Implicaciones económicas y geopolíticas del parón demográfico en China

Esteban012623ARI Demografía China

Tema

Se analizan las implicaciones de la evolución demográfica de China sobre su economía y su nivel de protagonismo dentro de la escena internacional. 

Resumen

La población de China se está contrayendo antes de lo previsto y va a derivar en un hundimiento demográfico sin precedentes. Este proceso va a constreñir muy sensiblemente tanto el crecimiento de la economía china como sus posibilidades de desafiar la hegemonía estadounidense.  

Análisis

A mediados de enero, la Oficina Nacional de Estadísticas de China anunció que la población del país había descendido en 2022 en casi un millón de personas respecto al año anterior. Esta es la segunda vez en la historia de la República Popular China (RPC) que desciende la población del país. La primera fue hace más de 60 años durante el trágico periodo del Gran Salto Adelante. A diferencia de entonces, ahora estamos ante un fenómeno estructural. Los datos de la semana pasada evidencian que el ya previsto hundimiento demográfico de China, particularmente agudo en la segunda mitad de este siglo, se estaba adelantado un lustro y se había subestimado su intensidad. Todavía más, muy posiblemente estas nuevas cifras siguen infradimensionando este proceso y la población actual de China sea todavía menor.

Este retroceso demográfico de China ha sido definido por sociólogos chinos como un “rinoceronte gris” de libro, pues, a pesar de plantear un desafío obvio, muy probable y de alto impacto para su país, no se le ha prestado suficiente atención. Aquí vamos a centrarnos en las repercusiones que puede tener tanto para el desarrollo económico como para la influencia internacional de China. 

¿Por qué desciende la población en China?

China realizó su transición demográfica en un periodo de tiempo particularmente corto, debido a una política de planificación familiar draconiana, conocida como política del hijo único, que logró maximizar el porcentaje de población activa a costa de un tremendo coste humano. Cuando esta política entró en vigor en 1980, la tasa de fertilidad era de 2,74 hijos por mujer, lo que evidenciaba un deseo de tener descendencia mucho mayor que el permitido por la nueva estrategia antinatalista. Sin embargo, al igual que ha sucedido en otros muchos países, con el aumento de la urbanización y de las oportunidades laborales para las mujeres, así como otros cambios en los hábitos de vida, los jóvenes chinos han modificado su actitud hacia la familia y se ha reducido sustancialmente su ilusión por tener hijos. Así se explica que el fin oficial de la política del hijo único en 2015 no se haya traducido en los años posteriores en un incremento de la tasa de natalidad, más allá de un leve repunte en 2016 y 2017.

El elemento central que explica este cambio tiene que ver con las enormes dificultades que encuentran los jóvenes chinos, especialmente las mujeres, para conciliar la vida profesional y familiar.

En un sistema en el que gran parte del cuidado a niños y ancianos recae en las familias, las mujeres chinas protagonizan mayoritariamente esas tareas. Además de esta doble presión por desarrollarse laboralmente y ocuparse de labores no remuneradas en el ámbito familiar, las mujeres chinas sufren una discriminación sistemática a la hora de acceder al mercado laboral, pues muchos empleadores chinos prefieren contratar a hombres partiendo de la premisa de que estos podrán estar más centrados en su trabajo. Ante esta situación muchas jóvenes optan por no tener hijos o tener solo uno.

Figura 1. Tasa bruta de natalidad de China (nacimientos por cada 1.000 habitantes)

image 4
Fuente: National Bureau of Statistics.

Paralelamente, como es natural en una sociedad cada vez más envejecida, la tasa de mortalidad en China ha ido creciendo gradualmente en las últimas dos décadas. La combinación de ambos factores estructurales, posiblemente agudizada por el COVID-19, ha redundado en un crecimiento vegetativo negativo. Al igual que sucede en otros países de su entorno, China no ha adoptado políticas migratorias que pudieran paliar ese descenso demográfico. Como vemos, hablamos de un fenómeno que no es nuevo y que habían anticipado múltiples estudios prospectivos dentro y fuera de China. La noticia es que se está produciendo antes y más intensamente de lo previsto.

¿Qué están haciendo las autoridades?

Ante un rápido envejecimiento y estancamiento de la población las autoridades chinas optaron por relajar las restricciones a la natalidad, siendo los hitos la implantación de una política universal de dos hijos desde 2016 y de tres hijos desde 2021. Sin embargo, por los motivos arriba mencionados, levantar restricciones no es suficiente para aumentar la tasa de fertilidad cuando los jóvenes ya no tienen hijos porque se lo impida el Estado, sino porque deciden no hacerlo. Siendo conscientes de esta realidad, muchos gobiernos provinciales y locales de China han puesto en marcha diferentes incentivos positivos para reactivar la natalidad como exenciones fiscales, subvenciones, mejoras en el sistema de seguridad social y ayudas para educación, especialmente generosas para aquellos que opten por tener dos o tres hijos. Sin embargo, la evolución de los datos de natalidad desagregados por provincias, evidencia que ni siquiera aquellas que fueron pioneras en aplicar políticas “pronatalistas”, como Liaoning, han conseguido consolidar un aumento sostenido de la natalidad.

Diferentes especialistas chinos consideran que los pobres resultados derivan de la tibieza de las medidas y consideran que deben redoblarse, tanto en lo relacionado con las ayudas públicas directas e indirectas como en el control sobre las empresas para que respeten los derechos de las madres trabajadoras. Asimismo, demógrafos chinos favorables a estas políticas “pronatalistas” advierten de que la urgencia de su aplicación, pues, una vez consolidada una tasa de fertilidad baja es difícil conseguir que suba por encima de la tasa de reemplazo y que un crecimiento vegetativo negativo se torne positivo. 

Aunque aún está fuera del debate político, y probablemente no se plantee ni a corto ni a medio plazo, una política migratoria más abierta podría contribuir a amortiguar el descenso demográfico de China. Aunque este sería un asunto controvertido, no hay que dar por hecho que Pekín seguirá el ejemplo de Japón, con políticas migratorias muy restrictivas a pesar de su declive demográfico, pues la concepción multiétnica de la nación china podría facilitar la integración de población extranjera.

Previsible impacto económico

El envejecimiento y descenso de la población en China se va a convertir en un obstáculo estructural al crecimiento económico de este país hasta el punto de que ya no podremos dar por hecho que su economía vaya a crecer más rápido que el resto de grandes economías y que superará por PIB a precios de mercado a la estadounidense. Además, estos cambios demográficos contribuyen a aumentar los costes laborales y el ahorro y a reducir la inversión productiva, el consumo, la productividad y la innovación disruptiva. Con relación a las arcas públicas, supone la necesidad de destinar más recursos a prestaciones sociales y sanidad, como ya se ha visto en la última década cuando el gasto público en pensiones ha ascendido del 2,7% al 5,3% del PIB chino.

Por otro lado, la reducción del dividendo demográfico derivada del descenso de la población activa en China puede acelerar el desarrollo de medidas que contribuyan a aprovechar otros dividendos cuyo potencial está lejos de ser optimizados, como el dividendo de género, el educativo o el de la longevidad. En relación con este último punto, nótese que China tienen una de las edades de jubilación más tempranas del mundo, 50-55 años para las mujeres y 60 años para los hombres, a pesar de que la esperanza de vida media de la población china es superior a los 78 años. Asimismo, también puede verse estimulada por estos cambios demográficos la inversión en innovación en sectores como la automatización, la robotización y la inteligencia artificial para aumentar la eficiencia de los procesos productivos en un contexto de mayores costes laborales. En cualquier caso, el ejemplo de Japón evidencia los límites actuales de esta estrategia, pues, a pesar de haberla impulsado de forma decidida a nivel nacional, tiene unos niveles de productividad bastante modestos en comparación con el resto de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Vemos, por tanto, que los cambios demográficos analizados no conllevan necesariamente ni una crisis económica ni un deterioro de las condiciones de vida de la población de China. Sin embargo, como se expone en el siguiente apartado, el previsible hundimiento demográfico chino hará mucho más difícil a Pekín asumir posiciones de liderazgo global que si fuera capaz de mantener en las próximas décadas un volumen de población similar al actual.

Repercusiones en las relaciones de poder internacionales

El impacto estructural sobre la economía china del rápido envejecimiento y descenso de su población, que acabamos de analizar, también lastrará su capacidad para influir fuera de sus fronteras. China ha reemergido como un actor central de la escena internacional gracias a su poderío económico. Por ejemplo, en 2021 fue el principal proveedor de más de 120 países y regiones, las repercusiones de lo cual se pusieron de manifiesto en la primera etapa de la pandemia, cuando China exportó casi el 29% de los bienes críticos relacionados con el COVID-19, suscitando la preocupación sobre la seguridad de las cadenas de suministro en Europa. Además, China se ha posicionado ya como el tercer mayor inversor extranjero del mundo, con el 6,2% del stock total de inversión extranjera directa (IED) en el exterior en 2021, y como principal fuente de financiación para muchos países en desarrollo. La enorme importancia que le confieren a China élites políticas y empresariales de todo el mundo está vinculada a su atractivo como plataforma de producción, mercado, inversor y financiador. Todos estos roles de China se verán indudablemente erosionados por fenómenos asociados a la reducción y el envejecimiento de su población, como un incremento en los costes laborales, la reducción del peso a escala mundial de sus mercados laboral y de consumo, un menor dinamismo económico y una reducción del nivel de inversión productiva. Asimismo, la necesidad de destinar más recursos económicos a atender a la población mayor dependiente los detraerá de otros ámbitos, como el presupuesto militar o de I+D+i, fundamentales para determinar las capacidades materiales de China como potencia global. 

Según las previsiones de Naciones Unidas, que ya sabemos que subestiman la caída demográfica de China, las autoridades chinas tienen un cuarto de siglo antes de que su país experimente un hundimiento demográfico sin precedentes.

Hoy en día la población de China es equivalente a India y cuenta con unos 630 millones de personas más que EEUU y UE, lo que equivale a un 80% de población más que estas dos entidades conjuntamente. En 2050, la India llevará casi tres décadas siendo el país más poblado del planeta (desde 2023) y tendrá unos 350 millones de habitantes más que China, que habrá visto reducida en unos 100 millones de personas tanto su población como su ventaja demográfica respecto a EEUU y la UE. Pero el hundimiento demográfico de China, tanto en términos absolutos como comparados, será mucho más acusado en la segunda mitad del siglo XXI, cuando perderá unos 530 millones de habitantes. En 2100, se prevé que la población de China haya caído hasta los 765 millones de habitantes, similar a la población que tenía en 1969, pero en un contexto demográfico internacional completamente diferente, pues entonces la población de todo el planeta era de 3.600 millones de personas y en 2100 será de 11.200. Además, China pasaría a ser el tercer país más poblado del planeta, también lo superaría Nigeria, y su población sería equivalente a la conjunta de EEUU y la UE.

Este escenario demográfico, que sobreestima la población de China, pues según datos oficiales del gobierno chino, cuyo sesgo tiende a sobredimensionar el volumen de su población, en 2022 ésta ya era 14 millones de personas menor que lo calculado por Naciones Unidas, tiene implicaciones geopolíticas transcendentales. Por un lado, abre la puerta a que las autoridades chinas pudieran optar por una política exterior más agresiva en torno al centenario de la celebración de la fundación de la RPC, cuando las autoridades chinas aspiran a que su país se haya convertido en una potencia plenamente desarrollada, y la relación de fuerzas con el resto de grandes potencias podría ser más favorable para China que en las décadas posteriores. Por otro lado, lo que sí parece mucho más evidente es que no puede darse por segura la llegada de una inevitable hegemonía china. China seguirá siendo un actor protagonista en el concierto internacional, pero, para poder asumir posiciones hegemónicas, tendría que superar un doble reto en la segunda mitad de este siglo: destacar frente a un bloque occidental sobre el que va a perder su ventaja demográfica y frente al nuevo gigante en del Sur global, India, cuya población en 2100 doblará a la china.

Conclusiones

La población de China es menor de lo que pensábamos y está envejeciendo y descendiendo a un ritmo mayor del previsto. Esto va a materializarse en un hundimiento demográfico sin precedentes, pues difícilmente va a poder compensarse con población inmigrante, tanto por el volumen del descenso (casi 700 millones de personas de aquí al final de siglo) como por las reticencias internas que suscitaría. Al contrario que en las últimas cuatro décadas, en las que el dividendo demográfico de China ha facilitado un espectacular crecimiento tanto de su economía como de su influencia internacional, en las décadas venideras su evolución demográfica va a dificultar dichos procesos.

Esto no implica que China no vaya a poder alcanzar avances importantes en términos cualitativos y per capita, por ejemplo, convertirse y consolidarse como un país de renta alta o líder tecnológico en sectores estratégicos, pero sí que cuestiona sus posibilidades de desafiar con éxito la hegemonía estadounidense.

La idea de que China pudiera convertirse en potencia hegemónica se fundamenta en la premisa de que podrá cerrar la brecha tecnológica que aún mantiene en términos generales con EEUU y sus aliados, a la vez que mantiene su ventaja demográfica sobre ellos. Según las propias autoridades chinas, su aspiración es conseguir lo primero a mediados de siglo, para poder celebrar el centenario de la fundación de la RPC siendo un país plenamente desarrollado. Sin embargo, para entonces China estará en pleno hundimiento demográfico, hasta el punto de que antes de que termine el siglo es muy posible que la población conjunta de EEUU y la UE sea mayor que la de China y la de la India el doble. Es decir, la previsible evolución de las capacidades materiales de EEUU y la RPC no permite dar por sentado que vamos a asistir de forma natural a un sorpasso chino. Este escenario parece todavía menos probable si tenemos en cuenta la desigual capacidad histórica que han tenido ambos países a la hora de tejer alianzas y la dependencia de China de su músculo económico para influir internacionalmente.


Imagen: Figuras de familia sobre el fondo de la bandera China. Créditos: iLixe48 y SteveAllenPhoto999.