India y China, ¿socios o adversarios?

India y China, ¿socios o adversarios?

Tema: La reciente visita del primer ministro chino Wen Jiabao a la India viene a añadir un eslabón más en la cadena de medidas de aproximación adoptadas tras el fin de la Guerra Fría. China e India se perfilan sobre el horizonte del futuro como los dos grandes colosos de Asia. Suponen el 38% de la población mundial y comparten las mismas aspiraciones de ejercer un liderazgo regional. Si bien en el último siglo han vivido de espaldas, separados por la muralla que levanta la cordillera del Himalaya, su creciente protagonismo global abre nuevas perspectivas de colaboración que pueden redundar en beneficio mutuo. Aun así, es de prever que persista una competencia de fondo alentada por las rivalidades históricas.

Resumen: En la primera parte del análisis veremos las disposiciones acordadas entre las autoridades chinas e indias y las distintas apreciaciones que tienen sobre la naturaleza de sus intereses. A continuación, consideraremos las posibilidades de cooperación y competencia en las áreas de comercio y seguridad. Finalmente, plantearemos las perspectivas de futuro y la importancia de EEUU como aliado triangular.

Análisis: El pasado 12 de abril, el primer ministro chino, Wen Jiabao, finalizó una gira de cuatro días por la India. Frutos de esa visita han sido la confirmación del progreso de las relaciones bilaterales y la adopción de nuevas medidas encaminadas a fortalecerlas aún más.

El viaje de Wen devuelve la visita que realizó su homologo indio, Atal Vajpayee, en el año 2003. Entonces se acordó levantar gradualmente las barreras que dificultaban el intercambio de bienes y servicios y se creó un grupo de trabajo, el Joint Study Group (JSG), con la función de calibrar las posibles complementariedades en distintos campos de acción. En la actual reunión se ha evaluado positivamente la aplicación de las recomendaciones del JSG y se han firmado documentos que afectan a los siguientes sectores:

(1) Adopción de una “guía de principios” que a largo plazo conducirá hacia la resolución de las disputas territoriales y la delimitación de la frontera común.
(2) Reiteración por parte de la India del reconocimiento de Tíbet como parte del territorio de la Republica Popular China.
(3) Inclusión, en los mapas chinos, de Sikkim como parte integrante de la India.
(4) Cooperación en materia de educación, ciencia, tecnología, turismo, comercio, información, agricultura, defensa, energía y cultura.

Además, China ha convenido apoyar a la India en su candidatura para ser miembro permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Entre los puntos tratados los más espinosos afectan a la soberanía territorial. La aceptación implícita por parte de Pekín de la pertenencia de Sikkim a la India supone un claro avance frente a las posiciones defendidas antaño, pero también revela la asimetría en las concesiones, un reconocimiento explícito por otro tácito. Este detalle no es nuevo, pues hasta ahora Pekín ha tenido más éxito que la India en mantener una posición de ventaja en las negociaciones. En materia de defensa la aplicación de los convenios ha comenzado ya con el anuncio del jefe de las fuerzas armadas indias, Jaswant Singh, de la realización de maniobras militares conjuntas. El cruce de fuego que de modo ocasional se da entre las tropas apostadas en la frontera fue minimizado por Singh, quién alegó que era debido a “diferencias en la percepción de donde se encontraba la frontera”. Estas palabras denotan lo que hasta ahora ha sido el principal rasgo de la interacción entre ambos países, la diferencia de apreciación sobre lo que el uno representaba para el otro.

A lo largo del siglo XX las relaciones de India y China han estado marcadas por un desencuentro cultural, con las percepciones mutuas sembradas de imágenes estereotipadas. Ambos países se consideran representantes de una civilización superior y única. Tradicionalmente China, heredera del Imperio del Medio, adaptó las enseñanzas del confucianismo para proyectar la noción de un orden cósmico equilibrado, jerarquizado y centralizado sobre la esfera internacional. La India, por su parte, se concibe a sí misma como una tierra depositaria, desde tiempos inmemoriales, de un conocimiento y de una sabiduría que dieron lugar a eminentes escuelas de pensamiento y filosofía, entre las que se incluye el budismo que posteriormente penetraría en China. Lo que para los chinos es una virtud confuciana, la cohesión y unidad del grupo frente a los forasteros, para los indios es un síntoma de una mentalidad calculadora y fría. Por el contrario, lo que en los indios es algo connatural y enriquecedor, la diversificación de creencias y opiniones, para los chinos es una muestra de falta de disciplina y de caos. Esas diferencias de percepción configuran dos narrativas diferentes de la existencia y que afectan a cuestiones de seguridad.

La percepción india
Las aprehensiones de la India hacia la República Popular China están mediadas por dos episodios relacionados con su integridad territorial: la guerra de 1962 y el apoyo de China a Pakistán.

Una vez obtenida la independencia, el primer ministro de la India, Nehru, consciente de la necesidad de concentrar todos los esfuerzos y recursos en proyectos de desarrollo que acabasen con la pobreza del país, diseñó una política de relaciones internacionales que, apoyándose en el principio de confianza mutua y cooperación, minimizase los gastos de defensa y permitiese atender las verdaderas necesidades del país. Dentro de esta visión surgió en 1955 el movimiento de no alineamiento, y en 1954 los “cinco principios de coexistencia pacífica” o Panch-Sila, que proporcionaban un marco de relaciones con China y garantizaban la no agresión y el mutuo respeto de sus soberanías. La guerra de 1962 con China acabó, de la noche a la mañana, con el sueño de la confraternidad entre las naciones anti-imperialistas. La apropiación por parte del Ejército Popular Chino de 23.000 kilómetros cuadrados de territorio disputado en la región india del Aksai Chin, perteneciente a la unidad administrativa de Jammu y Cachemira, supuso un revés inesperado para Nehru y desveló la desinhibición de Pekín a la hora de recurrir al uso de la fuerza para hacer valer lo que consideraba sus derechos territoriales. En consecuencia la India modificó sus planteamientos, llevó a cabo un acercamiento a EEUU, aumentó el presupuesto de defensa y avanzó en la modernización de sus fuerzas armadas.

A raíz de este conflicto China estrechó vínculos con Pakistán e inicio una entente cordiale que le permitió a Pakistán obtener asistencia armamentística y nuclear, así como el respaldo chino en los foros internacionales sobre Cachemira.

La percepción china
China vio en su alianza con Pakistán una forma de debilitar a la India, al socavar su superioridad en armamento convencional frente a Pakistán y, de este modo, contrarrestar el eje Moscú/Nueva Delhi, propiciado durante la Guerra Fría. El apoyo incondicional de Pekín a Islamabad ha disminuido en las últimas décadas, especialmente por temor a que el radicalismo islámico que Pakistán exportó a Afganistán y Cachemira se extienda a la provincia de Xinjiang.

La amenaza que para la India presenta la República Popular contrasta marcadamente con la aparente indiferencia que ha prevalecido en el trato de China hacia la India. Es más, con frecuencia la opinión pública india se indigna ante lo que perciben como el “ninguneo” de sus dirigentes. Éstos, por su parte, se muestran sorprendidos de que la India les considere un peligro. Los medios oficiales chinos han mantenido un silencio elocuente con respecto a la India, país que nunca es mencionado en los informes de seguridad.

En China la prioridad otorgada a los objetivos económicos concentró el interés en los países productores de tecnología, como EEUU, Japón y Europa, que además ofrecían un gran mercado para sus productos. En este marco la India aparecía como una potencia subregional de escaso interés.

Para algunos analistas Pekín ve a la India como una potencia de riesgo de segundo orden, si bien China niega tal cosa, con la finalidad de minimizar cualquier competición militar convencional, especialmente cuando tiene puesta su mirada en las tensiones que provienen del Este: una eventual declaración de independencia de Taiwan, la involucración de EEUU en un conflicto con Taipei y un hipotético rearme de Japón.

De la Guerra Fría a las pruebas nucleares
El fin de la Guerra Fría creó un marco de oportunidad que permitió a la India, consciente de su aislamiento internacional, abrirse a nuevos países, hasta entonces vedados más por cuestiones ideológicas que pragmáticas. De este modo, acompañando a la integración en la economía global comenzada en 1991, India dio los primeros pasos hacia la normalización y optimización de sus relaciones con EEUU, China, Israel y el sudeste asiático. La realización de pruebas nucleares en mayo de 1998 (que el primer ministro indio, Vajpayee, justificó, en una carta dirigida a Clinton, como una medida preventiva contra China) congeló temporalmente los avances realizados, aunque, paradójicamente, a largo plazo tuvo un efecto positivo.

El investigador indio Raja Mohan afirma que las pruebas nucleares proporcionaron a la India la paridad nuclear psicológica necesaria para dejar en un segundo plano la competencia entendida en términos de rivalidad y centrarse en la aceleración del crecimiento económico. Desde esta nueva perspectiva se entiende el acercamiento entre ambos países. Sucesivas visitas de primeros ministros, precedidas de encuentros entre ministros de distintas carteras, han creado las condiciones favorables para la formación de grupos de trabajo mixtos que trabajan sobre el problema de las fronteras.

Dada la complementariedad de sus modelos de desarrollo, India y China pueden beneficiarse de la colaboración mutua. India, una democracia consolidada, comenzó sus reformas económicas en los noventa. China, un régimen comunista, en 1979. India, con una importante tasa de analfabetismo, posee un mayor número de estudiantes universitarios, que además cuentan con la ventaja añadida de tener el inglés como segunda lengua. La India puede ofrecer a China su aventajada posición en tecnología de la información; China a la India su desarrollada capacidad empresarial. Recientemente el parlamento indio, siguiendo el modelo chino, aprobó la creación de zonas francas industriales que se beneficiarían de medidas fiscales e infraestructuras con la finalidad de generar empresas globalmente competitivas dirigidas a la exportación. Por otra parte, compañías de software y servicios indias, como la Tata Consultancy Services, han abierto centros en China.

Las cifras corroboran esta tendencia. Según el Centre for Strategic and International Studies (CSIS), en el año 2000 el volumen total de comercio bilateral fue de 3.000 millones de dólares, mientras que en el 2004 ascendió a 13.000 millones, cifra ésta que representa el 1% del comercio total de China y el 9% del de la India.

En su visita a Bangalore, la capital india de la industria informática, Wen mencionó el provecho de esta sinergia. “Si cooperamos y unimos nuestro hardware y software”, declaró, “podremos alcanzar una posición de liderazgo en el mundo”. En cualquier caso, la cooperación no impide la existencia de una competencia de fondo que emerge como consecuencia de la expansión de los intereses económicos en la región.

Competencia en el sudeste asiático
Según el Departamento de Energía de EEUU, India es el sexto país consumidor de recursos energéticos del mundo y su volumen de consumo se habrá duplicado en veinte años. La mayoría tendrá que ser importada, por lo que será necesario crear una infraestructura de acceso y transporte de petróleo y gas, y asegurarla frente a posibles conflictos. Del mismo modo, las rutas de importación de energía de China tienen como fuente de origen el Golfo Pérsico. Por esta razón los dos países trabajan para integrar la región en un proyecto económico y de comercio. Existe la posibilidad y el peligro de que estas mismas ambiciones de expansión económicas vayan acompañadas de una expansión militar.

La presencia china próxima a los extremos costeros orientales y occidentales de la India hace temer a Nueva Delhi por una injerencia militar en el control del Océano Índico, dentro de una estrategia de acorralamiento. En la actualidad China está invirtiendo en la construcción de un puerto en Gwadar, en la costa de Baluchistán (Pakistán). Esta instalación le permitirá importar crudo y gas desde Oriente Medio, que después será trasladado por tierra, vía la carretera del Karakoram, que conecta el norte de Pakistán con la región occidental china de Xinjiang. Además, el régimen de Pekín se ha convertido en un firme aliado del de Myanmar. Durante la década de los noventa China ha sido el principal proveedor de armas de la antigua Birmania y vendió a Rangún equipo militar por un valor que superó los 1.400 millones de dólares. Junto con la construcción de centros militares, China instaló un sistema de rádares en la isla Coco, justo al norte del archipiélago indio de Andaman, que le permite seguir los movimientos de la flota india. La colaboración ha alcanzado el dominio de las infraestructuras de transporte, con la construcción de carreteras y vías de comunicación ferroviarias, fluviales y portuarias.

Para contrarrestar esta rivalidad, a partir de 1991 la India tomó la iniciativa de estrechar lazos con los países de la región y lanzó su política de “mirar hacia el Este” (Look East), que le ha llevado a realizar ejercicios militares conjuntos con distintos países de la ASEAN. Con Myanmar existen distintos proyectos dirigidos a integrar la economía india con la del sudeste asiático: la construcción de un corredor que una a la India con Tailandia, de un puerto de aguas profundas en Dawei (comunicado con una autopista que lo conectará con la ciudad de Kanchanaburi, en Tailandia), y de un gasoducto.

Perspectivas de futuro
En el futuro las relaciones sino-indias dependerán del crecimiento económico y militar de ambos países, de la interacción con EEUU y de los acuerdos con terceros países de la región. A su vez, éstos, aprovechando la competencia entre las dos potencias, negociarán al alza, eligiendo al mejor postor en cada momento. La India actuará de ese mismo modo en su relación con China y EEUU. Es decir, una coyuntura compleja y variable, que tenderá a ajustarse a las situaciones que surjan, y que operará desde una visión pragmática. Será algo más elaborado que una simple díada.

Con respecto a la marcha de sus correspondientes economías, hay expertos que predicen una convergencia para dentro de 15 o 20 años. Otros afirman que la India no podrá alcanzar a China y tendrá que resignarse con ser una potencia de segundo rango. Los más optimistas entre las filas indias, en alusión a la fábula de la liebre y la tortuga, apuestan por que a largo plazo el “elefante indio” terminará por adelantar al “tigre chino”. Desde este ángulo la India cuenta a su favor con el hecho de haber completado la transición democrática, lo que de algún modo minimiza el riesgo de que se convierta en un Estado agresivo y expansionista. Mientras que China, con este proceso todavía pendiente, no está libre de posibles conflictos internos que podrían frenar su expansión.

Un agente crucial para el distanciamiento o aproximación va a ser EEUU, potenciador de una relación triangular. Hasta ahora ambos países tienen mayores vínculos comerciales, demográficos y sociales con Washington que entre ellos. Las exportaciones de China hacia EEUU son nueve veces superiores a las dirigidas a la India. Las exportaciones de la India hacia EEUU representan cuatro veces las encaminadas hacia China. Nueva Delhi y Pekín podrán cooperar desde una oposición compartida hacia EEUU. Ahora bien, será una participación puntual y circunstancial, limitada a asuntos concretos como los derechos humanos o cuestiones de seguridad. Por ahora a la India le resulta más ventajoso inclinar la balanza hacia el lado de EEUU, tanto por los lazos bilaterales que mantienen en materia de comercio, ciencia y tecnología como por la oportunidad que ofrece para contrarrestar el creciente protagonismo de China. Si bien el buen funcionamiento de estas alianzas depende a su vez de otros intereses ubicados en Irán, Pakistán y Cachemira.

En materia de seguridad podrán surgir tensiones. El respaldo de la India al plan de la administración Bush de alzar un escudo defensivo de misiles, abiertamente criticado por Pekín, es un ejemplo de posibles puntos de discordia. Mientras tanto, China sigue manteniendo una estrecha colaboración con Pakistán. Hace poco, los dos gobiernos acordaron fabricar conjuntamente un nuevo avión de combate, el JF-17. Así las cosas, las sospechas mutuas no van a desaparecer y los indios seguirán teniendo dudas sobre las intenciones “reales” de Pekín, especialmente teniendo en cuenta que para ellos el comportamiento de sus vecinos ha sido siempre un enigma de difícil predicción, como afirmó Nehru en un comentario que hoy sería tildado de orientalista: los chinos “son un misterio, nunca sabes lo que van ha hacer”. De hecho, la traumática guerra de 1962 dejó una huella indeleble en la psique de los gobernantes indios y todavía no ha sido superada.

Conclusiones: A medida que aumenten las capacidades de poder y económicas de ambos países, la interacción entre China e India favorecerá la competencia por las regiones colindantes (sudeste asiático, Asia central y Golfo pérsico) para asegurarse las rutas de suministro de recursos energéticos y la preponderancia en enclaves geográficos estratégicos. Al mismo tiempo, la naturaleza interdependiente y multilateral de esa competencia requerirá mantener cierto nivel de entendimiento y de buenas relaciones.

India mantendrá una posición variable y multipolar que se adaptará a la coyuntura. Mantendrá sus opciones abiertas, incluyendo vínculos con Japón, Rusia, los países de la ASEAN, Irán y EEUU. Con China cooperará sin perder de vista sus aspiraciones a convertirse en una gran potencia. China verá en la India a una potencia regional, pero no global. No se puede descartar que la situación actual revierta hacia el primer escenario de tensiones, entre otras razones porque la dependencia bilateral todavía es débil.

Finalmente, es de esperar que las medidas adoptadas en los acuerdos firmados ayuden a establecer un clima de confianza recíproca que a largo plazo conduzca a la superación de las disputas territoriales. Por ahora, los dos países han optado por dejar de lado sus diferencias y por centrarse en los sectores más favorables a la convergencia de sus intereses. Mientras tanto, el principal reto reside en mantener el equilibrio de poder y evitar una escalada de rivalidades conforme las dos economías crecen.

Eva Borreguero
Investigadora visitante, Universidad de Georgetown, Washington DC