¿Conducir por la derecha o por la izquierda? El referéndum sueco sobre la introducción del euro desde una perspectiva europea

¿Conducir por la derecha o por la izquierda? El referéndum sueco sobre la introducción del euro desde una perspectiva europea

Nota Bene

Ayer, 14 de septiembre, el pueblo sueco rechazó, con un 56,1% de los votos frente al 41,8%, la adopción del euro. Así pues, los suecos parecen haber tomado una posición firme con respecto a la cuestión. Este artículo se escribió antes de la celebración del referéndum con el propósito de considerar las respectivas implicaciones del “Sí” y del “No”.

El resultado del referéndum ha disipado cualquier duda sobre la posición sueca y sus opciones políticas en cuanto a la moneda común. Suecia está, y probablemente seguirá estando durante un buen período de tiempo, fuera del marco de la unión monetaria.

En mi artículo mantengo que el triunfo del “No” previsiblemente tendrá un impacto insignificante sobre la unión monetaria. Esta opinión se ve avalada por la reacción de los mercados tras la consulta. Por lo que respecta a Suecia, su cooperación económica con el resto de los estados de la UE no debiera sufrir ningún cambio; de hecho, el “No” implica precisamente eso: todo sigue igual, tal como sugiero en el artículo.

Las implicaciones políticas son más difíciles de determinar. Algunos analistas opinan que un “No” sueco podría influir en el resultado de las consultas previstas en Dinamarca y el Reino Unido. No obstante, es imposible saber hasta qué punto la decisión de daneses y británicos de prescindir de sus divisas pueda verse influida por el resultado del referéndum sueco. Una posibilidad es que el gobierno danés y, especialmente, el británico decidan retrasar el debate sobre la adopción del euro, e incluso la propia consulta popular, hasta que se hayan disipado las reacciones iniciales a la decisión sueca.

¿Por qué votaron los suecos en contra del euro? Hay múltiples respuestas a esta pregunta. La aplastante victoria del “No” es una clara muestra del fracaso de la campaña del “Sí”, debido sin duda a causas que expongo en mi artículo. En lugar de centrar el debate en lo que el euro podría contribuir a la cooperación económica sueca con Europa, los partidarios de ambas posturas se limitaron a polemizar sobre el efecto de la adopción del euro sobre la economía familiar. Al no existir ninguna respuesta clara a esta cuestión, y dada la buena evolución de la economía sueca en el entorno internacional, no puede sorprender que el electorado haya optado por el statu quo, razonando que “más vale lo conocido, que lo bueno por conocer”.

Una complicación añadida es que algunos de los principales países de la zona euro han entrado en una significativa desaceleración económica, con un claro interés en diluir el contenido del pacto de estabilidad. La falta de claridad sobre la dirección que pueda tomar la política monetaria de la zona euro hace más difícil la decisión sobre el cómo y el porqué para aquellos a punto de decidir sobre su incorporación.

Por supuesto, esto no ha pasado inadvertido durante la campaña del referéndum. Incluso el primer ministro sueco, al frente de la campaña por el “Sí”, comentó abiertamente unas semanas antes de la consulta su preocupación sobre la evolución reciente de la zona euro. La lección para los países del euro es que si verdaderamente desean atraer a Suecia, Dinamarca y el Reino Unido, deberán mostrar su habilidad para lidiar con cuestiones fundamentales como el pacto de estabilidad. Las indecisiones respecto al contenido de la política monetaria a seguir en la zona euro solo consiguen enviar un mensaje equivocado a países dispuestos a cambiar de divisa pero que, a la vez, gozan de crecimiento económico estable con su propia divisa.

¿Para cuándo, si es que alguna vez, se podría esperar la entrada de suecia en la unión monetaria? En principio, el referéndum sueco no es vinculante, lo que significa que el gobierno podría decidir la incorporación a la zona euro tras la aprobación parlamentaria de dicha medida. Sin embargo, lo más probable es que el gobierno decida respetar el resultado de la consulta. Los debates post-electorales indican que, como pronto, Suecia podría entrar en la unión monetaria en el 2013, tras un nuevo referéndum que se celebraría no antes del 2010.

No obstante, podrían darse determinadas circunstancias en el futuro que llevaran a la incorporación de Suecia antes del 2013. La primera sería que se viera sometida a presión la actual política monetaria sueca. La existencia de importantes fluctuaciones en el tipo de cambio podría obligar a muchas empresas de la zona euro, y a empresas suecas con una fuerte exposición al euro, a rediseñar sus políticas comerciales de tal manera que tuvieran implicaciones negativas para el crecimiento económico sueco. En tal caso, sería previsible que el gobierno considerara una vinculación más estrecha del tipo de cambio con el euro, con lo que los argumentos en contra de la incorporación dejarían de tener contenido. Otra posibilidad sería una evolución económica claramente más favorable en la zona euro que en Suecia. Esto podría convencer a la opinión pública sueca y dar pie a los políticos para que adoptaran una solución de “vía rápida”. Una tercera opción sería un cambio de gobierno. Las próximas elecciones generales en Suecia están previstas para dentro de tres años, un período muy largo en estas circunstancias y durante el cual pueden variar significativamente tanto la evolución de la economía sueca como sus perspectivas de crecimiento. Esto podría hacer de la cooperación económica sueca con Europa un tema electoral en potencia. El partido que triunfara en las elecciones abanderando la causa del euro tendría una razón legítima para cuestionar el resultado del referéndum del 14 de septiembre. Sin embargo, por el momento, Suecia continúa conduciendo por la izquierda y la zona euro por la derecha.

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Tema: El referéndum sueco en torno al euro está fijado para el 14 de septiembre de 2003. Este análisis examina el debate sueco hasta la fecha y realiza una valoración crítica de la tendencia a exagerar las repercusiones económicas de la elección, tendencia que mina la relevancia del euro para el proyecto económico común del que Suecia es ya miembro pleno.

Resumen: Hacer que la decisión de incorporarse a la unión monetaria dependa del voto popular puede ser algo políticamente correcto, pero difícilmente ausente de problemas. El debate sueco a favor o en contra de la introducción del euro tiende a exagerar las ganancias o las pérdidas económicas a corto plazo de realizar un cambio de moneda. Este análisis defiende que apenas existe prueba alguna que pueda respaldar cualquiera de estas dos posibilidades. Los efectos económicos de un sí o un no al euro en Suecia se consideran muy escasos, de existir alguno. La tendencia de intentar convencer al pueblo sueco de las discutibles ventajas o desventajas económicas de introducir el euro mina la verdadera relevancia de la moneda común. Una consecuencia de esto es que se corre el riesgo de que el referéndum pase a centrarse en el papel y la participación de Suecia en la UE en vez de en la importancia de la unión monetaria para Suecia. En vez de convertir el referéndum sobre el euro en una excusa para cuestionar la actual cooperación económica sueca, Suecia haría mejor en reconocer su papel actual en la UE y posteriormente preguntar al pueblo si éste considera que el euro puede facilitar dicho papel o no.

Análisis: Existen motivos para creer que a los doce países de la zona euro les resultan indiferentes los efectos económicos de que el pueblo sueco emita un voto favorable o desfavorable a la sustitución de la corona sueca por el euro. Esta opinión se ve respaldada por la ausencia casi total en los medios de comunicación europeos de valoraciones internacionales sobre el modo en que la unión monetaria y la economía sueca pueden verse afectadas por este hecho. Los medios daneses y británicos muestran interés por el debate sueco, pero por otros motivos: para ellos, la elección por parte de los suecos del euro como moneda nacional es un ejemplo que puede ilustrar la forma de estructurar sus propios debates sobre el euro y el aspecto que podrían mostrar los posibles futuros referendos en sendos países.

El motivo de esta falta de interés es que el resultado del referéndum sueco tiene una importancia y unas implicaciones financieras muy limitadas para las economías de los países de la zona euro y para la economía sueca. El euro es ya una realidad en los doce países de la zona euro y Suecia es miembro pleno del proyecto económico común de la UE, incluyendo el mercado común. Un “no” sueco no alteraría ni la cooperación económica existente ni las condiciones para la unión monetaria. Un “sí” ampliaría el grupo de países que emplea la nueva moneda a 13, y por lo tanto también la utilidad y la difusión geográfica de la nueva moneda. En este aspecto, un “sí” sería positivo para el proyecto del euro, pero difícilmente decisivo para su supervivencia económica. Basándose en propias experiencias pasadas, ningún país de la zona euro afirmaría que la adopción del euro puede afectar a la economía sueca de forma relevante. Así, desde una perspectiva europea, la actual elección sueca no difiere por completo del referéndum sueco celebrado en la década de 1950 sobre si debía pasarse de conducir por la izquierda a conducir por la derecha. ¿Izquierda o derecha? ¿Corona o euro? No importa qué moneda escoja Suecia, siempre que los suecos estén de acuerdo en torno a cuál emplear. 

Si bien a los vecinos europeos de Suecia no les preocupan en exceso los efectos económicos del referéndum en este país, el debate nacional sueco se caracteriza por lo contrario. Ambos bandos —quienes abogan por el “sí” y quienes abogan por el “no”— defienden que la adopción del euro tendrá repercusiones de gran alcance tanto en la economía sueca como en la europea. Con esto en mente, merece la pena preguntarse si cabe la posibilidad de que ambos bandos suecos exageren los efectos económicos de un cambio en la moneda, y por ende la importancia de la unión monetaria. 

El mito del aumento en la inflación tras la adopción del euro, a menudo esgrimido como argumento en contra de la adopción de dicha moneda en Suecia, prueba el hecho de que se está exagerando. De los quince Estados miembros de la UE, ocho, incluida Suecia, mostraron un descenso de la inflación en 2002, tras la introducción física del euro, con respecto a 2001. Siete de ellos mostraron una mayor inflación, entre ellos Dinamarca y el Reino Unido. Si comparamos la evolución de la inflación entre 1996 y 1998 (los años anteriores a la fijación del tipo de cambio) con su evolución a partir de 1998, observamos que seis países de la zona euro mostraron una mejor evolución que Suecia, y seis peor (Fuente: Eurostat). 

Un análisis de los efectos de la nueva moneda en otros indicadores estructurales de Eurostat, incluido el desempleo, refuerza la impresión de que la campaña electoral sueca exagera tanto las ventajas como las desventajas económicas de un cambio de moneda. Sencillamente no existen indicios de que la introducción del euro vaya a conllevar una mejor o peor evolución económica en los países de la zona euro con respecto a Suecia, Dinamarca o el Reino Unido. 

La evaluación de las repercusiones económicas de anteriores uniones monetarias de Suecia no proporciona ninguna pista acerca del modo en que la participación en una nueva unión de este tipo podría afectar al país desde un punto de vista económico. La Oficina Nacional de Estadísticas de Suecia (SCB) publica datos históricos sobre los cambios en la tasa de inflación, la producción industrial y el PIB de Suecia. No existen pruebas estadísticas de que estos indicadores evolucionasen de forma diferente en momentos en los que Suecia participaba en uniones monetarias —tales como Breton Woods, la unión monetaria escandinava o el mecanismo de tipo de cambio (MTC)— que en períodos con tipos de cambio flotantes (si se controlan los efectos temporales). 

La ausencia de relación entre los indicadores económicos y la introducción del euro reduce a mera especulación muchos de los argumentos económicos de Suecia a favor o en contra de incorporarse a la unión monetaria, y existen buenas razones para mostrarse escéptico acerca de la validez de dichos argumentos. Esta ausencia de relación es también altamente indicativa de que, más que la moneda común, es la política económica común subyacente, junto con la política económica nacional, la que influye en la evolución económica de los países de la UE. Algo que muchos de los indicadores económicos de Eurostat muestran es que las diferencias entre los países de la UE —Suecia, Dinamarca y el Reino Unido incluidos— disminuyen año tras año.

Concentrar gran parte del debate electoral en los dudosos efectos económicos derivados de la adopción del euro hace que el significado del próximo referéndum tienda a centrarse en cuestiones que tienen más que ver con el papel actual de Suecia en el mercado común y el proyecto económico común de la UE que con los pros y los contras de una moneda común para Suecia. Independientemente de si esta estrategia ha decidido elegirse con fines electorales o no, lo cierto es que contribuye a distorsionar el sentido del referéndum sueco. El riesgo que esto conlleva es que muchos suecos pueden terminar acudiendo a las urnas para manifestar su opinión —totalmente irrelevante a efectos del referéndum— acerca de la pertenencia de Suecia a la UE y la actual política comunitaria de su país.

Si el propósito del referéndum del próximo septiembre es determinar la pertenencia de Suecia a la UE y su política comunitaria actual, está claro que la pregunta que se hará al pueblo sueco el día 14 de dicho mes está mal formulada. La pertenencia de Suecia a la UE y su participación en el proyecto económico común son ya una realidad de la que tan sólo se puede retroceder mediante un referéndum en el que se solicitase al pueblo sueco que decida si quiere continuar perteneciendo a la UE y seguir colaborando económicamente en el marco de los tratados ratificados por Suecia. Sin embargo, puesto que los suecos se encuentran bastante satisfechos con el hecho de que su país pertenezca a la UE, no existen motivos para cuestionar tal pertenencia o su política comunitaria actual (los sondeos de la SCB muestran que una mayoría de la población sueca está a favor de la pertenencia de su país a la UE).

Visto desde esta perspectiva, las condiciones para un debate a favor o en contra de la introducción del euro quedan más claramente definidas. ¿Qué significará cambiar de la corona al euro dado que Suecia ya pertenece a la UE y es socio pleno en la cooperación económica de la Unión? 

Desde una perspectiva europea, las intenciones a la hora de crear e introducir una moneda común son relativamente poco problemáticas. El origen del proyecto euro es la creencia de que una moneda común llevaría a una cooperación económica con menos fricciones y a una aplicación más eficaz de la política económica común. Se considera que si los países de la UE emplean una moneda común, el objetivo final del proyecto económico —la creación de un libre mercado interior en la UE— se alcanzará de forma más rápida. La idea es que un libre mercado interior contribuye, a largo plazo, al objetivo político de cooperación económica en el seno de la UE. Este objetivo incluye, entre otras cosas, una mayor productividad, un aumento de la competencia, un crecimiento económico estable y un descenso en la inflación y el desempleo. 

En otras palabras, el euro no es nada más que una herramienta ideada con vistas a simplificar la cooperación económica europea y la aplicación de la política económica común. Esta herramienta ha sido diseñada primeramente para aumentar la competencia y el libre comercio entre los países de la UE. Al fijar los precios en euros en vez de en marcos, francos, pesetas, etc., es más fácil para los consumidores y las empresas comparar precios y transferir capitales sin cargo alguno entre países de la UE. Al eliminar los cambios de moneda, la inseguridad derivada de los tipos de cambio también desaparece. Un efecto a largo plazo es que ya no pueden conseguirse ventajas en términos de competencia mediante las devaluaciones nacionales de las monedas. El euro también tiene una importancia psicológica: al emplearse la misma moneda en todos los países es probable que surja un sentimiento de mercado común. 

Si podemos aceptar que Suecia ya forma parte del proyecto económico común y el libre mercado interior, y que además el país pretende seguir manteniendo dicha colaboración tras la votación del próximo septiembre, el referéndum sueco se centra en lo que los suecos piensan que una moneda única puede suponer para esta colaboración. ¿Consideran que la colaboración económica de Suecia con el resto de los países de la UE y la creación de un libre mercado interior resultarán más fáciles con la introducción de una moneda única o no? Quienes opinan que sí deberán votar a favor de la introducción del euro y quienes opinen que no, en contra. Como en todos los proyectos en los que las ganancias reales no pueden observarse hasta pasado un tiempo, no existe ninguna respuesta clara por lo que respecta a las repercusiones económicas de tal elección. Pero si tenemos en cuenta que 12 de los 15 países de la UE ya han introducido el euro y que dichos países representan  dos tercios de las importaciones suecas y la mitad de sus exportaciones, no puede excluirse la posibilidad de que introducir el euro pueda realmente facilitar la cooperación económica de Suecia con los países de la zona euro en el futuro. Visto desde la perspectiva de los países de la zona euro, aunque resulte exótico conducir por la izquierda, resulta poco práctico cuando todos los demás circulan por la derecha.

Conclusión: Llega un momento en que tenemos que reconocer quiénes somos. Quizás a los suecos les haya llegado el momento de aceptar que su pertenencia a la UE no es provisional. Es decir, que en vez de centrar el debate sobre la introducción del euro en unas consecuencias económicas que resultan imposibles tanto de probar como de predecir y cuestionar el papel actual del país en la UE, Suecia haría mejor en apreciar su actual colaboración económica con el resto de los Estados miembros y las ventajas que una moneda común podría aportar a dicha cooperación en el futuro.

Rickard Sandell
Investigador principal
Demografía, población y migración internacional