Tolstói para analistas internacionales 

Retrato de Lev Tolstói en blanco y negro escaneada de los archivos de prensa de la agencia ITAR-TASS

Una serie de referencias literarias, tomadas de Guerra y paz de Lev Tolstói, insertas en el marco de la invasión de Rusia por las tropas napoleónicas en 1812, pueden sernos de utilidad para comprender la postura de Rusia en el conflicto en Ucrania. En principio, podría parecernos chocante, pues el territorio de la Federación Rusa no fue invadido por una potencia extranjera en febrero de 2022, pero la evolución del conflicto está acentuando la imagen de “una guerra existencial y de civilización”, que Moscú está ofreciendo al pueblo ruso. 

La mayoría de los grandes escritores rusos del siglo XIX fueron críticos con los poderes temporales y espirituales de su tiempo, tan compenetrados que no siempre era sencillo diferenciarlos, y Tolstói fue quizá el principal de esos críticos, aunque ello no le impidió denunciar la incomprensión, por no decir marginación, de Occidente respecto a Rusia. Muy significativo es este pasaje del primer capítulo del epílogo de Guerra y paz: “La historia moderna ha situado en sus finalidades, o sea el bien del pueblo, francés, inglés o alemán, y en la abstracción más superior, el bien del género humano, entendiéndose generalmente como tal los pueblos que ocupan un pequeño espacio noroccidental de un gran continente”. El escritor parece decirnos que Occidente no sólo no comprende la civilización rusa, sino que pretende moldear a Rusia a su manera. 

Desde esta perspectiva, el país de mayor extensión territorial del mundo no constituiría una amenaza para nadie, sino que tiene derecho a defenderse por los condicionamientos de su geografía que ha llevado a otros países a invadirlo. En consecuencia, la guerra en Ucrania sería para Moscú una nueva versión de lo sucedido en 1812 y 1941, con las invasiones desencadenadas por Napoleón y Hitler. Cobra fuerza el llamamiento a salvar una patria en peligro, sobre todo por el hecho de que Ucrania formó parte en otro tiempo del Imperio zarista y de la Unión Soviética. En tales circunstancias, todo estaría permitido, tal y como demuestra este fragmento del capítulo primero de la tercera parte de Guerra y paz: “Imaginaos que dos hombres que, de acuerdo con todas las reglas de la esgrima, se baten en un duelo a espada; el combate se prolonga; de pronto, uno de los adversarios, al sentirse herido, comprende que no se trata de un juego, sino de su vida, y abandona entonces la espada, empuña el primer garrote que encuentra a mano y comienza a usarlo contra su enemigo…”. 

Según Tolstoi, los franceses eran el adversario que exigía una lucha de acuerdo con las reglas de la esgrima, pero los rusos se sintieron obligados a sustituir la espada por el garrote para no ser derrotados. Napoleón quedó desconcertado ante esta actitud, pues sus campañas se habían basado hasta el momento en batallas decisivas seguidas de la ocupación de la capital del país enemigo, con lo que el gobierno se veía obligado a capitular y aceptar las condiciones de paz del vencedor. El zar Alejandro I y el mariscal Kutúzov, principal responsable de las operaciones militares, tenían una educación europea y conocían perfectamente las leyes de guerra del momento, aunque ninguno de ellos hizo nada para evitar una guerra de desgaste. Dice al respecto Tolstói: “El garrote de la guerra popular siguió levantándose y abatiéndose con toda su fuerza terrible y majestuosa, y sin tener en cuenta gustos y reglas, con ingenua sencillez, pero con total racionalidad y sin pararse a pensar en nada, siguió golpeando a los franceses hasta acabar con el invasor”. 

Los historiadores siempre han subrayado que en 1812 se produjo una guerra defensiva, en la que los rusos combatían encarnizadamente, con tácticas de tierra quemada, favorecidas por las altas temperaturas invernales, y en la que no se luchaba en campo abierto porque no había que dar ninguna oportunidad a los invasores franceses. Era una guerra en la que se jugaba el destino de Rusia. Del mismo modo se quiere presentar ahora la guerra en Ucrania. Una de las armas del conflicto de 1812, y del actual, es el transcurrir del tiempo, no sólo por la llegada del “general invierno” sino también por la acción de una guerra de desgaste que contribuya a la desmoralización del adversario y apague sus ilusiones de una victoria sobre Rusia. 

Por lo demás, Tolstói señala también en su novela que la guerra de 1812 fue “una guerra de escitas”, los habitantes de las estepas que vivieron principalmente al norte del mar Negro y en el Cáucaso septentrional entre el siglo IX a. de C. y el siglo IV de nuestra era. Los escitas practicaban con el enemigo una estrategia de desgaste. Permitían que se adentrara en su territorio y tuviera que extender sus líneas de aprovisionamiento para finalmente derrotarlos con tácticas de ataque y huida. Es lo que hicieron también los rusos con los franceses. Según el filósofo francés de origen ruso Michel Eltchaninoff, Putin practicaría una estrategia escita. 

Rusia juega con la evocación de las fechas históricas de 1812 y 1941, pero hay otras dos fechas con las que Moscú no querría sentirse identificado: 1904 y 1917, que corresponden a las derrotas de los ejércitos zaristas en las guerras contra Japón y Alemania. Estas derrotas contribuyeron al deterioro del régimen y a su posterior caída: primero llegó la revolución de 1905 y luego la de 1917. El sentimiento de derrota hizo mella tanto en el ejército como en la sociedad. Lo relató muy bien un escritor de la época soviética Valentín Pikul (1928-1990) en su novela Tengo el honor (1986), que se refería a la guerra rusojaponesa, aunque no pocos lectores relacionaron la obra con la intervención militar de la URSS en Afganistán. En la citada novela un oficial del estado mayor ruso se avergüenza de su uniforme y prefiere salir a la calle vestido de civil. Otros militares, que quedaron inválidos o mutilados, aseguran que han sido víctimas de accidentes y tratan de ocultar su participación en la guerra. 

Las fechas históricas y heroicas sólo llegan a ser tales cuando los hechos se ajustan a la realidad, y no al contrario.


Imagen: retrato de Lev Tolstói escaneada de los archivos de prensa de la agencia ITAR-TASS. Fuente: Octubre CCC (Dominio público)