La crisis Siria reafirma la centralidad energética de Oriente Medio

La crisis Siria reafirma la centralidad energética de Oriente Medio

El pasado 23 de agosto se cumplieron 40 años desde el comienzo de la primera crisis del petróleo, originada por la decisión de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (que incluía a los países árabes de la OPEP junto a Irán, Túnez, Egipto y Siria) de cortar el suministro a los países que apoyaron a Israel en la Guerra del Yom Kippur, que enfrentó precisamente a Siria y Egipto con Israel. Desde entonces, todos los aumentos importantes y sostenidos en el tiempo de los precios del crudo (y por extensión del gas) por causas geopolíticas se han producido en Oriente Medio: la crisis del 79, la guerra Irán-Irak y la guerra y posterior invasión de Irak.

Desde 2011, Oriente Medio y el Norte de África han concentrado la prima de riesgo geopolítica. La Primavera Árabe ha propinado repetidos embates al mercado del petróleo, desde los temores de interrupción del Canal de Suez en los primeros compases de la revolución egipcia (ahora renovados) al colapso de la producción libia (también de vuelta), pasando por los ataques terroristas a la planta argelina de In Amenas; pero también ha hipotecado la política energética de los grandes productores del Golfo, como Arabia Saudí, que ahora cuentan con menos margen de maniobra fiscal y precisan un rango de precios más alto para garantizar el equilibrio presupuestario y externo. El embargo a Irán y sus amenazas de bloquear el Estrecho de Ormuz sacudieron los precios del crudo a finales de 2012 y principios de 2013. Todo ello con el trasfondo de un Irak afectado por diferencias sectarias y territoriales que imposibilitan desarrollar el potencial petrolero del país.

En el verano de 2013 se han sucedido la crisis de Egipto –con ataque terrorista fallido a un buque en el Canal de Suez incluido–, el recrudecimiento de la violencia y los sabotajes en Irak, y el hundimiento de la producción libia por las huelgas, los sabotajes y la actuación de las milicias que, encargadas de proteger las instalaciones, en ocasiones parecen más bien tenerlas secuestradas. Finalmente, la amenaza estadounidense de atacar al régimen de Al Assad dio un impulso adicional a los precios del crudo, que se situaron en máximos del año y cerca de los niveles alcanzados en los primeros meses de la Primavera Árabe, para relajarse cuando el ataque dejó de parecer inminente.

Las cuentas en barriles son fáciles de ajustar: 1,2 millones de barriles diarios fuera del mercado por el embargo a Irán, otros tantos por la caída de la producción en Libia, 250.000 barriles menos por la situación iraquí (incluyendo inoportunas tareas de mantenimiento) y una caída de la producción siria de unos 350.000 barriles diarios desde el inicio de las revueltas contra Al Assad. En total, suman unos 3 millones de barriles menos en el mercado.

Es obvio que lo que ha alertado a los mercados no es la caída de la ya reducida y embargada producción siria por un ataque eventual, sino su reverberación en la región, tanto en productores como Irak e Irán como en países de tránsito como Egipto y Turquía. La crisis siria pone de nuevo de manifiesto la centralidad de la región de Oriente Medio y Norte de África en la geopolítica mundial de la energía. La zona alberga más de la mitad de las reservas probadas mundiales de crudo y algo menos de las de gas natural, más de la tercera parte de la producción mundial de petróleo, y la tercera parte de la producción de gas natural.[1]

Estas cifras muestran las limitaciones de la revolución no convencional norteamericana para alcanzar un objetivo irrealizable como el de la independencia energética. A título comparativo, las previsiones apuntan que la producción estadounidense de petróleo aumentará en 2013 y 2014 en unos 800.000 barriles diarios, gracias básicamente al crudo no convencional.[2] Estas cifras indican que EEUU no tiene actualmente la capacidad de sustituir la producción perdida en Libia, Irán, Siria e Irak. Sólo Arabia Saudí tiene la capacidad ociosa para equilibrar los mercados antes disrupciones de este calibre, como ha venido haciendo sistemáticamente en los últimos años.

Aunque EEUU podría ser autosuficiente en petróleo ya en algunos de los próximos meses, eso no le hace ni mucho menos independiente frente a la evolución de Oriente Medio, una confusión que surge de ignorar la profunda interdependencia que caracteriza a los mercados energéticos mundiales.[3] Con toda su revolución no convencional, los precios del West Texas, el crudo de referencia en EEUU, se han disparado con cada riesgo geopolítico tanto, y a veces más, que los del Brent de referencia en Europa. La eventualidad de un ataque a Siria, cuya producción ha podido caer a apenas 20.000 barriles diarios, y que no exporta un solo barril desde hace meses, hizo aumentar los precios mundiales del crudo en casi un 10%, también para EEUU. Los precios del crudo son globales y la prima de riesgo geopolítico que irradia de Oriente Medio se transmite inmediatamente a todos los países consumidores aunque no importen petróleo de la región. La mejor prueba es que el mero anuncio de que el ataque parecía posponerse hizo bajar con fuerza los precios del petróleo

Por ello, independientemente de que el ataque a Siria se produzca o no, la comunidad internacional afronta un escenario de alta incertidumbre geopolítica que se traduce en una gran volatilidad de los precios y que se prolonga desde 2011. Algunos analistas temían que un ataque a Siria pudiera ocasionar ataques al Canal de Suez o más sabotajes en Irak. Desgraciadamente, ambos riesgos son endógenos y no necesitan de ataque exterior alguno para materializarse, como se ha visto en las últimas semanas. Es previsible que las sacudidas geopolíticas de Oriente Medio sigan afectando a los mercados y manteniendo los precios del crudo en una franja semejante a la de los últimos años, entre los 90 y los 130 dólares por barril, aunque pueda haber picos esporádicos y mayores niveles de precios si la situación en algún productor o país de tránsito clave sigue deteriorándose.

Es posible que tras relajarse la tensión los mercados energéticos sigan a Siria desde el retrovisor, centrándose en la evolución de Egipto, Libia o Irak, así como en las posibles respuestas de Irán a un embargo que empieza a afectar a su economía de manera casi irreversible. En todo caso, hay un relativo consenso en que los fundamentales del mercado no explican el actual nivel de precios y que la prima geopolítica está sumando entre 10 y 20 dólares al precio del barril. Aunque la situación no es comparable a la que inició la primera crisis del petróleo hace ahora 40 años, su epicentro es el mismo que ha marcado la geopolítica mundial de la energía desde entonces. No hay lugar para la independencia energética (ni económica) en un mercado global, y menos cuando éste está liderado desde la región geopolíticamente más compleja del mundo, que además cuenta con Arabia Saudí como único productor de último recurso capaz de estabilizarlo. Pueden cambiar las simetrías, pero el eje permanece como una realidad estructural de la economía mundial.


[1] Datos para 2012 de BP Statistical Review of World Energy, junio de 2013.

[2] US EIA (2013), “Short-term energy outlook”, 6/VIII/2013.

[3] Una aclaración más extensa de esta extendida confusión entre independencia y autosuficiencia se desarrolla en Gonzalo Escribano (2012), “Shifting towards what? Europe and the rise of unconventional energy landscapes”, ARI nº 82/2012, Real Instituto Elcano.