Seguridad económica: una nueva era para la Unión Europea

Banderas de la Unión Europea frente al edificio Berlaymont en Bruselas. Seguridad económica
Banderas de la Unión Europea en el edificio Berlaymont en Bruselas. Foto: Thijs ter Haar (CC BY 4.0 Deed)

La UE está aprendiendo de la manera más difícil cómo reducir su dependencia de sus rivales geopolíticos, entre los que se cuentan China y Rusia. Los aliados están dando sus primeros pasos en esta nueva realidad geoeconómica.

Breve historia de la visión geoeconómica de la UE

Durante años, EEUU había apuntado a la dependencia de Alemania y otros Estados miembros de la UE del gas ruso como un motivo de preocupación y sostenido que no era un comportamiento propio del siglo XXI, topándose siempre con argumentos que eludían dicha realidad.

En la actualidad, los líderes europeos se enfrentan a un problema similar: la economía de la Unión es excesivamente dependiente de China y de países poco fiables para las cadenas de suministro estratégicas, de ahí que deba emprender la senda del de-risking. El término de-risking es un concepto difuso definido por Agathe Demarais como la práctica que “busca disminuir el acceso chino a la innovación de vanguardia de Occidente, evitando así que las empresas chinas se valgan del know how occidental para ganar posiciones en la escalera de la innovación” y que “reduce el exceso de dependencia de China para la obtención de bienes críticos”. Los minerales críticos son sólo un ejemplo: a título ilustrativo, la UE importa el 93% de su consumo anual de estos materiales estratégicos del gigante asiático. Este esfuerzo de reducción del riesgo se enmarca en una estrategia más amplia que aspira a impulsar la industria e innovación europeas al tiempo que se progresa en la consecución de los objetivos de la transición ecológica.

Para analizar la política comunitaria actual hemos de tener en cuenta, no obstante, que el de-risking es algo sumamente nuevo para la UE como institución. De hecho, la UE fue creada sobre la premisa de que la competencia entre grandes potencias era perjudicial para el mundo y que el refuerzo de la cooperación y las relaciones económicas eran garantes de la paz.

El experimento de la integración francoalemana que supuso el Tratado del Carbón y del Acero (CECA), apenas unos meses después de las devastadoras y violentas Guerras Mundiales, fue una luz que iluminó el camino. En palabras de Robert Schumann, esta integración económica sentaría “las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz”. La seguridad económica está por tanto muy lejos de las Cuatro Libertades que dieron lugar al proyecto europeo: la libertad de circulación de mercancías, servicios, personas y capitales.

Actualmente, la UE empieza a hablar el “lenguaje del poder”, adentrándose en la geopolítica y utilizando el comercio y la tecnología a tal fin. Si bien ha habido intentos previos infructuosos para lanzar este enfoque -como la Estrategia Global de la UE de 2016 de la que fuera alta comisaria para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini-, ha sido la autoproclamada “Comisión geopolítica” de Ursula von der Leyen la que ha encaminado a la UE en dicha dirección.

¿Qué significa seguridad económica?

Recientemente, la UE ha decidido emprender una Estrategia Europea de Seguridad Económica, evaluando el riesgo para la economía comunitaria con arreglo a una lista de tecnologías críticas, tras la decisión de los Países Bajos de imponer controles unilaterales a las exportaciones de materiales para la fabricación de semiconductores. La UE también ha acordado un Instrumento Contra la Coerción para dotarse del poder necesario para lanzar medidas de respuesta para combatir la coerción económica tras el bloqueo arbitrario de China a los productos lituanos después de que el país decidiera abrir una Oficina Económica y Comercial en Taipéi.

Es importante mencionar que la mayoría de las estrategias anteriormente mencionadas no se refieren a ningún país en concreto, por mucho que China sea claramente el “elefante en la habitación”. Esto no es baladí porque denota un reconocimiento por parte de la UE de que se enfrenta a desafíos en múltiples frentes, evitando un enfoque específico determinado por las circunstancias.

En su lugar, está empezando a aceptar una visión estratégica a largo plazo para su seguridad económica que aspira a dejar atrás las malas prácticas de cualquier rival. No obstante, siendo realistas, las estrategias identifican a Rusia, China y Corea del Norte como los desafíos más acuciantes.

Cabe destacar que la Estrategia Europea de Seguridad Económica hace referencias directas a la inteligencia compartida entre los Estados miembros en materia de seguridad económica y a la iniciativa de filtrado o screening de la UE de las inversiones extranjeras directas que las empresas europeas realicen fuera del mercado único. He aquí un resultado concreto de la estrategia de alto nivel.

Con todo, tal y como han apuntado no pocos expertos, este enfoque no ha sido perfecto. La UE sigue describiendo a China como un “socio de cooperación y negociación”, un “competidor económico” y un “rival sistémico”. Aunque dichos términos representan el deseo de matizar y adquirir un compromiso responsable, lo cierto es que resultan altamente confusos a la hora de trazar nuevas estrategias y políticas.

Semejantemente, pueden encontrarse lagunas en la Brújula Estratégica (Strategic Compass) de la UE. Este concepto, que simboliza la voluntad de la UE de hablar el lenguaje del poder, quedó prácticamente obsoleto de inmediato al no ser actualizados de forma significativa sus contenidos y su visión general tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. La Brújula denota un cambio de actitud, pero también una preocupante necesidad de amoldarse a la actualidad, así como un enfoque concreto y adaptado a competidores como Rusia y China.

Si bien algunos Estados miembros navegan las aguas de la seguridad económica a través de medidas restrictivas de las exportaciones contra China y Rusia, la falta de coordinación entre ellos constituye un motivo de preocupación. Los Países Bajos han tomado la iniciativa con sus recientes controles a las exportaciones, limitando la capacidad de China para acceder a materiales clave para la fabricación de chips. Alemania, que mueve ficha con mayor lentitud, también ha anunciado una nueva “Estrategia hacia China” que busca reducir dependencias innecesarias de rivales estratégicos. Avanzar al mismo ritmo es uno de los principales motores para propiciar una estrategia integrada de seguridad económica, pero otros Estados miembros siguen mostrando diferencias drásticas en su aproximación al país asiático; Francia, a modo de ejemplo, evita reconocer en público la amenaza y Hungría no la ve en absoluto como tal.

Dicho esto, no podemos ser excesivamente críticos. Al fin y al cabo, la UE no fue diseñada como un ente geopolítico y para tomar cualquier decisión geopolítica de peso ha de alcanzar un acuerdo entre 27 Estados miembros con intereses distintos, una tarea que dista mucho de ser sencilla.

El camino a seguir

El camino recorrido hasta la fecha es de una relevancia mayúscula, pero apenas es un primer paso. Y aunque la seguridad económica es solo una de las dimensiones de la seguridad política, hemos de actuar en aquellos ámbitos limitados en los que la UE tiene un verdadero mandato para actuar y, por el momento, estos no incluyen la seguridad nacional.

Aunque se abre una nueva era en la política exterior de la Unión, no debemos confundir el de-risking con el proteccionismo. El de-risking versa sobre cómo garantizar materiales esenciales para la seguridad nacional, no los típicos productos orientados a los consumidores. Para la UE, el de-risking tiene dos autoridades: por un lado, la de la competitividad económica, que emana de Bruselas y, por otro, la de la seguridad nacional, que emana de los Estados miembros.

Con el de-risking, la UE tiene la oportunidad de alinearse y comprometerse en mayor medida con aliados afines, como lo son EEUU, Canadá y Australia. Los órganos centrados en misiones como los Consejos de Comercio y Tecnología UE-EEUU o UE-India, y los acuerdos que conceden la condición de libre comercio a minerales críticos y demás productos clave, son dos formas en las que la UE puede reforzar sus partenariados tecnológicos.

La seguridad económica no se construirá desde el aislamiento, sino desde una mayor coordinación de las cadenas de suministro estratégicas, el intercambio de información sobre las exposiciones de los mercados de cada país a los rivales estratégicos de la UE y, en particular, la integración de las cadenas de suministro más críticas en una alianza de mercado segura y fiable.

La UE se está transformando a nivel filosófico, político, económico y diplomático. Y el papel de la Comisión y de los Estados miembros está siendo reimaginado, siendo este un cambio no sólo temporal sino necesario. Igualmente importante es que la UE no actúe de forma unilateral respecto de las competencias de los Estados miembros sino que ejerza una fuerza vertebradora, sorteando la competencia con las grandes potencias trabajando codo con codo con sus aliados occidentales.


Tribunas Elcano

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