La Constitución iraní: un círculo vicioso

La Constitución iraní: un círculo vicioso

Tema: Irán vuelve a atraer la atención internacional dada la proximidad de las elecciones generales del 20 de febrero y el duro enfrentamiento entre moderados y conservadores.

Resumen: El rechazo por parte del Consejo de Guardianes de la mitad de las 1.700 candidaturas reformistas (concretamente 877 candidatos), entre las que figuran 80 legisladores y diputados y dos vicepresidentes del Parlamento (Mohammad Reza Jatamí, hermano del presidente, y Behzad Nabaví, quienes hace poco habían reclamado medidas de democratización en una carta dirigida al Guía Espiritual, el ayatollah Jameneí) ha causado un duro e intenso enfrentamiento entre el gobierno moderado de Mohammad Jatamí y el ala conservadora del régimen de la República Islámica de Irán. Dicho enfrentamiento dura ya varias semanas y ha provocado numerosas dimisiones entre miembros reformistas del gobierno, que exigen, al igual que el propio presidente Jatamí, unas elecciones “limpias, libres y competitivas”.

Análisis: El enfrentamiento que tiene lugar entre moderados y conservadores desde la descalificación del Consejo de Guardianes de los representantes reformistas para las próximas elecciones generales de febrero era previsible. Desde las elecciones de 1997, en las que el reformista Mohammad Jatamí fue elegido presidente por una amplia mayoría, el enfrentamiento con el ala conservadora no ha cesado. Aunque en aquel momento las condiciones sociales parecían favorables, todos los intentos posteriores del presidente para realizar sus proyectos de reforma se han encontrado con obstáculos casi siempre imposibles de superar.

La razón fundamental de la imposibilidad del presidente para conseguir sus objetivos se encuentra en la propia Constitución, y concretamente en su artículo 93, el cual establece que “el Parlamento Islámico no tiene validez legal sin la existencia del Consejo de Guardianes, salvo en la aprobación de la acreditación de los candidatos y la elección de los 6 juristas del Consejo de Guardianes”. Por tanto, no sorprende la enorme presión que ha ejercido dicho Consejo sobre el gobierno reformista. Las funciones y poderes del Consejo de Guardianes se establecen en el mismo artículo de la Constitución, en el que se dice que “con el objeto de salvaguardar los mandatos del Islam y la Constitución en caso de divergencia entre las leyes aprobadas por el Parlamento Islámico y dichos mandatos, se crea un consejo llamado Guardián, compuesto por: 1) seis Foqaha-ye Adel [ecuánimes expertos en el conocimiento de la ley islámica] conocedores de las necesidades y problemas del momento, cuya elección es a cargo del Guía [o Vali-ye Faqi, que es el jefe supremo de la comunidad, y cuyos decretos se consideran divinos y por tanto infalibles]; y 2) seis juristas expertos en distintas ramas del derecho, escogidos entre juristas musulmanes y presentados por el jefe del poder judicial al Parlamento Islámico, quien los elegirá por votación”. Ante semejantes poderes que se le otorga al Consejo de Guardianes directamente por el Guía Jameneí, el presidente Jatamí nunca ha logrado que sus proyectos de ley sean aprobadas por el Parlamento, de ahí sus continuos fracasos en conseguir las libertades que prometió, no sólo en su primer mandato a partir de 1997, sino al volver a arrasar en las elecciones municipales de 1999 y las parlamentarias de 2000.

El verdadero desencanto de sus partidarios tuvo sus comienzos cuando el guía Jameneí tomó el mando al contemplar cómo las instituciones democráticas apoyaban cada vez más el impulso reformador del presidente reelegido. En este empeño por frustrar las aspiraciones progresistas de Jatamí, Jameneí ha apoyado sin dudarlo al Consejo de Guardianes. Los numerosos intentos de presentar la reforma de la ley electoral por parte de Jatamí y disminuir así el control del Consejo de Guardianes han tenido una dura respuesta por parte de éstos, mediante el rechazo de muchas candidaturas reformistas. Pero la insistencia del presidente en su deseo de unas elecciones libres y justas no parecen convencer al pueblo que está cansado de ver cómo proyectos como el de la reforma de la ley de prensa, el de la adhesión de Irán a las convenciones internacionales de derechos de la mujer o el de la prohibición de la práctica de la tortura han sido cuestionados y rechazados sistemáticamente por el Consejo de Guardianes. Tampoco parece sorprenderle ya al pueblo iraní el rechazo del Consejo a los proyectos de ley que aumentarían las competencias del presidente y reformarían la ley electoral. Por otra parte, la población iraní no se está tomando muy en serio las amenazas del presidente Jatamí de dimitir conjuntamente con su gobierno si el veto del Consejo de Guardianes seguía contra los reformistas, pues considera que la no participación en las elecciones no cambiaría la situación actual de modo significativo. Buena parte de la población iraní, al igual que el vicepresidente Sattarifar, cree que: “si el gobierno entiende que no puede cumplir con sus responsabilidades, como defender el derecho de la nación a desarrollar elecciones libres, entonces no hay razones para mantenerse en el poder”.

Entre tanto, la sentada de unos 80 diputados en el interior del Parlamento y la negativa en un primer momento del Guía a intervenir en la crisis no han mejorado la situación, y el propio presidente Jatamí llegó a pedir la intervención del Guía Jameneí para aplazar o anular las elecciones. Por su parte, el Guía Jameneí, tras reunirse con el presidente de la República y el jefe de la autoridad judicial, el conservador Mahmud Hashemí Shahrudí, ordenó a cuatro ministros del gobierno que resolvieran de forma urgente la crisis política. Este hecho ha aumentado la apatía de los iraníes, que han visto una vez más cómo los conservadores intervienen en los asuntos del gobierno reformista, llevando la crisis a su terreno; la apatía que, por otra parte, debieron tener muy presente los miembros del Consejo de Guardianes cuando rechazaron las candidaturas reformistas para dejar patente la debilidad de éstos.

De producirse el éxito de los conservadores en los próximos comicios –que finalmente se llegarán a celebrar por orden de Jameneí–, una reacción violenta por parte de los ciudadanos sería inesperada, aunque la situación de calma en la que viven puede verse afectada por los acontecimientos de los próximos días. Sean cuales sean los resultados de los futuros comicios, un hecho es indiscutible y es el éxito político de los conservadores, que no sólo han provocado una crisis, sino que la han conducido magistralmente a su campo para resolverla con sus propias reglas y dejando patente la importancia de la supremacía de la Velayat-e Faqih (el poder del Vali-ye Faqih o Guía Espiritual) de Jameneí y los seis expertos del Consejo de Guardianes presentados y apoyados por él.

Necesidad de revisar la Constitución
Otro punto a tener en cuenta es la insistencia de algunos dirigentes en la necesidad de revisar la Constitución. Recientemente el ayatollah Seyyed Yalal-e-Din Taherí, miembro de la Asamblea de Expertos de la Constitución, declaró que “la única solución para resolver esta crisis es que el Guía Supremo ordene la revisión de la Constitución”.

Después de la muerte del ayatollah Jomeiní, el Guía de la Revolución, los conservadores presentaron el proyecto del gobierno islámico al Consejo de Discernimiento (cuya función es de discernir en los casos en los que las leyes aprobadas por el Parlamento no sean aceptadas por el Consejo de Guardianes por considerarse contrarias a la ley islámica y a la Constitución; su Jefe Supremo es el Guía quien elige a todos los miembros) pidiendo el establecimiento de un régimen califal cuyo jefe eligiera personalmente a todos los miembros del gobierno. El proyecto no tuvo gran acogida en su momento, pero a la hora de la revisión de la Constitución los conservadores lograron un aspecto fundamental del citado proyecto al ampliar las competencias del Vali-ye Faqih, y mientras tuvieron mayoría en el Parlamento, concedieron al Consejo de Guardianes el derecho de “vigilancia aprobatoria”, sometiendo de este modo el ámbito electivo de la República a la intervención de los seis miembros nombrados por el Guía. En estos momentos, la exigencia por parte de los moderados se centra en este aspecto de la Constitución. El sometimiento de los miembros elegidos al visto bueno del Consejo no había presentado ningún problema hasta la llegada al poder de los moderados. Hasta entonces la línea política seguida por el gobierno, el Consejo de Guardianes y el Guía era la misma. Las continuas controversias surgidas entre los miembros electos y los miembros nombrados mostraron la realidad, no sólo al pueblo iraní sino a los propios reformistas.

En los últimos siete años de gobierno reformista, los conservadores han resuelto tanto las crisis del gobierno como las parlamentarias recurriendo en todas las ocasiones al Guía. La actuación de los conservadores por tanto no es en absoluto nueva. Las numerosas protestas estudiantiles, la condena a muerte del profesor universitario Agayarí, el encarcelamiento del antiguo alcalde de Teherán Karbaschí, la crisis en las elecciones del Sexto Parlamento, el cierre de unos ochenta periódicos y revistas y las continuas negativas del Consejo de Guardianes a todos los proyectos de cambio y democratización, sólo son algunos de los casos conocidos que han trascendido en Occidente, y en todos ellos la solución ha procedido del Guía Jameneí. La cuestión es si esa intervención continuará siendo la vía de solución para las futuras crisis, y si el pueblo quedará impasible viendo la actuación de los conservadores con tanta indiferencia y resignación como en estos momentos de la crisis.

De momento, el ayatollah Hossein Alí Montazerí, jefe de expertos en la redacción de la primera Constitución de la República Islámica, y máximo oponente al régimen en Irán, ha cuestionado la forma en que el Consejo de Guardianes ha ejercido su poder. Montazerí hace alusión al artículo 99 de la Constitución, que especifica las competencias del Consejo de Guardianes, explicando que la función de vigilar las elecciones precisamente significa impedir la influencia del poder ejecutivo en los procesos electorales, y nunca hay que interpretar que el Consejo puede determinar o asignar a los candidatos. No es la primera vez que el ayatollah Montazerí se opone al régimen en su conjunto. Sus diferencias con Jameneí le costaron cinco años de arresto domiciliario que terminó hace uno. Su participación activa en la política parece haberse retomado al entrevistarse hace unas dos semanas en su domicilio de Qom con el ministro alemán de Asuntos Exteriores, aunque no ha trascendido ninguna información sobre los motivos ni las conclusiones de esa entrevista, que, según el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, se ha realizado sin el consentimiento del Ministerio.

Irán y Estados Unidos
La posibilidad de una visita oficial de miembros del Congreso de Estados Unidos a Irán se ha mencionado en muchas ocasiones a lo largo de estos días en distintos medios de comunicación iraníes. Cierto es que las relaciones actuales entre Irán y Estados Unidos han cambiado. Después de la Revolución Islámica y la crisis de los rehenes de la Embajada estadounidense en Teherán estas relaciones se cortaron. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el presidente Bush incluyó a Irán en el eje del mal, acusándolo de colaborar con movimientos y organizaciones terroristas y de fabricar armas nucleares. Entonces las esperanzas de retomar unas relaciones cordiales y de llegar a un entendimiento se frustraron.

En octubre de 2003, cinco inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) realizaron dos viajes a Irán. Otros viajes se habían realizado anteriormente y habían durado 15 días, durante los cuales los inspectores habían visitado numerosas fábricas para elaborar un informe. Ya entonces Hasan Rohaní, secretario del Consejo Superior de Seguridad Nacional, declaró que el Guía no consideraba permisible desde el punto de vista de la sharía (ley islámica) el intento de conseguir armas nucleares, y que sobre esta base la producción de armas nucleares para una destrucción en masa nunca entraría dentro de la política de defensa y militar de Irán. En cualquier caso, el OIEA ha insistido reiteradamente en que Irán debe mostrar más transparencia acerca de sus actividades nucleares. Las acusaciones de su director, Mohamed El Baradei, en el mes de noviembre sobre la falta de transparencia en el programa nuclear de Irán, refiriéndose a los 18 años anteriores a la entrada de los inspectores, provocaron tensiones, llevando al gobierno a mostrar su insatisfacción por las presiones del OIEA y negando en todo momento las actividades de producción de uranio para usos armamentísticos. Durante los meses de noviembre y diciembre del año 2003, fueron muchas también las presiones de Estados Unidos al OIEA para dejar el asunto en manos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para así poder intervenir de manera más directa en la política que le interesaba seguir en aquellos momentos. Incluso después de que Irán firmara el protocolo adicional, Estados Unidos, por medio de su portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher, siguió advirtiendo que “la firma del acuerdo era sólo un paso hacia la resolución de las restantes preguntas abiertas sobre el programa nuclear de Irán”. El propio OIEA advirtió a Irán que si no cumplía con su compromiso de paralizar su programa nuclear, el asunto sería directamente llevado ante el Consejo de Seguridad. Esta insistencia de la administración Bush causó incluso la modificación de uno de los apartados del acuerdo para especificar que cualquier falta o negligencia por parte de Irán provocaría de modo automático el traspaso del problema al Consejo de Seguridad. Ante este empeño, las palabras del Guía han sido contundentes al afirmar que sí habría cooperación con el OIEA, mientras las intenciones de éste fueran de carácter técnico y por seguridad, pero que cualquier propósito de tinte político sería inadmisible.

Las recientes informaciones acerca del científico pakistaní Abd al-Qadir Jan, acusado de haber colaborado con Irán en su programa nuclear, son preocupantes. Es importante tener en cuenta que las investigaciones del gobierno pakistaní sobre la posible colaboración de sus científicos con otros países en programas nucleares comenzó hace unos dos meses, cuando el OIEA facilitó a Islamabad informaciones obtenidas sobre los programas nucleares de Libia e Irán.

Irán y Europa
Por ahora, Irán confía en que la intermediación de Europa pueda servir de ayuda para mejorar sus relaciones con Estados Unidos. El ministro de Asuntos Exteriores, Kamal Jarrazi, ha declarado hace poco en el Foro Económico Mundial de Davos que la Unión Europea puede jugar un papel importante en la mejora de relaciones entre los dos países, pues tiene una mayor comprensión con Irán al estar más cerca geográficamente. Quizá la cercanía de Europa no sea exactamente la razón de su capacidad para mediar entre Washington e Irán, sino la diplomacia preventiva que propone la doctrina del alto representante de la Unión Europea, Javier Solana. Esa “diplomacia preventiva” que se opone a la “acción o guerra preventiva” de Bush se refiere a políticas económicas, comerciales y de ayuda humanitaria, y es, además, la que ha empujado a Irán a aceptar las exigencias del OIEA.

De momento, y a pesar de las aparentes protestas del Guía, la política de la administración Bush ha provocado algunos cambios en la política iraní en relación a su programa nuclear y su supuesto apoyo a organizaciones terroristas. La mediación de Europa ha sido crucial para conseguir dicho cambio y España, con excelentes relaciones con ambos países, ha jugado un papel importante en el cambio de la política internacional de Irán.

Otros cambios se están produciendo en la visión política del pueblo iraní que, durante los últimos años, ha tomado conciencia de que las reformas sólo son posibles mediante elecciones libres, pero no las elecciones libres que reivindica el presidente Jatamí, sometido siempre a la autoridad del Guía, sino un referéndum para determinar el modo en que los ciudadanos prefieren que sea dirigido su país. Por ahora ha surgido una fuerza de oposición como resultado de esta crisis, fuerza cuyo objetivo es llegar a una verdadera democratización mediante la revisión de la Constitución y consiguiendo limitar tanto el poder de la Velayat-e Faqih como el del Consejo de Guardianes. Esta nueva oposición es consecuencia de una desconfianza irreversible en el actual gobierno y que, además, no está dispuesta a dar otra oportunidad a los reformistas, quienes, a pesar de sus amenazas de no participar en las elecciones, ya han cedido al mandato del Guía. Los próximos comicios se celebrarán el 20 de febrero y los reformistas participarán en ellos obteniendo, muy posiblemente, resultados desfavorables. De ocurrir esto, los conservadores habrán conseguido su objetivo de poner en evidencia la debilidad de los reformistas. En tal caso, y si los conservadores insisten en su política de ignorar la voluntad de los ciudadanos, tendrán que hacer frente a los deseos de democratización del pueblo, víctima de importantes problemas sociales como el paro, la droga, la pobreza, la corrupción y la constante violación de los derechos humanos. Es improbable que un pueblo en estas circunstancias permanezca indiferente por más tiempo. En estos momentos, los ciudadanos han tomado conciencia de algo importante que puede cambiar el destino de sus vidas y es que la Constitución iraní no defiende sus derechos como ciudadanos libres, y saben también que con su abstención pueden hacer tambalear los cimientos sobre los que se levantó la República Islámica. Muchos de ellos creen que si en 25 años los responsables del régimen no han podido cumplir los objetivos de la Revolución, es imposible que lo hagan de aquí en adelante.

Conclusiones: La crisis de las últimas semanas en Irán es el resultado de la invalidez de la propia Constitución iraní. Una amplia abstención en las próximas elecciones del 20 de febrero se podría interpretar como un rechazo de la población iraní a dicha Constitución y al orden establecido que impide su reforma. La crisis actual ha propiciado una reacción social que, junto con las presiones de la comunidad internacional, pueden provocar cambios muy significativos en el orden social y político de Irán. La posibilidad de una futura reacción violenta por parte de los ciudadanos es prácticamente nula, pues durante la crisis no ha tenido lugar ninguna protesta de carácter violento. Además, la única arma que el pueblo considera efectiva en estos momentos es no acudir a las urnas, el único medio pacífico de presión para el cumplimiento de la voluntad de muchos ciudadanos de separar la religión del Estado.

ADDENDA: Comentarios tras las elecciones del viernes 20 de febrero

Después de que el Consejo de Guardianes provocara las condiciones necesarias para disminuir el índice de participación en las elecciones del Mayles (Parlamento iraní), con la descalificación definitiva de más de 2.000 candidatos reformistas, originando así una crisis de gobierno, las elecciones tuvieron lugar finalmente el pasado viernes 20 de febrero.

Los resultados de dichos comicios no son todavía definitivos. Aun así, existen datos significativos que hacen posible una valoración inicial. Lo que sin duda es indiscutible es el fracaso rotundo de los reformistas. Es muy improbable que hubieran obtenido resultados favorables, incluso sin la descalificación de sus candidatos por parte del Consejo de Guardianes, pues habían perdido desde un principio el apoyo de sus partidarios, que se preguntan si alguna vez los reformistas tuvieron intención real de cambiar las cosas o simplemente eran la cara amable de un régimen caduco.

Aunque los medios de comunicación del régimen insistan en calificar las elecciones de justas y fiables, y anuncien un índice de participación del 60% en la capital, cuando el Ministerio del Interior rebaja esta cifra a un 33%; aunque algunos electores hayan votado para obtener el sello del colegio electoral y evitar así problemas administrativos y burocráticos en el futuro; y aunque otros hayan votado por considerarlo un deber islámico, el índice de participación ha sido en realidad bajo: en Teherán, entre un 10% y un 15% del censo. De momento el desacuerdo con los resultados oficiales ha provocado ocho muertos en enfrentamientos con la policía, en dos ciudades del sur.

Los resultados del recuento de votos hasta el momento vaticinan un dominio absoluto de los conservadores en el Parlamento. Los iraníes no han desistido en su deseo de democratización y son conscientes de que los conservadores pueden frustrarlos, pero confían al mismo tiempo en que las presiones internacionales, especialmente por parte de la Unión Europea, puedan impedir la marcha atrás que pretenden los conservadores en cuanto a las libertades individuales se refiere. Por otra parte, el pueblo iraní tiene puestas sus esperanzas en una mejora de la economía del país, que atraviesa una situación de estancamiento y carestía. Los conservadores tuvieron mejor política económica que los reformistas. Durante el gobierno de estos últimos, el sector de la construcción sufrió una parálisis que afectó negativamente a otros sectores de la industria y provocó un elevado índice de paro. Los iraníes confían en que habrá una liberalización de la economía promovida por los conservadores, que poseen una gran parte del capital iraní. Además, es muy probable que se intensifiquen las relaciones comerciales con el exterior en busca de una mejora de la política económica.

Se puede intuir cuál será la reacción de los conservadores ante los opositores que en estas últimas semanas han criticado duramente al régimen: de momento dos periódicos reformistas permanecen clausurados desde dos días antes de las elecciones por cuestionar la decisión del Consejo de Guardianes y la posible complicidad del Guía Jameneí en la toma de dicha decisión. Es posible que, para sorpresa de todos, los conservadores hayan aprendido en estos últimos dos meses que el pueblo ya no teme a la represión del primer periodo de la Revolución, y que igual que se enfrentó a los reformistas retirándoles su confianza, puede hacerlo de nuevo con los conservadores. Por otra parte, los conservadores tampoco podrán hacer oídos sordos a las exigencias de la Unión Europea al régimen iraní para que no siga violando los derechos humanos de los iraníes.

A pesar de su victoria en el Parlamento –que según el Guía Jameneí representa un duro golpe a los enemigos de la República Islámica– los conservadores se enfrentan a la difícil tarea de intentar buscar soluciones a tres problemas fundamentales: (1) la cuestión de las libertades individuales, donde es posible que surjan fricciones con el sector más radical, lo que podría provocar divisiones internas entre los propios conservadores; (2) los problemas socioeconómicos, principalmente la inflación y el paro, para lo que Irán deberá intensificar sus relaciones comerciales con el exterior y promover las industrias nacionales; y (3) las relaciones exteriores, como la toma de decisiones importantes para mejorar las relaciones con EEUU, cosa que algunos conservadores ven posible que ocurra. También tendrán que enfrentarse a las presiones que seguramente la Unión Europea ejercerá sobre el régimen islámico para que desista en sus actitudes nada democráticas.

Nadereh Farzanmnia
Profesora de Lengua y Literatura Persas e Islam en el Mundo Actual en la Universidad Autónoma de Madrid