Una primera lectura política del terremoto en Turquía y Siria

Post 02082023 Nunez Terremoto Turquía Siria

Ante una tragedia humana de la magnitud que acaba de provocar el terremoto registrado en la zona fronteriza entre Turquía y Siria no debería caber duda de que la prioridad absoluta tiene que estar centrada en el auxilio a las víctimas. En primera instancia se trata básicamente de salvar a las personas que aún están bajo los escombros, enterrar dignamente a las fallecidas, atender física y mentalmente a las heridas y, posteriormente, aunar esfuerzos para la reconstrucción y recuperación de unas zonas devastadas no solo por el seísmo sino también por el abandono y la violencia. Pero al margen de lo que dicta la más elemental ética universal y las obligaciones propias de todo Estado afectado de ese modo, es inmediato entender que son los factores políticos los que van a determinar en gran medida cómo reacciona cada uno de los actores llamados a responder.

Así, mientras Turquía declaró de inmediato un estado de alerta de cuarto nivel, lo que implica una llamada internacional de ayuda; Siria no ha hecho lo propio. En el primer caso, con un país inmerso ya en una campaña electoral, el terremoto puede convertirse para Recep Tayyip Erdoğan en una formidable palanca para renovar su cargo presidencial otros cinco años o en su entierro definitivo. Ni los antecedentes en la respuesta a otras catástrofes ni la situación actual parecen favorecer a un candidato que ya ha agotado gran parte del capital acumulado en sus primeros 10 años de mandato –como el responsable de la salida de la crisis con la que arrancó el siglo y la mejora de bienestar del conjunto de la población–. Con el añadido de su deriva autoritaria, Erdoğan es consciente de que las críticas a su gestión ponen en peligro su sueño de celebrar el próximo año el centenario de la creación de la Turquía moderna desde el palacio presidencial.

Por eso, con intención de dar la vuelta a lo que muestran actualmente las encuestas, lo que cabe esperar es que se vuelque totalmente en “vender” la respuesta al terremoto como un ejemplo de eficacia del aparato estatal que preside, activando todos los mecanismos a su alcance. Sorprende, en todo caso, que todavía no haya echado mano de las Fuerzas Armadas en mayor medida y preocupa abiertamente que haya declarado un estado de emergencia para los tres próximos meses, lo que justifica como una forma de facilitar las labores de respuesta a las personas damnificadas, como si no fuese, asimismo, un instrumento adicional para seguir dificultando la labor de quienes se atreven a oponerse a sus designios. Así pueden percibirlo tanto la coalición de seis partidos opositores que se han unido con vistas a la convocatoria del próximo 14 de mayo, como el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) –tercera fuerza parlamentaria y ubicado ideológicamente en la izquierda democrática pro kurda–, que está sometido a una causa judicial que apunta a su ilegalización por supuestos vínculos con el Partido de los Trabajadores Kurdos (calificado también como terrorista por la UE y por EEUU) incluso antes de la convocatoria electoral.

Por su parte, el régimen sirio vuelve a dar señales claras de su oscurantismo. En unos casos su actitud se explica por su escasa voluntad para atender a aquella parte de su propia población que ha mostrado un claro rechazo a un gobierno genocida. Pero por otra es el simple resultado de su incapacidad para saber lo que ocurre en el interior de unas provincias (especialmente Idlib y Alepo) que está lejos de controlar de manera efectiva. De momento, Damasco se resiste a permitir la entrada de ayuda más allá del paso fronterizo de Bab Al Hawa, prácticamente colapsado en la actualidad, dificultando aún más la atención a una población que ya sufría dramáticamente las consecuencias de una guerra que se prologa desde hace 12 años.

Mientras tanto, visto desde el exterior ya se vislumbran los diferentes alineamientos de actores que se aprestan a concretar su nivel de ayuda en función de cálculos de naturaleza más geopolítica o geoeconómica que simplemente humanitaria. Eso explica que solo Rusia, Argelia y Emiratos Árabes Unidos anuncien el envío de ayuda a Siria, a donde están llegando muchos menos medios y efectivos, ante el temor de verse afectados por la violencia que diversos grupos armados, como Hayat Tahrir Al Sham y otros, están planteando en las zonas que controlan, y ante la escasa confianza que genera el propio régimen. Por el contrario, son muchos más los envíos a Turquía, en una secuencia en la que, mirando más allá del impulso humanitario, es inmediato detectar el interés que pueden tener países como Finlandia o Suecia para desatascar el bloqueo impuesto por Ankara a su ingreso en la OTAN, o el de EEUU y los Veintisiete en la misma línea. Como en tantas otras ocasiones, también aquí asistimos a una instrumentalización de la ayuda de emergencia, en la que igualmente cabe incluir a la propia Ucrania, que se ha mostrado dispuesta a enviar equipos de ayuda a una Turquía que pretende inclinar en su favor, tanto para poder sacar sus cereales por el Bósforo y los Dardanelos como para que deje de contemporizar con Moscú.

En todo caso, visto desde la perspectiva de las personas damnificadas, bienvenido sea todo apoyo si finalmente sirve para aliviar el sufrimiento.


Imagen: Los restos del derrumbado Galeria Business Center en Diyarbakır, Turquía. Foto: Mahmut Bozarslan (Voice of America), via Wikimedia Commons.