Rusia y la guerra en Libia (ARI)

Rusia y la guerra en Libia (ARI)

Tema: El desarrollo de la guerra en Libia no se puede entender sin explicar los intereses y la posición política de Rusia respecto a este conflicto.

Resumen: Uno de los acontecimientos recientes más importantes que ha tenido lugar y que parece que influirá seriamente en las relaciones internacionales es la guerra en Libia. Los agentes exteriores más destacados están siendo países de la UE, EEUU y la OTAN. Mientras tanto, Rusia ha quedado desplazada a un segundo lugar, aunque su no imposición de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y sus livianas críticas a la intervención extranjera en el país, no le restan cierto protagonismo. En este ARI se estudian las bases de la posición rusa en la guerra de Libia y se apuntan ciertas tendencias en su política exterior y en su posición futura en las relaciones internacionales.

Análisis

Las relaciones ruso-libias
Durante los años 90 Libia padeció un aislamiento internacional como consecuencia de las sanciones aprobadas por la ONU. Sin embargo, a principios de la década pasada cambió de actitud hacia el exterior e inició unos cambios para integrarse en los medios internacionales. La nueva política libia se caracterizó por la renuncia a sus planes de creación de armas de destrucción masiva y la lucha contra el terrorismo internacional. El punto de inflexión en las relaciones internacionales de Trípoli se encontró en abril de 2004, cuando Washington anuló parcialmente las sanciones contra Libia e, inmediatamente, inició nuevas vinculaciones económicas, destacando las petroleras. Siguiendo esta tendencia, en 2006 Washington abrió canales diplomáticos directos con Libia y eliminó a este país del listado de los promotores del terrorismo internacional. Con el paso hacia delante dado por EEUU, la UE inició también el mismo camino apuntado por Norteamérica y comenzó a extender sus relaciones con Libia, en especial en el sector energético, pero también en el de venta de armamento.

En el caso de Rusia la situación ha sido un poco diferente. Durante la etapa soviética, Trípoli y Moscú mantuvieron unas relaciones estrechas, producto de las que la mayor parte del armamento libio era soviético. Sin embargo, esta buena posición se encontró eclipsada por el consentimiento ruso a la imposición de sanciones a Libia por la ONU. En este contexto, a finales de los años 90 Rusia inició algunos acercamientos a Libia, aunque poco fructuosos.

Sólo con la llegada a la presidencia de Vladimir Putin los contactos mutuos se acentuaron. De hecho, en 2000 el ministro de Asuntos Exteriores libio visitó Moscú y en ese mismo año entró en funcionamiento un acuerdo intergubernamental sobre energía. En 2001 el ministro de Asuntos Exteriores ruso llegó a Trípoli y trató de ampliar el abanico de colaboraciones, pero los resultados fueron prácticamente inexistentes. Sólo con el cambio de actitud norteamericana Rusia acentuó sus relaciones con Libia, pero no dejaron de ser escasas.

En 2006, se trataron de estimular las relaciones bilaterales, pero sólo con la visita oficial de Putin en abril de 2008 se pensó en una aceleración sustancial en las relaciones mutuas. Los resultados formales de la visita fueron muy brillantes y las expectativas sobre el desarrollo futuro de las relaciones mutuas de gran alcance. Se llegó a un acuerdo de condonación de la deuda libia que ascendía a 4,5 millones de dólares a cambio de encargar varios pedidos voluminosos a empresas rusas, entre ellas de armamento. Asimismo, se acordó facilitar la entrada a empresas de energía rusas en el país. No obstante, ciertas sombras aparecieron en la visita del presidente ruso. En concreto, se subrayó por la parte rusa sólo cancelaría la deuda a Libia progresivamente y en la medida en que se cerraran contratos en firme con las empresas rusas, mostrando un escepticismo respecto a que Trípoli cumpliese los acuerdos firmados o llevase a término la voluntad manifestada.

Los intereses de Rusia en Libia
Los primeros acuerdos rusos-libios firmados en 2000 condujeron a establecer una colaboración mutua en tres tipos de proyectos: (1) el centro de investigaciones nucleares de Tadzhura; (2) la ampliación de la central térmica de Trípoli-Oeste; y (3) la construcción del gasoducto Homs-Trípoli. Estos eran proyectos de colaboración aislados que explican el aumento de las exportaciones rusas a Libia. De hecho, mientras que en 1999 estas ventas fueron de 2,4 millones de dólares, durante los siguientes seis años y en términos medios anuales se vendió por valor de 68,7 millones de dólares. Se debe destacar que durante ese período las compras rusas en Libia fueron prácticamente nulas.

En el ámbito de hidrocarburos los resultados obtenidos por las empresas rusas se pueden calificar de muy modestos. En primer lugar, destaca el caso de la empresa petrolera rusa Tatneft’. En 2005 esta empresa sólo consiguió una concesión de extracción de petróleo de los varios ofrecidos, siendo las empresas norteamericanas las grandes vencedoras, seguidas de las europeas y de algunas asiáticas. Posteriormente, en 2006, esta misma empresa ganó tres concesiones para extracción de petróleo. Tatneft’ ha invertido en estos proyectos unos 260 millones de dólares, de los que 43 millones fueron en 2009.

Por su parte, Gazprom consiguió una concesión en 2006 y otra en 2007, pero como en este último año el paquete ofrecido por Libia fue de un total de 12, se pueden calificar los logros de la empresa rusa de poco brillantes. Las dificultades de Gazprom para penetrar en el mercado libio las ha tratado de paliar a través de elaborar accesos indirectos. En concreto cabe destacar dos vías. En primer lugar, en 2007 Gazprom obtuvo el 49% de una concesión para la exploración geológica de hidrocarburos en dos bloques (C96 y C97) y realizó extracciones en nueve yacimientos petroleros, cuyas concesiones las obtuvo a través de un intercambio de activos que realizó la empresa rusa con la alemana BASF. En segundo lugar, a principios de 2011, Gazprom estaba a punto de concluir negociaciones con la italiana Eni para participar en el consorcio que explotaría el proyecto Elefant, que fueron interrumpidas por el inicio de la guerra en Libia. La limitada proyección de Gazprom en este país norteafricano se puede valorar mejor si se compara con las ambiciosas propuestas iniciales de esta empresa rusa. En concreto, Aleksei Miller planteó a Muamar el Gadafi una colaboración sobre energía a largo plazo en la que Gazprom compraría a precios competitivos todo el volumen de gas y petróleo producido por Libia para ser exportado, teniendo como referencia los hidrocarburos extraídos por la Compañía Nacional de Petróleo de Libia y debiéndose iniciar las negociaciones concretas julio de 2008.

Simultáneamente, otras compañías rusas han tratado de introducirse en el mercado libio de hidrocarburos, pero sin éxito. Russneft’ inició contactos, TNK-BP pretendió acceder al yacimiento petrolero de Sarir, Novatek rechazó participar en los concursos gasista libios por razones económicas y Lukoil se labró tensiones con el gobierno libio cuando se arrestó a un directivo de esta compañía rusa acusado de espionaje industrial, que le hicieron desistir de participar en proyectos en ese país.

Otro de los ámbitos en los que se han desarrollado contactos ha sido en la venta de armamento. En 2008 se firmaron contratos por valor de cerca de 2.000 millones de dólares y se estaban discutiendo propuestas por valor de cerca de otros 2.000 millones de dólares. Entre los acuerdos firmados destacaba la creación de una empresa que fabricase armas de fuego y municiones, así como otra dedicada al mantenimiento, reparación y producción de repuestos, especialmente para tanques soviéticos T-72 (Libia disponía de unas 200 unidades, pero el objetivo esencial era modernizar 145 tanques), aunque también para otros modelos como T-54/55 (500 unidades) y T-62 (100 unidades), así como la venta de seis aviones de entrenamiento Yak-130. Entre los contratos en curso de negociación destacaba la venta de 12 interceptores pesados Su-35, 36 vehículos con sistemas antiaéreos de tipo Pantsir-S1 o dos divisiones de sistemas antiaéreos S-300MPU-2. No obstante, en realidad, las negociaciones fueron excesivamente lentas, al tiempo que los contratos firmados se frenaron, debido a que Trípoli presentó una falta de voluntad real de cerrar contratos, combinado con las presiones ejercidas por países como Francia que también trataban de introducirse en este mercado de armas –a través de la venta, entre otros, de aviones Rafale–. Así pues, a finales de 2010 las compras libias de armamento sólo ascendían a unos cientos de millones de dólares.

El último bloque de intereses económicos rusos confirmado en la visita de Putin a Libia fue la construcción por una empresa rusa de una línea ferroviaria de alta velocidad entre Sirt y Bengasi por valor de 2,2 millones de dólares. Las obras ya se encontraban iniciadas en 2010, se extenderían durante unos cuatro años y darían trabajo a unas 3.500 personas.

En términos globales se puede obtener una apreciación de los intereses rusos en Libia a partir del comercio exterior mutuo. Durante el período 2006-2010 la zona del Magreb ha significado el 0,9% del comercio exterior ruso y dentro de éste Libia ha concentrado únicamente el 3,4% del comercio de la zona, siendo el país con menor volumen de transacciones. Además, el comercio ha consistido esencialmente en exportaciones rusas. De hecho, durante el mencionado quinquenio se vendió por valor de 815 millones de dólares (170,6 millones de dólares en 2010), mientras que importó durante ese período por un monto equivalente a 4,9 millones de dólares (150.000 dólares en 2010).

La posición de Rusia respecto a Libia
El aspecto más llamativo de la posición de Rusia respecto al conflicto libio ha sido la abstención en el Consejo de Seguridad respecto a la intervención internacional en ese país. Por supuesto, el uso del veto hubiese cambiado la situación en Libia. ¿Cómo se puede explicar este comportamiento? Tal como se ha apuntado más arriba, Moscú depositó ciertas esperanzas en ampliar su presencia en Libia porque significaba profundizar en tres dimensiones estratégicas, en concreto: (1) ganar influencia en el mundo árabe; (2) conseguir una mayor penetración en África subsahariana debido a las buenas relaciones de Trípoli con esa zona; y (3) utilizar los hidrocarburos libios para proyectarse sobre el mercado europeo, siendo esta actividad y la propia UE ámbitos prioritarios dentro de la política exterior rusa. Sin embargo, las expectativas se frustraron repetidamente tanto en el primer impulso diplomático realizado en 2005-2006, como en el segundo y de gran envergadura acometido en 2008 con la visita del propio Putin a Libia. De hecho, los intereses rusos en Libia inmediatamente antes de la guerra se habían desarrollado muy poco. Si bien es cierto que se había iniciado el proyecto de construcción de la línea ferroviaria, en el ámbito de la energía los resultados fueron muy modestos, siendo los más destacados los conseguidos con el apoyo de empresas europeas de Alemania e Italia, mientras que en la dimensión del armamento las ventas habían sido residuales.

La segunda faceta del comportamiento de Moscú respecto a la intervención exterior en Libia se ha limitado a constituirse en un simple espectador pasivo, emitiendo algunas críticas a la intervención de tropas extranjeras en Libia. Esta situación es más patente en la medida en que se consideran las afirmaciones del propio Putin del 23 de marzo de 2011, cuando afirmó: “La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para Libia es un documento deficiente. Lo permite todo. Se parece a un llamamiento medieval a realizar una cruzada. De hecho, autoriza la intervención extranjera en un país soberano”. En un sentido similar, el 13 de abril el presidente Dmitrii Medvedev criticó la extralimitación en la ejecución de la resolución de la ONU que estaba teniendo lugar y apuntó que se estaba generando una peligrosa tendencia en las relaciones internacionales. No obstante, estas consideraciones obviaban la peculiaridad de que Moscú, con su no-veto, permitió esa anomalía y, por añadidura, posteriormente no ha presionado para que se contemplase explícitamente el seguimiento de la ejecución de la mencionada resolución de la ONU.

En tercer lugar, Moscú se ha alineado con el resto de países de los BRIC, que en una cumbre que tuvo lugar a mediados de abril analizaron la situación de conflictividad en Oriente Medio y destacaron que la resolución 1975 debía ser cumplida en los términos en los que se había aprobado y sin realizar interpretaciones más allá de aquello que se había acordado. Sin embargo, no se adoptó ningún tipo de acción conjunta concreta, situación más relevante en la medida en que tanto Rusia como China poseen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El resultado de esta decisión de Moscú pone de manifiesto su inhibición del conflicto libio y, por ende, de sus resultados. En caso de que Gadafi gane la actual guerra civil se reproducirá una situación de aislamiento de este país y Rusia retrocederá los pocos pasos que había avanzado hasta finales de 2010. En el caso de que la oposición libia gane, entonces, al no haber participado Rusia en la contienda, será excluida en el reparto de posguerra. Es decir, en cualquier de las situaciones Rusia será expulsada del futuro de este país y, por tanto, serán eliminadas todas las ventajas estratégicas anteriormente apuntadas relacionadas con intensificar las relaciones con Libia.

Los límites de la política exterior rusa
¿Por qué se ha adoptado la posición actual por parte de Rusia? En efecto, la ausencia de fuertes intereses económicos constituye una dimensión explicativa nada desdeñable. Sin embargo, esta visión se debe completar con las expectativas de influencia futura en ese país y la visión estratégica exterior del Kremlin. La conducta de Moscú se ha sustentado en una apreciación política de que Libia constituye un área de influencia de la UE. En este contexto, se puede interpretar que el Kremlin está operando un cambio en su visión política de proyección hacia el exterior, en concreto, primando la faceta europea frente a la asiática. En este sentido, la dirección política puede estar considerando que el futuro del país pasa por un acercamiento a “Europa” y, por este motivo, se ha optado por desempeñar un papel secundario, dejando a los europeos (y norteamericanos) que desarrollen cualquier tipo de actuaciones en Libia. En efecto, si esta posición diplomática se consolidase en el futuro, se abren las puertas a nuevas formas de colaboración entre la UE y Rusia.

¿Tenía y presenta Rusia opciones alternativas a la posición adoptada? Una opción para Moscú sería la no utilización de su capacidad de veto y su participación en una fuerza internacional de intervención en Libia, colaborando con Europa, EEUU y la OTAN. La ventaja de esta opción sería que en el momento en que Gadafi perdiera la guerra, Rusia participaría en el reparto derivado de la victoria, al tiempo que le hubiese permitido un acercamiento a la UE dentro del supuesto enfoque europeísta de la política exterior rusa. No obstante, esta vía presentaba graves inconvenientes. En primer lugar, la obsolescencia del armamento, junto con los problemas organizativos del ejército ruso; en segundo lugar, las reticencias derivadas de la guerra de Afganistán de los años 80 sobre la participación las intervenciones militares no vinculadas estrechamente a los intereses considerados como estratégico; y, en tercer lugar, a las dificultades para coordinarse con EEUU o la OTAN.

Otra vía hubiese sido el uso de su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta opción hubiese permitido a Moscú obtener una credibilidad frente a Gadafi, que nunca recuperó desde el momento en que tuvo una connivencia con las sanciones aplicadas a Libia en los años 90. Adicionalmente, le hubiese permitido ampliar sustancialmente sus accesos a los yacimientos gasistas y petroleros del país. Por supuesto, esta opción le hubiese generado fricciones con EEUU, el Reino Unido y Francia, pero no con Italia y Alemania. Es decir, que sus tensiones con la UE podrían haberse amortiguado al encontrarse ésta dividida y porque las percepciones e intereses de los países miembros son distintas y no se encuentran coordinadas, tal como queda patente respecto a la propia guerra de Libia.

Por añadidura, las iniciativas de Moscú respecto al conflicto libio posteriores a la resolución de la ONU se han encontrado prácticamente ausentes. Incluso países como Irán y Venezuela han lanzado la idea de actuar como mediadores, mostrándose más activos que la propia Rusia. Por otra parte Moscú podía haber articulado alguna coordinación diplomática con China, siempre poco proclive a la intervención en asuntos internos políticos de otros países, pero tampoco ha sabido hacerlo, ni de manera bilateral ni dentro del supuesto foro internacional en que se pretende transformar las reuniones de los BRIC.

Conclusiones: Rusia se ha inhibido de la intervención en Libia porque sus intereses económicos eran muy marginales y porque asume que se trata de un área de influencia occidental (EEUU y Europa). Este comportamiento conduce a Rusia, independientemente del resultado de la guerra en Libia, a ser excluida de ese país norteafricano y, por ende, a ver frenados sus intentos de consolidarse en esa área geográfica. Por tanto, las consecuencias a corto y largo plazo de la actitud diplomática de Rusia en Libia le supondrán graves perjuicios.

Aquello que llama la atención es que el comportamiento de Moscú no parece que haya sido valorado positivamente por la UE y, por tanto, que Rusia pueda ser objeto de ser compensada o que esta posición del Kremlin pueda llegar a constituirse en un eslabón en el estrechamiento en las relaciones entre ambas partes. Así pues, la guerra en Libia pone de manifiesto los graves problemas que padece la diplomacia rusa que bien ha sido superada por las circunstancias, bien ha presentado una parálisis digna de reseñar, o bien está pretendiendo realizar una apuesta política (acercamiento a la UE) con discutibles expectativas de futuro. Por tanto, la política exterior rusa sigue sin conseguir establecer a ese país en clave de problemas internacionales ni en pieza para su resolución. El resultado se está manifestando en un desplazamiento de Rusia de los conflictos claves internacionales, tal como ha ocurrido en la península de Corea, en el conflicto iraní y en las convulsiones en el mundo árabe. Esta tendencia está definiendo cada vez más a Rusia como una potencia regional alejada de sus pretensiones de alcance mundial.

Antonio Sánchez Andrés
Departamento de Economía Aplicada, Universidad de Valencia