El futuro del gas natural licuado en Estados Unidos y la seguridad energética en la Unión Europea

Foto tomada a través de una alambrada de la terminal de exportación en la planta de licuefacción de gas natural licuado Cameron en Hackberry, Louisiana (EEUU). En el centro se observa una bandera estadounidense gigantesca en medio de dos maquinarias de palas de construcción
Terminal de exportación en la planta de licuefacción de gas natural licuado Cameron en Hackberry, Louisiana (EEUU). Foto: Shealah Craighead - Trump White House Archived (Dominio público)

El 26 de enero, la Administración Biden anunció que el Departamento de Energía suspenderá temporalmente la concesión de nuevas autorizaciones para la exportación de Gas Natural Licuado (GNL) a países con los que Estados Unidos (EEUU) no mantiene un Tratado de Libre Comercio (TLC). El objetivo de esta moratoria es actualizar los criterios administrativos para los nuevos proyectos, endureciendo los requisitos medioambientales y de seguridad energética nacional. Pese a la creciente importancia geopolítica y comercial del GNL estadounidense, esta decisión no debería tener un efecto significativo en la seguridad energética de la UE al no alterar el desarrollo de nuevos proyectos a corto plazo. Más bien, puede servir para mejorar el perfil medioambiental del shale gas (también conocido como fracking)y el GNL en EEUU, dotando de mayor resiliencia a los flujos gasistas en el Atlántico Norte.

Para la relación energética transatlántica es fundamental que EEUU ponga límites al efecto medioambiental de su sector petrolero y gasista (…)

A pesar de las indudables implicaciones internacionales, se trata de una medida dirigida principalmente a la audiencia estadounidense y en clave electoral. Por un lado, refuerza el perfil climático de Joe Biden después de un mandato marcado por la ambivalencia. EEUU exportó hidrocarburos en máximos históricos (ver Figura 1 para el gas), pero también aprobó la Inflation Reduction Act (IRA), el plan de inversión en tecnologías descarbonizadas más importante de la historia, y se reincorporó al Acuerdo de París. Por otro lado, transmite a su potencial electorado el mensaje de que se priorizará un precio asequible de la energía frente a los intereses empresariales asociados a las exportaciones de GNL. Desde las crisis del petróleo de los años 70, una parte importante de la población en EEUU asocia las exportaciones de hidrocarburos con un incremento de los precios en el mercado doméstico. Además, la Administración Biden se desmarca de las posiciones del cada vez más probable candidato republicano, Donald Trump, quien ha recuperado el viejo eslogan petrolero “drill, baby, drill” para resumir la que sería su política energética en la próxima legislatura. Trump ya ha anunciado que aprobará el primer día de su mandato todas las autorizaciones ahora suspendidas, convirtiendo las exportaciones de GNL en uno de los temas centrales del debate político estadounidense en las últimas semanas.

En cualquier caso, esta decisión no tendrá un efecto significativo durante la presente década y, paradójicamente, podría acelerar el desarrollo del GNL en los próximos años. La pausa en nuevas autorizaciones no afecta a ninguno de los proyectos operativos en EEUU, ni tampoco a ninguno de los que se encuentran actualmente en construcción. De hecho, esta decisión tampoco afectará a una decena de proyectos para exportar GNL que no han comenzado su construcción ni cuentan con decisión final de inversión, pero sí han recibido la autorización del DOE en los últimos años, como la polémica terminal de GNL en Alaska o uno de los proyectos más grandes del mundo, Driftwood LNG de Tellurian. La suspensión afecta a 16 proyectos, muchos de ellos en un estado inicial de su desarrollo y ninguno con decisión final de inversión. Solamente algunos de ellos habían firmado acuerdos de compraventa de gas natural, elemento esencial para obtener financiación, sin que ninguno hubiera cerrado el 50% de su capacidad total. Algunas de las terminales en construcción podrían verse beneficiadas por esta decisión, al absorber parte de los contratos firmados por los proyectos cuyo proceso de autorización ahora se encuentra suspendido.

De igual modo, esta suspensión temporal no afecta el mapa geopolítico del GNL ni limita el ascenso de EEUU como potencia energética global. Solamente con las plantas en construcción, EEUU alcanzará una capacidad de 160 millones de toneladas anuales (mtpa), convirtiéndose para el final de la década en el mayor exportador de GNL del mundo, por delante de Qatar (120 mtpa), Australia (92 mtpa) y Rusia (41mtpa) (Figura 2). La medida afecta principalmente a proyectos cuya entrada en operación estaba programada para la década de los años 30. Teniendo en cuenta su ciclo de vida de más de 25 años, el objetivo de la Administración Biden es iniciar en EEUU un debate estratégico sobre el futuro del gas natural a largo plazo y en el marco del objetivo nacional de alcanzar las emisiones cero netas para 2050. Esta pausa ya ha generado resistencias dentro del propio Partido Demócrata, especialmente entre los representantes de las regiones donde la industria petrolera es más importante. Los defensores del GNL alegan su potencial para desplazar al carbón (teóricamente más contaminante), expandir el acceso a la energía en países en desarrollo y reforzar la seguridad energética de los aliados de EEUU. Sus detractores, sin embargo, temen que las actuales inversiones en infraestructura gasista retrasen el despliegue de las alternativas renovables en el futuro.

Implicaciones para la UE

EEUU se convirtió en 2023 en el mayor exportador de GNL del mundo y más del 90% de las exportaciones fueron a países sin TLC (incluida la UE), por lo que esta decisión tiene implicaciones relevantes para el futuro del mercado internacional del gas natural. La UE ha triplicado las importaciones de GNL estadounidense desde la invasión rusa de Ucrania y se espera que esta tendencia continúe conforme se completen las construcciones de nuevas terminales de licuefacción en el golfo de México y de regasificadoras en Alemania, Italia, Francia y los Países Bajos. La Administración Biden ha asegurado que la pausa en las autorizaciones no afectará a la seguridad energética de sus aliados, en un claro mensaje para la UE, cuya seguridad de suministro de gas natural está ahora estrechamente ligada a las exportaciones de EEUU.

Uno de los principales objetivos de esta pausa es mejorar las credenciales medioambientales del GNL norteamericano, desde la fase de producción del shale gas y sus problemáticas fugas de metano, hasta la fase de licuefacción de las propias terminales. La Administración Biden es consciente de que la sostenibilidad es el talón de Aquiles de la revolución del petróleo y gas de esquisto que ha vivido EEUU en las últimas dos décadas. Para ello ha desarrollado una intensa agenda política a nivel nacional e internacional para tratar de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la imagen internacional del sector. En un momento en el que el futuro del gas fósil como vector de la transición energética está en duda, grandes productores como Noruega o Qatar están reduciendo la intensidad de carbono de sus operaciones para competir en los mercados más exigentes como el de la UE. Para la relación energética transatlántica es fundamental que EEUU ponga límites al efecto medioambiental de su sector petrolero y gasista, alineándolo con sus compromisos climáticos internacionales. No obstante, serán las elecciones presidenciales estadounidenses las que verdaderamente determinen, además de muchos otros dosieres estratégicos, el nivel de cooperación en materia de energía y clima entre Washington y Bruselas.


Tribunas Elcano

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