Elecciones presidenciales en Argelia: la legitimidad del sistema en juego

Elecciones presidenciales en Argelia: la legitimidad del sistema en juego

Tema: Para el próximo 8 de abril están previstas elecciones presidenciales en Argelia, en las que será elegido el presidente de la República norteafricana para un período de cinco años.

Resumen: El sistema político argelino concede una enorme importancia a la figura del presidente (reforzada por la Constitución de 1996, calificada por muchos como de ultra presidencialista). Éste nombra al primer ministro, a los miembros del Gobierno, al gobernador del Banco de Argelia, a los oficiales militares superiores, a los jueces, a los responsables de la seguridad y a los walis (gobernadores), y puede legislar por decreto en una situación de urgencia en la que la Asamblea Popular Nacional no esté en período de sesiones. Por todo ello, la importancia de estas elecciones es muy grande, no sólo por conocer el nombre del próximo presidente, sino especialmente por ver si se desarrollan con limpieza y transparencia por primera vez en la historia del país. El actual presidente Abdelaziz Buteflika y el secretario general del FLN, Alí Benflis, aparecen como los dos principales candidatos, junto al islamista Abdellah Jaballah del MRN-Islah.

Análisis

La situación tras el primer mandato de Buteflika
Las últimas elecciones presidenciales tuvieron lugar en abril de 1999, cuando Abdelaziz Buteflika, como candidato independiente, aunque apoyado por el Frente de Liberación Nacional (FLN, antiguo partido único) y el Reagrupamiento Nacional Democrático (RND, partido oficialista creado artificialmente en 1997 para elegir presidente a Liamin Zerual) resultó elegido con un 70% de los votos. Buteflika, antiguo jefe de la diplomacia argelina durante la época Bumedien, no llegó a suceder a éste tras su muerte en 1978, ya que el Ejército impuso su candidato, el coronel Chadli Bendjedid, por lo que se exilió en los Emiratos Árabes Unidos hasta 1988, momento en que regresa a Argelia y comienza a acercarse a los dirigentes del sistema argelino. En 1999 es elegido presidente, sucediendo a Liamine Zerual, en unas elecciones marcadas por la retirada masiva del resto de candidatos. Pese a esta falta de legitimidad, la población argelina, exhausta tras siete años de guerra civil, acogió con esperanza la llegada de Buteflika al poder, como una posibilidad de alcanzar la paz y la recuperación económica del país. El Plan de Concordia Nacional consiguió la disolución del Ejército Islámico de Salvación (EIS), brazo armado del Frente Islámico de Salvación (FIS, ilegalizado en 1992), a cambio de la amnistía para todos sus miembros. Los grupos armados islamistas más radicales como el GIA (Grupo Islámico Armado) y el GSPC (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate) rechazaron la oferta. Este plan no incluía el levantamiento del estado de excepción vigente desde 1992, que había dado cobertura a la durísima represión militar, y todas las peticiones para acabar con esta situación anómala han sido rechazadas hasta el momento por el mismo Buteflika. La violencia se ha seguido produciendo todavía a un ritmo ciertamente trágico (se estima que ha habido unas 6.000 víctimas civiles durante los tres últimos años a manos de maquis islamistas, más un elevado número de éstos y de militares), aunque en mucha menor medida que en los años anteriores de la guerra sucia.

En cuanto a la economía, la situación ha mejorado en los años de su mandato en el plano macroeconómico, siguiendo los planes de ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, la población ha pagado el precio de esta reestructuración, alcanzándose los mayores niveles de pobreza de los últimos tiempos (aproximadamente la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza) y una tasa de paro del 30%, mientras que la renta per capita ha continuado su trayectoria descendente (de 3.600 dólares en 1991, se ha pasado a 1.600 dólares en 2002). Los problemas de una economía rentista como la argelina, dependiente del sector hidrocarburos (97% de las exportaciones), se han visto agravados por el cierre de un gran número de empresas estatales desfasadas tecnológicamente y completamente deficitarias, hecho que ha aumentado enormemente el número de desempleados. Estas empresas servían de instrumento de redistribución de la renta, pero actualmente los ingresos del Estado no permiten su mantenimiento. Pese a ello, no se ha incentivado demasiado al sector privado, sino que se ha creado un mercado paralelo, con casos de enriquecimiento rápido y poco claro, como lo ocurrido con el grupo Khalifa.

En relación con las próximas elecciones, hay que tener en cuenta varios factores que marcarán su desarrollo: el clima de la precampaña y la campaña electoral, caracterizado hasta el momento por la crispación y las acusaciones de fraude y manipulación contra el Gobierno, el papel del Ejército, el perfil de los principales candidatos y muy probablemente la situación en la Cabilia, donde puede producirse un boicot a las elecciones si no se llega a un acuerdo entre el Gobierno y los arouch (representantes populares de la región) sobre la oficialidad de la lengua amazigh, y en protesta contra la represión y la falta de democracia en la región y en el país, como sucedió en las legislativas de 2002, en las que la participación fue prácticamente nula en esta región.

Una precampaña polémica: el grupo de los diez
El 14 de enero de 2004, un grupo compuesto por los principales candidatos o posibles candidatos a las elecciones presidenciales, salvo Buteflika y Abdellah Djaballah, realizó una declaración conjunta en la que se propone la creación de un gabinete interino para sustituir al Gobierno del primer ministro Ahmed Uyahia, a fin de garantizar la transparencia de las próximas elecciones, ya que se consideraba que Uyahia manipularía los aparatos del Estado durante la campaña a favor del actual presidente. Esta petición se hizo en el marco de la considerada por los firmantes como “una fase histórica peligrosa” para la República argelina. En ella declaraban que “la desestabilización del Estado se ve acelerada por el servilismo de las instituciones”, al mismo tiempo que constataban “un agravamiento de los abusos de poder, caracterizados por la transgresión de principios constitucionales, la instrumentalización de la Justicia, los atentados recurrentes contra el pluralismo político mediante agresiones a militantes, las acciones de desestabilización llevadas a cabo contra partidos políticos y el control del movimiento asociativo, junto a la confiscación de los medios audiovisuales”. Se considera que estas elecciones son vitales para el futuro del país: si se realizan en unas condiciones transparentes y creíbles, Argelia se instalará “en una dinámica de libertad y de democracia”, pero de llevarse a cabo en las condiciones actuales, “precipitarán a la nación a una época de inestabilidad y caos”. Este grupo de los diez está integrado por cuatro antiguos jefes de Gobierno: Mulud Hamruch, Mokdad Sifi, Ahmed Benbitur y Alí Benflis; dos líderes de partidos políticos: Said Sadi del RCD y Ahmed Taleb Ibrahimi del movimiento no legalizado Wafaa; el general retirado Rachid Benyelles, que ha presentado su candidatura como independiente; Ahmed Dane del MSP (posteriormente el MSP abandonó este grupo para pasar a apoyar a Buteflika) y Redha Malek del ANR. A última hora se adhirió Cherif Belkacem. A estas diez personalidades hay que añadir al presidente de la Liga Argelina de Derechos Humanos, Alí Yahia Abdenur. Otros posibles participantes en este frente anti-Buteflika, han rechazado su participación en la elaboración del manifiesto. Es el caso del FFS del histórico Hocine Ait Ahmad, que ha mostrado su negativa a concurrir en las elecciones de abril por considerarlas una mascarada, pues cree que el Ejército ya ha elegido su candidato: Abdelaziz Buteflika.

Para gran parte de la clase política y de la prensa no controlada por el Gobierno, si las elecciones se realizan bajo la égida de Ahmed Uyahia (y de Yazid Zerhuni, ministro del Interior), no hay ninguna duda de que Buteflika será el vencedor. Para ello debería conseguir al menos el 50% de los votos en la primera vuelta, lo que frente a seis o más candidatos y dada la baja popularidad del presidente “implicaría necesariamente un fraude”, según Elkadi Ihsane (Le Quotidien d’Oran, 15/1/2004). Un triunfo de Buteflika en la segunda vuelta parecería incluso más difícil, ya que el otro candidato enfrentado a él, contaría con el apoyo de todas las fuerzas anti-Buteflika, aunque ya se han observado los primeras fallas en esta coalición, como demuestra el apoyo a Buteflika expresado por el MSP.

Durante la precampaña, Buteflika dirigió un escrito al secretario general de Naciones Unidas, al presidente de EEUU, a la Unión Africana y a la Unión Europea en el que se comprometía a la realización de unas elecciones transparentes y limpias, y solicitaba el envío de observadores internacionales que velaran por el buen funcionamiento de la votación. La oposición reaccionó afirmando que la intención del presidente era la de “legitimar el fraude”, y que un número pequeño de observadores, y con poco tiempo para preparar su misión, no podría controlar la legitimidad de estas elecciones. Para este grupo, el fraude ya se había producido antes de la convocatoria, remitiéndose a las declaraciones del secretario de estado adjunto para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo de EEUU, Lorne W. Crane, quien había expresado su inquietud tras su visita a Argelia el pasado mes de enero, al afirmar que “unas buenas elecciones requieren al menos un año de preparación, en el que se deben de emplear todos los medios necesarios para garantizar su regularidad y transparencia”. Igualmente manifestó la necesidad de que la radio y la televisión argelinas concediesen espacio a la oposición, y manifestó sus dudas sobre la necesidad de continuar con el estado de excepción, que prohíbe la convocatoria de manifestaciones en Argel. En cuanto a la presencia de observadores internacionales, fue considerada por Lorne W. Crane como “accesoria, mientras los candidatos no tengan los medios para controlar el desarrollo de las votaciones”, al mismo tiempo que expresaba su preocupación por el clima de la precampaña, marcado por los ataques judiciales contra la prensa y la utilización de la administración y del aparato judicial contra el FLN.

La suspensión de las actividades del FLN
El VIII congreso del FLN, celebrado en marzo de 2003, se cerró con el triunfo de Alí Benflis, máximo dirigente del partido desde septiembre de 2001, y con el aislamiento de Buteflika. Benflis fue reelegido como secretario general por mayoría para un nuevo período de cinco años, por primera vez de forma directa por los asistentes al congreso, y no por el comité central, que anteriormente había destituido a Abdelhamid Mehri en 1996, y a Bualem Benhamuda en 2001. Esto fue posible gracias a las modificaciones de los estatutos del partido aprobadas en este congreso, y que también incluyen la ampliación de los poderes del secretario general, en detrimento del comité central. Benflis prometió reconstruir un partido “libre de cualquier tutela”, el rechazo del “ultraliberalismo” y “garantizar las libertades”. Hay que recordar que el FLN fue durante más de 20 años el partido único de Argelia, hasta finales de los 80, y que ha sido más la estructura del Estado, o de la forma argelina del Estado, que un partido tradicional, con unas bases ideológicas bien definidas. La aspiración de Benflis y de los participantes en este congreso era la transformación y consolidación del FLN como un partido socialdemócrata al estilo europeo, dentro del contexto argelino. Poco después de este congreso, a principios de mayo, Buteflika destituyó a Alí Benflis como jefe de Gobierno, reemplazándolo por Ahmed Uyahia, presidente del RND. El 27 de junio el FLN anuncia que Alí Benflis sería su candidato en las próximas elecciones generales. En septiembre se creó dentro del FLN un grupo dirigido por el ministro de Asuntos Exteriores Abdelaziz Beljadem, con vistas a “regenerar el FLN” y anular los resultados del congreso de marzo, para evitar el apoyo del partido a Benflis en lugar de Buteflika. El enfrentamiento entre el Gobierno y el FLN se agudizó con la retirada del Gobierno de cinco ministros del FLN leales a Benflis, y con la prohibición por parte de las autoridades judiciales del congreso extraordinario del FLN, previsto para el 4 de octubre. Finalmente, el 30 de diciembre de 2003, la Justicia argelina ordenó la suspensión de todas las actividades del FLN, a consecuencia de la demanda presentada por militantes del propio FLN contra las decisiones adoptadas en el VIII congreso, consideradas ilegales. Esta decisión fue confirmada por el Consejo de Estado el día 3 de marzo, por lo que Benflis no podrá disponer de la ayuda material del FLN, ya que sus cuentas se mantendrán congeladas.

El papel del Ejército
Desde la guerra de independencia, el papel del Ejército en Argelia ha sido fundamental en la definición de las reglas del juego político, bien presidiendo directamente el país a través de sus oficiales (Bumedien, Bendjadid, Zerual), bien “garantizando” la legitimidad del presidente civil (sobre esta cuestión, véase Carlos Echeverría, Las Fuerzas Armadas Argelinas: Desafíos nacionales e internacionales, Documento de trabajo del Real Instituto Elcano, 2004, en DT 8/2004). Recientemente, la lucha entre fracciones de las diversas capitanías parece haber roto el consenso existente en torno a Buteflika, aunque éste siga contando con la bendición de un sector de los generales. Según muchos estudiosos de la estructura del Estado argelino, hay una dicotomía entre el poder real y el poder formal. En lo que se ha dado en llamar el “iceberg argelino”, la parte visible del poder (el poder formal) estaría representado por el presidente y las instituciones constitucionales, mientras que la parte sumergida (el poder real) estaría representado por el Ejército y las alianzas surgidas en torno a él y a sus diversas fracciones.

Con respecto a estas elecciones, el jefe de Estado Mayor Mohamed Lamari aclaró la posición del Ejército nacional en una entrevista con los diarios Le Matin y El Khabar. En dicha entrevista, Lamari garantizaba “la neutralidad del Ejército de cara a las próximas elecciones”, y su “retirada del campo político”, siempre que el presidente se comprometiera a respetar la Constitución, el sistema multipartidista, la República y el pueblo. También advertía que “aquel que no respete estos principios será rechazado por el Ejército”, añadiendo que “exigimos al candidato islamista que no mezcle la religión con los temas políticos”. En unas declaraciones más recientes a la revista El Djeïch, Lamari reafirmaba la neutralidad del Ejército, advirtiendo que “la imparcialidad del Ejército no tendrá valor si otras instituciones no lo son”, en referencia a la administración y a la justicia. Respecto a los temores expresados por el bloque antifraude, señaló que “son temores legítimos, si lo que afirman es cierto”. Es difícil aún saber si esta neutralidad será realmente efectiva, ya que los antecedentes han mostrado más bien lo contrario, y los equilibrios de poder que existen dentro del Ejército entre las diferentes regiones y departamentos complican a menudo percibir las verdaderas intenciones de estos “grandes electores”.

Los candidatos
Finalmente, son seis los candidatos aceptados por el Consejo Constitucional: Abdelaziz Buteflika, Alí Benflis, Abdellah Djaballah, Louiza Hanun (la primera mujer que participa en unas elecciones presidenciales en la historia del país), Said Sadi y Fawzi Rebaine. Los tres primeros son los únicos con opciones reales de vencer, o al menos de pasar a una segunda vuelta, especialmente tras la eliminación por parte del Consejo Constitucional de Ahmed Taleb Ibrahimi, candidato islamista moderado, con una fuerte base popular (en las últimas elecciones, gran parte de los votos del FIS fueron a parar a su candidatura). Esta decisión ha sido duramente criticada por el grupo de los diez, calificando al Consejo Constitucional como “incapaz de supervisar la regularidad de las elecciones”, considerando que las candidaturas rechazadas lo han sido por “motivos políticos” y “en circunstancias opacas”. Todos los candidatos, salvo Buteflika, han iniciado contactos para coordinar la supervisión del proceso de votación, ya que temen que los pequeños partidos que apoyan a Buteflika controlen la mayoría de las mesas electorales.

Abdelaziz Buteflika
El actual presidente cuenta con la maquinaria mediática y administrativa del Estado como una de sus principales armas para conseguir su reelección. La campaña será coordinada (oficialmente o desde los aparatos del Estado) por el polémico primer ministro Ahmed Uyahia y por el ministro del Interior Yazid Zerhuni. La disminución de la violencia islamista y la mejora de la imagen de Argelia en el exterior y en los organismos internacionales, junto a la inversión en infraestructuras en el país, son las otras grandes bazas de Buteflika. Igualmente, el sindicato UGTA le ha prestado finalmente su apoyo, al igual que la patronal, el partido islamista MSN, y una parte del FLN. En su contra juegan el aumento de la pobreza, el nepotismo y la corrupción de la administración pública, junto al fracaso en la redistribución de las rentas del petróleo, y la pérdida del apoyo de la mayoría del FLN y de la mayoría de la prensa. Respecto a su relación con el Ejército, actualmente existe una división entre sus partidarios y sus contrarios, pertenecientes estos últimos mayoritariamente al sector denominado “erradicador”, críticos con la política de reconciliación del presidente. Frente a esta situación, Buteflika pretende jugar la carta de que él es el único que puede ayudar al Ejército, concediendo una gracia presidencial que garantice la impunidad de los oficiales que llevaron a cabo la guerra sucia.

Alí Benflis
El antiguo primer ministro y director de la campaña de Buteflika en las últimas presidenciales intentará derrocar a su antiguo compañero. A diferencia del actual presidente, no efectúa su entrada en política hasta los años ochenta. Jurista de profesión, organiza la primera asociación argelina oficial pro derechos humanos. En 1989 participa por primera vez en un Gobierno nacional, hasta su salida en 1991, por su oposición a la creación de campos de internamiento en el sur argelino para los sospechosos de terrorismo o de colaboración con los terroristas. Aun así permanece en la dirección del FLN, partido que es castigado en 1995 por su participación en los acuerdos de San Egidio, junto al FIS y a la mayoría de los partidos argelinos. A partir de ese momento adoptará un perfil bajo hasta 1998, cuando es requerido por Buteflika para dirigir su campaña. Es nombrado primer ministro en 2000, cargo en el que permanecerá hasta marzo de 2003. Representa la generación posindependencia, algo muy significativo en un país donde las tres cuartas partes de los votantes en las próximas elecciones no vivieron la guerra de independencia. Pese a formar parte del FLN, no está vinculado a la etapa “dura” del ex partido único, y su abandono del Gobierno en 1991 certifica sus credenciales democráticas, y su imagen no se ha visto salpicada por ningún asunto relacionado con la corrupción, en un sistema en el que no abundan los políticos sin algún dossier escondido. Asimismo, la legitimación otorgada por la mayoría de los afiliados del FLN en sus últimos congresos a Benflis es muy significativa, ya que éste sigue siendo el partido de mayor implantación en el país. Finalmente, cuenta con el apoyo de la mayoría de la prensa no gubernamental, y es bastante probable que obtenga el apoyo explícito del resto de los componentes del frente antifraude (salvo el MSN), que no tienen expectativas reales de vencer, sin descartar la posibilidad de que este frente forme una candidatura única liderada por el secretario general del FLN. En su contra pueden jugar la percepción de que ha crecido gracias a Buteflika, al que ahora abandona traicionándolo, su inexperiencia internacional y nacional frente a la dilatada trayectoria del actual presidente, y la congelación de los fondos del FLN que hubiesen servido para financiar su campaña.

Abdella Djaballah
El dirigente del MNR-Islah (Movimiento Nacional de Reforma), representa el islamismo político oficial, cooptado por el poder. Tras la prohibición del FIS en 1992, dos partidos islamistas fueron admitidos por el sistema, el MSP-Hamas (Movimiento Social por la Paz) del recientemente fallecido Mahfud Nahnah, y el MRN-Islah. Estos partidos han aceptado participar en el juego del poder, otorgándole cierta legitimidad popular, a cambio de una cuota de representación parlamentaria, y presentándose como garantes de la autenticidad islámica del Estado. La base popular de Djaballah, el único candidato islamista con verdaderas posibilidades, parece bastante amplia, aunque no ha absorbido gran parte del voto más radical del FIS. Hasta el momento está consiguiendo mantenerse al margen de las polémicas de la precampaña, ya que no se ha unido al frente antifraude, aunque tampoco ha evitado expresar sus dudas sobre la limpieza del proceso electoral. En la presentación de su candidatura expresó su convicción de representar a la primera fuerza política del país, encarnando a “las fuerzas del cambio”, aquellas capaces “de sacar al país de la crisis”. Las prioridades del candidato islamista son “alcanzar una verdadera reconciliación nacional”, y la “lealtad a los principios del derecho, la justicia y la transparencia”, así como “servir a los intereses de la religión y de la nación, supervisar el interés público y preservar los derechos y las libertades de los ciudadanos”. La eliminación de la candidatura de Ahmed Taleb Ibrahimi puede favorecerle, ya que será el único candidato islamista. Se ha especulado con la posibilidad de que la estrategia seguida por Buteflika y los aparatos del Estado con esta eliminación sea la de llegar a una segunda vuelta entre el actual presidente y el candidato islamista, en la que se podría presentar a este último como una amenaza para la estabilidad del país, al mismo tiempo que sería menos probable un apoyo de las otras candidatos a Djaballah que si fuese Benflis el que pasase a la segunda vuelta. Las posibilidades reales del candidato islamista dependerán también en gran medida de la limpieza de las elecciones, pero su decisión de mantenerse al margen de las disputas entre Buteflika y gran parte de la oposición, junto a las declaraciones del jefe del Ejército Mohamed Lamari, en las que afirmaba que el Ejército respetaría la voluntad del pueblo, incluso si el elegido fuese Djaballah, plantean la posibilidad de unos resultados muy positivos para este candidato. Por su parte el otro partido islamista, el MSP, se ha visto dividido por el manifiesto de los diez, ya que mientras que el sucesor de Nahnah en la dirección del partido, Buguerra Sultani, criticó esta iniciativa, miembros de la dirección mostraron su apoyo a la citada declaración. Finalmente, el partido ha acordado dar su apoyo a la candidatura de Buteflika.

Conclusiones: La importancia de que las elecciones en Argelia sean transparentes y, por tanto otorguen al vencedor una legitimidad real, es mayor aún que la de conocer el nombre del futuro presidente. El clima en el que se está desarrollando la precampaña y la campaña oficial no invita excesivamente al optimismo. El Ejército ha anunciado su neutralidad, pero otras instituciones del Estado están actuando claramente a favor de Buteflika. La desmotivación del electorado es muy significativa debido a la corrupción del poder, a la impunidad de los actores principales de las matanzas de los últimos catorce años, y al empobrecimiento de una gran parte de la población, que se siente totalmente marginada de la toma de decisiones, y que percibe que el juego del poder es completamente insensible a los sufrimientos y problemas que padece.

En cuanto a los posibles vencedores, un triunfo de Buteflika supondría con toda probabilidad una continuación del clima actual, con un Gobierno sin apenas legitimidad frente a su pueblo, mientras que la elección de Alí Benflis quizá podría aportar un aire nuevo al sistema, aunque siempre en función de las acciones y decisiones que tomase su Gobierno. Por su parte, un triunfo del islamista Djaballah parecería una apuesta algo más arriesgada para el Ejército, a pesar de que esta institución se ha mostrado dispuesta a aceptar el resultado de las próximas elecciones y de que Djaballah ha colaborado con el Gobierno de Buteflika durante la última legislatura.

Pablo Hernández Ramos
Periodista