Tema
La cumbre UE-CELAC, a celebrar en Colombia a fines de 2025, se perfila como una cita clave para profundizar la relación birregional como una alternativa a los Estados Unidos de Donald Trump y al desafío de China.
Resumen
La Cumbre UE-CELAC (Unión Europea – Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), a celebrar en Colombia en el mes de noviembre, tendrá que superar un triple desafío para resultar exitosa e imprimir un salto cualitativo y cuantitativo a la alianza estratégica eurolatinoamericana. Ese triple desafío consiste en profundizar y dotar de mayor contenido a los fundamentos que conforman el actual vínculo; en ampliar las bases de la alianza incluyendo y priorizando nuevos ámbitos de común interés (la crisis migratoria y de seguridad) donde está en juego la gobernabilidad y estabilidad de los países de ambos lados del Atlántico; y, finalmente, en superar los obstáculos que impiden avanzar en la alianza.
En 2023-2025, la UE ha impulsado su proyección en América Latina con la firma de tres acuerdos: la renovación de la Asociación Estratégica Birregional, el acuerdo con el Mercado Común del Sur (Mercosur) y con México. Europa apuesta por ser un aliado geopolítico y alternativo tanto a China como a Estados Unidos (EEUU). Sin embargo, es necesario concretar y profundizar el contenido y alcance de esos acuerdos. Esta será la principal tarea de la IV Cumbre UE-CELAC, donde la UE buscará transmitir la idea de que su apuesta por América Latina es estratégica (no coyuntural) y mutuamente favorable. Por un lado, promoviendo inversiones para desbloquear los cuellos de botella (déficits en recursos financieros, capital físico y humano) que impiden el crecimiento regional. Por el otro, facilitando la cooperación científica y la transferencia de tecnología para superar el patrón extractivista y las tradicionales relaciones asimétricas. Al mismo tiempo, será una alianza funcional para fortalecer a la UE como actor internacional y favorecer su autonomía y seguridad.
Análisis
El mundo de la posguerra fría puede darse por concluido, como evidencian diversos acontecimientos recientes: el ascenso de China, el COVID-19, la invasión rusa de Ucrania, la guerra en Gaza y el giro en la política exterior de EEUU impuesto por Donald Trump. La UE ha tenido dificultades para adaptarse al nuevo contexto y a la transformación del orden geopolítico. Su apuesta por la autonomía estratégica, durante la primera Administración Trump, no se completó. Cuando pareció que el fenómeno Trump se circunscribía a una sola presidencia (2017-2021), Bruselas perdió el incentivo para acelerar esos cambios en su estrategia internacional, incluso en la búsqueda de nuevos aliados. Ahora, con Trump de regreso, Bruselas se ha percatado de que carece no sólo de autonomía, sino también de aliados sólidos para contrarrestar a EEUU y China. Esta nueva coyuntura es cada vez más apremiante dada la fractura de la alianza transatlántica.
1. El giro de la UE hacia América Latina (2023-2025)
La UE es consciente de que necesita aliados en un mundo más complejo, donde EEUU ya no es un socio fiable y hay nuevos desafíos, como la presencia de potencias expansionistas (invasión rusa de Ucrania). Entre los posibles aliados, América Latina sobresale con luz propia y hacia allí mira Bruselas, decidida a relanzar la relación birregional. El primer paso se dio en julio de 2023, en la III Cumbre UE-CELAC, que puso fin a ocho años sin reuniones birregionales de alto nivel. La cita sentó las bases para fortalecer la Asociación Estratégica forjada a comienzos del siglo XXI, pero lastrada desde 2015. En 2023, se puso en marcha un diálogo estructurado, con un mecanismo de coordinación permanente, reuniones de jefes de Estado y gobierno bienales y ministeriales en los años alternos. Además, la UE presentó la agenda de inversiones Global Gateway para movilizar 45.000 millones de euros hasta 2027, en 130 proyectos de inversión en los sectores digital, energético, transportes, salud y educación e investigación. La cumbre reafirmó el deseo de los dos bloques de erigirse en socios preferentes en una alianza basada en valores e intereses comunes, incluyendo la defensa y promoción del multilateralismo, el fortalecimiento de lazos económicos, sociales, culturales y la cooperación institucional.
Tras la cumbre de 2023 y a medida que el regreso de Trump se hacía más factible, la UE imprimió mayor velocidad al acercamiento a América Latina. En 2024, se firmó el tratado UE-Mercosur, tras 25 años de negociación (aún pendiente de ratificación) y en 2025, se renovó el tratado con México y entró en vigor la modernización del Acuerdo de Asociación con Chile. Como señala Ernesto Talvi, en un Análisis del Real Instituto Elcano, “el ritmo acelerado con el que se están cerrando estos acuerdos no es… una casualidad, sino una manifestación clara de la decisión política de la UE de fortalecer su asociación estratégica con América Latina en un contexto de reconfiguración geopolítica global y las incertidumbres y riesgos de una nueva Administración de Trump”.
La UE ha visto la oportunidad que abren las políticas proteccionistas de Trump y ha acelerado el proceso de tender puentes con otras regiones como América Latina. Los acuerdos recientes con el Mercosur, México y Chile evidencian la triple apuesta europea para: (a) diversificar sus alianzas respondiendo al desafío proteccionista de EEUU, al avance de China y a la amenaza expansionista de Rusia; (b) asegurar el abastecimiento de materias primas estratégicas para la transición verde (litio, cobre, platino, etc.) con socios confiables, reduciendo su exposición y dependencia de importaciones chinas y rusas; y (c) construir cadenas de valor descarbonizadas, sostenidas en energías renovables aprovechando que América Latina las tiene en abundancia.
El bienio 2023-2025, que va de la cumbre UE-CELAC de Bruselas a la de Colombia, puede considerarse un periodo exitoso en la relación birregional tras el estancamiento de la década pasada. Pero esto es insuficiente, ya que la cita colombiana no es un punto de llegada sino de partida para acelerar y profundizar lo logrado en 2023. La próxima Cumbre UE-CELAC de noviembre deberá superar un triple desafío para reforzar la alianza eurolatinoamericana: profundizar y dotar de mayor contenido los fundamentos que conforman el vínculo; ampliar las bases de la alianza, incluyendo nuevos ámbitos de interés común, donde está en juego la gobernabilidad de los países de ambos lados del Atlántico; y, finalmente, conseguir que de la cumbre colombiana salga una alianza fortalecida, lo que implica superar los obstáculos tradicionales que lo impiden.
2. La profundización de la alianza
Repotenciar la alianza estratégica implica dotarla de mayor contenido y mandar un mensaje a América Latina y el Caribe del firme compromiso de la UE. Esto implica potenciar la Global Gateway, ratificar el tratado UE-Mercosur y convertir Europa en un elemento clave del desarrollo latinoamericano. Estos tres pilares deberían reforzarse en la próxima Cumbre.
2.1. La Global Gateway, palanca para el desarrollo latinoamericano
El primer pilar es la Global Gateway, una iniciativa destinada a diversificar las relaciones europeas a escala internacional y a proyectar su poder duro, blando y financiero. Se calcula que América Latina podría crecer anualmente un punto adicional del PIB hasta 2027 –equivalente a la economía colombiana– si se ejecutan las inversiones previstas. La Global Gateway, sumado a la Alianza Digital, ofrece a la región una oportunidad para superar sus históricos déficits de desarrollo, mejorando su productividad y competitividad. La UE debe hacer pedagogía y construir un relato basado en datos para que los países latinoamericanos comprueben que no se trata sólo de un conjunto de iniciativas innovadoras, sino que también tiene la virtud de propiciar el crecimiento y el desarrollo social, facilitando la cooperación científica y la transferencia de tecnología para superar el patrón extractivista y las tradicionales relaciones asimétricas.
La UE es el tercer socio comercial de América Latina (el comercio ha crecido un 39% en los últimos 10 años), el principal contribuyente a la cooperación al desarrollo y el primer inversor, con un stock de casi 700.000 millones de euros. Sin embargo, como señala Alicia García Herrero, Bruselas debe convertir su relato en objetivos concretos, priorizando “los objetivos estratégicos del programa y [mejorando] la cooperación entre las instituciones públicas y las empresas privadas. De este modo, la UE podría posicionarse como una alternativa creíble a la Iniciativa de la Franja y la Ruta china, creando una cooperación de mutuo beneficio. En última instancia, el éxito dependerá de si la Global Gateway puede ir más allá de la mera retórica y ofrecer beneficios tangibles que calen en los países emergentes y en vías de desarrollo”.
Las inversiones europeas deberían desbloquear los cuellos de botella que impiden el crecimiento con desarrollo latinoamericano, en áreas como infraestructuras físicas, digitales y logísticas. La Global Gateway es una alternativa ante la relación mono-exportadora de América Latina con EEUU y China, que implica el compromiso con el progreso tecnológico, la modernización económica y la matriz productiva regional. Busca la transformación digital en ciberseguridad, industrias 4.0, inteligencia artificial (IA), nube y tecnologías verdes (greentech) para cerrar las brechas de conectividad de forma sostenible, social y medioambientalmente.
2.2. La credibilidad de la UE en América Latina y el acuerdo con el Mercosur
El segundo vector es el acuerdo con el Mercosur. Su ratificación, al menos en su parte comercial, debería producirse en 2025 y poder hacerlo en la Cumbre de Colombia le daría un gran valor simbólico. El paso dado a fines de 2024 fue importante, pero sólo es un punto de partida. Después de un cuarto de siglo de negociaciones, el Acuerdo debe ser ratificado mediante un complejo proceso. De hecho, los países europeos que se oponen han avisado que todavía hay un largo camino por recorrer. El presidente francés Emmanuel Macron aseguró que «el asunto no está terminado». La vocación latinoamericana de la UE perdería credibilidad y legitimidad si el tratado no se ratifica o queda bloqueado. La ventana de oportunidad para superar las resistencias de Francia y otros países es estrecha. El renacimiento del proteccionismo, abanderado por Trump y la expansión del comercio y la inversión de China son un incentivo para que los países más tibios cambien de postura, como está haciendo Austria. Por su parte, las reticencias sudamericanas parecen estar cediendo y Javier Milei, que prefería un acuerdo de libre comercio con EEUU, vería con mejores ojos el acercamiento a la UE dado que la Administración Trump se inclina más por otro tipo de acuerdos. Incluso Milei ha mejorado su relación con el presidente paraguayo Santiago Peña para reforzar su posición dentro del Mercosur. Será interesante ver cómo se comporta en el futuro el doble juego de alianzas dentro del bloque: Brasil y Uruguay, por un lado, Argentina y Paraguay, por el otro.
Retrasar el acuerdo con el Mercosur significa lisa y llanamente obstaculizar la alianza birregional. Si esto ocurre, Europa perdería un aliado geopolítico con potencial de ser un proveedor confiable de minerales críticos, energías renovables y alimentos. Como señaló la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas: “en Europa, lo llamamos autonomía estratégica. En América Latina y el Caribe lo llamáis soberanía. Pero queremos decir lo mismo. No queremos dependencias. No creemos en las esferas de influencia. La UE será firme y pragmática en la defensa de sus intereses y valores, pero creemos que la mejor manera de hacerlo es a través de asociaciones a largo plazo con socios fiables y de confianza en tiempos inciertos”.
2.3. La UE y la autonomía estratégica de América Latina
La Cumbre de Colombia se perfila como un escenario propicio para ofrecer a los países latinoamericanos una alternativa para diversificar sus relaciones geopolíticas y vínculos económicos. De todas formas, la UE se enfrenta al obstáculo de romper inercias históricas, ya que los fuertes vínculos económicos y comerciales de México, América Central y el Caribe con EEUU y de Sudamérica con China no son fáciles de cambiar a corto plazo. La proyección de la UE se ha acelerado desde 2024. Sólo unas semanas después del anuncio del acuerdo UE-Mercosur, se dio un nuevo paso en la estrategia de vinculación con América Latina al cerrar, tras casi una década de negociaciones, la modernización del Tratado UE-México (TLCUEM), vigente desde 2000. Este acuerdo se suma a la modernización del acuerdo con Chile, concluido en diciembre de 2023 y ratificado por el Parlamento Europeo en febrero de 2024.
El Tratado con México es un acuerdo de última generación, que supone un salto cualitativo y cuantitativo en la relación bilateral, que no sólo reduce las barreras comerciales, sino también apuesta por el desarrollo sostenible y la defensa de los valores democráticos y el Estado de derecho. Ursula von der Leyen lo definió como un “acuerdo histórico [que] demuestra que el comercio abierto y basado en normas puede contribuir a nuestra prosperidad y seguridad económica, así como a la acción climática y al desarrollo sostenible”. El endurecimiento de las políticas comerciales y migratorias de EEUU obliga a México a diversificar los mercados y reforzar alianzas con otros bloques económicos, aunque será complicado modificar a corto y medio plazo la interdependencia con EEUU. El Plan México, de la presidenta Sheinbaum, busca movilizar 277.000 millones de dólares de inversiones en 2.000 proyectos y es una estrategia conjunta del gobierno mexicano y el sector privado para atraer capitales y estimular el crecimiento en sectores prioritarios como la industria textil, farmacéutica, dispositivos médicos, agroindustria, chips semiconductores, automoción, electromovilidad, química, petroquímica, bienes de consumo, y aeroespacial. El Plan México, al buscar elevar la proporción de inversión pública y privada por encima del 25% del PIB a partir de 2026 y del 28% en 2030, se transforma en una oportunidad para la inversión europea en sectores estratégicos.
3. Ampliación de los fundamentos de la alianza
Repotenciar la alianza UE-CELAC requiere dar mayor contenido a la relación y abrir nuevos caminos en temas esenciales, como la crisis migratoria o el desafío del crimen organizado. El problema migratorio provoca, por un lado, pérdida de capital humano y fuga de cerebros, y, por el otro, tensiones socioeconómicas y de seguridad en los receptores. El narcotráfico y el crimen organizado son un desafío común, que amenaza la estabilidad democrática.
América Latina se enfrenta a una crisis migratoria. Expulsa población por el fracaso económico de muchos de sus países, incapaces de absorber nuevas demandas sociales y laborales. A esto se une la frustración de expectativas de mejora personal e intergeneracional, así como la incapacidad de garantizar la seguridad ciudadana y unos servicios públicos de calidad. La migración hacia EEUU aumentó considerablemente desde 2023, un fenómeno que no sólo afecta a México, donde la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) elevó el incremento de la migración irregular en un 62% en los primeros ocho meses de 2023 comparado con el mismo periodo de 2022. La crisis migratoria también afecta a América Central y el Caribe y se ha agravado en Haití, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Ecuador, presionando a los países receptores: nicaragüenses en Costa Rica, haitianos en República Dominicana y venezolanos especialmente en Colombia, pero prácticamente en toda la región. Más de 7,7 millones de refugiados y migrantes venezolanos han abandonado su país desde 2018, de los cuales unos 6,5 millones (84%) están en América Latina, principalmente en Colombia. El flujo de migrantes en tránsito por América Central se ha multiplicado casi por tres entre 2022 y 2023.
En esta crisis, la UE puede desempeñar un doble papel. Por un lado, contribuyendo al desarrollo local, evitando que se acentúe la salida de ciudadanos, y, por el otro, siendo una alternativa ante el cierre de las fronteras de EEUU y el rechazo creciente a los nuevos migrantes en países como Colombia, Chile y Perú. Como señala Ramón Jáuregui, la UE puede ofrecerles un camino legal y seguro de entrada en Europa que, a su vez, se beneficiaría de un contingente humano dispuesto a aportar mano de obra en sectores deficitarios: “Bastaría con abrir nuestros consulados a una inmigración ordenada para cubrir enormes bolsas de empleo temporal (en agricultura y hostelería), o fijo, en otras actividades, como ya estamos haciendo con los conductores de camiones o autobuses”. La cumbre UE-CELAC puede ser el marco ideal para ganar poder blando y legitimidad (olvidando los errores cometidos con las vacunas contra el COVID-19).
El crimen organizado y el narcotráfico son un desafío para la democracia y la estabilidad de las dos regiones. Los cárteles latinoamericanos han demostrado capacidad para penetrar tanto en África como en Europa. Es un reto compartido que requiere de mayor cooperación porque el enemigo es el mismo, combinando estrategias tradicionales con otras innovadoras. La lucha contra el crimen organizado debería ser prioritaria y abordarse en la cumbre UE-CELAC. Para ello ya se dispone de algunas herramientas, como el PAcCTO 2.0 (Programa de Asistencia Contra el Crimen Transnacional Organizado), una alianza entre la UE y la CELAC contra el crimen transfronterizo. Trabajos recientes y foros como el de la Cumbre de Seguridad en Guayaquil (agosto de 2024) muestran que una estrategia coordinada entre la UE y la CELAC permitiría avanzar en este terreno.
La próxima Cumbre es el escenario ideal para desarrollar el marco institucional que permita reforzar la inteligencia financiera, invirtiendo en digitalización y capacitación del personal para crear un entramado tecnológico que conecte ambas orillas del Atlántico. Una mayor coordinación interestatal e interregional permitiría desterrar la idea de que es un combate circunscrito al interior de las fronteras nacionales. Se requiere mayor coordinación e intercambio de inteligencia entre agencias para prevenir y perseguir el delito.
4. Superar los obstáculos para culminar una alianza estratégica
La próxima Cumbre afrontará diversos obstáculos que pueden retrasar la profundización de la relación birregional. Entre estos, la debilidad del país anfitrión. La primera cuestión gira en torno a la capacidad de Gustavo Petro para articular consensos regionales a la vista de lo ocurrido con la presidencia pro tempore hondureña, ejercida por Xiomara Castro. Incluso su posición interna es de debilidad, ya que acaba su mandato en 2026 y está inmerso en una pugna institucional con el Poder Legislativo al promover una consulta popular para forzar la aprobación de sus reformas de salud y trabajo, rechazadas por el Parlamento. Su excesiva atención a la política interna y a la sucesión presidencial merma su dedicación a la agenda internacional. Es más, quien debe llevar el peso de la organización de la Cumbre, la canciller Laura Sarabia, se halla inmersa en una dura pugna política, personal y judicial con el ministro del Interior, Armando Benedetti. Irónicamente, ambos son los pilares en los que se apoya –o debería apoyarse– la gestión del presidente.
En 2022, Petro intentó suceder a Lula da Silva como líder regional, pero desde entonces sus enfrentamientos con otros presidentes latinoamericanos lo invalidan como constructor de consensos. Se ha enfrentado a otros mandatarios, también amantes de la descalificación, los insultos y el histrionismo, como Milei y Nayib Bukele. Petro llamó a Milei “nostálgico de Mussolini” y a Bukele dictador, quien en reciprocidad lo acusó de beber en exceso y crear crisis geopolíticas por su ingesta de alcohol. Sus posiciones ideológicas extremas han reducido su margen de acción para ser un líder regional por encima de las divisiones políticas. Su liderazgo es reducido, como mostró su fallido intento de mediar ante Nicolás Maduro tras las elecciones presidenciales de 2024. También fracasó su iniciativa de convocar una cumbre extraordinaria, aunque fuera virtual, de la CELAC en enero de 2025 para responder de forma coordinada a las políticas migratorias de Trump.
Lo ocurrido en enero de 2025 con la cancelación de la Cumbre de la CELAC es una muestra más de sus divisiones internas. Después de su fundación en 2011, entró en un periodo de parálisis tras la muerte de Hugo Chávez, en 2013, uno de sus fundadores y gran impulsor, sumado al declive temporal de Lula da Silva. Incluso se suspendió la Cumbre de 2018. La salida del Brasil en 2020, durante la presidencia de Jair Bolsonaro, fue el punto más bajo de la CELAC, que en el periodo 2017-2021 no reunió a los presidentes.
Entre 2019 y 2021, México intentó revivirla y en la cumbre de Buenos Aires de 2023 Brasil se reincorporó a la organización. Las dos últimas presidencias pro tempore –de San Vicente y Granadinas y Honduras– han reforzado la sensación de desgobierno y de crisis internas, trasladado a las últimas cumbres, que han estado por debajo de las expectativas. La VIII Cumbre de la CELAC, celebrada el 1 de marzo de 2024, evidenció su fragmentación, reforzada por las ausencias de Argentina, Ecuador, Paraguay y Uruguay. En realidad, esto sólo refleja la fragmentación de América Latina, que, sumada a la mala relación entre los presidentes, impide alcanzar mínimos consensos tanto de la agenda regional como internacional. Junto a la fragmentación hay tantas contradicciones entre los países que resulta complicado conciliar agendas. El proyecto de moneda única que Lula y Alberto Fernández impulsaron en 2023, hoy, con Milei en la Casa Rosada, es una quimera.
De hecho, los gobiernos de Argentina y Paraguay señalaron que no hubo consenso en la declaración final de la IX Cumbre de la CELAC (abril, Honduras). Paraguay manifestó su desacuerdo con la declaración final y Argentina exigió respetar el principio del consenso y denunció la violación de procedimientos. La Declaración de Tegucigalpa, que fue adoptada por 30 de los 33 países que integran el organismo, lo hizo con el Mercosur dividido entre Brasil y Uruguay, por un lado, y Argentina y Paraguay, por otro.
La CELAC es la única contraparte de la UE para impulsar la relación entre Europa y América Latina. Pese a sus limitaciones es la única instancia existente de ámbito regional. Esas dificultades se plasmaron en los 111 puntos de la Declaración Final de la Cumbre de Buenos Aires. Era una agenda poco realista, heterogénea e inmanejable. Más allá de sus concesiones, no se citaba ni una sola vez a Ucrania. La CELAC tampoco es un socio solvente para otros actores como China, que ha hecho del Foro China – CELAC uno de los ejes de su política latinoamericana. Sin embargo, ésta no se articula a través de los limitados acuerdos alcanzados en dichas cumbres, plagadas de retórica, ni en otros encuentros paralelos. Para China, poco o nada interesada en la integración regional, la relación con América Latina gira en torno a las relaciones bilaterales, especialmente con aquellos países más afines o que le reportan un mayor interés. El papel de Brasil en los BRICS (los próximos 6 y 7 de julio se celebrará en Río de Janeiro su próxima Cumbre) también incidirá, sin duda, en la relación de América Latina, especialmente de América del Sur, con China, pero también con la UE.
Conclusiones
La próxima cumbre UE-CELAC es crucial para que Europa profundice su compromiso con América Latina y el Caribe y se presente como un socio fiable que prioriza la cooperación entre iguales frente a la confrontación que impone Trump. Un socio que, a diferencia de China, promueve prioridades compartidas en temas como la resiliencia climática, la gobernanza digital y el comercio inclusivo para construir unos lazos transatlánticos más fuertes. Sin embargo, reforzar los lazos con América Latina no implica forzar a ésta a distanciarse de China.
Pero la UE no juega sola. Las estructuras económicas y comerciales de México, América Central y el Caribe están muy vinculadas a EEUU y cambiarlas implicará un proceso largo y costoso. La UE también debe enfrentarse a la tentación china, muy fuerte para los países sudamericanos, pues el gigante asiático es más flexible, más rápido en la toma de decisiones y posee mayor músculo financiero. Las políticas de Trump favorecen el acercamiento a la UE, pero también a China. Además, la propia UE es muy heterogénea. En ella conviven países decididos a potenciar el acercamiento con América Latina frente a otros más reticentes e incluso aquellos con menores incentivos.
Si la UE aspira a proyectar su influencia en América Latina, reforzando su alianza, debe apuntar a solucionar los problemas estructurales. Mediante iniciativas como la Global Gateway puede ampliar su apoyo a programas que promuevan la sostenibilidad, la inclusión económica, la inversión en capital humano y físico y digital, y la gobernanza local para atacar los grandes déficits que padece la región y que impiden su desarrollo. Sin embargo, con la Global Gateway no basta, hay que ir mucho más allá. La UE puede consolidar su influencia en América Latina, cada vez más atrapada en la competencia entre EEUU y China. Para ello deben materializarse otras iniciativas, como el Acuerdo UE-Mercosur. En un momento en el que China está ampliando su influencia en América Latina, prolongar la incertidumbre sobre el compromiso de Bruselas con la región supone colocar a la UE al margen de oportunidades estratégicas en comercio e inversión.
Avanzar en la ratificación del Acuerdo UE-Mercosur y de los objetivos de la Global Gateway es fundamental para fortalecer los lazos económicos birregionales y apostar por un desarrollo inclusivo y sostenible. Las políticas de Trump dificultan las relaciones entre EEUU y América Latina y ofrecen a la UE una oportunidad para llenar el vacío. Europa puede ayudar a fomentar una alianza transatlántica entre iguales más resistente. Además de afianzar lo logrado desde 2023, la UE debe avanzar en otros temas como la crisis migratoria y la seguridad. Ambas cuestiones deterioran la institucionalidad democrática latinoamericana. La crisis migratoria también es un problema para la UE, aunque aquí se puede aprovechar la ocasión para atraer mano de obra. El accionar de los cárteles no se circunscribe sólo a América Latina, pues el crimen organizado no conoce fronteras y actúa a ambos lados del Atlántico.
El contexto es favorable para concretar nuevos objetivos y avanzar en la alianza birregional, pero también hay múltiples obstáculos a ambos lados del Atlántico. La ventana de oportunidad abierta por el tratado UE-Mercosur se cerraría si no se avanza en su ratificación. La fragmentación regional obliga a la convivencia de sensibilidades diferentes, algunas incompatibles, lo que repercute negativamente en la relación birregional. Las posturas son varias y van desde Milei en Argentina, que prefiere la cercanía a EEUU, hasta Brasil, que juega en múltiples pistas mirando a la vez a los BRICS y a Europa, pasando por países que se han colocado al margen de la comunidad democrática internacional por su cercanía a Rusia y China, como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Concretar los acuerdos existentes, profundizando su alcance y contemplar como pilares de la relación otros temas, como el migratorio y la respuesta al reto del crimen organizado, van a ser las principales tareas de la IV Cumbre UE-CELAC.