Resumen

El auge de China y, más recientemente, de la India es uno de los acontecimientos principales en la evolución de la economía mundial de finales del siglo XX y principios del XXI. Las razones principales son que ese auge está siendo protagonizado por dos gigantes demográficos y que, de mantenerse en los próximos decenios, está llamado a cambiar muy sustancialmente el mapa económico del planeta. Este trabajo aborda, en primer lugar, los contornos del auge económico registrado por China e India durante los últimos decenios (en aspectos como el crecimiento del PIB, el comercio exterior, el consumo de energía y materias primas, las reservas en divisas y el turismo). Además, el texto examina las perspectivas, en el medio plazo, de esos dos países, destacando las ventajas y los inconvenientes que presentan para un crecimiento económico sostenido. Finalmente, el artículo enumera brevemente algunas posibles implicaciones actuales y potenciales de ese auge para la economía española.[*]

Introducción

El auge económico de China y, más recientemente, de la India es uno de los acontecimientos más destacados de finales del siglo XX y principios del XXI. Las razones principales son que ese auge está siendo protagonizado por dos gigantes demográficos (con una población de 1.350 millones en China y de 1.130 millones en la India, que suman dos quintas partes de la humanidad) y que, de mantenerse en los próximos decenios, está llamado a cambiar muy sustancialmente el mapa económico del planeta.

Como es bien sabido, el crecimiento anual medio del PIB ha rondado el 10% en China desde principios de los años ochenta, mientras que el del PIB de la India, que fue del 6% en los años ochenta y noventa, se aceleró hasta el 7% en 2000-2005 y hasta el 9% en 2006.

Ese rápido crecimiento, que ha superado muy ampliamente el 3% registrado durante el último cuarto de siglo en los países de ingreso alto, ha tenido dos consecuencias principales. En primer lugar, ha provocado un aumento del peso de China e India en la economía mundial. Entre 1980 y 2005 la proporción conjunta de esos dos países en el producto bruto mundial (medido en paridad de poder adquisitivo, PPA) se ha triplicado, al pasar del 6,7% al 21,3%. En segundo término, China e India han supuesto una parte muy importante del crecimiento de ese producto (en PPA). Entre 1995 y 2005, China ha sido responsable de una quinta parte de ese crecimiento, una proporción similar a la de EEUU. En cuanto a la India, ha supuesto el 8% de ese incremento, un porcentaje superior al del Japón (5%).

En realidad, más que de la emergencia de esos dos gigantes asiáticos hay que hablar de resurgimiento. Las estadísticas recopiladas por Maddison (2003) demuestran que el peso de China e India en la economía mundial era muy elevado hacia 1870 (17,1% en el caso de China y 12,1% en el de la India). Las previsiones apuntan a que China volverá a tener ese peso relativo hacia 2015, mientras que la India deberá esperar hasta al menos 2030.

Este trabajo aborda, en primer lugar, los contornos del auge económico de China e India y de las perspectivas de esos dos países en el medio plazo. En segundo término, se enumeran muy brevemente algunas posibles implicaciones actuales y potenciales de ese auge para la economía española.

El auge de China e India: dimensiones y perspectivas

Pese a sus similitudes (tamaño demográfico, viejas civilizaciones, diásporas, etc.), China e India tienen economías sustancialmente diferentes (algunos estudios comparados son Srinivasan, 2006 y Tseng y Gupta, comps., 2006).

Aunque la población de China no es mucho mayor que la de la India (1.350 millones de habitantes frente a 1.130 millones), el PIB chino es tres veces superior al indio (2,2 billones de dólares frente a 770.000 millones en 2005). El comercio exterior de China era en 2005 cinco veces mayor que el de la India: 1,4 billones de dólares frente a 230.000 millones. El crecimiento reciente del PIB ha sido bastante más alto en China que en la India: en 2000-2006 la tasa anual media fue del 9,4% en China y del 6,5% en la India.

La combinación de mayor PIB y de mayor crecimiento ha hecho que la contribución de China al incremento del producto bruto mundial haya sido muy superior a la de la India: entre 2000 y 2005 China ha supuesto el 22% de ese incremento mientras que la India ha sido responsable del 8%.

Otras diferencias son menos aparentes: la estructura de la demanda está sesgada en China hacia la inversión y las exportaciones netas mientras que la de la India descansa en el consumo interior (tabla 1); la producción está fuertemente orientada a la exportación en China mientras que lo está mucho menos en la India (tabla 2); la estructura del PIB demuestra que China descansa en el sector manufacturero mientras que la India lo hace en los servicios (tabla 3); las infraestructuras son bastante más modernas (y mejoran más rápido) en China que en la India; por el contrario, el sector bancario es más sólido en la India (que tiene una importante bolsa de valores) que en China (cuyas bolsas de valores, en Shenzhen y Shanghai, son incipientes).

Tabla 1. Estructura de la demanda en China e India, 1990 y 2004

China 1990China 2004India 1990India 2004PIBM* 1990PIBM* 2004
Consumo privado504966686160
Consumo público12912121313
Formación bruta de capital353924242526
Exportaciones netas33-2-411
Total100100100100100100

* PIBM: países de ingreso bajo y mediano.
Fuente: Banco Mundial, WDI 2006, tabla 4.8.

Tabla 2. Exportaciones de bienes y servicios, en porcentaje del PIB, 1980-2005

198019851990199520002005
China10,79,919,223,123,337,3
India6,35,47,111,013,218,7

Fuente: Banco Mundial, WDI online, FMI y OMC.

Tabla 3. Estructura del PIB, 1990 y 2004

China 1990China 2004India 1990India 2004PIBM* 1990PIBM* 2004
Agricultura271331211812
Industria424628273736
(Manufacturas)(33)(sd)(17)(16)(23)(18)
Servicios314146664552

* PIBM: países de ingreso bajo y mediano.
Fuente: Banco Mundial, WDI 2006, tabla 4.2.

Dimensiones internacionales del auge de China e India

Las dimensiones globales del auge de China e India son muy diversas. Hay numerosos estudios recientes que las han analizado (véanse, por ejemplo, para los dos países, Srinivasan, 2006 y Winters y Yusuf, comps., 2006; para China, Brandt et al., 2006 y Eichengreen y Tong, 2006; y para la India, Panagariya, 2006a y Schiff, 2006). Los siguientes apartados abordan seis de esas dimensiones: crecimiento del PIB, comercio exterior, energía y otras materias primas, inversiones en el extranjero, reservas en divisas y turismo.

Crecimiento económico
Desde los años ochenta, el crecimiento anual medio del PIB ha sido sustancialmente mayor en China que en la India, como se observa en la tabla 4, pese a que puede apreciarse cierta convergencia en el primer lustro de los años 2000.

Tabla 4. Crecimiento anual medio del PIB, 1980-2005 (en %)

1980-19901990-20002000-2005
China10,210,69,6
India5,86,06,9
Brasil2,82,92,2
Rusia2,8-4,76,2
EEUU2,93,52,8
Japón4,01,31,3
Alemania3,22,63,1
España3,22,63,1
Países de ingreso bajo y mediano3,03,95,3
– Asia oriental y Pacífico7,88,58,3
– América Latina y el Caribe1,83,32,3
– Asia meridional5,75,66,4
Países de ingreso alto3,22,72,2
Mundo3,12,92,8

Fuente: Banco Mundial, varios Informes sobre el desarrollo mundial.

De hecho, el crecimiento de la India se acelera desde 2003, cuando empieza a superar el 7% (gráfico A).

En cualquier caso, el crecimiento del PIB de China e India ha sido mucho mayor que el del resto del mundo, como puede verse en la tabla 4. En 2000-2005, China ha crecido a una tasa media de casi el 10% e India lo ha hecho al 7%, mientras que la media de los países de ingreso bajo y mediano ha incrementado su PIB al 5% y que la media de los países de ingreso alto lo ha hecho al 2%.

Como consecuencia de ese diferencial de crecimiento, el peso relativo conjunto de China e India en el producto mundial en PPA ha pasado del 6,7% en 1980 al 21,3% en 2005 (tabla 5). Si en 1980 el peso de China e India era inferior al de Japón, en 2005 fue tres veces mayor. La proporción de China ha pasado del 3,4% en 1980 (un porcentaje similar al del Reino Unido) al 15,4% en 2005 (un porcentaje cinco veces mayor que el del Reino Unido).

Conviene recordar que el auge de China e India en el último cuarto de siglo es más una re-emergencia que otra cosa. Según los datos de Angus Maddison, obtenidos en Maddison (2003) y en su página web, China estaría acercándose al peso relativo que tenía en 1870 mientras que la India estaría aún lejos de alcanzar la proporción que tenía en el último tercio del siglo XIX (tabla 6).

Tabla 5. Peso relativo en el producto bruto mundial, en PPA (en %)

19802005
China3,415,4
India3,35,9
China + India6,721,3
Francia4,23,0
Reino Unido3,73,0
Alemania5,94,1
Japón8,26,4
EEUU21,320,1
UE20,121,0
América Latina9,67,7
NEIA*1,63,2

* NEIA: Nuevas economías industriales asiáticas (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur).
Fuente: FMI, WEO database (septiembre 2006).

Tabla 6. Peso relativo en la economía mundial (en PPA), 1870, 1950, 1980 y 2003 (en %)

1870195019802003
China17,14,55,214,6
India12,14,23,25,6
Japón2,33,07,86,6
EEUU8,927,321,120,7
Europa occidental33,126,224,219,3

Fuente: A. Maddison.

Comercio exterior
El crecimiento de las exportaciones de bienes y servicios de China e India ha sido muy elevado (superior al 12% de tasa anual media) desde 1990, destacando el caso de China en 2000-2004, cuando ese crecimiento rondó un impresionante 24% (tabla 7).

China ha aumentado mucho su cuota del mercado mundial de bienes, al pasar del 2,5% en 1993 al 7,5% en 2005. China exporta más que Japón desde 2004, el doble que América Latina y ya más de la mitad que EEUU. En cuanto a la India, su peso relativo es mucho menor (0,9% en 2005) y ha aumentado mucho menos (era del 0,6% en 1993), como puede verse en la tabla 8. En cuanto al peso en las importaciones mundiales de mercancías, conviene destacar dos aspectos importantes: en primer lugar, las importaciones de China han pasado del 2,8% en 1993 al 6,3% en 2005; en segundo término, las importaciones de la India han crecido considerablemente y su peso en las importaciones mundiales es ya apreciable (1,3% en 2005).

Tabla 7. Crecimiento anual medio de las exportaciones de bienes y servicios, 1990-2004 (en %)

1990-20002000-2004
China13,024,2
India12,312,0
PIBM*7,310,1
Mundo7,05,0

* PIBM: países de ingreso bajo y mediano.

Fuente: Banco Mundial, WDI 2006, tabla 4.9.

Tabla 8. Peso relativo en las exportaciones e importaciones mundiales de mercancías, 1993 y 2005 (en %)

Exp. 1993Exp. 2005Imp. 1993Imp. 2005
China2,57,52,86,3
India0,60,90,61,3
China + India3,18,43,47,6
Japón9,95,96,44,9
EEUU18,014,516,016,5
ALC3,03,53,32,8
Europa45,443,044,843,2

Fuente: OMC.

En cuanto al mercado mundial de servicios, la cuota de China se ha duplicado entre 1995 y 2005, al pasar del 1,6% al 3,1%, pero la cuota de India, como consecuencia de su especialización en la exportación de servicios de tecnologías de la información, se ha cuadruplicado, al pasar del 0,6% al 2,4% (tabla 9). En ese tabla se advierte también que el aumento del peso relativo de China e India en las importaciones mundiales de servicios ha sido muy considerable, ya que se ha incrementado del 2,9% en 1995 al 5,7% en 2005.

En cuanto a la composición por productos de las exportaciones de mercancías (véase Panagariya, 2006b), las principales categorías exportadas por China fueron, en 2001-2004, máquinas de oficina y de procesamiento automático de datos (CUCI 75), prendas y accesorios de vestir (CUCI 84), aparatos y equipo para telecomunicaciones y grabación y reproducción de sonido (CUCI 76) y maquinaria eléctrica (CUCI 77), mientras que en el caso de la India fueron manufacturas de minerales no metálicos (CUCI 66, especialmente gemas y artículos de joyería), hilados, tejidos y artículos confeccionados de fibras textiles (CUCI 65), prendas y accesorios de vestir (CUCI 84) y petróleo y derivados (CUCI 33).

Tabla 9. Peso relativo en las exportaciones e importaciones mundiales de servicios, 1993 y 2005 (en %)

Exp. 1995Exp. 2005Imp. 1995Imp. 2005
China1,63,12,13,5
India0,62,30,82,2
China + India2,25,42,95,7
Japón5,84,510,15,6
EEUU16,714,710,812,0
ALC2,92,83,83,0
Europa50,451,646,747,7

Fuente: OMC.

Esos datos permiten obtener dos conclusiones principales. En primer lugar, China ya no está especializada únicamente en artículos textiles, confección, juguetes, calzado, artículos de viaje o de deporte, aunque su presencia en esos mercados se sigue dejando notar. Gracias al desarrollo de las ventas al exterior de productos electrónicos avanzados y de maquinaria eléctrica, de oficina, de telecomunicaciones y de sonido, las exportaciones chinas son más sofisticadas de lo que cabría esperar en un país con su nivel de desarrollo (Rodrik, 2006). El rápido cambio en la especialización de China augura que se adentrará seguramente en los próximos años en productos como automóviles y sus componentes, construcción naval, maquinaria de construcción, productos relacionados con las telecomunicaciones avanzadas o biotecnología (Edmonds et al., 2006).

La segunda conclusión es que la pauta de especialización comercial de la India es mucho menos dinámica y coherente con la dotación de factores que la de China (Panagariya, 2006b).

En cuanto a los servicios, la tabla 10 presenta la composición sectorial de las exportaciones de servicios de los dos países. Las exportaciones de servicios de la India han crecido mucho entre 1995 y 2005. Además, dos tercios de esas exportaciones son exportaciones de servicios de tecnologías de la información (STI). En cambio, las exportaciones de China están repartidas entre las relacionadas con turismo y viajes y las STI (40% en cada caso).

Tabla 10. Valor y estructura porcentual de las exportaciones de servicios de China e India, 1990 y 2004

19902004
China5.74862.056
transportes47,119,5
viajes30,241,5
seguros y financieros4,00,8
informática y comunicaciones18,738,3
India4.61039.638
transportes20,813,3
viajes33,816,8
seguros y financieros2,73,5
informática y comunicaciones42,766,4

Fuente: Banco Mundial, WDI 2006, tabla 4.6.

Energía y materias primas
China se ha convertido en poco tiempo en un muy importante consumidor de energía. Entre 1990 y 2005 el consumo de energía de China se ha multiplicado por un factor de 2,3 y, en proporción del consumo mundial, ha pasado del 8,4% al 14,7%. Su consumo de carbón se ha duplicado, mientras que su consumo de petróleo se ha triplicado. En cuanto a la India, su consumo de energía, de carbón y de petróleo se ha duplicado entre esos dos años. La parte de la India en el consumo mundial de energía ha pasado del 2,4% al 4,7% entre 1990 y 2005 (tabla 11).

Conviene tener en cuenta tres aspectos. En primer lugar, entre esos dos años el consumo mundial de energía, carbón o petróleo se ha multiplicado por 1,2 o 1,3. En segundo lugar, el peso relativo de China e India en el consumo mundial de energía primaria, de carbón y de petróleo es muy superior a la proporción de su PIB en el producto bruto mundial en dólares corrientes: 5% en el caso de China y 1,7% en el de la India (gráfico B). En tercer lugar, el aumento de la demanda de China fue responsable del 36% del incremento de la demanda mundial de energía entre 1990 y 2005 (y del 79% de la de carbón, así como del 29% de la de petróleo). A efectos de comparación, la contribución de China al aumento del producto bruto mundial (en dólares corrientes) en 1990-2005 fue del 8,5%.

Tabla 11. Consumo de energía primaria, de carbón y de petróleo, 1990 y 2005

1990%2005%
Consumo de energía primaria
(Mtep: millones de toneladas de equivalente de petróleo)
China684,98,4%1.554,014,7%
India193,42,4%387,33,7%
Mundo8.120,3100,0%10.537,1100,0%
China + India878,310,8%1.941,318,4%
Consumo de carbón (Mtep)
China529,923,7%1.081,936,9%
India107,84,8%212,97,3%
Mundo2.233,7100,0%2.929,8100,0%
China + India637,728,5%1.294,844,2%
Consumo de petróleo
(Mbd: millones de barriles al día)
China2,323,5%6,988,5%
India1,211,8%2,483,0%
Mundo66,39100,0%82,46100,0%
China + India3,535,3%9,4611,5%

Fuente: BP, 2006 y cálculos propios.

En cuanto a otras materias primas, destaca el peso de China en el consumo mundial de algunos metales, de los que ese país es un gran importador neto: hierro, zinc, plomo, cobre o níquel. En esos cinco casos, China supone entre el 15% y 33% del consumo mundial. La India tiene porcentajes mucho más modestos (tabla 12). En ese tabla puede observarse también que el peso de China en el consumo mundial de algodón, arroz, aceite de soja y caucho es superior al 20%. Salvo en arroz y algodón, la parte de la India es mucho menor.

Tabla 12. Porcentaje del consumo mundial de algunos metales (2005) y productos agrícolas (2003)

ChinaIndia
Hierro29,04,8
Zinc28,63,1
Estaño33,32,2
Plomo25,71,3
Aluminio22,53,0
Cobre21,62,3
Níquel15,20,9
Algodón31,212,8
Caucho23,58,4
Aceite de soja24,56,4
Arroz29,721,4
Azúcar6,615,2
14,417,5
Café0,40,8

Fuente: Streifel, 2006, tabla 1.

Como señala Streifel (2006), China fue responsable de dos terceras partes del aumento del consumo mundial de los principales metales entre 1999 y 2005, de manera que existe una relación entre el incremento de la demanda china y el alza de los precios de esos metales. China es un notable importador neto de aceites vegetales, algodón o caucho mientras que la India es importador neto de trigo o aceites vegetales, por lo que el crecimiento de su demanda afecta igualmente a los precios de esas materias primas agrícolas.

De hecho, el incremento de la demanda de materias primas energéticas y no energéticas por parte de China, junto con sus exportaciones de bienes industriales de consumo a bajo precio, ha provocado un aumento, desde 2001, de la relación real de intercambio para muchos países exportadores de esas materias primas, en África, Asia o América Latina (Kaplinsky, 2006)

Inversiones en el extranjero
Es bien conocido que China y, en menor medida, India se han convertido en importantes receptores de inversión directa extranjera (IDE). Entre 1990 y 2005 la IDE recibida por China aumentó de 3.500 millones de dólares a 72.400 millones (el 8% de total mundial), mientras que la recibida por la India, que en 1990 era casi inexistente, empezó a ser significativa en los años 2000 (alcanzó 6.600 millones de dólares en 2005).

Menos conocido es el proceso de inversión en el exterior por parte de empresas de esos dos países. Como puede verse en la tabla 13, China, que invirtió en el extranjero apenas 830 millones de dólares (el 0,3% del total mundial) en 1990, realizó en 2005 unas inversiones en el exterior que superaron los 11.000 millones (el 1,5% del total mundial). China invirtió fuera de sus fronteras más que Austria, Dinamarca, Taiwán, Singapur o Brasil.

Por el momento, la inversión china en el extranjero está protagonizada por un reducido grupo de empresas que ya empiezan a ser conocidas a escala internacional (Lenovo, Haier, Huawei, TCL, ZTE, CNOOC, Sinopec, etc.). Aunque está muy diversificada geográficamente, 40% de esa inversión se destina a Asia (India, Hong Kong, Vietnam, etc.) y 30% a Europa (Reino Unido, Alemania, etc.), siendo destinos de menor importancia África, Brasil o Rusia. Los principales sectores son los relacionados con tecnologías de información y comunicación (TIC), industria pesada y electrónica.

Tabla 13. Inversión directa en el extranjero, 1990 y 2005 (millones de dólares y porcentaje)

1990%2005%
China8300,3%11.3061,5%
India30,0%1.3640,2%
Hong Kong2.3771,0%32.5604,2%
Singapur1.5700,6%5.5190,7%
Japón48.12419,8%45.7815,9%
ALC4.5081,9%32.8254,2%
UE135.66855,8%554.80271,2%
EEUU27.17511,2%-12.714-1,6%
Mundo243.186100,0%778.725100,0%

Fuente: UNCTAD, World Investment Report 2006.

Las razones que impulsan a las empresas chinas (estatales o privadas) a invertir en el exterior son diversas. Además de la voluntad de convertirse en grandes empresas multinacionales, muchas de ellas pretenden:

  • circunvenir barreras comerciales en los mercados en los que se enfrentan con dificultades para exportar (casos de las inversiones de Haier o ZTE en los países ricos o de las de Huawei en África o Rusia);
  • acceder a marcas renombradas (por ejemplo, en las compras de Thomson TV y RCA por TCL, de la división de ordenadores de IBM por Lenovo, de Rover y Ssangyong por SAIC, de MG por Nanjing Automobile, etc.);
  • acceder a tecnologías avanzadas y a conocimientos modernos de gestión (por ejemplo, el caso de Lenovo e IBM);
  • controlar fuentes de materias primas energéticas y no energéticas (minas en Australia, campos petrolíferos en Asia central o América del Norte, como en los casos de las inversiones de CNPC en PetroKazakhstan, Sinopec en FIOC o en Northern Lights, etc.).

No hay que descartar que la inversión china en el extranjero aumento de forma apreciable en los próximos años. Algunas estimaciones sitúan esa inversión en 60.000 millones de dólares en 2010. Además, es probable que aparezcan nuevas empresas inversoras, como Chery o Geely (automóviles), Wanxiang (componentes de automoción), Lifan (motos), Cosco (logística), Midea (electrónicos de línea blanca), Hisense y Skyworth (electrónica de consumo), Ningbo Bird (teléfonos móviles), etc.

En cuanto a la inversión en el extranjero de empresas indias, es todavía de mucho menor tamaño, aunque ha crecido sustancialmente en los últimos años. Es más, datos provisionales para 2006 indican que podría haber rondado los 8.000 millones de dólares. Como puede verse en la tabla 13, en 2005 la inversión india fue casi diez veces más pequeña que la china.

A diferencia de la inversión china, la de la India se destina en un 70% a la UE y EEUU. Los principales sectores son los del software (con las inversiones de Infosys, Tata Consulting Services o Wipro), industria farmacéutica (la compra de la alemana Betapharm por Dr. Reddy, de la estadounidense Glaceau por Tata Group o de la rumana Terapia por Ranbaxy) y componentes de automoción (Tata Motors, Mahindra & Mahindra, Bharat Forge, etc.). De menor importancia son, hasta ahora, los sectores de energía y otras materias primas, aunque hay inversiones significativas: las de ONGC en Brasil y la de Tata Steel en la europea Corus, entre otras). Es de destacar la creciente competencia entre India y China por adquirir empresas y recursos energéticos en el extranjero.

Recursos financieros
China e India se han convertido en grandes poseedores de reservas en divisas. A mediados de 2006, China, con 943.600 millones de dólares, y la India, con 156.800 millones, ocupaban la primera y la sexta posición mundial, respectivamente (tabla 14).

La acumulación de reservas en esos dos países ha sido impresionante en los primeros años del siglo XXI. Entre 2000 y finales de 2006 las reservas en divisas de China han pasado de 165.000 millones a más de un billón mientras que las de la India han aumentado de 42.300 millones a 170.000 millones. Ese aumento se ha debido, en China, al superávit de la cuenta corriente y a las entradas netas de capital extranjero y, en la India, únicamente a las entradas de capital.

Las razones por las que China e India – y, por extensión, otros países asiáticos – han acumulado reservas son bien conocidas. Una de ellas es la esterilización del superávit corriente y/o de las entradas de capital, mediante la adquisición de divisas para así contrarrestar el aumento de la demanda de moneda nacional y, por tanto, su apreciación. Otra razón ha sido la de crear un seguro ante el riesgo de una crisis de balanza de pagos. No hay que olvidar que la India tuvo una grave crisis de ese tipo en 1991 y que China vivió muy de cerca las crisis asiáticas de 1997-98.

Tabla 14. Principales poseedores de reservas (sin contar el oro), millones de dólares

Junio de 2006Aumento desde junio de 2002
1. China943.600283%
2. Japón849.80094%
3. Taiwán262.00077%
4. Rusia243.200510%
5. Corea del Sur225.600101%
6. India156.800183%
7. Singapur127.30059%
8. Hong Kong126.60013%
9. México84.90086%
10. Malasia78.400143%

Fuente: FMI.

Las enormes reservas de China y de otros países asiáticos han contribuido a la financiación de los déficit exterior y público de EEUU. En octubre de 2006, China era el segundo poseedor extranjero – tras Japón – de bonos del tesoro de EEUU, con 641.100 millones de dólares. Esa cantidad equivalía al 25% de los bonos en manos de extranjeros y al 7,5% de la deuda pública total de EEUU.

Turismo
Por último, una breve referencia al peso actual y a las perspectivas de China e India como emisores de turismo internacional.

El turismo chino en el extranjero ha aumentado de 4,5 millones de personas en 1995 a 31 millones en 2005. Se ha triplicado entre 2000 y 2005. Según la Organización Mundial de Turismo, esa cifra podría alcanzar los 100 millones en 2020, lo que convertiría a China en el cuarto país emisor del mundo, detrás de Alemania, Japón y EEUU (OMT, 2001).

En cuanto a la India, sus turistas han aumentado de 4,4 millones en 2000 a 7 millones en 2006. Esa cifra podría alcanzar los 16 millones en 2010.

Desafíos y perspectivas

China e India parecen destinadas a seguir creciendo a tasas elevadas, por lo menos en los próximos decenios y en ausencia de perturbaciones de primera magnitud (diversos escenarios se exploran en SAMI Consulting y Oxford Analytica, 2006).

Para el estudio ya clásico de Goldman Sachs (2003) sobre los BRICs, el PIB, en dólares corrientes, de China superará al de Alemania en 2007, al de Japón en 2016 y al de EEUU en 2041, mientras que el de la India adelantará al de Italia en 2016, al de Francia en 2023 y al de Alemania en 2032, para convertirse en la tercera mayor economía del mundo. Como es bien sabido, ese escenario es muy optimista, ya que prevé tasas de crecimiento anual medio en China del 9,9% en 2000-2020 y del 7,7% en 2000-2050 y en la India del 7,8% en 2000-2020 y del 8,5% en 2000-2050.

Para el informe de la Economist Intelligence Unit (EIU, 2006), el PIB en PPA de China podría alcanzar el 19,4% del producto mundial en 2020 (una proporción mayor que la de EEUU o la UE), mientras que el de la India alcanzaría el 8,8% en ese año (porcentaje mayor que el de toda América Latina). Ese informe prevé una tasa de crecimiento anual medio del PIB en 2006-2020 del 6% en China y del 5,9% en la India, así como del 3,5% en el conjunto del mundo.

Un informe del CEPII (Poncet, 2006) prevé que, dadas determinados cambios en la productividad, la inversión y la educación, el peso de China en el producto bruto mundial en dólares corrientes y a precios relativos corrientes podría alcanzar el 21,8% en 2050 (y el 4,8% en el caso de la India). La cifra conjunta (26,6%) sería similar a la de EEUU (26,9%). El PIB de la India superaría al de Francia en 2025 y al de Alemania en 2034. El PIB de China no superaría al de EEUU antes de 2050. Esas previsiones se basan en unas tasas de crecimiento, en 2005-2050, del 4,6% en China (y del 6,6% en 2005-2020) y del 4,5% en la India.

Todo parece apuntar, pues, a que China e India seguirán creciendo bastante por encima de la media mundial, al menos en los próximos dos o tres decenios. La razón principal es que las ventajas para un crecimiento rápido son seguramente mayores, en ambos casos, que los inconvenientes.

En el caso de China, las ventajas principales son una elevada integración en la economía mundial (las exportaciones de bienes y servicios rondaron el 35% del PIB en 2005 y la entrada de IDE es muy considerable), unas infraestructuras de capital físico que tienen un grado aceptable de cantidad y calidad (y que mejoran de manera rápida), una importante generación de empleo (dado el fuerte crecimiento del sector industrial), el rápido progreso social (la pobreza se ha reducido en 400 millones de personas entre 1981 y 2001) y una estrategia exitosa de reforma (que los dirigentes chinos sin duda mantendrán en el futuro).

Los inconvenientes son numerosos. Algunos de ellos podrían ser resueltos por las autoridades en los próximos años, aunque, claro está, no es seguro que lo consigan en todos los casos. Entre esos problemas figuran el exceso de ahorro e inversión, la ineficiencia y debilidad del sector bancario, la fuerte desigualdad en la distribución regional y personal de la renta, la corrupción o el subdesarrollo del sistema legal. Todos ellos, aunque son problemas serios, son abordables, especialmente si se intentan resolver de manera gradual y con pragmatismo (Garnaut, 2005; Kojima, 2006; Perkins, 2006).

Existen inconvenientes más estructurales, entre los que cabe destacar los siguientes. En primer lugar, el envejecimiento de la población, como consecuencia de la férrea política de control de la natalidad implantada desde principios de los años setenta, provocará, a partir de 2015, un aumento de la tasa de dependencia (población menor de 14 años y mayor de 65 años con respecto a la población en edad de trabajar) y un descenso, en valor absoluto, de la población entre 15 y 64 años, con arreglo a las previsiones demográficas de Naciones Unidas (2005). Hasta ahora, China se ha beneficiado de un dividendo demográfico, puesto que la caída de la tasa de dependencia, con su efecto positivo sobre la tasa de ahorro, y el fuerte aumento de la población en edad de trabajar explicarían hasta una cuarta parte del crecimiento del PIB entre 1982 y 2000 (Fang y Wang, 2005). Algunos autores consideran que los problemas que se anuncian a partir de 2015 podrían afrontarse, no tanto con una relajación de la política del hijo único (lo que mermaría el crecimiento del PIB per cápita), sino con un aumento de la tasa de actividad, especialmente en los mayores de 60 años (mediante un retraso de la edad de jubilación, entre otras medidas) y una mayor creación de empleo, reduciendo las barreras a la movilidad geográfica y sectorial de la mano de obra (Golley y Tyers, 2006). Además, hay que tener en cuenta que la reducción de la población en edad de trabajar a partir de 2015 se podría contrarrestar con una mayor migración campo-ciudad, sin que eso afectase negativamente a la producción agrícola, y con mejoras adicionales en el capital humano, como señala Perkins (2006).

En segundo lugar, la sobreindustrialización puede ser un obstáculo para el desarrollo de una sociedad del conocimiento. El sector secundario suponía en 2005 el 46% del PIB (41% en Corea del Sur, 31% en Japón, 28% en la India, etc.), de manera que China debería aumentar el peso relativo del sector servicios (42% del PIB en la actualidad) no tanto a expensas de la agricultura sino, sobre todo, de la industria.

En tercer lugar, figura la excesiva dependencia con respecto al capital extranjero. En 2005 el cociente entre la inversión extranjera directa (en flujo) y la formación bruta de capital fijo era del 9,2% (4,0% en EEUU, 3,5% en la India, 3,1% en Corea del Sur, etc.) y la relación entre el stock de IDE y el PIB fue del 14,3% (13,0% en EEUU, 8,0% en Corea del Sur, 5,8% en la India, etc.). Esa alta dependencia con respecto a la IDE hace vulnerable a la economía a posibles cambios en la estrategia de localización internacional de las empresas multinacionales (eventual relocalización hacia Vietnam, la India, Bangladesh, etc.) y, además, hace perder eficacia a la política industrial.

En cuarto lugar, la creciente dependencia energética, especialmente en petróleo. Según datos de BP y previsiones de la Agencia Internacional de la Energía, la demanda china de petróleo pasará de 6,6 millones de barriles al día (mbd) en 2005 a 10,1 mbd en 2020 y a 12,8 mbd en 2030. Como la producción nacional de petróleo se estancará, las importaciones de crudo, en porcentaje del consumo, aumentarán del 38% en 2005 al 68% en 2020 y al 74% en 2030 (BP, 2006 y AIE, 2004). En términos más generales, China se convertirá en los próximos años en importador neto de carbón y de gas natural, lo que tendrá profundas implicaciones internacionales y medioambientales (Isbell, 2006; McKibbin, 2006).

En quinto lugar, el cada vez mayor y más grave deterioro del medio ambiente es un problema de enorme magnitud. Desertización, degradación del suelo, contaminación de los ríos, de los mares y del aire, emisión de gases de invernadero y pérdida de biodiversidad, entre otros, han sido los efectos de una industrialización muy rápida y poco respetuosa con el medio ambiente en la costa y de la persistente pobreza, pese a las mejoras, en el interior. Por ejemplo, la escasez de agua y la contaminación de ríos y lagos son extremadamente serias, especialmente en el norte del país, y hacen que al menos 60 millones de personas tengan dificultades para disponer de suficiente agua potable. En cuanto a la calidad del aire, 16 de las 20 (y 5 de las 10) ciudades más contaminadas del mundo son chinas. China es el segundo emisor mundial de dióxido de carbono (aunque sus emisiones por habitante son todavía bajas) y el primero de clorofluorocarbonos y de dióxido de sulfuro por superficie habitada. El crecimiento previsto del parque de automóviles, que podría pasar de 20 millones en 2004 a 60 millones en 2010 y a 90 millones en 2015, agravará sin duda la contaminación del aire en las grandes ciudades. El uso masivo de carbón de baja calidad y alto contenido en sulfuro es también causante de lluvia ácida, fenómeno que afecta al 30% del territorio y que además desborda ampliamente las fronteras del país (McKibbin, 2006). La erosión del suelo, provocada en buena medida por la deforestación, contribuye a agravar los efectos de las inundaciones.

Por último, un sexto inconveniente es la ausencia de un sistema político democrático, de un sistema judicial moderno y de una protección adecuada de los derechos de propiedad intelectual. Aunque han aumentado las libertades individuales como consecuencia de la reforma económica, el régimen sigue reprimiendo la libertad de expresión, de reunión o de asociación. Algunos analistas consideran que un régimen de ese tipo podría no superar acontecimientos como una crisis económica seria, protestas políticas amplias, graves problemas de salud pública o catástrofes ecológicas importantes. En cuanto a la falta de independencia del sistema judicial y a la falta de protección de los derechos de propiedad intelectual, podrían a la larga afectar negativamente a la inversión directa extranjera y a las exportaciones hacia los países desarrollados.

En lo que se refiere a la India, su economía tiene aún más contrastes que la de China (Bustelo, 2006b), de manera que son habituales análisis excesivamente optimistas o pesimistas sobre sus perspectivas. Por ejemplo, algunos estudios de hace pocos años destacaban por su optimismo. El análisis de Goldman Sachs (2004) ponía énfasis en que la India podría crecer más que China a largo plazo. Los argumentos eran las posibilidades de convergencia desde una baja renta per cápita, las tendencias demográficas favorables, las buenas perspectivas de la estrategia de exportación de servicios de tecnologías de la información, la aparición de empresas competitivas a escala internacional y el compromiso del gobierno con unas reformas dirigidas a propiciar una mayor apertura y un desarrollo de las infraestructuras. En la misma línea, Rodrik y Subramanian (2004) consideraron que el crecimiento anual medio del PIB podría llegar al 7% en 2005-2025 (esto es, al 5,6% per cápita), dadas las indudables ventajas del país: mano de obra abundante y bien formada (gracias a los prestigiosos institutos tecnológicos, de gestión y de investigación) e instituciones democráticas (imperio de la ley, prensa libre, burocracia tecnocrática, etc.).

Con el paso del tiempo, ese optimismo, seguramente excesivo, se ha ido atemperando. Las ventajas de la India son indudables, pero los inconvenientes son particularmente llamativos.

Entre las ventajas, cabe destacar, en primer término, el dividendo demográfico provocado por el todavía elevado crecimiento de la población. La “ventana de oportunidad” de la India estará abierta hasta 2035, puesto que, a diferencia de una China envejecida desde 2015, la tasa de dependencia seguirá cayendo y la población en edad de trabajar continuará aumentando hasta ese año (Naciones Unidas, 2005). Otra cosa es que sea plenamente aprovechada, para lo cual será necesario fomentar la creación de empleo y la formación de capital humano (Mitra y Nagarajan, 2005).

Otra ventaja es el desarrollo de los servicios de tecnologías de la información, como consecuencia en gran parte de la existencia de una mano de obra cualificada (por el alto número de licenciados universitarios y el dominio del idioma inglés), y que seguramente sitúa a la India en buena posición para avanzar hacia una sociedad basada en el conocimiento. Una tercera ventaja es el desarrollo de empresas privadas capaces de ser muy competitivas en el mercado internacional, especialmente en los sectores informático, farmacéutico y automovilístico. En cuarto lugar, hay que destacar que la India, pese a una dependencia muy elevada con respecto a la importación de petróleo y gas natural, tiene un grado de eficiencia energética superior al de China. En 2003 el PIB por kilo de equivalente de petróleo fue de 5,3 dólares de 2000 en PPA, frente a los 4,5 dólares registrados en China. La cifra de la India es incluso superior a la de la media de los países de ingreso alto. En quinto lugar, el deterioro del medio ambiente, siendo muy grave (especialmente en lo relativo a la contaminación del agua y del aire), es menos extremo que el de China. A título de ejemplo, el índice de sostenibilidad medioambiental, calculado por especialistas de las universidades de Yale y Columbia, es bastante mejor en la India que en China (Esty et al., 2005). Ese índice, que mide, sobre la base de 76 variables, las posibilidades de que un país sea capaz de preservar eficazmente sus recursos medioambientales a lo largo de varios decenios, era, en el estudio de 2005, de 45,2 en la India (posición 101) y de 38,6 en China (posición 133). Por último, la India tiene instituciones democráticas fuertemente arraigadas, así como un sistema judicial independiente (aunque lento) y una protección de la propiedad intelectual bastante más eficaz que la de China.

En cuanto a los inconvenientes de la India, son numerosos e importantes. En primer lugar, la integración en la economía mundial es todavía escasa (Panagariya, 2006a). El coeficiente de exportación de bienes y servicios es 15 puntos menor que el de China. La IDE recibida es una décima parte de la que se destina a China. En segundo término, las infraestructuras dejan mucho que desear, especialmente en lo que se refiere a puertos de mar, aeropuertos y carreteras (véanse más detalles en Panagariya, 2006a, pp. 36ss) . En tercer lugar, hasta ahora la opción por algunos sectores de servicios (financieros, empresariales y de comunicaciones) ha generado pocos puestos de trabajo para las dimensiones del país, ya que se ha tratado de sectores escasamente intensivos en trabajo y en los que la elasticidad del empleo ha bajado incluso desde principios de los años noventa (Banga, 2006). Ese “crecimiento sin empleo” sólo podrá desaparecer si se potencia la modernización de la agricultura a pequeña escala, los sectores de servicios que generen más puestos de trabajo y, sobre todo, una industria manufacturera intensiva en trabajo, orientada a la exportación y más abierta a la IDE, lo que será tarea difícil a la vista de la competencia china (KPMG, 2006). En cuarto lugar, existen todavía importantes desequilibrios macroeconómicos, entre los que destaca un importante déficit corriente, provocado en parte por un abultado desequilibrio presupuestario y financiado en buena medida por entradas de capital en forma de inversión en cartera (Bustelo, 2006b). En quinto lugar, hasta ahora el progreso social ha sido mucho más limitado que en China. Baste señalar que la pobreza, medida por unos ingresos diarios inferiores a 1,08 dólares en PPA, ha bajado del 54,4% en 1981 al 34,7% en 2001, cuando afectó a 356 millones de personas, según datos del Banco Mundial. A efectos de comparación, China consiguió bajar la pobreza del 63,8% en 1981 al 16,6% en 2001. Por último, la estrategia de reforma no está del todo clara ni garantizada, entre otras razones porque es relativamente reciente (se inició tras una grave crisis de balanza de pagos en 1991, como se detalla en Frankel, 2005) y porque depende mucho del complicado panorama político del país.

Para terminar este apartado, sirvan unas breves reflexiones sobre los retos a corto y medio plazo de los dos países.

China debe reorientar su crecimiento desde la inversión y las exportaciones hacia el consumo interior, dados los importantes inconvenientes del modelo basado en una muy alta tasa de ahorro y en una prodigiosa competitividad internacional, como son la ineficiencia de la inversión y la extrema dependencia con respecto al comercio internacional (Garnaut y Huang, 2005; Yusuf y Nabeshima, 2006). Entre esos inconvenientes figuran incluso algunos relacionados con la gestión macroeconómica, ya que ese modelo no es capaz de impedir procesos de sobrecalentamiento (Bustelo, 2006c). Entre las distintas recetas que se recomiendan a China para esa reorientación, Blanchard y Giavazzi (2006) han señalado tres medidas: reducción de la tasa de ahorro para disminuir la inversión; mejora de los servicios públicos, especialmente de salud, para permitir un aumento del consumo; y una apreciación del yuan para reducir la contribución al crecimiento de las exportaciones netas. Si las dos primeras medidas parecen evidentes, el alcance más adecuado de la apreciación de la moneda es objeto de serias controversias.

Además, China debe también reorientar su producción hacia sectores de manufacturas y servicios de alto valor añadido. Hasta ahora China ha sido principalmente una plataforma exportadora de ensamblaje de componentes y productos intermedios procedentes de otras economías asiáticas. El valor añadido en esa tarea ha sido relativamente pequeño. Así, el gobierno debería potenciar, con una ambiciosa política industrial, sectores emergentes como los de automóviles, componentes de automoción, máquinas-herramienta, construcción naval o aeronáutica. Algunos de esos sectores ya dan muestras de pujanza gracias al efecto demostración de las importaciones, la transferencia de tecnología o la IDE (Winters y Yusuf, comps., 2006, cap. 2). En cuanto a los servicios, deberán adaptarse a una economía cada vez más compleja y sofisticada. Es precisa la modernización de sectores como los de banca, seguros, distribución de energía, atención de la salud, TIC, etc. El 11º Plan Quinquenal (2006-2010) insiste en que es necesario un nuevo modelo de desarrollo, con una mayor dimensión social y medioambiental y con una mayor proporción entre el desarrollo de la costa y del interior y entre las exportaciones y el mercado interior (Bustelo, 2005). Sin embargo, más allá de algunas referencias a la necesidad de promover el progreso técnico, no destaca suficientemente esa necesidad de promover la producción de bienes y servicios de mayor valor añadido.

En cuanto a la India, tiene dos grandes retos a corto y medio plazo. El primero es el de crear empleo en cantidad suficiente, para lo cual parece imprescindible fomentar decididamente un sector manufacturero intensivo en mano de obra y de alto crecimiento, al estar orientado a la exportación y abierto a la IDE. Eso último seguramente explica que se estén empezando a crear zonas económicas especiales para la inversión foránea, asunto que, pese a la favorable experiencia china, ha provocado un enorme debate entre los economistas indios (Aggarwal, 2006). El segundo reto es modernizar y ampliar rápidamente las infraestructuras, para lo cual será preciso contener el déficit presupuestario, obtener más asistencia extranjera y abrir algunos sectores a la inversión privada internacional.

Algunas implicaciones para España

Las implicaciones del auge pasado, presente y potencial de China e India para una economía como la española son diversas.

En el conjunto de la UE, las relaciones económicas con China e India tienen tres características principales (La Caixa, 2006): se realizan sobre todo con China, país con el que existen complementariedades significativas, puesto que la India desempeña hasta ahora un papel menor; se trata de intercambio de bienes, ya que el de servicios apenas llega al 4% del comercio total de servicios de la UE; y la IDE de la UE en China en India fue, en 2001-2004, apenas el 2% de la IDE total.

El impacto comercial en España hasta ahora se circunscribe al de China, puesto que el peso relativo de la India en las importaciones españolas ha aumentado muy poco. Como se describe en Bustelo (2006b) y en Bustelo (coord., 2006), entre 1995 y 2005 el peso relativo de China en las importaciones españolas de bienes ha aumentado del 2% al 5% mientras que el de la India apenas ha crecido del 0,4% al 0,7%.

Según Venables y Yueh (2006), el impacto comercial de China ha sido positivo para países importadores de manufacturas de consumo, cuyos precios han incluso bajado en algunas categorías, para países exportadores de productos primarios, cuyos precios han aumentado, y para países productores de bienes y servicios demandados por China. En cambio, ha sido negativo para los exportadores de manufacturas similares a las vendidas por China (algunos países de América Latina y de Asia meridional) y para los importadores netos de productos primarios. Por tanto, España se ha visto beneficiada por la importación de productos manufacturados chinos (un tercio de las exportaciones chinas a la UE ha bajado de precio entre 1988 y 2001, según Kaplinsky, 2006) y perjudicada, más recientemente, por el aumento de los precios de las materias primas energéticas y no energéticas propiciado por la demanda china. También cabe señalar que, por los conductos financieros y comerciales, el auge de China y, en menor medida, de la India ha contribuido a un crecimiento relativamente elevado y sin apenas inflación en la UE. No obstante, en meses recientes, la posible diversificación de las reservas chinas e indias, en dirección de una mayor cantidad de euros, ha contribuido a la apreciación de la moneda europea con respecto al dólar, aunque seguramente menos que el diferencial de tipos de interés entre EEUU y la UE.

En las relaciones económicas de España con China e India destacan algunos aspectos significativos. En primer lugar, las importaciones de bienes han crecido de forma pronunciada. Entre 1995 y 2005 las importaciones totales aumentaron a una tasa anual media del 10% pero las procedentes de China lo hicieron al 21% y las originarias de la India se incrementaron al 16%. Con todo, la proporción de China e India en las importaciones españolas (5% y 0,7%, respectivamente) es bastante menor que la registrada para el conjunto de la UE (13% y 5%, respectivamente), con lo que las compras a esos dos países parecen destinadas a seguir creciendo más que las importaciones totales. En segundo término, la presencia comercial e inversora de España en esas dos economías es muy escasa. Las exportaciones españolas a China han crecido de 680 a 1.500 millones de euros entre 1995 y 2005, pero apenas han cambiado su peso en las exportaciones totales (0,97% en 1995 y 0,98% en 2005). Como consecuencia de la evolución dispar de importaciones e importaciones, el déficit comercial bilateral alcanzó 10.150 millones de euros en 2005, convirtiéndose en el segundo mayor déficit bilateral de España, detrás del de Alemania, y ascendiendo a más del 13% del déficit total. Las exportaciones a la India apenas superaron los 560 millones en 2005, lo que arrojó un déficit de unos 1.000 millones (el 1,3% del déficit total). En cuanto a las inversiones de empresas españolas en esos dos países, han sido hasta la fecha minúsculas. En 2005 ascendieron a 44 millones en China y a 0,8 millones en la India. La primera cifra representa el 0,2% de la inversión total de nuestro país. Algunas inversiones recientes en China, como las de Telefónica o el BBVA, son alentadoras y podrían anunciar un cambio de tendencia. El conjunto de la UE destina el 1,6% y el 0,4% de su IDE a China e India, respectivamente. En tercer lugar, la escasa exportación a China e India significa que el perfil exportador español sigue concentrado básicamente en mercados de bajo crecimiento (en 2005, la UE absorbió el 72% de las exportaciones españolas), de manera que España está prácticamente ausente en los grandes mercados dinámicos (China e India recibieron el 2% de las exportaciones, menos que el 6% destinado a África). En cuanto a la escasa implantación empresarial, es seguramente un factor del bajo nivel de las exportaciones, ya que una mayor inversión – que presumiblemente se orientaría más al mercado interior chino que a la exportación – arrastraría venta de productos españoles, y es sin duda ninguna impropia de una economía como la española, que llegó a ser en 2004 el cuarto mayor inversor mundial.

En suma, China e India son, para España, grandes mercados potenciales para la exportación de bienes y servicios y para la inversión empresarial. Además, pueden convertirse en fuentes significativas de turismo, inversiones y estudiantes. Aunque se están tomando medidas, en la administración y en el sector privado, para potenciar todas esas contribuciones de China e India al futuro crecimiento económico de España, el auge presente y futuro de los dos gigantes asiáticos hace que tales medidas deban ser consideradas prioritarias.

Conclusiones

El auge de China e India ha alterado ya de manera significativa el mapa económico global y, de mantenerse – incluso con tasas de crecimiento algo menores a las de los últimos quince años – en los próximos decenios, promete hacerlo de forma aún más pronunciada. El peso conjunto de los dos gigantes asiáticos en el producto bruto mundial (en paridad de poder adquisitivo) se ha triplicado en el último cuarto de siglo, para alcanzar una proporción del 21%, que ya es superior a las de EEUU o la UE. Algunas previsiones indican que podría alcanzar el 28% hacia 2020 (19% en el caso de China y 9% en el caso de la India), si son capaces de mantener hasta entonces tasas de crecimiento anual medio del PIB que ronden el 6%, lo que, en principio, parece perfectamente posible, especialmente en el caso de China. En ese año 2020, la proporción de EEUU en el producto mundial será del 19%, al igual que la de la UE, mientras que América Latina supondrá el 8% y África y Oriente Medio sumarán el 6%.

China e India suponen ya el 8% del comercio internacional de bienes y el 5,5% del de servicios, así como el 20% del consumo mundial de energía y el 11,5% del de petróleo, porcentajes, todos ellos, muy superiores a los que tenían hace apenas pocos años. Esas proporciones están llamadas a aumentar apreciablemente en los próximos decenios.

Además, China e India han superado recientemente la impresionante cifra de 1,1 billones de dólares en reservas en divisas. China ha triplicado su turismo en el extranjero en los últimos cinco años y seguramente lo vuelva hacer de aquí a 2020, cuando habrá al menos 100 millones de turistas chinos. La India podría emitir 16 millones de turistas tan pronto como 2010.

Es cierto que tanto China como India deberán hacer frente a importantes retos en los próximos decenios. Entre los mencionados en las páginas anteriores, cabe destacar, en el caso de China, el envejecimiento de la población, la sobreindustrialización, la creciente dependencia energética, el deterioro del medio ambiente o la ausencia de un sistema de libertades públicas e de independencia del poder judicial. En el caso de la India, hay que mencionar la escasa integración en la economía mundial, el subdesarrollo de las infraestructuras, una creación muy limitada de empleo o los desequilibrios presupuestario y exterior.

Con todo, las ventajas en el medio y largo plazo de ambos países seguramente superan a los inconvenientes. China tiene una elevada integración en la economía mundial, posee unas buenas infraestructuras de capital físico, ha adoptado un modelo de desarrollo que genera muchos puestos de trabajo y disfruta de estabilidad macroeconómica. En cuanto a la India, tendrá un “dividendo demográfico” hasta 2035, ha potenciado, de manera sobresaliente, los servicios de tecnologías de la información, dispone de un pujante sector empresarial privado y presenta una situación energética y medioambiental menos grave que la de China. Así, todo parece apuntar que China e India, salvo catástrofe, seguirán creciendo a tasas elevadas y aumentado su peso global durante los próximos decenios.

Ante ese panorama, la economía española no parece estar del todo bien preparada, pese a los esfuerzos de los últimos años. Las importaciones desde esos dos países seguirán creciendo más que las importaciones totales, entre otras razones porque España importa de China e India, en términos relativos, dos tercios menos que la media de la UE. Las exportaciones a esos dos países apenas llegan hoy al 2% de las exportaciones totales de España. En otras palabras, nuestro perfil exportador sigue concentrado en mercados maduros y de crecimiento lento y continúa prácticamente ausente de los mercados emergentes y dinámicos. Es preciso exportar mucho más a China e India, quizá multiplicando en esos países una inversión directa que hasta el momento es muy escasa, aunque se observan tendencias positivas en años recientes. En caso contrario, el déficit comercial de España con China e India, que ya supone el 15% del déficit total (equivalía al 7% en 1995), se disparará. De hecho, el desequilibrio comercial de España con China es ya el segundo mayor déficit bilateral, tras el registrado con Alemania.

En los últimos años han proliferado las iniciativas para corregir ese estado de cosas. Algunas de ellas están ya empezando a mostrar efectos positivos. Es de esperar que el esfuerzo se mantenga e incluso se acelere en algunas áreas. La economía española no puede permitirse el lujo de no adaptarse al auge de China e India, una tendencia de la economía mundial llamada a alterar profundamente el entorno internacional en los próximos decenios.

Pablo Bustelo
Investigador principal de Asia-Pacífico, Real Instituto Elcano, y profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid


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[*] Artículo publicado en la Revista del Instituto de Estudios Económicos (nº 1-2, 2007) y reproducido con autorización.