Un año del Plan de Internacionalización de la Cultura Española (PICE)

Un año del Plan de Internacionalización de la Cultura Española (PICE)

Para la cultura, la internacionalización es –también– la inevitable respuesta a las interrogantes que plantea esta “tormenta perfecta” que combina crisis económica internacional y retracción del gasto público. Sin duda lo es para las industrias de la cultura, que han tenido que buscar en los mercados exteriores los ingresos que el mercado interior ya no les proporcionaba. Para el resto de los sectores culturales, la internacionalización es, necesariamente, la salida de emergencia de un contexto desolador. Los datos del Anuario de Estadísticas Culturales, recién publicados por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, no pueden ser más claros: si tomamos como referencia el año 2008, en el que las administraciones públicas gastaron en cultura más de 7.000 millones de euros, el descenso en 2012 es de nada menos que el 32,69% en gasto público cultural. A falta de conocer los datos de 2013, el gasto privado en cultura cae también de los casi 17.000 millones de euros de 2008 a los poco más de 12.000 millones del año 2013, el quinto año consecutivo de descensos. El gasto medio por hogar en España ha pasado en esos años de los 1.000 euros anuales en cultura a los 673 de los últimos datos publicados, que corresponden al año 2013.

Si la internacionalización es –al menos en parte– la respuesta a la pregunta por la salida de la crisis de la cultura, la implicación de todos los instrumentos de la acción pública en ese objetivo es imprescindible. Esta semana hemos conocido los primeros resultados de la iniciativa estrella de la sociedad Acción Cultural Española (AC/E), el Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE). El PICE echó a andar en marzo de 2013 con el difícil objetivo de dotar de contenido a una institución cuyos primeros pasos estuvieron marcados por la difícil “digestión” de la integración en un solo cuerpo de las tres sociedades de gestión cultural que venían conviviendo hasta entonces (SEACEX, SECC y SEEI) en una nueva organización a la que se proponía el delicado reto de construir sinergias entre Exteriores y Cultura en materia de acción exterior. Después de las dificultades de los dos primeros ejercicios, AC/E comenzó a funcionar con un presupuesto de 10 millones de euros y una agenda marcada por las estrecheces de financiación de todos sus socios potenciales.

AC/E convierte al PICE en uno de los ejes vertebrales de su actividad, con dos líneas: la de movilidad internacional para españoles y la de visitantes, para garantizar la financiación de estancias de programadores, gestores y prescriptores culturales en nuestro país. De los 900.000 euros anuales destinados por AC/E a este programa –el 10% del total de su presupuesto, lo que da una idea de la importancia del PICE en la estrategia de la sociedad–, dos tercios sirven para financiar las movilidades internacionales de nuestros creadores y gestores culturales, mientras que el tercio restante ha servido para costear las visitas de programadores culturales de instituciones públicas y privadas de todo el mundo. En su primer año de funcionamiento (2013) el programa concedió 173 movilidades (de 469 solicitudes) y financió visitantes internacionales para 29 acontecimientos (de 170 solicitudes). Nuestros creadores, artistas o intérpretes pudieron compartir su trabajo en la Bienal de Estambul, ArtCenter South Florida, el Festival Cena CumpliCidades, el SpainNow!, el Festival de la Canción de Bogotá, los Rencontres Saxophones, el Festival Mórbido y el de Cine Documental de México, por mencionar algunos; el programa de visitantes trajo a programadores y prescriptores culturales a acontecimientos como el Festival de Almagro, el Grec, la Ventana de la Danza Madrileña, ExpoClásica y el Festival de Cine de San Sebastián.

Las cifras son aún pequeñas, pero muestran un camino adecuado. Primero, porque establecen un mecanismo estable de movilidad para intérpretes y creadores españoles y, no menos importante, un instrumento para facilitar la presencia de programadores y prescriptores de otros países en acontecimientos importantes de la agenda cultural española. En segundo lugar, porque la evaluación del programa –que se puso en marcha desde su inicio– muestra el consenso de todos los agentes en torno a la pertinencia del PICE y avala cualitativamente sus primeros resultados. Y, por último, porque los datos que empezamos a conocer sobre el avance del programa en 2014 muestran que se ha duplicado el número de solicitudes –lo que plantea también una inevitable pregunta en torno a su dotación presupuestaria en el futuro–. Cuando han desaparecido los fondos de instituciones públicas y privadas que estos años han ayudado a la inserción de la cultura española en las redes, instituciones y mercados internacionales, el PICE es una señal de política pública cultural en la buena dirección.