Argelia no es Venezuela

Argelia no es Venezuela. Refinería de Sonatrach en Arzew (Argelia). Foto: Maya-Anaïs Yataghène (CC BY 2.0).
Refinería de Sonatrach en Arzew (Argelia). Foto: Maya-Anaïs Yataghène (CC BY 2.0).

Argelia y Venezuela han estado en el foco de los analistas desde el inicio de la caída de precios en 20141. La falta de diversificación económica durante los años de precios altos y la ausencia de reformas ante el contra-choque petrolero de los últimos años los convirtieron en candidatos al colapso económico primero y político después. Aunque odiosa como todas, la comparación entre ambos mono-productores es un clásico de la literatura sobre el rentismo petrolero. Sin embargo, a la entrada de 2018 los dos países presentan perspectivas cada vez más divergentes. No sin dificultades y riesgos latentes, Argelia ha capeado los años de precios más bajos y, contra todo pronóstico, Abdelaziz Bouteflika afronta el año con la vista en las presidenciales de 2019. En cambio, Nicolás Maduro ha llevado a Venezuela a una crisis humanitaria (y energética) y ha desmantelado la industria petrolera, por lo que apenas cuenta con margen ni base para aprovechar la recuperación de los precios.

Frente a la continuidad deteriorada argelina, la degradación de la situación política y social en Venezuela y el declive de la producción petrolera del país apenas tiene precedentes. Tras alcanzar un pico de 3,5 mbd (millones de barriles diarios) en 1998, un año antes de la llegada de Hugo Chávez al poder, la producción de petróleo de Venezuela se desplomó en noviembre de 2017 a apenas 1,8 mbd, mínimos desconocidos desde 1985 con los que ni siquiera puede ya cumplir su cuota OPEP (1,97 mbd). Las previsiones para 2018 plantean pérdidas de producción de entre 100.000 y 300.000 barriles diarios. En escenarios de colapso político y social, podrían retirarse del mercado casi el doble de barriles.

“Argelia necesita atraer inversiones para desarrollar sus recursos de hidrocarburos, pero la apertura y modernización del sector presenta muchas resistencias”.

Evidentemente, la situación de Argelia presenta incertidumbres políticas y económicas muy altas. Pero las profecías más catastrofistas sobre la repetición de la guerra civil que siguió al contra-choque petrolero de la segunda mitad de la década de 1980, los posibles escenarios egipcios de golpe de Estado o la difusión de los conflictos de países vecinos no se han materializado. Por el contrario, se ha instalado una especie de continuidad deteriorada por los bajos precios del crudo, algo aliviada últimamente por su recuperación.2 Durante los últimos años, los equilibrios macroeconómicos argelinos se han deteriorado significativamente, pero el gobierno ha sido capaz hasta la fecha de evitar una crisis de insolvencia como la de 1986-1988. El coste ha sido agotar su fondo petrolero y buena parte de sus reservas de divisas y limitar el crecimiento económico. Pero como el país contaba con un colchón financiero acumulado durante los años de bonanza, hasta la fecha ha podido evitar un recurso masivo a la deuda externa.

Los presupuestos de 2016 y 2017 se situaron al límite de la ortodoxia y el recurso al proteccionismo contuvo a duras penas el desequilibrio exterior y el drenaje de divisas. Prepararon así el cambio de ciclo político-fiscal previsto por el presupuesto aprobado para 2018, necesariamente expansivo para asegurar un buen resultado en las elecciones presidenciales de 2019 y, en su caso, justificar que Bouteflika opte a un quinto mandato pese a su estado de salud. Este giro de estrategia tiene sus riesgos: la expansión fiscal prevista para 2018 deberá financiarse mediante el recurso a la denominada financiación no convencional (en realidad, imprimir billetes), lo que incluso bajo la supervisión del banco central y el gobierno probablemente llevará a un aumento de la inflación y a la financiación de proyectos de baja rentabilidad.

La reversión de algunas de las (tímidas) medidas de austeridad llega en un momento relativamente más favorable a la economía argelina que el de los presupuestos anteriores. La subida del precio del petróleo beneficia especialmente a Argelia porque, a diferencia del de Venezuela, su petróleo es de alta calidad, dulce y ligero, y en los últimos meses viene beneficiándose de un premium considerable sobre el Brent. No obstante, la falta de inversiones en exploración y producción no permite detener el suave declive de su producción de petróleo ni acelerar la lenta recuperación de la producción de gas, mientras la demanda interna aumenta con fuerza y presiona a las exportaciones. Por ello, junto a la gestión macroeconómica en año preelectoral, las expectativas para 2018 están puestas en la esperada nueva ley de hidrocarburos. Argelia necesita atraer inversiones para desarrollar sus recursos de hidrocarburos, pero la apertura y modernización del sector presenta muchas resistencias.

El gobierno argelino podría caer en la ilusión de que la recuperación de precios le exime de las reformas económicas, sobre todo de las energéticas, lo que prolongaría el estado estacionario en que se encuentra el país. Por ello es importante que desde Europa se ofrezcan estímulos políticos y económicos para avanzar en dichas reformas, dotando de visibilidad, pero también de mayor contenido a las relaciones con Argelia. Después de la paralización del desmantelamiento arancelario previsto en el acuerdo de libre comercio y en un contexto de renegociación de los contratos de gas del país con sus principales clientes europeos, desde la perspectiva económica resulta clave trazar un horizonte claro a las relaciones bilaterales. España es uno de los Estados miembros más interesados en asegurar perspectivas europeas de futuro tanto al gas argelino como a una relación comercial estable e intensa. De ahí la importancia otorgada a ambos elementos, energía y economía, en la VII Reunión de Alto Nivel Argelia-España celebrada en Argel el 3 de abril.


1 Este comentario re-elabora el epígrafe del mismo título incluido en el ARI Energía en 2018: aceleración geopolítica, más OPEP+ y Trump año II.

2 G. Escribano (2017), “Algeria: global challenges, regional threats and missed opportunities”, en K. Westphal y D.R. Jalilband (eds.), The Political and Economic Challenges of Energy in the MENA Region, Routledge, Oxford.