El yihadismo salafista en Asia Central: estado de la cuestión (ARI)

El yihadismo salafista en Asia Central: estado de la cuestión (ARI)
El Observatorio de Asia Central (OAC) fue establecido en 2007 por tres instituciones interesadas en la zona:
Casa Asia, CIDOB y el Real Instituto Elcano


Tema: Este ARI estudia el activismo yihadista salafista en los Estados de Asia Central y su interacción con vecindades como la afgana o la china.

Resumen: Actores como el partido panislámico Hizb-ut-Tahrir (Partido de la Liberación) o el terrorista Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU), avalado este último por la red de al-Qaeda, han conseguido en años recientes canalizar en buena medida el activismo islamista radical en las repúblicas centroasiáticas. Éstas, gobernadas por líderes a los que une en general un profundo autoritarismo, deberían volver, según los extremistas, no sólo a recrear la República del Turquestán (proclamada aprovechando el caos derivado de la Revolución Rusa de 1917 y que a las autoridades comunistas les costó cinco años desmontar) sino ir más allá reconstruyendo un Califato universal que debería ser guiado por los verdaderos musulmanes, los creyentes rectos en el islam que no serían otros que los yihadistas salafistas. Aunque algunos analistas consideren aún que la cuestión de la amenaza yihadista salafista en Asia Central está sobredimensionada, en buena medida en interés del autoritarismo de dichos regímenes, algunas realidades concretas y las debilidades tanto internas como regionales permiten afirmar que el yihadismo salafista tiene el terreno abonado para su proyección en este escenario.

Análisis: El activismo terrorista yihadista salafista en Uzbekistán o el cometido por algunos ciudadanos de este Estado en otros lugares, la frontera de otros tres países centroasiáticos (Kazajistán, Kirguizistán y Tayikistán) con la convulsa región separatista china del Xinjiang –habitada mayoritariamente por uigures musulmanes–, la inestabilidad debida a la vecindad afgana con Asia Central –con lo que ello ha conllevado como estímulo a la lucha armada, al tráfico de armas y de drogas– y la existencia de partidos y grupos de carácter islamista transnacional –como el Hizb-ut-Tahrir (HUT) o el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU)– son todos ellos factores de inestabilidad en esta región. Con respecto al HUT, que en principio rechaza la violencia, la agencia de noticias rusa ITAR-TASS informaba el pasado 28 de enero de su expansión en Kirguizistán a pesar de haber sido ilegalizado. El HUT está perseguido en Tayikistán y Uzbekistán y algunos de sus miembros han sido detenidos en el norte de Kazajistán e incluso en la Siberia rusa. Con respecto al MIU, está perseguido en toda la región e incluso las autoridades afganas realizaron importantes detenciones entre sus miembros en julio de 2007.

La función clave de Uzbekistán
La desarticulación por la policía uzbeka el pasado 18 de noviembre de una supuesta célula islamista radical formada por mujeres y operando en Tashkent pone de actualidad un fenómeno como es el del yihadismo salafista en Asia Central que no suele despertar alarmismo en el resto del mundo, especialmente si lo comparamos con el mucho más evidente activismo en teatros más próximos como son Afganistán, Pakistán, la India y China. Las 27 mujeres que conformaban dicha célula estaban acusadas de pertenencia al HUT y de realizar en su seno labores de reclutamiento, propaganda y financiación en favor del mismo, algo que ni siquiera conllevó su procesamiento pero que sí sirvió para poner de actualidad la lucha de un régimen, el del presidente uzbeko Islam Karimov, que destaca entre los cinco mandatarios centroasiáticos por ser el que con más ahínco combate a los yihadistas salafistas. Ello se explica por el activismo que desde su creación en la década de los 90 desarrolla el MIU contra su figura, tratando de construir un emirato islámico y de exportar su militantismo yihadista a escenarios de Afganistán y Pakistán. A título de ejemplo, en la Provincia Noroccidental paquistaní, que tiene como capital a Peshawar, eran detenidos decenas de uzbekos el 18 de octubre en una operación del Ejército paquistaní contra elementos Talibán y de al-Qaeda.

Uzbekistán es clave a la hora de referirse al yihadismo salafista en Asia Central no sólo por el activismo que registra –también aquí inició su penetración en la región el HUT– sino también por su vecindad con Afganistán. De hecho, la única vía posible de aprovisionamiento para las fuerzas de la OTAN desplegadas en Afganistán pasa por este país centroasiático que controla la única vía ferroviaria que permite acceder a la frontera septentrional afgana, la que cruza la frontera por el puente de Termez sobre el río Amu Darya y que podría extenderse hacia Mazar-i-Sharif y hacia el sureste llegando a Pul-i-Khumri, en la provincia de Baghlan, con infraestructuras ya planificadas pero aún por construir. Tal posición estratégica está llevando a los aliados a moderar su política de aislamiento contra Karimov aplicada tras los disturbios de Andiján, de mayo de 2005, en los que las fuerzas de seguridad uzbekas mataron a un número indeterminado (pero, en todo caso, muy alto) de personas durante unas protestas en dicha ciudad. Dicha necesidad estratégica ha llevado a la OTAN a negociar la pasada primavera con Karimov algunas concesiones tanto para el transporte ferroviario de suministros como para el sobrevuelo de su espacio aéreo, concesiones otorgadas por el presidente uzbeko sin contar, aparentemente, ni con el beneplácito ruso ni con el de sus otros aliados tanto en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva –liderada y mantenida por Moscú– como en la Organización de Cooperación de Shanghai (China, Kazajistán, Kirguizistán y Tayikistán). El alejamiento de Karimov respecto a Rusia se viene detectando desde hace algún tiempo, confirmándose en la Cumbre de la OCS celebrada el pasado 28 de agosto en la capital tayika, Dushanbe, y en la que al igual que el resto de socios fue ambiguo a la hora de apoyar a Moscú en su reconocimiento de las independencias de Osetia del Sur y de Abjazia respecto a Georgia. No obstante, otras fuentes consideran que tal alejamiento entre Moscú y Tashkent no es tal sino que Rusia habría permitido la nueva relación entre Uzbekistán y Occidente para coadyuvar con ello a la reconstrucción de Afganistán y, sobre todo, a la neutralización del yihadismo salafista en dicho país y su expansión hacia Asia Central. Dado que la fluidez de paso por la vía uzbeka no está aún del todo garantizada para la OTAN, esta necesita urgentemente aclarar tal cuestión dado que la otra vía de suministro a sus fuerzas en Afganistán, la que pasa por Pakistán, está siendo diezmada continuamente por los Talibán y por elementos de al-Qaeda. En el emblemático paso del Khyber, por ejemplo, una columna de camiones con suministros para las fuerzas aliadas era frenado a principios de noviembre por un ataque Talibán que retrasó en una semana su llegada.

Uzbekistán no es sólo importante con respecto al frente afgano sino que también lo es a la hora de tratar de abortar la constitución de células terroristas y su actuación en suelo europeo. Así, el reciente levantamiento del embargo de visados a algunos cuadros uzbekos por parte de la UE, decidido el 13 de octubre, se ha explicado según algunas fuentes por las gestiones directas de Alemania. Éstas habrían facilitado así, en octubre, la visita a Berlín de Rustam Inoyatov, el jefe de la Policía secreta uzbeka, producida en el contexto de las investigaciones para evitar un ataque terrorista en suelo alemán planificado por la Unión Islámica del Yihad (IJU), escisión del MIU, surgida en 2001, y que ha reivindicado atentados en Uzbekistán desde 2004 y que aparece en la lista de organizaciones terroristas de la ONU desde 2005. En septiembre de 2007 la policía alemana logró abortar planes de la IJU con la detención de tres de sus miembros en una aldea entre Hannover y Frankfurt y a principios de octubre pasado un cuarto miembro de dicho grupo era detenido a las afueras de Frankfurt. En un vídeo de seis minutos enviado a mediados de octubre a las autoridades alemanas desde Afganistán, y colgado en la página web de la IJU, un ciudadano alemán converso al islam, Eric Breininger, amenazaba a su país con atentados por su presencia tanto en Afganistán como en Uzbekistán. En efecto, Alemania es el único miembro de la OTAN que mantiene una base en Uzbekistán, localizada en Termez, en la frontera con Afganistán. También con respecto a la IJU, el pasado 18 de junio el Departamento del Tesoro de EEUU congelaba las cuentas pertenecientes al máximo líder de la Unión, Najmiddin Jalolov, y a su lugarteniente, Suhayl Buranov.

La reconstrucción de Afganistán
El empeño de la OTAN por reforzar sus vías de suministro hacia Afganistán, país que bajo la nueva presidencia de Barack Obama se transformará a buen seguro en el eje central del esfuerzo antiterrorista y de reconstrucción aliado, no sólo la lleva a cortejar a Uzbekistán, que trata de obtener a cambio ventajas económicas y militares así como inmunidades para su otrora demonizado presidente, sino que también ha llevado a principios de noviembre a Kazajistán a ratificar dos acuerdos bilaterales con Washington que llevaban largo tiempo en el olvido y que se refieren al transporte de suministros militares por territorio kazajo y por su espacio aéreo. Este compromiso de Kazajistán con el esfuerzo internacional para reconstruir Afganistán tendrá seguramente una lectura por parte de yihadistas de fuera y de dentro del país que tratarán en la medida de lo posible de boicotearlo, como también lo harán con respecto a Turkmenistán, el otro país centroasiático por donde discurrirá dicha vía alternativa a los controladas por Rusia que se utilizan hasta la actualidad y que requerirá del acuerdo de su presidente, Gurbanguly Berdymukhamedov. Cabe destacar que también Turkmenistán se ve afectado por la vecindad afgana tal y como lo demostraba el tiroteo producido el pasado 13 de septiembre en Ashgabat, que las autoridades presentaron como un choque con traficantes de drogas pero que otras fuentes han relacionado con un enfrentamiento con yihadistas salafistas que habría provocado la muerte de entre 10 y 20 policías. Cabe destacar aquí que el presidente Berdymukhamedov estuvo presente en la Cumbre de la OCS de Bishkek, de 16 de agosto de 2007, y ello sin ser Turkmenistán miembro de dicha organización.

Kazajistán
El presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbayev, se refería el pasado 30 de octubre en Astana al fenómeno del incremento del radicalismo y del terrorismo durante su intervención ante la OSC en torno al deterioro de los estándares de vida por la actual crisis económica global, mientras que su primer ministro, Karim Masimov, aludía en el mismo foro al terrorismo y al narcotráfico como problemas de seguridad que se exportan generosamente desde Afganistán y que obligan a un mayor compromiso de todos con la normalización de dicho país. Kazajistán está obligado a tratar de prevenir la penetración yihadista salafista en sus fronteras y ello por varios motivos, todos ellos importantes: (1) por mantener relaciones diplomáticas con Israel; (2) porque la mitad aproximadamente de sus 15,4 millones de habitantes no son musulmanes (incluyendo un 47% de cristianos pero también una pequeña pero significativa comunidad judía), algo que puede invitar a algunos a procurar enfrentamientos intercomunitarios, tal y como los yihadistas han intentado en el pasado en países como Egipto; (3) porque mantiene un difícil equilibrio en su política exterior, buscando el entendimiento con rusos, estadounidenses y chinos, considerados todos ellos enemigos por los yihadistas salafistas; y (4) porque refuerza su economía con la producción de petróleo y de uranio, convirtiéndose en importante abastecedor de materias primas estratégicas para diversas potencias y, por ello, en claro objetivo para dichos terroristas y en particular para al-Qaeda. Por otro lado, el hecho de que el presidente Nazarbayev destaque siempre el carácter de Kazajistán como país musulmán le convierte automáticamente en objetivo prioritario de los muy puristas yihadistas salafistas que se abrogan el papel de definidores del verdadero islam. Estos podrán ser elementos autóctonos radicalizados o bien extranjeros, debiéndose recordar aquí el creciente número de inmigrantes de Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán atraídos a Kazajistán por su imparable crecimiento económico y entre los que, camuflados, podrían infiltrarse yihadistas salafistas en su territorio. Ya en la Cumbre de la OCS celebrada en Bishkek (Kirguizistán) el 16 de agosto de 2007 los mandatarios allí reunidos, incluido el presidente Nazarbayev, renovaron su compromiso “contra el terrorismo, el extremismo y el separatismo” y añadieron a ello la necesidad de crear entre todos “una zona libre de drogas” en apoyo a Afganistán aunque sin especificar cómo. En sus visitas a EEUU, a Alemania y a la UE, realizadas entre septiembre de 2006 y enero de 2007, el presidente kazajo había manifestado su voluntad de coadyuvar al esfuerzo internacional de normalización de Afganistán que ahora podría cristalizar en el susodicho apoyo logístico a la vía de acceso septentrional al país asiático.

Kirguizistán
La zona principal de asentamiento del MIU es el Valle de Fergana, la región más poblada de Asia Central y que está compartida por Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán., además de haber sido la principal vía de acceso y de consolidación del HUT. Así, otro escenario de posible incremento del activismo yihadista salafista en el corto y en el medio plazo será Kirguizistán, donde el balance que puede hacerse de la situación política y económica del país a los tres años de la pacífica “Revolución de los Tulipanes”, fechada el 24 de marzo de 2005 y que conllevó el relevo presidencial forzado de Askar Akaev por Kurmanbek Bakiev, no es nada halagüeña. Problemas en el suministro de agua y de electricidad están haciendo crecer el descontento pues la población no cree que sea el factor climático la principal causa de tal situación sino más bien la omnipresente corrupción entre la dirección política del país a la que algunos acusan incluso de haber vendido energía a países vecinos. Por de pronto se anuncian movilizaciones de protesta para diciembre como continuación de las iniciadas el 18 de noviembre en la provincia de Talas y a estas dificultades habría que añadir las derivadas del terremoto que el pasado 6 de octubre sacudió el sur de Kirguizistán, en la zona fronteriza con China, provocando alrededor de un centenar de muertos y cuantiosos daños materiales. Por otro lado, la escasez de agua provocaba además el pasado junio tensiones fronterizas en el sensible Valle de Fergana, localizado entre la provincia tayika de Soghd y la kirguiz de Batken. Ya en marzo los tayikos habían acusado a los kirguizios de construir una presa en tierras de Tayikistán. También es destacable en Kirguizistán el reciente endurecimiento de la legislación sobre actividades religiosas, debido en buena medida a la penetración de sectas protestantes en el país pero que algunos pretenden también justificar como instrumento para frenar la radicalización islamista.

Los otros escenarios
Las tensiones en el Valle de Fergana no sólo se dan entre tayikos y kirguizios sino que también afectan a los uzbekos y, por vecindad, a la República Popular China. De los 1.395 km de frontera común entre Uzbekistán y Kirguizistán ambos Estados han reconocido 1.050 km pero los restantes no están aún claros. Además, la existencia de enclaves –el uzbeko de Sokh dentro de Kirguizistán y el kirguizio de Barak dentro de Uzbekistán– crea aún más dificultades entre ambos Estados. Tampoco la frontera entre Uzbekistán y Tayikistán está clara y todo ello facilita la labor a los traficantes de drogas, incrementando aún más la tensión entre dos países tradicionalmente rivales desde 1991 y que han vivido tensiones relacionadas con escaramuzas fronterizas, espionaje y otros escándalos. En cuanto a los intereses chinos en la zona, estos son muy importantes y por ello objetivo potencial del terrorismo yihadista salafista. China invierte mucho en Tayikistán, donde construye una carretera que conectará Dushanbe con la ciudad noroccidental china de Khojand atravesando el Valle de Fergana, una de las mayores obras de infraestructuras que actualmente se realizan en Tayikistán, en cuya zona fronteriza con Uzbekistán y con Kirguizistán trabajan además unos 30.000 operarios chinos.

En Tayikistán, un país aún traumatizado por la cruenta guerra civil vivida entre 1992 y 1997, la llegada de droga desde el vecino Afganistán incrementa el número de consumidores y con ello el de enfermos de SIDA. Por otro lado, a partir de 2005 se han producido diversos atentados con explosivos en el país y el autoritarismo del presidente tayiko Imomali Rahmon tampoco da juego a la oposición, con lo que esta está diezmada, dejando libre el terreno a los manipuladores de la religión. Además, la acusación tayika a Uzbekistán de intentos de desestabilización están agravando aún más las relaciones bilaterales desde el pasado verano: el 16 de julio el presidente del Tribunal Supremo de Tayikistán, Nasratullo Abdulloev, acusaba en conferencia de prensa al Servicio Nacional de Seguridad Uzbeko (SNB) de ordenar el atentado con bomba contra la sede de dicho Tribunal producido en junio de 2007 y animado, entre otros, por el comandante renegado Mirzoev Bobosubhon, que dirigiera el Frente Popular de Tayikistán durante la guerra civil y que es perseguido como criminal en su país. Por dicho atentado cumple una pena de 22 años de prisión Komiljon Ishonquolov pero otros dos uzbekos acusados no han sido jamás entregados a Tayikistán. Por otro lado, Uzbekistán acusa tradicionalmente a Tayikistán de albergar a miembros del MIU en su territorio, que tampoco son entregados cuando se solicita su extradición a las autoridades tayikas. El 14 de noviembre de 2007 otra bomba provocaba un muerto en Dushanbe.

En términos más globales, China ha logrado a través de su activismo en la OCS frenar toda posible ayuda a los separatistas iugures por parte de sus socios musulmanes en dicha organización subregional: Kirguizistán, Kazajistán, Tayikistán y Uzbekistán. Los cuatro países han ido cerrando en los últimos años oficinas y facilidades de los activistas uigures abiertas en su suelo desde la década de los 90. Aparte de la sensibilización progresiva frente al crecimiento del yihadismo salafista alimentado en buena medida desde Afganistán, Pakistán y Uzbekistán, países como Tayikistán, Kirguizistán y Kazajistán tienen también en cuenta otros factores a la hora de apoyar los esfuerzos chinos. Los tres tienen importantes intereses económicos y comerciales que defender y, en cuanto a Kirguizistán y Kazajistán, se han de añadir como argumentos las viejas reclamaciones territoriales de Pekín que son herencia de los litigios de fronteras sino-soviéticos, y que para el caso de Kirguizistán incluyen reclamaciones chinas a lo largo del río Chon-Uzengukuush así como en los asentamientos de Erkeshtam y de Nuru. Volviendo al terrorismo yihadista salafista, Kirguizistán frenó el activismo de hasta tres organizaciones distintas de apoyo a la causa iugur –la Asociación Uigur de Kirguizistán, la Organización de Derechos Humanos “Democracia” de Bishkek y el Centro de Información Iugur “Erpan”– a partir de principios de la presente década, cuando el creciente activismo del HUT en toda la región o el proceso judicial culminado el 12 de marzo de 2001 con dos sentencias de muerte por actividades terroristas cometidas por uigures en la región kirguiz de Osh encendieron las alarmas meses antes del 11-S.

Conclusiones: El estudio de la implantación del yihadismo salafista en los cinco Estados de Asia Central no ofrece las evidencias que podemos encontrar si profundizamos en dicho objeto de estudio en otras latitudes del mundo musulmán. La escasez de atentados realizados, la centralidad de la violencia yihadista salafista en escenarios cercanos como Afganistán y Pakistán, la necesidad de incorporar el estudio de un partido político panislámico como el HUT, que es perseguido con distintas intensidades en los Estados afectados, la existencia de un MIU diezmado por la ofensiva que sobre él se ha venido acometiendo desde distintos frentes pero que como tal y a través de alguna de sus escisiones sigue golpeando donde puede y la compleja vida interna de cada uno de los Estados centroasiáticos son realidades a considerar y algunas de ellas pueden ser vistas incluso en clave desdramatizadora. Sin embargo, la vitalidad ideológica y operativa de la ideología yihadista salafista, la combinación con otros factores como el crecimiento exponencial del tráfico de drogas en la región o la centralidad de un país como Uzbekistán para poder conseguir o no avances hacia la normalización de Afganistán, dependiendo ello de las decisiones que se puedan tomar en los próximos meses, hacen de la región centroasiática uno de los escenarios privilegiados para intentar frenar la expansión global del yihadismo salafista.

Carlos Echeverría Jesús
Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y subdirector de la Unidad de Investigación en Seguridad y Cooperación Internacional (UNISCI)