Hezbolá y al-Qaeda: riesgos y amenazas para la estabilidad en Líbano (ARI)

Hezbolá y al-Qaeda: riesgos y amenazas para la estabilidad en Líbano (ARI)

Tema: Las actividades de Hezbolá y al-Qaeda en Líbano representan un riesgo potencial para la estabilidad política y social y para las tareas de interposición de las fuerzas internacionales de Naciones Unidas desplegadas junto a la frontera con Israel y en la que participan las tropas españolas.

Resumen: Con un país sumido en una crisis política, la economía deteriorada y la seguridad instalada en la tensión, Hezbolá sigue ganando posiciones de cara a la lucha por el poder en Líbano y crece la actividad armada de grupúsculos de ideología yihadista vinculados a al-Qaeda. Los recientes combates en Beirut y otras poblaciones entre facciones chiíes y suníes anuncian que puede estar llegando a su fin el equilibrio interno de poderes que, aunque inestable, había puesto fin a los enfrentamientos armados. La tensión ha ido creciendo en los últimos meses entre los principales grupos políticos libaneses y se ha traducido en movilizaciones sociales y acciones armadas. El apoyo sirio e iraní a los grupos que combaten al Gobierno y la desconfianza con la que Israel sigue la evolución de los acontecimientos añaden nuevos riesgos a la precaria situación libanesa. Este ARI estudia la influencia que tienen los factores anteriores sobre la estabilidad libanesa y sobre la seguridad de las fuerzas internacionales en general y de las españolas en particular (1.100 efectivos encuadrados en la Fuerza Interina de la ONU en Líbano, la FINUL II).

Análisis: Líbano, a pesar de contar tan sólo con 4 millones de habitantes, es un complejo país que cuenta con 18 sectas, con 12 campos de refugiados palestinos donde se hacinan unas 400.000 personas y que debe convivir con vecinos próximos tan complicados como Siria e Israel y con actores regionales tan influyentes como EEUU e Irán. La situación política es muy delicada tal y como lo atestigua el hecho de que el Parlamento no se reúne desde noviembre de 2006 por el boicoteo de la oposición prosiria –la denominada Alianza del 8 de Marzo que agrupa a los chiíes de Hezbolá y de Amal más la Corriente Patriótica Libre del ex-general maronita Michel Aoun– y la Presidencia del país que, de acuerdo con la Constitución debe de ostentar un maronita, está vacante desde el 24 de noviembre de 2007 cuando expiró el mandato de Emile Lahoud. La coalición gubernamental, denominada Alianza 14 de Marzo, es ferviente defensora de la independencia libanesa y está liderada por el suní Saad Hariri junto a los socialistas drusos del clan de Walid Yumblatt y a los cristianos maronitas del clan Gemayel y de Samir Geagea. La fractura entre la oposición y la coalición que sostiene al Gobierno del primer ministro, Fouad Siniora, es tan profunda que impide reanudar los trabajos del Parlamento para intentar que dos tercios del mismo elijan a un nuevo presidente.

Líbano vivió bajo tutela política y militar siria hasta que la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada el 2 de septiembre de 2004, obligó a las tropas de Damasco a marcharse. La evacuación militar se concluyó en abril de 2005 pero el régimen de Bashar Al Assad no ha dejado de influir en los asuntos internos libaneses, sea de forma bien visible a través de Hezbolá o de una forma más encubierta y letal eliminando personalidades públicas mediante sus servicios de inteligencia. El acto más conocido es el asesinato en Beirut, el 14 de febrero de 2005, del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, el padre de Saad Hariri, en un atentado con coche bomba en el que se produjeron otras 22 víctimas mortales y se emplearon 1.800 kilogramos de explosivo.

El problema añadido en Líbano es que aunque los Acuerdos de Taef de 1989 pusieron fin a la guerra civil, no consiguieron acabar con el hábito de mantener milicias y grupos armados por parte de las diversas fuerzas libanesas. De entre las milicias existentes destaca por su poderío y su protagonismo Hezbolá, con especial implantación en el sur del Líbano donde se despliegan los cascos azules y el contingente español. Hezbolá es, a la vez, un partido político y un grupo o milicia armada, con 3.000 efectivos y unos 7.000 simpatizantes, que posee importantes medios militares y también económicos para influir en la sociedad libanesa, en la que destaca por su capacidad de control y de prestar servicios sociales necesarios para la misma. Dispone de una red telefónica propia en un país que no se ha recuperado de los devastadores daños en sus infraestructuras durante el enfrentamiento armado entre el Ejército israelí y Hezbolá en julio y agosto de 2006. La existencia y uso de la red ha sido motivo de conflicto con el Gobierno de Siniora que amenazó el 6 de mayo de 2008 con cortar dicho tendido telefónico y destituir al jefe de seguridad del Aeropuerto de Beirut, Wafiq Chouchal, un general próximo a Hezbolá.

El asesinato selectivo de las personalidades públicas que pueden estabilizar la situación es otra fuente de desestabilización desde octubre de 2004. Nueve atentados mortales desde el asesinato del ex primer ministro Hariri han tenido como objetivos a destacadas figuras antisirias como los diputados Bassel Fleijan, Yibran Tueni, Walid Eido, Antoine Ghanem, al también diputado y ministro de Industria Pierre Gemayel, al líder político George Hawi y al periodista Samir Kasir. El pasado 12 de diciembre le tocó al director de operaciones militares de las Fuerzas Armadas libanesas y número dos de las mismas, el general de brigada François El Hajj. Este caso parece distinto porque el general tenía una posición neutral y prestigio profesional: se opuso a la invasión israelí, dirigió las operaciones militares para eliminar la resistencia de los yihadistas salafistas de Fatah Al Islam en el campo de refugiados de Nahar El Bared e iba a suceder al frente de la institución militar al general Michel Suleiman. Su autoría no parece clara, incluso Hezbolá condenó su asesinato, y puede engrosar la lista de casos difíciles de esclarecer como el de nuestros compatriotas asesinados (el juez Fernando Grande-Marlaska se desplazó a Líbano el pasado 29 de enero para seguir las investigaciones y el palestino del campo de refugiados de Ain El Helue, junto a Tiro, que había sido detenido como sospechoso fue puesto en libertad por falta de pruebas).

El deterioro de la situación de seguridad se agrava cada vez que se intenta elegir un nuevo presidente por el Parlamento, una elección que se iba a celebrar el 13 de mayo coincidiendo con la celebración del 60º aniversario de la creación del Estado de Israel. El ambiente que rodeaba la elección no podía ser más inquietante porque venía precedido de algunos choques entre actores políticos del país. El 27 de enero de 2008 se produjeron siete muertos en choques entre milicianos rivales en Beirut y el 21 de abril de 2008 fueron asesinados dos representantes locales del partido Kataeb (Falange) en Zahle, en el Valle de la Bekaa, al este del país. La Falange es miembro de la coalición de Gobierno y los dos asesinados acababan de inaugurar una sede de su partido en una zona donde el apoyo es para los cristianos del general Aoun, socio de Hezbolá en la oposición. Los asesinos podrían haber sido seguidores del senador Elie Skaff, próximo a Aoun. También Hezbolá ha sufrido algunas represalias últimamente como el asesinato de Imad Mugniye el 12 de febrero de 2008 en Damasco con un coche bomba. Imad Mugniye, alias Haj Radwan, era considerado el jefe militar de Hezbolá y responsable de algunos de los atentados más importantes de dicha organización (en 1999 el Gobierno argentino dictó orden internacional de busca y captura acusándole de dos atentados terroristas ocurridos en Buenos Aires, en 1992 contra la Embajada israelí y en 1994 contra el Centro Cultural Judío, que provocaron un total de 114 muertos) y figura destacada también en los combates contra Israel en 2006. El secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, acusó a Israel del atentado y prometió “guerra abierta”, amenazas también confirmadas por el número dos del grupo Naim Qassem y que llevaron al jefe de las Fuerzas Armadas, el general Michel Suleiman, a poner a sus efectivos en estado de alerta. Las amenazas de Hezbolá no se materializaron pero la acumulación de tensiones y riesgos multiplica el deterioro de la convivencia.

Para aliviar la tensión y facilitar el desbloqueo se han ido sucediendo sin éxito los intentos de mediadores internacionales como EEUU y Francia tras el asesinato del general El Hajj o la Cumbre de la Liga Árabe celebrada el pasado 29 de marzo en Damasco, una cumbre devaluada a la que no acudió ningún representante del Gobierno libanés y una representación bajísima de Arabia Saudí, Egipto y Jordania. En sentido contrario actúan Siria e Irán. Los poderosos servicios de inteligencia sirios, dirigidos aparentemente hasta la actualidad por el general Asef Shawkat, siguen actuando en suelo libanés y Siria se niega a abrir una Embajada en Líbano por considerar tradicionalmente al país como su domain réservé y parte integrante de la Gran Siria. Siria ve debilitarse su posición regional tras el ataque israelí del pasado 6 de septiembre contra instalaciones que iban a albergar un complejo nuclear y tras los escasos resultados conseguidos por el régimen de Damasco en la Conferencia Internacional de Annapolis del pasado 27 de noviembre. Por el contrario, Irán actúa cada vez más abiertamente en suelo libanés a través de Hezbolá, creado por inspiración de Teherán en 1982 y que ha tenido como prioridad convertirse en un instrumento de combate contra Israel y contra la presencia de éste en el sur del Líbano, iniciada en 1978, reforzada con la invasión de 1982 y a la que se puso fin con la retirada del año 2000, que para Hezbolá fue una victoria. Finalmente, Israel sigue exigiendo al Consejo de Seguridad que aplique la resolución 1701 en lo se refiere a interrumpir el rearme de Hezbolá gracias a envíos de armas desde Irán y Siria y denuncia la presencia de Hezbolá al norte y al sur del río Litani y el lanzamiento esporádico de cohetes katyusha sobre su territorio (el último se produjo el 8 de enero de 2008 contra Shlomi, en la Galilea Occidental).

El modus operandi de Hezbolá
Hezbolá es un actor no estatal que cada vez pesa más en la región. Provocó un enfrentamiento con el Tsahal israelí durante 34 días entre el 12 de julio y el 14 de agosto de 2006, ha interactuado con grupos violentos en escenarios árabes como Irak a partir de 2003 e incluso, y según algunos analistas, ha apoyado a la Unión de Tribunales Islámicos somalíes en 2006. Aparte de ser una organización terrorista tanto para Israel como para EEUU, Hezbolá es un partido/movimiento político en Líbano, con presencia visible en el Parlamento (ocho diputados) y hasta fines de 2006 con dos carteras en el Gobierno de coalición a añadir a las tres con que contaba el también chií y prosirio Amal. Se financia con fondos iraníes que distribuye selectivamente entre la población libanesa y con fondos procedentes del tráfico de drogas en el valle de la Bekaa. Hezbolá se apoya en su fuerza militar y en el peso demográfico de la comunidad chií –hoy ya la primera de Líbano– para exigir un mayor protagonismo político, con capacidad de veto en el Gobierno, y lo hace a través de perfeccionados medios de comunicación como su sofisticada cadena de televisión Al Manar, que emite en cuatro idiomas (árabe, hebreo, inglés y francés) y está perseguida en suelo europeo por su apoyo al terrorismo, e incluso por su propio think-tank, el “Centro Consultivo de Estudios y Documentación del Líbano” dirigido por el sociólogo Alí Fayad, que está consiguiendo hacerse escuchar en círculos políticos e intelectuales de Occidente. Hezbolá se ha hecho con el control del centro histórico y financiero de Beirut tras los bombardeos israelíes de 2006 alejando con ello de allí a los suníes y a cualquier intento de recuperar esa zona de la ciudad para el turismo y los negocios. También ha demostrado su capacidad de apoyo logístico con la operación de reconstrucción de infraestructuras “Yihad Al Bina”, se ha hecho cargo de la seguridad pública en el sur tras provocar la caída del proisraelí Ejército del Sur del Líbano y ofrece una atractiva red asistencial en todas sus áreas de implantación. El poder de Hezbolá se percibe especialmente en el sur, donde se encuentran desplegadas las fuerzas internacionales de interposición desplegadas en septiembre de 2006 tras el repliegue del Tsahal a suelo israelí.

Desde entonces, Hezbolá ha reforzado su capacidad militar recibiendo armamento sofisticado procedente de Irán a través de Siria. Cabe recordar que ya en 2005 Hezbolá podía utilizar aviones no tripulados (Unmanned Aerial Vehicles, UAV) en el norte de Israel, a los que ahora puede añadir explosivos con el modelo “Mahajer”. Sus milicianos utilizaron con éxito en 2006 el moderno lanzagranadas de tercera generación RPG-29 (“Vampir”) con un alcance entre 4 y 5 kilómetros junto a otro variado arsenal contracarro que incluye misiles rusos AT-13 (“Saxhorn” o “Matis M”) y AT-14 (“Kornet”) que añaden al “TOW” estadounidense. Es ilustrativo recordar que en la breve guerra de 2006, Hezbolá lanzó hasta 3.970 cohetes contracarro y que de los 500 carros “Merkava” utilizados por Israel, 50 recibieron impactos antitanque, con perforación de su blindaje en 22 ocasiones y con la destrucción de cinco de ellos. Entre los misiles tierra-aire de corto y medio alcance cuenta con los mencionados “Katiuska” de 12 a 19 kilómetros en su versión antigua, los “Al Fajr-3” de 28 kilómetros, los “Al Fajr-52” de 47 kilómetros y los “Zelzal” de 62 kilómetros, entre otros. Dispone también de misiles antibuque guiados por radar C-802, con un alcance de 75 kilómetros que usó con éxito en su ataque a un buque israelí en 2006 y de armas antiaéreas como los “Stinger”, SA-7, SA-14 y SA-18. Hezbolá también tiene unidades de operaciones especiales, buenos equipos de guerra electrónica y ha demostrado su capacidad para usar su arsenal y camuflarlo, esto último gracias a una sofisticada red de túneles que comenzó a construir tras la evacuación israelí de 2000.

Lo anterior influye en el contexto de seguridad donde operan cotidianamente las tropas internacionales, las españolas y las de las Fuerzas Armadas libanesas para desarrollar la misión fijada en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU de apoyar al Gobierno libanés a desarmar a la poderosa milicia chií y de evitar que ésta actúe en la zona sur del país. El riesgo se materializó por primera vez de forma grave tras el atentado contra los cascos azules españoles del 24 de junio de 2007 donde fallecieron seis soldados y dos quedaron heridos en la carretera entre Marjayún y Jiyam, producida al estallar un coche bomba con matrícula siria y cargado de C-4 activado con radiocontrol al paso del BMR español cerca de la base “Miguel de Cervantes”. Abundando en sus frecuentes teorías conspiratorias, Hezbolá atribuyó el sangriento atentado contra los españoles a Israel, como también lo hacía el régimen sirio, acusando al enemigo útil al que se suelen adjudicar todas las acciones violentas posibles. Siempre según Hezbolá, serían los servicios de inteligencia estadounidenses e israelíes los que estarían empeñados en lograr una división (fitna) entre dicho grupo y las tropas internacionales de la FINUL II para lograr desprestigiar al primero. También, el 8 de enero tres soldados irlandeses de FINUL II resultaban heridos tras estallar una bomba al paso de su vehículo a la entrada de la ciudad meridional de Sidón, evitando la muerte gracias a un pequeño retraso en activar el control remoto del coche bomba.

La presencia de fuerzas internacionales perturba las acciones armadas de las milicias en las zonas de despliegue en el día a día, aunque de momento no se han dedicado a su misión más arriesgada de apoyar a las Fuerzas Armadas libanesas a desarmar a Hezbolá de acuerdo con las resoluciones del Consejo de Seguridad. Los riesgos de atentados afectan no sólo a las tropas internacionales. El pasado 15 de enero tres libaneses morían en Beirut alcanzados por la explosión de un coche bomba utilizado para atentar contra un vehículo blindado de la embajada de EEUU cuyos ocupantes resultaron ilesos. Diez días después, el 25 de enero, el capitán Wissam Eid, miembro de la Fuerza de Seguridad Interior (ISF) libanesa y uno de los encargados de investigar el asesinato de Hariri, moría en Beirut al estallar un coche bomba cargado con unos 50 kilogramos de explosivos.

La posible amenaza yihadista salafista
Las acciones armadas por grupos distintos de Hezbolá se han incrementado en los último meses desde los enfrentamientos del campo de refugiados palestinos de Naher El Bared. En dicho campo se había hecho fuerte el grupo yihadista salafista Fatah Al Islam que había animado a la revuelta y al que se unieron otros grupúsculos también de ideología yihadista como Jund-Al Sham (Soldados de Damasco). Este último agrupa a libaneses, mayoritarios, y a palestinos, siendo muchos de ellos antiguos combatientes en la revuelta que en el Año Nuevo de 1999 dejó 45 muertos en el área de Dinnieh, al norte del país. No hay que olvidar que la revuelta de Fatah Al Islam entre mayo y agosto de 2007 costó más de 400 vidas, 168 de ellas de militares libaneses.

El enfrentamiento victorioso con ellos de las Fuerzas Armadas libanesas ha reforzado el papel institucional y de arbitraje del Ejército como garante último de la unidad de la República Libanesa y prácticamente la única institución neutral que queda en el país. Este resultado no benefician a Hezbolá pero las actividades armadas de otros grupos le permiten presentarse como un actor político alejado de los enfrentamientos sectarios y adjudicar cualquier atentado dudoso a los yihadistas salafistas locales o incluso a la red al-Qaeda. En contrapartida, Irán y Siria buscan grupos alternativos que mantengan la presión armada en territorio libanés. La proliferación afecta a otros colectivos como los palestinos. El 21 de marzo de 2008, se enfrentaron miembros del oficialista Al Fatah con yihadistas del Jund Al Sham. El violento choque en el campo de refugiados palestinos de Ain Al-Helweh, situado al sur de Sidón y donde viven unas 45.000 personas, provocó la huída del campo de al menos 100 familias y se produjo cuando miembros de Al Fatah capturaron a un comandante de Jund Al Sham al que acusaban de cometer atentados dentro y fuera del campo para entregarlo a las Fuerzas Armadas libanesas.

Como quiera que desde múltiples medios de comunicación se ha insistido en la emergencia del yihadismo radical en Líbano e, incluso, se ha adjudicado por algunos a dicho espectro terrorista el asesinato de los militares españoles, bueno será hacer alguna valoración de dicha amenaza así como de su perduración en términos de futuro. El planteamiento de presentar a Hezbolá como protector –el diario prosirio Assafir presentó a Hezbolá el pasado 24 de abril como el defensor de los cascos azules frente al terrorismo de al-Qaeda– es un claro insulto a la inteligencia pues se le podría adjudicar más bien la etiqueta de elemento de coerción. En este sentido cabe recordar la carta presuntamente enviada en julio de 2007 por el general sirio Shawkat al director general del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) español, Alberto Sainz, en la que le recordaba las amenazas que penderían sobre nuestro contingente si el ciudadano sirio-español Moncef Al Kassar fuera extraditado a EEUU bajo la acusación de tráfico de armas.

La amenaza de estos grupos es marginal si se compara con la mucho más selecta y contundente de Hezbolá pero no cabe despreciarla si tenemos en cuenta tanto la motivación que tienen los activistas yihadistas salafistas como las invitaciones a estos para actuar contra las fuerzas extranjeras lanzadas por Osama Bin Laden a través de Internet en 2007, a las que hay que añadir las del número dos de al-Qaeda, Ayman El-Zawahri. Éste, además de reivindicar el atentado contra las tropas españolas, ha manifestado reiteradamente su oposición a la presencia de UNIFIL y pedido a las nuevas generaciones yihadistas que expulsen a las “fuerzas e los cruzados” del Líbano. Sin embargo, los citados grupos yihadistas salafistas no tienen capacidades equiparables a las de Hezbolá ni en armamento ni en infraestructuras. Emplean armas ligeras como fusiles de asalto y lanzagranadas RPG-7 y disponen de equipos menos sofisticados que los utilizados por la milicia chií pero pueden ser letales con ellos y sólo ahora comienzan a disponer de dominio en la utilización de explosivos. Sin embargo, su vinculación con actores externos como el al-Qaeda “central”, interesados en desestabilizar la situación en El Líbano, su relación con sectores libaneses que pretenden jugar la baza suní contra Hezbolá y la necesidad de ganar protagonismo autónomo en un conflicto frente a los actores tradicionales obliga a tenerles en cuenta como factor de riesgo y amenaza en el futuro.

Conclusión: La escalada de la violencia en Líbano tras casi una treintena de atentados que con diversa intensidad se han producido desde 2004 está deteriorando el equilibrio precario que había impuesto la intervención internacional tras la invasión israelí de 2006. Las luchas internas ponen en el punto de mira de las milicias armadas y los grupos yihadistas la presencia y la actuación de las Fuerzas Armadas libanesas y la de las fuerzas de pacificación desplegadas en el país en el marco de la FINUL II. El riesgo es mayor a medida que se va alterando el equilibrio precario que garantizan los cascos azules y que aumente la frecuencia de los enfrentamientos armados como los que han tenido lugar a principios de mayo de 2008.

La asunción por parte de España del mando de FINUL II a partir de febrero de 2009 colocará, además, a nuestro contingente en una posición muy delicada tanto antes como después de dicha fecha debido a su mayor protagonismo y visibilidad. Al próximo liderazgo militar español habrá que acompañarlo con protagonismo diplomático y de inteligencia para reforzar la seguridad de los contingentes. Desde el punto de vista de la autoprotección, UNIFIL y las tropas españolas deben continuar reforzando sus medidas de seguridad. Las tropas españolas ya han instalado inhibidores para eludir el riesgo de activaciones de explosivos a distancia y se van a sustituir los 70 vehículos BMR M-1 que se utilizan en los desplazamientos para mitigar el riesgo de atentados con minas terrestres.

Sin embargo, los riesgos y las amenazas que pesan sobre las fuerzas internacionales son las mismas que pesan sobre Líbano: verse atrapados entre los conflictos sectarios internos o regionales. Su seguridad depende en parte de su capacidad de autoprotección pero también de las estrategias militares y de comunicación de las milicias armadas de Hezbolá y de los nuevos grupos yihadistas salafistas. A diferencia de las Fuerzas Armadas libanesas, las fuerzas internacionales no pueden intervenir en los conflictos internos ni tampoco pueden mirar hacia otro lado y consentir que se agrave una situación de riesgo para la paz y la seguridad internacional, tal y como se califica en el mandato del Consejo de Seguridad que les ha llevado hasta Líbano.

Carlos Echeverría Jesús
Profesor contratado doctor en Relaciones Internacionales de la UNED