Mensajes clave
- Los ataques israelíes contra Irán de octubre de 2024 hacían prever nuevas ofensivas sobre su sector energético y nuclear.
- Los embates contra el sector energético iraní parecen destinados a dañar su capacidad doméstica y no la de exportación, limitando el efecto en los mercados.
- Parece difícil que los ataques vayan a interrumpir el avance del programa nuclear iraní, especialmente sin ayuda estadounidense.
Análisis
1. Introducción
En octubre de 2024, Israel e Irán intercambiaron ataques aéreos sobre objetivos militares y civiles que no afectaron a la infraestructura energética iraní. El mercado energético reaccionó bruscamente al alza, como ahora, pero se estabilizó a medida que las partes escucharon las llamadas de desescalada y mostraron contención en sus ataques, sin incluir en ellos las instalaciones nucleares ni energéticas iraníes. Sin embargo, ya en nuestro análisis sobre los Escenarios de seguridad energética tras los ataques de Israel e Irán de entonces señalamos que esos objetivos ocuparían un lugar prominente entre los blancos de la siguiente escalada con un efecto incierto sobre los mercados energéticos y el desarrollo del programa nuclear iraní. Los ataques israelíes de junio de 2025 han confirmado los pronósticos incluyendo, además de las defensas iraníes, numerosos objetivos relacionados con sus programas de misiles y nuclear, así como algunas infraestructuras energéticas. El análisis expone primero la naturaleza de las recientes ofensivas cruzadas entre Irán e Israel para luego centrarse en su efecto sobre el sector energético y el umbral nuclear iraní.
2. Los ataques de junio
El ataque del 26 de octubre de 2024 demostró la capacidad aérea israelí para suprimir los radares y sistemas de defensa aérea iraníes y la consiguiente vulnerabilidad de las instalaciones nucleares y energéticas iraníes. Aunque entonces no se atacaron esas instalaciones, salvo casos puntuales, sí se neutralizaron sus defensas aéreas; por ejemplo, las de la refinería de Abadan, la mayor del país. Aprovechando esa superioridad, el ataque del 13 de junio de 2025 comenzó por las instalaciones del Centro Tecnológico Nuclear de Isfahán y las del Complejo de Enriquecimiento de Natanz, pero el día siguiente atacaron alguna de las infraestructuras energéticas más importantes, como la terminal de Asalouieh del campo de gas de South Pars, el depósito de combustible de Shahran y la refinería de Shahr Rey en Teherán.
Israel ha dispuesto en su ataque de su centenar largo de aviones F-15I Ra’am, la versión israelí del F-15 de Estados Unidos (EEUU) especialmente diseñada para ataques en profundidad (probada con la destrucción de una infraestructura nuclear siria en 2007 en la operación Orchard) y los más modernos F-35I Adir, apoyados por otro centenar de aviones de combate y repostaje en vuelo. Irán no dispone de aviación moderna y sólo ha podido responder con el lanzamiento masivo de misiles balísticos y de drones contra blancos militares, energéticos (Haifa) y civiles. Al igual que en octubre, las distintas capas del sistema de defensa aérea (Iron Dome, David’s Sling, Arrow 2 y 3, Thaad y C-dome) han sido capaces de interceptar la mayoría de ellos,[1] pero esta vez no han podido evitar que abrieran brechas en zonas residenciales como en el norte (Tamra y Haifa) y en el centro de Israel (Tel Aviv, Bat Yam, Rehovot, Ramat Gan y Rishon Lezion).[2]
Aprovechando su superioridad aérea, las ofensivas israelíes se han dirigido a gran parte de las bases de la fuerza aérea iraní (Amand, Bakhtaran, Tabriz, Hamedan, Teherán, Urmia, Isfahán y Shiraz) y las bases y depósitos de misiles (Kermanshah, Isfahán, Khorranabad, Teherán, Tabriz y Yazd).[3] Las acciones aéreas continúan arremetiendo contra estaciones de radar, como la de Piranshahr, plataformas de lanzamiento y depósitos de misiles para reducir la frecuencia y número de las andanadas de misiles balísticos y drones iraníes. Aunque no se sabe con exactitud de cuántos misiles balísticos dispone Irán y cuántos puede fabricar, se estima que de los aproximadamente 3.000 que tiene, sólo estarían en condiciones de alcanzar Israel unos 1.000 en las primeras semanas del conflicto,[4] lo que obliga a calcular el ritmo de lanzamiento si desea sostener la presión sobre los dirigentes y la población israelí. Mientras, la presión aérea israelí sobre las bases de lanzamiento y los depósitos ha reducido el número de lanzamientos diarios a la mitad de los que se enviaron en la primera andada iraní de respuesta (entre 100 y 200).
3. Impacto energético
En los ataques israelíes de octubre de 2024 la posibilidad de que Israel atacase el sector energético iraní tuvo un fuerte efecto sobre los precios del petróleo, disparando la denominada prima de guerra. Los precios subieron con fuerza hasta que las conversaciones entre EEUU e Israel descartaron primero una ofensiva sobre las instalaciones nucleares y, después, atacar las infraestructuras energéticas iraníes. El 13 de junio, los embates de Israel volvieron a impulsar el precio del Brent más de un 7%; los precios del gas natural también repuntaron, pero de manera más moderada, con los futuros del TTF de referencia en Europa subiendo casi un 4% en la jornada. Tras un fin de semana de ataques continuados, los mercados abrieron con nuevos repuntes que fueron revertidos conforme se comprobaba que los campos iraníes y las infraestructuras de exportación no se habrían visto afectadas por el momento.
Como se apuntaba en el Análisis citado, el escenario actual se corresponde con el de un ataque a las refinerías y otras infraestructuras de su sistema energético, infligiendo un serio daño a la economía iraní sin afectar, en principio, a sus exportaciones. A pesar de tener uno de los mayores sectores de refino de Oriente Medio, su antigüedad y las sanciones internacionales lo hacen poco eficientes y el país tiene que importar gasolina y padece continuas dificultades para abastecer de gas su sistema eléctrico. El ataque a las refinerías aumentará el malestar social y el riesgo de desabastecimiento que tanto preocupa a los iraníes. Dañar las infraestructuras gasistas también afectaría principalmente al suministro nacional de gas y electricidad, y eventualmente a Irak, que importa gas iraní.
En el momento de redactar este análisis, los daños en las infraestructuras energéticas iraníes parecen limitados. El 14 de junio se declaró un incendio en el depósito de almacenamiento de Shahran, que almacena combustible y petróleo para la cercana refinería de Teherán, pero ésta no se habría visto afectada y operaría con normalidad. Aunque el régimen se ha esforzado por asegurar que no hay problemas de suministro de combustible, tras los ataques del viernes 13 de junio se formaron grandes colas en las gasolineras iraníes. Además, Israel atacó con drones dos plantas de tratamiento de gas de los campos de la Fase 14 de South Pars[5] y de Fajr Jam, causando incendios que fueron contenidos, pero obligaron a la suspensión temporal de la producción de gas en ambos campos.
El escenario de ataques a los campos de petróleo y las infraestructuras de exportación de Irán supondría una escalada adicional con repercusiones globales. Cegar el principal ingreso de Irán aumentaría sus incentivos para perturbar el tráfico por Ormuz o atacar instalaciones energéticas en otros productores del Golfo, directamente o animando a algunos de sus proxies a hacerlo, como ya ha ocurrido en el pasado. Una escalada que afecte de lleno al sector energético tendría, por tanto, implicaciones globales en términos de fuertes subidas de la prima de guerra en los mercados de gas y petróleo. Supondría, además, una fuerte desestabilización geopolítica y económica del golfo Pérsico.
Por ahora parece primar el escenario de ataques selectivos a las instalaciones energéticas iraníes destinados a minar su sistema energético nacional, desde el suministro de combustibles al de electricidad y gas para los hogares. Los ataques se producen sobre unas infraestructuras obsoletas y mal mantenidas por la falta de inversión, las sanciones y la mala gestión, que apenas bastan para satisfacer la demanda. El efecto de nuevas ofensivas puede poner en riesgo el suministro, con el consiguiente aumento del malestar social y del daño a la economía. No obstante, mientras los daños se mantengan limitados y los ataques no persigan el colapso del sistema energético iraní, el impacto sobre los mercados de gas y petróleo será contenido. Ataques a los campos y las infraestructuras de exportación sí desatarían, previsiblemente, una respuesta iraní que conduciría a los escenarios más adversos para los mercados y la seguridad de suministro.
4. El umbral nuclear
Los recientes ataques han dañado las instalaciones en superficie de Natanz, donde Irán tiene en funcionamiento unas 14.000 centrifugadoras, con el consiguiente riesgo de radiación. No se han constatado daños en las instalaciones subterráneas de Fordo, donde varios miles de centrifugadoras avanzadas enriquecen el uranio por encima del 60% a partir del cual se puede avanzar hacia el umbral nuclear. Tampoco han faltado ataques contra responsables de las Fuerzas Armadas y del programa nuclear y los correspondientes daños a edificios y personas civiles en varias decenas de localidades de ambos países. A diferencia de ocasiones anteriores donde los intercambios de ataques se espaciaban en el tiempo y daban tiempo a la mediación internacional, ahora la guerra es total y amenaza con prolongarse en el tiempo.
En el plano militar, Israel dispone de libertad de acción y domina la escalada. Irán sólo puede amenazar a quienes facilitan los ataques israelíes o dificultan sus contraataques, pero su inferioridad militar se ha visto agravada por las ofensivas israelíes sobre sus sistemas de defensa aérea y las operaciones encubiertas sobre mandos e instalaciones críticas, incluidas las de lanzamiento de misiles. Como entonces, y ante la impotencia iraní para alcanzar objetivos militares israelíes como el reactor nuclear de Dimona, los dirigentes y mandos iraníes podrían optar por extender los daños al resto de las infraestructuras energéticas del Golfo, perturbar el tráfico por el estrecho de Ormuz o lanzar a lo que queda de sus proxies contra Israel (los huzí ya han lanzado algunos misiles sobre Israel pero mantienen el alto el fuego negociado con EEUU para estabilizar la seguridad marítima regional). Al extender el conflicto y provocar el caos regional, Irán pondría en riesgo la estabilidad de los mercados energéticos, como ya se ha apuntado, pero aumentaría la presión internacional sobre Israel para contener el enfrentamiento armado.
Cualquiera que sea el objetivo israelí, parece difícil que los ataques vayan a interrumpir el avance del programa nuclear iraní, especialmente si las instalaciones subterráneas de Fordo permanecen en funcionamiento. Todavía sigue abierta la negociación sobre su programa nuclear en Omán con EEUU, aunque se ha congelado la agenda tras los ataques. Irán continúa siendo parte del Tratado de No Proliferación y los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) continúan sobre el terreno, pero parece más prometedor frente a Israel traspasar el umbral nuclear que renegociar un acuerdo. El OIEA no puede sino condenar el ataque sobre instalaciones nucleares y vigilar el nivel de radiación existente tras los ataques, pero sus inspectores vienen alertando de los planes iraníes para acelerar el enriquecimiento de uranio, especialmente en la inaccesible instalación de Fordo.[6] La disponibilidad de suficiente uranio enriquecido para elaborar bombas nucleares permite a Irán entregarse a una carrera por disponer cuanto antes de una capacidad de disuasión que no le pueden proporcionar sus fuerzas convencionales.
Si el objetivo israelí es quebrantar el programa nuclear, tendrá que mantener sus ataques en el tiempo e intensificar su intensidad. No parece que los dirigentes iraníes tengan prisa en acudir a la mesa de negociaciones como hicieron Hizbulah en el Líbano o Hamás en Gaza, porque han demostrado su capacidad de resistencia frente a la presión internacional. La impotencia del régimen para evitar ataques día tras día, infligir daño grave a Israel, proteger a sus dirigentes y científicos o gestionar las nuevas interrupciones de suministro eléctrico y de combustibles aumentarán la desafección de la población iraní, pero el cambio de régimen que busca Israel llevará más tiempo que el necesario para la construcción, miniaturización y prueba de una bomba nuclear.
Tampoco los israelíes parecen dispuestos a recurrir a la vía diplomática cuando la militar les funciona mejor que a sus rivales. Siempre han expresado sus reservas sobre su eficacia para parar el programa nuclear iraní y coinciden con sus vecinos árabes del Golfo en que el éxito del programa pondría en riesgo la estabilidad regional tanto como la guerra actual. EEUU se resistió a apoyar un ataque israelí en mayo por sus dudas sobre su eficacia para interrumpir el programa nuclear e Irán se abrió a negociar un acuerdo.[7] La Administración Trump no ha apoyado el ataque, pero tampoco ha sido capaz de frenarlo y ahora tiene que elegir entre apoyar a su aliado estratégico para que lo remate o arriesgarse a que Irán se convierta en una potencia nuclear.
Conclusiones
Los ataques israelíes de junio de 2025 dan continuidad a los efectuados el pasado octubre. Entonces se destruyeron buena parte de las defensas aéreas que protegían las instalaciones energéticas y las relacionadas con el programa nuclear iraní, y ahora los objetivos son directamente esas instalaciones.
Los mercados energéticos reaccionaron con subidas de los precios del gas y, sobre todo, del petróleo, aunque por ahora los daños al sector energético no afectan a la capacidad de exportación de petróleo iraní. Los ataques contra el sector energético parecen que por ahora buscan afectar las infraestructuras de suministro de combustible, gas y electricidad a la población y la economía iraní, previsiblemente para empeorar el malestar social y la situación económica en el país. No obstante, si los ataques llevan al colapso del sistema energético iraní, la reacción del régimen puede llevar a escenarios de escalada de mayor impacto sobre los suministros del Golfo. La destrucción de los campos de petróleo o las terminales de exportación también incentivarían que Irán recurriese a perturbar el tráfico por Ormuz o atacar instalaciones energéticas de otros productores de la región.
Los ataques parecen concentrarse por el momento en las capacidades balísticas y nucleares iraníes. Si el objetivo israelí es paralizar el programa nuclear, tendrá que mantener sus ataques en el tiempo, intensificar su intensidad y probablemente recurrir a EEUU. El margen para la negociación y los cauces diplomáticos parece reducido, pese a la creciente debilidad del régimen iraní, que apenas cuenta ya con aliados regionales que disuadan a Israel de explotar sus vulnerabilidades defensivas. Mientras la fortuna en la guerra sonría al gobierno de Netanyahu, éste se mantendrá al margen de las presiones internacionales para desescalar la guerra con Irán. Cuando ceda, sabremos que ya no puede alcanzar sus objetivos por el uso de la fuerza y que no cuenta con el apoyo de EEUU.
[1] Yehoshua Kalisky (2025), “The Israel-Iran War: Air Defence Performance”, INSS, (15/VI/2025).
[2] Emanuel Fabian (2025), “Devastation grows as Iran targets Israel’s civilian areas, despite interceptors and shelters”, The Times of Israel, (15/VI/2025).
[3] Los datos proceden del Institute for National Security Studies y del Institute for the Study of War.
[4] Benjamin Jensen y Yasir Atalan (2025), “Iran’s Options for Retaliating Against Israel”, CSIS Comentary (12/VI/2025).
[5] Aunque South Pars es el mayor campo de gas del mundo, sólo se habría visto afectada una estación de tratamiento de una de sus muchas fases, muy alejada del mismo (más de 100 km).
[6] Arms Control Association (2025), “The status of Iran’s Nuclear Program”, Fact Sheets & Briefs, febrero 2025.
[7] Julian E. Barnes y otros (2025), “Trump Waved Off Israeli Strike After Divisions Emerged in His Administration”, The New York Times (9/V/2025).