de hoy los principales actores internacionales en el país incluyen a Israel, Siria, Irán, Arabia Saudí, Egipto, EEUU y Francia. La pregunta que se plantea es si conviene vincular o desvincular a Líbano del resultado del conflicto palestino-israelí. El consenso del Gobierno es desvincular a Líbano y basar sus relaciones con Israel en el Acuerdo del Armisticio de 1949, que está relacionado con la Resolución 1701 de la ONU, que hace un llamamiento a la soberanía de Líbano, la retirada de todas las fuerzas no libanesas del país y el desarme de todas las milicias, incluyendo a Hizbulá. Esta última cuestión es la más polémica y de ella depende, en parte, el futuro de la estabilidad en Líbano.

Desde un punto de vista económico, siempre se ha considerado que el país tiene una política económica liberal basada en el libre comercio, la banca, los servicios y el turismo. Desde que surgiera Hizbulá como Estado dentro del Estado en Líbano, esta política económica esta siendo cuestionada por la economía de guerra promovida por Hizbulá. Dicha economía está basada en una movilización constante para la guerra y en la concesión de indemnizaciones a las víctimas de la guerra de Hizbulá. Buena prueba de ello es el dinero desembolsado por el grupo islamista a quienes perdieron sus hogares tras la guerra que enfrentó a Israel y Hizbulá en 2006. Dichos fondos proceden de Irán y se perciben como un grave desafío para el Gobierno de Beirut. Para combatir la influencia iraní, la comunidad internacional organizó, gracias al apoyo activo de Francia, una reunión en París a finales de enero (Conferencia de París III) y resolvió prestar a Líbano más de 8.000 millones de dólares en concepto de ayuda económica. Además de obtener ayuda financiera, Líbano también ha recibido una atención singular por parte de la comunidad internacional. Desde el asesinato de Rafiq Hariri han sido adoptadas varias resoluciones de la ONU (1559, 1595, 1614, 1636, 1644, 1664, 1680 y 1701). Todas estas resoluciones están basadas en la idea de ayudar al Gobierno libanés a recuperar su soberanía a lo largo de todo su territorio, desmantelando a todas las milicias y haciendo un llamamiento a la retirada de las tropas extranjeras del país y a la creación de un tribunal internacional especial destinado a juzgar a los responsables de los diferentes asesinatos perpetrados en Líbano. Sin embargo, a efectos prácticos el apoyo internacional no se ha traducido hasta la fecha en estabilidad y paz para el país. Líbano sigue estando azotado por tensiones regionales y globales (EEUU y Francia, por una parte, e Irán y Siria, por otra).

Factores regionales: Irán, Arabia Saudí y Siria

Veintiocho años después de la Revolución Iraní, Irán se ha convertido en un actor relevante no sólo entre sus vecinos inmediatos (en Iraq, por ejemplo) sino en la región en su conjunto. Su principal objetivo es convertirse en una potencia regional de peso que desempeñe un papel crucial basado en una política más firme y contundente. Irán tiene varias cartas que jugar en Afganistán, Iraq, Líbano y Palestina además de sus recursos militares y petrolíferos. A pesar de estar rodeado hoy por una amplia presencia militar estadounidense, el régimen de Teherán es un actor importante en Iraq. El informe Baker-Hamilton, recientemente publicado, abogaba por el diálogo entre la Administración Bush y los regímenes de Teherán y Damasco. Este llamamiento fue ignorado por completo por la Administración Bush. La estrategia de EEUU es presionar al régimen iraní, especialmente en lo que se refiere a su programa nuclear. Los líderes iraníes, por su parte, están convencidos de que EEUU y Europa carecen de la fuerza disuasoria necesaria (política, militar, diplomática y económica) para impedir que Irán posea armas nucleares. La Administración Bush es considerada débil por Teherán y algunos de los principales aliados de EEUU han abandonado ya el panorama político (Aznar en España y Berlusconi en Italia) mientras que a Tony Blair en el Reino Unido y a Jacques Chirac en Francia apenas les quedan unos meses en el poder. Los líderes iraníes están convencidos de que todo ataque de envergadura lanzado por EEUU o Israel contra Irán conducirá a una conflagración regional de consecuencias impredecibles.

En lo que se refiere a Líbano, Irán está desempeñando en la actualidad un papel relevante a la hora de atenuar las tensiones a nivel interno. Esta política ha conducido a un diálogo interesante entre Teherán y Riyadh (y, por ende, los poderes chiíes y suníes en la región). Dicho acercamiento también ha provocado la ira del régimen sirio puesto que ha sido marginado por el actual diálogo entre Arabia Saudí e Irán.

El diálogo está siendo entablado por el príncipe Bandar Bin Sultan, el que fuera embajador saudí en Washington y actual secretario general del Consejo de Seguridad Nacional saudí. Las negociaciones pueden ser consideradas como un acercamiento entre dos potencias regionales capaces de eliminar el riesgo a que los choques sectarios entre chiíes y suníes en Iraq y Líbano se extiendan al resto de la región. Los saudíes perciben este diálogo como un elemento disuasorio a cualquier inestabilidad en la región, especialmente en lo que se refiere a una confrontación entre suníes y chiíes que pudiera desestabilizar Oriente Medio. Los iraníes también consideran que un enfrentamiento sectario potencial representaría un contratiempo significativo de cara a sus aspiraciones de ampliar su poder e influencia en la región y garantizar un papel relevante de Irán en Líbano.

Estas negociaciones bilaterales han conducido a un acuerdo preliminar sobre Líbano que apuesta por: (1) respaldar la creación de un tribunal internacional, teniendo en cuenta las reservas de Hizbulá (el tribunal no deberá ser utilizado como una herramienta para vengarse del partido y sus miembros y de sus patrocinadores sirios); (2) la formación de un Gobierno de unidad nacional en Líbano basado en la fórmula de 19 miembros para la mayoría, 10 miembros para la oposición y un miembro independiente que actúe como punto de equilibrio entre los dos grupos durante las votaciones; y (3) la adopción de nuevas leyes electorales que regulen las elecciones parlamentarias y las elecciones presidenciales anticipadas.

El actual acercamiento entre Irán y Arabia Saudí ha demostrado, por primera vez, que Siria no es un actor clave en la política libanesa. El aislamiento sirio derivado del descontento de Arabia Saudí por su intromisión negativa en la escena iraquí, palestina y libanesa no significa que el eje Irán-Siria haya llegado a su fin. Al contrario, la alianza entre los regímenes sirio e iraní es muy sólida porque ahora más que nunca es cuando Damasco necesita a su aliado iraní. A pesar de las posibles diferencias existentes en torno a la relación de Irán con Hizbulá y a la preocupación siria por recuperar la influencia directa que ha perdido en Líbano, los dos países están más cerca que nunca en términos de coordinación de sus políticas y consecución de sus objetivos en Líbano y en la región.

Los principales obstáculos a la iniciativa irano-saudí relativa a Líbano incluyen la política de aislamiento de Irán de la Administración Bush, así como la decisión de Arabia Saudí de mantener a Siria al margen de cualquier participación en la búsqueda de una solución para Líbano. Huelga mencionar también la voluntad iraní de crear una alianza regional que incluya a Arabia Saudí y posiblemente a Turquía y Egipto y cuyo objetivo sea encontrar soluciones duraderas a los conflictos regionales (Iraq, Líbano y Palestina) al tiempo que se tienen en cuenta los intereses de los aliados iraníes y saudíes en Líbano.

Otra dimensión del limitado papel de Siria y de su aislamiento se debe a los esfuerzos internacionales por reactivar el proceso de paz en Oriente Medio. Una de las ideas básicas de esta nueva iniciativa es neutralizar la implicación iraní y siria en los asuntos palestinos (a través de sus aliados, Hamás y la Yihad Islámica). El consenso europeo y estadounidense es resolver el conflicto palestino-israelí primero y promover un tratado de paz entre Israel y Líbano después. Este último enfoque requiere una política israelí flexible basada en la retirada de las fuerzas de ocupación israelíes de las Granjas de Shebaa y en colocar esta pequeña zona del sur del Líbano bajo supervisión de la ONU. El estatus definitivo de las Granjas de Sheeba quedará sujeto al acuerdo alcanzado entre sirios y libaneses. Esta nueva visión occidental de la paz en la región se basa en la idea de mantener a los sirios fuera del juego hasta que Damasco se muestre dispuesta a dejar de involucrarse en los asuntos palestinos, iraquíes y libaneses.

Desde el punto de vista israelí, cualquier implicación en el proceso de paz quedará sujeta a la consolidación de un Gobierno más fuerte. El primer ministro israelí, Ehud Olmerte, declaró recientemente a la comisión israelí que investiga los fracasos militares del pasado verano en Líbano que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) habían debilitado sustancialmente las infraestructuras civiles y militares de Hizbulá y minado significativamente la capacidad de Hizbulá para lanzar misiles de largo alcance. Olmert también declaró que la acción militar israelí había conducido a la adopción de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exhorta a Hizbulá a mantenerse alejado de la zona fronteriza con Israel y establece la creación de una fuerza multinacional reforzada conocida como UNIFIL II. El impacto pleno de la investigación sobre la guerra emprendida por Israel en el verano de 2006 contra Líbano es todavía una incógnita. Sin embargo, una consecuencia importante ha sido la dimisión del general israelí Dan Halutz y su sustitución a la cabeza del mando del ejército israelí. Líderes políticos como el propio Olmert, el ministro de Defensa Amir Peretz y otros miembros del Gobierno israelí podrían ser apartados del poder como resultado de diversas acciones ilegales.

En lo que concierne al proceso de paz, EEUU está promoviendo la creación de una coalición de regímenes árabes moderados suníes (los países del GCC, Egipto y Jordania) que desafíe las políticas hegemónicas de Irán como poder chií en Oriente Medio. Las posibilidades de que funcione esta coalición son escasas mientras Irán y Siria sigan siendo los principales objetivos. Los dos regímenes desempeñan hoy el papel de generadores de inestabilidad e Irán retiene a tropas estadounidenses en Iraq como rehenes potenciales. Esto explica los actuales secuestros de diplomáticos iraníes en Iraq como muestra del descontento de EEUU con la intromisión iraní en los asuntos iraquíes. La decisión saudí de abrir el diálogo con Irán es un ejemplo de la falta de consenso existente en torno al proyecto de la Administración Bush de crear una nueva alianza en Oriente Medio que desafíe los designios hegemónicos iraníes en la región.

Francia, Chirac y Líbano

Francia es un actor importante en la escena libanesa debido a sus vínculos históricos con la Tierra de los Cedros. Otro factor que explica el fuerte interés francés en Líbano es la relación y amistad que unen a la familia Hariri con el presidente francés. El primer ministro asesinado, Rafiq Hariri, era un huésped habitual de su amigo Jacques Chirac en el Palacio del Eliseo. Hoy Chirac recibe al hijo de Hariri, Saad, y le ofrece su apoyo y asesoramiento.

A finales de enero, en una manifestación de apoyo al Gobierno libanés de Fuad Siniora, Chirac organizó, gracias al apoyo de EEUU y de la UE, una reunión de donantes destinada a ayudar a Líbano a superar sus cargas financieras (Líbano tiene una de las deudas públicas más elevadas del mundo y ha sufrido pérdidas cuantificadas en unos 4.000 millones de dólares desde la guerra israelí del último verano). Al final de la reunión, los llamamientos internacionales de asistencia financiera se tradujeron en una recaudación de 8.000 millones de dólares, una cantidad que sorprendió a los propios libaneses, que no esperaban que se rebasara la cifra de 3.000-4.000 millones de dólares.

Hasta que finalice su mandato el próximo mes de mayo, Jacques Chirac ha decidido alcanzar tres objetivos fundamentales en Líbano: en primer lugar, ayudar al Gobierno libanés a crear un entorno internacional político y financiero propicio. Este objetivo ha sido alcanzado gracias al resultado positivo de la Conferencia de París III que ha sido recientemente celebrada en París. En segundo lugar, Chirac está ejerciendo presión para asegurarse de que se constituya un tribunal internacional especial que condene a los asesinos de Hariri. Este tribunal se enfrenta a reticencias en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU (fundamentalmente por parte de los rusos, que tratan de proteger a sus amigos sirios) y derivadas de las divisiones entre los propios libaneses. En tercer lugar, dada la enemistad personal entre el presidente francés y su homólogo libanés, Emile Lahoud, a Chirac le gustaría que Lahoud fuese apartado del poder antes de abandonar el cargo en mayo. A los franceses les gustaría que se celebraran elecciones presidenciales anticipadas en Líbano antes de la formación de un Gobierno de unidad nacional. Asimismo, una vez designado, el nuevo presiente libanés sería el garante de cualquier acuerdo alcanzado en Líbano, incluido el que establezca qué es lo que debe hacerse con respecto al armamento de Hizbulá.

En sus políticas sobre Líbano, Chirac cuenta con el apoyo de la Administración Bush, que ha proporcionado ayuda financiera y militar al país. Sin embargo, EEUU tiene una imagen muy negativa en Líbano debido al apoyo estadounidense a la incursión militar israelí del pasado verano y a las recientes declaraciones del presidente Bush, en las que describía a Hizbulá como una organización terrorista que ha de ser erradicada.

El papel de España en Líbano

Las relaciones entre España y Líbano tienen una larga trayectoria. Desde su independencia en 1943, Líbano ha mantenido relaciones económicas y culturales pacíficas y fructíferas con España. Muchos libaneses han elegido España como lugar de residencia y se han integrado plenamente en la vida pública del país. Un documento publicado recientemente por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación español afirmaba que el Ministerio apoya los esfuerzos libaneses por consolidar su independencia y abrir un período de estabilidad institucional y económica.

Tras la guerra del verano de 2006 entre Hizbulá y las Fuerzas de Defensa Israelíes, España decidió enviar a 1.100 soldados para que formaran parte de las fuerzas provisionales de Naciones Unidas en Líbano (UNIFIL). Actualmente, las fuerzas españolas se encuentran destinadas en la población de Marjayoun, al sur de Líbano, y gozan del respeto de la población local. España suscita gran admiración entre los libaneses porque no tiene ningún legado colonial en la Tierra de los Cedros. Además, con motivo de la Conferencia de Paris III, España prometió un préstamo por valor de 35 millones de euros para el período 2007-2008 para ayudar a Líbano a recuperarse de la guerra del pasado verano.

Conclusión: Los libaneses todavía han de alcanzar un acuerdo con respecto a tres cuestiones fundamentales: (1) la viabilidad de los Acuerdos de Taif y si dichos acuerdos siguen siendo aplicables en las circunstancias actuales, especialmente a la luz de los cambios provocados por la guerra lanzada en el verano de 2006 contra Hizbulá; (2) el papel que Líbano debe desempeñar en el conflicto palestino-israelí; y (3) si Líbano debe implementar políticas económicas para la guerra o la paz.

Estabilidad o guerra civil, el futuro libanés sigue siendo incierto. Se prevé un período de inestabilidad hasta que se produzca la elección del nuevo presidente el próximo mes de octubre. En tanto que escenario de tensiones regionales y globales, Líbano queda a la espera del resultado de los siguientes factores: (1) los resultados de las negociaciones actuales entre Irán y Arabia Saudí; (2) los esfuerzos sirios por salir de su aislamiento y el tipo de papel que Damasco desempeñará como generador de inestabilidad en Líbano, Iraq y Palestina; (3) un liderazgo israelí más sólido; y (4) las conclusiones del debate que se está celebrando en EEUU acerca de la vía que debe tomarse con respecto al régimen iraní, en otras palabras, la vía diplomática o la acción militar.

George Emile Irani
Director del Programa de África y Oriente Medio del Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax) y autor de varias publicaciones sobre Líbano y Oriente Medio