El cierre electoral de 2025 en América Latina

Propaganda electoral y graffitis en una calle de Buenos Aires (Argentina) en 2023. En primer plano, coches aparcados y al centro un container de basura con la leyenda “Si la patria sos vos hacete cargo”. En la pared de detrás, un cartel de Santiago Cúneo, candidato presidencial que promete una Argentina “a lo Bukele”, y a la derecha el cartel de Alejandro Biondini (h), candidato del partido neonazi Bandera Vecinal.
Propaganda electoral y graffitis en una calle de Buenos Aires (Argentina) en 2023. Foto: MinervaAustral (Wikimedia Commons / CC BY-SA 4.0).

Mensajes clave

  • En el último trimestre de 2025 habrá segunda vuelta presidencial en Bolivia, probablemente dos en Chile, presidenciales a vuelta única en Honduras y elecciones legislativas en Argentina. En Ecuador se celebrará un referéndum que puede dar paso a un cambio institucional vía Asamblea Constituyente.
  • Los resultados de las cuatro elecciones trazarán la dinámica político-electoral, que podrá ir del voto de castigo al oficialismo al reconocimiento a los gobiernos exitosos, bien de derecha (Bukele), de centro (Luis Abinader) o de izquierda (Morena en México).
  • Estos comicios profundizan algunas tendencias preexistentes: polarización, el eje élite vs. anti-élite y la elevada presencia y fragmentación de partidos y candidatos que amenazan la gobernabilidad.
  • El modelo de Nayib Bukele es bien acogido en América Latina y es un referente en América Central. Su mensaje ha permeado en las campañas electorales de la derecha y centroderecha en Chile, Bolivia y Honduras.

Análisis

El último trimestre de 2025 tendrá alta intensidad electoral en América Latina. Habrá una segunda vuelta presidencial en Bolivia, probablemente dos en Chile, presidenciales a vuelta única en Honduras y legislativas en Argentina, con unos significativos comicios locales en septiembre en la provincia de Buenos Aires. En Ecuador habrá un referéndum promovido por Daniel Noboa para reforzar los poderes presidenciales, que puede abrir las puertas a un cambio constitucional e institucional vía Asamblea Constituyente.

Figura 1. Elecciones en América Latina en el último cuatrimestre de 2025

PaísTipo de elecciónFecha
BoliviaSegunda vuelta presidenciales19 octubre
ArgentinaLegislativas26 de octubre
ChilePrimera vuelta y parlamentarias Segunda vuelta16 de noviembre 14 de diciembre
EcuadorReferéndum16 de noviembre
HondurasElecciones generales y presidenciales a una sola vuelta30 de noviembre
Fuente: elaboración propia.

El año se despide con cuatro elecciones que marcarán la tónica político-electoral regional. Si entre 2015 y 2023 primó el voto de castigo al oficialismo, éste convive más recientemente con victorias de los gobiernos eficientes sean de derecha (Bukele o Noboa), centro (Luis Abinader) o izquierda (Morena). El mal gobierno es castigado por no resolver los grandes problemas del momento: la reactivación económica (Bolivia), el aumento del coste de la vida (Uruguay) o la inseguridad y el orden público (Ecuador). Este trimestre el oficialismo podría ser derrotado en Honduras y Chile, como pasó en la primera vuelta en Bolivia.

Estos comicios profundizan algunas tendencias preexistentes, como la polarización, el eje élite vs. anti-élite y la elevada fragmentación de partidos y candidatos, en un contexto que dificulta la gobernabilidad. Las campañas están basadas en las redes sociales con fuerte presencia de noticias falsas y apelaciones demagógicas.

1. Balotaje inédito y fin de época en Bolivia

La segunda vuelta será un duelo entre el centro de Rodrigo Paz y la derecha de Jorge “Tuto” Quiroga, donde Paz podría ampliar sus alianzas más que Quiroga. Si bien el balotaje tiene su propia dinámica y las adhesiones de la primera vuelta no son endosables a la segunda, Paz, con un 32% de los votos en agosto, parte como favorito. No sólo por su ventaja sobre Quiroga, sino también porque puede atraer el voto de Samuel Doria Medina (19%), que ya le ofreció su apoyo, y de Manfred Reyes Villa (6,7%). También atrajo al masismo desencantado, como muestran sus resultados en La Paz y El Alto. Paz puede pescar en todo el espectro masista que, si bien dividido, sumó el 30% entre el voto nulo promovido por Evo Morales (19%), el 8% del “evismo sin Evo” de Andrónico Rodríguez y el 3% del oficialismo del MAS enfrentado a Morales.

Es una segunda vuelta inédita porque hasta ahora nunca hubo balotaje en las elecciones previas y porque marca el final de 20 años de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS) (2005-2025). La izquierda ha salido muy golpeada no sólo por perder el poder sino también por su fragmentación y su baja representación parlamentaria. La duda es el papel de Morales, con su 20% de voto nulo, que enclaustrado en su refugio del Chapare ha quedado fuera de las instituciones y fue incapaz de reunificar al masismo. Hoy emerge como el principal escollo para reunificar a la izquierda. Una de sus apuestas podría ser recuperar el liderazgo apostando por el cuanto peor mejor. La victoria de Quiroga le resultaría funcional para unir al masismo frente al peligro neoliberal y resucitar la mística evista.

A partir de aquí se perfila el inicio del tercer modelo político institucional en periodos de dos décadas exactas cada uno desde que Bolivia recuperó la democracia. Una marcada por las presidencias de coalición (1985-2005) y la otra por la hegemonía del MAS (2005-2025, con el breve paréntesis del gobierno de Jeanine Áñez (2019-2020).

2. Argentina, unas legislativas claves para Milei

Estas legislativas son el primer test nacional para Javier Milei desde que ganó las presidenciales en 2023. Los comicios han cobrado especial importancia tras dos malos meses para el gobierno, con escándalo de corrupción (agosto) y la dura derrota en las legislativas y locales de las provincias de Corrientes y Buenos Aires (agosto y septiembre), junto a repetidos fracasos en diversas votaciones parlamentarias. Entre los recientes escándalos de corrupción destacan el caso de la cripto moneda $LIBRA (donde está involucrado directamente) y el de supuestos sobreprecios en las compras públicas de medicamentos para la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), que afectan a su hermana Karina (el Jefe) y a los primos Menem, dos de sus principales apoyos políticos.

Milei necesita la victoria en estas legislativas para recuperar la iniciativa política y ampliar su exiguo respaldo en el Congreso, donde no cuenta con la minoría de bloqueo de un tercio, que le permitiría evitar los vetos a sus leyes y sortear cualquier intento de juicio político en su contra. Su minoría parlamentaria se ha agravado por la pérdida de aliados. Ha visto reducido su margen de acción y ha acumulado derrotas en el Congreso. A ello se une su fracaso por más de 13 puntos en la provincia de Buenos Aires. Ha sido un aldabonazo a su gestión y una seria llamada de atención a sus modos y maneras poco republicanas. Además, “nacionalizó” una elección provincial, menor, al plantearla como un plebiscito sobre su figura, lo que se volvió en su contra.

Milei esperaba beneficiarse de la división de la oposición. Pero, pese a sus problemas, el peronismo llega aparentemente unido, aunque subsisten fuertes tensiones entre Cristina Kirchner, en prisión domiciliaria, y Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, que aspira a desplazarla como referente opositor y candidato presidencial en 2027. Kicillof fue el gran vencedor de las elecciones bonaerenses tras su decisión de separarlas de las generales, contra el parecer de Kirchner. El gobernador contaba con el apoyo de los intendentes (alcaldes) que se movilizan en los comicios locales y provinciales, donde se jugaban su futuro político y no en las nacionales. De cara a las legislativas de octubre es posible el recrudecimiento de las tensiones entre Kirchner y Kicillof, dado lo endeble de la unidad kirchnerista/peronista.

En las legislativas se preveía un triunfo de La Libertad Avanza (LLA), aunque tras los comicios bonaerenses han emergido serias dudas sobre su contundencia. Sin embargo, el auxilio económico prometido por Donald Trump es un claro balón de oxígeno que tendrá un efecto positivo para el gobierno durante la campaña electoral. El triunfo, que ahora parece algo menos claro, lo situaría muy bien para las presidenciales de 2027. Hay un factor adicional a tener presente, cuyo impacto aún se desconoce, que es la introducción de la boleta única de papel (BUP), que impide el voto simultáneo a los candidatos del mismo partido en distintas categorías.

Habrá que ver cómo funciona el deseo oficialista de pintar de violeta el país (el color de LLA) y el desempeño de las listas armadas por Karina Milei, que intentó subordinar tanto a la Propuesta Republicana (PRO) de Mauricio Macri como a diversos gobernadores a sus siglas. En este contexto emerge Provincias Unidas, una coalición impulsada por varios gobernadores que pueden desempeñar un papel destacado en el futuro y condicionar la gestión de Milei, que seguirá dependiendo del apoyo de otros partidos para impulsar su modelo económico.

3. Chile, un duelo entre extremos

Chile va camino de una segunda vuelta entre el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, muy escorado a la derecha, y la oficialista Jeannette Jara, al frente de una heterogénea coalición que va del centro de la Democracia Cristiana a la izquierda del Partido Comunista, de donde proviene. Hay también otros seis candidatos, sobresaliendo entre ellos Evelyn Matthei, de Chile Vamos, centroderecha. Si bien su campaña ha sido bastante mediocre, en las últimas semanas ha vivido un ligero repunte, todavía insuficiente para pasar al balotaje. Las encuestas muestran el liderazgo de Jara, pero estancada en torno al 30%, y a Kast en ligera pero constante bajada. Matthei, aún a buena distancia del republicano, ha dejado atrás al populista antisistema Franco Parisi y podría eventualmente pasar a la segunda vuelta.

Las posibilidades de Matthei se apoyan en que cale su apelación al voto de rechazo a los extremos de Kast y Jara y también en el imprevisible funcionamiento del voto obligatorio, vigente desde 2022, pero nunca aplicado en unas presidenciales. ¿Cómo votará la parte del censo que históricamente se ha abstenido? ¿Será un voto antisistema más proclive a Parisi? ¿Se inclinará por castigar al oficialismo que encarna Jara? ¿Preferirá huir de la polarización y votar a Matthei? ¿O tendrá un contenido más social y dará una oportunidad al oficialismo?

Figura 2. Candidatos presidenciales en Chile

Populismo antisistemaJohaness Kaiser Franco Parisi
UltraconservadoresJosé Antonio Kast
CentroderechaEvelyn Matthei
CentroHarold Mayne-Nicholls
CentroizquierdaMarco Enríquez-Ominami
IzquierdaJeannette Jara
Extrema izquierdaEduardo Artés

Pese a situarse en los extremos, Kast y Jara buscan el voto del centro y moderar sus propuestas. Jara intenta asumir un perfil más socialdemócrata y Kast utiliza un lenguaje firme pero no estridente, alejado del estilo de Milei. Ha abandonado sus propuestas más extremas, especialmente las referidas a la “batalla cultural”, los temas valóricos, las políticas de género y hasta el aborto, cuya derogación proponía en 2021 y ahora no aparece en su programa. Una segunda vuelta entre Kast y Jara aumentará la polarización entre “el peligro comunista” y las advertencias sobre un regreso del autoritarismo. Sin embargo, si Matthei logra pasar al balotaje sus opciones de triunfo, ante cualquiera de los otros dos, serían mayores.

4. Honduras: Nasralla y el renacer del Partido Liberal

Estas elecciones presidenciales, a una sola vuelta, pueden amenazar la estabilidad institucional, al extenderse la sombra de la duda sobre todo el proceso electoral. Aún persiste la pugna en el muy politizado Consejo Nacional Electoral (CNE) tras los problemas logísticos en las primarias de marzo de 2025 que intentaron beneficiar al oficialismo. Además, el proceso puede verse contaminado por la evidente penetración del narcotráfico y el incremento de la violencia política, los ingredientes necesarios para una crisis institucional si los principales candidatos no acepten los resultados. 

De la crisis de los dos partidos que han dominado el panorama político desde 2010, el Partido Nacional (PN) y el Libre, actualmente en el poder, ha renacido el Partido Liberal (PL) en torno a la figura de Salvador Nasralla, en un nuevo intento de superar los serios problemas que arrastra desde 2009. Ninguna de las tres grandes fuerzas hondureñas atraviesa su mejor momento. El PN, que gobernó entre 2010 y 2022, está lastrado por la detención y extradición a Estados Unidos (EEUU) del expresidente Juan Orlando Hernández (2014-2022), vinculado al narcotráfico. Libre, en el gobierno con Xiomara Castro desde 2022, no ha podido solucionar los grandes problemas del país (inseguridad, corrupción y bajo crecimiento). Su administración ha estado marcada por la omnipresencia de su marido, el expresidente Manuel Mel Zelaya (2006-2009).

Esta coyuntura ha sido aprovechada por el PL para recuperar su unidad, después de haberse dividido tras la salida de Zelaya en 2009, gracias a la decisión de unirse en torno a la figura carismática de Salvador Nasralla y su discurso polarizante, demagógico y mesiánico. Nasralla es ajeno al aparato y a la historia del PL, pero cuenta con gran arrastre popular y se perfila como favorito ante Rixi Moncada, candidata de Libre y de Nasry Asfura, del PN. Nasralla encarna un liderazgo “anticasta” con el eje puesto en sus campañas anticorrupción y de tinte bukelista en materia de seguridad.

Sobre estos comicios planea, como en 2017, la sombra de la crisis institucional y del fraude, denunciados por Nasralla. Según su apreciación, el gobierno de Castro estaría intentando manipular los votos con apoyo de asesores cubanos y venezolanos en beneficio de Moncada El precedente de las elecciones primarias y los intentos de condicionar a favor del oficialismo los flujos de votación son un pésimo augurio.

5. Ecuador, una consulta para la legitimación y de Noboa

La consulta que promueve Daniel Noboa se inscribe en el marco de una tendencia regional que busca incrementar el poder y autonomía de los presidentes ante la fragmentación legislativa y los bloqueos institucionales. La pregunta estrella, en revisión por la Corte Constitucional (CC), busca destruir el legado de Rafael Correa con una Asamblea Constitucional que cambie el modelo institucional heredado del periodo anterior. Es, a la vez, un camino indirecto para limitar la capacidad de la CC de ser un contrapeso al Ejecutivo. Queda la duda de si Noboa, en caso de prosperar la Constituyente, se librará de la tentación de la reelección ilimitada o seguirá el camino de Chávez, Uribe, Morales y Bukele.

6. Las elecciones y el momento político-electoral de América Latina

Estas cuatro elecciones reflejan el momento político-electoral latinoamericano. Si bien cada una tiene características propias, sus paralelismos dan algunas pistas sobre la realidad regional. En todas, las dificultades económicas y el encarecimiento del coste de la vida, junto con la inseguridad y la penetración del crimen organizado, centran los mensajes de los candidatos y la atención del electorado.

Los procesos electorales se han desarrollado en medio de una fuerte polarización, especialmente en Argentina y Bolivia, con una oferta fragmentada, tanto a derecha como a izquierda. Los electores parecen inclinarse por outsiders, como Milei, o candidatos ajenos al poder, que han sido diputados (Kast) o alcaldes (Paz) pero no ministros ni presidentes ni pertenecen a los grandes partidos. Las elecciones también se plantean como una confrontación élite vs. anti-élite en Chile (Kast frente a la exministra Jara), Bolivia (Paz vs. el expresidente Quiroga) y Honduras (Nasralla vs. la exministra Moncada).

El salvadoreño Nayib Bukele se ha convertido en un referente para las opciones situadas más a la derecha en su lucha contra la delincuencia y el combate a la corrupción. El bukelismo defiende la concentración del poder en el presidente, la puesta en marcha de políticas autoritarias y mano dura con la inseguridad y mantiene una relación directa y plebiscitaria con el electorado.

6.1. Inseguridad y economía, ejes de las campañas

Los dos problemas que más preocupan a la población de América Latina son la economía (bajo crecimiento y aumento del coste de vida) y la inseguridad, y están marcando las campañas del último trimestre de 2025. Es una constante tanto en los que tienen bajas tasas de homicidios, Chile, como altos índices de inseguridad, Honduras.

La baza de Milei para ganar en las legislativas es su indudable éxito en la reducción de la inflación, que ha caído desde el 211,4% de 2023 hasta el 19,5% acumulado en 2025. Ante el problema de muchos argentinos por llegar a fin de mes habrá que ver si la contención de la inflación es suficiente para ganar elecciones. Milei plantea las legislativas como una dicotomía entre la continuidad de su programa de estabilización y las medidas propuestas por la oposición, a las que califica de “genocidio” económico. El ministro de Economía Luis Caputo atiza la polarización advirtiendo del regreso del comunismo, mientras parece claro que los éxitos macroeconómicos no se han reflejado en la microeconomía lo que explicaría la derrota electoral bonaerense.

El estancamiento económico chileno y la crisis boliviana lastran las opciones de la izquierda en el poder que no ha sabido potenciar el crecimiento (Gabriel Boric) o atajar la espiral inflacionaria, la falta de dólares, el déficit fiscal y el desabastecimiento de combustibles (Luis Arce). La debacle electoral del oficialismo en Bolivia se explica no sólo por su división sino también por el fracaso económico desde 2014. El regreso al alto crecimiento en Chile y la superación de la crisis en Bolivia han monopolizado el debate y las promesas electorales. La derecha busca volver a un crecimiento superior al 4% y reducir el tamaño del Estado. Nasralla ofrece salir de la crisis acabando con la corrupción de la élite política tradicional, su principal leit motiv desde 2012, cuando creó el Partido Anticorrupción. 

La inseguridad es otra preocupación ciudadana. Chile, con bajos índices de inseguridad a escala regional, ha sufrido un aumento de robos y asaltos y una mayor presencia del crimen organizado, especialmente del venezolano Tren de Aragua. Es sintomático que Kast proponga un “gobierno de emergencia” para combatir la inseguridad y la parálisis económica. Incluso para candidatos más centrados, como Matthei, la seguridad es central, es el tema que más llega al electorado.

En Bolivia, uno de los principales productores de coca y lugar estratégico de tránsito, la inseguridad ha estado opacada por la crisis económica, pese a que la presencia del crimen organizado es creciente. Esto es particularmente visible con los cárteles brasileños, Primer Comando de la Capital y Comando Vermelho. Quiroga, en su línea de medidas más contundentes y expeditivas, ha propuesto el regreso de la Administración de Control de Drogas estadounidense (DEA). En Honduras, la mano dura contra la corrupción que propone Nasralla se extiende a la inseguridad, con El Salvador como modelo.

6.2. La polarización y el sentimiento anti-élite

La polarización política y el sentimiento anti-élite caracterizan el momento electoral latinoamericano, aunque están muy presentes en el resto del mundo. La polarización divide a las sociedades en dos bandos irreconciliables, con escasos puentes de comunicación y nula voluntad de llegar a compromisos para impulsar políticas de Estado. La polarización convierte al rival político en enemigo existencial y se traduce en fenómenos como la grieta en Argentina (kirchnerismo vs. antikichnerismo y ahora mileismo vs. antimileismo).

La polarización se asienta en el largo periodo de estancamiento económico presente en América Latina desde hace una década, que ha alimentado la frustración de expectativas en la población, aumentando la desafección con la democracia. El voto se ha desplazado del centro, donde antes se ganaban las elecciones, a los extremos. Cada vez es más frecuente que las segundas vueltas electorales se den entre candidatos situados en las antípodas políticas con proyectos políticos incompatibles.

La polarización se extiende más allá del proceso electoral y deteriora la convivencia, como muestra Rodrigo Chaves en Costa Rica. Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) considera a América Latina la región más polarizada del mundo, un proceso acentuado desde 2017. Muchas elecciones acaban siendo un enfrentamiento existencial entre la casta y la anti casta. El sentimiento anti-élite, muy extendido entre la población, ha provocado triunfos de outsiders políticos. Pero ¿están triunfando en América Latina? Salvo excepciones, como Milei o Pedro Castillo, no ganan los outsiders sino otros candidatos emergentes, políticos con trayectoria que no han ejercido el poder a escala nacional y se han situado en la periferia, pero dentro del sistema, como Jair Bolsonaro en Brasil o Bernardo Arévalo en Guatemala. Estos candidatos, ajenos al clientelismo tradicional y que no han sido salpicados por la corrupción al no tener acceso a la administración, encarnan los deseos de cambio y renovación de un electorado cansado y frustrado por la clase política tradicional

Figura 3. Triunfo de candidatos sorpresa desde 2020

2021PerúPedro Castillo, un maestro desconocido, pasó a segunda vuelta contra todo pronóstico y derrotó a Keiko Fujimori, encarnación de la clase política tradicional.
2021ChileLas dos viejas coaliciones que dominaron el escenario electoral entre 1990 y 2018, la Concertación y Chile Vamos, no pasaron a la segunda vuelta. El balotaje fue entre un representante de la izquierda que nunca había gobernado, Boric, y Kast, que había roto con los partidos históricos de derecha.
2022ColombiaGustavo Petro le ganó en segunda vuelta a Rodolfo Hernández, un outsider, un empresario metido a político. Petro, de larga trayectoria, fue alcalde de Bogotá y condujo a la izquierda al poder.
2023ArgentinaJavier Milei se impuso al peronismo y a la derecha tradicional de Macri.
2023GuatemalaBernardo Arévalo, a quien ninguna encuesta daba posibilidades, pasó a segunda vuelta y ganó.
2023 y 2025EcuadorUna figura joven y ajena a los políticos históricos, aunque vinculado a un partido y una familia tradicional, Daniel Noboa, fue presidente en 2023 y repitió en 2025.
Fuente: elaboración propia.

Algunos resultados muestran la dificultad tanto de la opinión pública, como de analistas y encuestadores, de captar el momento político y el estado anímico de la ciudadanía. Es un problema estructural presente desde 2020. Las encuestas no tenían en el radar el pase a segunda vuelta de Castillo, mucho menos su victoria final, o el acceso al balotaje, triunfo incluido, de Arévalo en Guatemala, que en la primera vuelta en Bolivia Paz haya sido el más votado, ninguna encuesta lo situaba en el balotaje, o que el peronismo derrotara tan abultadamente a Milei en la provincia de Buenos Aires. Esto es producto de la volatilidad de los alineamientos electorales de una ciudadanía que busca caras nuevas o que no hayan ejercido el poder. En 2025 esta tendencia la encarnan Nasralla, Paz y Kast, que no son recién llegados a la política. Paz fue diputado en 2002 y 2005 y alcalde de Tarija; Nasralla fue tres veces candidato presidencial y Kast lo hizo en dos ocasiones, habiendo creado el Partido Republicano. Nasralla fundó dos fuerzas en torno suyo (el Partido Anticorrupción y el Partido Salvador de Honduras) y ahora encabeza el PL.

Más que giros a la derecha y a la izquierda el electorado ha pasado de castigar al que está en el poder, apoyando a la oposición, a buscar caras ajenas a los partidos y liderazgos tradicionales. Chile es un buen ejemplo. Si desde 2009, fin de los gobiernos de la Concertación, hasta 2017 hubo alternancia de fuerzas políticas (no puede haber reelección consecutiva), en 2021 y 2025 se buscan caras nuevas. Tras el estallido social de 2019 y el derrumbe de las viejas coaliciones, el electorado sigue votando por el cambio: Boric en 2021 y quizá Kast en 2025.

Figura 4. Alternancia derecha-izquierda y nueva vs. vieja élite en Chile

Gobierno Bachelet2006-2010Centroizquierda
Gobierno Piñera2010-2014Centroderecha
Gobierno Bachelet2014-2018Centroizquierda
Gobierno Piñera2018-2022Centroderecha
Gobierno Boric2022-2026Izquierda
Fuente: elaboración propia.

En el caso de Paz, pese a pertenecer a una familia que ha dado dos presidentes, su figura encarna la lucha de David contra Goliat. Sin recursos ha hecho una campaña basada en las redes y que le llevó de pueblo en pueblo, logrando captar el voto masista e informal, el 85% de la economía nacional. Su compañero de fórmula es un policía, Edman Lara, que se enfrentó al aparato policial para denunciar la corrupción. Eso lo convirtió en un héroe popular y quien mejor interpela, sobre todo a través de las redes, a la gente común hastiada de la política tradicional, con un lenguaje que en ocasiones roza la provocación.

6.3. Fragmentación y gobernabilidad

La polarización y la fragmentación condicionan la gobernabilidad. Los presidentes suelen llegar al poder, con excepciones como Claudia Sheinbaum en México, sin una base partidaria sólida. Deben negociar con un Legislativo atomizado, que desincentiva los acuerdos. La falta de apoyos parlamentarios ha bloqueado gobiernos, como el de Arévalo en Guatemala, o ha provocado la pugna entre Milei y el Parlamento. También ha transformado Brasil, por la vía de los hechos, en una república parlamentaria más que en un presidencialismo de coalición. En Perú se ha dado el predomino del Congreso sobre la débil presidenta Dina Boluarte. Y en Colombia la colaboración Ejecutivo-Legislativo ha convivido con apelaciones de Petro a la movilización en las calles o a la convocatoria de referéndums para presionar a las Cámaras.

Bolivia es el último ejemplo de fragmentación. El antimasismo ha participado con cuatro opciones, tres de derecha (Quiroga, Doria Medina y Reyes Villa) y una de centro, Paz. La izquierda también ha ido desunida: Morales y su voto nulo, el “evismo sin Evo” de Rodríguez y el MAS oficialista con el exministro Eduardo del Castillo, leal al presidente Arce. El escenario político queda pendiente de su reconfiguración y del papel de Morales, con su margen de acción política y jurídico reducido.

Chile muestra la presencia de tres candidatos de derecha: Kast, Matthei y Johanness Kaiser, lo cual complica la formación de una sólida mayoría legislativa. De ganar Kast dependerá, como Milei, del centroderecha. Milei intenta fagocitar al macrismo y Kast buscaría algo semejante con Chile Vamos o gobernar al margen del Legislativo con decretos y facultades administrativas.

6.4. La tentación bukelista

El modelo bukelista, con su aparente éxito en la lucha contra las maras y la inseguridad, ha fortalecido su mensaje en América Latina. Es un referente en América Central e incluso alcanza a América del Sur con un alto nivel de aceptación. Se quiere crear un partido como el de Bukele en Guatemala y Nasralla lo propone para luchar contra la corrupción y la inseguridad. El bukelismo no se limita a América Central. En Bolivia, Paz, que presume de centrismo, lo toma como ejemplo en la lucha contra la corrupción (“Como dice Bukele, si no se la roban, la plata alcanza”). Su compañero de fórmula, el capitán Lara, intentó lanzar su candidatura presidencial con su partido Nuevas Ideas con Libertad, el mismo nombre que en El Salvador.

En Chile la derecha de Kast y el centroderecha de Matthei también miran a Bukele. Kast salió en defensa del modelo salvadoreño. Incluso la propuesta más moderada de Matthei ve en el bukelismo un camino a seguir. La consulta en Ecuador es una apuesta personal de Noboa para enterrar la herencia correísta y edificar una nueva institucionalidad que apueste por la concentración de poder y refuerce la figura presidencial.

Conclusiones
En el último trimestre de 2025 hay cuatro citas electorales que reflejan la frustración de expectativas de la ciudadanía por la ineficiencia de las instituciones democráticas y su hastío con la clase política y los partidos. El clima de desafección también lo alimenta un contexto internacional plagado de autoritarismos iliberales, de Trump a Bukele pasando por Orbán, que alardean de poseer las mejores herramientas para combatir la inseguridad y el estancamiento económico. Esos dos grandes problemas que aquejan a la población hacen que se premie a quienes obtienen buenos resultados en este terreno (Bukele, Abinader, Morena, Milei…) o castiga a quien fracasa (Arce).

Ocurra lo que ocurra en estas elecciones, está en juego la gobernabilidad y la institucionalidad democrática. Hay riesgo de parálisis institucional en Chile donde la división de los partidos dará lugar a un Legislativo fragmentado. Chile no sabe qué Kast le espera si gana la elección. ¿El casi pinochetista de 2021, el más moderado de la constituyente de 2022-2023 o el presidenciable de 2025? La tentación de revivir la batalla cultural, a la que ha renunciado al menos a corto plazo, puede crecer presionada por el ala más radical de su partido, sobre todo si la reactivación económica y la mejora de la inseguridad tardan en llegar. Su idea de gobernar en emergencia es una puerta fácil de abrir pero que no se sabe adónde puede llevar. La necesidad de apelar al voto del centroderecha es un obstáculo para un Kast que no parece tener, al menos en apariencia, el “instinto depredador” de Milei. Por el contrario, un gobierno de Jara se enfrentaría a la desconfianza empresarial por su pecado original, su adscripción al Partido Comunista, que no parece verla como una de los suyos por su deriva socialdemócrata. Un gobierno de Jara sería una pelea constante entre las dos almas de la izquierda chilena, la más reformista (heredera de la Concertación), que ha continuado con Boric, y la más radical y rupturista. Un gobierno de Matthei, en minoría parlamentaria, viviría acosado y tironeado por los dos extremos, aunque con más posibilidades de alcanzar acuerdos con uno y otro.

Milei, incluso con un buen resultado, seguirá en minoría y condenado a abandonar su actitud de desprecio hacia la oposición más cercana, consustancial a su personalidad, si desea atraer apoyos. En especial el de los gobernadores, algunos de los cuales se integran en Provincias Unidas. 

El mayor riesgo para la gobernabilidad se encuentra en Honduras, donde hay escasos incentivos para que Nasralla o Moncada acepten una derrota, sobre todo muy ajustada. Nasralla, que se considera víctima de fraude en 2017, lleva meses sembrando la duda sobre el proceso. Libre se juega su futuro en estas elecciones. Una derrota entrañaría riesgos existenciales de vendettas y pases de factura. Un triunfo de Nasralla no garantiza la estabilidad porque, una vez en la presidencia, son posibles los conflictos con el Legislativo y con su propio partido, que no lo contempla como uno de los suyos.

La gobernabilidad parece garantizada en Bolivia: las derechas son mayoría y existen incentivos para que trabajen coordinadas ante un enemigo común, Morales. Pero el plan de ajuste que necesita el país, que Quiroga propone y Paz aún no lo contempla, provocará un fuerte malestar social. El ejemplo de Ecuador con el fin del subsidio al diésel impulsado por Noboa es un ejemplo de cómo estas reformas económicas derivan en protestas sociales. Paz, sin un plan económico ni equipo sólido, deberá seguir las recetas de Quiroga de ajuste duro y compromiso con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Su propuesta de que sólo con el combate contra la corrupción se obtienen los recursos necesarios quedará en una promesa de campaña. Se intuye una difícil convivencia con su vicepresidente, muy dado a los excesos verbales y al populismo demagógico, aunque con escaso poder efectivo. Sería un capítulo más de la mala relación tan latinoamericana entre presidentes y vices: Milei-Villarruel, Petro-Francia, etc.