Sobre la situación de seguridad en Siria a 1 de febrero de 2012

Sobre la situación de seguridad en Siria a 1 de febrero de 2012

¿Cómo continúa la situación tras diez meses de movilizaciones?

La represión continúa en Siria. Según la Alta Comisaria para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Navi Pillay, la cifra de víctimas mortales podría haber llegado a 5.000 a mediados de diciembre de 2011, a las que hay que añadir los heridos, desaparecidos, torturados o detenidos arbitrariamente durante la represión de las manifestaciones. El Gobierno atribuye las víctimas a la actuación de infiltrados terroristas, milicias islamistas o mercenarios extranjeros al servicio de una conspiración externa contra el régimen sirio y alega que sus fuerzas de seguridad también han sufrido más de 1.000 bajas, una cifra que la oposición atribuye a represalias sobre quienes desertan o se niegan a disparar sobre la población civil.

Las movilizaciones que comenzaron en marzo de 2011 siguen siendo pacíficas aunque en los últimos meses se han multiplicado las acciones armadas, pasando de atentados puntuales contra infraestructuras o convoyes militares a enfrentamientos directos entre las fuerzas armadas sirias y el denominado Ejército Libre de Siria o las milicias acciones armadas como las ocurridas en los suburbios de Damasco a finales de enero de 2012. La violencia contra la población se ejerce de forma sistématica por las fuerzas de seguridad y las paramilitares del Gobierno, unos 10.000 shabbiha, y de forma esporádica por los grupos insurgentes contra los miembros de las comunidades étnicas o religiosas sospechosas de apoyar al régimen de los el-Assad.

¿Qué posibilidades hay de que el régimen sirio detenga la represión?

El Presidente Bashar el-Assad desaprovechó el margen de confianza que le dio la comunidad internacional para hacer reformas y ha incumplido todas sus promesas de cambio. No desea introducir reformas porque pondrían en riesgo el monopolio de poder que han detentando un partido (el Baaz), una élite y unas fuerzas de seguridad que se resisten a perder su estatus. Tampoco se ha opuesto o ha condenado los excesos de las fuerzas de seguridad, por lo que su suerte está unida a la del régimen y ambos van cayendo a medida que pierden apoyos internos y externos. Cuenta con la lealtad de los clanes y familias del régimen, del partido único y, en gran medida con la del aparato de seguridad y la de la élite económica, así como con importantes sectores de la población que creen en la propaganda de los medios oficiales, que temen perder sus privilegios o que, como en el caso de la minoría alauita, tienen miedo por lo que les pueda ocurrir si se desmorona el régimen. Pero esos apoyos –a la que el régimen saca a la calle periódicamente- se van reduciendo a medida que se acentúa la represión indiscriminada, aumentan las consecuencias de las sanciones y los excesos de las fuerzas paramilitares. Como resultado, se han registrado distanciamientos o deserciones entre los miembros de las fuerzas armadas – menos fiables que los 30.000 de las unidades de élite y los 25.000 de las fuerzas de seguridad- y entre la élite económica que ve como se deteriora su situación no tanto por los efectos de las sanciones internacionales sino por la combinación de corrupción, desempleo y reducción de las divisas, las exportaciones e inversiones (de hecho, ya han comenzado a subvencionar a la oposición y a las movilizaciones como ocurrió antes en otros países árabes antes de sumarse a los cambios).

¿Qué respuesta interna se puede esperar?

Siria carece de una sociedad civil articulada y, aunque las manifestaciones la están haciendo crecer con rapidez, la represión interna impide consolidar una plataforma política o social que sirva de apoyo para los cambios. La fragmentación de las distintas comunidades étnicas y religiosas dificulta su convergencia y el recién constituido Consejo Nacional Sirio carece todavía de legitimación e influencia interna para cambiar la situación, aunque podría aumentarla en poco tiempo si recibe ayuda económica, asesoramiento técnico y reconocimiento suficiente. Por su parte, el Ejército Libre de Siria está formado por soldados y mandos intermedios que han desertado de las fuerzas armadas y formado un Consejo Militar (un reducido grupo jefes y oficiales bajo el mando del coronel Riad al Asaad) que no cuenta todavía con capacidad ni organización para oponerse al régimen mediante una rebelión militar. Sus posibilidades de actuación podrían mejorar, a medida que aumenten las deserciones y vayan disponiendo de armamento y munición en cantidad suficiente para sostener el enfrentamiento militar, pero también podrían empeorar si se dedican a combatir al régimen en lugar de proteger a la población que nutre la resistencia. Sin consistencia interna y con dificultades para recurrir abiertamente a la asistencia internacional para no dar credibilidad al relato oficial que presenta la resistencia interna como parte de un complot internacional ejecutado por terroristas que buscan la guerra civil, cualquier respuesta interna se hará esperar en el tiempo.

¿Se puede esperar alguna intervención exterior?

La intervención militar exterior se ha descartado hasta el momento tanto por quienes podían llevarla a cabo (el embajador estadounidense, Robert Ford, descartó el 29 de septiembre cualquier parecido con Libia) como por quienes podrían autorizarla en el Consejo de Seguridad (China y Rusia impidieron una resolución condenatoria el 5 de octubre de 2011 y se han opuesto el 31 de enero de 2012, junto a India, a que saliera adelante otra resolución apoyando el plan de la Liga Árabe para que el Presidente Bashar abandonara el poder). Tras la resaca de la intervención en Libia, en vísperas de elecciones en Estados Unidos y Francia, con una crisis financiera generalizada parece difícil encontrar patrocinio a una intervención exterior. Además, cualquier intervención tendría ahora repercusiones regionales debido a la actual escalada de tensión entre Irán y sus rivales regionales y occidentales para contener su programa nuclear. La amenaza de aplicar a Irán nuevas sanciones financieras y energéticas a las comerciales en curso y la amenaza iraní de cerrar el Estrecho de Ormuz complican el margen de cálculo de riesgos de cualquier intervención militar y, además, la mayor beligerancia de la Liga Árabe o la de países como Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, entre otros europeos, frente a Damasco tiende a percibirse entre otros miembros del Consejo de Seguridad como parte de un enfrentamiento regional cuyo objetivo final no es tanto proteger a la población siria como cambiar el régimen sirio para debilitar o hacer caer el iraní. A falta de intervención militar, siguen aprobándose sanciones comerciales, económicas y diplomáticas cuyos efectos ya han comenzado a sentirse entre la población pero que necesitan tiempo para provocar el cambio de régimen.

¿Entonces, cómo puede cambiar la situación?

No existen soluciones sencillas ni rápidas para acabar con la represión de los el-Assad en Siria. Los instrumentos económicos y diplomáticos de presión que se están aplicando sólo darán resultados a medio y largo plazo, por lo que el régimen continuará reprimiendo las manifestaciones hasta perder el apoyo interno o externo que le permite mantenerse en el poder. Hasta entonces se prolongará el escenario de desgaste al que se viene asistiendo desde hace nueve meses y en el que quienes se oponen al régimen mantienen una combinación de manifestaciones políticas para deslegitimarlo y de acciones armadas para cuestionar su capacidad de represión. Por su parte, el régimen seguirá reprimiendo cualquier manifestación pacífica o armada por la fuerza aunque tratará de aplicar la violencia en dosis soportables para sus valedores (hasta ahora unas 500 víctimas mortales por mes). El punto de ruptura se acercará cuando el régimen de síntomas de debilidad porque no pueda reprimir las manifestaciones, carezca de fuerzas leales suficientes para atender la proliferación de focos de resistencia o ceda una cantidad de territorio significativa que no pueda controlar. Las muestras de debilidad animarán a los detractores, debilitarán a los partidarios y aumentarán las opciones de los mediadores internacionales pero también, la posibilidad de que la desesperación del régimen aumente el número final de víctimas. Para evitarlo, se está buscando la fórmula de facilitar la salida del Presidente y su núcleo duro cuando calculen que su situación es insostenible.