Resumen ejecutivo
La convergencia de una geopolítica fragmentada, el viraje proteccionista de Estados Unidos (EEUU) y la creciente rivalidad chino-estadounidense es una gran oportunidad para la Unión Europea (UE) y a América Latina a replantear sus estrategias comerciales. Para ambas regiones, profundizar su relación y construir un espacio económico integrado ya no es sólo deseable: se ha convertido en una prioridad estratégica que refuerza la autonomía, la resiliencia de las cadenas de suministro y la defensa de un sistema multilateral de comercio basado en reglas.
La base para dar este salto existe. Con la ratificación del acuerdo UE-Mercosur, los tratados europeos abarcarán el 97% del PIB latinoamericano, muy por encima de la cobertura estadounidense (44%) y China (14%). Además, la UE es ya el mayor inversor en la región: su stock supera dos veces y media al de EEUU y 25 veces al de China. Se trata además de bloques altamente complementarios: mientras que América Latina aporta minerales críticos (litio, cobre) y abundante energía renovable que Europa necesita para su transición verde y digital, Europa aporta capital tecnología y know-how, lo que constituye un terreno fértil para el desarrollo de cadenas de valor birregionales de alto valor añadido.
El mayor obstáculo es que la red de Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la UE y América Latina opera de forma fragmentada: las reglas de origen de cada tratado no “conversan” entre sí. Activar la acumulación diagonal flexible –un mecanismo que permite que dos países A y B que tienen un TLC entre sí, consideren los insumos de un tercer país, C (que a su vez tiene TLC con A y B) sean reconocidos como originarios siempre que cumplan la regla de origen entre el proveedor del insumo y el importador del bien final– transformaría ese mosaico bilateral en un sistema interoperable sin necesidad de renegociar acuerdos ni armonizar todas las reglas de origen producto por producto.
El camino propuesto es pragmático, jurídicamente viable, de relativamente bajo coste y alto impacto: bastaría con incorporar un protocolo común a los acuerdos ya vigentes que habiliten la acumulación de origen. Centroamérica, los países andinos y Chile tienen todas las condiciones para empezar de inmediato; México sólo requiere añadir la disposición en su tratado modernizado y el Mercado Común del Sur (Mercosur) podría sumarse al entrar en vigor su acuerdo con la UE con la previa inclusión de la misma disposición. El proceso avanzaría secuencialmente, respetando las asimetrías productivas y evitando disrupciones en los regímenes de origen latinoamericanos existentes.
Implementar esta acumulación diagonal flexible convertiría a la UE en núcleo de un espacio económico transatlántico de 1.100 millones de habitantes y un PIB comparable al de EEUU, impulsaría el desarrollo de cadenas de producción entre la UE y América Latina y entre los países latinoamericanos, multiplicaría el comercio birregional e intrarregional, daría certidumbre jurídica a las empresas y elevaría la voz conjunta UE-América Latina y el Caribe (ALC) en la gobernanza económica global. En un momento de creciente proteccionismo y reconfiguración de las cadenas de suministro, la iniciativa ofrece una respuesta concreta y de alto efecto para apuntalar la competitividad, el desarrollo sostenible, el comercio basado en reglas, y la resiliencia y seguridad económica a ambos lados del Atlántico.
Ver también:
 Especial web: UE – América Latina y el Caribe: una alianza estratégica en marcha.
 Informe Elcano: ¿Por qué importa América Latina? Carlos Malamud, José Juan Ruiz, Ernesto Talvi, (eds.). 5 de julio de 2023.
 Conversaciones Elcano: ¿Por qué importa América Latina? – 3X07. José Juan Ruiz, Carlos Malamud, Ernesto Talvi, Álvaro Vicente, María Santillán O’Shea. 21 de julio de 2023.
Imagen: Representación digital del mapa mundial. Foto: KTSDESIGN / Science Photo Library / Getty Images.
 
             
                     
                    