¿Brexit o Bremain? Una decisión con consecuencias para todos

(*) Publicado el 23/5/2016 en Bez.es.

En el horizonte ya otea el 23 de junio, fecha en la que se celebrará el referéndum en el que los ciudadanos británicos decidirán con su voto si su país sigue formando parte de la Unión Europea o no. Dicho plebiscito, el tercero en un país de la Unión sobre cuestiones relativas al proyecto comunitario en los últimos seis meses (tras Dinamarca y Países Bajos), tendrá consecuencias importantes independientemente del resultado. En estos momentos, el resultado está muy reñido, si bien según los agregadores de encuestas de The Economisty de The Financial Times los partidarios del Bremain, o permanencia del Reino Unido en la Unión Europea vencerían. Para ayudar a los indecisos, que hoy se sitúan entre el 15% y el 20% de los potenciales electores, ambas campañas están utilizando todos los argumentos a su disposición.

Así, los partidarios del Bremain, liderados por el Premier David Cameron, recientemente convertido en ferviente europeísta, están centrándose en la búsqueda de apoyo internacional y en la conquista del lado pragmático de los británicos. Han logrado por el momento posicionamientos favorables tanto del FMI y del G20 como de líderes internacionales como Barack Obama o Justin Trudeau. Varias instituciones nacionales, como el Tesoro o el Banco de Inglaterra, también han manifestado el grave impacto que tendría para la economía británica un Brexit, o salida del Reino Unido de la UE, llegando a cuantificarse pérdidas por valor de 4.300 libras por familia y año.

“Quienes están a favor de la salida buscan el favor de los ciudadanos a partir de la ilusión que da el saberse ante una oportunidad probablemente única..”

En el lado contrario, en el de los favorables al Brexit, se ha denunciado la campaña a favor del Bremain como una especie de conspiración que buscaría condicionar el voto de la ciudadanía mediante lo que han denominado como el Project Fear (o “proyecto miedo”). Lo cierto es que la campaña pro-Brexit cuenta con más dinero, con el liderazgo del antiguo alcalde Londres, Boris Johnson (quien recientemente ha comparado a la UE con la Alemania de Hitler), y también con apoyos internacionales, que van desde el del candidato republicano Donald Trump a la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen. Quienes están a favor de la salida buscan el favor de los ciudadanos a partir de la ilusión que da el saberse ante una oportunidad probablemente única, aunque al mismo tiempo, han de luchar para ser creíbles ante la incertidumbre que se plantea en caso de su victoria.

Quedarse

Porque la realidad es que, si los ciudadanos deciden quedarse finalmente, las consecuencias de ello parecen más o menos claras: entrará en vigor el acuerdo de febrero entre los Jefes de Estado y de Gobierno de los 28 y al Reino Unido se le aplicarán todas las medidas ahí acordadas, incluyendo el opt-out al principio de ever closer union y la puesta en marcha del freno de emergencia. Según este mecanismo, durante 7 años los ciudadanos comunitarios que vayan a trabajar a las islas no disfrutarán de la totalidad de las prestaciones sociales, cuestión que tenía por objetivo último limitar la migración, cosa que parece harto difícil que logre en cualquier caso.

Irse

La cuestión está en si deciden salir. Ahí la situación no está tan clara en absoluto, ni para el propio Cameron (que posiblemente se viese obligado a dimitir, y ahí podría emerger la figura del ya citado Johnson, que en gran parte cimenta su oposición a Cameron en las ganas de sustituirle al frente de un partido conservador ciertamente desgarrado), ni para el Reino Unido y sus relaciones con una Unión Europea de la que ya no sería parte. Para empezar, debería activar el artículo 50 del Tratado de la Unión, un artículo que se incorporó con la revisión de Lisboa, y según el cual la salida de un país de la UE ha de negociarse con el resto de los Estados miembros.

‘Affaire’ UE-UK

En paralelo, el Reino Unido deberá definir cómo relacionarse con la Unión Europea en adelante. Esto no parece especialmente sencillo por lo anunciado recientemente por el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, quien ha dicho expresamente que “los desertores (en referencia a los británicos en caso de Brexit) no serán bienvenidos con los brazos abiertos”. En cualquier caso, el resultado de esta negociación bien podría ser una de las siete alternativas (incluyéndose la vía noruega o suiza) que plantea el prestigioso jurista comunitario Jean-Claude Piris en su informe del pasado mes de enero para el Centre for European Reform. No obstante, al margen de la nueva relación que se establezca entre el Reino Unido y la UE, que podría tardar en acordarse hasta nueve años, según cálculos de la Cámara de los Lores, habría que ver las consecuencias prácticas que tendría de forma inmediata la salida. Sin duda las tendría para el Reino Unido, pero también para la Unión Europea. 

Consecuencias

Para el Reino Unido, esto supondría, fundamentalmente, una incertidumbre enorme en términos económicos, sociales y políticos. Los británicos dejarían de tener acceso al mercado Interior (y en caso de no ser así, habrían de aceptar la normativa comunitaria sin tener capacidad decisoria, incluyéndose entre esta normativa la libre circulación de personas, además de seguir aportando presupuestariamente). Por otra parte, la City podría perder su preeminencia en el sistema financiero internacional, y en caso de darse, ello conllevaría la pérdida de hasta 100.000 empleos, según un reciente informe de PwC.

Asimismo, existen dudas sobre qué pasaría con los británicos en el exterior, que probablemente perderían su condición de ciudadanos europeos, al no ser ya ciudadanos de un Estado de la Unión. Al mismo tiempo, esto tendría un impacto similar en el Reino Unido, donde residen millones de europeos. De igual forma, tampoco se sabe bien qué sucedería con aquellos británicos que trabajan en las instituciones comunitarias. ¿Perderían sus empleos?

Más grave si cabe es la posible descomposición del Reino Unido tal y como lo conocemos hoy, como ya señalaba David Cameron en su discurso del 9 de mayo pasado en el Museo Británico. La líder del SNP escocés, Nicola Sturgeon, ya ha anunciado en repetidas ocasiones la posibilidad de la celebración de un nuevo referéndum en Escocia si los británicos optan por la salida. La justificación estriba en el mayor sentimiento europeísta de los escoceses.

Para la Unión Europea, la situación no sería mucho mejor. La UE perdería a su segunda potencia económica y la quinta mundial, al país que supone más del 20% de la totalidad de los presupuestos de Defensa de los países de la UE, su población pasaría a suponer el 6,1% mundial, en lugar del 7% actual, y, en definitiva, la capacidad de moldear la globalización se vería muy disminuida tras la salida de un país mucho más asertivo que la mayoría de los comunitarios y que es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del G7 y del G20.

De igual forma, la UE perdería un contrapeso liberal interno a los otros grandes países que han liderado el proyecto comunitario, Francia y Alemania. Por último, pero no menos importante, es probable que la salida del Reino Unido, en lugar de provocar una mayor integración del resto, supusiese todo lo contrario, y más en un escenario en el que el euroescepticismo se consolida en Europa oriental y amenaza con hacer lo propio en Europa occidental. Los resultados electorales, los datos de los eurobarómetros y las decisiones de la ciudadanía en los últimos plebiscitos celebrados apuntan hacia esa tendencia. Un Brexit podría, por tanto, provocar en última instancia un “Nexit” (salida de los Países Bajos), un “Frexit” (salida de Francia) o una respuesta similar. Y eso, sin duda, sí que podría suponer el fin de la Unión Europea como proyecto político.

Salvador Llaudes
Investigador, Real Instituto Elcano
| @sllaudes