China en el Magreb: relaciones, percepciones y perspectivas

Imagen satelital del Magreb sobre la bandera de China.

Imagen satelital del Magreb sobre la bandera de China. Créditos: NASA (Wikimedia Commons / Dominio Público) y SteveAllenPhoto999.

Tema

Con el ascenso de China a la condición de potencia mundial, su relación con el Magreb ha experimentado un crecimiento sustancial, circunstancia que genera riesgos y oportunidades para los países de la región.            

Resumen

La relación de la República Popular China con el Magreb se remonta a la década de 1950, pero el gigante asiático ha ido aumentando considerablemente sus lazos económicos, políticos y –en menor medida– culturales con la región desde principios del siglo XXI. A pesar de las ventajas tan pregonadas de la cooperación Sur-Sur, las relaciones económicas de China con el Magreb reproducen características de comercio desigual. Las empresas constructoras chinas han acaparado los grandes contratos de infraestructuras de la región, pero las inversiones de China en el Magreb continúan siendo escasas. La “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, presentada en 2013, tiene por fin seguir consolidando la presencia de China en la región, algo que la UE y EEUU perciben como una amenaza para sus intereses. En última instancia, China brinda la oportunidad a los países del Magreb de seguir adelante con la expansión y modernización de sus infraestructuras nacionales, al tiempo que reducen su dependencia de Occidente.

Análisis

(1) De las políticas antiimperialistas a los negocios

La relación de la República Popular China (RPC) con el Magreb[1] data de la década de 1950, cuando el partido comunista recién llegado al poder tendió puentes con los movimientos de liberación nacional de la región. La Conferencia de Bandung de 1955 supuso un hito para las relaciones chino-magrebíes. A la conferencia asistieron, entre otros, Zhou Enlai, a la sazón primer ministro de China, y las delegaciones del Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia, el partido tunecino Neo Destour y el partido marroquí Istiqlal. En su discurso en Bandung, Zhou Enlai afirmó que China se aliaría con el tercer mundo para luchar contra el imperialismo y la dominación colonial.

En esa línea, Pekín desempeñó un papel crucial en la lucha de Argelia por la independencia. Entre 1958 y 1962, proporcionó ayuda al Ejército de Liberación Nacional (ELN), brazo armado del FLN, en concepto de fondos, armas y formación para los combatientes argelinos. Asimismo, China fue el primer Estado no árabe en reconocer al gobierno provisional de la República Argelina en diciembre de 1958. Si bien en los años 80 las políticas revolucionarias empezaron a perder preeminencia en las relaciones exteriores de China en beneficio de la creación de vínculos económicos más prácticos, el apoyo de China a la independencia de Argelia sigue sustentando las buenas relaciones bilaterales actuales. Hoy en día, Argelia es el único país del Magreb que cuenta con una asociación estratégica global (AEG) con China, el nivel más alto posible de las alianzas diplomáticas chinas. La AEG pone de manifiesto la fortaleza de la relación y la voluntad de Pekín de mantener un contacto significativo con el país a distintos niveles.

Con la adhesión de China a la OMC en 2001, la creación del Foro de Cooperación China‑África (FOCAC) en 2000 y el Foro de Cooperación China‑Estados Árabes (CASCF) en 2004, las relaciones entre China y el Magreb siguieron afianzándose. Pese a que el FOCAC y el CASCF han suscitado una gran atención, las relaciones entre China y el Magreb han seguido siendo en gran medida bilaterales, lo que limita la capacidad de negociación de los países del Magreb como región y facilita que Pekín genere unos dividendos económicos y diplomáticos considerables.

Dicho lo cual, desde el cambio de siglo, mientras Occidente miraba al Magreb sobre todo a través del estrecho prisma de la seguridad –en el mejor de los casos, como aliado en la “guerra contra el terrorismo”; en el peor, como un hervidero de futuros migrantes–, China incrementó de forma notable sus vínculos económicos y políticos con la región. El planteamiento de Pekín es algo diferente, ya que hace hincapié en el comercio y en los grandes proyectos de infraestructuras como mecanismos fundamentales para mejorar la seguridad. En la octava reunión ministerial del Foro Chino‑Árabe, en julio de 2018, el presidente Xi Jinping ensalzó las virtudes del buque insignia de su política exterior, la iniciativa de la “franja y Ruta” (BRI, por sus siglas en inglés), e insistió en que el desarrollo es fundamental para resolver una gran parte de los problemas de seguridad de la región. En esa misma reunión, Xi anunció nuevos préstamos por valor de 20.000 millones de dólares y otros 106 millones en ayuda financiera para Oriente Medio y el norte de África (región MENA, por sus siglas en inglés), destinados a impulsar la construcción de infraestructuras, la reactivación industrial y el establecimiento de nuevas relaciones comerciales.

Con la iniciativa BRI, China ha mostrado un renovado interés por el Magreb.

El motivo es una confluencia de factores, entre ellos la ubicación estratégica del Magreb como punto de conexión para la logística marítima entre África, Asia y Europa; la condición de países de renta media de las naciones del Magreb, lo que las convierte en mercados interesantes para algunos productos chinos; y los tratados de libre comercio entre determinados países del Magreb y la UE, lo que supone un incentivo para que los fabricantes chinos trasladen sus actividades a la región con el fin de beneficiarse de estos acuerdos.

En cambio, los gobiernos de los países del Magreb suelen percibir la iniciativa BRI como una oportunidad de solventar las carencias en materia de infraestructuras, atraer inversiones y espolear el comercio. Todos ellos han firmado memorandos de entendimiento (MdE) para sumarse a la iniciativa BRI. La política de no injerencia de Pekín, verdadera piedra angular de su política exterior, hace que la iniciativa resulte interesante para los países en desarrollo, entre ellos los del Magreb. Este principio obliga oficialmente a Pekín a abstenerse de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países.

Ahora bien, el Magreb ha sido una auténtica prueba de fuego para la solidez de la política de no injerencia de China. Pekín manifestó su preocupación por la operación de la OTAN en Libia en 2011, pero decidió no usar su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para detener la intervención militar. Lo que sí hizo fue votar en contra de la Resolución 1.973 por la que se establecía una zona de exclusión aérea y se ofrecía protección a la población civil. Al mismo tiempo, respaldó la decisión del Consejo de Seguridad de imponer al gobierno de Gadafi una congelación de activos, la prohibición de viajar y un embargo de armas. Al final, cuando Libia acabó inmersa en una cruenta guerra civil, las autoridades chinas se vieron obligadas a anunciar que China pondría fin a su actividad comercial en el país. Se evacuó de Libia a más de 35.000 ciudadanos chinos en los dos primeros meses de 2011, y el número de empresas chinas con actividad en el país cayó más de un 45%. Es probable que la decisión de Pekín de aplicar con cierta flexibilidad su doctrina de no injerencia en Libia estuviese motivada por sus intereses económicos en el país.

En los últimos años, ha aumentado la inquietud por el posible uso incongruente del principio de no injerencia por parte de Pekín para proteger y promover sus intereses. Por ejemplo, durante el movimiento prodemocrático Hirak en Argelia en 2019, los funcionarios chinos aprovecharon la ocasión para reafirmar su apoyo al régimen político argelino. Cuando el Parlamento Europeo aprobó una resolución llamada “La situación de las libertades en Argelia” en la que denunciaba la persecución y detención de opositores políticos, periodistas y defensores de los derechos humanos por parte del régimen, el embajador chino en Argelia, Lie Lianhe, respaldó al gobierno argelino al afirmar que China rechazaba cualquier “injerencia” de potencias extranjeras en el país. Sin duda, la política china de no injerencia resulta atractiva para los dirigentes de Marruecos y Túnez.

La fuerte presencia de China en la región se percibe como una amenaza para los intereses de las potencias europeas.

En 2013 el gigante asiático desbancó a Francia como primer socio comercial de Argelia y las multinacionales han ido entrando cada vez más en sectores tradicionalmente en manos de empresas francesas, como por ejemplo la ingeniería civil, las telecomunicaciones y las infraestructuras de transporte. Algunos pesos pesados franceses como Total, Alcatel, Bouygues y Alstom tienen que competir ahora con colosos chinos que reciben financiación y asistencia de la administración china. El presidente francés Emmanuel Macron avisó a las naciones en desarrollo durante su visita a China en 2018 de que la iniciativa BRI podría convertirlas en “Estados vasallos”.

Al igual que otras potencias occidentales, Francia no ha logrado proponer una alternativa a la iniciativa BRI y a la abundante financiación que ofrece para actualizar las infraestructuras. La Unión por el Mediterráneo (UpM), puesta en marcha en 2008 para promover el desarrollo económico, la estabilidad y la integración entre ambas orillas del Mediterráneo, ha acabado siendo decepcionante para los países del sur porque, en líneas generales, se considera una iniciativa que no ha estado a la altura de lo que prometía.

Desde la pandemia del COVID-19, la “diplomacia de las mascarillas” de China y, después, su “diplomacia de las vacunas” consolidaron su presencia en el Magreb. Además de compartir conocimientos médicos, vacunas y equipos de protección individual con los países de la región, China empezó a fabricar sus vacunas Sinopharm y Sinovac en Marruecos y Argelia respectivamente. Pese a que la pandemia dio la puntilla a varios proyectos de infraestructuras a gran escala de la iniciativa BRI, el apoyo de China a la región durante la crisis sanitaria mundial sentó las bases para que la relación siga creciendo después de la pandemia. Analicemos ahora en mayor profundidad la naturaleza de las relaciones económicas entre China y el Magreb.

(2) Vínculos económicos chino-magrebíes

(2.1) Comercio

El comercio entre China y el Magreb empezó a crecer a principios de la década de 2000 hasta que China acabó convirtiéndose en uno de los tres principales importadores para todos los países del Magreb. Entre 2000 y 2020 el volumen total del comercio entre China y los cinco países del Magreb pasó de 742 millones a 19.100 millones de dólares. Aun así, la UE sigue siendo con diferencia el primer socio comercial del Magreb, con un volumen comercial total de 94.000 millones de dólares en 2020.

La Primavera Árabe repercutió negativamente en las relaciones económicas chino-magrebíes. En 2010, China recibió el 10% de las exportaciones de petróleo de Libia, lo que representaba el 3% de las importaciones totales de China y equivalía aproximadamente a 150.000 barriles al día. Las exportaciones libias se vieron afectadas por las revueltas que siguieron a la caída de Gadafi en 2011. No obstante, las exportaciones libias hacia China se han reanudado en los últimos años y en 2021 alcanzaron un valor de 2.800 millones de dólares. Esa cifra representa un exiguo 1,3% de las importaciones de crudo de China en ese año, cuyo total ascendió a 208.000 millones.

A diferencia del comercio de China con los países del Golfo, que se caracteriza por un superávit comercial favorable a los Estados de la región, los datos sobre el comercio chino-magrebí apuntan a un déficit comercial considerable para los países del Norte de África. Por ejemplo, en 2021 las importaciones de Argelia desde China llegaron a ser de 6.700 millones de dólares, mientras que las exportaciones de Argelia hacia China apenas supusieron unos 1.000 millones en promedio. Ese mismo año, Túnez importó bienes y servicios de China por un valor superior a 1800 millones de dólares, pero a cambio no vendió al gigante asiático más de 282 millones. Los datos comerciales con otros países del Magreb también muestran un déficit comercial con China salvo en el caso de Mauritania, país que exportó a China hierro y cobre por valor de 1.700 millones en 2021 y solamente importó 947 millones en productos y servicios chinos.

Además, la propia composición del comercio entre China y los países del Magreb reproduce pautas de comercio desigual. Los productos de gran valor añadido como la electrónica, los automóviles y los teléfonos constituyen la mayor parte de las exportaciones de China a los países del Magreb, mientras que en las exportaciones magrebíes hacia China predominan el petróleo, los minerales y los productos agrícolas. Los recursos energéticos suponen el grueso de las importaciones chinas desde Libia y Argelia, mientras que los minerales y los bienes agrícolas ocupan un puesto destacado en las exportaciones de Marruecos y Túnez hacia China. En los últimos años, las exportaciones agrícolas desde el norte de África han tenido más peso por la creciente demanda de alimentos importados en China. Marruecos ha incrementado sus exportaciones de naranjas al gigante asiático hasta convertirse en uno de los principales proveedores de naranjas de China.

En general, pese a que los consumidores magrebíes han recibido con agrado el bajo precio de los productos chinos, a menudo esos mismos productos han acabado con la competencia de fabricantes locales en el mercado interior y en mercados exteriores como la UE, lo que no ha hecho sino empeorar las tasas de desempleo en una región donde ya eran de por sí elevadas.

(2.2) Inversión

Tras la adopción por parte de Pekín de su estrategia de “salida al exterior” y la adhesión a la OMC en 2001, numerosas empresas chinas, tanto públicas como privadas, se aventuraron a invertir en el extranjero, incluida la zona del Magreb. Los datos publicados por el Ministerio de Comercio Exterior chino sobre la inversión extranjera directa (IED) del país indican que el Magreb recibe una parte insignificante de la inversión de China en el exterior. En 2021 el monto total de la IED en los cinco países del Magreb ascendió a 2.200 millones de dólares, lo que representa un nimio 0,08% de la IED china ese mismo año, valorada exactamente en 2,785 billones.

Pese a que China no invierte mucho en el Magreb, sus empresas se han embolsado grandes contratos llave en mano para la construcción de infraestructuras. Gracias a la competitividad de sus precios, las empresas chinas han ganado grandes licitaciones convocadas por administraciones locales para prestar servicios o construir infraestructuras a cambio de una remuneración. La autopista este-oeste de Argelia, el nuevo aeropuerto de Argel y la Gran Mezquita de la capital se presentan a bombo y platillo en informes y medios de comunicación populares como inversiones chinas, pero en realidad se trata de jugosos contratos adjudicados a empresas chinas por el gobierno argelino. Entre 2009 y 2019 Argelia pasó a ser uno de los mercados más importantes de África para proyectos de construcción lucrativos tras conceder a empresas chinas contratos por un valor aproximado de 70.000 millones de dólares. Aun así, el entusiasmo de Argelia por la construcción de infraestructuras ha ido perdiendo fuelle desde la caída de precio del petróleo en 2014, con la consiguiente pérdida de valor de los contratos adjudicados a empresas chinas, como se muestra en la Figura 1.

Figura 1. Ingresos anuales brutos de las empresas constructoras chinas en el Magreb (US$ millones)

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Fuente: elaboración propia con datos procedentes de China Africa Initiative, “Ingresos por contratos chinos en África”.

Las empresas chinas han sido objeto de críticas por parte de ciudadanos y administraciones locales por emplear principalmente a trabajadores chinos, recortando así las oportunidades laborales para unas economías ya de por sí lastradas por tasas de desempleo altas. No obstante, tanto empresas públicas como privadas se han esforzado por ir mejorando su reputación mediante el aumento de la contratación de trabajadores nacionales y la impartición de programas de formación para el personal local.

Por ejemplo, en el sector de las TIC, Huawei ha tenido la iniciativa de firmar acuerdos de cooperación con universidades locales y proporcionar formación a estudiantes de los países del Magreb. El gigante tecnológico chino ha puesto en marcha las becas “Semillas de futuro” para llevar a algunos de los estudiantes más aventajados de todo el mundo a la sede central de Huawei en Shenzhen, ponerlos en contacto con las nuevas tecnologías y ofrecerles una auténtica inmersión en la cultura china. Asimismo, Huawei organiza competiciones TIC a gran escala que incluyen a las naciones del norte de África, tanto dentro de los países como a nivel regional.

Además, desde el lanzamiento de la iniciativa BRI como seña distintiva de su política exterior, Pekín ha dado muestras de un cambio cualitativo en las relaciones de China con la región.

El documento orientativo sobre la política chino-árabe publicado en 2016 por el Ministerio de Asuntos Exteriores chino hace hincapié en la predisposición de China a coordinar estrategias de desarrollo con las naciones árabes atendiendo a sus propias necesidades y a promover la colaboración en el ámbito de la ciencia, la tecnología, la investigación y la educación, al igual que en sectores económicos como las finanzas, las telecomunicaciones, las energías renovables y la industria farmacéutica, tal y como se desprende de la fabricación china de sus vacunas contra la COVID-19 en la propia región. Este giro cualitativo alberga la promesa de desplegar más efectos indirectos positivos para el desarrollo de los países del Magreb en un contexto de entradas de capital más bien escasas de China en la región.

(3) El poder no coactivo de China en el Magreb

Pekín cuenta con un apoyo relativamente alto en la región. Una encuesta de 2020 del Barómetro Árabe acerca de la percepción del ciudadano de a pie sobre China en la región MENA pone de manifiesto que, en líneas generales, la influencia de China en el Magreb se considera beneficiosa. Más del 60% de la población de Túnez y Libia afirmaron que estarían a favor de reforzar los lazos económicos con China, frente al 49% en el caso de Marruecos. Merece la pena destacar que en Argelia, país del Magreb con mayor presencia de China, tan solo el 36% de la población encuestada afirmó estar a favor de estrechar vínculos con China. Cabe la posibilidad de que quepa achacarlo a la mala reputación de algunas de las empresas chinas con actividad en el país, ya que se suele pensar que dan prioridad a los empleados chinos y que aplican las normas laborales y ambientales de manera más laxa que otras empresas extranjeras instaladas en el país.

Aunque el propio modelo de desarrollo de China, la construcción de infraestructuras y sus inversiones en la región contribuyen en gran medida a promover una imagen positiva del gigante asiático entre las elites y el pueblo, su reputación se ve empañada para el ciudadano de a pie por su autoritarismo y su conculcación de los derechos humanos, sobre todo por lo que respecto al pueblo uigur, una minoría musulmana de la zona de Xinjiang en la China del Noroeste. Se ha publicado que China habría obligado a internar a 1 millón de uigures en campos de concentración en Xinjiang. Por su parte, los gobiernos del Magreb, al igual que otros de la región MENA, han guardado silencio por miedo a poner en peligro sus vínculos económicos con China. Ahora bien, más allá de los motivos económicos, el historial de derechos humanos de los países del Magreb también deja mucho que desear. Incluso Túnez, el paradigma más prometedor de democratización con la Primavera Árabe, está volviendo a caer en el autoritarismo.

Es posible que el aspecto más exitoso del poder no coactivo de China en el Magreb, y en el Sur Global en general, sea el llamado “modelo de Pekín”, que promete un rápido desarrollo económico sin incluir el imperativo democrático. El orden mundial liberal surgido tras la Guerra Fría, descrito por Francis Fukuyama como “el fin de la Historia”, ha quedado absolutamente en entredicho con este modelo. Las elites gobernantes del Magreb encuentran atractivo este modelo por sus ansias de aferrarse al poder.

Hay quien afirma que, a través de la iniciativa BRI, China aspira a expandir la autocracia a nivel mundial para contrarrestar los valores liberales que sustentan el orden internacional actual. Por el momento, no hay pruebas de peso que indiquen que China se esté dedicando a exportar su modelo a otros países por iniciativa propia. Pekín se está convirtiendo en una “potencia normativa” que, en vez de imponer directamente su modelo político o económico, sirve de ejemplo imitable para otros países en desarrollo. En la situación actual, China parece más interesada en efectuar ajustes en el orden mundial imperante que en desbaratarlo del todo. En un futuro próximo, lo más probable es que las iniciativas e instituciones chinas siguen coexistiendo en complementariedad con las instituciones dominadas por Occidente.

China se ha hecho un hueco importante a nivel económico, político y diplomático en el Magreb, pero su influencia cultural en la región dista mucho del influjo occidental. Con frecuencia, los conocimientos de la población magrebí sobre la cultura, el idioma y las tradiciones de China son más bien escasos. Hasta hace poco, Argelia solía contar con una de las mayores comunidades chinas del continente africano, compuesta aproximadamente por 91.596 personas en su punto más alto en 2016, pero, a pesar de esa abultada cifra, siempre ha habido poca interacción social con la población local por la barrera del idioma y por el hecho de que los trabajadores chinos suelen vivir en urbanizaciones aisladas. Desde 2016 el número de trabajadores chinos inscritos en Argelia ha ido cayendo de forma constante hasta llegar a los 10.219 en 2021.

En su afán por expandir su influencia cultural y lingüística, China ha abierto Institutos Confucio en Túnez y Marruecos. Los Institutos Confucio siguen el modelo de instituciones culturales occidentales como el Institut Français de Francia, el Goethe-Institut de Alemania o el British Council del Reino Unido. Si bien China puso en marcha sus institutos culturales un siglo después, hoy en día ocupa la segunda posición en cuanto al número de institutos culturales abiertos en todo el mundo, sólo por detrás de Francia.

Antes de la pandemia de COVID-19, el turismo había llegado a ser una vía importante de conocimiento intercultural entre China y el Magreb. El auge en el número de turistas chinos que viajaban al extranjero antes de 2020 llevó a algunos países del Magreb a satisfacer los gustos de los clientes del gigante asiático para atraer a más viajeros. Por ejemplo, Marruecos suprimió en 2016 la obligación de visado para los ciudadanos chinos que visitaran el reino. Algunos hoteles de Marrakech ofrecen platos chinos en sus menús y otros alojamientos han añadido canales chinos a su oferta de televisión. Estas medidas contribuyeron a incrementar el número de turistas chinos de 118.000 en 2017 a 200.000 en 2019. Con la relajación de las restricciones de viaje derivadas del COVID-19 en China en 2023, cabe esperar un nuevo repunte en el número de turistas chinos en un futuro próximo.

Conclusiones

Desde el espíritu antiimperialista de Bandung al pragmatismo de la iniciativa BRI, China y el Magreb han forjado y mantenido relaciones de amistad. En los últimos años, el Magreb ha ganado valor geopolítico a los ojos de Pekín gracias a su ubicación estratégica y su proximidad al mercado europeo. Si bien China muestra una escasa voluntad de subvertir el orden internacional, el afianzamiento de su presencia en la región puede afectar aún más a los intereses europeos. Por su parte, los países del Magreb ven la cooperación con China como una oportunidad de reducir la influencia occidental y su dependencia de la UE y EEUU.

A pesar de las cacareadas ventajas intrínsecas de la cooperación Sur-Sur y de las alianzas en beneficio mutuo, las relaciones chino-magrebíes reproducen los mismos patrones de intercambio desigual observados en las relaciones económicas de la región con los países europeos.

El motivo principal es el bajo nivel de diversificación y sofisticación del Magreb. Ahora bien, la competitividad de los precios de las constructoras chinas y su acceso preferente a préstamos públicos han ayudado a la región a llevar a cabo una modernización más que necesaria de sus infraestructuras.

Después de la pandemia del COVID-19, la presencia constante de China en el Magreb afectará sobremanera al crecimiento económico, los sistemas políticos, la cohesión social y la seguridad nacional y regional. Los gobiernos de toda la región deberán velar por que los acuerdos de cooperación con China generen vínculos más equilibrados, lo que incluye apostar por una cooperación más estrecha en sectores de gran valor añadido, en investigación y desarrollo y, por último, en los intercambios interpersonales.

Esta cuestión suscita el viejo debate sobre la integración regional. Una mayor cooperación regional ayudaría al Magreb a tener un poder y una competitividad superiores y facilitaría que todos los países de la zona se beneficiaran de la presencia de China. Para equilibrar las relaciones desiguales con China, urge dejar atrás las relaciones bilaterales actuales y fortalecer la integración del Magreb. No obstante, esta integración sigue siendo difícil de alcanzar con el telón de fondo de la enemistad existente entre Argelia y Marruecos.


[1] Al hablar del Magreb, el presente análisis hace referencia a Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania.