Corea del Norte: ¿habrá que esperar a las elecciones de noviembre en EEUU?

Corea del Norte: ¿habrá que esperar a las elecciones de noviembre en EEUU?

Tema: La falta de progreso en la resolución de la crisis nuclear con Corea del Norte, que ya ha cumplido nada menos que veinte meses, parece indicar que las posiciones de Washington y de Pyongyang no han cambiado en absoluto y que seguramente no variarán hasta al menos las elecciones presidenciales de noviembre. A la vista, además, de varios acontecimientos registrados y de diversas informaciones publicadas durante los últimos dos meses, ese estancamiento es particularmente negativo para los intereses de la comunidad internacional y augura que la tercera ronda de las conversaciones a seis bandas, previstas para finales de este mes de junio, se saldará, al igual que las anteriores, con un sonado fracaso.

Resumen: Los acontecimientos de abril y mayo, junto con diversas informaciones que han visto la luz en los últimos dos meses, sugieren que EEUU no ha cambiado un ápice su posición, que China va a aumentar su ayuda a Corea del Norte, que persisten las diferencias entre los socios de la coalición internacional, que Japón ha empezado a actuar por su cuenta para empezar a resolver el asunto de los ciudadanos japoneses secuestrados por los norcoreanos y que Corea del Sur ha entablado ya un diálogo militar de alto nivel con su vecino septentrional. Además, indican que Pyongyang podría haber desarrollado, más de lo que se pensaba, su programa de enriquecimiento de uranio, aumentado considerablemente el número de sus bombas nucleares e incurrido ya en actividades de proliferación nuclear. Un desarrollo, por tanto, que cabe calificar de negativo. Aún más grave es que todo parece indicar que el statu quo se mantendrá hasta al menos las elecciones presidenciales de noviembre en EEUU.

Análisis: Pese a la reunión del grupo de trabajo del marco de las conversaciones a seis bandas, que se celebró en Pekín del 12 al 14 de mayo pasado, poco o nada se ha avanzado en la resolución de la crisis nuclear con Corea del Norte, que ya ha cumplido veinte meses. Diversos acontecimientos recientes parecen sugerir dos cosas importantes: (1) que la crisis se encuentra en un largo compás de espera, que quizá no acabe hasta al menos las elecciones presidenciales de noviembre en EEUU, aunque está prevista a finales de junio una tercera ronda de conversaciones a seis bandas (China, Corea del Norte, Corea del Sur, EEUU, Japón y Rusia); y (2) que algunos países de la llamada coalición internacional están tomando iniciativas por su cuenta, entre las que ha destacado la visita a Pyongyang del primer ministro japonés Koizumi a finales de mayo. Ambas conclusiones no son precisamente positivas, puesto que la prolongación de la crisis puede beneficiar a Corea del Norte y porque el resquebrajamiento de la coalición puede dificultar la solución al conflicto.

Los acontecimientos en abril y mayo
Durante los dos últimos meses se han producido diversos acontecimientos importantes: la visita del vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, a China entre el 13 y el 16 de abril, el viaje del máximo dirigente norcoreano, Kim Jong Il, a Pekín del 19 al 21 de abril, la reunión del grupo de trabajo preparatorio de la tercera ronda de conversaciones a seis bandas en Pekín del 12 al 14 de mayo, la visita del primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, a Pyongyang el 22 de mayo y las conversaciones militares de alto nivel celebradas entre las dos Coreas el 26 de mayo.

Las conclusiones de todos esos acontecimientos son claras.

En primer lugar, Washington no ha cambiado un ápice su posición: exigencia de un desmantelamiento “completo, comprobable e irreversible” de todos los programas nucleares de Corea del Norte (la posición llamada CVID, por “complete, verifiable and irrreversible dismantlement”) antes de empezar a negociar unas eventuales “medidas de correspondencia”. Durante su discurso en la Universidad de Fudan (Shanghai) el 15 de abril, Cheney sugirió incluso que las malas condiciones económicas de Corea del Norte terminarán por hacer ceder a Pyongyang, necesitado de ayuda exterior para garantizar la supervivencia de su régimen.

En segundo lugar, los dirigentes chinos aseguraron en Pekín a Kim Jong Il que están dispuestos a aumentar su ayuda económica y su cooperación comercial con Corea del Norte, lo que significa que China no cede ante las presiones de EEUU y que se opone al aislamiento y al estrangulamiento de Pyongyang.

En tercer lugar, la reunión del grupo de trabajo, creado en el marco del diálogo preparatorio de la tercera ronda de conversaciones a seis bandas, no ha obtenido ningún resultado tangible. Tal cosa indica que, al igual que lo que ocurrió en la primera y segunda rondas (agosto de 2003 y febrero de 2004), persisten grandes diferencias no sólo entre Washington y Pyongyang sino incluso entre EEUU y varios de los países de la coalición. Las posiciones de EEUU y de Corea del Norte siguen siendo irreconciliables. Washington exige el desmantelamiento previo de todos los programas nucleares para empezar a discutir una eventual asistencia económica mientras que Pyongyang sólo se muestra dispuesto a congelar su programa militar de reprocesamiento de plutonio (no quiere ni siquiera hablar del programa militar de enriquecimiento de uranio y de los programas “civiles”) a cambio de una ayuda simultánea, acompañada del levantamiento de sanciones por EEUU y de su exclusión de la lista del Departamento de Estado de países patrocinadores del terrorismo. Por su parte, China, Corea del Sur y Rusia aceptan el objetivo final de Washington pero consideran que debería negociarse la congelación y el desmantelamiento de todos los programas nucleares a cambio de ayuda energética simultánea.

En cuarto lugar, Japón está intentando resolver por su cuenta el principal contencioso que tiene con Pyongyang, que es el de los ciudadanos japoneses raptados por Corea del Norte en los años setenta y ochenta. La visita de Koizumi en mayo, la segunda tras la que realizó en septiembre de 2002, ha sido parca en resultados (consiguió la liberación y la entrega a Japón de algunos familiares de los cinco ciudadanos japoneses devueltos en 2002, pero no avanzó en lo relativo a los al menos diez adicionales, cuyo paradero o suerte se desconoce), pero ha exigido la entrega, por Tokio, de 250.000 toneladas de alimentos y de 10 millones de dólares en equipo médico. Ese tratamiento bilateral del asunto de los secuestrados significa que el gobierno japonés ha decidido finalmente sacar esa cuestión del marco de las conversaciones a seis bandas y expresa un claro descontento por parte nipona con respecto a la evolución de tales conversaciones.

Finalmente, Corea del Sur, tras meses de problemas políticos internos (destitución del Presidente Roh, elecciones generales, restitución de Roh), sigue su acercamiento con su vecino septentrional al margen de las conversaciones a seis bandas. Además de la ayuda de emergencia que le prestó tras la grave explosión de un tren de mercancías del 22 de abril en Ryongchon (con un saldo de 150 fallecidos, de los que 76 fueron niños, y de 1.300 heridos), Seúl reunió a altos mandos militares con sus homólogos norcoreanos el 26 de mayo, en una iniciativa sin precedentes en los últimos 50 años.

Los riesgos de mantener el statu quo
Si a los acontecimientos anteriormente descritos sumamos otras noticias recientes, todo parece indicar que el mantenimiento de la situación actual durante muchos meses más puede resultar contraproducente.

La investigación llevada a cabo en Pakistán sobre las actividades de proliferación llevadas a cabo por el científico A.Q. Khan, el padre de la bomba atómica paquistaní, parece sugerir que la empresa KRL (Khan Research Laboratories) habría suministrado a Corea del Norte todos los componentes necesarios para enriquecer uranio y convertirlo en material armamentístico, así como al menos un diseño de una bomba nuclear. Además, Khan habría aparentemente informado a los investigadores pakistaníes que en una de sus visitas a Corea del Norte habría visto nada menos que tres armas nucleares. Si todo eso fuese cierto, Pyongyang habría desarrollado su programa de enriquecimiento de uranio bastante más de lo que se suponía hasta hace pocos meses.

Además, aunque sigue habiendo controversia al respecto, los servicios de información de EEUU habrían llegado a la conclusión de que el número de dispositivos nucleares en poder de Pyongyang habría pasado de 2 o 3 en octubre de 2002 a 8 o 9 en la actualidad.

Por añadidura, y lo que es más grave, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha confirmado en mayo que Corea del Norte suministró en 2001 a Libia uranio enriquecido. Tal cosa demuestra que Pyongyang se ha dedicado a proliferar no sólo misiles (cosa que ha hecho en el pasado con países como Pakistán, Egipto, Irán, Siria y Libia) sino también tecnología de armamento nuclear.

En suma, el mantenimiento del statu quo sencillamente otorga tiempo a Corea del Norte, que puede desarrollar aún más su programa de enriquecimiento de uranio y aumentar el número de armas nucleares que tiene, así como realizar más actividades de proliferación nuclear.

En cuanto a los acercamientos bilaterales de China, Corea del Sur y Japón a Corea del Norte, demuestran que la coalición es frágil y que algunos de sus miembros están claramente descontentos con la falta de progresos de las conversaciones a seis bandas.

El progreso necesario
Resulta imprescindible un cambio de enfoque por parte de la administración Bush. Como ha escrito J. Wolfsthal, subdirector de la Carnegie Endowment for International Peace, “las conversaciones en curso, pese a su total falta de progreso, permiten al Presidente [Bush] y a su campaña sostener que EEUU está gestionando con éxito la cuestión nuclear, cuando en realidad ésta se mueve cada vez más rápido en una dirección que puede llevarla a estar fuera del control de todas las partes” (Carnegie Analysis, 5 de mayo de 2004).

La insistencia en un desmantelamiento previo de todos los programas nucleares es poco razonable. Según un artículo publicado en The Washington Post (10 de mayo), la administración Bush parece estar defendiendo un proceso en tres etapas: (1) compromiso firme de congelación de todos los programas nucleares a cambio de empezar a discutir algún tipo de garantía multilateral de seguridad; (2) inicio del desmantelamiento a cambio de ayuda técnica y financiera para llevarlo a cabo y de la discusión de posibles ayudas de tipo energético; y (3) desmantelamiento total, a cambio de discusiones sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas y de un mecanismo permanente que sustituya al armisticio de 1953.

China, Corea del Sur y Rusia, por el contrario, están dispuestos a admitir la congelación y el inicio del desmantelamiento de todos los programas nucleares (militares y civiles, de reprocesamiento de plutonio y de enriquecimiento de uranio) a cambio de ayuda energética, con arreglo al principio de simultaneidad.

Esa segunda posición es compartida por destacados analistas estadounidenses. Por ejemplo, Daniel Poneman y Robert Gallucci, que tuvieron responsabilidades relacionadas con Corea del Norte en las administraciones de Bush padre y de Clinton y que han publicado recientemente un libro sobre la primera crisis nuclear con Pyongyang en 1994 (Going Critical: The First North Korean Nuclear Crisis, Brookings, 2004), consideran, en un artículo publicado en Los Angeles Times (24 de mayo) que:

• Es un error la política actual de la administración Bush de exigir el cumplimiento de todos los objetivos que se ha marcado Washington antes de ofrecer un acuerdo a Pyongyang.
• Washington debería conseguir urgentemente la paralización de los programas nucleares de Corea del Norte, en lugar de “negociar sobre lo que habría que negociar”, mientras se da tiempo a Pyongyang para conseguir más material armamentístico.
• Se deberían ofrecer a Pyongyang garantías de seguridad y ayuda energética a cambio de una renuncia comprobable a sus programas nucleares.
• La comprobación de esa renuncia debe hacerse de manera más firme que en el pasado.

Conclusiones: De todo lo anterior se desprende que EEUU no cambiará probablemente de posición hasta al menos las elecciones presidenciales de noviembre. Una primera razón es que la administración Bush cree dar la sensación de estar gestionando adecuadamente la crisis, por el simple hecho de mantener vivo el marco de conversaciones. Una segunda razón es que considera que cualquier acuerdo con Corea del Norte con arreglo al principio de simultaneidad podría ser considerado por el electorado estadounidense como una concesión excesiva. Una tercera razón es que confía en que la posición de EEUU podrá ser más firme si Bush es reelegido en noviembre y si, para entonces, la situación en Irak se normaliza o mejora.

Por su parte, Corea del Norte sigue ganando tiempo y parece confiar en que podría llegar a un acuerdo más ventajoso para sus intereses si el candidato demócrata John Kerry se alza con el triunfo en noviembre. Kerry ya ha señalado que defiende conversaciones directas y bilaterales con Pyongyang.

Además, Japón empieza a actuar por su cuenta mientras que China y Corea del Sur no sólo se resisten a aislar a Pyongyang sino que se acercan, con más ayuda e incluso con contactos militares de alto nivel, a Corea del Norte.

La parálisis del proceso a seis bandas y las iniciativas particulares no son precisamente positivas. Por el contrario, es necesario progresar rápidamente, lo que exige, para empezar, mayor flexibilidad por parte de Washington, que debería abandonar su propuesta de medidas sucesivas y aceptar el principio de simultaneidad, y por parte de Pyongyang, que debe hacerse a la idea de que deberá abandonar (y no sólo congelar) todos sus programas nucleares. Además, otro requisito es el de una mayor coordinación de EEUU con los demás países de la coalición. La administración Bush debería escuchar más a Seúl y a Pekín y menos a sus propios “halcones”.

Con todo, ambas exigencias parecen lejos de verse cumplidas a corto plazo. Cabe esperar que EEUU no modificará su política hasta al menos las elecciones presidenciales de noviembre, principalmente por el temor de la administración Bush a que ese cambio pueda ser interpretado por el electorado estadounidense como un síntoma de debilidad. En cuanto a las opiniones de Corea del Sur y de China, es altamente dudoso que sean siquiera tenidas en cuenta, a la vista del unilateralismo desplegado por Washington en los últimos años.

Pablo Bustelo
Investigador principal (Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano
Profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid